En muchos pueblos rurales hay mitos, leyendas, historias sobre espíritus que aparecen durante la noche, fantasmas que siguen habitando sus casas y se niegan a abandonarlas, la histórica luz mala, etc. Tomando como referencia estos cuentos populares es que el director Ernesto Aguilar lleva a cabo esta película en tono de comedia. La trama ubicada en las afueras de un pueblo, en un pequeño campo con una casita humilde donde vive solo Arnaldo (Carlos Benincasa) es donde se desarrolla prácticamente todo el film. El protagonista trabaja en la producción de batatas, vive con lo indispensable, no le sobra nada, de a ratos intenta escribir un cuento en un cuaderno y permanentemente toma mate, esa es toda la actividad que hace durante el día. Por otro lado, hace malos negocios con un intermediario que le paga una cifra irrisoria por cada bolsa de batatas. Una típica vida campestre que se ve alterada por la aparición de un zombi llamado José en su quinta, que había sido su vecino. De allí en más, la aceptación por parte de Arnaldo y de María (Leticia González Aranda), la viuda de José, de tener a un ente en su terreno conviviendo con ellos, y enviarlo a robar se torna una constante en lo que resta de la narración, de esta manera el relato se acota bastante porque día tras día sucede lo mismo, lo que se va modificando es la codicia y la ambición que se va apoderando del protagonista. La puesta en escena es muy pobre, las actuaciones dejan mucho que desear, el zombi tiene un tono payasesco, más que terrorífico. La austeridad de recursos sobrevuela en cada toma y en cada escena. La producción de arte, escenografía, iluminación, fotografía, que son tan necesarios e importantes en este género, aquí brillan por su ausencia. El realizador se dedica a contar una historia pensada como una comedia, pero se queda a mitad de camino y no logra su cometido.
El director de este documental, Martín Farina, nos muestra cómo es la vida de un equipo profesional de fútbol, en este caso, del ascenso. Pero no en una cancha sino en la intimidad del hotel donde concentran, o dentro del vestuario, en la previa o post partido. De entrenamientos prácticamente nada, de partidos tampoco, de indicaciones y arengas desde el banco de suplentes, menos. De frustraciones, alegrías, broncas, discusiones, festejos, derrotas, están exentos. Se focaliza en cómo transcurren cada uno de los días un grupo de futbolistas, donde muchos tienen algún otro trabajo o “rebusque” para obtener un poco más de dinero, pues los salarios de los equipos humildes no son elevados como para que puedan vivir exclusivamente del fútbol. Realmente es poco lo que se puede opinar de esta película porque es poco lo que vemos. No aporta nada interesante, al futbolero no lo va a sorprender con nada porque nada de lo exhibido es desconocido, y al que no lo es no le va a resultar atractivo. Tal vez ese sea el problema, no logra atrapar al espectador, especialmente a quienes no les guste o le sea indiferente el mundo del fútbol. No tiene un comienzo claro de lo que se quiera contar, y como consecuencia no tiene un objetivo definido a seguir, que es muy necesario para que se justifique la realización de una historia, tanto de ficción como de documental. Todo es muy llano y previsible. El relato es anodino, de vez en cuando la cámara se detiene en mostrar y regodearse con los cuerpos desnudos de los jugadores, alternando con el trabajo de los utileros, los protagonistas hablando con el realizador o entre ellos y también con el peluquero. Por otro lado, los futbolistas expresan sus esperanzas, sueños, negociaciones de contratos, el deseo que tienen de ir a otro club si hay buena plata para cobrar, etc. Pero toda la narración carece de emoción, tanto de la parte deportiva como de la personal de los futbolistas, no refiere nada de sus orígenes, ni como los aceptaron en su primer club, ni de la firma de su primer contrato, ni que hicieron con su primer sueldo, también brilla por su ausencia algún relato heroico en un partido. El director refleja la vida de los jugadores como si fueran unos simples trabajadores que cumplen con lo suyo, nada más, contraponiéndose a las manifestaciones pasionales que habitualmente se ejercen en el deporte más popular del mundo.
Nada nuevo bajo el sol, o mejor dicho, bajo la luna. Porque este film transcurre en su mayor parte durante la noche, sólo una noche, en una zona de campiñas en Irlanda, cuando llega a este lugar una pareja de novios que tenían que seguir de largo en su auto, pero quedaron atascados en un camino embarrado. A veces no guiarse por un mapa y sí por la intuición nos lleva por el camino equivocado. Todo comienza cuando un granjero (Gerry O´Brien), que está haciendo unos pozos en la tierra con una pala, se topa con una antigua tumba y su curiosidad va a ser su perdición. Por otra parte, cuando Mark (Stephen Cromwell) maneja el auto, acompañado por su novia Sarah (Niamh Algar), y no le hace caso a las instrucciones del GPS, también va a ser la perdición de ambos. El director Conor McMahon utiliza el viejo truco de tener una casa dominada, en este caso por un zombie, que sin motivo alguno se dedica a atacar a la gente y la contagia con su mal. Con una austera puesta en escena, donde se vale como escenografía de una antigua granja y del terreno circundante, ayudada por la oscuridad absoluta de una noche cerrada, que es la aliada fundamental de esta historia, donde los vecinos huelgan por su ausencia. El director pone en marcha la maquinaria que tiene como un engranaje principal al monstruo y los engranajes secundarios a la parejita de víctimas de turno, que no pueden huir y se les complica y arruina la vida. Donde se erige como heroína el personaje de Sarah, que lleva adelante el peso de mantener en vilo el suspenso y la tensión, que están bien logrados, con el escaso terror de esta película. Porque ella logra transmitir el dolor y el sufrimiento, a la vez que nunca se desespera, siempre sabe ante cada inconveniente cómo resolverlo. El gran problema que radica en esta producción es que no asusta, porque el desarrollo de los acontecimientos están bien narrados, tiene todos los ingredientes necesarios, pero se sabe con anticipación qué es lo que va a suceder y eso le quita la sorpresa necesaria para atemorizar al espectador, y si no provoca miedo toda la realización, por mejor contada que esté, se desvanece provocando una gran desazón y decepción en quien la mire.
Desde otro punto de vista, el director Santiago Palavecino aborda el tema de las identidades sobre los hijos de desaparecidos. ¿Quiénes son realmente?, ¿cuáles fueron sus familiares biológicos?, además de los conflictos existenciales que perturban la mente. En este caso toma como referencia la historia de Juan (Juan Barberini), un cineasta que obtuvo un nuevo apellido y entrecruza su vida con dos mujeres, la actual Berenice (Esmeralda Mitre), en el año 2005, y la del pasado, ubicada en 1992, llamada Julia (Ailín Salas), acompañado por su primo Guillermo (Luciano Linardi), en ambos períodos temporarios. La historis va y viene en el tiempo, mezclando el presente, con el pasado y con el futuro, año 2017, que es cuando comienza esta narración. Esta realización es un entramado complejo, con varias capas que hay que ir descubriendo, porque el nudo conflictivo tiene que ver sobre quién es la hija de Berenice y Juan, que se llama Delfina (Carmela Rodríguez), y sobre todo de quién es, si es real o un fantasma del pasado. Si usted siente que se marea con lo que le estoy contando en estas líneas, créame que es así. El relato tiene un ritmo muy lento, con cruces temporales de tres estadíos distintos, con escenas en algunas ocasiones demasiado largas y tediosas, y otras tomas secuencias también extensas que estéticamente son lindas pero enlentecen aún más la narración. Sumado a esto, en ciertos momentos la cámara se mueve demasiado temblorosa tornándose molesta e irritante. Tampoco ayudan muchos las actuaciones de los protagonistas, que tienen que decir los diálogos siempre serios, dramáticos, demasiados pesados, no dan respiro, agobiando al espectador. El director planteó su obra de manera muy pretenciosa, intimista y personal, pero lo que finalmente logró es un rompecabezas en el sentido literal de la palabra, ideal para cinéfilos porque realmente rompe la cabeza. En resumen, para verla hay que estar con las neuronas muy atentas, la mente abierta, y creer el verosímil que no están contando.
Un descubrimiento, unas dudas, y una afirmación es la historia que nos presenta el director Lucas Santa Ana, sobre la vida de tres amigos veinteañeros que se van de vacaciones fuera de temporada a un camping de una playa de la costa bonaerense. Este film, ubicado temporalmente 20 años atrás, cuenta como estos amigos de la infancia se toman unos días de descanso, de que manera se desarrollan las relaciones entre ellos al llegar, y como esos vínculos se van modificando con el transcurso de los días, sobre todo cuando conocen a una turista, Julieta (Luana Pascual), que está sola, y uno del trío la invita a sumarse al grupo. Aunque ellos pensaban que iban a pasar unas tranquilas y apacibles vacaciones, no se imaginaban los acontecimientos y situaciones que estaban por transitar en esa desolada playa. Julieta va a ser un pivote entre los amigos, primero establece una relación con Santiago (Marcos Ribas), que al pasar los días se va afianzando. Daniel (Javier De Pietro) llevó su cámara y filma todo lo que ve, paisajes, a ellos y sus confesiones también, pero habrá una atracción no del todo correspondida y convencida por uno de los personajes. Ese primer encuentro entre ambos rondará en la cabeza de ellos durante toda la historia. El tercer amigo, Adrián (Agustín Pardela). es quien intenta ser el líder del grupo, siendo tal vez más carismático. Esa característica, además de su sensibilidad, llamará la atención de Julieta haciéndole cambiar sus afectos. La realización tiene un ritmo cansino, adaptándose perfectamente al bosque que tiene el camping que le brinda una tranquilidad absoluta, sólo alterada por los cambios de ánimo y de sentimientos de los protagonistas. Los actores cumplen con sus personajes, marcados desde la dirección. Tal vez el que más se destaca sea Adrián, con sus alteraciones de carácter y de emociones. El relato tiene un clima intimista, comienzan a aparecer los conflictos, las rispideces, y sentimientos van in crescendo, donde lo que le importa reflejar al director son las relaciones entre ellos y cómo se transforman en el corto plazo. La vida de ninguno de los cuatro va a ser igual a la que tenían antes, cuando entraron a acampar.
Para sanar heridas del pasado, entender qué es lo que pasó y por qué pasó. Cuando es necesario recuperar la memoria perdida o anulada inconscientemente adrede, como un mecanismo de defensa ante las vicisitudes que sufre una familia durante la última dictadura militar. Todas las personas involucradas en esos hechos, de una u otra manera, trataron y tratan aún de darle un cierre definitivo a la historia y también a su historia personal. Cada cual a su manera, como puedan, o se les ocurra. En el caso de Andrés Habegger, quien dirige y es el protagonista principal de este documental, el recurso que adopta para comprender y saber qué es lo que ocurrió con su padre, por qué desapareció cuando él era un chico, y por qué se tuvo que ir con su madre a vivir a México, es la realización de esta película. Cuando suponer no da certezas, hay que investigar, consultar, para dilucidar el misterio. Muchos años de dudas, agobio e incertidumbre, le van carcomiendo los pensamientos, sensaciones, y los recuerdos a Andrés Habegger. El disparador que tiene para saldar la deuda y comenzar el recorrido como si fuera un detective privado, es la última foto que tiene con su padre, cuando tenía apenas 9 años, y después de eso no lo volvió a ver nunca más. El padre del director era un militante de la Juventud Peronista en los años de la última dictadura militar y, por ende, un perseguido por el gobierno militar. El comienzo de la investigación es entrevistando a su propia madre, y luego va siguiendo distintas pistas como fotos, regalos, intercalando con la lectura en voz alta de un cuaderno donde el protagonista escribía su diario, con una precisión absoluta de detalles y horarios, además de viajes al exterior. La conjunción de estos elementos le permite completar los espacios vacíos que tenía al comienzo. Es omnipresente el realizador en la pantalla, tanto en imágenes como utilizando la voz en off como hilo conductor entre distintas situaciones, para explicarnos, y explicarse a sí mismo, lo ocurrido con su padre, sin perder nunca el interés, la seriedad, ni los momentos emotivos que reflejan su relato. El tiempo transcurrido, el desafío de la búsqueda, los vagos recuerdos, la aceptación de los hechos, ahora desde otro punto de vista, todo esto confluye para correrle el velo a la amarga historia del director y apuntarle a un futuro más promisorio.
En los albores de la represión militar que azotó al país contra los civiles que se armaban para luchar y defender sus principios, como combatir a sus patrones que los sometían a trabajos muy exigentes y mal pagos, el director de éste documental, Modesto López, nos presenta, y adentra, en esta historia particular de un humilde trabajador, Tomás Francisco Toconás, que se sindicalizó, fue miembro del E.R.P. y terminó asesinado por el ejército en Tucumán, arrojándolo atado de pies y manos desde un helicóptero en Pozo Hondo, Santiago del Estero. Cuando lo encontraron y nadie sabía quién era, los habitantes del pueblo lo enterraron como un “NN”, y lo adoptaron como un santo popular, le prendían velas, le llevaban ofrendas, aunque nunca se supo si produjo algún milagro. Durante el documental vemos las peripecias que sufrió ésta persona, previo a su captura, qué es lo que hacía en el monte, y cómo lo pudieron identificar 35 años después de su secuestro. El director utiliza en su narración imágenes en blanco y negro de los ingenios azucareros con sus trabajadores, intercalándolo con el relato de sus hijos y amigos contando cómo era la vida en esa zona en la época que los militares estaban dando sus primeros pasos. El poblador de los pueblos involucrados en esta historia, reivindica al “caído del cielo”, porque con su militancia guerrillera intentó provocar un cambio en su vida y en la vida de sus compañeros, generando un gran respeto de sus pares, quienes sienten que su muerte no fue en vano. El director encontró un caso desconocido para la población en general, que sucedió durante el gobierno de Isabel Perón, y que luego los militares continuaron con esta metodología cuando gobernaron el país a partir de 1976. Los entrevistados denotan estar bien predispuestos a contar la historia de Toconás, y la suya propia también que, con momentos emotivos y una narración tradicional, nos introduce no sólo en el monte tucumano, sino en la desgraciada vida que tuvieron su esposa y sus hijos a partir de su desaparición que, a pesar de todos los padecimientos, son la memoria viva de una época nefasta de la historia argentina.
Todas las personas que viven y trabajan en el campo, la montaña, el mar, con climas duros, tanto con frío extremo como con calor agobiante, donde las condiciones sanitarias y de confort hogareñas no son las óptimas como en las grandes ciudades, surgen habitantes acostumbrados al dolor, al sufrimiento, que se adaptan, se curten y mimetizan con los pro y los contra que tienen esos lugares hostiles. Esto es lo que revela éste documental de Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno, focalizado en la vida de Francisca Gonzáles Santos y de otras mujeres que trabajan en una mina de extracción de minerales en Potosí, Bolivia, reflejando la tarea cotidiana en su muy humilde casita junto a sus hijos, y luego como trabaja en la mina extrayendo minerales a cielo abierto, rompiendo las piedras a mazazos. La precariedad de las viviendas, que no tienen electricidad ni agua de red, sumado a las malas condiciones laborales, hace que la gente viva y envejezca demasiado rápido. Los hombres mueren jóvenes por arruinárseles los pulmones aspirando el polvo de sílice, por lo que hay en ese pueblo demasiadas viudas que son las que tienen que suplirlos para continuar con el trabajo y poder mantener a sus hijos. Ellas tomaron la batuta de sus vidas y se sindicalizaron. Lograron con sus protestas derrocar al dictador Gral. Banzer. El relato de ésta película es cansino, adecuado al modo de vida que se lleva en el lugar, con una música incidental que marca el ritmo. Las directoras intercalan fotos antiguas en blanco y negro, con planos generales que revelan el paisaje, informándonos de la forma más completa la historia que están revelando. En definitiva, es un alegato de cómo estas mujeres bolivianas, pese a las condiciones adversas en las que viven, de generación en generación, no se dan por vencidas y siguen adelante pese a todo.
Original y divertida vuelta de tuerca futbolera Cuando un pueblo está oprimido bajo las alas de un gobierno de facto, y las necesidades de rebelarse son muchas más grandes que las de someterse y temerles a los dictadores, es en ese momento que se debe aprovechar la oportunidad para lograr destituirlos y librarse de ellos. Con esa premisa ésta realización de Mariano Fernández y Gastón Girod nos lleva a un pueblo imaginario, semi abandonado, de la provincia de Buenos Aires, bajo el mando de un policía llamado Pilatos (Agustín Repetto), quien junto a sus ayudantes, y en complicidad con el cura (Mario Vedoya), tienen que organizar un partido de fútbol para las Pascuas, que comienzan el día siguiente, y no tienen rivales porque ellos siempre ganan o ganan, y si algún “loco” intenta entrenarse en la clandestinidad para lograr vencerlos los policías se encargan de que eso no suceda. Siempre se dice que hay que estar en el momento preciso y en el lugar indicado para poder conocer a alguien, lograr, y obtener, algo que hace tiempo que se está buscando, pero que también puede suceder todo lo contrario, como les pasa a estos tres amigos que salen de viaje para la Semana Santa en un clásico e impecable Chevrolet 400, y al pasar por el pueblo de Betania deciden detenerse para almorzar. Lo que no saben ellos, ni los pocos pobladores del lugar, es que esta decisión les va a cambiar la vida a todos. La historia se desarrolla en la actualidad, pero con una ambientación y una explotación integral de lugares que tiene éste pueblo con casas y establecimientos abandonados, vías de tren en desuso, agregado el vestuario de los pobladores que son de otra época, y las caracterizaciones de los policías que se contraponen con los tres amigos que vienen de la ciudad. es bien distinto al otro, casi caricaturescos, como extraídos de una historieta, sus nombres son bíblicos, donde los malos son bien malos y odiados, en tanto que las víctimas no se pueden defender por sí mismas hasta que aparece el héroe-salvador, quien tiene sus ayudantes para llegar con todos los honores a conseguir el objetivo. La obra tiene una gran factura técnica, el ritmo es ágil, los diálogos son divertidos, junto a determinadas escenas que nos recuerdan ciertos hechos históricos de nuestro fútbol, que a los fanáticos y memoriosos de éste deporte no les tendría que pasar desapercibidos. Este film atrapa la atención del espectador por su originalidad de mezclar el género del western, con todos los clichés que tienen estás historias, además de elegir las locaciones adecuadas para filmar y darle verosimilitud a la narración con algo bien nuestro como es el fútbol, que tiene toda la pasión y se lo toma como de vida o muerte, tanto en la realidad como en esta ficción.
Aquí, en la Argentina, creemos, y en muchas ocasiones estamos convencidos, de que Estados Unidos es la panacea, la meca donde habría que ir a vivir, y nosotros tendríamos que imitarlos para llegar a ser del primer mundo. Pues si piensan eso, olvídense, porque el realizador Michael Moore nos muestra, y les demuestra a sus compatriotas, que están equivocados. Si ellos quieren y nosotros también queremos una mejor educación, salud, justicia, trabajo, respeto social, en definitiva, una mejor calidad de vida, no miremos al gran país del norte, sino a ciertos países europeos que lo consiguieron y no por eso es mucho más caro ni más difícil realizarlo. Michael Moore recorre 9 países: Italia, Finlandia, Francia, Alemania, Eslovenia, Portugal, Túnez, Noruega y finalmente Islandia. De cada uno de las naciones visitadas extrae lo mejor que tienen, como las vacaciones pagas, la calidad educativa de Finlandia, el modo de alimentación en los comedores de las escuelas públicas francesas, el sistema de salud gratuito, el mejor sistema carcelario de Noruega, la calidad de vida de los trabajadores, los derechos de las mujeres de Islandia, etc. El documental tiene un tono irónico porque al comparar cada país visitado con Estados Unidos siempre pierde éste último, sorprendiendo legítimamente al realizador que no puede creer lo que ve y escucha de los sistemas de vida que tienen. Y eso que en su carrera vio y escuchó de todo. Porque las ideas implementadas en esos países fueron proyectos de los estadounidenses que no quisieron o no pudieron cumplir. Acá no interesa analizar la factura técnica y narrativa porque Michael Moore tiene sobrada experiencia en el tema, cuenta con un gran presupuesto para poder viajar, y gracias a su fama puede acceder a las casas de gobierno para poder entrevistar a los políticos más encumbrados. El modo de vida de esos países es el soñado por los políticos para contar en sus discursos, como priorizar la búsqueda de la felicidad, respetar e integrar al otro, no odiar, vivir en comunidad, no pensar en uno mismo, contraponiéndose a la ideología endogámica estadounidense, no buscar revanchas, vivir en paz, no como las declamaciones de los distintos gobiernos que tuvo los Estados Unidos en su historia, diciendo que el enemigo está afuera y su deber es combatirlo para reguardar el orden mundial, pero los entrevistados nos enseñan que el enemigo lo tienen dentro suyo. En este documental vemos que cuando hay decisión política y voluntad para hacer las cosas bien, el pago de los impuestos sirve para beneficiar a la población, la administración de los mismos alcanza para fomentar todos los proyectos, sabiendo que a la larga es más económico para el país mantener a los ciudadanos con un muy buen standard de vida. Resumiendo, esta película nos informa, y paralelamente nos hace asombrar, envidiar, y reflexionar de que, si se quiere, se puede, sin excusas.