Esta realización, sugestivamente promocionada, empezando por el titulo, traducción literal del original en ingles, pasando por los afiches con una imagen seductora para la platea masculina pero con un discurso atemorizador dando lugar, de esta manera, a instalarla dentro del genero del terror. En realidad podría decirse que, desde el comienzo del filme, hay uno primeros intentos narrativos de colocarlo como un thriller psicológico, con mucha violencia implícita para terminar en un juego perverso de violencia explicita glamorosa y excitante. De terror nada. Si imágenes perturbadoras visualmente El primer gran defecto de esta remake esta en relación directa con la original, en el que una mujer hacia uso de las armas de seducción características del genero femenino en pos de lograr el objetivo de vengarse. En esta, nuestra heroína se constituye de buenas a primera, y sin una justificación desde la instalación del verosímil como una nueva Ellen Ripley (la heroína de “Alien el octavo pasajero” de 1979), pero su adversario no es un extraterrestre, sino seres humanos de la más baja calaña, es entonces que realiza acciones que no dan con el fisic du rol. O sea, nadie podría creer que esta linda y bella joven tenga desde el vamos la fuerza física para realizar lo que realiza, y tampoco construyen al personaje como para hacernos creer de su entereza psicológica, pero, bueno, ya que estamos creámosle. La historia, también bastante incoherente, a partir que uno la piensa, es de una joven escritora que decide irse a vivir al medio de un bosque para inspirarse y escribir una novela, donde alquilara una casa perdida, cerca de un pueblo chico, muy alejado de alguna gran ciudad. Algunos verán elementos del subgénero llamado gore, pues hay imágenes de violencia explicita que no trata de insinuar nada, lo muestra. Posiblemente lo mejor de este texto este en el trabajo que se toma nuestra heroína en castigar a cada uno de sus atacantes con aquellos componentes que le dan placer. En cuanto a su construcción y diseño, digamos que es una producción clásica, con una buena banda de sonido y dirección de arte al servicio del relato, principalmente la fotografía. Desde un punto de vista caviloso, y por ende peligroso, deja entrever la posibilidad de la justicia por mano propia como algo sustentable, todo esta puesto de manera tal que el espectador sienta empatía con el personaje principal, cuando en el filme se produce el último giro narrativo y se precipita el desenlace. Sólo la última imagen deja abierta dos interpretaciones, una es la posibilidad de una continuación, la segunda vea la película para saberlo. Los amantes de este tipo de propuestas, estarán de parabienes.
El documental como género cinematográfico –observado desde el especial tratamiento técnico de un proyecto-, si exceptuamos los de temáticas puramente tecnológicas, científicas o educativas, salvo aquellos que plantean aspectos aun en debate, aborda la convivencia humana considerándola en su macro y microcosmos desde el ángulo de visión de los responsables de la obra fílmica: el guión, la producción y la realización. Consecuentemente, la lectura del tema tendrá, cuando menos, un dejo de parcialidad respecto del asunto particular que se pone en consideración, por tratarlo sólo desde una perspectiva. La mayor imparcialidad la alcanza en el momento en que presenta las distintas caras que gravitan en la propuesta, dejando a juicio del destinatario (el espectador) la decisión final sobre los valores positivos y negativos del hecho en cuestión. “Videocracy” en su sinopsis recapitula como en Italia se ha creado otro tipo de totalitarismo según afirma en su guionista y realizador Eric Gandini, el de la videocracia, donde todo es apariencia. Silvio Berlusconi, el polémico empresario, político, y actual primer mandatario italiano, se manifiesta a sí mismo como una víctima, aun cuando ha sabido siempre serpentear todos los vericuetos para imponer el poder de la imagen sobre la realidad palpable. La producción documenta una serie de cambios que ha experimentado la televisión de ese país en las últimas tres décadas, así como el desarrollo que ha tenido el Mediaset, empresa de comunicación presidida por Berlusconi, mediante la cual el cavalieri ha logrado dominar el 80% de la actual televisión de la península, detrás de la cual opera como hábil titiritero. La obra analiza la relación entre la manipulación mediática y la construcción de una imagen exitosa Utiliza mayoritariamente material preexistente de una televisión que domina el panorama con criterio cuasi circense, radiografiada con adecuada selección de imágenes y un montaje apropiado para la realización que apunta a denunciar la operatividad del titular del ejecutivo italiano.
Para Arkin, un ex-convicto buscavidas, una casa tranquila y una familia de vacaciones es una “oportunidad”, ya que dentro de la casa hay una caja fuerte que contiene una rara gema, su única esperanza de saldar la deuda que tiene con su esposa y conservar intacto lo poco que queda de su familia. Desafortunadamente para él, dentro de esa casa también hay una caja que contiene el último espécimen de una colección catalogada en huesos, sangre y lágrimas- un espécimen humano embalado como un “señuelo”-. Mientras la trampa ya puede haberse cerrado sobre los padres, Michael y Victoria -acortando sus vacaciones antes de que pudieran empezar- las garras aun deben cerrarse sobre Jill, la hija adolescente, y Hannah, la hermanita de ocho años. Mientras el reloj avanza inexorablemente hacia la medianoche, Arkin se convierte en un héroe contra su voluntad, atrapado por un “Coleccionista” enmascarado en un letal y siniestro laberinto –la Inquisición Española imaginada por Rube Goldberg- tratando de rescatar a la misma familia que vino a robar. Tal es la trama básica, resumida en la información de prensa, de una producción que aborda la temática del terror, ópera prima de Marcus Dunstan y Patrick Melton, quienes tienen como antecedente los guiones concebido para la serie “El juego del miedo” en sus ediciones IV, V, VI y VII (entre 2007 y 2010), esta última con el agregado en su título de “El capítulo final”, aunque se encuentre en preproducción la VIII, también con guión que les pertenece, a rodarse en 2011. Como guionistas no denotaron alguna vuelta de turca interesante a las tantas realizaciones de terror, una mínima insinuación para escapar de la mediocridad narrativa y formal que han caracterizado la mayoría de los títulos enmarcados en esta temática estrenados en los últimos años. En esta oportunidad la dupla no sólo asumió la responsabilidad de guionistas sino simultáneamente la de realizadores. El resultado es similar, una historia mediocre, rutinaria, previsible y tediosa, con más agujeros que un queso de gruyere en lo narrativo, donde los interrogantes abruman al espectador sin que encuentren respuestas apropiadas para cerrar las situaciones planteadas, sustentadas en abundantes escenas sangrientas, animadas por personajes endebles y resueltas con técnicas primarias. Cinematográficamente es olvidable, aunque los fanáticos, no exigentes, de las producciones de terror es muy posible que la disfruten.
A veces cuando la producción estrenada es intrascendente puede invitar a vagabundear por aspectos colaterales de lo cinematográfico. En el caso de “El último maestro del aire”, por ejemplo, hacer referencias sobre que podemos entender por fantasía, rubro en el cual se encuadra la realización. La fantasía es una de las posibilidades con que cuenta el artista para abordar imaginativamente cualquier temática, ya ser considerada a través de alguno de los múltiples géneros que tiene a su disposición acorde al arte o la artesanía que cultive. Según el diccionario, el vocablo es de origen griego, del que deviene el italiano phantasía, para incorporase al español como fantasía. Se entiende como tal la facultad de reproducir por medio de imágenes cosas pasadas o lejanas, de representar las ideales en forma sensible o de idealizar las reales. Capacidad de tener representaciones de objetos sin que estos se hallen presentes o existan en la realidad. Según los psicoanalistas, la fantasía es una producción de la imaginación con la cual el yo busca escaparse de la realidad. Es de algún modo, un compromiso entre la realidad exterior e interior, entre las pulsiones y las prohibiciones. Compendiando lecturas consultadas, resulta que por fantasía se entiende todo aquel conjunto de ideas, situaciones, representaciones y fenómenos que forman parte de la imaginación de una persona y que no tienen correlato verídico en la realidad. Sin embargo, el hecho de que sean meras imaginaciones o creaciones del inconsciente de un individuo no significa que no tengan valor, por el contrario, de acuerdo a lo que establecen diferentes ramas de la psicología, la fantasía es el modo en que un individuo expresa sus deseos, intereses, miedos, objetivos y hasta perversiones. La fantasía siempre tiene que ver con la creación o generación de situaciones a nivel mental o imaginativo que no pueden darse en la vida real, o que deben permanecer reprimidas por ciertas pautas morales o sociales. Supone la existencia de elementos no reales o mágicos tales como duendes, criaturas deformes, hadas, sirenas, monstruos y muchos otros. Allí, temas tales como el desarrollo de misiones en lugares mágicos, encantados y exóticos, con personajes medievales o irreales y con finales excéntricos son características comunes. La fantasía artística implica siempre un escape a la realidad, en la participación en mundos mucho más complejos, diferentes, ricos y completamente distintos. En esta primera década del siglo XXI, como proyección de años anteriores, la producción hollywoodense acentúo su interés por las realizaciones que responden al tratamiento de fantasía. Sin duda esto se debe, más que a una necesidad creativa, a un imperativo económico de la cinematográfica estadounidense en su condición de líder de esa industria en Occidente, al tener que enfrentar en el negocio del espectáculo al desarrollo tecnológico de los medios audiovisuales, particularmente la televisión, y la lucha contra de la piratería reflejada en la proliferación del truchaje en el negocio del mercado de los DVD. Sólo en lo que va del 2010 podemos citar, exceptuando las obras de animación, no menos de doce títulos, se inicia con “Avatar” al que sucede, entre otros, “Percy Jackson y el ladrón del rayo”,”El hombre lobo”, “Desde mi cielo” “El imaginario mundo del Dr Pasrnasus”, “Alicia en el país de las maravillas”, “El libro de los secretos”. “Furia de titanes”, “El príncipe de Persia, las arenas del tiempo”, “Legión de ángeles”, “La carretera”, “La saga de crepúsculo: Eclipce”, “El aprendiz de brujo”, “El origen”, “El loco viaje al pasado”, “Depredadores”, para llegar a la fecha con “El último de los maestros del aire”, manteniendo en espera otros tantos para lo que resta del año. Lo más destacado por sus valores artísticos lo podemos encontrar en “El imaginario mundo del Dr. Parnassus” En primera instancia toda obra fílmica despierta interés por los valores latentes en la historia que narra y en el tratamiento de que fue objeto en el guión. En segunda instancia importa al espectador la manera en que han sido utilizadas todas las herramientas que tiene a su disposición el realizador para materializar en imágenes y sonido la idea narrativa, la idea conceptual – lo que se han propuesto decirle al destinatario- y la idea estética, vale decir la forma elegida para visualizar la propuesta. El destinatario último es el espectador, para quien el valor de cualquier obra depende de la definición, claridad, consistencia, coherencia y equilibrio entre todos los factores participes en su generación. Cada persona es un espectador único en sí mismo, y la evaluación que realice tendrá algún grado de subjetividad ineludible, la que depende de una serie de factores humanos, culturales y sociales, cuya opinión o juicio tiene alcance reducido a su entorno. El crítico es un espectador más, pero debiera ser –pues no siempre lo es- un espectador una persona capacitada, especializada y profesional que emite opinión pública, por ende con llegada a seres humanos que le son desconocidos. Sus apreciaciones sobre los valores, o carencia de ellos, de la obra proyectada en pantalla deben obviar en todo lo posible sus gustos personales, emitiéndolas a conciencia y sobre la base de la mayor equidad, más allá de temáticas, géneros, corrientes estéticas o posiciones ideológicas o religiosas. Cabe pues, en esta ocasión, considerar “El último de los maestros del aire” como obra de ficción, conformando el rubro, o capítulo, fantasía, jugada en el género dramático. En una apretada síntesis narrativa encontramos al Aire, el Agua, la Tierra y el Fuego como cuatro naciones enlazadas por el destino, cuando la Nación del Fuego declara una brutal guerra a las demás. Tras un siglo de luchas, no parece haber esperanza de que algo pueda cambiar este entorno de destrucción. En suma, narra las aventuras de Aang, sucesor de una larga serie de Avatares, y sus amigos Katara, una Maestra Agua, y su hermano Sokka, guerrero por naturaleza, a los que luego se integran en la serie Toph, además de sus dos animales, compañeros y mascotas de Aang, el bisonte volador Appa y el lémur volador Momo. La misión que se imponen es detener los intentos de conquista de la Nación del Fuego sobre las otras Naciones. La historia se basa en la serie de animación “Rhe last Airbender” emitido por el canal televisivo Nickeodeon, y supone el primer capítulo en la lucha del protagonista por sobrevivir. La temática tiene como eje la conquista para ganar poder mediante el sometimiento de los conquistados, y de la lucha de estos para recuperar la libertad. No importa que el marco sea la fantasía, por cuanto al igual que muchísimos títulos que podemos encontrar en la cinematografía mundial, lleva implícito una alegoría sobre la conducta del ser humano a lo largo de los tiempos y en todo el planeta. Los cimientos del espectáculo audiovisual es el guión. En este caso se asienta sobre una historia débil, confusa y esquemática vivida por personajes endebles en su tratamiento y carentes de atractivos para despertar interés, que transitan por situaciones insubstanciales con diálogos sin gravitación dramática. El realizador no pudo, o no supo, encontrarle al guión alguna vuelta de tuerca para revertir, aunque más no fuera en parte, sus falencias estructurales y narrativas. Relato y personajes quedan a la deriva en escorzos de acciones reiterativas que van debilitando la progresión de la trama hasta terminar aburriendo. Shymalan se apoya en los efectos especiales y visuales y las coreografías de luchas, de muy discreto efecto, que por ser tan recargadas y reiterativas acompañan el aburrimiento generalizado. Los intérpretes, sin carisma e inexpresivos, nada pueden hacer sumidos en tantos desaciertos.
La actual industria hollywoodwnse no da pie con bola cuando se propone encarar el género de comedia: a los guionistas se les agotaron las baterías de la imaginación y el ingenio; los productores no tienen idea de dónde están parados; los realizadores navegan al garete por un océano que les es desconocido y sin brújula; los intérpretes, mientras esperan a un productor con visión de comedia, una historia interesante (aunque no sea original), personajes sólidamente estructurados dentro de las mecánica que propone el género, y un realizador con buen oficio e ingenio para traducir en audiovisual el proyecto y con idoneidad para dirigirlos, hacen lo que pueden librados a su propia suerte. Todas estas apreciaciones se deducen después de asistir a las exhibiciones de los títulos de esa procedencia que hemos conocido en los últimos tiempos. ¿O es que el espectador estadounidense –a quienes van destinadas prioritariamente estas producciones- sufre un serio bajón de exigencia respecto de la cinematografía que consume? “Amante por accidente” ratifica esas observaciones e interrogante, al menos entre los espectadores argentinos. La historia, elaborada sin un riguroso análisis, es trillada: A los 40 años, una hermosa mujer (Catherine Zeta-Jones) descubre que su marido la engaña y ella se muda a Nueva York para emprender una nueva vida. Allí conoce circunstancialmente a un joven 25 años (Justin Bartha). Una serie de hechos los llevan a establece vínculos, primero de trabajo, para derivar luego...Buenos, usted lo puede completar sin problemas. La realización sólo aporta un trabajo rutinario rayano con el aburrimiento, pese al esfuerzo de los protagonistas, notorio en algunas escenas. Pero es demasiado poco para que logre siquiera diseñar una sonrisa en los rostros del público, o en su condición de comedia romántica, conseguir un suspiro en las féminas que comparten la proyección.
Kate Angelo, como guionista, y Alan Poul, como realizador, han intentado arrimarle al espectador una comedia en el marco de las citas, el amor, el matrimonio, la maternidad y de la familia, sin respetar el orden lógico de los acontecimientos. Esa vuelta de tuerca, en principio, resulta una propuesta interesante. La historia gira en torno a Zoe, madurita ejecutiva retirada de una empresa informática, quien dio un giro a su vida montado un negocio de mascotas. Después de frecuentar sentimentalmente a jóvenes durante años, decide no estar dispuesta a seguir esperando la milagrosa aparición de su pareja perfecta. Empeñada en convertirse en madre, decide actuar en solitario y para concretar esa aspiración trama “El plan B”: con la consulta y asistencia médica recurre a la inseminación artificial. El mismo día que entra en operatividad el plan, y concreta su ejecución, conoce a Stan, quien resulta ser un candidato con muchas posibilidades de convertirse en la pareja por ella buscada. Zoe le oculta a su nueva relación los primeros signos del embarazo, lo que supone una serie de divertidas situaciones que Stan no sabe cómo interpretar. Cuando Zoe revela la razón de su incomprensible comportamiento él reflexiona sobre su inusual futuro. De allí en más la trama va y viene por distintos carriles para arribar a la solución del problema planteado. La propuesta es válida, pero el guión carece de ingenio y en la realización no consigue resolver situaciones y escenas con fluidez, simpatía y generoso humor visual y auditivo, resuelto tanto en la dirección de un buen plantel interpretativo como al ritmo narrativo impuesto en los encuadres y luego en la compaginación El resultado no es otro que el observado en la última tanda de comedias fallidas elaboradas por la cinematografía hollywoodense, carentes del swing en manos de realizadores que no logran dar en la tecla –o no saben como hacerlo- para brindar un espectáculo fresco, ágil y divertido, que entretenga o, al menos, no que resulte aburrido y olvidable a poco de abandonar la sala. Lejos están los actuales productores y realizadores estadounidenses de los encantadores entretenimientos que generaron sus antecesores, y los veteranos y veteranitos disfrutamos – mientras las nuevas generaciones pueden descubrir mediante en los DVD, o, porque no, en los ya históricos VHS –, con aquellas producciones que van, fundamentalmente, de la década del 30 a la del 60 del siglo pasado.
Sin presentar un planteo muy original la ópera prima como realizadora de Nia Vardalos, actriz, cantante y guionista canadiense, tiene un punto de partida interesante respecto a una particular visión del amor y las relaciones románticas. La protagonista adora el romance, pero generó un escudo de defensa merced a las experiencias de su madre y a las desafortunadas vivencias propias en la materia También le encanta la celebración del Día de San Valentín, aunque sólo la valora –incluso la promueve- por razones eminentemente lucrativas en su condición de propietaria de una florería. A raíz de esas premisas ejecuta una teoría que le ha dado buen resultado desde que la puso en práctica, sustentada en que el vinculo sentimental con un hombre para resultar feliz se limita a cinco encuentros, considerando que a partir del sexto la relación se debilita y se desvanece, razón por la cual nunca ha llegado al sexto día. Sobre esa premisas su vida amorosa se desarrollo sin contratiempos afirmándola en la teoría que sustenta...hasta que en su vida se cruza Greg ...las reglas del juego comienza a cambiar y su teoría a debilitarse sensiblemente. Lamentablemente la historia carece de ingenio, con desarrollo en un guión que se limita al tratamiento rutinario, respondiendo al entramado tradicional de las comedias producidas por la cinematografía estadounidense en las últimas décadas. La realización denota que Nia Vardalos es buena actriz (la recordamos por “Mi gran casamiento griego”, 2002), pero tendrá que replantear sus aspiraciones como directora, que como tal contó con elenco interesante y apropiados equipos técnico.
El cine checoslovaco tiene su prehistoria que se remonta a l840 con algunos inventos de Juan Evangelista Purkyne. A fines de 1896 Praga conoce el cinematógrafo de los hermanos Lumière. Jean Krizenecky fue su primer pionero cuando en 1898 rodó sus primeras realizaciones con motivo de la exposición de arquitectura y técnica celebrado en Praga. De allí en más cuenta en su haber con una larga y rica trayectoria que en la Argentina lamentablemente es desconocida, salvo algunas obra de Jiri Menzel, Karel Kachyna –quien visitó nuestro país en dos oportunidades-, Jiri Weis, Frantisec Vlacil – premiado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en 1968 ó 1970), y alguno pocos más cuyos nombres se me escapan en estos momentos. Se trata de una cinematografía que responde a una cultura bien definida a través de una producción importante y de reconocida calidad artística por sus méritos formales, exquisito tratamiento estético y profunda reflexión humanística. Entre los géneros que suele abordar se encuentra la comedia en sus distintas variantes, con realizadores como Menzel (“Alondras en un alambre”, 1969, “Mi dulce pueblito”, 1985, “Yo serví al rey de Inglaterra”, 2006, Milos Forman (“Al fuego bomberos”, 1967), Vojtch Jasny (“Un día un gato”, 1963) o Oldrich Lipsky (“Joe Cola Loca”, 1964). Desconectados con la producción checa, circunstancialmente nos encontramos con “Amores de diván”, comedia con un sentido del humor que nos es distante, pero aun así comprendido por los espectadores cuando entran en el juego que nos propone. En este caso la narración esta centrada en uno de los problemas del protagonista, quien no despierta mucha empatía ni mucha antipatía cuando se supone debería generar ambas cosas. Frantisek es psiquiatra y mujeriego, que como consecuencia de sus andanzas, y la venganza urdida por una antigua amante, pierde el empleo en el centro de salud donde trabaja y simultáneamente también a la esposa. Frantisek encuentra refugio en la casa de su madre, quien le recomienda le pida trabajo al hermano, aunque sus relaciones no sean buenas, que tiene una escuela de conducción de vehículos, lo que le proporciona oportunidades a Frantisek para conocer a alumnas que activan su accionar de mujeriego empedernido. De cuanto le acontece él es único culpable. En suma es una historia sobre corazones rotos, el abandono y los reencuentros, personas dañadas por las relaciones y sobre la gente que se hace daño entre sí, lo difícil que es comprometerse, y de los sufrimientos que algunas rupturas acarrean. Todo desarrollado con un humor que en algunos momentos acentúa una mueca ácida. Las aventuras y desventuras del protagonista son adecuadamente articuladas en el guión, cuya trama tiene un buen desarrollo audiovisual plasmado por Jan Prusinovsky con buen tino en su ópera prima en largometraje, contando con apropiada técnica y buen nivel interpretativo.
Esta realización responde a fórmulas archiconocidas y está destinada expresamente a un sector muy específico de espectadores, aquel que encuentra en la cinematografía un entretenimiento genuino para incentivar la adrenalina (efecto que producen hormonas entre cuyas funciones se encuentran aumentar la acción estimulante sobre el sistema nervioso simpático, acelerar el ritmo y la fuerza del corazón y elevar la presión arterial), provocado por un cóctel elaborado sobre la base de ingredientes que, según las proporciones utilizadas, activa psíquica y subjetivamente a la persona de que se trate. Concurren a ese cóctel el temor (pasión del ánimo que hace huir o rehusar lo que considera dañoso), el miedo (perturbación angustiosa del ánimo por algún riesgo, peligro o mal, real o imaginario), el terror (espanto, amenaza o demostración con que se infunde pavor), y el horror (repulsión en el ánimo causada por algo terrible y espantoso, generalmente acompañado de estremecimiento). Inconscientemente ese espectador encuentran en la temática de terror un desafío del que considera saldrá ileso sin riesgo alguno pues, en última instancia, sólo se trata de sombras que reflejan acciones de ficción proyectadas sobre una pantalla y acompañadas por sonidos artificiales. Rara vez las ideas narrativas aportan algo distinto, puesto que responden a un esqueleto casi inamovible, incluso en aquellos proyectos que en los primeros minutos la propuesta puede insinuar un sendero medianamente distinto. A medida que avanza el tiempo de la proyección la trama decrece en su interés por caer la historia, con sus incidentes y acciones, indefectiblemente en lo trillado. Técnicamente la producción se sustenta, en términos generales, en efectos especiales y visuales, sucesivos golpes de efecto, algunos golpes bajos, sonido que satura el ambiente y una música estridente y efectista. Los personajes protagónicos padecen de algunas alteraciones psicológicas, respondiendo a un canon universal respecto a su tratamiento a partir de perfiles emanados del eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, sumergidos en una sucesión de acciones, por lo general acompañados por componentes químicos que en gran cantidad simulan sangre, o prótesis simulando órganos humanos en tomas desagradables, buscando en el espectador una reacción a lo espeluznante o macabro. Por la buena respuesta que alcanzan estas realizaciones en boletería es que todos los años se suceden estrenos dentro de esta temática, con preponderancia de las procedentes de Hollywood, que con un común denominador pasan a integrar una serie (1), por ejemplo a partir de Hallowyn, Chuky, o Freddy Krueger, cuando no sucesivas remakes con el mismo títulos conocidos por generaciones anteriores de espectadores, o rebautizados con otro similar. “La pesadilla en la calle Elm” responde plenamente a las características y propósitos enunciados para ser un producto satisfactorio a los fanáticos de la cinematografía de terror, más allá de todas las deficiencias que presente la obra, para incrementar su adrenalina y descubrir empatía con los conflictos y/o los personajes que la protagonizan La aparición del espeluznante de la saga de Frederick “Freddy” Charles Krueger se debe a la imaginación de Wess Craver (ver al pie la información complementaria), nacido cinematográficamente en 1984 y vigente desde hace 26 años con esta remake incluida. Para refrescar la memoria de sus seguidores vale referir la trama de esta vuelta al comienzo de su historia. Nancy, Kris, Quentin, Jesse y Dean liven en Elm Street, por la noche, comparten el mismo sueño del mismo personaje. Un hombre vestido con una rasgada camisa a rayas rojas y verdes, un raído fefora que esconde una cara desfigurada y un guante de jardinero con navajas en vez de dedos. Y todos escuchan la misma y aterradora voz... Uno a uno, los aterroriza en las curvas paredes de los sueños, donde las reglas son las suyas y la única manera de salir es despertarse. Pero cuando uno de ellos muere brutalmente, pronto se dan cuenta de que lo que ocurre en sus sueños traspasa el velo de la realidad. La única manera de sobrevivir será permanecer despiertos. Turnándose entre ellos, los cuatro supervivientes tratan de descubrir cómo se han metido en este oscuro cuento de hadas, cazados por este tenebroso hombre. Intentando sobrevivir sin sueño, lucharán por descubrir porqué ellos, porqué ahora y qué les están ocultando sus padres sobre el asunto. Enterrada en su pasado, hay una deuda pendiente de ser saldada. Y para salvarse, tendrá que sumergirse en la peor pesadilla imaginable... Freddy Krueger. Queda dicho de qué se trata, y se suministra información complementaria. La decisión es, como siempre, suya.
Según reza en la sinopsis “Contactos de Cuarto Tipo” (1) se basaría en hechos reales acaecidos en el pueblo de Nome, Alaska. Conforme la trama ideada y realizada por Olatunde Osunsanmi en ese pueblo se habrían dado innumerables casos de abducción (2) alienígena durante los últimos cuarenta años. Pero las evidencias no son contundentes, porque los hechos no fueron debidamente probados con certeza real, vale decir existencia real y efectiva. Hasta aquí los segmentos de un supuesto documental insertos en la historia. Con la presencia en escena de la psicoterapeuta Abigail Tyler entra en juego la ficción, vale decir la apreciación de hechos que no existen, o no tienen fundamento en la realidad, con el registro en video de diversas entrevistas con los supuestos abducidos y, al mismo tiempo, comienza a insinuarse sospechas sobre un encubrimiento por parte del gobierno. En principio esta propuesta para su consideración cinematográfica, como gran parte de las que surgen, resulta muy atendible. Todo dependerá del tratamiento narrativo durante la elaboración del guión y su concreción mediante el lenguaje y la técnica propia de la manifestación audiovisual, cuyo resultado final podrá oscilar entre obra maestra y producción deplorable Las primeras imágenes en pantalla muestran a la protagonista, Milla Jovovich, mirando a cámara, y avanzando hacia ella, en toma subjetiva (3) para informarle al espectador: “Soy Milla Jovovich. Interpreto a la doctora Abigail Tyler. Esta película es una dramatización de hechos ocurridos en octubre del 2000, está respaldada con imágenes reales de archivo”. El destinatario se predispone para compartir un documental...pero a poco andar comprueba que en realidad se trata de una ficción, inspirada en supuestos sucesos reales, que narrativamente se encuadra en la temática de ciencia ficción, es decir de acontecimientos posible desarrollados en un marco espacio-temporal que sólo existe en el mundo imaginario del generador de la obra, cuya verosimilitud se fundamenta narrativamente en el campo de las ciencias físicas, naturales y sociales. Una de las posibilidades lo constituyen los relatos que vinculas las relaciones humanas con los OVNI y los alienígenas. El resultado de “Contactos de cuarto tipo” no pasa de ser un título más que se agrega, sin sumar nada interesante, a la larga lista que se acumula en la historia de la cinematografía relacionada con platos voladores y seres extraterrestres. Narrativamente en los primeros minutos genera expectativas, pero a poco andar el interés se desliza por un tobogán hasta perderse en la chatura, lo previsible y los lugares comunes. Técnicamente rutinaria, animada por un plantel de intérpretes de discretos valores dirigidos por un guionista-realizador que aún no domina los resortes para el tratamiento dramático de una historia plasmada en imágenes y sonidos.