“¿Dónde estás, Bernadette?” (título original: “Where'd You Go, Bernadette?”, dirigida por Richard Linklater (“Escuela de rock”, 2003, “My and Orson Welles” 2008, “Boyhood”, 2014) dedica la película a su difunta madre, Diane, "Mi Bernadette", es la adaptación cinematográfica del best seller homónimo, escrito en 2012 por la novelista Maria Semple, quien inició su carrera como guionista de la exitosa serie de los noventa “·Beverly Hills, 90210”, y fuera productora de la serie Mad About You, por la que obtuvo un Premio Emmy. En “¿Dónde estás, Bernadette?” nos encontramos por primera vez con Bernadette en kayak sola en la Antártida, con grandes glaciares detrás, está claro que es una mujer peculiar. La película retrocede rápidamente varias semanas para que el espectador pueda saber qué la llevó al Polo Sur, y por qué su esposo Elgie (Billy Crudup) y su hija Bee (debut de Emma Nelson) fueron a buscarla. La vida de Bernardette se desarrolla bajo la mirada de su hija adolescente Bee, que relata los pormenores de la historia de su madre. El lazo de unión entre madre e hija proporciona el núcleo emocional que funciona como común denominador durante todo el filme. Cate Blanchett interpreta a una arquitecta vanguardista, inteligente, exitosa, pero frustrada porque su último gran desarrollo habitacional por el que había conquistado un gran premio de arquitectura fue comprado por un empresario que lo demolió para hacer una playa de estacionamiento. Dejó Los Ángeles y fue a vivir en Seattle abandonado todo y viviendo con su familia en una casa casi derruida que nunca termina de acondicionar y en donde las goteras componen una melodía muy especial. Bernardette está en la crisis de mediana edad y su historia es sobre la depresión, la ansiedad, la frustración, el desencanto, sobre el capitalismo salvaje, la incultura de los nuevos ricos, la supresión de la creatividad, sobre el sin sentido de una vida consumista. Pero sobre todo trata de la capacidad de sobreponerse, reinventarse, y buscar o crear nuevos horizontes. Como es habitual en Linklater, hay toques hábiles y modestas notas graciosas dispersas en casi todo el filme. Su falta de inclinación para profundizar en el melodrama tiene sus pros y sus contras, pero le dio la libertad de experimentar con una variedad de tomas, ángulos, giros y puntos de vista, que resultaron muy interesantes para equilibrar la película con el comportamiento extremo de Bernardette, que en definitiva es la historia desafortunada de una mujer a la cual acompañaron el éxito y el fracaso al mismo tiempo. La diversión se filtra cuando Bernadette disimula el desprecio por los demás y actúa cínicamente en su entorno específico de clase alta. Al igual que con el personaje de Melissa McCarthy en el reciente “¿Can You Ever Forgive Me?” (“¿Podrás perdonarme?”, 2018), dirigida por Marielle Heller, que todavía no se estrenó ni en Europa ni en la Argentina, las risas son provocadas por el espectáculo de una mujer de mediana edad que de exprofeso muestra su encono, pelea con los otros y termina escapando de su realidad en un viaje hacia la Antártida, como si fuera la tierra prometida. Pero la Bernadette de Blanchett es, en última instancia, un personaje más perturbado y trágico, cuya vida ha sido superada por las excusas que ella misma se proporcionó en su negativa a enfrentar los problemas y tratarlos. En la trama secundaria que trata sobre estafas por internet y robo de identidad, es posible ver un tanto diluidos a James Urbaniak como agente del FBI encargado de seguir a Bernardette o a un Laurence Fishburne casi en un cameo como ex colega de arquitectura, y Judy Greer en su rol de terapeuta que va de un lado a otro cuando la visita a Elgie (Billy Crudup) para insinuar que su esposa puede estar cerca de una enfermedad mental “¿Dónde estás, Bernadette?” es un filme sencillo, divertido, sin grandes pretensiones en su estructura, sólo sostenido por el gran trabajo de Cate Blanchett que compone un personaje agorafóbico y excéntrico. (1) Melissa McCarthy en el reciente “Can You Ever Forgive Me?” (“¿Podrás perdonarme?”-2018), dirigida por Marielle Heller, todavia no se estrenó ni en europa ni argentina
En el 2008 parecía que John Rambo se retiraba de la acción en lo profundo de la selva de la remota Tailandia. En aquella oportunidad no dejó nada vivo. En esta nueva versión de “Rambo Last Blood”, a pesar de su aparente retirada a su rancho en Arizona para criar caballos y llevar una vida apacible, la violencia lo vuelve a convocar. El escritor David Morrell, inició la saga de “Rambo” en 1980, tomando un personaje disfuncional veterano de Vietnam, que utiliza sus conocimientos militares para impartir su propia justicia. Sin embargo Morrrell no concibió a Rambo como héroe, sino como alguien que debe afrontar obstáculos y encontrar el modo de sortearlos, pero Stallone lo visualizó de otra forma. Para el actor Rambo es el elemento descartable de un sistema que crea, diseña, educa e instrumentaliza máquinas de matar, para desecharlas cuando ya no les conviene o no les sirve. Del modo que ve Stallone a Rambo es al revés de todo aquello que signifique ganar. Lo ve como perdedor, cuya victoria está en la derrota, porque su sed de venganza no tiene límites. Aunque Rambo siempre gana, nunca importa. El mundo sigue siendo siniestro, y todo lo horrible se ve como un reflejo de su vida interior. Rambo, no tiene paz y tiene la misma ira asesina que poseen sus enemigos. Todos lo saben, incluido él mismo. Como tal, es un hombre que oscila entre las buenas acciones y la barbarie, entre acariciar un caballo y descuartizar a un enemigo. En “Rambo Last Blood”, se ve un John Rambo cansado, cargado de pastillas, en un estado físico aparentemente muy bueno, que busca olvidar su pasado y sólo se aferra a los buenos recuerdos, como el de su padre, que ocupaba una mecedora en un rincón del porche de su rancho. A pesar del tiempo continúa trabajando con él la que fuera el ama de llaves de su familia: María Beltrán (Adriana Barraza, actriz mexicana de primera línea en la televisión y cine de su país), junto a su nieta Gabrielle (Yvette Monreal, “Matador” -2014). Rambo cría a la Gabrielle como una hija, mientras continúa con sus caballos y cavando un túnel que no se sabe bien para que, si por no perder la costumbre de haberlo hecho como combatiente o por un eventual tifón como los que asolan en distintas épocas del año a los Estados Unidos. A punto de entrar en la universidad, Gabrielle desoyendo los pedidos de su abuela y del mismo Rambo, se escapa a México a buscar a su padre. Allí se enfrenta a la realidad por boca de su padre, del porqué del abandono y en su frustración se refugia en su amiga que la vende a unos traficantes de drogas y trata de blancas. Esta banda integrada por los hermanos Martínez, Hugo (Sergio Peris-Mencheta, “Resident Evil Ultratumba”, 2010, “Como la vida misma”, 2018) y Víctor (Oscar Jaenada, “Cantinflas”, 2014, “Manos de Piedra”, 2016), unos villanos que no están dispuestos a soltar cualquier presa. Cual héroe de Western John Rambo, baja de su caballo para ir a buscar a la imprudente jovencita. Allí se enfrenta a la poderosa organización de los Martínez, cuyos secuaces lo dejan tirado y molido a golpes en la calle. En una trama secundaria la periodista independiente Carmen Delgado (Paz Vega, “Lucía y el sexo”, 2001, “Los amantes pasajeros”, 2013) que sigue los pasos de la terrible banda, lo ayuda. En esencia“Rambo Last Blood”, es un filme mexicano con un personaje no hispano: John Rambo. Parte del filme se desarrolla en una frontera no identificada de México, y por lo tanto los villanos como la gente decente son de origen hispano. Es que el tema de la frontera de EE.UU con México no sólo es complicado sino que es aterrador. Lo que muestra “Rambo Last Blood”, es la décima parte de lo que ocurre realmente. Tanto Tijuana como Cuidad Juárez, Nogales, Tamaulipas o Matamoros son centros fronterizos que aún no se pueden desarticular desde el gobierno mexicano, porque los capos de mafias son muy poderosos. Por eso tal vez “Rambo Last Blood”, se haya centrado en el tema de la trata de blancas y la droga como una forma de alertar sobre lo que sucede en la frontera, que a la vez es nido de coyotes que trafican con migrantes y personajes de cualquier calaña que rodean a los mafiosos. La primera parte del filme dirigido por Adrian Grumberg (“Vacaciones en el infierno”, 2012), con guion de Sylvester Stallone y Matthew Cirulnick, está en tono crepuscular y gira sobre un antihéroe cansado, que solo quiere vivir en paz criando caballos en su rancho de Arizona. Salvando las distancias trata de acercarse a aquel cine fronterizo de “Mr. Majestyk” (Richard Fleischer, 1974), con otro personaje veterano de Vietnam y protagonizada por Charles Bronson, semejante en físico y estilo interpretativo al de Stallone. También recuerda, en cierto sentido, a “Sin perdón” de Clint Eastwood (1992). La segunda parte del filme muestra todo el poder destructivo de las armas y la inventiva de un hombre que utiliza todo su ingenio para destruir al enemigo que, al igual que él en la primera parte, llega sin conocer el terreno. En lo que respecta a los aspectos más técnicos, es un buen trabajo, que en algunos planos recupera el tono de western y que funcionan bien acondicionados en las variaciones de la banda sonora de Jerry Goldsmith (la de la película original) y "Five to One" de The Doors. A la vez se alternan planos cortos, con cámara movida con contraluces y tonos cálidos, pero muy oscuros casi al final de la película. “Rambo Last Blood”, es un filme de acción al mejor estilo Hollywood, pero con ciertos problemas de ritmo, algunos personajes sin definir, y con un desenlace en donde se puso en extremo el centro de la acción. Los minutos finales transcurren en una indescriptible sucesión de trampas mortales, y fuego cruzado, que no son artificiales, hasta que llega el descanso del guerrero en la mecedora de su padre. Los fanáticos de la serie disfrutaran una vez más ver a su héroe resucitar entre los muertos y contemplar en los créditos una compilación de las mejores escenas de las cuatro películas anteriores de John Rambo.
Brillante radiografía de una burguesía desquiciada A igual que Lucino Visconti o María Luisa Bemberg, Valeria Bruni Tedeschi (“Un castillo en Italia”, 2013) sabe muy bien retratar la clase a la cual pertenece, la alta burguesía en decadencia. Desde que comenzara a filmar en 2003: “Es más fácil para un camello...” /2003) hasta “Nuestro verano” (“Les estivants”) su cuarta película ha cambiado muy poco su estructura original, ya que ella prefiere perfeccionar el retrato de una familia disfuncional y privilegiada, en cierto modo lo que la ha rodeado a lo largo de su vida. Algunos actores y actrices han variado, pero otros son como su sostén permanente, especialmente su madre Marisa Borini. En éste filme también incorpora a su pequeña hija Oumy Bruni Garrel, adoptada junto a su ex-esposo Louis Garrel, y a su amiga y coguionista Noémie Lvovsky. Con un guion al estilo clásico Valeria Bruni Tedeschi ofrece la clave de la película desde la primera secuencia. Ella es Anna, cineasta italiana que vive en Francia y que, a punto de partir hacia la Costa Azul, donde veranea su familia, se detiene en un bar ubicado frente al Centro Nacional de Cine (CNC) en el distrito 16 de París, acompañada por su productor (Xavier Beauvois) y su pareja Luca, el actor italiano Riccardo Scamarcio. En esa escena se plantean las líneas del relato posterior, Luca le dirá que no irá con ella a la casa de verano, que tiene un nuevo amor, y el productor le recrimina que se presenta a la junta con ropa costosísima, y para conseguir el dinero, hay que aparentar no tenerlo. Luego de discusiones nada productivas con Luca, el productor consigue llevarse ante el tribunal de presupuesto a Anna y que ésta explique lo que desea. “Nuestro verano” no incorpora nada nuevo a la estrategia de la directora, al contrario ahonda aún más en la percepción del espectador para que pueda inmiscuirse en su historia. Ella está anclada en la autoficción. Sin ser totalmente autobiográficos sus filmes, la gran mayoría de los elementos que contienen son una parte de su vida misma. En “Nuestro verano”, por ejemplo, habla de la separación de Anna y Luca, y los amores de éste. En efecto, Valeria Bruni Tedeschi se separó de Luis Garrel hace algunos años, y su duelo lo tuvo que pasar durante un verano con su hijita, en la Villa familiar. Con un clima muy chejoviano casi semejante al “Pieza inconclusa para piano mecánico” (1976) de NIkita Mikhalkov, o “Sacrificio” (1986) de Andrei Tarkovky, y, por otra parte, muy fellinesca al estilo de “Ensayo de orquesta” (1978) y con título tomado prestado de la obre de Máximo Gorki “Los veraneantes” (1904), y algunos de los contenidos de fondo de la misma como el estado de confusión sociopolítico y económico de la época, muy semejante a la Europa actual, Anna se instala casi fuera del tiempo, en una suerte de acogedora e impermeable burbuja con la cual se siente protegida de todos los males que llegan del exterior. Allí, rodeada de familia y amigos, intenta superar un fracaso sentimental y escribir el guion de su próxima película. Un sutil modo de marcar lo autorreferencial como eje direccional de su relato. A pesar de que los nombres de los personajes no corresponden a las personas que representan, es difícil no vislumbrar un paralelismo entre Carla Bruni, hermana real de la autora, en las máscaras: de Elena, (Valeria Golino), y Jean un líder empresarial (Pierre Arditi) como su cuñado Nicolás Sarkozy. “Nuestro verano” es un juego coral sin grandes lágrimas, sin efectismos, sin música épica, apenas unas variaciones de piano y unos lieder, que habla de pérdidas, decadencia, arrepentimientos, odio, política, avaricia, amor, traición, ambición, desengaño, desprecio, y crueldad; todo ello enmascarado en una semana de veraneo en la Costa Azul. Pero lo importante no es lo que pasa en primer plano, sino todo lo que sucede simultáneamente detrás y que entrelaza a criados con patrones, a parientes con amigos. “Nuestro verano” es básicamente un drama, mucho más profundo de lo que aparenta, tratado en clave de comedia en forma sutil y precisa. El filme está utilizando a Anna como herramienta catártica para la reflexión sobre su estado anímico y creativo de un instante o un momento del pasado, y de las personas que la acompañan, su familia, sus amigos. A semejanza “Gosford Park” (2001) de Robert Altman, la historia transita entre los de arriba y los de abajo, entre amos y criados, como un juego de postales que se van alternando hasta armar un rompecabezas decadente de una burguesía cada vez más debilitada por nuevos jugadores políticos que ascienden al poder. Como en “Gosford Park” hay una muerte, no un crimen, que no se quiere reconocer, y en la verdadera historia de la directora tampoco se tiene conocimiento si su hermano existió y murió de Sida, o no. Pero su fantasma es recurrente en el filme, lo que genera una frágil frontera entre realidad y ficción. En la "niebla artificial" que cubre el final de “Nuestro verano” la vida real se desvanece, la ilusión triunfa, y los fantasmas políticos, o familiares, no se marchan, porque los recuerdos son sueños, y porque le pasado se ha convertido en la gran imagen de las intimidades perdidas.
Aguda indagación sobre el empoderamiento de la mujer en la sociedad actual. “Amante fiel” (“L’homme fidèle”, 2018), segundo largometraje de Louis Garrel (“Dos amigos”, 2015), que también protagoniza, es una comedia de enredos sobre dos mujeres cuyos vaivenes psicológicos las obligan a experimentar una permanente inestabilidad y fragilidad en el amor. La historia gira alrededor de dos triángulos amorosos: el primero entre Abel, Marianne y Paul, su mejor amigo, cuya ausencia-presencia siempre generará otra mirada sobre la situación. Mientras que en el segundo entrecruza la vida de Abel con la de Marianne y È ve (Lily-Rose Depp), su cuñada, enamorada de éste desde la adolescencia. Con el espíritu de vintage y como un revival de aquella Nueva Ola Francesa, con aire de existencialismo romántico, en un momento de feroz escepticismo y de valores subvaluados en una Europa que atraviesa una seria crisis cultural, porque la multirracialidad generó un nuevo paradigma social, Louis Garrel propone una fórmula de oxigeno renovador a la incertidumbre y desasosiego del individuo contemporáneo. Hijo del realizador Philippe Garrel (“Amante por un día”, -“L´amant d´un jour”-, 2017), “La sombra de las mujeres” –“L'ombre des femmes”-, 2015), y actor fetiche del realizador Christophe Honoré (“Las canciones de amor”, 2007, “Metamorfosis”, 2014), Louis Garrel junto con Jean-Claude Carrière, un joven de 87 años, compañero de aventuras y filmes maravillosos de Luis Buñuel, crearon un juego de intrigas en donde no faltó un niño de 9 años, Joseph (Joseph Engel), hijo de Maerianne que proporcionó al filme un toque de malicia, gracia, perversidad, y cuyas ambiguas afirmaciones causaran consternación a todos aquellos con quienes se comunica. Garrel junto Carrière al incorporar a Joseph como una especie de maléfico cupido, con una fantasía desbordada y centrada en lo criminal, consiguen una interesante trama pues mezclan elementos de comedia, drama y suspenso. “Amante fiel” inicia con una toma de París semejante a la de “Besos robados”(1968) de François Truffaut , y al igual que esa historia sobre Antoine Doinel, el protagonista en “Un hombre fiel” , Abel (Louis Garrel) se ve obligado a elegir entre un mujer mayor y una más joven. La mayor es Marianne (Laetitia Casta), el amor de su vida, quien en una brutal primera escena le dice a Abel que está embarazada de Paul, su mejor amigo, y elegantemente lo echa de la casa. Tras una elipsis, y entierro de por medio nuevamente, se encuentran Abel y Marianne, y ésta decide regresar a su primer amor, pero otra vez lo enfrenta a la incertidumbre al decirle que no sabe si su hijo, Joseph, es de él o de Paul, ya que nunca quiso comprobar la identidad del mismo. Es interesante ese punto el giro, puesto que da otra dimensión al conflicto. Carrière, al utilizar por primera vez, en toda su trayectoria, voces en off en el transcurso del filme, también genera una visibilidad distinta al pensamiento de cada personaje, y serán tres voces disimiles las que se escucharan y, dispares las miradas sobre la realidad. El Woody Allen francés es la antítesis de aquellos galanes buenos mozos y machotes que pululaban en el cine durante varias décadas. Es irresoluto e ingenuo frente a la adversidad, con rostro de niño asustado, lo cual consigue generar, curiosamente, una reacción proteccionista en la platea femenina. “Amante fiel” refleja a la sociedad contemporánea que ha perdido el romanticismo y en la cual el amor sólo es una palabra que existió, reemplazada por otra: sexo. Recorre una sociedad que se vuelca al poliamor para no tener compromisos, hacer más llevaderas las rupturas y sobrevivir a los traumas amorosos. Esta realización tiene la liviandad y el humor del burlesque, con situaciones en algunos casos grotescas. Por momentos posee una ironía lacerante sobre la manipulación y el engaño, sobre eros y tanatos, deseo y hartazgo, lealtad e infidelidad, amor y desamor, pareja y soledad. Pero sobre todo es un filme que indaga sobre el empoderamiento de la mujer en la sociedad actual
La estremecedora y más oscura imagen de la naturaleza humana “Por gracia de Dios” es el último filme de François Ozon y como es habitual en él sorprende al público con un relato diferente. En esta oportunidad se instala en la segunda ciudad de importancia en Francia, Lyon, para contar los sórdidos manejos de la iglesia local, encarnados en la figura del cardenal Barbarin (François Marthouret), para tapar los abusos de Bernard Preynat (Bernard Verley), un sacerdote que durante 20 años abusó a más de 70 boy scouts que iban a los campamentos de verano, organizados por la diócesis local. “Por gracia de Dios” no sólo descubre una nueva faceta sobre la personalidad de Ozon, sino su mirada política sobre la realidad. En una entrevista en el “El País Semanal”, el director sostiene “Sí, es cierto. Nunca había hecho una película sobre un tema de actualidad. Hasta ahora, había preferido inspirarme en novelas o en mi imaginación. Tampoco fue premeditado: mi idea fue hacer un filme sobre la fragilidad masculina. Navegando por Internet, di con los testimonios de varios hombres de la asociación Palabra Liberada, que congrega a las ¬víctimas de esos abusos sexuales. Me conmovieron. Al descubrir sus relatos, entendí que no necesitaba transformar nada. Todo estaba ahí y la realidad era la mejor guionista”. La primera parte del filme transita por la vía de un único protagonista François Debord (excelente Denis Ménochet), que al descubrir que el sacerdote Bernard Preynat había regresado a Lyon, y trabajaba nuevamente con niños, decidió movilizar la opinión pública en su contra. El mejor medio para estos menesteres son las redes sociales y desde allí François se conectó con otros personajes, que se fueron acoplando a su historia: el discreto cirujano Gilles (Éric Caravaca), quien actuará como una especie de mediador. Emmanuel (Swann Arlaud), el más frágil, un desempleado crónico, el más abusado en la serie de Preynat y qué, a diferencia de sus compañeros, nunca logró superar el trauma para construir su vida de adulto, sin caer en un ataque de epilepsia ante la presencia de situaciones límites como enfrentarse a declarar ante la justicia, o leer un titular en un periódico sobre Preynat. Con Emmanuel, Ozon, retoma de soslayo una problemática masculina, casi no mencionada por los hombres: la enfermedad del Peyronie de causas desconocidas, y que el estrés acentúa. “Por Gracia de Dios” es un filme sobre la fragilidad masculina que se visualiza a través de la asociación Palabra Liberada, que congrega a las víctimas de esos abusos sexuales. También sobre la necesidad de enfrentar los miedos al tener para atreverse a luchar como si fuera una guerra santa contra un institución como la Iglesia Católica, cuya estructura ha prevalecido a los largo de dos milenios. No sólo el filme trata sobre el tema de la fe sino sobre la relación del hombre con la religión y los dogmas. Los relatos de este grupo se interconectan con flashbacks sobre su infancia. Lo que en un comienzo hubiera parecido un obra de docu-ficción se transforma en coral, bajo el común denominador de denuncia a los pedófilos. Con algunos guiños al filme ganador del Oscar “Spotlight” (“En primera plana”, 2015), cuando se ve en la dependencia del inspector de policía, que se ocupa del caso, el afiche del filme oscarizado por Hollywood, sobre los sacerdotes pedófilos de Boston y como un modo de sugerir que los medios de comunicación y el cine hacen posible la visualización de dichas atrocidades. “Por Gracia de Dios” recuerda que en su nombre se han hecho, y hacen, muchas atrocidades, bajo la gracia de Dios (que posee un gran manto para cubrir a los pecadores) se amparan los acólitos para sus prácticas y arbitrariedades abusivas. Ozon con su filme está interesado en hacer preguntas, para que el público cuestione y las responda. Tal vez por eso finaliza su filme con una frase lapidaria: ¿Aún cree en Dios?
Gurinder Chadha, nacida en Nairobi (Kenia), es una directora británica de origen indio. Sus filmes se caracterizan por explorar la vida de los asiáticos en el Reino Unido, especialmente pakistaníes e indios. Sus films más conocidos son: “Bend it Like Beckham” (“Jugando con el destino”, 2002), “Angus, Thongs and full-Frontal Snogging” (2008) y “It´s a Wonderful fterlife” (2010). Sarfraz Manzoor es un periodista pakistaní radicado en el Reino Unido desde su infancia. Como periodista Manzoor escribió para “Daily mail”, “The guardian”, “The independent”, “The times”, entre otros, además de trabajar en la BBC y ser comentarista cultural. Manzoor escribió y presentó documentales para Radio 4. Estos incluyen “From Luton streets to Jersey Shores”, donde viajó a Nujeva Jersey para examinar las conexiones entre la Nueva Jersey de Springsteen y su ciudad: Luton. Su amor por el rockero Bruce Springdteen, un héroe de las clases bajas norteamericanas proveniente de Ashbury Park, en New Jersey (Estados Unidos) apodado “The boss” (El jefe), lo llevó a escribir sus memorias tituladas “Grettings from Bury Park. Race, religión and Rock N´Roll”, sostenidas en su experiencia al entrevistarlo y pasar algún tiempo con él. Gurinder Chadha basándose en esas memorias de Sarfraz Manzoor, con quien compartió el guion, realizó “La música de mi vida”(“Blinded by the light”, cuya traducción literal sería “Cegado por la luz”), donde confluyen realidades muy diferentes que se interrelacionan como las que bosqueja Bruce Springsteen de su New Jersey natal y las que rodean al autor y suceden en la Inglaterra de finales de los ¡80, época de la Thatcher: recesión, conflictos racistas, 41 países en guerra, venta indiscriminada de armas y acuerdos entre Reagan y Gorbachov. En cierto modo la directora con “La música de mi vida”realizó un biopic que no hubiera tenido nada de interesante a no ser por la música que acompaña, de Bruce Springsteen. En ese sentido posee cierta semejanza con “Sing steeet” (“Canta en la calle”: John Carney, 2016), no en lo musical sino en la historia, ya que se trata de jóvenes adolescentes que buscan encontrar su propia identidad. En el caso de Javed (Viveik Kalra) que vive bajo una situación dura para los paquistaníes, como los asiáticos, tanto en el colegio como en las calles (con violentos grupos de ultraderecha como el National Front agitando las banderas del racismo), convierten sus años de formación en un tormento. Javed quiere llevar la vida de un joven normal de su edad, tener sus primeras experiencias amorosas, disfrutar de su artista favorito, ir hasta Londres a verlo, escribir, pero todo, o casi todo, sale mal. Su único consuelo pasa por escuchar la música de El Jefe (Springsteen cedió canciones de esa época para el film). Pero también debe luchar con la idiosincrasia de su familia de origen religioso musulmán, y apegados a las tradiciones. Lo interesante del filme es que Gurinder Chadha no se quedó sólo en la anécdota del escritor. sino que amplió el panorama con una mirada hacia lo que significaba ser extranjero en esa Inglaterra de los ‘80 y cómo debieron superar su condición a pesar de: la xenofobia, la política, las crisis económicas. Su punto de vista partió no de modo aleccionador, sino en el de transmitir con voz propia la experiencia de seres que sufrieron al ver hacerse trizas sus sueños de un mundo mejor. Transmitió ese dolor del desarraigo y lo que significa separase de su país de origen, de sus familias, sus costumbres, e insertarse en un occidente que no los quiere. En “La música de mi vida”de Gurinder Chadha y Sarfraz Manzoor no hay rencor, hay compasión por aquellos que desde las dos orillas del Océano Atlántico deben vivir con el estigma de ser diferentes. Se trata de un filme para celebrar el arte de un músico como Bruce Springsteen, y transmitir la idea de que los sueños son realizables a pesar de la adversidad, aunque se aferren a un ancla como la música, en ñeste caso de un músico contestatario que dio otra dimensión a la poesía de rock.
Expresión más extrema de la miseria humana Merleau Ponty en “Fenomenología de la recepción”, refiriéndose a lo que él llamaba lenguaje indirecto, usaba una metáfora para hablar del trabajo del escritor, y decía que era semejante a la labor del tapicero que trabaja con sus hilos en el canavá. Del revés va haciendo los nudos y trabajando los colores hasta que del otro lado del tapiz reproduce una imagen que representa su pensamiento. Desde ese punto de vista se puede percibir en “Hombres de piel dura”, el último filme de José Celestino Campusano, como un tapiz al que sólo se le ve la figura final, pero no el entramado ni sus nudos. Porque en esa representación se puede distinguir que el realizador articula con la proximidad para dar agudeza y con la distancia necesaria para dar objetividad. “Hombres de piel dura” fue escrito por Campusano basándose en una historia real sobre un sacerdote pedófilo que salió impune de la justicia. Pero también sobre la vida de los habitantes de un pueblo que, como reza el dicho “pueblo chico, infierno grande”, se las ingeniaban para enjuiciar, pero no para ayudar a una víctima. Pero también sobre la población rural y su modo de entender el amor. En el protagonista, el amor, que en primera instancia debió haberlo recibido a través del padre y la madre, no lo obtuvo (salvo por su hermana que entendía su situación), y lo sustituyó por un cura que lo inicia en la perversión. El amor es el gran ausente, en casi todo el filme de Campusano, en cambio el sexo funciona como generador de pulsiones, y en algunas secuencias hasta de modo animal. También se lo muestra como una expresión de poder y dominio sobre el otro. Sin embargo sí se especifica con claridad los deseos sado-masoquistas, de aquellos que son víctimas y victimarios. El cine de Campusano es realista, visceral y cruel, como la misma realidad. Su postura es a la vez crítica con lo que ve a su alrededor y amorosa con lo que deja que el espectador entrevea en la singularidad de los gestos y las acciones de sus actores. La cámara sería para él una herramienta más fijada en el entrever, en lo sugerido, en lo que se relaciona con en el inconsciente, que con lo que muestra. No es la ausencia de actores profesionales lo que caracteriza su realismo social, es más bien la manera, como diría André Bazin como articula los personajes. Éstos son antihéroes y como tales incapaces de controlar por sí mismos ninguno de los acontecimientos buenos o malos, cuyas consecuencias deben sufrir. Ese antihéroe fue Ariel (que interpretó Wall Javier y cuya actuación es excelente), que busca por todos los medios posibles no sentir la soledad a la que es condenado por ser diferente. Hay algo más atroz que un niño manipulado, maltratado, abusado, sí, la venta de órganos, la prostitución de esos niños, etcétera. Campusano en “Hombres de piel dura” se limitará a exponer o revelar esa maldad al mundo. En esa maldad, lo que importaba era mostrar la miserabilidad de un cura pedófilo. Esos actos de decadencia humana han hecho que la iglesia perdiera credibilidad y fe por parte de sus fieles. El palíndromo es aquella figura literaria consistente en formar frases o palabras que se leen igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda. En manos de Campusano el palíndromo se convierte en una metáfora del determinismo existencial: da igual la ruta que recorramos, porque hay algo esencial que jamás cambiará: la vida en el campo, en el pueblo, y en ese famoso “debut” que desde tiempo inmemorial practican los jóvenes adolescentes (no en las ciudades) para iniciarse en el camino de las relaciones sexuales mediante una madrina, que siempre fue una prostituta. El prostíbulo aún en los pueblos continúa siendo una vía de escape al tedio de los jornaleros. Campusano muestra todo ese universo y es consciente que asesina la retórica narrativa para hacer triunfar la evidencia: el hecho realizado por un pervertido sacerdote sobre el símbolo de la bondad eclesiástica. Crea un cine de hipérbole sobre una realidad siempre sepultada por el mito religioso del premio o castigo a los feligreses, en el que no existe infierno o excomunión para los pedófilos. José Celestino Campusano, más que denunciar desenmascara y se atreve a mostrar la realidad con obscenidad quirúrgica, porque no elude nada, ni esconde nada. Esto obliga al espectador a ser coparticipe de su búsqueda en los aspectos extremos de la persona. Esta historia de “Hombres de piel dura”, tan sombría como perturbadora se basa más en los hechos que en los personajes: desprecio sexual, insatisfacción, restricción cultural, vejación, prostitución, violencia sobre los niños. Campusano como David Lynch, saca a la luz todo aquello de malsano que se agazapa bajo una superficie aparentemente sostenida por una hipócrita verosimilitud moral. Sus películas son provocadoras, denunciadoras de todas las mentiras sociales y morales, y a veces resultan de una crueldad intolerable: herencia de Goya, Spilimbergo, Ricardo Carpani, y de todo el sentido trágico del ser humano que esos artistas claramente comprometidos con su tiempo y su contexto expusieron en la expresión más extrema de la miseria, la decadencia humana, y sus podredumbres
Excelente mirada sobre víctimas y victimarios “Dogman” de Matteo Garrone (“El taxidermista”, 2002, “Primer amor”, 2003, “Gomorra”, 2008”, “Reality”, 2012) es un filme realizado en una pequeña ciudad costera, cercana a Nápoles, en la provincia de Caserta, Castel Volturno. En esa ciudad en los años ‘80 se proyectó un centro turístico en el que se concentraban las ambiciones de especuladores inescrupulosos, de los que no eran ajenos los políticos. Entre los programas para ese espacio floreció el de la creación de rascacielos frente al mar, como el paseo marítimo “Villagio Coppola”, flanqueado por edificios cayendo a pedazos, con una plaza arenosa en la cual se puede ver el abandono de lo que parece haber sido un parque de diversiones que incluye un columpio y un paseo adornado con un dragón, un emblema orgulloso de días mejores. Ese universo abandonado de centros comerciales y caminos que no llevaban a ninguna parte, que integraban ese folklore exhibicionista que caracterizó a los ‘80, fue la escenografía ideal para el filme de Matteo Garrone. Castel Volturno en la actualidad es una pequeña y apocalíptica ciudad abandonada, sin alcanzar el estatus de villa miseria, en la cual sus habitantes, clase media baja, subliman amargura y desesperanza. Matteo Garrone, en “Dogman”, cataloga la vida de hombres que parecen no haberse recuperado por completo, pero ¿de qué?: de la guerra, economía, mafia, drogas, gobierno. Esa pregunta subsiste cada vez que la cámara se mantiene en el escenario principal de la historia y también como un cierto homenaje al cine neorrealista. La visión Garrone sobre la Italia actual se instala en una atmosfera parecida a la época de la Italia devastada por la guerra y luego su reconstrucción que fue, excelentemente, fotografiada y representada por el cine de Luchino Visconti, Roberto Rossellini, Vitorio De Sica, Giuseppe De Santis, etc. La Italia actual, como gran parte de Europa y del mundo, vive (por las crisis económicas, y los malos manejos políticos) realidades similares a las de las décadas del ‘40 y ‘50. “Dogman” está basada libremente en un hecho real que tuvo gran repercusión mediática y fue conocido como: “il canaro della Magliana”, un asesinato que ocurrió en la periferia de Roma en 1988, en el que estuvieron implicados un ex boxeador, Ricci, y un cuidador de perros, De Negri (alias “Canaro”). El filme de Garrone es una alegoría entre animales y hombres. Se centra en la historia de Marcello (Marcello Fonte: “Concorrenza sleale” , 2001, de Ettore Scola, “Gangs of New York” , 2002), de Martin Scorsese), quien ganó el premio del Festival de Cannes al mejor actor y el Premio del Cine Europeo al mejor actor europeo, y su peor pesadilla: Simone. Marcello es un hombre que se gana la vida dedicado a la belleza de perros, les corta el pelo, los acicala, los pasea, y alguna vez gana un concurso canino, pero a la vez le agrega un extra a su magra economía vendiendo droga. Pero además pasa parte de su vida soñando con llevar a su hija Alida (Alida Baldari Calabria, “Guarda in alto”, de Fulvio Risuelo, 2017), que es como un oasis para él, a bucear en las aguas azul baraja del Mediterráneo, u otro mar más lejano. La actuación de Marcello Fonte es excelente. Su físico sin lugar a dudas le ayuda a interpretar ese rol, sin tener la necesidad de exagerar demasiado. Ese aspecto aparentemente débil y esos ojos lánguidos permiten que el espectador sienta lástima por su personaje y rabia con Simone. El ex púgil Simone (Edoardo Pesce) es su sombra negra, y como todo ser violento encuentra en Marcello la víctima propiciatoria a sus tropelías. Porque como decía León Tolstoi: “La violencia consiste en gente forzando a otra gente, bajo la amenaza de sufrimiento o violencia, para que hagan cosas que no quieren hacer.” El personaje de Simone es el un tipo tosco, violento y déspota, sin escrúpulos, muy bien interpretado por Edoardo Pesce (“Se Dio vuole”- “Si Dios quiere”, de Edoardo Falcone,2015), ganó el David di Donatello como mejor actor de reparto y el Nastro d'argento al mejor actor, empatando con el protagonista Marcello Fonte. Si bien el filme pretende hacer una reflexión sobre la amistad desde distintos niveles, y especialmente sobe esa extraña pareja que conforman Marcello y Simone, es más bien la mirada del otro lo que importa. Y el deseo de ser aceptado por la manada, los supuestos amigos de Marcello, con los que va a la “trattoria” a comer sus “spaguettis” o jugar a la noche a la pelota.
Admirable historia de amor y muerte, desilusión y esperanza El sacrificio forma parte de la historia de la mujer en china, en una tradición en la cual no se tenía el poder de decidir y donde la renuncia y la sumisión eran la tónica dominante. China como el resto el mundo evolucionó, y en la actualidad la mujer es dueña de sus propias decisiones y está inmersa en una lucha por salvaguardar el futuro de las jóvenes que todavía tienen una vida y un horizonte diferente por delante. “Esa mujer” de Zhangké Jia es el último filme del director chino que posee en su haber más de 25 películas entre documentales, cortos, y colaboraciones, además de ser director de cámara, productor y actor. Su título original en chino es “Jiang hu er nü”, significa “Hijos e hijas del jianghu”,, y se puntualiza a los que no tienen hogar, pero también a un territorio tomado por las pequeñas mafias locales,. En inglés se la llamó “Ash Is Purest White” – “La ceniza es el blanco más puro”, y hace referencia a la ceniza que en muchos pueblos de oriente y occidente era señal de dolor y arrepentimiento, y en este caso es específicamente blanca ya que ésta se quema a fuego extremo. “La ceniza es el blanco más puro”es una imagen metafórica muy poética y relevante porque la trama del filme trata sobre una mujer que sacrifica su vida, se quema a lo bonzo, presionada por la sociedad y por un contexto social y político cambiante y especial. De sus cenizas sólo queda un fragmento, al que nadie le presta atención, pero que es el que hará que ella se reinstale en su propia esencia. “Esa mujer”, título en español, es la última películaZhangké Jia estrenada en Argentina, ya se conocían: “Naturaleza Muerta “” (León de Oro en Venecia-2006), “Un toque de violencia” (2013), “Más allá de las montañas” (2015), y el fragmento “Revive” (2017), del filme coral “Lejos de ella”,premiado en el BAFICI, en todas ellas trabaja la excelente actriz (esposa de él en la vida real) Zhao Tao. “Esa mujer” narra la vida y desventuras de Qiao, una mujer enamorada del líder de una asociación de gángsters de Datong: Bin (Liao Fan), que desarrolla sus actividades en el pueblo de Shanxi. Dividida en tres partes, que abarcan desde 2001 a 2018, habla de la vida porque presenta una historia de amor, agonía, muerte, esperanza, desilusión y desesperación. A través de Qiao el espectador conocerá el particular cambio social, especialmente en las ciudades del interior de China como Shanxi, lugar de nacimiento del realizador. El cine de Jia Zhangké es muy personal y autoreferencial, sensible, activista, político sin hacer política, y humanista ya que la problemática del infortunio es universal. Es interesante ver el mundo de los hombres visto desde la mirada de una mujer, en el cual Qiao deberá abrirse camino y combatir contra el machismo tanto en el de la sociedad China en general como en el de la mafia de su ciudad. Pero sobre todo trata de explicarse porque la cultura, la tradición, y la esencia de su país es captada por la corrupción. Jia Zhangké a la vez cuestiona el carácter social que se enfrenta al íntimo, y las relaciones colectivas a las personales y a semejanza de Theodor Adorno (que lo hacía sobre el arte contemporáneo) piensa que la actualidad china es en un universo “kitsch” y funciona como parodia de la catarsis, y asimismo es una parodia de la verdadera conciencia estética del hombre, ya que está digitado y controlado por un estado, pero a la vez es aceptado por un pueblo pasivo, que lo toma y lo transforma en aún más cursi. Jia Zhangké como Woody Allen realizan variaciones sobre un mismo tema, Allen sobre el sexo y Zhangké desde hace más de veinte años sobre la evolución de su país, y su pregunta principal siempre ha sido: ¿cómo sobrevive el individuo ante esos cambios?. Zhangké repite espacios, acciones, gestos, modos de vida, actriz y a través, en este caso en particular, de un “capo” de mafia barrial de Datong que ejerce su autoridad de forma tiránica. Los filmes de Jia Zhangké son una experiencia en sí mismos, en ellos la repetición autoral ad nauseam, ese argumento que se alarga hasta llegar al abandono de una de las partes, siempre cumplen con su rol transformador. En él los diagnósticos sociológicos, los cambios demográficos, el paso del campo a la ciudad, la evolución femenina, el submundo criminal devenido a un submundo empresarial de negocios de poca monta, pero a la vez pulverizado por la lógica perversa del capitalismo, se transforman en ese alto voltaje que reduce la vida a cenizas. En “Esa mujer”,Qiao interpreta estoicamente y con vulnerabilidad a una mujer que lucha por adaptarse a una China cambiante que ya no reconoce después de pasar cinco años en la cárcel, por haber matado a un pandillero que atacó a Bin, su hombre, y el amor de su vida, y la convirtiera en criminal, algo que nunca hubiera deseado ser. La película pedagógicamente señala la idea oriental del karma, donde todas nuestras acciones, buenas y malas, vuelven a nosotros. Pero también el Dharma, que es una batalla imposible de evitar y se produce en cada uno y dentro de nosotros. Dharma es una palabra sánscrita que significa “protección” y su práctica evita el sufrimiento. “Esa mujer”, es una producción excepcional y ambiciosa, que reúne el refinamiento del estilo de su creador, y los elementos más atractivos de sus obras anteriores: su sutil asimilación del lenguaje del documental, su juego con los momentos temporales en la ambientación, su escasa, pero brutal utilización de la violencia en el bajo mundo, una inapelable radiografía de la sordidez de una China sumida en la ruina espiritual. Con un registro visual deslumbrante, y una atmósfera cargada de giros y contra giros que redoblan la apuesta del director para hacer de su filme una asfixiante sensación de opresión en el espectador, a través de recursos en el uso de la luz y los espacios utilizados, como su paleta de colores que logra lucirse en el primer tramo gracias la fotografía de Eric Gautier que comienza con una impronta muy marcada de colores pastel, para después ir, lentamente, perdiéndose en distorsionadas vidrieras de colores, como le sucede a la vida de la protagonista. La música de Lim Giong, músico, actor, D.J, de origen taiwanés, una de las figuras más importantes de la escena música electrónica experimental de Taiwán, refuerza la narrativa logrando conseguir que ciertas situaciones extraordinarias no desarmen en ningún momento la credulidad de la narración (como en la escena en que se hace referencia a los ovnis, que es apoyada por la fotografía de Eric Gautier). Jia Zhangké al combinar géneros musicales apoyado por Lim Giong, (karaoke y “YMCA”, de Village People), una vez más toma la música popular, occidental y asiática para dar ritmo melodramático a las vidas de los personajes en sus películas, delimitando espacios y tiempos, aspiraciones y deseos. Zhangké optó por el melodrama porque éste construye masivamente metáforas de la realidad, que no alcanzan a volverse mitos porque son efímeras, pero que permiten a miles de personas compartir sentimientos. Por otra parte le sirve para configurar la perspectiva de sus personajes desde un nuevo universo simbólico en una representación-metáfora de alegorías sociales y culturales, a las que la posmodernidad les proporcionó un excelente en el plano dramático y nuevo basamento audiovisual; para mostrar el camino de redención de su heroína, en una China que continúa siendo comunista, pero con apertura al capitalismo de estado con orientación occidental y que rediseña la vida de del pueblo a cada instante. “Esa mujer” es una realización fascinante tratado de diferentes maneras, en un relato que desafía constantemente las expectativas del espectador, y lo que cree que va ver se transforma en otra cosa: donde el dúo amoroso permanece con variantes a través del tiempo: amor.-misericordia-lástima/ abandono el resto se transforma y se adapta a una sociedad renovable. “Esa mujer”, de Jia Zhangké, es único y a la vez múltiples filmes en sí mismo, es el recorrido de una generación de profesionales con su mirada hacia un futuro más equitativo, pero anclado en un mundo cada vez más voluble y contradictorio.
Crónica íntima, emotiva y bella, de un hombre obstinado por amar Claire Burger surgió en el mundo cinematográfico con “Party Girl”, su primer largometraje premiado con Caméra d'Or en Cannes en 2014, que codirigió con Marie Amachoukeli y Samuel Theis. En esta oportunidad, después de algunas coproducciones y especialmente cuatro cortometrajes, entre ellos ·Forbach”, dedicado a su ciudad natal, regresa con “C'est ça l'amour” (“El verdadero amor”), su segunda obra no menos admirable. Se trata de un filme inspirado en la propia historia de la directora, con gran ternura y toma el momento preciso en que su madre abandona a la familia y se va de la casa. Enfoca su mirada a la crisis de su familia que no es diferente a otras que padecen el mismo problema. En la película se ocupa de mostrar la capacidad de reconstrucción de los mismos y especialmente señala la fragilidad de los hombres, un tema interesante y poco tratado, porque siempre las mujeres son las víctimas y, en realidad, sobre ese contenido hay dos caras de la misma moneda. La madre, (al igual que Nora el personaje de “Casa de muñecas”, de Ibsen), desafiando siglos de patriarcado, donde el abandono del hogar fue un privilegio casi exclusivamente masculino, esboza, por un lado, el retrato de una mujer independiente sin juzgarla, pero sobre todo pone el acento en el de un hombre condenado a asumir un rol para el que no había sido preparado. El de hacerse cargo del hogar y del destino de sus dos hijas: Frida, de 14 años. que se busca a sí misma y que responsabiliza a su padre por la partida de su madre, y Niki, que es casi mayor de edad e intenta aprovechar la situación para adquirir su independencia, mientras se esfuerza por mantener el equilibrio entre su hermana y su padre. Al igual que “Party Girl”, “El verdadero amor” fue filmado en Forbach, departamento de Mosela (Lorena), entre Estrasburgo y Sarrebruck (Alemania), la ciudad donde creció Claire Burger. Éste filme permitirá al espectador transitar por un espacio de recuerdos que no son sólo humanos, sino los de una ciudad que pasó por múltiples guerras y fue dominio del imperio austrohúngaro y Alemania hasta después de la Gran Guerra (1914-18). La trama esencial es la separación de la pareja, pero que se despliega desde varios puntos de vista, abordados en subtramas a la manera de calidoscopio que definirá la relación amorosa de cada personaje. En realidad ese concepto lo define el título original del filme “C'est ça l'amour” (Eso es amor), ya que cada uno de los personajes lo asimilará desde su visión de la realidad. Nuestro planeta en este momento se encuentra en una especie de caos emocional en el cual la búsqueda del amor es esencial para sobrevivir a todos los desastres: económicos, climáticos, guerras, emigraciones, falta de fe y sobretodo falta de humanidad. En esa ciudad, Forbach, que está a la vez devastada y llena de vitalidad, todos se enfrentan al amor: la adolescente descubre su sexualidad con una compañera de clase, la más grande se niega a tener relaciones duraderas y la madre, Armelle, (Cécile Remy-Boutang) rehace su vida con otro hombre, sólo Mario busca ese amor que ya se fue, pero que su corazón no acepta haberlo perdido. Claire Burger, acostumbrada a trabajar sólo con actores no profesionales, en esta oportunidad confió en el actor y director belga Bouli Lanners (“Les premiers les derniers” , 2016), para que interprete a Mario, y hacerlo vivir con gran corazón y torpeza perturbadora. Éste con modestia, camina a lo largo del filme con su imponente estructura fortachona, pero de hombre herido, dividido entre su dificultad para comunicarse y su sincero deseo de escuchar a sus hijas, Su lucha interna es por comprender las expectativas de cada una. Mario debe batallar entre los impulsos del corazón y la angustia, entre pasos en falso y el afecto, para formar con ellas un trío de gran autenticidad. Sus jóvenes hijas son dos principiantes (la angelical Justine Lacroix y la brillante Sarah Henochsberg) conquistadas por un casting al igual que el resto de los participantes que no son profesionales, y que deslumbran cada una en su interpretación con igual intensidad. Bouli Lanners posee una buena colección de personajes en su haber, pero la riqueza de matices que aporta a la construcción de Mario es fuera de lo común. La puesta de Claire Burger lo hace circular entre su trabajo, en una administración que se ocupa de los inmigrantes, lugares culturales de Forbach, que frecuentan asiduamente, el teatro y la casa familiar. Rodada en la casa de su infancia y de su padre, la directora y guionista, de “C'est ça l'amour” no sólo aporta ese sabor de la nostalgia al filme sino de una cierta poesía íntima y dolorosa, pero que nunca cae en la autocompasión. Lo interesante es la propuesta de recategorizar la “mise en abyme”, que traducida literalmente quiere decir “puesta en abismo”, es el procedimiento narrativo que consiste en imbricar dentro de una narración otra similar o de misma temática, de manera análoga a las matrioskas o muñecas rusas. Este efecto se realiza a través del grupo de teatro al que pertenece Mario (la obra de teatro “Atlas”, que ofrece un espacio de representación a los habitantes del lugar, para que se expresen con sus propias palabras, que luego pasaran a un texto común). En ese escenario el grupo representa un famoso extracto del ballet “Le Parc” de Angelin Preljocaj (anteriormente representado en televisión por un grupo de danza), que casi hace creer al protagonista que puede volar, solo por la gracia del amor. “El verdadero amor” está realizado a la manera clásica del cine de los ‘60 con el toque de una técnica del siglo XXI, en que presta mucha atención a los detalles y al realismo de historias interconectadas que informan de una narrativa más amplia a la vez que transforma y fortalece a cada personaje. Ese recorrido emocional está primorosamente entrelazado con ritmos cómicos que contrastan con el tema original y recuerdan al espectador la humanidad, la imperfección, y a veces lo absurdo del comportamiento de los seres desesperados en sus intentos de amar y ser amados. “El verdadero amor” es un filme enternecedor que trata de recomponer los colores del presente de Mario para poder organizar su futuro en un cuadro que ya no será igual a su vida anterior, ya que no existen ni ilusiones ni quimeras. Mario al intentar saber quién es, encuentra que entorno y realidad se deforman, como si fueran un espejo deformante en el que la pareja ve del otro aquellos aspectos que no puede percibir de sí mismo y lucha intensamente para cambiarlos. Claire Burger inteligentemente consigue con su visión fractal redimir el alma apasionada y desfijada de su padre en un bello y conmovedor filme