Cartelera 1030-Radio Del Plata AM 1030 El Cascanueces y los cuatro reinos es una película de los Disney Studios, la cual está basada en el cuento "El cascanueces y el rey de los ratones" (Hoffmann) y el famoso ballet "El cascanueces" de Petipa con música de Chaikovski estrenado en 1982.El universo diegético que propone este filme posee varias semejanzas tanto a nivel temático como estético con otros filmes como El mago de Oz (1939) , Las crónicas de Narnia (2005) y Alicia en el país de maravillas (2010)/ Alicia a través del espejo (2016). Si bien el despliegue visual y estético de la película a través de sus escenografías y vestuarios es de un bellísimo deleite visual, a nivel narrativo la película carece de argumentos con una trama poco sorprendente, simple y zonza. Asimismo, sus personajes carecen de profundidad psicológica, al no tener verdaderas motivaciones que justifiquen su comportamiento sobre todo el de la villana en cuestión. Sólo tiene un cambio de tuerca que evidencia que las apariencias engañan. Ninguno de los actores llega a lucirse con sus personajes debido a lo dicho anteriormente y a qué todos parecen una maquietta superficial, un eco de algo que ya hemos visto en otros filmes. Una pena que no se aproveche tampoco la hermosa música del gran Chaikovski, la cual aparece de forma muy escasa y fragmentada. En conclusión, una intención fallida de Disney de realizar una nueva versión de este clásico literario y previo al modernismo ruso del ballet. Calificación: 1 y medio/5 ⭐ Denises (30/100%)
Retrato de la genialidad de un bohemio Después de algunos avatares en el rodaje, por fin ha llegado Bohemian Rhapsody (2018), biopic del carismático Freddie Mercury que relata gran parte de la historia del grupo musical Queen. A pesar de centrarse en el vocalista del grupo, este largometraje dirigido por Bryan Singer -Los sospechosos de siempre (The Usual Suspects, 1995), X-Men (2000)- otorga gran lucimiento y protagonismo a cada uno de los integrantes del conjunto: Brian May, John Deacon y Roger Taylor, mostrando el trabajo en equipo de estos jóvenes creativos, talentosos e innovadores, quienes fueron un paso más allá pensando también en el público, y su participación dentro de los recitales. Bohemian Rhapsody inicia en los momentos previos al Live Aid en 1985, el histórico concierto a beneficio del que Queen formó parte, que marcó un antes y un después no sólo en la agrupación, sino también en la historia de la música. Este concierto funciona como apertura y clausura del relato, dándole una estructura cíclica que resulta más que efectiva. En el medio, un flashback sitúa la narración en 1970 para contar los comienzos de Queen y su rápido ascenso y popularidad de forma entretenida, mediante sensaciones cambiantes e incluso, una pícara comicidad acertada y eficaz. La película recorre como un clásico relato griego el camino del “héroe”, mostrando el rápido ascenso y la soberbia (hybris) a principios de los ´80 de Mercury -sus excesos que remiten inmediatamente a la estética de los dibujos de Tom of Finland- y su posterior redención o reconocimiento (anagnórisis). Este retrato de Freddie Mercury muestra varias aristas de su personalidad sin idealizar sino comprender, admirar y respetar su personalidad. La película narra por un lado la intención de Mercury de renegar de sus orígenes indios, pero por el otro, de identificarse excéntrico y diferenciarse de las multitudes. Un rebelde en sí mismo que, sin embargo, quería ser aceptado por la sociedad inglesa. La interpretación de Rami Malek es sorprendente a nivel corporal y expresivo. En ella, vemos al actor y al personaje al mismo tiempo, es decir, no olvidamos que es Malek pero al mismo tiempo es Mercury, tal como sucedía en Gilda: No me arrepiento de este amor (2016) con Natalia Oreiro. En algunas escenas en las que Malek está de espaldas causa impresión ver a Mercury en ese cuerpo. Es pertinente aclarar que Malek no canta sino que hace playback durante las canciones, como una forma de reconocer la personalidad única de la voz de Mercury y como decisión estética de distanciarse de la mera imitación. Mientras que los críticos norteamericanos han tildado de “idealizada” a la película, se la considera en oposición una representación sensible que no cae en lugares comunes. Tampoco en la necesidad de dar explicaciones utilizando el poder de la sugerencia, sobre todo con respecto a la sexualidad de este hombre que supo ser más que un compositor, cantante, músico e intérprete. En definitiva, un inigualable performer, un verdadero showman.
Manteniendo la estética de la primera Halloween (1978) del gran Carpenter -incluso desde la tipografía de los créditos iniciales y la música- esta nueva entrega de la saga dirigida por David Gordon Green mantiene una estrecha unión temática con los filmes de 1978 sobre todo y su continuación de 1981, aunque en esta última el final no será tenido en cuenta por todas las versiones posteriores. Puesto que, el asesino en cuestión sigue siendo el mismo Michael Myers. Con un inicio en el que un par de investigadores se acercan al asesino serial que se encuentra en una institución mental (lo cual remite, salvando las distancias, al filme "El silencio de los inocentes) y quien posteriormente escapa, representa una amenaza para todo el pueblo y sobre todo Laurie Strode (interpretada por la notable Jamie Lee Curtis, en el mismo papel que la hizo famosa en 1978) quien no ha podido dejar el trauma atrás. En esta ocasión dos nuevas generaciones de mujeres fuertes, su hija y su nieta, se suman a esta historia de terror que una vez más acontece en la noche de Halloween. En dónde su característica máscara será el detonante (como dirían en la serie "Criminal Minds"). La película si bien al comienzo victimiza a los pacientes o presos de la instituciomental, luego mostrará que todo tiene consecuencias, y al igual que en 1978 se mantendrá la idea del origen injustificado de la maldad y del deseo de asesinar del pequeño Michael, que ahora ya es un hombre que sigue fiel a su instinto criminal, sin necesidad de explicar la pulsión de sus acciones. En conclusión, Halloween (2018) si bien la primera entrega de 1978 es inigualable por el manejo de Carpenter, esta última entrega de Halloween es muy digna y conserva la esencia de aquella. El espectador estará constantemente intrigado ya que hay un excelente manejo del suspenso, y más de uno pegará un saltito en la butaca. En adición, el filme posee dos pequeñas vueltas de tuerca que sorprenden hasta al más avido espectador.
Pinceladas sobre un Gauguin insaciable El largometraje Gauguin: Viaje a Tahití (Voyage de Tahitiaka, 2017) pertenece al género biopic, basado en el artista plástico posimpresionista Paul Gauguin, el cual se centra en su primer viaje y estadía en Tahití. El film invita al espectador a sumergirse en un colorido viaje que comienza en 1891, junto con el personaje del pintor, interpretado por el siempre convincente Vincent Cassel. Es pertinente mencionar que existen al menos tres películas previas sobre Gauguin dos de ellas de formato televisivo: Gauguin, the savage (1980) y el documental Gauguin: The Full Story (2003), y Oviri (1986). En ambas películas de los ´80, el viaje a Tahití tiene importancia, pero Gauguin: Viaje a Tahití se centra en esa experiencia en sí misma. Gauguin cansado de la rutina parisina, la vida precaria del artista y de la rutina, decide marcharse a un sitio completamente distinto en busca de inspiración influenciado por la “moda Europa” de aquel entonces del interés por otras culturas. Sin embargo, no todos sus colegas estaban dispuestos a hacerlo, en dicho sentido Gauguin: Viaje a Tahití refuerza constantemente la rebeldía y necesidad de búsqueda constante de Gauguin. Al parecer el film está basado en su diario de viaje titulado Noa Noa y algunas cartas suyas. Al llegar a Tahití no todo es como se imaginó, su situación económica sigue siendo complicada, a pesar de que allí es un europeo, en una colonia francesa. Todo cambia cuando conoce a la joven Tehura, nativa del lugar, quien será su musa inspiradora. El relato construye entonces un Gauguin, que, a diferencia de sus colonizadores compatriotas, está dispuesto a aprender e integrarse a una cultura tan distinta, y absorber de ella -y del paisaje- todo lo que pueda para plasmarlo en su obra. Allí el colorido trópico y la saturación de colores, y la temática del lugar, tanto del paisaje como de sus habitantes, se plasmarán en su obra, generando un nuevo lenguaje que se distancia por completo de la tradición europea artística de ese entonces. Gauguin: Viaje a Tahití esboza con sutileza la personalidad del artista en cuestión, resaltando su oposición al crudo colonialismo francés. El cual se representa en el film por ejemplo en las escenas en las que Gauguin se opone a la imposición de la religión cristiana sobre los nativos. Asimismo, se expresa su respeto por dicha cultura maravillado por el “exotismo” y lo “primitivo” de la misma explorando incluso nuevas técnicas como la escultura en madera y el grabado. Quizás, ese respeto por otras culturas tan diversas a la suya, lo haya aprendido de su madre quien era una admiradora del arte precolombino peruano. Además, se hace hincapié en la ideología de Gauguin de producir un arte que sea producto del espíritu y su desprecio por el arte mimético, como mera reproducción de la realidad. En ese viaje antropológico de Gauguin, él encuentra lo que buscaba, es decir, “algo interesante para pintar”. En conclusión, Gauguin: Viaje a Tahití representa un momento crucial de la vida del artista, de forma no idealizada puesto que también muestra sus egoísmos para con sus parejas sentimentales, e incluso su falta de racionalidad por momentos. La película simboliza de forma implícita las diferencias culturales, de género y clase acompañadas de una belleza formal más que destacable. Es un film ideal para amantes de las artes visuales, que muestra varias aristas de la personalidad de Gauguin, a quien en definitiva esa misma curiosidad y exploración que hicieron que no sea reconocido en su tiempo, lo convierten en uno de los artistas más importantes en la historia del arte y, al igual que su contemporáneo Van Gogh, obtiene su verdadero reconocimiento post mortem.
Crítica emitida en Cartelera 1030-Radio Del Plata sábados de 19:15-20hs.
Marilyn es una película basada en la historia de Marcelo Bernasconi, la cual expone la falta de comprensión y contención hacia un joven homosexual, que desea travesti ese, en un contexto rural y conservador. La inteligencia de su director Martín Rodríguez Redondo reside en no juzgar al protagonista sino en desarrollar su identidad de género y la discriminación que éste padece. Este relato atrapante y sorprendente, debido a sus ritmos e intriga, aún para quiénes conocen lo acontecido en el 2009, resulta impredecible. En #Marilyn se representa un sociedad con valores retrogrados y violentos que empujan a la represión y el abuso. No casualmente en una noche de carnaval será cuando Marcos se permita ser Marilyn, cuando se sienta libre y deje salir lo reprimido. En la cotidianidad de esa comunidad Marilyn no puede hacerse presente porque encarna la otredad que esa sociedad no quiere se exprese, en el sentido de lo #queer entendido según Bolívar Echeverría como “(…) el atributo distintivo de un comportamiento que, sin ser de este mundo, se atreve a hacerse presente en él, sin tener cabida en la realidad, tal como es puesta por la civilización de la modernidad capitalista, se hace sin embargo un lugar en ella”. No se pierdan este doloroso pero necesario retrato de la diversidad de género.
Retrato de un “pecador” ambivalente Una vez más la documentalista Lorena Muñoz, conocida por el público por ser la directora de Gilda (2016), traslada a la pantalla grande la biografía de otro cantante de la música popular, Rodrigo Bueno, un ícono del cuarteto más conocido como “El Potro”, apodo que da título a un film que narra la vida de Rodrigo desde su adolescencia hasta su trágica muerte. Las expectativas con respecto a la película eran grandes después de la emotiva y bien narrada Gilda, uno de los mejores largometrajes del reciente cine argentino. Por ende, las comparaciones son inevitables tratándose del género de la biopic sobre dos ídolos de la cultura popular con varias similitudes en sus vidas -como una prematura muerte trágica- y ambos proyectos dirigidos por Muñoz y guionados por ella junto a Tamara Viñes. La película tiene un inicio más que interesante desde un ring de boxeo, emblema de los recitales del cantante en el Luna Park (Gilda en cambio comenzaba con el funeral de la protagonista), una pasión que más tarde se aclarará fue heredada de su padre, interpretado de forma verosímil por Daniel Araoz, al igual que el amor por la música. A diferencia de Gilda, Rodrigo Bueno tuvo el apoyo de todo su entorno familiar para dedicarse a la música. Es así cómo comienza su carrera el joven interpretado en todo el relato por el debutante Rodrigo Romero, el cual es más que un hallazgo no sólo por su physique du rol sino también por su talento a nivel interpretativo, vocal y corporal. Al igual que Natalia Oreiro, quien supo imitar bien a Gilda, Romero calca las gesticulaciones de Rodrigo, en dicho sentido hay un acierto claro en la dirección de actores además del talento de sus intérpretes. El personaje de Rodrigo es representado a través de una clara ambivalencia entre un ser enamoradizo y tierno y por otro lado un hombre desmedido y desconsiderado. Esta concepción dual del carácter del protagonista es acentuada mediante el binomio “ángel y demonio”, lo cual puede evidenciarse en el pelo al comienzo, largo, ondulado y angelical, y posteriormente el cabello corto que evidencia su paso a la adultez y la ambigüedad representadas desde la simbología del color, con el cabello celeste (lo angelical) y el cabello rojo (la pasión, lo infernal). Asimismo, la dicotomía reaparece en la oposición entre su representante Oso, catalogado en el film como su protector, en contraposición al llamado irónicamente Ángel, personaje que lleva al cantante por el mal camino al otorgarle droga en reiteradas veces. Por último tenemos el contrapunto entre las mujeres más importantes de la vida de Rodrigo, Patricia, la joven “inocente” que encarna el amor y el mandato familiar, de aspecto físico naif y cabello oscuro, y Marixa, la mujer pulposa y exuberante, rubia pasional perteneciente al mismo “ambiente de perdición” de la música popular. Al respecto, una objeción que puede hacerse al film es la caracterización distante del parecido físico con la real Marixa Balli, quien realmente es morocha: si bien para algunos puede ser un detalle, la crítica está en que en una biopic o todos los personajes son caracterizados a semejanza de las personas reales en quienes se basan, o ninguno. Además tenemos una actuación poco convincente de Jimena Barón, su errada caracterización por parte de los realizadores ataca la credibilidad, problema similar al de otra biopic reciente, Tita (2017)… salvo que los personajes en cuestión que se alejan del original real sean personas poco conocidas por el público, y ese por supuesto no es el caso de Marixa Balli. Más allá de la polémica respecto a la película y la queja de algunos de sus familiares o personas involucradas en la vida del cantante, resulta pintoresca la caricatura del personaje de Beatriz Olave, interpretada correctamente por Florencia Peña. Un acierto de El Potro (2018) es la elección del repertorio musical, cuyos temas están situados de forma que refuerzan la narración. A pesar de ciertos problemas como una ocasional falta de fluidez del relato, ciertas reiteraciones obvias, la ausencia de un clímax y la presencia de un final abrupto e insatisfactorio sin salida poética (a diferencia, una vez más, de la acertada clausura de Gilda), se valora el riesgo. Siempre es toda una apuesta realizar un biodrama de una figura popular y aún más de un personaje con tantos matices y controversias. Después de todo, ese es el mensaje principal de El Ciudadano (Citizen Kane, 1941), todo depende del punto de vista desde el cual se cuente la historia, y en este sentido El Potro es condescendiente con quienes han otorgado los derechos para que pueda realizarse el largometraje, Patricia y su hijo Ramiro. En conclusión, hablamos de un film entretenido pero fallido en los aspectos anteriormente mencionados, incluso así es atractivo de ver por lo emblemático de la vida de Rodrigo y además por su notable talento y carisma, quien además -al igual que Gilda- era también compositor de sus canciones. El Potro representa el rápido ascenso y la gran popularidad del cantante, exitoso tanto con las mujeres por su seducción y apariencia, como lo suficientemente carismático para agradar también a los hombres. En conclusión, estamos ante el racconto de las consecuencias del éxito y la desmesura del protagonista: el sexo, las drogas, el alcohol y los desbordes de la vida nocturna musical, una que terminó tempranamente a los 27 años, por lo que se podría decir que el músico forma parte del triste “club de los 27”.
Culpable hasta que se demuestre lo contrario Acusada es el segundo largometraje de Gonzalo Tobal (Villegas, 2012), el cual narra la historia de Dolores Dreier (Lali Espósito), una joven acusada de matar a su mejor amiga Camila. El relato in medias res inicia dos años y medio después cuando la joven Dolores espera el juicio aislada en su casa junto a sus padres (interpretados por Leonardo Sbaraglia e Inés Estévez) y su hermano menor. En consecuencia, el resultado es una trama anacrónica, con vaivenes temporales, en la que la información se dosifica de forma interesante generando intriga en el espectador y una tensión constante, pues deseamos saber qué fue realmente lo acontecido el día del crimen. Dolores, el segundo personaje protagónico cinematográfico de Lali Espósito (Permitidos, 2016), ya no es la misma que solía ser, el espectador sólo conoce de ella las secuelas que el trauma ha ocasionado y la desconfianza posterior acentuada por el entorno de las jóvenes y la mirada social cuya opinión es manejada a través de los medios masivos de comunicación, que como la mayoría de las veces están más preocupados por sacar provecho de la situación que por la transmisión más objetiva posible de los acontecimientos. Acusada se preocupa principalmente por generar empatía con la protagonista y por exponer lo que padece esta joven que parece ser acusada injustamente por el crimen. Resulta pertinente detenerse un momento en un análisis breve: la elección del nombre Dolores no es nada azaroso ya que ella parece estar predestinada al sufrimiento. A su vez su apellido suena igual que el del director de cine Carl Theodor Dreyer, realizador de La Pasión de Juana de Arco (1928), film que se centraba en el juicio de la heroína francesa representándola como una mártir, y quien también fue acusada injustamente. Es interesante -salvando las distancias- trazar este paralelismo, puesto que incluso la Juana de Arco de Dreyer desde la caracterización física tiene el cabello rapado, en Acusada Dolores al momento del juicio se cortará bien corto el cabello, pero en esta ocasión por motu proprio como un gesto de rebeldía o cierta necesidad de transformación y evidenciar que lo acontecido la ha cambiado. Este drama con elementos del thriller y cierta reescritura del género policial -en el terrible sentir de Dolores y las tensiones en su entorno familiar- expone otras temáticas como la distribución de la información por parte de los medios de comunicación, la validez del sistema jurídico, las estrategias del derecho penal, etc.; todos esquemas e instituciones sociales que en el film refuerzan las dicotomías: culpable/ inocente, falso/ verdadero, apariencia/ profundidad, verídico/ creíble, superficial / interno, protección/ encubrimiento, etc. En conclusión, Acusada es una propuesta seria dentro de la cartelera nacional, la cual resulta entretenida y convincente. Sin embargo, a pesar de las correctas y verosímiles actuaciones de Lali Espósito, Daniel Fanego, Inés Estévez y Leonardo Sbaraglia, hay algo en el entorno familiar de la joven que no termina siendo tan atrapante como se pretende, no hay tantos secretos al contrario de lo que enuncian los afiches, “todos ocultamos algo”, así como tampoco hay otros sospechosos. Solo se sugiere un segundo sospechoso a través de la mirada de la protagonista y éste está fuera de la escena. Quizás esto sea para enfatizar la agonía de Dolores, todo recae en ella. Por último, otro de los aciertos de Acusada es en esos últimos minutos, el dejar pensando al espectador -al igual que a su protagonista- frente a la metáfora de la existencia en la ciudad de un felino salvaje (la cual entenderán al ver el film), alegoría que podría ser interpretada como el tema central del relato sobre la verdad y la credibilidad, ¿cuál es la verdad? ¿Hay una sola verdad? Al aparecer el felino, la verdad ha salido a la luz…
¿Qué es lo que saben? Todos lo Saben (2018) es un largometraje del director iraní Asghar Farhadi, conocido por films como La Separación (2011) y El Viajante (2016), quien hoy nos sitúa en una reflexión sobre el mundo globalizado, las relaciones interpersonales, los secretos y los conflictos de clase. A través de una tensión constante, desde el comienzo sentimos que algo va a sucederle a la adolescente Irene, hija de Laura (personaje interpretado por Penélope Cruz) y de Alejandro (Ricardo Darín). Dicha pareja representa una de las posibilidades del mundo actual: un matrimonio cuyos integrantes poseen distintas nacionalidades, en este caso un argentino casado con una española, ambos viviendo en Argentina. Laura por su parte sigue en contacto con los suyos y viaja con frecuencia a España. En esta oportunidad el relato inicia cuando ella ha viajado sola con motivo del casamiento de una de sus hermanas. Para ella y sus dos hijos todo es familiar en el pueblito rural de turno, es como un segundo hogar. Al volver a su país natal, Laura se reencontrará con su pasado y emergerán secretos, rencores y chismes, tan añejados como los vinos de esas tierras y siempre bajo la premisa popular “pueblo chico, infierno grande”. Así aparecerán problemas inconclusos de antaño que vuelven y tienen consecuencias vitales en el presente. Se acentúa la tensión inicial una vez desencadenado el secuestro de la joven Irene, el cual desata el conflicto de las relaciones interpersonales del film. Mientras discusiones sentimentales y económicas sobre el presente y el pasado se desarrollan, la mayoría del círculo íntimo de Laura parece estar inmóvil, inactivo frente al suceso. Sin embargo su novio de la adolescencia y amigo de la familia, Paco (Javier Bardem), es quien toma las riendas del asunto y junto con Irene hacen avanzar la acción. La película posee varias capas de lectura que convergen, por ejemplo expone conflictos de clase: Paco es hijo de los sirvientes de la familia de Laura y él logró su ascenso social, ahora es terrateniente, lo cual genera ciertos recelos por parte de la familia de Laura, cuya familia pasó de la prosperidad a ser un clan en decadencia. Una vez materializado el secuestro, el espectador sentirá que se encuentra frente a una relectura del género detectives o policial intentando descubrir quién ha capturado a Irene, pues parece ser que todos son sospechosos y que los secretos bien guardados del pasado tienen un vínculo peculiar con el hecho. A través de Paco y de un personaje delegado (un ex-policía), el espectador accederá a la información que le permite ir acumulado las piezas de esta intrigante historia, la cual resulta muy atrapante debido a lo bien que está dosificada la información y a su vez a la excelsa técnica y estética que posee la película. Por último, la propuesta responderá al interrogante retórico del título, ¿qué es lo que todos saben? Nuevamente cobra importancia el dicho popular “pueblo chico, infierno grande”, en donde todos los secretos y la utilización por parte de algunos de los personajes de esos mismos arcanos ha podrido la ciudad, por ello en el final mediante el agua que baña las calles los secretos salen a la luz y el pueblo parece limpiarse. Pero el film deja el interrogante, ¿es posible volver al orden restablecido?
Un melodrama de madre y hermanas simbióticas Ha llegado a la cartelera nacional La Quietud (2018), el último film de Pablo Trapero (director de Mundo Grúa, Leonera, Carancho y El Clan, entre otras). La Quietud narra una historia familiar en donde sus tres protagonistas son una madre y sus dos hijas, quienes justamente hacen avanzar la acción. Mientras que el hombre de la familia es enjuiciado por la dudosa adquisición de sus bienes durante la última dictadura militar argentina, las tres mujeres en cuestión lidiarán también con conflictos personales que poseen una prehistoria desconocida en inicio para el espectador. Este matriarcado está liderado por Esmeralda, personaje interpretado con un excelente y requerido don de mando por parte de Graciela Borges, y compuesto además por sus dos hijas, su favorita Eugenia (Bérénice Bejo) y la hija menor Mia (Martina Gusmán). Desde el inicio del relato se expone el vínculo particular que poseen estas hermanas que son “dos caras de una misma moneda”, no sólo por su parecido físico sino porque son capaces de compartirlo todo, desde la intimidad de la masturbación hasta sus parejas. En dicho sentido, como en la mayoría de los melodramas clásicos, el relato juega constantemente con la figura del doble femenino, sólo que en este caso a diferencia de Rebecca (1940), Más Allá del Olvido (1956) y Vértigo (1958), ambas mujeres están vivas y comparten el mismo tiempo y espacio de la diégesis, y esa figura del doble no se da alrededor de un hombre sino entre ellas. Incluso las hermanas poseen el mismo tatuaje similar al símbolo de piscis, en donde dos peses nadan en sentido contrario y cuya significación es de signo doble o mutable. Por otro lado, La Quietud al mismo tiempo que representa a las hermanas como simbióticas, resalta las diferencias entre ambas: mientras que Mia se ha quedado viviendo con sus padres, Eugenia vive en París y regresa cuando su padre tiene problemas de salud. Es decir, mientras que Eugenia ha podido independizarse Mia ha permanecido cerca del nido familiar. A partir del reencuentro, los resentimientos y secretos del pasado, tanto de sus padres como entre ellas, comenzarán a resurgir y ese espacio, ese escenario, donde trascurre el relato pasará de ser “quieto” y campestre a “inquieto” y salvaje, despertando el instinto de supervivencia más interno de cada una de las protagonistas. Esta inquietud será metaforizada en la luz intermitente de la casona, cuya tensión es constante, evidenciando el estado psicológico y emocional de la familia en cuestión. Mientras que en El Clan (2014) Trapero citaba a Buenos Muchachos (1990) e intentaba imitar el estilo de Scorsese, en La Quietud está más cercano a la perversión melodramática de Almodóvar. Sin embargo, la perversión que en Almodóvar produce fascinación, aquí genera cierto rechazo o turbación constante. Mientras que las mujeres del relato son muy activas y hacen avanzar la acción, los hombres parecen ser inactivos o secundarios sin posibilidad de elección, son como testigos de las decisiones que ellas toman; idea que se sintetiza y enaltece con el ACV que padece el padre de la familia, quien queda postrado e inmóvil tal como el nombre del espacio en el que habita, “quieto”. En consecuencia, las mujeres representan lo salvaje y lo ambiguo de la expresión mediante lo sexual, y por otro lado un accionar interior que no puede ser exteriorizado. La Quietud es un relato distinto a todo lo que conocemos dentro de la filmografía de Trapero, aun así en este melodrama su realizador tiene la necesidad de incluir uno de sus estilemas, un vínculo basado en episodios reales de la historia argentina: la dictadura militar y el enriquecimiento ilícito de esta familia de la aristocracia en decadencia. Al igual que la lamentablemente poco recordada El Dueño del Sol (1987) de Rodolfo Mórtola, quien se adelantaba a su época exponiendo la maldad de un patriarcado y un perverso vínculo de recelos entre hermanos a partir de una herencia, en la que también estaba presente de fondo la dictadura del 76, aquí el matriarcado generará un efecto similar entre las hermanas. En conclusión, La Quietud es un relato interesante que incomoda al espectador, lo cual es llamativo dentro del cine nacional pues se opone a ciertas normativas del ideal de familia y los vínculos intrapersonales, pero si bien la dosificación de la información es atractiva, la coincidencia abusiva del melodrama tradicional resulta aquí algo desmedida o condensada intensamente en la última parte del film, restándole fluidez al relato. La Quietud inicia y clausura su historia con la apertura y cierre de la cerca de la estancia que le da el título al film resaltando el carácter ficcional de lo acontecido y distanciándose de la realidad, a pesar de incluir anteriormente un enfoque interesante sobre el período más angustiante de la historia argentina.