Basada en el caso real del guía de montaña Aron Ralston (James Franco), el nuevo filme de Danny Boyle retrata la tortura que debió enfrentar en soledad: tratar de soltarse después de que una piedra cayera sobre su brazo derecho dejándolo atrapado en el fondo de un desolado cañadón del estado de Utah. A lo largo de esos casi cinco días, las eternas 127 horas que pasa inmovilizado, recuerda la relación con sus amigos, su familia, su ex novia y dos excursionistas que conoció poco antes de quedar atrapado… Sin comida, sin agua suficiente y sin elementos de rescate apropiados, Aron utiliza su pequeña cámara de video como bitácora de sus últimos días con vida, hasta que su debilitada mente pone en primer plano una decisión extrema que amenaza con convertirse en su gran salvación. El sorprendente trabajo de Franco como Ralston es la base del éxito de esta propuesta: sin él nada en estos noventa minutos de narración tendría sentido. Boyle tampoco escatima en detalles, ni siquiera los más cruentos, para mostrarnos el infierno físico y mental por el que atraviesa el personaje principal. La edición, inquita, dinámica, moderna y la siempre atractiva música del compositor indio A.R. Rahman componen un combo perfecto.
Una ficticia compañía de ballet de la ciudad de Nueva York se encuentra en pleno proceso de selección del staff encargado de llevar a cabo una nueva puesta, adaptada a los tiempos que corren y con mínimas variaciones coreográficas, del clásico “El lago de los cisnes”. Nina es una bailarina que dedica el ciento por ciento de su día a entrenarse y perfeccionarse, llegando al límite de lo tolerable. Con una madre sobreprotectora y abusiva (que otrora dejara su carrera profesional en la danza para criar a su hija), Nina es seleccionada para las audiciones que Thomas Leroy -el director de la obra- tomará en persona. El rol protagónico requiere de una bailarina que pueda interpretar tanto al Cisne Blanco, con la inocencia y gracia que Nina desborda, y al Cisne Negro, la representación de la astucia y la sensualidad. Es aquí donde entrará Lily, su principal rival a la hora de definir quien de ellas dos será la nueva figura central de la compañía. El compromiso con el papel, el entrenamiento las exigencias para ser las dos caras de la misma moneda harán que Nina pronto pierda la conciencia entre lo que verdaderamente sucede a su alredor y lo que su mente comienza a crear. Tras reposicionar a Mickey Rourke en el mundo hollywoodense, el director de “Réquiem para un sueño” y “La fuente de la vida” vuelve a entregarnos un relato plagado de contradicciones personales, de escenas perturbadoras mental y físicamente hablando (la metamorfosis de Natalie Portman en un cisne es maravillosa). El trío conformado por Portman (quien tiene todas las fichas puestas en la próxima entrega de los Oscars), el francés Vincent Cassel y la atractiva Mila Kunis es explosivo. Hasta el final uno no sabe, aunque intuye que nada bueno será de la partida, cómo se revelarán estos personajes.
En las inmediaciones del Lago Victoria, un área de excavación de restos de la era mesozoica se encuentra abandonado y fuera de la consideración de sus vecinos, hasta que un sismo libera cientos de pirañas prehistóricos famélicas de carne. Poco importa si es humana o no. Distintos grupos de personas (estudiantes celebrando el Spring break, un grupo de documentaristas, dos niños abandonados por su hermano mayor y un equipo televisivo de programas eróticos) deberán evitar ser comidos mientras la sheriff del pueblo y un neurótico científico –interpretado por Christopher Lloyd- intentan descubrir el modo de acabar con las pirañas. Dirigida por Alexander Ajá, el mismo de la muy buena pieza de terror francés “Alta tensión” y de las remakes de “Despertar del diablo” y “Espejos siniestros”, el realizador resignó creatividad y su capacidad para crear climas opresivos y tensos con tal de subirse al tren de las tres dimensiones. Homogeneidad de planos, tomas subacuáticas que no difieren mucho unas de otras, personajes cuya única habilidad es correr directo hacia el centro del peligro y pirañas mutantes computarizadas al extremo hacen de este filme una pieza fácilmente olvidable.
Recién llegado a Berlín en compañía de su esposa y listo para ser parte de un simposio de novedades biotecnológicas, el Dr. Martin Harris (Liam Neeson) sufre un accidente automovilístico que lo deja en estado de coma durante cuatro días. Perturbado, cuando abre los ojos nuevamente descubre que nadie ha hecho la denuncia por su desaparición y que su mujer no está a su lado en el hospital. A medida que recuerda retazos de información, los hechos previos al choque van tomando forma y sabe con certeza en qué hotel se encontraba hospedado. Sin embargo, cuando informa de lo sucedido en la recepción del lujoso establecimiento, el equipo de seguridad le comunica que el Dr. Martin Harris no ha desaparecido y que se encuentra en perfectas condiciones de salud. Otro hombre ha adoptado su identidad y con la única y renuente ayuda de su taxista (Diane Kruger) se mete de lleno en este misterio que le hará cuestionarse su cordura y su verdadero propósito en la capital germana. Poco inspiradas persecuciones automovilísticas, un deslucido Neeson y una historia plagada de interminables giros "supuestamente sorprendentes", terminan de conformar una historia de suspenso, terrorismo y acción a medio camino de cualquier lugar.
Inspirada en hechos reales, “The Rite” narra la historia de Michael Kovak, un estudiante de seminario enviado al Vaticano para ser parte de un curso que intenta develar los pormenores del rito del exorcismo, práctica que la iglesia intenta instaurar nuevamente. A pesar de sus propias dudas sobre la veracidad de estas prácticas, de la desconfianza que le genera el tema (asegura que en todos los casos la ayuda de un psicólogo es más importante que la de un sacerdote) y de su cada vez más decreciente vocación religiosa, Michael decide conocer al Padre Lucas (Anthony Hopkins). Este heterodoxo sacerdote realizó cientos de exorcismos y será su mentor en el arte de retirar el demonio de los débiles cuerpos humanos poseídos. Los sucesos que le mostrará el Padre Lucas harán que Michael vislumbre un fenómeno inexplicable e incontenible: el demonio es aún más violento y persistente cuando los que lo rodean no creen en su existencia. Este nuevo largo del sueco Mikael Håfström encuentra en la interpretación de Anthony Hopkins uno de sus puntos más fuertes (los últimos treinta minutos son una versión exacerbada de todo el despliegue histriónico del que hizo gala en la composición del doctor Hannibal Lecter veinte años atrás). El escueto pero logrado uso de los efectos visuales también merece ser destacado. Sin embargo, todo en “El Rito” (que desde hace dos semanas, fecha de su estreno norteamericano, se encuentra al tope de la taquilla de ese país) parece que le faltara unos minutos más de cocción. No es por sus varios puntos de contacto con “El exorcista” o que por momentos tenga un planteo idéntico a la reciente e independiente “El último exorcismo”: a los amantes del terror “visual” les faltará escenas propias del género y a quienes se enganchen con el costado “serio” del relato los decepcionará su segunda mitad. Las casi dos horas de proyección también se hacen sentir.
Ree Dolly (una increíble actuación de Jennifer Lawrence) es una adolescente de 17 años que se propone encontrar a su padre, un convicto que puso el valor de su casa como fianza y luego desapareció sin dejar rastro. La responsabilidad sobre el futuro de su familia está sobre sus hombros, debiendo enfrentar el riesgo de llegar a perder su hogar y la relación con sus pequeños hermanos. Ree comienza una búsqueda sin tregua para desenmascarar mentiras, superar las evasivas de los vecinos y sobreponerse a las amenazas planteadas por su entorno para reconstruir la verdad sobre el paradero de su progenitor. La apuesta independiente en la carrera por los Oscar de este año (cuenta con cuatro nominaciones a mejor filme, actriz, actor de reparto y guión adaptado) es un thriller dramático basado en la novela de Daniel Woodrell. La historia, de un clima marginal extremo, pone el foco en esta familia desmembrada y en el tesón de la hermana mayor por evitar el sufrimiento de los más pequeños, a los que en una cruda escena enseña a usar un rifle “para que puedan defenderse”. El inhóspito entorno que los rodeo, tanto geográfica como humanamente hablando, hacen de la misión de Ree un verdadero tour de force. Imperdible el momento en que la protagonista intenta alistarse en el ejército como modo de salvar su familia.
Jaime es un buscavidas que aún no termina de decidirse por ninguna profesión. Después de haber abandonado sus estudios de medicina y rotar por decenas de empleos mediocres, termina siendo contratado como visitador médico de la farmacéutica Pfaizer. En uno de sus constantes asedios a los médicos, conoce a Maggie moza durante las mañanas y artista en las tardes, quien padece Mal de Parkinson. La mayoría de las relaciones van del amor al sexo, pero esta comienza al revés y terminará en una inesperada historia de amor para nada convencional. Ambientada en los ahora lejanos años noventa y en el competitivo mundo de las grandes compañías farmacéuticas, esta adaptación del libro que relata el surgimiento del viagra y la comercialización de dicha pastillita azul, el filme no es sólo una comedia romántica. Es también una crítica al sistema médico norteamericano el cual, además de atención defectuosa en muchos de los servicios sanitarios, posee precios tan elevados para los medicamentos que obliga a los ciudadanos menos pudientes a viajar hasta Canadá para conseguir el mismo fármaco pero a valores más razonables. La buena pareja que componen Anne Hathaway y Jake Gyllenhaal, con elevadas dosis de química y erotismo entre ambos, no alcanza para disimular los extensos 112 minutos de metraje. Por consiguiente, es demasiado notorio el cambio de tono entre la primera y la segunda mitad de la historia: toda la frescura, comicidad y sexualidad de los sesenta minutos iniciales se transforman en un inesperado drama que coloca a la enfermedad de Maggie y su inestabilidad emocional en el centro del relato. La calificación está dada en mayor medida por todo lo que la película se propuso y no tanto por sus resultados finales.
La escritora Jennifer Hills decide alquilar una cabaña perdida en el medio del bosque y a orillas de un lago para radicarse allí durante algunos meses para abocarse a la escritura de su nueva novela. Aislada, concentrada en el trabajo y provista de su ración justa de vino tinto y marihuana, no tuvo en cuenta que un grupo de inadaptados enemistados con todo aquel proveniente de la “gran ciudad” no iba a dejar pasar la oportunidad de hacerle la vida imposible. Violada y humillada hasta límites insospechados, logra escapar por casualidad, dejando a sus captores convencidos de que ella ha muerto. La venganza recién estaba a punto de comenzar. Esta remake de “I spit on your grave” estrenada en 1978, considerada de culto por los fanáticos del gore y censurada –en su momento- en varios países debido a su crudeza extrema, no defraudará a los fanáticos de la cinta original. Si bien es cierto que el momento de “la venganza” se demora un poco, cuando Jennifer comienza a cobrarse una a una todas las vejaciones que le infringieron, no hay desperdicio. “Escupiré sobre tu tumba” es una digna representante de su género.
Lemuel Gulliver (Jack Black) es el empleado más raso dentro de la estructura jerárquica de su empresa: reparte la correspondencia de gerentes, editores y redactores del periódico para el cual trabaja desde hace más de diez años. Malentendido mediante, es enviado a cubrir una nota de la sección turismo relacionada con el misterio del Triángulo de las Bermudas. La tormenta arrastra su pequeña lancha hasta un remolino gigante y, tras despertar de la conmoción, descubre que se encuentra siendo prisionero de los minúsculos habitantes de un tierra desconocida llamada Liliput. Tras demostrar su falta de agresión hacia los diminutos humanos, Gulliver es tomado como un héroe protector que los defenderá de todos los males que hay más allá de la “bruma” en la isla “de la que nadie ha retornado”. Pero el jefe del ejercito sospechará de la verdadera naturaleza del visitante y comenzará a indagar e el verdadero origen de Gulliver. En versiones subtituladas, dobladas al español, en dos dimensiones y en salas especializadas en tecnología 3D, el film presentado por 20th Century Fox viene con ganas de seducir a un amplio rango de públicos, y no hay duda que cuenta con potencial para hacerlo. Una colega me dijo que existen dos tipos de películas infantiles: aquellas en las cuales los adultos nos entretenemos tanto como los niños, y otras en las que solo somos simples acompañantes. “Los viajes de Gulliver” forma parte de este segundo grupo.
Ali (Christina Aguilera) llega a Los Ángeles desde su pequeño pueblo carente de oportunidades para las generaciones jóvenes. A falta de trabajo y conciente de su enorme potencial como cantante, decide probar suerte en el Burlesque Lounge, un club de revista musical donde todas las noches las chicas deslumbran al público desde un pequeño escenario. Administrado de mala manera por Tess (Cher), el lugar tiene serios problemas económicos de difícil resolución en el horizonte próximo. Sin embargo, Ali es contratada como camarera. Tras varias semanas, y ante la necesidad de encontrar una corista suplente, Ali enfrenta un casting a cargo de la propia Tess y de su asistente artístico Sean (Stanley Tucci). Todos los artistas del lugar están convencidos que Burlesque Lounge vive para deslumbrar, fascinar y lograr que los sueños se hagan realidad, pero una sola persona, por más increíble que sea su voz, puede llegar a no ser suficiente para mantener el negocio a flote. El debutante director Steven Antin tiene un estilo tan básico y poco arriesgado que hace que todos los “homenajes” a filmes como “Chicago”, “Moulin Rouge”, “Coyote Ugly”, “All that jazz” y el 80% de su estructura tomada de “El diablo viste a la moda” suenen más a copia deslucida que a verdadera admiración. Cher y Tucci poseen el oficio de siempre, la cantante Christina Aguilera hace su debut en cine sin demasiadas sorpresas (su excelencia musical ya es bien conocida fuera del celuloide) y a Kristen Bell se la nota más incómoda que nunca. Si bien los cuadros musicales reflotan gran parte del tedio que producen los fragmentos actorales, estas canciones (dos de ellas nominadas a sendos premios, entre ellos a un Globo de Oro) no hacen más ligera las dos horas de proyección. Una verdadera desilusión.