La historia del genio de la literatura infantil Dr Seuss tal vez sea antigua, pero sin duda la animación y todo el estilo de esta nueva "El Grinch" es sumamente moderno. El cuento es el mismo de siempre, que entre muchos otros ya filmó Ron Howard junto a Jim Carrey: el Grinch es una especie de mono verde que como tiene el corazón dos medidas más pequeñas que lo normal, odia a muerte la Navidad, y esta vez dado que no la soporta más, pretende arruinarla robándosela. En su maldad, este nuevo diseño del Grinch no lo vuelve antipático, y además tiene un perrito digno de los mejores personajes de los productores de "Mi villaño favorito" y sus secuelas. También hay una nenita que viene a sintetizar el espíritu navideño, simpática y divertida, sin desperdicio. Pero lo que hace que "El Grinch" sobresalga sobre otras películas recientes de animación digital es el vértigo visual propio de los cartoons clásicos, y los excelentes gags que propone de principio a fin. El colorido de la película también es asombroso. En síntesis, esta nueva "El Grinch" es un excelente entretenimiento para chicos y grandes.
En manos del uruguayo Fede Álvarez, el director de "No respires", esta nueva entrega de la saga de "Millenium" pierde un poco de psicología y gana en acción. Clarie Foy es la chica del tatuaje del dragón, ocupada de vengarse de hombres violentos contra las mujeres, y en operación de ciberataques imposibles. Justamente uno de estos ciberataques es el centro de la trama de "La chica de la telaraña", dado que un programador le pide ayuda pues ha desarrollado un programa capaz de hackear todas las armas nucleares del planeta y no confía en el uso que le puedan dar. El argumento parece salido de un film de James Bond, y en efecto este es un poco el estilo -salvando las distancias entre los personajes- que tiene este film con varios hackers sosteniendo una lucha sin tregua contra las fuerzas gubernamentales. En el medio, por supuesto, aparecen detalles perturbadores del pasado de la protagonista, que ahora también tiene una hermana que no comparte sus ideas libertarias. Las imágenes, el montaje y las alucinantes persecuciones en paisajes helados escandinavos son lo mejor de este buen thriller que tal vez no conforme del todo a los fans de los films anteriores, pero que sin duda dejará satisfechos a los de la acción y el suspenso.
En la segunda parte de una serie que incluirá otras tres películas, la guionista y productora J. K. Rowling cambia totalmente el estilo del film original para relacionar las andanzas del zoólogo experto en animales fantásticos, interpretado por Eddie Redmayne, con detalles relacionados con el universo de Harry Potter. Empezando por Jude Law, que personifica a una versión joven de uno de los maestros esenciales en la historia de Potter, que habíamos conocido como un profesor anciano interpretado por Richard Harris. La historia comienza en Nueva York, con una vertiginosa fuga del maligno mago Grindelwald. Interpretado por un no siempre aprovechado Johnny Depp, este personaje intenta una especie de revolución fascista para dominar el mundo de los magos y esclavizar a los humanos. Para combatirlo, los mismos personajes del film anterior viajan a Londres y a Paris, lo que le da al asunto un tono de thriller de intriga de espías sobrenaturales bastante original pero a veces algo complicada. Hay escenas oscuras y siniestras, y algunos toques de humor bienvenidos en medio de tantas situaciones ominosas. Los efectos especiales dan lugar a imágenes asombrosas diseñadas para agregar algo nuevo al universo mágico de la Pottermania.
La historia real de un policía negro que logró infiltrarse en el Ku Klux Klan da lugar a una de las mejores películas de Spike Lee. John David Washington (hijo de Denzel) interpreta al primer policía afroamericano de Colorado Springs, una ciudad que a comienzos de la década de 1970 empieza a verse convulsionada por conflictos raciales, justo en el momento en el que Richard Nixon se postula para presidente. El joven oficial, con formación universitaria, no cumple una función demasiada clara dentro del reaccionario cuerpo de policía, hasta que un día tiene la idea de chequear las actividades de la filial local del KKK. Como cerebro de la operación, idea un plan en el que el habla telefónicamente con distintos líderes de la organización racista por excelencia, adiestrando a su colega Adam Driver -un policía judío- sobre cómo debería comportarse en el momento de ver a los encapuchados cara a cara. El plan, por delirante que parezca, sale bien, pero lógicamente implica riesgos cada vez mas temerarios. La historia tiene la estructura de un policial de suspenso, pero con los ingredientes sociales que caracterizaron desde siempre el cine de Spike Lee, quien juega en los límites del humor macabro y la incorrección política en escenas como el festejo del Klan, que tiene como momento culminante una función de su película favorita, "El nacimiento de una nación" de David W. Griffith. Sin dejar de incluir explosiones emotivas, como un intenso monólogo del venerable Harry Belafonte contándole a los jóvenes cómo era vivir en una sociedad racista. Las actuaciones, la ambientación de época, y el actual mensaje final no tienen desperdicio.
Buen documentalista y, sobre todo, persona sensible, generosa y bienhumorada, Tomás Lipgot es también un fervoroso palindromista. Con lúdico entusiasmo, aquí se larga al encuentro de más gente como él, a lo largo de cuatro países y decenas de reuniones y charlas ingeniosas, donde se lanzan frases inesperadas, a veces muy jugosas, dignas del recordado maestro Juan Filloy. La película no es más que eso, y puede parecerle ingenua a ciertas personas de vocabulario reducido, pero en cambio será un bonito estímulo para quienes se deslumbraron desde niños con aquella frase clásica del arroz, el abad y la zorra. Ellos amarán además las simetrías visuales que también les ofrece la película, y seguramente saldrán del cine dispuestos a hacer suyo el brindis con que chocan sus copas los amigos de Lipgot: "¡Arriba la birra!".
Acá tenemos algo distinto: una buena película de guerra que también es una buena película de terror. El Día D es el punto de partida de esta tensa "Overlord" (justamente ese era el nombre clave del desembarco en Normandía), con un avión lleno de paracaidistas en medio del fuego cruzado con los nazis. Las violentas escenas de esos hombres listos para tirarse en medio del fuego antiaéreo en un avión medio hecho pedazos prometen una gran película, y tanto el director Julius Avery como el ya avezado productor J. J. Abrams cumplen la cumplen. La misión de los protagonistas es hacer explotar una antena ubicada en la torre de la iglesia de un pueblito francés, ya que con ella en función los aviones aliados no podrían darle cobertura a los soldados que desembarcaran en las playas. Pero el asunto es que dentro de la iglesia ocurre otra cosa: hay un científico al peor estilo Mengele haciendo experimentos horribles con prisoneros y aldeanos. Por eso la misión, ya imposible desde antes, tendrá como nuevo objetivo terminar con los nazis. El director logra una estética temible, que combina hiperrealismo con toques de los viejos comics de terror al estilo "Creepshow", de tal modo que nadie vaya a desorientarse por la falta de realismo. Las escenas fuertes, ya sean los tiroteos o las que exhiben monstruosidades, son muy buenas. Sin duda, para los aficionados al cine de terror, "Overlord" es una de las grandes películas del año.
Buscando las fuentes del folklore polaco para fines de propaganda política durante la posguerra, un músico encuentra una cantante que podría ser el amor de su vida, aunque más que su alma gemela, su amada podría ser definida como su espíritu opuesto. Basándose en la difícil historia de amor entre su madre y su padre, el ganador del Oscar por "Ida", Pawel Pawlikoski urdió una manera de explicar desencuentros amorosos a partir de la situación sociopolítica de la era a la que se refiere el titulo. Lo mejor de esta producción es el desinterés por explicar los conflictos y lugares comunes de la época, y los detalles musicales que van desde la más extraña propaganda soviética hasta el jazz y los inicios del rock. El problema es que en realidad parece que aquí hay varias películas sintetizadas en 90 minutos. La puesta en escena de las secuencias musicales son memorables, igual que la formidable fotografía blanco y negro, y las actuaciones.
Esos personajes únicos que se encargan de la felicidad Cuando le preguntaron cuál sería su próxima película Nicolás Frenkel, especialista en documentales humorísticos, dijo que mostraría a unos hombres con doble personalidad, que fingen ser otra persona, y en algunos casos ellos mismos se lo creen. Hombres que visten de un modo, digamos, inapropiado, llaman la atención de las almas ingenuas y no pueden confesar ciertas cosas. En suma, dijo que iba a hacer una película sobre los tipos que trabajan de Papá Noel. Ahí están, todavía fuera de temporada, esos "barbas" más o menos parecidos a la imagen oficial, naturalmente gordos o con relleno bajo la casaca, naturalmente felices de llevar alegría a los niños o ya medio cansados de tanto jo-jo-jo. Ahí está la agencia que contrata, prepara y viste a los Papá Noel, y cuyo impulsor se siente en la más hermosa de las misiones. Ahí toman el espíritu que les hace soportar los calores, ignorar el descreimiento, y brindar un poco de ilusión a las criaturas, y un puñado de recuerdos lindos a los sufridos padres. Detrás de los disfraces, Frenkel descubre personajes únicos, de esos que solo él encuentra, y solo ante su cámara aceptan mostrarse como son, y nos hacen llorar de risa o de ternura, hasta volvernos cómplices. Tan cómplices que más de uno, aun sabiendo que es todo cuento, volverá a tener ganas de dejar su cartita a la salida del negocio. Dicho sea de paso, "Todo el año es Navidad" se llamaba un programa de Raúl Rossi, muy popular en radio y televisión a fines de los 50. Incluso se hizo una película, dos de cuyas partes el documental aprovecha debida y gozosamente.
Un mediano “Blair Witch” coreano de la era de internet Este producto podría definirse como el Blair Witch coreano, con la diferencia de que el clásico de las cámaras movedizas se basaba en la estrategia narrativa del "material encontrado" o "found footage", mientras que ésta redobla la apuesta armando una transmisión en vivo en la web. El asunto es que un grupo de jóvenes coreanos, bastante insoportables, están decididos a convocar a un millón de espectadores al transmitir un programa en vivo desde un manicomio abandonado, considerado uno de los lugares mas extraños de todo el planeta. El lugar fue clausurado en 1979 luego del suicidio masivo de sus pacientes y la desaparición de su directora, y que se supone está habitado por fantasmas de muy mal genio. La película demora bastante en arrancar. Hay un prólogo largo y lento de tonterías, y recién hacia la mitad empieza a cambiar el clima hacia el terror, aunque sin mucho éxito. Ahora sí, todo el desenlace es aterrador y termina justificando este film con muchos elementos repetidos pero algunos hallazgos que realmente dan miedo.
Freddie Mercury revive en un formidable film musical "BOHEMIAN RHAPSODY", DE BRYAN SINGER, CON UN ELENCO NOTABLE ENCABEZADO POR RAMI MALEK - La película recrea con talento e imaginación los mejores años de la banda británica Queen, eludiendo además los aspectos melodramáticos en el retrato del protagonista y su muerte. El fuerte es la música. Basta mencionar los dos actos que se refieren a la concepción del disco de Queen "A Night At The Opera", enfocados en el inolvidable tema "Bohemian Raphsody", para referirse a esta película de Bryan Singer como una obra maestra. El director de "Los sospechosos de siempre" logra en esos pasajes del film algo tan difícil y poco común como contar una historia emocionante y entretenida, sin descuidar la música que es lo que finalmente debería importar antes que nada en la biografia de este artista. Y con estos hallazgos no separa la creatividad del protagonista de esta historia, Freddie Mercury, del talento de los otros músicos del grupo Queen. Estas son, entre muchas otras cosas, las razones por las que Singer logró una película excepcional, donde también hay un énfasis especial en la descripción de los cambios sociales que ocurrieron en el lapso en el que transcurre la historia. Singer tiene una predilección por las películas de época, como se vio por ejemplo en "X Men: días de futuro pasado", donde llevaba los personajes de Marvel a la crisis de los misiles de la guerra fría, y aquí se ocupa en detalle de marcar las transformaciones vividas entre la década del 70 y la del 80, es decir, el momento en el que surgió y reinó Mercury y su banda (todos interpretados por excelentes actores, empezando por Rami Malek). Por supuesto, Anthony Mann no habría filmado "The Glenn Miller Story" si Miller no hubiera muerto trágicamente en un accidente aéreo, y si Freddie Mercury no hubiera muerto de HIV tampoco existiría esta película. Pero, en una decisión brillante, el guión elude el melodrama y se concentra en la música. Justamente, la recreación de los grandes clásicos de Queen es formidable, y el antológico diseño de sonido ayuda a convertirla en una de las grandes películas de rock.