Delirio que hará reír a los amantes de lo “incorrecto” Esta comedia tonta y zarpada hace reír mucho, y sería memorable si en un momento el argumento no se convirtiera en un calco de la saga de "¿Qué paso ayer?". Increíblemente se supone este delirio está inspirado en la historia real de dos hermanos juerguistas y bastante tontos que luego de años de arruinar cualquier evento familiar por acosar a todas las chicas, pelearse con su prima lesbiana y provocar la muerte de su abuelito por tirar petardos por todos lados, reciben un ultimátum de su padre: al casamiento de su hermana menor deben ir acompañados por chicas decentes, de buena familia, que los tengan cortitos e impidan que hagan lío. Como la boda es en Hawái y el trato incluye pagarles el viaje a las chicas, el dúo hasta sale en la TV buscando buenas chicas, pero entre las prostitutas, drogadictas y travestis que aparecen no hay candidatas decentes. Dos chicas borrachas, drogonas, sin trabajo ni estudios, aficionadas a masturbarse juntas mirando porno, se hacen pasar por señoritas serias y resultan las elegidas. El desastre nupcial está asegurado en gags muy graciosos que incluyen todo tipo de guarradas tanto en diálogos como en imágenes explícitas de masajes hawaianos hechos con las nalgas. Zac Efron y Adam Devine son un poco más descerebrados de lo que hace falta, pero las que justifican el precio de la entrada son las increíblemente dementes Anna Kendrick y Aubrey Plaza, dos excelentes comediantes que le dan un bienvenido toque femenino a este tipo de humor políticamente incorrecto.
Al nivel de grandes maestros del terror y el suspenso Mediante abruptos cambios de tono y solapados anticlímax de humor negro, el director español sacude al espectador con tremendos niveles de suspenso. Muy de vez en cuando aparece una película que depende de ideas y de imágenes y no de fórmulas ni presupuestos millonarios para recordarnos el placer de descubrir joyas de maestros como Don Siegel, Richard Fleischer, Jacques Tourneur, Roman Polanski o incluso el joven Steven Spielberg. "Miedo profundo" es una de esas películas con la capacidad de devolvernos el placer del cine en estado puro y, además, da toda la sensación de que su razón de ser es este objetivo. Más allá de que hay un tiburón malísimo, la referencia a Spielberg es más sutil, y tiene que ver más con ese formidable ejercicio de estilo de suspenso, superacción y un toque metafísico que fue "Reto a muerte" ("Duel"), en la que sin motivo aparente un tipo común era acosado sádicamente en la carretera por un misterioso camionero. Acá, una surfista de Texas, por conflictos personales, necesita dar con la paradisíaca playa sudamericana en la que sus padres se enamoraron. Llega al sitio, que no figura en mapas, sola, haciendo dedo con su bolso y su tabla de surf. El sitio es realmente maravilloso, con sólo un par de surfers locales, que aunque hablan otro idioma le hacen entender que hay que prestarles atención a los cambios de mareas, las intempestivas olas gigantes y los filosos arrecifes de coral. De los concisos 87 minutos de metraje, casi un tercio no está dedicado al suspenso, sino a plasmar la belleza y felicidad de atrapar una ola gigante en ese paraíso. Lo que lleva a la noción de que no moderarse a tiempo esperando una última ola puede convertir todo en una pesadilla. El catalán Jaume Collet-Serra, luego de éxitos como "La huérfana" o "Non stop - Sin escalas", podría tener el budget que se le cante, pero prefirió construir un relato visual totalmente personal, con abruptos cambios de tono, solapados anticlímax de humor negro, para sacudir al espectador con tremendos niveles de suspenso. La fotografía de Flavio Martínez Labiano combinada con el brillante score de Malco Beltrami a veces quitan el aliento. Y justamente en los momentos más terroríficos se acentúa la fascinante belleza de muchas situaciones que mantienen a esa chica en permanente agonía. Ni Blake Lively ni la gaviota que la acompaña media película van a ganarse el Oscar, y está claro que esto no es "El ciudadano", pero es una de esas joyitas que la gente seguirá redescubriendo durante décadas.
Fallido intento de traer a Ben Hur al siglo XXI La nueva versión del clásico hace extrañar no sólo la que dirigió William Wyler y ganó 11 Oscar en 1959, sino hasta la película muda que filmó Fred Niblo en 1925 y hasta hoy sigue siendo un prodigio formal. No hay manera de que una gran historia épica como "Ben Hur" pueda ser contada adecuadamente en sólo 126 minutos (la misma duración de "Escuadrón suicida"). Y no tiene sentido perder demasiado tiempo analizando esta remake que ni siquiera llega a ser lo bastante mala para ser divertida. Los detractores de los péplums (películas de romanos, bíblicas o gente antigua con pecheras y sandalias) citan a Groucho Marx, que en relación con "Sansón y Dalila" de DeMille dijo: "No me gustan los films en los que el astro masculino tiene mejores pechos que la actriz". Este Ben Hur le gustaría menos, ya que tampoco los hombres tienen buenos pectorales. La versión muda de 1925 de Fred Niblo sigue siendo un prodigio formal que cambió las técnicas de rodaje. En la famosa ganadora de 11 Oscar en 1959, William Wyler agregó sonido, color y Scope, pero enfatizando la tensión homoerótica entre Ben Hur y Mesala. El truco fue decirle a Stephen Boyd que actuara como si fueran novios, pero que jamás le mencionara el tema a Charlton Heston, dándole así un rol más activo. Esta remake no aporta nada en lo técnico, y sólo muestra dos personajes pasivos. Lo más creativo es el prólogo, que va directo al clímax de las cuadrigas (dura un minuto), para retrotraer a los dos rivales a sus monturas adolescentes. Luego, durante desesperantes 50 minutos, no pasa nada digno de mención, hasta la breve batalla naval de galeras romanas. Timur Bekmanbetov es un talentoso experto en acción y terror, como el film de culto "Guardianes de la noche", pero aquí sólo se luce en la carrera de cuadrigas, donde usa muy bien el 3D y aporta giros intensos pero respetuosos a Niblo y Wyler. Las actuaciones van desde lo mediano hasta lo directamente pésimo. Sólo se salva Morgan Freeman, a pesar de que como jeque árabe tiene unos hilarantes dreadlocks rastafaris. Él dice la frase que resume este nuevo Ben Hur: "A estos romanos, si les das suficiente plata, terminan haciendo cualquier cosa".
Gags eficaces y mucha acción Un estudiante regordete y sin amigos de un colegio secundario sufre una broma terrible de unos abusadores cuando lo arrojan desnudo a una reunión de alumnos. El único que le tiende una mano en ese momento traumático es el estudiante más popular de la escuela, ése al que todos auguran un futuro de triunfador. Pasan veinte años y el estudiante brillante es un contador que se avergüenza de sus medianos logros, mientras su colega abusado no sólo parece haber superado aquel trauma sino que es dueño de un físico atlético y domina todo tipo de artes marciales. Ambos se encuentran la noche antes de una reunión de excompañeros, y Kevin Hart -el contador- descubre que el atleta además es un superagente de la CIA, declarado traidor por la agencia y que lo puede mezclar en un complot lleno de muertos y tiroteos. "Un espía y medio" es una de esas comedias bobas lo bastante divertidas como para que uno no deje de volver a verlas cuando las engancha en un zapping en el cable. Es elemental y previsible en lo argumental, pero su gracia tiene que ver con la eficacia de los gags y el carisma de los actores. Lo cierto es que los gags son bastante buenos y que, por otro lado, tanto Dwayne Johnson como Kevin Hart se lucen como comediantes en esta película, y por lo que se ve en los bloopers del final parecen haberse divertido mucho en el rodaje. Además, la película tiene muchas escenas de acción, algunas montadas con bastante imaginación.
Copiar a Woody Allen no es tarea sencilla Éste es el típico ejemplo de esas comedias que podrían llegar a ser realmente divertidas si no pecaran de pretenciosas. El director independiente Alex Ross Perry siempre se ha ocupado de historias inspiradas en ambientes literarios, y en este caso vuelve a estos círculos con la historia de los impulsos autodestructivos del personaje del título, un escritor terriblemente egocéntrico que con su estúpido e irracional comportamiento no sólo pone en riesgo el éxito de su última novela sino también el de su vida sentimental. Jason Schwartzman es Philip, y si su talento actoral se mide por lo insoportable que debía ser su composición del personaje central, entonces debe ser genial, ya que resulta absolutamente insufrible. Pero en el elenco el que realmente se luce es un inesperado Jonathan Pryce, que venía siendo desaprovechado en demasiadas superproducciones hollywoodenses, mientras que aquí, como un escritor venerable y también egocéntrico y autodestructivo que se relaciona con Philip, realmente encuentra un papel a su altura. Es una película interesante pero despareja, bien filmada y actuada pero que intenta abarcar demasiadas cosas y que, por otro lado, funciona como una película de Woody Allen sin Allen, lo que de por sí es algo un poco extraño.
Un Stephen King auténtico, para temer al celularA lo largo de su brillante y exitosa carrera, Stephen King ha imaginado todo tipo de apocalipsis. El de "El pulso" es uno de los más extraños, ya que el escritor de "El resplandor" imagina un fin del mundo donde la humanidad sucumbe ante una extraña señal que surge de sus teléfonos celulares. John Cusack es un dibujante de novelas gráficas al que por suerte se le acaba la batería del celular cuando está a punto de tomar un avión desde el aeropuerto de Boston para visitar a su exmujer y su hijo en una ciudad cercana. Lamentablemente, casi todo el resto del mundo que de una manera u otra está conectado a un celular escucha un extraño pulso que los transforma en especies de zombies hiperkinéticos sedientos de sangre. Las primeras escenas sobre el escape del aeropuerto del protagonista junto al conductor de un tren subterráneo interpretado por Samuel L. Jackson son realmente aterradoras, con escenas ultraviolentas y mucho suspenso. Luego, a lo largo de las casi dos horas de metraje el suspenso y la violencia continúan -hay una gran escena de matanza de zombies junto al veterano Stacy Keach- pero se van confundiendo con escenas de pesadillas proféticas que no siempre resultan demasiado contundentes. De todos modos, Stephen King, que se hizo cargo de adaptar su propio libro, sabe mantener el interés del espectador hasta el apocalíptico y oscuro final. Las muy buenas actuaciones y la constante sensación de terror ayudan a recomendar el film a los fans del género.
Divertidas maniobras para un robo imposible El afán del director por recordar personajes y situaciones del film original crea cierta confusión en el espectador, pero todo mejora cuando se desarrolla la nueva trama animada por buenos actores. En la anterior "Nada es lo que parece", varios magos callejeros se unían para dar un gran golpe criminal en las narices de las autoridades, aunque su intención era la de hacer justicia contra un magnate corrupto y devolver el dinero a la gente común. Dado que la trama tenía muchos personajes, todos con historias bastante complicadas, pedirle al espectador que recuerde cada uno de estos detalles al momento de sentarse a ver esta secuela es absurdo. Sin embargo esto es exactamente lo que hace el director Jon M. Chu y lo único que logra es cierta confusión en cualquier espectador que no haya visto el film original la semana pasada. Apelando a recordar estos detalles la película demora más tiempo de lo necesario en presentar nuevos y viejos personajes y en armar una trama en la que los Jinetes -el grupo de magos integrado por Jesse Eisenbeg, Woody Harrelson y varios colegas- caen en una trampa, son secuestrados y llevados a Macao, y ahí son obligados por el villano Daniel Radcliffe (el ex Harry Potter hace un buen aporte al film) a cometer un robo imposible. Las escenas del robo están entre lo mejor de una película divertida y llena de buenos actores (a los nombrados hay que sumar nada menos que a Michael Caine) pero pierde demasiado tiempo en hilvanar historias pasadas.
Una remake que supera ampliamente al original A casi 40 años del original (una comedia musical anticuada para la época), la Disney vuelve con esta bella historia contada como un relato fantástico al estilo clásico y con un dragón realizado con los mejores efectos. Éste es uno de esos rarísimos casos en los que una remake no sólo tiene sentido dada su aproximación totalmente distinta a la misma historia, sino que supera ampliamente al film original. "Mi amigo el dragón", la producción de Disney de 1977, era una comedia musical sobre un chico y un dragón animado que resultaba anticuada para su época, se desarrollaba en tiempos antiguos con una ambientación bastante ridícula y llena de números musicales insoportables y chistes sólo disfrutables por los más chiquitos. En cambio, la nueva "Mi amigo el dragón" dirigida por David Lowery tiene una ambientación actual y un tono creíble, más un diseño realista que ayuda a darle interés a la parte humana del cuento. Y además tiene un dragón realizado con efectos digitales que realmente se encuentra entre lo mejor que se haya visto en este subgénero del cine fantástico que empezó en el cine mudo cuando Fritz Lang hizo que Sigfrido matara un gigantesco dragón mecánico en el clásico primer film de la saga "Los Nibelungos". Y justamente los estudios Disney son expertos en el tema, con la que hasta ahora sigue siendo la obra maestra "Dragonslayer" ("El verdugo de dragones", 1981) de Matthew Robbins. Para todo público Lo bueno es que esta "Pete's Dragon" funciona como un relato fantástico contado al estilo clásico, disfrutable tanto por los chicos como por cualquier adulto. Es una linda película para público de todas las edades, sobre un chico que sobrevivió hasta los seis años solo en un bosque en el que según la leyenda habitaba un dragón. Obviamente, el dragón no es ninguna leyenda, pero tiene el poder de volverse invisible. La película está muy bien actuada por el chico estelar, Oakes Figley, además de un muy medido Robert Redford, que a esta altura de su carrera hace su primera película para los estudios Disney. Ahora, claro, lo que impacta increíblemente es este dragón diseñado con el mayor realismo y que está perfectamente integrado al relato en cada una de sus impresionantes apariciones. Recomendamos no perderse el placer de esta excelente película.
Con estos intérpretes, todo es más vivaz y creíble Acostumbrado a las versiones extranjeras de sus películas, Marcos Carnevale sorprende con la remake de un film francés. Marcos Carnevale siempre da alguna sorpresa. Ahora hizo una remake. Eso es inhabitual en estos lares. Más común es que otros hagan remakes de nuestras películas. Le pasó a él mismo con "Elsa y Fred" reinterpretada por Shirley Mac Laine y Christopher Plummer, y "Corazón de León", transcripta al cine colombiano con Marlon Moreno y María Nela Sinisterra, y ahora también al cine francés, con "Un homme á la hauteur", protagonizada nada menos que por Jean Dujardin y la rubia Virginie Efira. Pues bien, ahora el hombre hizo una remake de "Amigos intocables", aquella comedia francesa sobre un millonario tetrapléjico cuidado por un negro grandote proveniente de los barrios bajos. Linda historia de entendimiento y afecto entre dos personas muy distintas, que Olivier Nakache y Eric Toledano escribieron inspirados en la historia real de Philippe Pozzo di Borgo y su asistente franco-argelino Abdel Sellou. Al adaptarla, Carnevale mantiene figuras y estructura, pule situaciones, aporteña debidamente diálogos y personajes, cambia un deporte, le da un poquito más de espacio a la relación del enfermero con su familia, lo que resulta beneficioso, y culmina con las mismas, tocantes, imágenes documentales del original. Los protagonistas se lucen. Con Oscar Martínez y Rodrigo de la Serna en los roles de François Cluzet y Omar Sy, todo alcanza mayor vivacidad. Alejandra Flechner, Carla Peterson, Flavia Palmiero, mejor aprovechada, Mónica Railoa, en breve aparición, y el flaquito Joaquín Flamini se destacan en el elenco. Y no se destaca lo suficiente, pero esta película incluye además una curiosa novedad, que puede apreciarse como bonus junto a los créditos finales: por primera vez en el cine, y quizás en todo el ambiente artístico, un cuarteto de cuerdas toca una cumbia. Lo conduce Gerardo Gardelin. Rodaje en los palacios Bencich y Basavilbaso, el Teatro Colón, la Libertador, Cariló, Aeroparque y Lugano 2 (nada es perfecto).
Entretenidos antisuperhéroes Inspirado en el clásico bélico “Los 12 del patíbulo”, este film está lleno de coloridos personajes que merecerían su propia película. Lo mejor son los imaginativos giros sobrenaturales y el aprovechamiento del 3D digital. "Escuadrón Suicida" empieza justo después de los tremendos acontecimientos surgidos de la reciente "Batman v Superman: el origen de la justicia": luego de observar el virulento comportamiento de un superhéroe extraterrestre como Superman, algunos funcionarios de agencias de seguridad creen que sería conveniente tener a mano algunos tipos con capacidades extremas diversas por si algún paladín de la justicia se vuelve demasiado peligroso. El asunto es que parece que esos poderes de destrucción masiva sólo se aplican a los peores engendros de nuestro planeta. El abanico de antisuperhéroes incluye un montón de gente mala, empezando por Deadshot, el más eficaz asesino a sueldo, que jamás erra un tiro; Diablo, pandillero con una feroz telekinesis incendiaria con la que mató a docenas de personas, incluyendo a su propia familia y a la encantadora, ingenua y sexy asesina psicópata Harley Quinn, nada menos que la mismísima novia del Guasón. Estos y otros coloridos personajes merecerían su propia película. Por ejemplo, la tremenda historia de Diablo, interpretado por un notable Jay Hernández. Y todo lo que se relaciona con la desquiciada historia de amor entre The Joker y Harley Quinn, que a manera de confirmación de su amor verdadero se arrojan en una caldera con ácido. Margot Robbie y Jared Leto le prenden fuego a cada escena en la que aparecen, y justifican por sí solos el precio de la entrada al cine. Eso a pesar del problema de que, en realidad, el Guasón no es un miembro del escuadrón protagónico, y su participación secundaria luce un poco forzada en una trama que intenta abarcar demasiadas cosas a la vez. A diferencia de los "Doce del patíbulo" del clásico film de guerra en el que obviamente se inspira (en la película de Robert Aldrich con Lee Marvin, unos criminales eran reclutados para una misión suicida contra los nazis), se podría decir que estos villanos se abuenan demasiado rápido, empezando por el sicario encarnado por Will Smith, que no demora mucho en exhibir su espíritu sensible. Por suerte, el director David Ayer potencia al máximo las posibilidades visuales de los giros más descabelladamente sobrenaturales de la trama (hay una arqueóloga poseída por el espíritu de una hechicera precolombina, entre otras cosas raras), para lo que utiliza de una manera muy imaginativa el 3D digital, sobre todo en los momentos ultraviolentos. Dado que casi toda la acción transcurre en una larga y terrible noche, bastante al estilo de las películas de John Carpenter, la fotografía del ruso Roman Vasyanov resulta esencial.