Hermosa a la edad que sea, Catherine Deneuve interpreta a la Claire Daning del título, una anciana de cabello blanco que no deja de fumar y que parece un tanto demente. No reconoce a quienes la rodean, los confunde con su hijo muerto en un accidente, y una mala mañana se despierta en su increíble mansión llena de valiosos objetos de arte, y decide venderlos a precios bajísimos en una venta de garaje. La gente del típico pueblo francés donde está su casona no duda en aprovechar la oportunidad de comprar antigüedades fabulosas a precios absurdos, incluyendo relojes con autómatas mecánicos, cuadros y muebles hermosísimos. Para su suerte, una antigua amiga de su hija la llama para que ordene un poco el asunto. El problema es que parte de la locura de la protagonista es la oscuridad que rodea a la historia familiar, y a la pésima relación con su hija. La nueva película de Julie Bertuccelli empieza como una divertida comedia lunática y se va transformando, poco a poco, en un drama melancólico. La historia es atractiva y el excelente montaje ayuda a que el uso y abuso de flashbacks no atenten contra el pulso narrativo, aunque el recurso necesita de distintos actores para interpretar a los mismos personajes a distintas edades, y eso no siempre convence. Sin embargo, la película se sostiene más que bien, y sólo la asombrosa dirección de arte y los objetos increíbles que aparecen en el film bastan para recomendarlo.
Hay un factor que eleva este film sobre otras biografías de Vincent Van Gogh, y eso que hay muchas, incluyendo la que le dio el Oscar a Anthony Quinn por su papel de Gauguin, “Sed de vivir” (“Lust for life”) de Vincente Minnelli. Es el factor Jean-Claude Carrière, el mítico guionista de las mejores películas de Luis Buñuel que, en el siglo XXI, sigue siendo un maestro ineludible del buen cine. “En las puertas de la eternidad” se centra en la estada de Van Gogh en una pequeña localidad del sur de Francia, donde era visto como un bicho raro por los naturales del lugar, y salvo cuando lo acompaña su amigo Paul Gauguin la pasa bastante mal, lo que impide que trabaje allí con sus pinturas. Hay un recurso del guion que ya había sido esbozado por Minnelli, pero que aquí ocupa un lugar central en todo el film, que son los flashbacks repetidos de frases y situaciones que atormentan al protagonista, lo que apoyado por el frenético estilo visual del director Julian Schnabel le da al film un aire espectral que conmueve al espectador por una vía distinta de la de la mera narración de una biografía muy conocida. Hay diálogos brillantes, por ejemplo, los que sostiene Van Gogh con otros pacientes del manicomio en el que es recluido. Y además de las imágenes más atractivas que provocan un contrapunto entre el cine y las pinturas del artista holandés, hay una actuación formidable, la del nominado al Oscar Willem Dafoe, que logra uno de sus máximos trabajos. Su absorbente mirada en algunos de los momentos culminantes del film seguirá en la mente del público mucho después de haber salido del cine.
Tal vez no sea demasiado pareja ni convenza en todos sus detalles, pero esta película argentina tiene un punto de partida original y diferente. José Luis Gioa es un hosco pero al mismo tiempo amigable ermitaño que vive en sus tierras en el sur, rodeado por sus perros de trineo. Un día encuentra junto a un auto, tirado en la nieve y a punto de morir de frío, al citadino Gastón Pauls, y casi de la nada se genera una curiosa y estrecha relación entre ambos. Luego de salvarle la vida, el lugareño acepta enseñarle al hombre de ciudad a manejar un trineo de perros, lo que implica una especie de aprendizaje al estilo de Karate Kid pero en la nieve. A todo esto se agrega la presencia del villanesco Victor Laplace, empecinado en comprarle sus tierras al protagonista, y amenazando con utilizar cualquier método para lograr su cometido. “La guarida del lobo” es un film de aventuras con momentos logrados y un guión que llega demasiado tarde a esbozar algo parecido a un western o un policial, por lo que en el medio falta un poco de acción y tensión. Con todo, hay buenas actuaciones e imágenes.
Dirigido por Tim Burton, ahora el elefante cuyas orejas gigantes le permiten volar recuerda un poco a ese viejo y querido freak, el Joven Manos de Tijeras. Es difícil entender del todo la necesidad de hacer una remake “live action”, es decir, con actores humanos y efectos digitales en vez de los dibujos animados del clásico de Disney de 1941. Pero, de cualquier modo, el resultado tiene las imágenes imponentes del mejor cine de Burton, mezclado con cierta dosis de sensiblería tan propio de sus películas como del largometraje original. O incluso un poco más, dada la cantidad de personajes sin madre -y no sólo el elefantito estelar- sino hasta un veterano de guerra interpretado por Colin Farrell al que le falta un brazo (la acción transcurre después de la Primera Guerra Mundial). Hay un excelente Danny De Vito como el dueño del circo que espera repuntar económicamente con la atracción del elefantito bebé, primero descartado por fenómeno raro debido a sus orejas desproporcionadas, y luego transformado en la gran atracción cuando aprende a volar; también un típico villano burtoniano, el malvado Michael Keaton, que tiene una feria de atracciones en Coney Island. Y otras buenas actuaciones como las de Eva Green e incluso Alan Arkin. Aunque, obviamente, el elefantito digital del título se roba algunas de las mejores escenas. Probablemente el mayor foco en un argumento coherente podría haber generado otra obra maestra, pero de lo que no cabe duda es que aquí hay imágenes fabulosas.
El mundo ha sido invadido por extraterrestres diez años atrás y, para cuando empieza la acción de este extraño film de ciencia-ficción, la rebelión de los terrícolas ya ha comenzado, al menos en la ciudad de Chicago. Rupert Wyatt, uno de los realizadores de la saga de “El planeta de los simios”, aquí es director y también coguionista de una historia diseñada para unir lo fantástico con lo político, ya que en este mundo distópico la población de la Tierra puede elegir entre la colaboración con sus invasores o resistirse, aun cuando esta opción no parece brindar demasiadas esperanzas. Algo interesante de “La rebelión” es que, mientras la mayor parte de las películas sobre esta clase de futuros del Hollywood reciente está protagonizada por adolescentes, esta es un relato adulto, con elenco encabezado por un ominoso John Goodman y excelentes actores como Vera Farmiga y el inigualable Kevin J. O’Connor. Con imágenes sorprendentes, una notable dirección de fotografía y climas opresivos, Wyatt logra una película original y por momentos muy lograda, aunque no se pueden dejar de notar algunos altibajos que tienen que ver con lo narrativo. Además, los extraterrestres parecidos a puercoespines no convencen del todo.
Una nena problemática es enviada por su madre a la vieja granja de unos tíos, donde debe trabajar con gallinas, vacas y caballos, compartir el cuarto con un joven granjero que escribe cosas compulsivamente en un cuaderno, y descubrir el agridulce mundo de los adultos. La directora islandesa Ása Helga Hjörleifsdóttir vuelve a rodar una película en su tierra luego de años en el exterior, y demuestra que tiene un gran ojo para lograr imágenes atractivas hasta lo impresionante. No sólo en el memorable uso del paisaje sino también en los aspectos introspectivos, que tienen que ver con el punto de vista subjetivo de esta niña que mira todo con los ojos de un extraño, y que a su vez es observada por los lugareños como una chica rara. Lo mismo sucede cuando la naturaleza se combina con la leyenda local de un lago con un monstruo que puede convertirse en cisne, lo que da lugar a uno de los momentos culminantes de esta película que, si bien es mas tenue y despareja en lo narrativo que en lo visual, tiene muchos puntos a favor. Por ejemplo, las muy verosímiles actuaciones, empezando por la excelente niña estelar, que seguramente gracias a la dirección logra expresar un abanico de emociones que envidiarían muchos intérpretes adultos.
Una familia se va de vacaciones y empieza a pasarla mal cuando cuatro personajes empiezan a atacarla en su casa. El punto extraño es que esos extraños lucen como una versión siniestra y desquiciada de cada uno de los miembros de la familia protagónica. Está claro que el espectador se enfrenta a una pesadilla hermética. La única pista es el prólogo, ambientado en la década de 1980, con una chica que sufre una experiencia horrenda, y que no es otra que la actual madre de familia. El argumento da entonces la sensación de que algún tipo de fuerza invisible la está volviendo a atraer a ese tipo de malas vibraciones. Esta es la segunda película del ganador del Oscar Jordan Peele, guionista y director de la excelente “Get Out!”, que vuelve a escribir y dirigir por segunda vez, ahora tal vez más enfocado directamente al cine fantástico más terrorífico y sin mensajes sociológicos transparentes. Pero que los hay, los hay. Sólo que esta pesadilla no da muchas señales ni explicaciones en medio de las brillantes secuencias repletas de horrores surrealistas y generosas dosis de gore. Más que un nuevo M. Night Shyamalan, con “Nosotros” Peele apuesta a ser un nuevo Rod Serling, y no por nada en unas semanas se estrenará una nueva versión de la “Dimensión Desconocida” que también lo tiene como realizador.
Para su despedida como actor, Robert Redford eligió al director de su anterior película, la excelente “Mi amigo el dragón”, David Lowery. Se trata de un realizador que encara el cine de género con un toque personal casi propio del cine de arte, y este giro es lo que vuelve atractivo a este policial de la tercera edad –un género que se ha vuelto más común a medida que actores como Michael Caine se niegan a interpretar únicamente dramas o comedias geriátricas, y prefieren seguir haciendo hampones. En “Un ladrón con estilo”, Redford es el personaje del título, un asaltante de bancos que no apela a la violencia sino a la amabilidad, eso a pesar de que siempre tiene un arma de fuego a mano. Pero lo que sus víctimas suelen recordar es que se sintieron bien durante el robo, tal vez porque del ladrón emanaba felicidad. Mientras el protagonista continúa con sus asaltos, a veces solo, a veces con sus secuaces Danny Glover y Tom Waits, el policía Casey Affleck se empieza a obsesionar con atraparlo. Hay un juego del gato y el ratón entre ambos, y también una historia paralela de la relación entre el delincuente y una viuda, que no termina de entenderlo, que interpreta Sissy Spacek. Desde ya, con el elenco bastaría para recomendar “Un ladrón con estilo”. Pero lo que la que la termina por convertir en una película excelente es la fluidez con la que el director cuenta esta curiosa historia de un ladrón feliz.
“Lobos” es un raro y notable ejemplo de cine negro argentino hecho y derecho. Ya desde la primer secuencia de un robo a un automovilista con el consabido paseo obligado a la víctima por un cajero automático refleja situaciones que el espectador puede ver todos los días en los noticieros. Pero el director Rodolfo Duran, un cinéfilo de ley, no se limita a filmar situaciones policíacas de la actualidad nacional, sino que elabora una trama compleja y creíble sobre las relaciones entre distintos estilos de criminales, sus familiares, y los policías corruptos que digitan los hechos delictivos. Daniel Fanego es un hampón veterano que trabaja con su yerno, y que en algún momento también trabajaba con su hijo Luciano Caceres, que en un momento se desligo de la banda y ahora tiene un puesto como vigilador privado. La presión de un comisario para el que cometen sus robos va generando más y más complicaciones, hasta que el tipo que quería seguir el camino recto termina metido hasta las manos en un secuestro. El director se mete en la psicología de sus personajes sin descuidar el ritmo, ni mucho menos la violencia, que cuando explota, explota en serio. La película estámuy bien contada y solo en los últimos actos se deja llevar un poco por la melancolía, algo entendible por lo oscuro de las situaciones que plantea. La excelente fotografía da lugar a imágenes intensas dignas de este solido film noir.
Miles es un auténtico niño prodigio, tan inteligente que cuando era un bebé de días ya empezaba a balbucear. El problema es que hace algunas diabluras, como pegarles a sus compañeritos con una enorme llave inglesa. Tal vez el problema sea que Miles nació exactamente a la misma hora en la que la policía mató a tiros a un asesino serial conocido por amputarles una mano a sus víctimas antes de asesinarlas. Las películas de niños malignos siempre han dado réditos, y el director Nicholas McCarthy conoce bastante el género como para adelantarse a algunas cosas que el espectador está esperando desde los primeros minutos de película. El film es breve y a su manera terrorífico, bastante ágil y entretenido, aunque el argumento abunde en incongruencias que se camuflan gracias al buen ritmo general. La excelente actuación del niño Jackson Robert Scott en un papel que debe haber sido muy difícil de dirigir es uno de los puntos fuertes de “Maligno”, ya que su personaje hace honor al título. Por lo demás , todo está razonablemente bien filmado y no faltan las intensas secuencias de terror.