Reflexiva mirada sobre algunas conductas humanas Hay golpes que uno recibe en la infancia, de esos que son difíciles, tal vez imposibles, de recuperarse, que dejan una marca indeleble en la personalidad, provocan una huella profunda en el carácter, que lo soportará por el resto de su vida. Este hondo dolor, que le condiciona su existencia, es lo que sobrelleva cómo puede Massimo (Nicoló Cabras, de chico, Darío Dal Pero, de adolescente, Valerio Mastandrea, de adulto), que siendo hijo único tiene una relación muy estrecha con su madre (Barbara Ronchi), ella vive pendiente de él y para él, pero una noche ella muere, y cuando Massimo se despierta nadie le dice nada de lo ocurrido, sólo un cura le cuenta que se fue al cielo, ni siquiera le permiten ver el cuerpo de la difunta. Nada más observa un ataúd cerrado. La duda de no saber lo que pasó, de buscar una madre sustituta en cada mujer que se cruza en su camino, porque su padre (Guido Caprino), no le da cariño, es reservado, serio y distante, le produce un malestar permanente que no lo puede aliviar con nada, ni con nadie. Por un lado, sufre por su madre ausente, y por otro mantiene distancia con los que quieren acercarse, cómo un medio de protegerse de las relaciones humanas. El director de esta película, Marco Bellocchio, nos relata de una manera muy intimista, la historia de un chico feliz de 9 años que nada más tenía que preocuparse por hacer la tarea del colegio y jugar, pero, de repente, todo cambió para peor, y nada pudo volver a ser lo que era, porque cuando es adolescente, y luego adulto, continúa con un gran vacío en su alma y una pena infinita. El film va y viene en el tiempo constantemente, la utilización repetida de los flashbacks le quitan un poco de ritmo y no le aportan nada relevante. El departamento de Turín es el testigo presencial de todo lo que le pasa a Massimo, incluso de adulto, cuando decide desprenderse de todos los recuerdos y venderlo porque trabaja de periodista y viaja bastante. La presencia de Elisa (Bérénice Bejo), que actúa como una guía espiritual para que pueda liberarse de esa pesada mochila, lo hace aflojarse un poco, ser más divertido, y que no piense tanto en su madre. Muchas veces los adultos ocultan cosas para proteger a los chicos en vez de hablar con claridad, sobreprotección que resulta contraproducente porque crecen bajo un mar de dudas, que los va carcomiendo de a poco y, cómo le pasó al protagonista, que a los 43 años logra enterarse de la verdad, una verdad que él hubiese querido saber en el momento justo.
Qué difícil se hace recomponer la historia, saldar las deudas pendientes, cuando los responsables de estos hechos no admitieron su culpabilidad y tampoco aportaron datos fehacientes de donde pueden estar los cuerpos, ignorando su paradero. Bajo otra mirada, desde otro punto de vista, el realizador de éste documental, Facundo Beraudi, nos lleva a recorrer Buenos Aires, La Plata, y El Salvador buscando datos, información, precisiones, testimonios de familiares de personas desaparecidas durante la última dictadura militar. La narración la traza en líneas paralelas con un punto en común, encontrar a las víctimas. Por un lado, sigue a una señora que busca todos los días, desde hace 40 años, a su hermana que fue desaparecida cuando estaba embarazada, tuvo a una hija y no se sabe nada de ellas. El peregrinar por distintas oficinas es su actividad, y la esperanza, cada vez más tenue, es su sostén para no claudicar. Por otro lado, acompaña en su recorrido a un hombre que, siendo un chico, vio como un grupo comando se llevó por la fuerza a su padre de adentro de su casa. Pero él tuvo la fortuna de que encontraran sus restos, y se los devuelvan. Lo mismo ocurrió con una mujer de El Salvador, que encontraron enterrados los huesos y la ropa de su madre. Estos casos van de la mano junto al Equipo Argentino de Antropología Forense, quie se encarga de investigar, descubrir, desenterrar e identificar los restos humanos y que, gracias a ellos, pudieron reencontrarse con sus parientes. La otra pata de la película se centra en ver cómo trabajan los peritos forenses, con su infinita paciencia, su dedicación, la técnica que utilizan, el orden que llevan, etc. El director se trasladó a distintos cementerios del conurbano bonaerense, también a un ex centro clandestino de detención, como así también fue a El Salvador para filmar las exhumaciones. Todos ellos persiguen una misma idea, un mismo sueño, que es poder cerrar definitivamente el círculo y completar la historia, de una vez por todas, de una parte de los hechos dramáticos vividos por la Argentina en esa etapa oscura de su historia contemporánea.
Comedia sencilla, ingeniosa, cálida y divertida Algunas personas tienen la capacidad innata de poder resolver problemas propios y ajenos sin inconvenientes. Saben nadar en las aguas turbulentas que presenta día a día la vida, salen a flote, y se sienten cómodos en ese lugar. Pero hay otras que no saben cómo hacer, ni están preparadas u orientadas y tienen que improvisar, como es el caso de Philippe (François Damiens), quien después de trabajar en la oficina, pensaba pasar una noche tranquila, solo, en la madrugada de su cumpleaños, cuando imprevistamente su ex mujer, una movilera de un noticiero, le deja en custodia a sus dos hijos adolescentes, porque tiene que ir a cubrir una nota distabte y se va a ausentar durante varios días. Su hija Sarah (Jeanne Guittet) es una autoexigente estudiante que no acepta a su padre como es y lo tilda de fracasado. Su hijo Grégoire (Tom Rivoire) es un chico de 12 años, vegetariano fundamentalista y, a pesar de su cota edad, ya tiene problemas con las mujeres y se lo traslada a su padre. Para colmo de males al protagonista en el trabajo le hacen vigilar a un empleado, Jérôme (Vincent Macaigne), que, aunque haga bien su actividad, es demasiado díscolo y disperso, hasta que sufre una gran crisis y termina internado en un psiquiátrico. Los inconvenientes que sufre Philippe se suceden sin descanso, la mala racha se acrecienta, con sus hijos, con Jérôme que se escapa del manicomio, con un vecino, con la novia de su compañero de trabajo, y sigue la lista. Articular todos esos conflictos, que resulten entretenidos, eficaces y con ritmo, es mérito del director Dominik Moll, que en esta comedia expone una amplia paleta de situaciones absurdas, rayanas a lo ridículo e inverosímiles, que padece el padre de familia y con una infinita paciencia intenta tener todo bajo control, mientras fantasea en sus sueños con ser un astronauta. Es una película bien contada, con muchas escenas graciosas, donde cada personaje cumple un papel bien marcado y preponderante para que fluya la historia y nos identifiquemos claramente con el pobre y desesperado Philippe, quien está abrumado por los problemas e intentará resolverlos como pueda.
Sobriedad documental sobre un personaje y su época La mayoría de las personas que tienen pensamiento político, o de aquellas que lo desarrollan, como de la que trata éste documental dirigido por Tomás De Leone, exponen sus ideas en el ámbito de su trabajo, alrededor de la mesa de un bar, o en reuniones intimas, es decir en encuentro de amigos o compañeros, sin ir más allá de esos marcos de la acción. El caso del cual se ocupa esta producción fílmica relata la vida y la obra de Rodolfo Ortega Peña, quién fue el primer asesinado por la organización paramilitar La Triple A, el 31 de julio de 1974, a los 38 años de edad. El personaje en cuestión nació en el seno de una familia adinerada, fue educado en la élite porteña, se recibió de abogado a los 21 años, en 1956, y ya dentro de los claustros universitarios llamaba la atención de los profesores y alumnos porque, pese a no ser un buen estudiante, defendía con vehemencia sus exámenes y terminaba convenciendo a los profesores de que lo aprueben. Nació siendo antiperonista, pero en 1955, cuando el golpe militar derroca al general Juan Domingo Perón, esta situación le hace un click en la cabeza al ver festejar a la burguesía porteña, y en los barrios periféricos el pueblo perteneciente a la clase obrera había sido derrotado. Desde ese instante se convirtió en más peronista que Perón, sus ideales mutaron fervientemente, con su mayor deseo del retorno de mandatario derrocado al gobierno. Luego, junto a su socio Eduardo Luis Duhalde, del estudio jurídico que armaron, bregaron por defender a los presos políticos casi con exclusividad, no le interesaba tanto el dinero como luchar por las causas que él creía que eran justas. Más tarde, el estudio fue financiado por los Montoneros y el ERP, entre otros. Se fue convirtiendo en popular dentro de los ámbitos tribunalicios y políticos, hasta que decide candidatearse y es elegido diputado, en 1973, con una alta exposición pública. Pero dentro de la Cámara de Diputados de la Nación lo que él creía que era la política no resultó de su agrado, y comenzó a criticar al peronismo con dureza. Siempre defendió con uñas y dientes sus ideales, estaba convencido de lo que sostenía, pero justamente, a comienzos de 1974, empezó a burlarse del gobierno peronista, y eso fue el principio del fin de su existencia. La obra del director es detallada y minuciosa, ficcionada en algunos tramos con alguien parecido al protagonista, con entrevista a sus amigos y compañeros de trabajo para conocer cómo era en la intimidad y en su labor profesional, además de haber logrado reunir abundante material de archivo de la época, tanto fotográfico, como fílmico en blanco y negro y color. De esa manera logra, desde su propia visión, ilustrar con perfección los testimonios brindados por quienes lo conocieron e incluso por los dichos de él mismo. Es un documental necesario de ver para tratar de armar ese rompecabezas que resultó ser la historia política argentina en aquelllos convulsionados y dramáticos años.
Convicción y coraje de un hombre que en silencio desafió al totalitarismo Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial la Europa oriental, dominada bajo las alas del duro y estricto partido comunista, con la URSS a la cabeza, la ciudadanía vivía con temor porque eran perseguidos y encarcelados, sólo por no responder al régimen. Bajo esas injustas reglas vuelve a su país, Estonia en 1952, que en ese momento era parte del territorio soviético, Endel (Märt Avandi), para trabajar en un colegio ubicado en un pueblo alejado de las grandes ciudades. Es tomado como profesor de educación física, aunque el director (Hendrik Toompere) lo acepta con recelo. El protagonista viene escapando de Leningrado, donde era entrenador de esgrima, aconsejado por su amigo y colega Aleksei (Kirill Käro). Endel comienza a enseñarles esgrima a los chicos, los días sábados, como una actividad extra. Los alumnos lo aceptan desde el primer momento y lo adoptan como un guía, porque la mayoría son huérfanos, o tienen el padre preso, y prácticamente se crían solos, teniendo que aprender a crecer de golpe. Ambientado estupendamente, la historia avanza pese a la negativa del director que es rígido de pensamientos, obedece al sistema imperante y quieren que los demás hagan lo mismo. La lucha de poderes va en aumento, y lo que oculta el esgrimista es muy grave. Pero nada lo detiene, a los chicos les da un sentido a su dura existencia, les va forjando el carácter y va marcándoles la vida para siempre. Al protagonista, en un momento se le presenta una gran disyuntiva, dejar de ser un fugitivo y acompañar a sus alumnos a competir en un torneo nacional en Leningrado, con el riesgo que eso conlleva, o continuar huyendo y ocultándose, siendo un mal ejemplo hacia los chicos que tanta confianza depositaron en él. El realizador de este film, Klaus Härö, relata lo que se vivía en ese territorio, tomando como testimonio el retorno de Endel y el volver a empezar después de tantos golpes. Aunque alejado del sentimentalismo, la sensiblería, sólo con las emociones justas, para reflejar que tanto el profesor como los alumnos son víctimas de las circunstancias, pero no lo lamentan. La policía secreta soviética, las noches invernales, la bruma, el trasfondo político, etc., le otorgan una cuota extra de dramatismo a esta historia verdadera, la de éste profesor que revolucionó en silencio la enseñanza de la esgrima en su país.
Una familia argentina, como tantas otras que en este país tuvieron un pasado económico de esplendor, donde los padres tenían oportunidad de progresar y los hijos vivir cómodamente, pero que, luego de tantos vaivenes económicos y políticos, las estructuras se resquebrajaron hasta provocar conflictos internos como los que tienen los Amado, que el director Luis Sampieri toma como ejemplo para retratar la degradación y la insensibilidad humana. Rodada íntegramente en la provincia de Tucumán, los Amado se reúnen en una casona de su propiedad, ubicada en las afueras de la ciudad, para pasar un fin de semana juntos. El apacible asado del mediodía se altera con el inesperado parto de Dominga (María Laura Carhuavilca), porque nadie sabía que estaba embarazada al ocultar muy bien su panza fajándosela. Ella es la empleada que cuida de Arcadio (Harry Havilio), el padre de la familia, y además ayuda a todos cuando se encuentran en la casa. Sólo la necesitan porque limpia, pero realmente, la discriminan, la desprecian por ser aborigen, y la indiferencia es su mayor arma cuando están con ella. Solamente cuenta con el apoyo de Don Arcadio. Por otro lado, la necesidad de uno de los tres hermanos de mantener el status de vida de su familia presiona, insiste y trata de convencer a su hermano, a la hermana, y a su longevo padre, de que lo más conveniente es vender una finca que tienen ellos. El relato del film es muy lento, el realizador se regodea con tomas que duran más tiempo de lo aconsejable y la tranquilidad provinciana se transmite a la pantalla. Jorge (Santiago Paz Posse) es el hermano que pretende ser el dominador de la situación familiar para lograr su cometido, y es el único que eventualmente se exalta quebrando la quietud general y provocando una gran incomodidad y tensión entre todos. La apatía, el tedio, y los intereses personales predominan en todo momento. Los diálogos son escasos, sin mucho parlamento, y las acciones que transcurren en cada escena, carecen de ritmo. El director toma la decisión de detallar y darle su importancia a ambos conflictos alternadamente, y este hecho genera que, al no focalizarse en un problema definido, la historia pierde fuerza y confunde ¿Qué es lo más importante, el sufrimiento que transita Dominga por haber tenido a una hija siendo soltera y pobre, o las luchas de poderes entre los hermanos para saciar sus propósitos por sobre los demás? Todas las situaciones exhibidas en esta película plantean un dilema moral, tan decadente como el tobogán por donde se desliza esta abúlica familia tucumana.
A un paraje de Neuquén, aislado de otros pueblos, donde el terreno es árido e inhóspito y el invierno es muy crudo, rodeado de un paisaje desolador, por lo que poca gente se atreve a quedarse allí, `pues la vida es muy dura de verdad, fue el director de éste documental, Alejandro Vagnenkos, a buscar testimonios e información sobre una escuela rural que fue inaugurada en 1911. Tiene la particularidad de que nunca tuvo un alumno egresado, hasta que en 1981 llegó el maestro Pedro Vanrell, en principio fue designado para trabajar en una escuela para adultos, quien se dio cuenta lo que ocurría en esa primaria de Huncal y comenzó a trabajar fuertemente para revertir esa situación. Con gran esfuerzo, y la colaboración de otros maestros, logró que su proyecto funcione a mediados de la década del ´’80 y no haya más deserciones. Los problemas de asistencia eran producidos por las inclemencias del tiempo y la crianza de los chivos, actividad a la que se dedica la comunidad mapuche Millain Currical que habita en esa zona. Pero este maestro, que con el paso del tiempo se había convertido en director, luego de 28 años enseñando en esa institución, se jubiló. Vagnenkos sigue con la cámara a Pedro en su viaje de despedida de la localidad, y más tarde vemos la asunción de una nueva directora. El comienzo del relato fue interesante, instructivo, pero luego pierde el espíritu de lo que se quería contar al desviarse del camino original para, en parte, prestarle más atención a una familia determinada, ver cómo realizan las actividades rurales. Además, vemos las reuniones de los padres con las maestras, la parición de los chivos, los movimientos internos de la escuela, etc. La película está bien narrada, logra pequeños buenos climas alternados con otros más desabridos, tornándose por momentos tedioso. Lamentablemente, el realizador, al no focalizarse en la idea primogénita de investigar más el pasado de esa escuela y exprimir las anécdotas de Pedro, el film termina siendo una acotada muestra de cómo se vive en la Patagonia Argentina lejos de los grandes centros turísticos, fuera de los intereses reales de los gobiernos de turno, que para subsistir en esos lugares realmente hay que hacer un gran esfuerzo, librados a su propia suerte.
Un grupo de enmascarados realiza golpes rápidos, eficientes, precisos, robando bancos, y también asesinando a alguna persona. Se podría pensar que es otra de las tantas película de asaltantes de la factoría hollywoodense que se ven todos los años, pero en este caso todo lo que ocurre tiene un por qué. El director Steven C. Miller nos cuenta la historia de unos asaltantes que roban bancos, pero no cualquier banco, sólo los que son de Jeffrey Hubert (Bruce Willis), el propietario de casi 3.000 sucursales, donde lo importante no son los millones de dólares que logran llevarse de allí, sino la trama oculta y compleja que se esconde bajo la fachada de un hecho delictivo que llama la atención pública e incluso la del periodísmo. Desarrollado en Cincinnati, casi siempre bajo la lluvia, el film sigue los pasos del agente especial Montgomery (Christopher Meloni), y en menor medida de su ayudante Wells (Adrian Grenier), quien está obsesionado por descubrir el caso. El trasfondo de la venganza está latente, hay una gran cadena de traiciones y muchos personajes que tienen sus conflictos personales. Cada uno de ellos tiene algo que esconder y no puede confiar en nadie. El pasado los condena y los martiriza. El intricado relato tiene un gran ritmo, una gran producción, con la tecnología al servicio de la historia. Pero hay que estar muy atento para entender y saber qué es lo que pasa. A medida que avanza la narración todo se vuelve más confuso, las víctimas son victimarios, o viceversa, el perfil de los personajes es de manual, todo está modelado para que funcione como un mecanismo, no hay espacio para nada más. Hay tantos sobreentendidos y caos narrativo, que desconcierta al espectador porque ya no se sabe quién está del lado de los buenos o del lado de los malos, aunque, tal vez, sólo haya un único bando.
Hay personas que en la adolescencia y luego en la facultad, tal vez acompañando a alguien, ingresan al centro de estudiantes. Otros comienzan a militar en algún partido político porque están convencidos de las bases que predican, de lo que se puede hacer, etc. Muchas veces también dicen que lo hacen por vocación, pero en el caso tratado en su segundo largometraje Daniel Hendler aborda la temática de la “construcción” de un candidato a diputado llamado Martín (Diego De Paula), quien no tiene ideología política, ni un partido que lo represente, ni siquiera una propuesta, aunque sea de las más populares y que siempre queda bien decirlas. Sólo se candidatea porque es rico, está aburrido de su actividad, y no tuvo mejor idea que crear una agrupación política, con personería jurídica, para intentar ser elegido en las próximas elecciones. Su equipo de trabajo está conformado por siete personas, que son convocadas por el interesado a pasar un fin de semana en un antiguo casco de estancia de su propiedad, que tiene todas las comodidades como para desarrollar un plan y crear una idea innovadora del perfil del candidato. En clave de comedia se desarrolla este film, que está llevado al otro extremo de lo que suponemos son las reuniones para candidatear a alguien. Aquí roza lo absurdo, en especial el protagonista y uno de sus colaboradores que se dedica a diseñar en la computadora logos e imágenes animadas para la campaña, que cuando hablan con un tono monocorde, tranquilo, delicado, llega un momento que exasperan con su decir. El armado de la estrategia de la imagen del empresario se desmorona, cuando hay dos personas del equipo que espían a su jefe. Aquí radica un error en la estructura del guión porque nunca se sabe a quién responden esos “infieles”, y si no hay información previano se justifica lo que pasa en el resto del relato, porque la historia vira hacia otro tipo de género y Martín sigue tan relajado como siempre. La idea primogénita es original, tiene ritmo, se convierte en una sátira a lo que es el mundo político y partidario, donde se destacan los personajes de Laura (Ana Katz), como la coordinadora del grupo, y Sebas (Alan Sabbagh) que es el encargado de llevar y administrar las redes sociales del futuro político. Definitivamente es una película que ridiculiza a los políticos y a los que quieren serlo. Hay momentos que llegan a irritar ciertas situaciones y lo que provoca el desenlace de este film es uno de ellos.
Drama intimista con guión sólido y realización inteligente y sensible Esta película rumana dirigida por Cristian Mungiu nos conecta con la realidad de un país que nos queda muy lejos, no sólo geográficamente sino también en las preferencias de informarnos de qué es lo que sucede fuera de la Argentina. La historia se centra en una típica familia de clase media, compuesta por Magda (Lía Bugnar), una sufrida bibliotecaria, su marido Romeo (Adrian Titieni), un reconocido médico de hospital, y una hija, Eliza (María Victoria Dragus), que está a punto de terminar el colegio secundario, es una excelente alumna y tiene que dar exámenes finales para obtener una beca que la lleve a estudiar psicología en Inglaterra. El orden familiar marcha según lo planeado hasta que Eliza es atacada sexualmente frente al colegio, a plena luz del día, y es a raíz de este delito que la vida de los tres se modifica radicalmente. Pese a que la idea de Romeo es la de continuar con lo planificado y presionar a su hija para que dé los últimos exámenes, aunque no esté anímicamente apta para afrontar semejante stress, la situación primogénita se va desmoronando más rápido de lo esperado, las prioridades cambian al igual que los sentimientos y actitudes de cada uno de ellos. Aunque se suponga que la adolescente es la protagonista, ese rol lo adopta el padre que se convierte en un titiritero, maneja y resuelve los problemas de su hija, de su esposa, de su madre, y hasta los de su amante. También tiene tiempo para trabajar en el hospital y realizar otros menesteres. En su intento para que nada se desmadre cada vez le cuesta más alcanzar la meta. Se obsesiona con que su hija se vaya a estudiar y hacer su carrera en el extranjero, tal vez porque siempre se muestra arrepentido de haber vuelto a su patria en 1991, luego del período comunista bajo la dictadura de Nicolae Ceausescu, y que no pudieron cambiar nada, por lo que vive renegando de su origen y no quiere eso para su hija. Todas las esperanzas depositadas en el futuro de la adolescente le hacen cometer actos non sanctos, incapaz de haberlos hecho si no hubiese pasado lo que pasó. La relación entre los personajes intra familiares y los que mantienen fuera de ese grupo, están aceitados, generan que el relato fluya, vaya creciendo minuto a minuto, los problemas aumenten y las expectativas para saber cuál es el siguiente paso que va a dar Romeo son mayores. Normalmente, si uno no nace para hacer lo que realiza el protagonista, las cosas saldrán mal, o por lo menos no como uno esperaba que resulten, y las consecuencias que se tienen de eso van a ser mayores y más complicadas que si se hubiese dejado que transiten los tiempos y carriles normales para llegar a destino.