Era mucho mejor “El vengador” del pasado Durante el primer tercio de esta nueva «El vengador del futuro» casi da la sensación de que realmente el director Len Wiseman («Inframundo», «Duro de matar 4») tiene algo serio para aportar al desquiciado mundo del escritor Phillip K. Dick. Lamentablemente, el estilo light, la falta de rigor del guión, y la insistencia del director en darle un papel estelar al personaje secundario que interpreta su mujer, Kate Beckinsale (en el rol que hacía Sharon Stone), terminan confirmando que esto es sólo otra de esas remakes que nadie necesitaba. Con todo, la película tiene sus momentos, y la elección de Colin Farrell como el obrero futurista que sueña con ser un superespía, y tal vez lo sea, ayuda a esbozar un futuro más oscuro y nihilista que el del film original. Es que con Arnold Schwarzenegger como protagonista, necesariamente hacía falta un estilo más irónico, ultraviolento y caricaturesco a la medida de un director tan audaz como Paul Verhoeven, responsable de modificar los límites de autocensura de los grandes estudios hollywoodenses con hitos como «Robocop» o «Bajos instintos». Gran película la «Total Recall» de 1990, llena de humor negro, incorrección política, imágenes asombrosas y, sobre todo, un buen guión con algo que decir. La nueva versión no incluye viajes a Marte, y en cambio inventa un futuro postapocalíptico, donde lo que queda de Europa explota a lo que queda de Australia y Oriente, con una clase obrera esclavizada, grupos terroristas y mucha represión por parte de un estado policial. El look es tan sombrío como estilizado, publicitario, tanto que de golpe estos barrios bajos digitales calcados de «Blade Runner» no parecen tan temibles ni ominosos, sino bonitos sitios pintorescos para ir de vacaciones. La parafernalia visual deslumbra al espectador en las escenas culminantes de acción, pero al tercer tiroteo donde mueren docenas de personas sin que se vea nada de sangre, seguido de obsesiones pasionales sin detalles romántico-sexuales que las justifiquen, y las múltiples incoherencias argumentales de todo tipo no ayudan para nada. Quien no haya visto la película de Verhoeven quizá pueda apreciar más los puntos fuertes del film, pero hasta el público menos exigente terminará notando los agujeros negros del guión, que se acumulan horriblemente hacia el obvio y estiradísimo final. A los fans de la película de Verhoeven hay que avisarles que aquí no sólo falta Marte, tampoco hay gore, sexo, Michael Ironside ni Sharon Stone. Al menos, hay algunas imágenes y situaciones dignas de Phillip K. Dick, que la hubiera detestado más o menos igual que a todas las demás películas que adaptaron su obra.
Revisionismo histórico al estilo siglo XXI Una vez entendido el título del film, no se aceptan quejas. Aquí el asunto tiene que ver con que el presidente de los Estados Unidos que murió asesinado por emancipar a los esclavos negros, en realidad estaba más atento a cazar a los vampiros que dominaban su país de Norte a Sur que por cualquier otra cosa. Solo Tim Burton podría entender la necesidad de contratar a un talento extranjero -el ruso Timur Bekmambatov, autor de la franquicia «Guardianes de la noche»- para filmar tamaño ejercicio de revisionismo histórico, ideado por Seth Grahame-Smith, al que le permitieron adaptar su novela original, tal vez por el excelente trabajo que hizo con el guión de la última película de Burton, «Sombras tenebrosas»). La trama adapta las regla del vampirismo a su conveniencia para que los no muertos puedan interactuar con sucesos históricos propios de la escuela elemental estadounidense. Además, sin importarle mucho las clases de historia, la película empieza a toda superacción, para mejor, aprovechando a tope el 3D digital como sólo lo haría un director ruso que nunca tuvo tantos juguetes tecnológicos a su alcance. Nada mejor en este sentido, ya que hay escenas nunca vistas en un film fantástico, empezando por una antológica estampida de caballos salvajes que sirve de marco a un duelo a muerte con un vampiro (todo en el más contundente 3D). Sin mencionar las distintas variaciones de matanzas de vampiros, o incluso los momentos épicos relativos a la guerra civil, condimentados con los exabruptos fantásticos que surgen del concepto general. Lo mejor es que, a pesar del delirio que supone la premisa argumental que convierte a una figura histórica en cazador de vampiros, el director logra aportar imágenes y climas lo suficientemente fuertes como para que el espectador tema por la suerte del personaje protagónico mucho antes de que ocupe su fatídico lugar en el teatro donde lo asesinaron. Tanto el actor Benjamin Walker como el film en general se sostienen mejor cuando el cazavampiros es un Lincoln joven aún no metido en política que cuando ya es Presidente en medio de la Guerra de Secesión. Pero aun en estos momentos, el delirio mantiene su insensata coherencia, logrando una gran ironía final sujeta a todo tipo de teorías conspirativas contemporáneas.
Cuando lo real asusta más que la ficción El prólogo parece dirigir el argumento hacia el género de los Hostel que tanto han redituado últimamente. Pero esta «Terror en Chernobyl» tiene buenos momentos de horror ecológico que asustan casi más en sus partes realistas que cuando se vuelve completamente fantástica. Es que las imágenes de una ciudad abandonada hace décadas por haber albergado a los trabajadores de Chernobyl basta por sí sola para estremecer al espectador (más allá de que por motivos obvios surgidos de la trama, este film clase B no fue rodado ni por asomo cerca del sitio de la catástrofe atómica más grave de todos los tiempos, sino en ominosos escenarios de Serbia y Hungría), La historia tiene que ver con unos típicos turistas estadounidenses más o menos insoportables recorriendo Europa, que ya en Rusia, deciden postergar su ida a Moscú para hacer algo que un ex militar ruso denomina «turismo extremo para viajeros especiales». La idea es pasar un par de horas en la ciudad lindera a Chernobyl, totalmente abandonada, sin sufrir ninguna consecuencia de exponerse a la radiacion dado que sólo irán a las partes menos contaminadas y durante un tiempo limitado incapaz de constituir un auténtico riesgo para el grupo de turistas aventureros. La primera parte del film que se ocupa del tour en cuestión, apenas condimentado con un par de detalles horribles pero menores, sustos nada más, que el mismo guía turístico no se esperaba, es lejos lo mejor y más original, ya que es verosímil y muy pero muy tenso. Sobre todo, no deja ver al público por qué lado va a venir el terror anunciado en el título local. Luego las cosas se van volviendo auténticamente horripilantes, pero de un modo bastante convencional, aunque el director (un ex encargado de efectos especiales de producciones mucho más costosas que ésta) se las arregla para mantener la tensión y. especialmente, para aprovechar al máximo los atemorizantes decorados de un paisaje urbano abandonado, cuidadosamente mal iluminado para sugerir mucho más de lo que se muestra. Lamentablemente, hacia el final todo se vuelve muy previsible, lo que es una pena, ya que «Terror en Chernobyl» daba para más.
Entretenido delirio animado para adultos Un largo de animación argentino no destinado al público infantil es algo realmente atípico, y Ayar Blasco, con este original «El sol», ya va por el segundo (el primero fue «Mercano el marciano» que realizó junto a Juan Antín). En su primer trabajo de larga duración en solitario, este animador más lunático que sus propias creaciones luce totalmente desencadenado, lo que redunda en una larga serie de escenas alucinantes revestidas del humor negrísimo, totalmente absurdo y por momentos realmente eficaz y divertido que viene caracterizando sus cartoons desde la ya lejana época de la serie «El niño malcriado». En todo caso, este Ayar Blasco libre de todo tipo de ataduras logra algo tan raro como un largometraje animado «sólo apto para mayores de 16 años», de corte apocalíptico, pero con humor y personalidad criollos de pura cepa. Basta decir que en un momento culminante aparece la escoba hechizada de la secuencia «El aprendiz de brujo» del clásico de Disney «Fantasía» bailándose un regio malambo. Ahora, si bien «El sol» da lugar a delirios de todo tipo, especialmente hacia el desenlace, lo cierto es que tiene un argumento bien definido, que empieza con los primeros síntomas del fin del mundo, al menos desde el punto de vista argentino. Algo así como que la gente empieza a tener tan mala onda que hasta los payasos insultan a los niños que deben entretener, algo temible cuando el Piñón Fijo de turno está doblado por el Dr Tangalanga, que se hace cargo de varios personajes, y mandó a decir formalmente a través de su representante que sólo aceptaba participar de la película si lo dejaban decir malas palabras. El caso es que en ese mundo postholocausto nuclear, unos exploradores buscan más vida humana o similar y se encuentran con un lugar llamado Poblar, donde políticos corruptos se esfuerzan por la reproducción humana, acosados por una tribu de caníbales, «Los Bontos» y unos extraños mutantes que realizan espectáculos teatrales (escena donde el director aprovecha para infiltrar personajes famosos del comic nacional). También hay una historia fabulosa sobre la evolución de las papas (es decir el tubérculo con el que se suele hacer puré) en ese mundo deforme, y este detalle sólo bastaría para justificar la visión de esta película extraña, muy breve y muy divertida. Pero aparte están los antológicos rosarios de juramentos de Tangalanga, una muy buena actuación vocal de Sofía Gala -tambien está, más brevemente, la voz de Divina Gloria- y los paisajes formidables del apocalipsis según Ayar Blasco. Eso sí, el final hiperpsicodélico merece más explicaciones que el de «2001, odisea del espacio», y está destinado, sin dudas, al más serio cine debate.
“Batman” con imágenes soberbias y trama excesivamente compleja La tercera y última parte de la trilogía de Christopher Nolan tiene imágenes contundentes pero también una trama demasiado compleja con muchos diálogos de más. Al empezar la película, Batman ha desaparecido desde hace años en una Ciudad Gótica que no lo necesita ya que está libre de crímenes. Es que Batman fue acusado de la muerte del hombre que supuestamente liberó a la ciudad de la delincuencia, y ante tal injusticia no sólo el encapotado sino también su alter ego Bruce Wayne han optado por desa En el caso del millonario, su ostracismo casi lo convierte en una especie de Howard Hughes. El comisionado Gary Oldman y el mayordomo Michael Caine (estos dos actores son una base fundamental en el elenco) creen que hay motivos para que Batman o Wayne vuelvan a salir a la superficie, pero es la hermosa y audaz ladrona de joyas, Selina Kyle (Anne Hathaway) la que logra sacar a ambos de su gruta o su mansión. Una salida que no se detendrá debido al accionar ultraviolento de un archivillano que se roba algunas de las mejores partes del film, Tom Hardy como el musculoso y también enmascarado Bane, monstruoso malhechor con un pasado tortuoso que, lamentablemente, envuelve al argumento con una larga serie de subtramas demasiado complejas y no muy interesantes y que por momentos tiran para abajo las alucinantes escenas de acción. En la práctica, no sólo falta un Guasón brillante como el que animaba el film anterior, sino que hay excesivas referencias a «Batman inicia», sobre todo a la primera parte de aquella primera entrada en esta trilogía de Nolan, y aun cuando el espectador recuerde las referencias constantes que le arroja el guión de «El caballero de la anoche asciende», la verdad es que es preferible quedarse con las impactantes imágenes de acción y los superlativos efectos especiales que ofrece esta película despareja pero con sus buenos momentos. Christian Bale está bien aunque su conversión de millonario convalesciente a superhéroe tarda mucho en concretarse (en realidad toda la película, con sus más de dos horas y media de duración, se toma demasiado tiempo). Y en el elenco hay que destacar a la bella Hathaway como un muy buen proyecto de Gatúbela. Más extrañamente, también aparece un joven policía, Joseph Gordon-Levitt encarnando lo que terminaría siendo un curioso proyecto de Robin, y que promete algo que todos sabemos: que esta trilogía que termina no es un fin sino un nuevo comienzo. En todo caso, hay escenas de violencia y caótica destrucción masiva a ser detenida por Batman como para dejar satisfechos a sus millones de fans, a pesar de que por esta vez el director podría haber moderado sus pretenciones intelectuales.
Sacha Baron Cohen, esta vez, muy poco inspirado Larry Charles y Sacha Baron Cohen, es decir el equipo de la comedia de culto «Borat», vuelven a practicar su estilo de humor políticamente ultraincorrecto, pero lamentablemente esta vez carecen del formato de seudo documental que en aquel film permitía que las peores guarradas fluyeran de un modo espontáneo, casi natural. En cambio aquí solo hay una trama bastante común y corriente con un dictador árabe reemplazado por un doble (ambos interpretados por Sacha Baron Cohen) para que su tío pueda simular una revolución democrática que le permita hacer negocios petroleros. Varado en Nueva York sin la barba sagrada que lo caracteriza, el desalmado dictador encuentra el amor y hasta algo parecido a un rasgo de civilización, todo en medio de chistes tremendamente fuertes muchas veces totalmente incoherentes, y no siempre demasiado eficaces, aunque lógicamente es el tipo de comedia llena de gags, y en medio de la avalancha hay algunos que sí son realmente graciosos. Pero en general en «El dictador» el énfasis está en la incorrección por sí misma, lo que al final no resulta muy sustancioso. Entre lo precario de la trama y el importante porcentaje de chistes poco inspirados, ni el talento cómico del protagonista ni el sólido elenco, donde por momentos brilla Ben Kingsley (el malísimo tío) ayudan a remontar un film mediano, un poco en la veta de «No te metas con Zohan» pero bastante menos logrado. La feroz audacia de algunos gags -sin olvidar la referencia al atentado a las torres gemelas- y algunos divertidos cameos de celebridades interpretándose a sí mismas en situaciones terribles serían los únicos motivos para verla, aunque lo más sensato sería esperarla en DVD.
A Los Tres Chiflados con amor y distorsiones Sin duda Los Tres Chiflados merecen todo tipo de homenajes, incluso este intento de resurrección a cargo de los hermanos Farrelly. Obviamente los directores de «Loco por Mary» concibieron esta deforme recreación de las andanzas de Curly, Larry y Moe desde la más honesta admiración, pero de todos modos su mezcla de remake y tributo al legendario trío delirante y ultraviolento que filmó centenares de cortos clase B entre los años 30 y 50 es, antes que nada, un híbrido por momentos dificil de asimilar, que oscila entre un tono de simpática nostalgia mezclada con desconcertantes distorsiones del trío a homenajear. Una cosa es ver a un actor moderno personificando a un icono del cine en una biopic (digamos Robert Downey Jr como Chaplin, o Martin Landau convertido en Bela Lugosi) y otro asunto distinto es un simulacro de aquellas locuras surrealistas en el marco de un largometraje en colores y ambientado en el siglo XXI. A favor de los hermanos Farrelly se puede decir que cada tanto la película ofrece alguna recreación eficaz de sus inconfundibles gags e incluso hay alguna acertada evolución de las herramientas utilizadas como instrumentos de tortura -empezando por una sierra mecánica- También hay que reconocer que los tres actores protagónicos (Hayes, Diamantopoulos y Sasso) realmente se esfuerzan en su misión imposible, logrando un espejismo digno de Los tres chiflados, sobre todo en los planos generales. En el elenco el que se luce es Larry David como una monja malísima, María Mengele). Más problemática es la historia casi calcada de «The Blues Brothers» de John Landis, que a través del salvataje de un orfanato intenta explicar lo inexplicable al justificar la chifladura y las tortuosas relaciones entre los Chiflados. En general el argumento sólo ayuda a alejarse de la esencia del asunto. (ni hablar cuando Moe aparece ¡en un reality show!). con demasiadas secuencias de relleno entre cada auténtico revival de las legendarias rutinas chifladas, en algunos casos están lo bastante logradas como para poder recomendar la película, advirtiendo sobre sus contraindicaciones. Por otro lado, evitando el cine debate para puristas del slapstick, probablemente el film funcione mejor como entretenimiento lunático para nuevas generaciones de espectadores poco familiarizados con los piquetes de ojo.
Plan perfecto para una tarde de cable Hay un tipo de película que hace un tiempo podría haber sido definida como comedia romántica, pero que ahora parece ser más una comedia dramática para mujeres. A este tipo de películas podría pertenecer «Plan perfecto» (extraña traducción del título original «Friends with kids», es decir «Amigos con chicos») que está dirigida por una mujer, Jennifer Westfeldt, también guionista y actriz, que sólo en algunos momentos del film intenta llevarlo al viejo formato de comedia romántica que tantas satisfacciones ha dado a lo largo de las décadas. En todo caso, el film de Westfeldt parte de una premisa bastante absurda que ya desde el vamos atenta contra sus posibilidades: los últimos amigos solteros de un grupo de parejas casadas con hijos, viendo cómo la familia destruye el romance, optan por tener un hijo juntos pero sin llevar su relación más allá del plano platónico. Teniendo en cuenta que, por lo que han visto, la aparición de los niños arruina el romance, sin romance previo, no habría nada que lamentar cuando aparezcan los chicos. Pero claro, este plan de procrear sin amar es imposible, sobre todo en una película que aún quiera conservar algo de comedia romaática. O sea, el argumemento es totalmente previsible, y su concreción bastante dialogado, y si bien no carece del todo de algún gag más o menos bueno, realmente no es muy divertido. Dada la eficacia de algunos chistes y el buen desempeño de todo el elenco, podríamos decir que esta película es el plan perfecto para alguna tarde en el cable.
Más dramática que terrorífica El cine español sigue sacándole dividendos al terror, luego de la redituable ola de «REC», al punto de que esta «Donde habita el Diablo» directamente está hablada en inglés. La trama se centra en un sofisticado equipo de parapsicólogos que van a investigar y documentar a una casa donde suceden todo tipo de eventos difíciles de explicar. En el lugar viven un hombre y sus dos hijos (un encantador nene de 4 años y una adolescente terrible) que han empezado a experimentar fenómenos paranormales luego de la muerte de la esposa y madre de familia en un accidente de auto cuando vivían en otro lugar. El look de la película tiende a resultar un tanto repetitivo dado que todo está visto a través de las cámaras de video puestas por los parapsicólogos, qe también sacan fotos para cubrir todo el domicilio. Así, al menos las imágenes de video ya tan habituales en estos films de terror estilo cinema verité están fijas, y no se mueven debido al mal pulso de un cameraman amateur. Luego, lo mejor del film, aparte de algunos sustos bien ubicados por el director, es el drama familiar que sale a relucir debido a los fenómenos paranormales. Hay buenas actuaciones y sólidos efectos especiales para las escenas más espectaculares, y no mucho más.
“Pompeya”: ensalada de gangsters y de historias Un director de cine convoca a un guionista y su asistente para hacer una película de gangsters ambientada en el barrio de Pompeya. Al final, el que tiene todas las ideas es el asistente, que va mezclando aportes como gangsters rusos, un hermano sordomudo del asesino a sueldo protagónico, y finalmente unos temibles mafiosos coreanos. Mientras este «braimstorming» artístico toma forma, se va entrecruzando con las imágenes de los gangsters criollos, rusos y coreanos matándose sin asco unos a otros en Pompeya. Los guionistas y el cineasta también se van peleando, ya que el guionista principal se siente traicionado por los otros dos. Y en un raro giro metafísico, ambas historias se mezclan, permitiendo que uno de los guionistas pruebe un poco de su propia medicina. «Pompeya» es un film lleno de ideas, e incluso de algunas escenas formidables en todo lo que tiene que ver con el uso de las locaciones y la audacia a la hora de filmar escenas violentas, llenas de alegrías para los fans del gore. El formato de ensalada de historias, sin embargo, atenta contra la coherencia narrativa, ya que a medida que va promediando la acción gangsteril el espectador tiene que meterse en una situación que está por la mitad, y que generalmente no tiene mucho que ver con lo anterior, por lo que el interés se disipa bastante. En todo caso, la directora y guionista se divierte con orgías de sexo y sangre, y logra que el espectador también se entretenga mientras no le exija mucha coherencia al asunto. Hay buenas actuaciones, tanto entre el trío que pergeña la historia como entre los gangsters multiétnicos, momentos de fuerte erotismo y muy buena música. Está claro que con este mismo tipo de ideas locas y un poco más de rigor argumental Tamae Garateguy tiene todo para hacer grandes películas.