Una historia real puede ser un buen film Basada en la novela Der Räuber de Martín Prinz, que se convirtió en best seller, Sin escape narra la historia de un ex convicto que sale de prisión luego de haberse preparado concienzudamente para participar de maratones varias. Su condición atlética es notable y pronto se convierte en una revelación deportiva pero hay una pulsión dentro Johannes Rettenberger que lo impulsa al delito. Así, no sólo ganará la maratón de Viena marcando un record sino que además reincidirá en su otro deporte: robar. Lo que resulta francamente interesante de esta historia que podría ser una más es el modo en que Johann Kastenberger construye las secuencias en las que el vértigo es doble, por un lado las carreras de velocidad y por otro la carrera delictiva de Rettenberger, en un buen trabajo de Andreas Lustque, enfundado en un máscara vuelve a las andadas y retoma un viejo vínculo con Erika, interpretada por Franziska Weisz que tiene como cualidad sobresaliente la prescindencia que este sujeto asume frente a todo aquello que no le genere la secreción suficiente de endorfinas para sentirse vivo. Correr y robar son el núcleo de su existencia, el resto es accesorio. Su vida consiste en huir tanto de sus atracos como de sus competidores y también del pozo oscuro que es su existencia. La cámara realmente eficaz de Kastenberger nos hace correr junto a él, logrando el objetivo de que simpaticemos con un ladrón que hace del escape el eje de su existencia. Puro vértigo sin lugares comunes ni chicanas, hacen de Sin escape una opción cercana al film noir acuñado por Nino Frank, de significado muchas veces vago, pero que encuentra en esta película mucho de sus caracteres predominantes: delito, motivaciones ocultas o imprecisas, un modo de construir antihéroes queribles y sobre todo los finales inesperados.
Las secuelas de la guerra en los escombros de Sarajevo y la trata de personas con fines de explotación sexual en un buen film sin golpes bajos. La guerra, sus secuelas, daños colaterales que le dicen los que dirigen los misiles contra los inocentes y muchas otras cuestiones inherentes a este horror son materiales que el cine utiliza no siempre con el mejor resultado. No sólo porque amar una épica no es para todos sino porque las tentaciones de dramatizar estos espantos muchas veces tienen que ver con cierto marketing que dice: si está en los diarios y preocupa, hagamos de cuenta que nos importa. Hacer la lista sería extenuante para el lector y para esta cronista pero baste recordar algunos falsos mea culpa sobre Vietnam y en el tema de violencia de género el film que protagonizaron Jennifer López y Antonio Banderas sobre los asesinatos en Juárez, México, La ciudad del silencio o Bordertown (2005). En La Verdad Oculta (The Whistleblower, 2010) se narra la historia del desastre post guerra en Sarajevo y cómo Kathryn Bolkovac construida por Rachel Weisz, es enviada allí como garante de paz. Ella es una agente de policía estadounidense y a poco de llegar descubrirá un red de trata con fines de explotación sexual que si no fuera siniestra por el sólo hecho de su existencia es además difícil de desarmar ya que de ella participan los mismos garantes de paz: funcionarios de la ONU que por ser diplomáticos son inmunes, es decir, impunes. Por estas tierras y en otras varias se conoce el resultado de lo que acontece cuando quien debe cuidarte es quien viola tus derechos. Así, la tarea de restablecer un orden quebrado por uno o varios delincuentes es más ardua ya que si quién viola es el Estado o la propia ley, no hay modo de darle su merecido, o al menos o hay modo sencillo de castigar y restablecer un orden El film que transita escenas de crudeza pero la dirección de Larysa Kondracki, la buena labor dramática de Weisz y sus acompañantes Vanesa Redgrave y David Strathairn, entre otros, logran un film sin más pretensión que la exhibición de un estado de cosas y no chocan contra muros imposibles como muchas veces ocurre cuando leemos la advertencia “basada en hechos reales”. Complots de alta jerarquía seguirán existiendo siempre y el cine al menos tomará el recaudo de retratarlos, en este caso logradamente, para que el arte también sea vehículo de conciencia.
El amante, no hay Emma que no quiera escapar El film de Guadagnino aborda con sutileza un tema antiguo como el mundo pero encantadoramente bien narrado. Todo está dispuesto para la cena, momento de concentración de gestos, miradas, anhelos y anuncios en casa de los Recchi. Su páter family anunciará que el esposo de Emma, Tancredi (como Delón en El gatopardo) compartirá la conducción del imperio familiar con Edoardo, uno de los hijos de Emma a cargo de una brillante Tilda Swinton. Esa primera escena deja planteado un espacio que, reconocible nos habla de poder, grandeza y a la vez nos muestra en algo más de 20 minutos que roles monolíticos sigue una familia en la que Emma es esa extraña dama rusa cuyo pasado configura algo íntimo y guardado. Distintas situaciones acaecerán cuando ella sepa la verdad sobre la condición sexual de su hija que revelando que es lesbiana no hace sino abrirle la puerta a la libertad de sentir que aún puede ser querida, deseada, necesitada. Y será Antonio, un amigo de su hijo con quien tiene una gran diferencia de edad quien despierte esta voluptuosidad. Pero y aunque nominar nunca sea un hecho fortuito, esta Emma sólo se parece a la de Flaubert en la necesidad de ser amada pero sin esa mirada campesina que la lleva a un, valga la redundancia, bovarismo sin fin. No son las revistas de París ni los raros peinados nuevos que había que imitar para no parecer una pueblerina, lo que mueve a Emma y abre el grifo incontinente de su sensualidad/sexualidad, es la desesperada necesidad de tener una vida, otra, posible, diferente a la que fue planificada para ella. Y a la manera de las grandes novelas familiares ese amor tendrá su castigo dramático junto a otras desventuras que sufrirán los Recchi en su afán de hacer crecer su imperio. Hay una suma de extraños en el film de Guadagnino que se añaden para evidenciar una no pertenencia que tiene sus costos. Por un lado Emma que es rusa, por otro, Antonio que es de una clase social inferior y por otro las empresas con quienes negociarán los Recchi en su afán de expandirse y tener más poder. Casi como una moraleja, el “no te juntes con extraños” asoma a poco de desatarse la historia. Y aunque parezca que el film es lento en virtud de la historia que va a narrar, la cámara de Guadagnino se toma el tiempo necesario para dejar establecida una zona en la que dichos sucesos son posibles. El registro de los gestos, actos, muebles, cortinados, libros y todo lo que se encuentra demostrando el poder en la mansión de Milán donde todo comienza, son algo más que una pintura de clase, son sencillamente los elementos que el espectador tendrá a mano para poder ver el adentro de una clase, de una mujer y de un drama. La suma de riquezas es tan asfixiante que sólo por ella, sería necesario hacer algo fuera del rol que le ha tocado en suerte a una Tilda Swinton que es de una solvencia escénica y una belleza magnífica. El resto del elenco la acompaña de manera pareja y sólo la música de John Adams manipula las situaciones en exceso. El resto es sutil como la belleza de Swinton y como el montaje que ideó Guadagnino. Los amores y los negocios suelen ser fuente de gran disgusto sobre todo cuando lo que se pone en juego es la desesperada necesidad de cambiar.
Viudas, yo te quiero, yo también Mañana en las salas locales se estrenará Viudas, el último film de Marcos Carnevale que gusta de las historias en las que el amor protagoniza alguna épica imposible como en Elsa y Fred (2005) o Tocar el cielo (2007), ésta última no tan lograda y a medio camino de los núcleos narrativos que se despliegan en ella. Pero, cuando hablo de épica imposible no hablo de film fallido, hablo de esos vínculos que son difíciles de imaginar para uno o de esas hazañas que soñamos (Elsa y Fred) pero que sabemos nunca podremos realizar. El film de Carnevale acierta en la disrupción contínua que proponen dos registros actorales absolutamente diversos. Por un lado Graciela Borges, es Elena, una mujer que ronda sus años maduros, documentalista que recibe ese llamado que nadie quiere recibir, su esposo ha tenido un ataque cardíaco y está hospitalizado. Por otro se encuentra Valeria Bertuccelli, Adela, que es quien ha llevado a Augusto al hospital porque es su amante, su segunda mujer. Se pueden documentar los casos famosos en los que la “legítima” descubre que no es la única. Lo que conforma casi una épica imposible es el vínculo que estas mujeres entablarán luego ya que Adela es inestable, sufre horrores las pérdida y toca a la puerta de Elena que, a despecho de su voluntad primero y con otras emociones después, se la lleva a vivir a su departamento. ¿Se puede ser amigo de la amante de tu hombre? ¿Un hombre es de alguien o es sólo dueño de su voluntad de amar? La moral pequeño burguesa condena el adulterio pero, vamos, no hay quien no haya sentido amor por dos seres a la vez, al menos en un estado de confusión. Así las cosas, nuevas disrupciones aparecen en el film de Carnevale que aportan dosis de humor, como el rol de Justina, la mucama travesti compuesta muy bien por Martín Bossi, o el desempeño siempre impecable de Rita Cortese que se contonea entre el humor, el consejo y ese modo tan sólido de armar siempre a sus criaturas que en muchos casos sobrellevan el tremendo rol de sostener la devastación o el dolor de otros personajes y se lucen haciendo lucir a quien amparan. Hay un buen montaje, un remix de remix, bien encuadrado cuando Vicentico canta Paisaje de Franco Simone que los fanáticos de Gilda aún tararean y que ensamblado otorga un plano más profundo a la cuestión, no sólo por la estética sino por esto de “jamás la lógica del mundo nos ha divido” allí los planos y contra planos muestran la verdad íntima de ambas mujeres, tan diversas, tan enamoradas del mismo hombre, tan solas por esto de “tu no podrás faltarme cuando falte todo a mi alrededor… tú me das amor”. Y esa es la épica contrastiva, disruptiva y forzadamente creadora del verosímil, nadie sabe qué está dispuesta a conceder una mujer por amor. Nadie, absolutamente nadie sabe cómo es posible querer a quién te disputó a tu hombre, tal vez sea esa forma simplista de pensar que si él la quiso, algo tendrá que nosotros también la querríamos. Sentimental, disruptiva y a veces porque no, maniqueista al revés, ya que aquí los contrarios se tocan, se ayudan y se unen. Borges y Bertuccelli hacen muy bien lo que han hecho siempre, componer personajes con sello indeleble, Cortese brilla y Bossi aporta desde una gran composición. En fin, Viudas es un ejercicio para pensar en que cada vida es un pozo profundo y sorpresivo del que no conocemos el fondo y por ello es posible que todo sea posible. Y el cine argentino sigue adelante a pesar de sus detractores.
Dame tus snacks ya mismo Tom Hanks y Julia Roberts un poco lejos de otras perfomances en este género que tiene tantos adeptos. Que estén Julia Roberts y Tom Hanks no garantiza nada. Que de nuevo el cine norteamericano decida mostrar un looser que a la postre consigue su revancha tampoco. Hoy, los diarios muestran despiadadamente que si perdés tu empleo en EEUU tu vida será miserable como en cualquier lugar con crisis. La historia es sencilla Larry Crowne pierde su empleo, no sólo no será nominado empleado del mes sino que será castigado metafóricamente por no tener expectativas, no da el rol que el American Dream necesita. Entre la desesperación y la necesidad se anota para tomar clases de oratoria y otras cosas y allí conoce a Julia que interpreta a Mercedes Tainot una docente que obviamente está agobiada con su vida marital y laboral y no sabe por dónde salir del atolladero. Hay un poco de aire cuando Larry conoce a sus nuevos amigos y estos lo ayudan en lo que será una refrescada de aspecto y algunos momentos que lo regresan momentáneamente a esa época donde no existía la recesión como una realidad tangible y la vida era otra cosa. La historia se puede contar en menos minutos, las situaciones podrían ser menos previsibles aunque abunden los pormenores que, por acumulación, muestran un estado de cosas pero retardan aquello que todo el que va a ver una comedia romántica o un drama romántico o una comedia con drama, o una película de estrellas, espera. Hanks que co escribió el guión con Nía Vardalos, la actriz de Mi casamiento Griego hace aguas en retardar el clímax de encuentro, en no exponer a sus criaturas a una esgrima pronta para de ese modo lograr algo de contraste y todo termina como imaginamos. Roberts trata pero está algo sola, incluso siendo quién es. Hanks está lejos de lo que le hemos visto aunque nuevamente y por vez número un millón nos cuenten que hay otra oportunidad. En fin, si es devoto de ambos actores podrá ir a verla y maldecir a esta cronista, si busca sustento, no diga que no le avisé.
Contame esta historia J. J. Abrams después de Lost no está perdido y logra una bella historia como las de antes con producción de Steven Spielberg. El cine es una pasión para hacedores y espectadores. Si el film que se hace es metacinematográfico hasta un punto el placer es mayor. Si se trata de filmar en Super 8 la aventura está asegurada. Si además hay una mirada amorosa sobre el cine el deleite se ensancha y si como plus hay intriga, el ruido de los que comen pochoclo hasta se puede obviar. Corre 1979 y durante el rodaje de un film amateur, en Super 8, un grupo de adolescentes presencian un hecho inusual: el descarrilamiento de un tren que deparará en que nada vuelva a ser lo mismo. ¿Qué extraño suceso cambiará la vida de Lilian, ese pueblo tranquilo de Ohio? Allí la intriga se adueña de todo. J. J. Abrams, creador de Lost, guionista y director en Súper 8 demuestra que cuando puso patas arriba el concepto narratológico de las sitcoms, convirtiendo en adictos a los seguidores de los náufragos por muchas temporadas haciendo caer para siempre conceptos cartesianos, no estaba improvisando y que todavía se pueden narrar novelas sentimentales, de iniciación y ver a través del ojo de un actor nuestra propia experiencia pasando frente a nosotros. ¿Es cultura de masas o popular? ¿Y a mí qué me importa si me conmociona, si logra que ame al cine? porque además, esta vez no recurrió a una argamasa de conocidos, ilustres y candidateados al Oscar. Pero igual cuidó la imagen con amorosa mirada y los actores salieron airosos. Así le posa una idílica visión mostrando como un grupo de pibes camino a ser jóvenes quieren filmar por amor al arte una peli de zombis, pasar las vacaciones pueblerinas haciendo de eso el motor y el deseo y sus expectativas cambian y el pueblo también. El que quiera ver en la película de J .J. Abrams un homenaje a Steven Spielberg que aquí produce y experimente nostalgias de Historias Extraordinarias, Encuentros cercanos del Tercer Tipo y de la inolvidable ET, debe pasar por el cine más cercano para apreciar que lo viejo no siempre está caduco, que novedad no siempre significa nuevo y que algunas fórmulas siguen funcionando porque nos dan una historia que es lo que vamos a buscar cuando abrumados de candidatos políticos necesitamos una ficción mejor y más posible que la que ellos prometen y porque el cine es un espacio intangible que da revancha cuando es bueno y olvido cuando no, pero intenta no dejar de ser el séptimo arte. Y ese rato se agradece de por vida.
Medianoche en París, o Woody Allen, el incensante hacedor Comedia romántica en la que Allen rinde tributo a la Ciudad Luz desde dos aristas: la romántica y postal y la maravillosa germinadora de vanguardias y bohemias Luego de haber filmado en Europa películas que merecieron diversa suerte con la crítica, Allen regresa para rendir tributo a París desde dos miradas, por un lado la infinita gama de postales y vistas que todos conocemos, hayamos estado allí o no y para viajar en una maravillosa máquina del tiempo que lo lleva a lo mejor de una época poblada de sujetos de su admiración. Gil, Owen Wilson, llega a París junto a Inez, su novia interpretada por Rachel McAdams, la idea es acompañar a los padres de ella en un viaje de negocios. Gil duda muchísimo sobre su obra literaria y su suegro, un republicano recalcitrante, no contribuye en nada a subir su autoestima. El film comienza con esas fabulosas imágenes de la ciudad que a pesar de su uso y abuso no han perdido la magia. París es la ciudad romántica en el imaginario universal y la película se encaminará hacia una comedia de ese género. Su novia no toma demasiado en serio la necesidad de Gil de escribir o terminar su trabajo atascado, tampoco se plantea demasiado el funcionamiento de la relación ni la pasión o su ausencia y se muestra como alguien dispuesta a condescender con tal de tener un matrimonio armoniosamente norteamericano. Pero para Gil, esto es poco o nada. De modo que, a la inversa que en el cuento de la Cenicienta, la calabaza pesada que transporta a Gil durante los días, se convertirá en carroza cuando al largarse, atribulado, a pasear a medianoche por la ciudad, encuentre un viejo Peugeot que lo llevará a un viaje en el tiempo. Un viaje que se repetirá y que es de esos que todos querríamos hacer para encontrarnos con personajes que, latentes en la formación y la poética cinematográfica de Allen, han influido de manera notable no sólo en su formación sino en su modo de hacer y leer el cine. Instalado en la década del 20’, se encontrará con Cole Porter que ha llenado de música sus films y aquí es más que notas y armonías, con Picasso, con Scott y Zelda Fitzgerarld, con un brillante Salvador Dalí, encarndo por Adrien Brody y con Gertrude Stein a cargo de una notable Kathy Bates, entre otros. El lujo del viaje a esa época bella, la reflexión sobre la escritura y todos los movimientos artísticos de vanguardia de París son indicios para que el espectador, con ciertas competencias, disfrute al máximo no sólo de la representación de esos popes sino además de una mirada, una más posible, que aquí parece ser la que el propio Allen tiene sobre ellos. De nuevo, la figura del alter ego que todos los seguidores de Allen conocemos aparece en Owen Wilson, con una lograda inflexión hacia a la inseguridad, un alto nivel de conflicto existencial y todo aquello que conocemos del Woody que hacía los papeles hasta hace unos años. Lo cierto es que todos estos personajes, incluida Adriana, una amante que Pablo Picasso supo tener y que elabora muy bien Marion Cotillard, reconfiguran el estar en el mundo de Gil, a quien nadie le cree sus viajes nocturnos al pasado y cuando su novia comienza coquetear con Paul, en la piel de Michael Sheen, un insoportable y soberbio británico que también está en tránsito en París dictando conferencias, el redireccionamiento de su vida será otro porque el cambio ya está en marcha. Por un lado la bella ciudad de los Campos Elíseos y Versalles y por otro, subterránea y fantasmal, la París profunda e intelectual a la que todos querríamos arribar para presenciar en qué clima de novedad del Siglo XX se gestó la Nouvelle Vague. Estas reflexiones le dan pié al director para dejar atrás el chiste y apelar al sarcasmo e ironía que su mirada posa sobre cierto esteticismo de elite y sobre la grandeza por qué no, de los intelectuales que tanto ha frecuentado. No hay gag, sino un humor construído sutilmente. El contraste entre el día y la noche son notables. El día trae consigo la luz y hace relucir aquello de lo que el protagonista desearía huir para siempre. La noche con sus fantasmas corporeizados es una fiesta de un tempus fugit que se mira con nostalgia pero que acarrea una esperanza final hacia el futuro. Romántica por el enmarque geográfico y la trama, cínica por cómo Gil evoluciona en sus epifanías nocturnas, Medianoche en París, es otro trozo de arte que Allen nos regala desde hace ya… ¿Pero qué placer sería encontrarse con Man Ray o Buñuel y hacerle una preguntas no?
Cuando el western es gauchesca Aballay, el hombre sin miedo obtuvo varios premios en el Mar del Plata Film Fest 2010. Premio Cinecolor a la Mejor Película elegida por el público de la Competencia, el Premio Moviecity a la Mejor película Argentina en Competencia que consiste en la compra por parte de Moviecity de los derechos de transmisión por un lapso de 18 meses, para su paquete de canales para América Latina (excepto Brasil) en una suma de dinero en pesos equivalente a U$S 25.000 y el Premio especial del jurado: 2da Mención Especial. Adaptada de un cuento de Antonio Di Benedetto el film de Fernando Spiner narra la vida de un gaucho ladrón y asesino que comete un asesinato que lo marca para siempre. Quién lo ha visto asesinar a su padre le ha mostrado con la mirada que lo siniestro es casi siempre lo que el otro nos devuelve. Aballay se ve en los ojos del hijo de quien asesinó. Ese horror, lo conecta con el saber de los estilitas, que para acercarse a Dios trepan altas columnas y permanecen en las alturas para siempre. No volver a pisar la tierra es el modo penitente que los pecadores encuentran para purgar sus culpas. De este modo, Aballay, en una pampa bárbara carente de columnas, de una inmensidad bien reflejada en la dirección de arte, ante la imposibilidad de trepar decide no bajar más de su caballo. Lo interesante de la película de Fernando Spiner es el modo en que en estas latitudes se muestra la barbarie y la posible reconciliación con un mundo tortuoso que no guarda mucha oportunidad para esa clase de hombre “sin miedo”. El término western, originariamente un adjetivo derivado de west, oeste, en inglés, luego devino sustantivo y es aquí donde deberíamos detenernos porque Aballay va hacia una conquista que no es la de las películas de Hollywood, con sus héroes y antihéroes y sus revólveres a punto del disparo siempre. Aballay, se planta más en la tradición gauchesca rioplatense para mostrar a un sujeto más parecido a Moreira que a John Wayne y es allí donde justamente reside el valor más interesante de la película. Hay una conquista pero es de otro orden. Y justo es decirlo, esa conquista conlleva que Spiner armé una constelación visual y sonora de gran factura que apoya el gran trabajo de Pablo Cedrón en el protagónico, y permite buenas actuaciones de Gabriel Goity, Luis Ziembrowski, Nazareno Casero, Lautaro Delgado, Moro Anghileri, Horacio Fontova, entre otros. Aballay es una gran opción para saber cómo se hace una épica del antihéroe, cómo éste puede alcanzar cierta epifanía y dar vuelta la taba para volverse legendario. Pero cuidado, la pampa sigue siendo bárbara y la sangre siempre está dispuesta a brotar.
Por Siempre Batato "La peli de Batato" de excelente recorrido estético, recrea un mundo sólo posible entendiendo las coordenadas de los 80' post dictadura en la Argentina. Que Salvador Walter Barea, alias Batato Barea, fue un sujeto singular como la década en la que nació (vio la luz en 1961) es sólo una noticia para las nuevas generaciones. Su temprana desaparición en 1991, privó de su arte a muchos que deberían revisar su concepto de transgresión. Explicar aquí la naturaleza de los happenings que se armaban en el Parakutural, en performances donde Batato, acompañado de Humberto Tortonese, Alejandro Urdapilleta y otros, desandaban los textos de Alejandra Pizarnik, Néstor Perlongher, Alfonsina Storni (en su segunda etapa) o Fernando Noy, quién acuño para su libro lo que ya es un clásico: “Te lo juro por Batato”, excede los márgenes de una crítica que sólo intenta lograr que se aproveche bien el tiempo que dure la proyección de La peli de Batato, que se lleva a cabo sólo en el Malba los viernes a las 22.00. El film de Gogo Anchou y Peter Punk, con guión de Santiago Van Dam, puede engañar al querer ser encapsulado en el género documental, porque si bien ofrece el derrotero de una vida en el arte y reúne dentro de sí testimonios, también acude a momentos artísticos de gran plasticidad que muestran no sólo quién era Batato Barea sino además, quiénes, sus compañeros de ruta. Suele decirse que a períodos de gran represión se suceden períodos de libertad, destape o renacimiento artístico. Y Barea transito todos esos nuevos cánones que incluso inventó para que el arte encontrara un camino nuevo en una explosión de esteticismo puro, instalando una noción de underground indubitable pero recalando también en otros segmentos no tan Off. Si el espectador repara en los 150’ que dura la película no debe temerle a la extensión ya que estas dos horas y media se poblarán de testimonios, que parten de una fuente cedida al propio Gogo Anchou por Barea antes de partir, que era ya una suerte de germen de lo que se verá. Y Batato estará en imágenes que se funden con voces que hacen lo propio y la pantalla ofrece dos miradas posibles y capturan ese mundo y esos recuerdos y reflexiones de compañeros de ruta que como Las gambas al ajillo (Alejandra Flechner, Verónica Llinás y María José Gabin) o Antonio Gasalla, y el mismo Carlos Belloso, que luego viraron sus carreras hacia la cosa más masiva y por eso son nombres que les suenan a todos. Buen fundido de imágenes, buena elección musical y por sobre todo buenas disquisiciones sobre el arte, el ego del artista, las rupturas y las discontinuidades estéticas, hacen del film una mezcla de documento de una época esperanzada y a la vez un itinerario más o menos sinuoso de lo que ocurrió cuando en Cemento o en el Parakultural, la vida era otra cosa, Te lo juro por Batato.
Cuando un pueblo llega a los 501 habitantes ya tiene otro estándar, cuando el soltero más codiciado del mismo muere y guardan su dedo índice para que éste guíe los destinos y además sea una suerte de Watson en formol que ayude a descubrir el asesinato ya la cosa se pone peliaguda. Cerro Colorado es el lugar y 1983 el año. Democracia recuperada, la política a flor de piel pero desde lo cotidiano, desde un lenguaje de entre casa, desde una reflexión entre nos. Porque ese dedo hacedor de preguntas y dador de respuestas sugiere muchas cosas, algunas absolutamente locales y otras universales, pero su tono y una cierta pregnancia hacia lo que significaron siempre los modos personalistas y hasta paternalistas de encarar la elección de un líder se representan allí como si el pequeño pueblo que ya tiene entidad electoral fuera una sinécdoque de todo el país. Rodada en cinco semanas con algo más de 30 actores y más de 300 extras, el film cuenta con muy buenas actuaciones de Gabriel Goity, Rolly Serrano, Mariana Briski y el siempre espléndido Fabián Vena que narran esta historia en clave de comedia absurda que se sostiene en los acertados trazos de humor de Sergio Teubal que sabe manejar el tempo del libro con el que trabaja y al mismo tiempo sabe acertar en esos lugares de emoción y subjetividad argentina en la que no podemos no reconocernos. Hay en el film un carpe diem que enamora por la situación idílica de vivir en un pueblo y a la vez un absurdo notable y ostentoso en la cuestión de que un dedo índice maneje la vida de los habitantes de ese lugar. Otra buena película del cine nacional en este año que aún no promedia y que ya ha dado sus frutos.