Entretiene, aunque de Dumas no quedó nada No se puede negar que esta película es super entretenida, que está muy bien filmada y que tiene efectos especiales asombrosos. Incluso, por momentos, permite que se luzcan algunos intérpretes, que hasta disparan diálogos ingeniosos. Pero el guión realmente es malo, y como adaptación de una novela de Alejandro Dumas, es cualquier cosa. Y, lamentablemente, da la sensación de que no es cualquier cosa por puro libre albedrío o elección creativa, sino más bien por pura estrategia de marketing para que unos personajes de tiempos remotos se parezcan lo mas posible a los taquilleros «Piratas del Caribe» de Disney. Esta estrategia es tan notoria como para que, más que de Dumas, la historia parezca surgida de algún libro de Julio Verne con batallas aéreas entre naves voladoras armadas de cañones. En fin, más allá de eso, al menos está filmada con gran imaginación, tiene contundentes escenas de acción y un par de villanos que se lucen bastante más que los cuatro mosqueteros, en especial la espía Milla Jovovich -vieja amiga del director vía las películas de la saga de «Resident Evil»- y el hiper malísimo Cardenal Richelieu a cargo del talentoso Christoph Waltz. Sólida en todo lo que tiene que ver con la imagen, y muy creativa en las coreografías de las escenas de acción, para no mencionar las impactantes y desaforadas batallas aéreas, en el mejor de los casos, esta película puede calificar como razonable placer culposo digno de una matiné de super acción.
Habría asustado más en tiempos de gripe A La mejor escena de «Contagio» dura apenas unos segundos, y muestra a un hombre del gobierno segurísimo en su armadura blanca anti-virus dejando un ramo de flores en una fosa común. Un par de años atrás, este tipo de thriller hubiera tenido un impacto mucho mayor. De hecho, hubo algunos ejemplos menos serios pero mucho más intensos que éste, incluyendo una contundente remake de «The Crazies» de George Romero (la escena citada anteriormente parece calcada de aquel film de principios de los 70). Pero esta película de Soderbergh no sólo está un poco desfasada, sino que por momentos no ofrece mucho suspenso ni intensidad dramática. A su favor hay que decir que al tratar el asunto con tanto realismo, logra que el espectador salga de la proyección con los fantasmas de la gripe A a flor de piel. Empezando por el «día 2» de una epidemia, la trama avanza día a dia de manera bastante previsible contagiando a un montón de gente a diestra y siniestra. Matt Damon nunca se contagia pero la pasa realmente mal, Jude Law es un blogger que vio venir la epidemia y anuncia que tiene una cura, provocando caos y paranoia, y Laurence Fishburne es un científico un poco corrupto pero humano al fin, decidido a dar una gran actuación a pesar de no entender ni la mitad de las cosas científicas que menciona el guión (sin duda, es el gran actor de la película, salvo un gran momento forense de Gwyneth Paltrow). «Contagio» a veces funciona bien, pero por momentos provoca nostalgias de otras películas mejores, como «Epidemia» de Wolfgang Petersen o «La amenaza de Andrómeda» de Robert Wise (sobre todo en las escenas con Elliott Gould con su traje anti-virus en un laboratorio). La música tecno de Cliff Martinez es excelente y, sobre todo, ayuda a generar tensión en escenas donde no pasa gran cosa.
Un gran film político vestido de policial Esta si es una rareza que merece verse: un film político-revolucionario vestido de film noir al mejor estilo francés. Un largo prólogo argelino se ocupa de describir las injusticias sufridas por los protagonistas. Luego, para ser justo, el argumento también se ocupa de describir las contradicciones de los mismos personajes. En todo caso, hacia mediados de la década del 50, los tres hermanos del título local (el original es «Fuera de la ley») se encuentran en un suburbio parisiense reservado para argelinos de clase baja. De los tres hermanos, uno acaba de volver del ejército luego de la derrota en Indochina, otro recien salió de prisión por sus ideas anticolonialistas-revolucionarias, y el tercero, totalmente apolítico, tiene negocios prostibularios y sueña con promover a un campeón argelino de boxeo (elemento que sirve especialmente bien para mezclar la lucha armada revolucionaria con la estética y temática del film noir). Una vez que el hermano revolucionario domina la situación y a casi todos los otros personajes, la película se convierte en un furioso ejercicio de estilo que intenta que la acción propia del policial pueda aplicarse a un contexto político. Más allá de las influencias evidentes, que van desde «El Padrino», «El ejército de las sombras» de Jean Pierre Melville o «Malcolm X» de Spike Lee, lo interesante es la idea de apelar a la estética y narrativa de un género clásico para narrar otro tipo de relato, con base firme en el «polar» francés, a pesar de que los personajes hablan mayormente en árabe. Hay actuaciones excelentes, una muy atractiva ambientación de época y, por sobre todo, elaboradísimas escenas ultraviolentas que resultan especialmente feroces por tener algo que decir.
Híbrido sólo para fanáticos de la serie “Glee” Sólo los fans de la serie «Glee» podrían interesarse en esta especie de documental de la versión en vivo del exitoso show del cable. Y sólo los fans más rabiosos podrían pasarla medianamente bien con este desvergonzado subproducto comercial que no cierra desde ningún ángulo. La serie, heredera de la vieja y nunca muy atractiva «Fama» de Alan Parker, y pariente cercana de los «High School musical» y otras variantes del cable, supuestamente tiene un mensaje de tolerancia hacia los nerds, que también podria implicar lo innecesario de autosuperarse, ya que de todos modos siempre va a estar todo bien. La película directamente apela al hipotético fanatismo incondicional del espectador, mezclando testimonios propios de los programas evangélicos televisivos -«Glee cambió mi vida» y cosas por el estilo- con números musicales diseñados sin una pizca de imaginación formal, tan pobre y mecánicamente como las grúas donde están ubicadas las cámaras que revolotean sin ton ni son a lo largo de toda la producción. Filmado durante la gira en vivo Glee Live in Concert Summer 2011 Tour, este híbrido no es ni un auténtico documental de un show, ni tampoco algún tipo de recreación escénica de un programa de ficción que intente elaborar aunque sea de modo elemental alguna trama. El superastro gay Chris Colfer, sin duda el más talentoso de todo el elenco, tiene su momento culminante entonando «I wanna hold your hand», y sólo queda preguntarse si alguien en la producción o los incondicionales a los que está dedicada la película tiene alguna mínima idea de lo nerds que Lennon y McCartney fueron en sus buenos viejos tiempos.
Fórmula económica que aún sigue asustando Pocas fórmulas son tan buenas y baratas como la de «Actividad Paranormal», especie de «reality terror» basado en los videos de vigilancia ubicados en una casa con fantasmas. El hecho de que el filón siga dando dividendos no significa que la fórmula no se agote un poco, o mejor dicho bastante, como ocurrió con la recieente «Actividad paranormal 0» que, para ser justos, no era una apropiación legal de la saga americana, sino una entrada japonesa medio trucha. Esta número 3 sí es la secuela legal de la saga original, y su principal vuelta de tuerca consiste en retroceder hasta 1988 para mostrar, esta vez en viejos casetes VHS, la historia de las hermanas Katie y Kristie cuando eran chiquitas y convivían con un amigo invisible, Toby, que finalmente mostraba su lado más siniestro. Finalmente, porque durante media película no pasa mucho, y los sustos surgen de bromas de los personajes (hay una que es bastante terrorífica, hay que reconocer). Pero hacia la segunda mitad de la proyección, la cosa se pone más seria y la película ofrece varias escenas seriamente horripilantes, con tantos sustos o más que sus predecesoras. Hay un énfasis en la brujería que las dos películas anteriores no tenían y que acá funcionan bien, con un final realmente aterrador. Antes hay un truco muy bueno consistente en montar una de las cámaras sobre la base giratoria de un ventilador, lo que permite ver qué pasa en una cocina y un living, pero intermitentemente generando suspenso porque nunca se sabe lo que se va a haber cuando la visión oscile hacia el otro lugar. La única pena es que los directores no hayan aprovechado mejor la ambientación de época años 80, quizá porque, entonces, la película hubiera costado 20 dólares más.
Lo sobrenatural no le sienta a Jim Sheridan Este thriller psicotrópico-sobrenatural funciona como una especie de versión de entrecasa de la reciente «La isla siniestra» de Martin Scorsese. Sólo que éste no es en absoluto el género en el que se especializa Jim Sheridan, semiolvidado director de films del Oscar como «Mi pie izquierdo» y «En el nombre del padre». El asunto es que Daniel Craig es un escritor que decide abandonar la ciudad junto a su familia (su esposa y sus dos hijas) para radicarse en un pueblo tranquilo y escribir un libro, Pronto la casa de los sueños a la que se refiere el título original (traducido aquí como la primera frase de una canción de Sui Generis que conocen todos en un fogón) se convierte en un sitio de pesadilla, ya que ahí, cinco años atrás, un padre enloqueció y mató a su esposa y sus dos pequeñas hijas, y todos los vecinos lo saben, e incluso los adolescentes locales de inclinaciones dark van al lugar a celebrar una suerte de misas negras teenagers. El padre de familia se empieza a alarmar cada vez más cuando se entera de que, para colmo, el supuesto asesino que vivía en esa misma casa no está preso, sino que acaba de ser dado de alta del hospicio del pueblo, dato que sumado a un extraño personaje que los acosa mirando desde el jardín por las noches, pone los pelos de punta. Hay muchas vueltas de tuerca en el guión, una menos seria que la otra, pero sin querer alertar demasiado al lector sobre el argumento, se podría decir que, en realidad, al protagonista le cuesta separar realidad y ficción, lucidez y locura, o tal vez fantasmas de seres humanos. El espectador no lo sabe bien, y en verdad, a medida que promedia el film, empieza a importarle cada vez menos. «Detrás de las paredes» se vuelve más obvia a medida que se complica la trama, ironía que convierte a este film en un híbrido que por momentos ronda la zona del humor involuntario. Los actores hacen lo que pueden, pero Sheridan directamente no sabe cómo manejarse en este género y sus tonos melosos, empezando por los cursis pasajes musicales, casi terminan por arruinarlo todo.
Buen suspenso sobre increíble caso real Jason Statham es un ex mercenario que no querría volver a esa estresante línea laboral, pero no sólo tiene que liquidar a varios militares británicos de alto rango sino que, además, debe lograr que su muerte parezca un accidente. Pero antes debe obtener en tape sus confesiones sobre los homicidios cometidos en una intervención inglesa en Omán. Y por si esto fuera poco, no lo hace por dinero, sino para salvar a su mentor, el veterano mercenario Robert De Niro, que aceptó la misión imposible por seis millones de dólares, y luego intentó huir poque no quería ser kamikaze. Y lo mejor es que todo esto está basado en una historia real. Este thriller conspirativo sólo simula el estilo cerebral británico para inmediatamente hacer que explote todo con la tipica super acción descerebrada hollywoodense. La mezcla, por absurdo que parezca, funciona bastante bien en la práctica. Los lugares comunes del género están tan retorcidos que dan lugar a secuencias realmente imprevisibles, sobre todo las que tienen que ver con que los homicidios parezcan accidentes. Especialmente cuando todo esto sucede en 1980, fecha que impide la presencia de gadgets tecnológicos actuales, mientras que otorga cierta estética vintage y un toque político interesante, que podría serlo aún más de haber sostenido algún tipo de rigor histórico. La película está sólida e imaginativamente filmada, con intensas escenas violentas, a veces tan exageradamente intensas como para que el espectador pueda burlarse del apasionado antagonismo entre Statham y su archienemigo Clive Owen fanatizado por el lavado de cerebro del establishment. De Niro brilla en la pantalla casi cada vez que aparece, sólo que el guión no lo ayuda: se pasa demasiado tiempo preso en una mazmorra, y cuando sale de ahí, apenas le quedan un par de chistes. Con todos sus defectos, no se puede negar que el film mantiene el suspenso y la tensión más allá de sus lugares comunes, y que muchas de las que podrían ser llamadas escenas de acción están diseñadas para impactar como imágenes realmente violentas.
Sólido film de box futurista Pocas películas tienen un comienzo tan brutal como «Gigantes de acero», cuando Hugh Jackman lleva su robot boxeador a un rodeo de mala muerte para que se enfrente con un toro salvaje. Corre el año 2020, y el boxeo humano está perimido y reemplazado por robots de pelea. El protagonista, uno de los últimos boxeadores que subían realmente al ring, parece más apto para hacer que destrocen a sus púgiles robóticos, así que anda de aquí para allá escapando de sus múltiples acreedores, hasta que se le aparece un abogado explicándole que tiene una audiencia por la custodia de su hijo, al que prácticamente no ha visto nunca, ya que su madre acaba de morir. Viendo que su ex cuñada quiere adoptar al chico, nuestro antihéroe logra salirse con una especie de chantaje, consistente en quedarse con su hijo sólo por el verano, para luego entregarlo a cambio de una buena suma de dinero. Suma que alcanza para comprar un buen robot de pelea y volver al ruedo. Como los robots del padre siempre terminan convertidos en chatarra, hay que esperar para que el hijo, en un accidente providencial, encuentre al androide que les cambiará la vida. Se trata de un viejo modelo diseñado para sparring, es decir para aguantar muchos golpes, y no para el ataque. Pero dado que lo único que queda es el vejestorio, padre e hijo lo lllevan a pelear en un marginal zoológico abandonado. Claro que el robot, por mejor racha que les traiga, no les puede evitar el violento acoso de los apostadores y la promesa de entregar el chico a sus padres adoptivos. Inspirado en un episodio de 1963 de la serie «Dimensión desconocida», escrito por Richard Matheson e interpretado por Lee Marvin) «Gigantes de acero», de todos modos, es un film de ciencia ficción totalmente original, que no se parece a nada en el género futurista, aunque sí respeta la fórmula de los viejos dramas pugilísticos. Producido por Spielberg y Robert Zemeckis, ofrece una sutil descripción de un futuro cercano donde los efectos especiales se aplican más que nada al ambiente del boxeo, con todo tipo de robots alucinantes -incluyendo uno de dos cabezas que aparece en uno de los mejores encuentros del film- y algunos decorados formidables. El director Shawn Levy (el de «Una noche en el museo») se concentra más en la historia y los personajes humanos que en los robots, sin obviar los inevitables momentos melodramáticos, pero tampoco el clima de cine negro propio de los films de boxeo. Lo mejor de su trabajo es lograr un buen equilibrio entre todos los condimentos para que todo funcione correctamente, sin redundancias. Al final, «Gigantes de acero» es una muy buena película, con sólidas actuacioens, increíbles robots de todo tipo y calibre, y un guión con matices casi más realistas que muchos títulos famosos sobre boxeo al estilo «Rocky».
La única asustada es la protagonista El éxito de la saga de «Actividad paranormal» provocó ya una tercera parte legal a punto de estrenarse en Estados Unidos, y también esta especie de copia que repite el formato de «material de archivo encontrado luego de un hecho extraño», etc., sin muchas variaciones al fenómeno de fantasmas que perturban las noches, salvo que en este caso el espectro es nipón, igual que sus víctimas (eso sí, las cámaras de las películas anteriores seguro también fueron japonesas o, por lo menos, chinas). Aquí también hay una variación sobre el estado de los personajes: la protagonista, es una japonesa recién llegada de Estados Unidos con las dos piernas rotas producto de un accidente del que no quiere hablar mucho, ya que fue con una asesina que ya tenía varias víctimas previas y, además, ella provocó una muerte en medio del choque. Como la chica asegura que por la noche su silla de ruedas se mueve sola al lado de su cama, su hermano, últimamente obsesionado con grabar todo con su nueva cámara, toma la decisión de monitorear la habitación en horas nocturnas. Y por las dudas pone una montañita de sal adelante de la puerta, que por supuesto aparece pisada a la mañana siguiente. Pero no se ve quién la pisa, sólo el efecto de la montañita pisada por una especie de pie invisible. Pronto hay más episodios sobrenaturales por las noches, y también llega un monje para realizar una ceremonia purificadora en la casa. Pero todo sigue bastante mal, incluso para el espectador que no encuentra nada demasiado nuevo ni verdaderamente terrorífico en la historia, que además, gracias al formato reality, no tiene casi ningún atractivo formal. Las otras «Actividad paranormal» daban miedo, pero ésta, al final, sólo incluye gritos histéricos de la pobre japonesita enyesada.
Convenciones muy bien intencionadas Cada tanto algún documental de Discovery Channel se ocupa de historias sobre un condenado a cadena perpetua que, tras pasar largos años en la cárcel, es liberado gracias a que las pruebas de ADN, no disponibles en los tiempos de su condena, muestran su inocencia. Este drama narra uno de estos casos, tal vez más impactante que otros por el hecho de que la hermana del falso culpable se dedicó a full al asunto, al puuto de recibirse de abogada para poder mover desde adentro los lentos engranajes de la justicia. La historia es atractiva y llena de buenas intenciones, pero demasiado lineal y no tan interesante como para que el espectador atestigüe, durante un buen par de horas de proyección, la larga espera de una década y media para que Hilary Swank insista e insista, poniendo a prueba la paciencia de todo el mundo que la rodea, en que su hermano Sam Rockwell es inocente. Si esto fuera un thriller, o al menos un drama tribunalicio, podría haber alguna maliciosa sorpresa en el desenlace, pero dado el cariz de drama realista que tiene todo este producto -jugado desde la premisa de que el espectador está familiarizado con el caso, muy promocionado por la prensa estadounidense en su momento- no sólo no hay sorpresas, sino tampoco matices que ayuden a darle mayor interés al asunto desde algún ángulo. Por ejemplo, prácticamente no hay más que una escena que muestre la angustiosa existencia del condenado en la cárcel, ni tampoco descripciones que revelen los sórdidos recursos corruptos de la polícía para lograr falsos testimonios en el momento del juicio, salvo apenas una escena con una casi irreconocible Juliette Lewis explicando los motivos de su perjurio. Las actuaciones son buenas, y la direccion es correcta ero terriblemente convencional y poco imaginativa. Aun en cable, este film bien intencionado corre con desventaja, ya que finalmente un documental sobre el mismo tema suele durar menos de una hora y puede resultar más ágil que este lineal drama de la vida real.