Lo último de Victor Postiglione, una apuesta al cine fantástico, está en cartelera hace algunas semanas ya, principalmente en los espacios INCAA. Cuenta la historia de Franco (Guillermo Pfening) quien, desesperado ante la muerte de su esposa Paula, interpretada por Maria Nela Sinisterra, recurre a contratar un Tiempo Muerto (luego explicaremos en detalle) para volver a pasar un momento con ella. La propuesta de innovar en un género poco abordado en el cine nacional es sin dudas lo mejor de este proyecto. El hecho que sea una coproducción con Colombia y que se sitúe espacialmente allá no solo favorece el verosímil a nivel guión sino que también enriquece la película a nivel estético: al desarrollarse en bares, plazas, espacios que no son típicamente argentinos le da un aire fresco a la historia. Como comentábamos en la introducción, a grandes rasgos, Franco y Julia son una pareja que convive felizmente, pero un accidente lo deja a Franco solo. Queriendo superar el dolor por la muerte de su esposa, y ayudado por Luis Ayala (Luis Luque), Franco empieza a seguir los últimos pasos que dio Julia, descubriendo que había contratado un Tiempo Muerto. ¿Qué es un Tiempo Muerto? es una especie de viaje astral, una proyección de la consciencia que te permite volver a un recuerdo que tengas con un ser querido fallecido para despedirte de él, y que implica, obviamente, la nula posibilidad de cambiar el destino. La trama en general deja cabos sueltos, pero parecen ser cuestiones que el propio autor no sabía como cerraban. No es una sensación de final abierto, de ciclicidad de la historia, en absoluto. Transmite mucha incertidumbre, desazón, un enorme ¿¿¿y??? que te deja con ganas de saber más. Se asemeja más a una historia inconclusa que a un final abierto. Por otro lado, no hay ningun tipo de propuesta de autor respecto a lo formal, es simplemente contar la historia, dar la información, tanto, que sumado al poco ritmo del montaje hace que comiences a leer entre lineas el plan de rodaje: "primero grabaron los planos de tal actor, después los contraplanos y después el plano conjunto". Y entiendo que en parte no se podía innovar mucho formalmente porque introducir el concepto de Tiempo Muerto no es simple, y perder claridad en este aspecto haría aun más innentendible la película. Hallé en el uso esporádico del humor un obstáculo para poder meterme de lleno en la historia. No se si es un nuevo capricho mio, pero últimamente cualquier chiste me saca completamente de la historia y la empatía dramática que estaba logrando con la historia y los personajes vuelve completamente a cero. Soy partidaria que, si estamos ante un drama, la ausencia total de humor ayuda a construir y sostener la tensión que debería estallar en el climax. Porque sino, no se te termina de movilizar nada. Si bien no se trata de una seguidilla de gags a lo Naked Gun, algunos personajes por momentos bromean, lo que te transmite cierta liviandad con respecto a si logran su objetivo o no, y tu interés en la peripecia se va diluyendo (igual,insisto, creo que radica más que nada en una cuestión de gusto personal). Lo bueno es que el concepto es novedoso en el cine no under local. Una mezcla de elementos fantásticos como viajes en el tiempo y contacto con seres fallecidos que no remiten de manera directa a ninguna otra cinta reciente. ¿Viste cuando estas viendo algo y de pronto decís: aaaaahh, siii, esto es re Sexto Sentido!? Bueno,no, eso no pasa. Y es lo más importante de este experiencia, porque la puesta de cámaras, el ritmo, y la manera de ir contando una historia se van aprendiendo, se van encontrando, no hay que olvidar que es el primer largometraje de Postiglione. VEREDICTO: 6.00 - OTRA OPORTUNIDAD! Lo más rescatable es la originalidad de la idea y la intención de abordar un género poco explotado en la cinematografía local. Pero se diluye en sus propios huecos y en cierto desgano formal a la hora de la narración.
El cine nacional, quizás alimentado por cierta mitología popular de célebres robos a bancos a través de boquetes, cada tanto retoma el tópico del túnel que permite acceder a las cajas de seguridad y dar "el gran golpe". El género policial es uno de los más aceptados por las masas locales: Comodines, Plata Quemada, Nueve Reinas, y la ganadora del Oscar El Secreto de sus Ojos se encuentran entre las más taquilleras, y hace unos días, con toda la pasta para sumarse a esta lista, llegó Al Final del Tunel, de Rodrigo Grande. La película está focalizada en Joaquín, el personaje de Leonardo Sbaraglia (Relatos Salvajes, Plata Quemada), un paralítico que vive al lado de una casa abandonada desde donde la banda de Galereto (Pablo Echarri, quien cuenta con una gran trayectoria en el policial incluyendo cintas como Crónica de una Fuga, Las Viudas de los Jueves) cava un túnel para llegar a la sucursal bancaria. Con el personaje de Joaquín tan bien construido, absolutamente toda la película se sostiene sin fisuras: se guía claramente al espectador a identificarse con él, pero nunca a través de la lástima o la compasión. No solo está en una silla de ruedas con un inconveniente físico, sino que, además, está casi paralítico moralmente: sin esperanzas, sin futuro, sin inquietudes, completamente anclado al caserón donde vive. Y la intención anti-dramatismo y golpe bajo es contundente: el motivo por el cual queda en silla de ruedas (y solo) apenas se menciona, no se hace hincapié ni se mete el dedo en la llaga, lo importante es otra cosa. El esqueleto de la película pasa por el golpe al banco que preparan desde el sótano de la casa de al lado, y cómo él, a pesar de su discapacidad física, planea acoplarse para quedarse con parte del botín. El mismo nivel de detalle y coherencia con que se construye el personaje principal es aplicado al resto de los artífices de la historia: Berta, la bailarina exótica interpretada por la española Clara Lago (de Ocho Apellidos Vascos), el mencionado Galereto, el comisario interpretado por Federico Luppi y hasta el perro mascota de Joaquín tienen una historia. Las relaciones entre los personajes secundarios, los intereses de cada uno, e incluso sus sentimientos, son elementos que corren en la misma dirección que el sentido general de la historia, apuntalándola, dándole coherencia y unidad. Todo este trabajo fino de pequeños indicios, de elementos apenas mencionados pero altamente reconocibles, ayuda a construir una atmósfera llena de tensión que no solo se sostiene, sino que además crece minuto a minuto. El guión plantea “Miren muchachos, esta parte tiene bocha de suspenso y tensión”, mientras que la música y el montaje dicen “Roger that, nos encargamos”, y se encargan, sí. Tanto, que el climax es lo más tarantinesco que dio el cine nacional en años. Párrafo aparte para las mujeres de la película. Porque si bien ni Berta ni la villana interpretada por la humorista Laura Faienza son papeles protagónicos, al menos no son roles pasivos: ninguna es la típica damisela en apuros. Si tienen algún percance pueden o no ser socorridas, pero tampoco son unas Cenicientas inútiles a la espera de ser rescatadas. Mujeres reales. Sí. VEREDICTO: 10 - ¡QUÉ GRANDE, RODRIGO GRANDE! Al final del túnel conjuga elementos fundamentales para que una historia quede en el recuerdo: un guión sólido y con ingeniosas vueltas de tuerca, un reparto por demás adecuado y una dirección completamente inteligente, con algunas secuencias de montaje muy destacables. El título no hace referencia solamente a la modalidad de robo; hace referencia un recorrido incómodo y solitario pero que tiene una salida a la luz, a la libertad.
Tanto hype, tanta espera, tanta expectativa: es lógico que Batman vs Superman siga dando que hablar y sumemos una tercera review al respecto. Pero esta vez desde una óptica "minita que no sabe nada de cómics" (sí, me costó realmente mucho ponerme en personaje). Y claro, la review está llena de SPOILERS. A grandes rasgos, la historia no se entiende un carajo. Ah, les cuento: me equivoqué al sacar la entrada y entré a ver la versión doblada al español, que de por sí es lo más fastidioso del mundo. Además, los proyectores 3D estaban mal calibrados y casi, casi que se veía mejor sin lentes que usándolos. Por último, a pesar de ser una función un Lunes después de las 22 hs., mucha gente consideró buena idea llevar sus niños a verla, niños que se aburren, corren, hacen ruido, rompen las pelotas, en definitiva. Ah, volviendo a la historia... "El que mucho abarca, poco aprieta" dice el refrán, y es la (fallida) intención meterte en un mundo que no conocés en pocos minutos. Pongan la musiquita de ALF de fondo para seguir leyendo (tomá, acá la tenés), mientras el director Zack Snyder te presenta a: ● Ben Affleck como Bruce Wayne / Batman, que supera las expectativas actorales de todos los que boqueamos antes de tiempo, pero lo que se elige mostrar o no del personaje no termina de cuadrar (otra vez la escena del crimen de los padres, chicos, eso está más visto que el culo que Jesica Cirio). ● Henry Cavill (♥) como Clark Kent / Superman, y Amy Adams como una Lois Lane tan parecida a Agustina Kampfer que distrae hasta el fastidio ● Jesse Eisenberg como un Joker impecable, aunque le tendrían que haber avisado que su papel era el de Lex Luthor... ● Gal Gadot como Diana Prince / Wonder Woman (pará, pará, pará, ¿vos me estás diciendo que la que entraba a robar a una fiesta no era Gatúbela? Chicos, ¡me confunden!) Y así, de una mezcla vomitada de cosas, arrebatos, apresuradas, más o menos la historia avanza. Y avanza más porque alguien escribió un guión que por la propia naturalidad de causas y consecuencias con las que se supone que se desarrolla una trama. Sí, es una peli de superhéroes, pero hay cosas que resultan tan poco creíbles que, a mí por lo menos, me sacaron de la película en reiteradas oportunidades. Por ejemplo: a los pocos minutos de iniciada la película, recordamos cuando hacen pelota Metrópolis (al final de Man of Steel) y los empleados de Wayne (que siguen en el edificio) y recién lo evacúan cuando Bruce les da la orden por teléfono. Y eso distrae: ¿no tienen un protocolo de evacuación? ¿No tienen miedo? ¿No se dan cuenta que la ciudad se está cayendo a la mierda y se tienen que ir? Y así, uno va quedándose colgado en pequeñas cosas forzadas y por momentos la película se hace muy difícil de seguir, no porque el espectador sea lento o porque la historia sea complicada, sino porque los pequeños cabos sueltos hacen que uno se quede pensando más de lo necesario en un punto random. Y es algo completamente ajeno a si uno conoce el universo previo de los cómics o no: un film es otra pieza, otro enfoque, otro código, y por supuesto tiene que tener su propia coherencia interna. Pero por momentos, y sobre todo al principio, Batman vs Superman la pierde. Ah, cierto que esto era una review de minita. Perdón, vuelvo a mi papel... Lo que más me gustó fue el vestuario de Diana Prince. De verdad. Los accesorios y piezas doradas remiten de manera directa a la Wonder Woman de Linda Carter, una acertadísima elección. Gal Gadot también resulta una heroína completamente creíble, con ovarios, mucha actitud y rock, aunque quiero hacer dos salvedades al respecto: una, después de ver a Morena Baccarin en Deadpool, me arriesgo a opinar que la hubiera superado con creces; y dos, no es necesario mostrar a una heroína en acción con planos de publicidad de Pantene, en cámara lenta y con el pelo al viento. En cuanto a los tipos, ¡mucha ropa! ¿De verdad lo vas a meter a Cavill en una bañera vestido? ¿Dónde quedó el Snyder de 300 que se la pasaba mostrando hombres aceitados en cueros? Ni un culito, nada. Definitivamente el punto más débil de toda la película. Espero que en la adaptación de Liga de la Justicia aprovechen un poquito más a Jason Momoa como Aquaman, aunque todos sabemos que el mejor Aquaman de la historia hubiera sido Ricky Fort. ¿Y saben qué? Su mamá también se llamaba Marta. VEREDICTO: 6.0 - ¡BASTA, CHICOS! Batman vs Superman: El Origen de la Justicia podría haber estado mejor. Mucho mejor. No por las expectativas que uno tenga, sino por toooda la inflada previa que hizo el propio estudio. Es como que te agiten un mes con que vas a comer el mejor asado del mundo y al llegar sólo hay patys en la parrilla. Cumple, pero no dignifica.
Zoolander (2001) es prácticamente un hito. Una inteligentísima burla al sofisticado pero vacío mundo de la moda y la alta costura. Quince años después, el director y actor Ben Stiller larga la secuela. Y llenos de emoción fuimos al cine ni bien se estrenó, a ver si está a la altura de la original o merece ser olvidada. Las personas más bellas del mundo están siendo asesinadas, y lo último que hacen antes de morir es sacarse una selfie con una particular expresión, y subir la foto a las redes sociales. Valentina (Penélope Cruz), que trabaja en un departamento específico de Interpol, identifica algo en particular con las miradas y decide buscar a Derek Zoolander (Ben Stiller, chicos, no me hagan aclarar pavadas), el creador de miradas históricas como Magnum y Blue Steel, porque cree que él puede llegar a ayudarla a descifrar el misterio. Y sí, a medida que la trama avanza (cambiando de rumbo, volviéndose absurda, borrando con el codo lo que acaba de escribir con la mano y perdiendo contundencia) se suman a la aventura Hansel (Owen Wilson), Mugatu (Will Ferrell), Alexanya Atoz (Kristen Wiig) y, continuando con la tradición de la primera parte de la saga, un sinfín de cameos de diferentes celebrities, algunos desaprovechados por haberlos adelantado en el trailer. La poca solidez narrativa y el trailer son los principales problemas de la película: los que padecemos de buena memoria recordamos gags del avance (de casi tres minutos de duración) y, la verdad, es una lástima tanto adelanto. Con la moda del trailer del trailer del teaser, el spot televisivo, las "fotos filtradas desde el set" (sí, entre comillas obviamente), se pierde demasiado la magia y la sorpresa de los últimos estrenos. Pero eso no es problema sólo de Zoolander 2, sino que es un signo de nuestros tiempos (?). Por otro lado, la película no tiene absolutamente nada negativo, y la (escasa) solidez de la trama es relativa, así que podemos incluso dejarla pasar; reconozcamos que estamos viendo Zoolander, no El Padrino. Porque su fin es hacerte reír, y te reís desde que empieza hasta que termina (salvo de lo que ya viste en el trailer). Los personajes de Derek y Hansel son pura magia, se nota que además del trabajo actoral de cada uno, Stiller y Wilson tienen una excelente química personal juntos y disfrutan lo que hacen, con una energía que trasciende la pantalla. Más allá de los chistes -ya sea en los diálogos o de humor físico-, Stiller te hace reír con una simple mirada. Con esa misma mirada que en la cinta de 2001 detuvo una estrellita ninja. Selfies, redes sociales y cosas que en la cinta original no existían se integran perfectamente a la trama: el selfie stick parece un invento hecho exclusivamente para Derek Zoolander. Necesitábamos ver a estos dos personajes tan particulares, tan estereotípicos y tan... tan ellos en este contexto actual lleno de tecnología tan inútil. Inútil como la alta costura. VEREDICTO: 8.0 - LINDA, PERO HUECA Zoolander 2 se asemeja mucho al personaje de Derek en sí: hermosa pero completamente hueca y estúpida. Pierde la capacidad de observación y crítica que había tenido la primera parte, pero la multiplica en humor: es infinitamente mucho más graciosa. Conociendo la trayectoria de los involucrados, sabemos que podíamos pedirles mucho más. Pero como tampoco es frecuente que salgamos de una sala con dolor de panza por reírnos tanto, se los perdonamos ;)
Somos pocos y nos conocemos mucho, chicos. Si no fuera porque La Habitación (Room) viene arrasando festivales y está multinominada al Oscar (en las categorías de Mejor Película, Director, Actriz Protagónica (Brie Larson) y Guión Adaptado, ya que la misma Emma Donoghue adaptó la novela homónima de su autoría), posiblemente hubiera quedado definitivamente afuera de nuestro radar y nunca la hubiésemos visto. Grave error, porque nos estaríamos perdiendo una joyita. La película del irlandés Lenny Abrahamson (ganador de varios premios como director por su cinta Frank, de 2014) empieza narrando el cautiverio en el que viven Ma (Brie Larson morfándose un pesado rol dramático después de la pavada de 21 Jump Street) y Jack (Jacob Tremblay en su trabajo de mayor exposición hasta el momento, ya que anteriormente había tenido papeles menores y una voz detrás de Los Pitufos 2). Rutina, cotideaneidad, encierro. Pero una entereza envidiable de Ma logra que su hijo, a los 5 años recién cumplidos, sea feliz. Porque Jack no sabe qué hay afuera: cree que el mundo es la habitación, que no hay otros lugares a dónde ir. Promediando el filme logran escapar de la habitación (está en la sinopsis oficial y en el trailer, chicos... spoiler mis polainas), y es a partir de ese punto donde la película despliega todo su potencial. La primera mitad establece la relación entre ambos, así como la angustia de Ma y la inocencia de Jack; pero son emociones dentro de todo estáticas, sin cambios ni sobresaltos; es una rutina de encierro y dolor, con leves esperanzas de libertad. Pero cuando la libertad se concreta, el torbellino de emociones se desata, y Abrahamson empieza, a través de sus personajes, a tratar con una enorme sensibilidad temas fundamentales para todo ser humano: Ma y Jack nos invitan a acompañarlos en el descubrimiento que la libertad es más difícil que el encierro, que los sueños cumplidos son tan diferentes a cuando son soñados que te pueden doler más que hacerte feliz, y que la gente, en su afán de ayudarte, puede terminar hiriéndote. La habitación era su realidad, y el mundo exterior les muestra un universo más complejo: la integración a un entorno social fuera del gazebo en el que estaban recluídos es un proceso largo y doloroso. Ya no son sólo ellos dos: el precio de la libertad conlleva empezar a convivir con más personas reales alrededor. Ma cae en cuenta del tiempo que ha perdido estando en cautiverio, y Jack comprende que el mundo está lleno de gente: gente buena como su madre y gente mala como el viejo Nick (su captor, interpretado por Sean Bridgers). La película está basada en un caso real, pero no remite a éste en particular en ningún momento sino que remite a la universalidad del sentimiento, del encierro y de su dicotomía con la libertad: no cae nunca en la investigación policial ni en los recovecos legales una vez rescatados los protagonistas; de hecho, apenas se mencionan. Y es que el énfasis está puesto en la conexión emocional de los personajes entre sí, y el espectador no es ajeno al lazo madre e hijo: desde que empieza la película y sin caer en golpes bajos, el pequeño Jack te agarra el corazón con su manito y no te lo suelta a lo largo de sus casi dos horas de duración. VEREDICTO: 9.0 - AY! Con La Habitación, la tríada Abrahamson-Larson-Tremblay nos brinda una auténtica cátedra de cine, pero no del cine que solemos ver: sino del cine que te emociona, te atrapa, te hace reflexionar y, al finalizar, en la vereda opuesta a la mayoría de las películas actuales, te deja pensando en cosas mucho más profundas que si pedir pizza o empanadas cuando llegues a tu casa.
Ambientada en la epidemia de fiebre amarilla que sufrió Buenos Aires en 1871, la película cuenta la historia de Aparicio (un impecable Martín Slipak), un sacerdote que viaja hacia la ciudad -epicentro de la crisis de la cual todos huyen- por designio de Dios. En el camino, pasa por la estancia de su familia, donde encuentra un panorama completamente desolador: criados huyendo con objetos de valor, su hermano Edgardo (Adrián Navarro) agonizando víctima de la peste, mientras que su cuñada y su pequeña sobrina (Ana Fontán y Lola Ahumada) están encerradas en la capilla familiar, como si el encierro en ese pequeño pedazo de tierra bendita fuera a salvarlas de la epidemia. Tras la muerte de Edgardo, Aparicio cambia de planes varias veces, priorizando a veces la fe, otras veces la familia, entrando en una espiral de hechos que no sabe con certeza si sucedieron o si son los primeros síntomas de la fiebre amarilla que también se apodera de él. Por momentos logra apoyarse en Quispe, el impecable criado interpretado por Patricio Contreras, y en otras oportunidades lo percibe como un traidor que orquesta las muertes a familiares para quedarse con las tierras. Completa la sensación general de miedo, de incertidumbre y de cercanía a la muerte, la aparición de El Correntino, un curandero en la piel de Vando Villamil, de quien no se conocen sus verdaderas intenciones. Así, a grandes rasgos evitando cualquier tipo de spoiler, transcurre la trama. Justamente el descubrimiento, la ambigüedad y las revelaciones son elementos fundamentales en la construcción de la historia. Desde el comienzo de la película queda en claro que las cosas no son como parecen, y en el transcurso de la misma los misterios se van develando... o no. Escrita y dirigida por Gonzalo Calzada (La plegaria del vidente, Luisa), Resurrección se convierte en una excelente propuesta, un film fuera de lo común dentro del cine de género nacional. Su ambientación y su diseño de arte, firmemente plantados en el mundo gótico, son minuciosamente precisos y prolijos, mientras que la fotografía (a cargo de Alvaro G. Montalvo) logra generar el clima de terror requerido por la trama. Es importante mencionar ambos aciertos técnicos, porque no es nada fácil recrear períodos históricos y menos aún sin contar con un presupuesto multimillonario. Imagino que detrás de cada objeto y pieza de vestuario que aparece en pantalla, hay en realidad un objeto contemporáneo que fue modificado para dar con la estética correcta. Y que "no se note" el truco, que parezca que efectivamente estamos a fines del 1800, ayuda a dar un salto de calidad enorme a la cinta. No hay nada berreta, nada bizarro, nada que distraiga, lo cual -con un presupuesto acotado- es un doble mérito. Otro punto a favor son las actuaciones: Slipak y Contreras realmente hacen un trabajo impecable sosteniendo toda la película, ya que el eje principal de la acción pasa por ellos dos. Quizás algún personaje secundario se encuentra en un tono un poco más teatral y exagerado que el resto, pero con apariciones más acotadas se restringe su accionar a unos pocos minutos en pantalla. Para concluir, vale la pena mencionar la secuencia de los títulos iniciales, con ilustraciones realizadas por el mundialmente reconocido historietista argentino Enrique Breccia. Los más maduritos conocerán el trabajo de Breccia de las revistas D'Artagnan y Fierro, promediando los '80, mientras que los más jóvenes lo tendrán de algunos trabajos para Marvel (X-Force, Uncanny X-Men), DC (Batman: Gotham Knights) y hasta Vertigo (una novela de Lovecraft). Un verdadero lujo. Detrás de Resurrección hay una pregunta teológica, una invitación a la reflexión sobre la existencia y los alcances de Dios, y -mas allá de la posibilidad de poder asistir a una interesantísima historia con una muy buena ejecución técnica- lo que realmente vale la pena del film de Gonzalo Calzada es justamente eso. ¿Cuántas veces salís del cine pensando qué vas a cenar? Muchas, ¿no es así? Bueno, eso habla de películas vacías de contenido. Acá salís cuestionando tu propia fe, y convengamos que es una reflexión que si no te empujan a hacerla... no, no la haces. VEREDICTO: 8.0 - REVELADORA En una hora y media de duración, Resurrección logra contar una historia sumamente atrapante, concreta, de alcances más espirituales que tangibles, y con el aliciente de anclarse en un período histórico real pero poco visitado por nuestro cine, como lo fue la epidemia de fiebre amarilla. Muy recomendable.
Una de las películas nacionales más esperadas del año acaba de debutar en el marco del 30º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La pregunta es: ¿pudo sobrevivir a semejante expectativa, o este Superman bonaerense estrelló su cohete antes de llegar a destino? Kryptonita es, originalmente, una novela homónima de Leonardo Oyola. A grandes rasgos, parte de la hipótesis de qué hubiera sucedido si, en lugar de caer en Smallville, Kansas, Superman aterrizaba en Isidro Casanova y era un pibe del conurbano con súper poderes. Con una Liga de la Justicia amiga, también de origen humilde y altas llantas, Nicanor Loreti (Diablo, Dos para una Mentira) se encargó de llevarla al cine... y el resultado es épico. El relato se desarrolla en un período de tiempo acotado: una noche en el hospital Paroissien, al que llega Nafta Súper (Juan Palomino) escoltado por su troupe y herido de muerte (justamente por la sustancia que da nombre al film). Una vez que González, el médico nochero que lo atiende, logra estabilizarlo, hay que resistir hasta que salga el sol: como sucede con cierto "último hijo de Kryptón", la luz solar le permitirá reponer sus energías y sanar. Ante la incredulidad del médico frente a esta afirmación, el hospital se ve rodeado de policías que los quieren hacer cagar. Esta condensación de la acción es lo que determina la dirección: hay un claro objetivo al cual llegar, y gran parte del éxito depende de aguantar. Esta resistencia y espera genera un clima de intimidad en el que los diferentes personajes pueden ir contándole al médico y a la enfermera algunas anécdotas de su pasado, experiencias fundamentales para terminar de construir la identidad de cada uno de ellos. El primer punto fuerte de la cinta es el cast: acá nos olvidamos de todos los papeles anteriores del reparto y nos zambullimos de lleno en los personajes que pasan una noche en vilo en el hospital Paroissien. Diego Velázquez compone a un aterrorizado doctor González/ Socolinsky que opera con precisión como eje de la trama. Porque si bien se mantiene su punto de vista como en la novela, yo no diría que es el protagonista, sino más bien el personaje principal, pero ya hablaré de eso más adelante. Entre todos ellos, se destacan Nicolás Vázquez (Faisán), Pablo Rago (El Señor de la Noche), Diego Capusotto (Corona) y, en especial, Lautaro Delgado encarnando al travesti Lady Di (la versión bonaerense de Wonder Woman), que aporta momentos maravillosos. Como decíamos antes, el grueso de la trama transcurre en el hospital, saliendo de éste sólo en los diferentes flashbacks que se presentan. Un gran acierto es que estos flashbacks no se desarrollan en lugares concretos; son más bien abstractos, oníricos: el único espacio real es el del hospital, es el aquí y el ahora, los recuerdos como siempre son subjetivos y van contaminándose con el paso de los años. Además, las hazañas que cuentan de Nafta Súper son ambiguas y dudosas para González, aunque poco a poco la evidencia frente a sus ojos no le dejará más alternativa que creer; entonces, ¿qué mejor que enrarecer el ambiente al mostrarlas? El universo ficcional que contiene el relato es un doble universo paralelo: de un lado, una variación (o elseworld, para los viejos lectores) sobre los orígenes y evolución de los personajes clásicos de la Liga de la Justicia de DC Comics: los integrantes de la banda de Nafta Súper no son otra cosa que los Superman, Batman, Mujer Maravilla, Flash, Linterna Verde, Chica Halcón y Detective Marciano foráneos. No desde las explosiones y el exceso de dar cuenta constantemente de sus fuerzas, sino desde la ambigüedad, la sutileza. Los guiños no sólo al cómic, sino a la cultura popular en general, son muchísimos, pero eso no quita que cualquier persona que nunca haya tenido un cómic en sus manos pueda disfrutarlo. Y ahí entra en juego el segundo universo alternativo, uno que tenemos al alcance de los ojos pero no siempre queremos ver: las eternas guardias en los hospitales públicos, el pibe chorro al que dejan morir, la marginalidad. Kryptonita es básicamente una historia de superhéroes cotidianos, de eameos que terminan subsistiendo a los ponchazos mientras toda la sociedad les da la espalda, aunque a veces pueden caer en la delincuencia a pesar de esconder virtudes maravillosas. Es muy difícil la trasposición de una obra literaria al cine y el público muchas veces se ofusca ante ajustes argumentales, ignorando dos grandes principios: en primer lugar, que cine y literatura son dos lenguajes diferentes y que a la hora de llevar una novela al cine los ajustes son necesarios. Porque la fuerza de la imagen permite mostrar las cosas de otra manera, porque el ritmo es otro y porque además aparece el sonido, permitiendo elaborar una narración mas compleja. Y por otro lado, detrás de cada cinta hay un director, que tiene sus principios, su foco de interés, su ideología y su visión sobre el texto. Todos, en realidad, tenemos nuestra visión. ¿Hace falta entonces aclarar que la película es la visión del director? En el caso de Kryptonita los ajustes del relato no deberían ser cuestionados en absoluto, porque lo que se rescata son la ambigüedad, la sospecha, el "¿Son? ¿O parecen?" con el que Oyola hilvanó toda el relato original. La imposibilidad de salir del hospital implica también un poco el no poder salir del todo a la luz, el ser sombras, el ser un pibe más en el conurbano. Y esa esencia se transmite magistralmente: eso debe ser siempre ese el eje de una adaptación, transmitir la idea mas allá de la fidelidad narrativa. Y sí, de más está decir que se logra con creces. VEREDICTO: 10 - MÁS FUERTE QUE EL SARMIENTO Kryptonita agotó sus localidades en las tres funciones que tuvo en el festival. Capta a la perfección la esencia del submundo narrado en la novela y lo lleva a la pantalla de manera minuciosa y precisa. Sólo una cosa le faltó: un público menos solemne. Porque si bien hubo risas y aplausos, la película destila rock y pide a gritos una hinchada. Que la festejen como un partido de fútbol. Pasión, la palabra clave acá es pasión.
Hace ya 12 años de la recordada The Terminal, última colaboración entre el prócer Steven Spielberg y el no menos prócer Tom Hanks. Nominada al Oscar como Mejor Película, Puente de Espías tiene mucha expectativa puesta encima. ¿La cumple? Tom Hanks es James Donovan, un abogado neoyorkino de seguros, que tiene que defender a un espía ruso (Rudolf Abel, en la piel de Mark Rylance) tan solo por la formalidad del sistema de justicia estadounidense: es una defensa que debe dar automáticamente por perdida. Pero Donovan es un humanista, que puede ver la persona detrás del espía: un simple ser humano que cumplía funciones y que, más allá que sus tareas durante la guerra hayan atentado de manera directa contra la patria estadounidense, no deja de merecer una defensa legítima, con su interés puesto en él como persona y no en dar una muestra de patriotismo. Donovan, más que a la patria, le juró lealtad a su tarea como abogado (necesitamos muchos como él, aquí y ahora, de verdad) y por eso pone su foco y su conciencia en estar defendiendo a una persona, no a una nación ni a una institución. Es esa humanidad, y ese supuesto talento para tratar con los soviéticos, que le depara otra aventura a partir de la mitad de la película, más específicamente la misión que da nombre al filme: lo envían a la Unión Soviética para que coordine un intercambio de prisioneros de guerra (que sucede en un puente, claro). Spielberg se luce enmarcando una historia individual, de un personaje con principios, valentía y convicciones, en medio de un hecho histórico reconocible, un hecho con tanta fuerza histórico-política que absolutamente cualquier individualidad queda opacada, olvidada, diluida. Y ahí está la mano del director haciendo lo que más sabe hacer: contar historias sobre personas. Es más, a pesar de ser una historia situada en las décadas del '50 y el '60, al focalizarse en las personas y no en las circunstancias, Puente de Espías logra ser completamente actual: hoy pasa lo mismo con los terroristas, los prisioneros de guerra, los hackers: reciben condenas ejemplares en pos de defender el territorio, defender la patria, marcar terreno. Y es que en la condena de crímenes políticos, se busca más advertir a futuros criminales que castigar a los que están en el banquillo. VEREDICTO: 9.0 - SPIELROCK IS BACK Técnicamente perfecta (y sí, es Spielberg, chicos), sabe lograr momentos de suspenso, con pequeños toques de humor (indudablemente la mano de los hermanos Coen detrás del guión), y se convierte en una cinta profundamente emotiva. Porque no nos importa el contexto, la guerra, los buenos o los malos: lo repetimos una vez más, se trata de personas. E identificar al espectador con los personajes y atravesar a la par suya todas las emociones de una circunstancia extraordinaria es el mayor talento del director. Y a sus 68 años, sigue más vigente que nunca.
Simon (Jason Bateman, de Horrible Bosses y Arrested Development) y Robyn (Rebecca Hall, de The Prestige) llegan a su nueva casa, buscando dejar atrás la pérdida de un embarazo y fortalecer su matrimonio, apoyados en una excelente nueva posibilidad laboral de Simon. Pero (siempre hay un pero, caso contrario no habría película) en el nuevo barrio vive Gordo (Joe Edgerton, de Black Mass y Exodus), un ex compañero de colegio de Simon que piensa que son más amigos que lo que realmente son. Los esfuerzos de Gordo por acercarse a la pareja son cada vez más molestos e invasivos: les deja regalos constantemente, irrumpe en la casa sin ser invitado; haga lo que haga, no logra congeniar con el matrimonio: no se entienden al hablar, no les causan gracia las mismas cosas y no tienen nada en común. Pero Gordo, en una mezcla de psicopatía y desesperación por superar la soledad, sigue pretendiendo que las cosas funcionan. Hay tres situaciones que se desarrollan en paralelo: el acoso de Gordo (con sus respectivas desapariciones, que son aún más inquietantes que su presencia), el descubrimiento por parte de Robyn de los verdaderos hechos del pasado que vincularon a los dos hombres, y el nuevo embarazo de la mujer. Basándose con fuerza en el manejo de los tiempos, los silencios y el suspenso, la película logra generar un excelente clima. Las preguntas sobre qué pasó y qué va a pasar despiertan la intriga escena a escena, con cada indicio que nos brinda el director sobre las respuestas. Mención aparte para la música: la banda sonora logra acompañar a la perfección y generar excelentes climas de intriga, angustia y suspenso. Las actuaciones son completamente verosímiles, sobre todo Bateman que viene de la comedia, lo cual es una gran alegría en una película de este tipo. Tuve la posibilidad de ver hace poco Knock Knock (traducida insólitamente como El Lado Peligroso del Deseo), y todo el clima de terror psicológico que debería generar se va a la banquina por las burdas actuaciones de los tres protagonistas (Keanu Reeves, Ana de Armas y Lorenza Izzo, que más que dos psicópatas y su víctima parecen personajes de Capusotto). Por eso mismo es que da tanto gusto ver a un psicópata como Gordo: minimalista, silencioso, meticuloso, con aspecto frágil y débil, pero sutilmente mortal. VEREDICTO: 7.0 - ¡SORPRESA! Lo que podría haber sido una cinta más en la cartelera semanal, ya que se estrenó sin bombos ni platillos, se vuelve una grata sorpresa. Con una similitud en cuanto a climas a los grandes films de suspenso de los '90, El Regalo nos demuestra que buenos personajes hacen buenas historias.
Un grupo de astronautas comandando por Melissa Lewis (Jessica Chastain, de Interstellar, La Señorita Julia) debe abortar su misión en Marte debido a una fuerte tormenta, y en medio de la evacuación, se les pierde Mark Watney (Matt Damon, la saga Bourne, Saving Private Ryan). Pero nada sucede con la liviandad con la que escribí esa oración: dejar a un compañero en un planeta inhabitable, creyéndolo fallecido, con la magia de Ridley Scott (Alien, Blade Runner, Gladiator y tantos peliculones más) tras las cámaras, haciendo especial énfasis en su asiento vacío en la nave espacial, es un comienzo impactante. Porque ya establece una postura ideológica desde el inicio respecto al valor de la vida humana, actitud que respalda sobremanera todo lo que vendrá después. Watney es un crack, chicos. ¿Qué quieren que les diga? Con un ácido e imperturbable sentido del humor, a través del recurso de hablar a cámara y describir lo que va a hacer a efectos de registrarlo en la bitácora de la misión, va calculando cómo proveerse de agua, cómo cosechar papas y cómo racionar la comida. Y si bien cada tanto recurre a instrumentos científicos comunes en una misión espacial pero alejados de nuestra cotidianidad, que quizás sólo los conocemos de nombre, confiamos ciegamente en que su plan va a funcionar. El verosímil no entra en crisis jamás. Lejos de los personajes tradicionales del cine actual, Watney triunfa por su meticulosidad, su conocimiento, su tenacidad y su rapidez mental a la hora de resolver problemas. Retrata el método científico empírico de manera magistral: tiene recursos limitados para experimentar, y de esa experimentación depende su supervivencia. No puede equivocarse muchas veces pero a la vez sabe que tampoco debe retrasarse mucho en la planificación. Entonces intenta, y claro, resiste. Lejos de toda arrogancia, confía en él mismo y se provee de energías positivas todo el tiempo. La interpretación de Damon es soberbia, y es que, además, el personaje está brillantemente construido: Mark es un tipo capaz, inteligente, que ha estudiado y que, además, se ríe. Se ríe de toda la situación. Reírse es humano y es esa actitud lo que genera empatía. Si yo conozco alguien como él, me caso. Mientras tanto, en el planeta Tierra... la NASA descubre que Watney sigue con vida y comienza a diseñar el plan para rescatarlo, siendo el tiempo y las condiciones de viaje los obstáculos más grandes. Ah, y el qué dirán, porque el qué dirán y la imagen de la agencia espacial influyen mucho en la toma de decisiones. La diplomacia y la corrección política en el proceder humano se erigen como los principales obstáculos al desarrollo científico. ¿Les suena familiar? Pero por suerte, en medio de complicados cálculos y posibles soluciones que se basan en exprimir a los técnicos y científicos para acortar más y más los tiempos de respuesta, surge la figura de Rich Purnell (Donald Glover, de Community), un joven con futuro promisorio que aborda el problema desde la perspectiva del pensamiento lateral y accede a una solución difícil, pero en definitiva, la más viable. Y es así como la Misión Rescate se pone en marcha. Siendo una adaptación del best-seller de Andy Weir, el título original de la película es The Martian (El Marciano), pero los traductores lo hicieron de nuevo: Misión Rescate alude de manera directa a "salvar" a Watney. Y si bien Watney necesita ayuda (porque no puede salir de Marte por sí solo), la denominación de "El marciano" se acerca mucho más a la esencia de la cinta, porque el foco está puesto siempre en sus agallas, en su conocimiento, en su capacidad, y en sus facultades científicas que le permiten sobrevivir en condiciones más duras que el Tom Hanks de Náufrago: el tipo está en otro planeta y cultiva papas. Cultiva papas, ¿entendés? VEREDICTO: 9.0 - WATNEY 2015 Más allá de la impecable factura técnica y de la minuciosa construcción del guión que posee Misión Rescate (The Martian), hay una postura moral que intenta achicar la brecha entre ciencia y gente común mediante el humor. La ciencia está al alcance de todos, especialmente hoy en día. Y, siendo que es la aplicación del conocimiento lo que le permite a Watney sobrevivir en un planeta inhóspito, la gran conclusión del film es: '¿Vieron chicos que sirve saber de ciencia?'.