Héroes reducidos a títeres Después de los problemas de producción que tuvo “La Liga de la Justicia”, poco se podía esperar de esta reunión cumbre de los superhéroes de DC Cómics. El director Zack Snyder, que le imprimió ese irritante estilo solemne a “Superman: Hombre de acero” y “Batman vs. Superman”, volvió a ponerse detrás de cámara, pero, para aligerar el tono, lo convocaron como coguionista a Joss Whedon, el director de “Los Vengadores”, el gran éxito de Marvel, la competencia de DC. El resultado es un Frankenstein al que se le notan mucho las costuras. La impronta pomposa y vacua de Snyder sigue primando, mientras que el humor que pudo añadir Whedon es tan superficial como poco efectivo. Acá se presentan nuevos superhéroes (Aquaman, Cyborg y Flash), pero el problema es el mismo: DC en el cine no sabe construir personajes ni los desarrolla, por lo cual es imposible sentir empatía por sus criaturas. Los personajes quedan reducidos a una marca registrada y un traje, y así sólo parecen títeres en medio de una historia que, para colmo, es inconsistente y esquemática. Además ya está probado que Ben Affleck no funciona como Batman y que Henry Cavill es un Superman de madera, entonces, ¿para qué seguir insistiendo?
Relaciones peligrosas Después de varios traspiés, a esta altura parece casi imposible que Sofia Coppola vuelva al nivel de sus primeras películas ("Las vírgenes suicidas" y "Perdidos en Tokio"). Por eso "El seductor" no resulta precisamente una desilusión, pero tampoco alcanza para redimir a la directora. El nuevo filme de Coppola está basado en la novela "The Beguiled" de Thomas Cullinan, que ya tuvo su versión en cine en 1971, con dirección de Don Siegel y Clint Eastwood como protagonista. La historia se sitúa durante la Guerra Civil de EEUU, en un internado sureño para señoritas. Allí llega un soldado enemigo herido, y las mujeres, por un principio cristiano, deciden darle refugio hasta que se curen sus heridas. La presencia de un único hombre en la casona empieza a alterar la relación entre las mujeres (adultas y adolescentes), que en silencio (y no tanto) se disputan la atención del soldado. La película se divide en dos partes. En la primera parte Coppola logra transmitir con sutileza la atmósfera de tensión sexual, rivalidad y manipulación que se vive en la casa. Colin Farrell no es Clint Eastwood, pero se las arregla. Enfrente se destaca Kirsten Dunst, que interpreta a una maestra tan exigente como frágil. En la segunda parte, una suerte de thriller opresivo, a la directora le falta pulso para definir el rumbo. Se enfoca demasiado en crear climas, mientras que los personajes, atravesados por muchas ambigüedades, terminan por parecer banales.
Perdidos en la altura ¿Cuántas veces se puede contar la misma historia de amor? El cine ha probado que muchísimas veces. El tema no es cuánto sino cómo: el tema es la verosimilitud de la historia, la intensidad de los personajes, la precisión de los diálogos y el grado de identificación con el espectador. En ese sentido, como drama romántico, "Más allá de la montaña" falla. Kate Winslet es Alex, una fotógrafa periodística, emocional e impulsiva, que necesita llegar a Nueva York para casarse. Idris Elba es Ben, un neurocirujano prudente y pensante que debe operar de urgencia a un niño. Los dos se encuentran casualmente en un aeropuerto con el mismo problema: su vuelo se canceló pero ellos quieren llegar a destino cuanto antes. Alex le propone a Ben alquilar una avioneta, y ahí empieza la odisea: la avioneta tiene un accidente, cae en una zona montañosa y nevada... y los protagonistas sobreviven. Solos y aislados, con Alex herida, ven cómo los días pasan y el rescate no llega. Entonces empiezan un largo periplo para intentar salvarse. El relato es extenso pero aquí no hay ningún spoiler, porque esto es sólo la mitad de la película. Con "Más allá de la montaña" había cierta expectativa porque el director es el palestino Hany Abu-Assad, que compitió por el Oscar a mejor filme extranjero con "El paraíso ahora" y "Omar". Sin embargo, acá no se notan las huellas del realizador, porque estamos ante un cine totalmente industrial e impersonal. La vieja fórmula de dos personas desconocidas y distintas que se enamoran en un contexto hostil se respeta a rajatabla, paso por paso, y los personajes no tienen la suficiente carnadura como para transmitir sus emociones. Winslet es una actriz brillante, y Elba no se queda atrás, pero esta historia previsible les queda demasiado chica.
El asesino de invierno Teniendo en cuenta sus créditos, "El muñeco de nieve" no está a la altura de lo que promete. La película está dirigida por el talentoso cineasta sueco Tomas Alfredson ("Criatura de la noche", "El topo") y el elenco incluye a grandes actores como Michael Fassbender, J.K. Simmons, Charlotte Gainsbourg y un irreconocible Val Kilmer. La historia, por su parte, está basada en el séptimo libro de la exitosa saga de policiales de Jo Nesbø, protagonizada por el detective Harry Hole. Aquí Hole se enfrenta a un caso que parece complejo: un asesino serial que mata a mujeres con hijos pequeños y que firma sus crímenes dejando un muñeco de nieve en la puerta. Se supone que Hole es un detective legendario en caída, pero la película nunca logra transmitir el perfil del personaje, más allá de que muestra el entorno de su vida privada. Lo mismo pasa con el desarrollo del caso: hay misterio y tensión, hay varios sospechosos y subtramas que despistan, pero la resolución es de manual y simplista. Según trascendió, el estudio intervino demasiado en el corte final de la película, y la versión original del director quedó totalmente alterada. Esto, desgraciadamente, se nota. Los que vayan a buscar un thriller convencional tal vez logren entretenerse durante dos horas. Los que vayan a sorprenderse con lo nuevo del realizador de la excelente "El topo" (2011) seguramente saldrán decepcionados.
A la altura del mito Encarar una secuela de "Blade Runner" (1982) —la película de Ridley Scott que con el tiempo se convirtió en un filme de culto— significaba a priori más que un desafío. ¿Quién iba a estar a la altura de una película tan influyente dentro del género de ciencia ficción? Hollywood se ha equivocado mucho con las secuelas, pero en "Blade Runner 2049" encontró todas las respuestas correctas: el director Denis Villeneuve ("La llegada", "Sicario"), los guionistas Michael Green y Hampton Fancher (que también escribió la original), el genial director de fotografía Roger Deakins y dos actores que calzan perfecto en sus personajes: Ryan Gosling y Harrison Ford. Villeneuve consigue continuar la estética y el espíritu de la película original, con su tono de futuro apocalíptico y policial negro, pero a la vez expande visualmente ese universo y, lo más importante, tiene una historia para contar. Acá los personajes vibran y se conectan en una historia intensa, que profundiza en aquellos interrogantes de los años 80: un futuro de explotación, de incertidumbre y de deshumanización. No hay espacio aquí para adelantar nada de la trama, pero hay que remarcar que es conveniente repasar el filme original para refrescar el origen de algunos personajes. Tal vez lo único reprochable de "Blade Runner 2049" sea su metraje excesivo (163 minutos), pero es disfrutable el viaje completo para llegar al final, que es inolvidable.
“¡Madre!”, el ego insaciable El cine de Darren Aronofsky nunca fue fácil de digerir. Aún en sus mejores momentos (“Pi”, “Réquiem por un sueño”, “El cisne negro”), el director neoyorquino se mueve en los extremos y genera controversia. “¡Madre!”, su nueva película, viene a confirmar esta regla, pero esta vez el resultado general es desparejo. Aronofsky construye una alegoría desbordada sobre el ego insaciable de los artistas y la gente que termina viviendo a su sombra. El fin es interesante, los medios son cuestionables. En el centro de la historia hay una pareja que vive en una casona en medio del campo. El (Javier Bardem) es un poeta (aparentemente reconocido) que está pasando por un bloqueo creativo. Ella (Jennifer Lawrence) es una ama de casa dedicada y musa inspiradora, que pasa sus horas reconstruyendo el viejo caserón después de un incendio. Un día llegan al lugar visitantes inesperados: un admirador del poeta y su mujer, una extraña dupla que termina resultando una amenaza para la protagonista. “¡Madre!” es, en esencia, un derroche de recursos cinematográficos: la película arranca como un thriller psicológico, suma elementos del cine de terror clásico (hay referencias a “El bebé de Rosemary” y “El resplandor”) y retoma al final su tono alegórico. En el medio el director amaga con una sátira disparatada, tira pistas falsas, se excede, derrapa y por momentos se vuelve a levantar con la invalorable ayuda de los actores (tanto Lawrence como Bardem están fantásticos). Todo esto suena como una montaña rusa, y lo es, aunque no hay tanto delirio surrealista como se anticipaba ni tantas imágenes violentas que generen rechazo. Lo molesto es que Aronofsky intenta todo el tiempo despistar y manipular al espectador, y al final, para colmo, subraya el mensaje.
"Retiro voluntario", detrás de los despidos Javier (Imanol Arias) es un ejecutivo español de una multinacional que trabaja en la filial de la empresa en Buenos Aires. Javier gana muy bien, tiene una mujer hermosa y joven y está por ser ascendido. Sin embargo, cuando la empresa le exige que despida a empleados de su sección debido a una supuesta "crisis", Javier se niega, y ahí empieza su calvario. En el medio, como salido de la nada, también aparece un porteño agresivo y vengativo (Darío Grandinetti), que por un simple error comienza a perseguir al ejecutivo hasta hacerle la vida imposible. Si el argumento de "Retiro voluntario" resulta un tanto difícil de explicar es porque con el guión está todo mal desde el principio. Y en realidad es una pena, porque el planteo de la película es interesante. El guionista y director argentino radicado en Madrid Lucas Figueroa ("Porque hay cosas que nunca se olvidan", "Viral") intenta construir una comedia crítica sobre el mundo de las grandes empresas y los oscuros manejos de sus oficinas de Recursos Humanos. El problema es que nunca lo consigue. Su mirada se queda en la superficie y en el trazo grueso, y los personajes están desdibujados. La verdadera identidad del personaje de Grandinetti, por ejemplo, se revela demasiado tarde, y eso hace que su relación con el protagonista (Arias) parezca caprichosa y ridícula. "Retiro voluntario", además, comete el peor pecado de una comedia: no hace reír. El guión recurre a chistes gastados (las malas palabras, los efectos de un porro, las diferencias entre "gallegos" y argentinos) que rozan lo irritante. Los actores aportan sus años de experiencia y sus firmas (la mayoría son grandes figuras), pero es poco lo que pueden hacer para salvar a esta comedia fallida.
Contra viento y marea El director Diego Lerman viene asumiendo riesgos con temas espinosos. En su anterior película, "Refugiado", abordaba la violencia de género, y ahora, en "Una especie de familia", se concentra en la problemática de las adopciones que bordean lo ilegal. La protagonista es Malena (Bárbara Lennie), una médica porteña que viaja a Misiones para llevarse al hijo que está a punto de dar a luz Marcela (la "no" actriz Yanina Ávila, una revelación), una mujer muy humilde que quiere entregar al bebé en adopción. El bebé nace y todo marcha bien, hasta que aparece un supuesto pariente de Marcela que exige una suma de dinero para que se concrete la adopción. Con una cámara movediza, Lerman jamás pierde el foco emocional de su contrariada protagonista, que de a poco va descubriendo una red de corrupción alrededor de las adopciones, una red tan manipuladora como socialmente aceptada. Su gran aliada en este tour de force es Bárbara Lennie, la actriz española (de impecable acento argentino) que logra llegar al alma de su personaje. Otro punto a favor de la película es su sutil intensidad dramática, desde la cual nada parece forzado. Incluso los elementos de thriller, que aumentan el suspenso en el tramo final, surgen naturalmente de la desesperación de Malena, que lucha entre su deseo inquebrantable de ser madre y un ambiente hostil que desconoce.
"Dos son familia": golpe bajo al corazón Samuel es un mujeriego que vive en Marsella y tiene un trabajo muy relajado: pasea turistas en un barco y organiza fiestas en la playa. Su vida se altera totalmente cuando una de sus amantes casuales aparece con una bebé y afirma que se trata de su hija. La mujer desaparece sin dejar rastro y Samuel debe madurar de golpe para convertirse en padre soltero. Ese es en principio el planteo de "Dos son familia", remake de la comedia mexicana "No se aceptan devoluciones" (2013), que batió récords de taquilla. Respetando el débil guión de la original, la película francesa protagonizada por Omar Sy (toda una estrella en Francia), comienza como comedia y después se transforma en un dramón pasado de rosca que no genera ninguna emoción creíble. Cuando la hija en cuestión ya tiene ocho años, su madre reaparece en escena para reclamar sus derechos. Pero eso no es todo. La historia se tiene reservadas algunas vueltas de tuerca que resultan irritantes. "Dos son familia" no llega a funcionar en ningún aspecto. Como comedia está viciada de estereotipos y chistes trillados, y como drama desbarranca en golpes bajos que rozan el ridículo. Omar Sy y Gloria Colston (la pequeña que personifica a su hija) consiguen una buena química, pero eso no alcanza para salvar a la película.
El cine africano es prácticamente desconocido en nuestro país, y que se estrene en Rosario una película con producción de Túnez, Francia y Bélgica ya es un motivo de festejo. "La amante" llega con buenos pergaminos: ganó el premio a mejor ópera prima y a mejor actor en el Festival de Berlín en 2016, y además está coproducida por los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, directores de joyas como "La promesa", "El silencio de Lorna" o "Dos días, una noche". La película del joven guionista y director tunecino Mohamed Ben Attia se centra en Hedi, un veinteañero tímido y reservado que vive bajo la sombra de una madre autoritaria y trabaja como vendedor en una concesionaria de Peugeot. Hedi se está por casar con una joven a la que apenas conoce, en un matrimonio arreglado por las familias de los novios de acuerdo al ritual musulmán. Pero su destino cambia cuando, en un viaje por trabajo, conoce a Rym, una mujer de 30 años encantadora y liberal que trabaja bailando para los turistas en el hotel donde él se hospeda. A través de la relación con Rym, Hedi empieza a experimentar una sensación de libertad que no tiene nada que ver con la vida gris que lo asfixiaba. "La amante" plantea temas universales (la tensión entre la tradición y la libertad, por ejemplo) con un estilo bastante convencional, pero el director nos mantiene siempre expectantes, a través de pequeños detalles, sobre los dilemas que van estallando silenciosamente en el interior del protagonista. Ese universo privado se manifiesta con gran sensibilidad, y es el mayor encanto de la película. El punto flojo es la falta de atención al contexto político. Sólo en un diálogo se menciona la revolución tunecina de 2010/2011, aunque la desintegración de la Primavera Arabe está flotando en el aire.