Inteligente fábula japonesa con imágenes fascinantes El director de “Los niños bobos” y “La chica que saltaba a través del tiempo” combina buenos gags con bastante acción, en un film que los adultos pueden disfrutar tanto como los chicos. Un chico rebelde con problemas familiares se escapa y deambula solo por una ciudad japonesa, hasta que un extraño atajo sobrenatural lo lleva a un mundo paralelo, el mundo de las bestias. Bestias que son mucho más humanas que los humanos, donde se vuelve discípulo de una especie de samurái oso y recibe consejos de un sacerdote cerdo. Para empezar, "El niño y la bestia" tiene ese delirio totalmente demente pero fascinante que sólo consiguen los mejores films de animación japoneses, y también está lleno de imágenes alucinantes, que impactan sobre todo en los grandes planos generales de las ciudades, tanto de las habitadas por humanos como la de estas curiosas "bestias". El director Mammoru Hosuda, premiado en cuanto festival compitieron sus películas, que incluyen títulos como "Los niños lobos" y "La chica que saltaba a través del tiempo", maneja muy bien el equilibrio entre delirio, misterio y humor lunático, logrando combinar buenos gags con bastante acción, incluyendo un formidable duelo samurái en el que los guerreros nunca usan sus espadas. También hay un mensaje sobre el peligro que conllevan los humanos para los animales, ya que los hombres tienen una tendencia a la oscuridad que las bestias nunca tendrán. Este es el tipo de film que pueden disfrutar tanto chicos como adultos y se lo puede recomendar a todo tipo de público.
LA POCO ORIGINAL "LA CABAÑA DEL MIEDO" Cómo derramar sangre en vano Si la idea de unos jóvenes no muy brillantes metidos en una cabaña en medio de un bosque para enfrentarse a algún tipo de amenaza no parece muy original, es que de hecho no lo es. Y para colmo esta "Cabaña del miedo empieza con la camioneta de los protagonistas vista desde una toma aérea con la misma música que usó Stanley Kubrick para "El resplandor", sólo que en una versión con arreglos más elementales de los de Wendy Carlos. En todo caso, poco antes de llegar a la cabaña, uno de los jóvenes es mordido por un niño en una estación de servicio, mal presagio como pocos, que deberían haberles hecho cambiar de ruta y vacacionar en algún otro lado. Luego las cosas se ponen peores, cuando una misteriosa enfermedad de la piel los va contagiando uno por uno, provocando que le salgan chorros de sangre de distintas partes del cuerpo y sacando lo peor y menos solidario de cada uno de ellos. Para colmo, por el lugar pululan montañeses infectados y hasta un perro enorme y malísimo que los quiere atacar. "La cabaña del miedo" es floja con ganas a todo nivel -empezando por las pésimas actuaciones de los protagonistas- pero al menos es muy generosa en gore y violencia gratuita. Algo es algo.
Cuando el terror empieza por casa Hacer una autoremake de un corto de 3 minutos en versión largometraje es una de esas misiones imposibles sólo justificadas por una propuesta de un productor como James Wan (el de "El conjuro") para filmar películas de terror en Hollywood. Así que no se puede culpar al debutante realizador sueco David F. Sandberg por hacer lo imposible para intentar darle coherencia al guión de su opera prima, de todos modos bastante potable. Hay un chico con problemas y terrores de todo tipo, sobre todo cuando, como bien señala el título, se apaga la luz. El miedo a la oscuridad es algo más o menos universal, así que nadie le daría demasiada importancia a ese detalle salvo debido a una historia familiar completamente perturbadora. Su padre muerto misteriosamente, su madre desquiciada (María Bello se luce en este tipo de personajes) y su hermana mayor que sabe perfectamente qué es lo que pasa por haberlo experimentado en carne propia configuran un relato de espectros que va más bien a lo genealógico, aunque en los papeles funciona como historia de casa embrujada. Las imágenes tienden a mostrar eso, detalle que junto a los vericuetos que necesita el guión para justificar varias escenas tiradas de los pelos, no ayudan. Lo que no significa que la película no tenga una idea original, sólidas actuaciones, excelentes imágenes ominosas y buenos momentos terroríficos.
Desparejo, pero con los destellos de un gran director A medio siglo de su debut como director con la que sigue siendo considerada su mejor película, el drama "I pugni in tasca", el director Marco Bellocchio cuenta dos historias extrañas, bastante góticas, que atraviesan las épocas desde el siglo XVII hasta el presente centrándose en una misma locación, un convento donde suceden cosas bastante truculentas. Empezando por la historia que da su mayor cuerpo al film, la de un insistente juicio por brujería que toma como víctima a la bella Lidiya Liberman para que confiese su pacto con las fuerzas oscuras. No porque ni los mismos religiosos estén convencidos de que ese pacto existiera, sino dada la necesidad de poder enterrar en tierra consagrada al difunto amante de la acusada, algo que impide su suicidio. La única manera de enterrar dignamente al muerto en la catedral del pueblo es lograr evidencia de que no se suicidó por voluntad propia, sino por un embrujo, de ahí la necesidad de que la mujer haga su confesión. Lo mejor El único problema que tiene esta estrategia es la terquedad de la acusada, por lo que los intentos por hacerla confesar se van volviendo cada vez más terribles. Esta parte de la pelicula es la más interesante y lograda, con buenas actuaciones y algunas imágenes fascinantes. Lamentablemente el relato contemporáneo que recoge algunos elementos del anterior para enfrentar a dos personajes muy opuestos, como un vampiro y un investigador de impuestos, no tiene la misma fuerza, especialmente debido a que el director utiliza un tono grotesco no muy atractivo. Desparejo y todo, el film igual muestra cada tanto el toque de un gran director.
Imaginativa revolución animal Los creadores de los Minions brillan intermitentemente en esta historia que parte de una premisa bastante parecida a la del clásico de la animación digital "Toy Story". Los juguetes son reemplazados por mascotas que, mientras sus dueños se van a trabajar, hacen todo tipo de cosas. Empezando por el dúo de perros protagónicos, que en su primer día de convivencia -el pequeño Max tiene un terrible ataque de celos cuando su dueño lleva a su casa al gigantón Duke- terminan perdidos en Nueva York, perseguidos por la perrera y peor aún, por una secta de mascotas descastadas lideradas por un sanguinario conejo. Pero, por suerte, el dúo cuenta con un equipo de rescate formado por todas las mascotas de su barrio. Como para que el asunto comience de manera contundente, los productores decidieron incluir al principio un corto de los populares Minions, realmente muy divertido. Luego, la película está compuesta por escenas bastante deshilvanadas que funcionan un poco a la manera de los clásicos cortometrajes de dibujos animados de otrora. Algunos de estos fragmentos son excelentes, como por ejemplo un pesadillesco viaje por las cloacas o un pantagruélico banquete en una fábrica de salchichas. Otras secuencias no son tan potentes y en un momento es evidente que la trama queda corta para un largometraje, incluso para uno con una estética tan imaginativa como éste. La música de Alexander Desplat es excelente.
Skarsgård no es Weissmüller, pero es un Tarzán convincente La primera parte de “La leyenda de Tarzán” se hace lenta debido al abuso de flashbacks que no aportan nada nuevo al personaje, pero en la segunda parte explota la acción de manera espectacular. Hay muchos modelos de Tarzán, pero el que siempre quedará en la memoria de todos es el de las películas de Johnny Weissmüller para la MGM y la RKO. Este nuevo Tarzán tiene algo del "Greystoke" con Christopher Lambert, ya que el personaje es un Lord que vive en Inglaterra al principio del film, y tiene bastante del Ron Ely de la serie de TV de los años 70, y es un hombre mono totalmente civilizado. Alexander Skarsgård hace bien su papel, pero la historia no siempre lo ayuda. Aquí el asunto es que el rey de Bélgica, que tiene dominios y grandes deudas en el Congo, necesita dar con unos diamantes que están en poder de una tribu de nativos enemigos de Tarzán, por lo que el malvado belga en el lugar, Christoph Waltz, envía una traicionera invitación al héroe, que viaja al Africa acompañado por Jane (Margot Robbie) y un enviado del Gobierno de Estados Unidos que sospecha que hay un gran negocio de trata de esclavos. Este personaje a cargo de Samuel L. Jackson está algo fuera de lugar pero al menos aporta diversión. El director David Yates, que tuvo a su cargo la última parte de la saga de Harry Potter, demora bastante en encender la mecha de la superacción, dado que la primera mitad del film se vuelve un poco lenta debido al abuso de flashbacks que cuentan la historia previa de Tarzán, sin aportar nada demasiado nuevo al personaje, pero deteniendo el ritmo narrativo. A partir de la segunda mitad sí empiezan las luchas, ya sea con gorilas o con soldados belgas en una espectacular escena en un tren. El final explota con una batalla también espectacular, y el resultado si bien no brilla por original, no está del todo mal.
Noche de expiación que conformará a fans de la saga La mezcla de superacción y política-ficción de la saga de James DeMonaco adquiere aún más actualidad en esta tercera parte, que agrega a las habituales matanzas nocturnas el clima de campaña electoral. Con su film de bajo presupuesto "The Purge" ("La noche de la expiación", 2013), el director y guionista James DeMonaco supo hacer una contundente metáfora sobre la ultraviolencia que rige la sociedad estadounidense con su obsesión por las armas y las terribles masacres que multiplican se año tras año. No es que su idea sea realmente novedosa, de hecho Peter Bogdanovich ya había utilizado el tema en su opera prima, "Targets" ("Miralos Morir"). Sólo que DeMonaco imaginó una distopía terrible, donde un gobierno futurista estadounidense celebra una fiesta patria destinada a que durante una noche al año todo el mundo pueda matar a su prójimo sin consecuencias legales. La mezcla de superacción y política-ficción, evidentemente es de candente actualidad, sobre todo en esta tercera parte donde DeMonaco agrega el clima de campaña electoral: ahora hay una candidata anti "Purge" que podría ganarle la presidencia al fascista candidato oficialista, lo que lleva a que el Gobierno cambie las reglas de juego en la noche de la celebración. Antes no se podía matar a políticos importantes, como ministros, senadores y funcionarios públicos en general. Pero ahora sí se puede, lo que implica que la candidata progre sea perseguida por gente mala de todo tipo, incluyendo un mercenario que parece una caricatura de Mussolini. Hay terror, suspenso, gore y superacción a granel, pero esta tercera vez la repetición de temas e imágenes resulta un poco más evidente. De todos modos, hay situaciones e ideas contundentes como para recomendarla a los fans de la saga.
Innecesaria remake de una comedia de culto La lista de remakes que nadie necesitaba es tan larga como olvidable, pero esta floja nueva versión de "Los cazafantasmas" de Ivan Reitman no sólo no era necesaria, sino que encima sus principales faltas están en el orden de lo inexplicable, empezando por el detalle totalmente caprichoso de que el grupo esté formado por mujeres. Probablemente, el director Paul Feig que ya dirigió a Melissa McCarthy en excelentes comedias de acción como "Una espía despistada" y "Armadas y peligrosas", pensó que no había modo de encontrar actores que pudieran reemplazar al equipo del film original, es decir Bill Murray, Dan Aykroyd y Harold Ramis, que además contaban con un gran elenco que incluía a gente como Rick Moranis y Sigourney Weaver. Aquí en cambio hay cuatro chicas que no están muy bien explotadas en sus papeles de científicas nerds, y casi cada elemento que el director trata de aportar al guión para darle algún giro nuevo al argumento original implica pérdida de ritmo y gags flojos que simplemente van liquidando las posibilidades de una idea que, en lo básico, podría haber sido tan bien ejecutada como la gran comedia fantástica de humor lunático que dirigió Reitman. Un ejemplo perfecto de los giros erróneos de esta remake es la presencia de Chris Hemsworth ("Thor") como un recepcionista totalmente inútil y torpe que agrega muy poco al argumento y alarga las cosas innecesariamente cada vez que aparece. Otro ejemplo es un pequeño papel a cargo de Bill Murray, que quizá sea gracioso en sí mismo, pero que al mismo tiempo le resta coherencia a la trama (más inteligente, Dan Aykroyd sólo aparece brevemente como un taxista que "no le tiene miedo a los fantasmas"). A favor de esta película sólo se puede decir que tiene un par de escenas razonablemente divertidas, como una cacería de espectros en medio de un show de heavy metal, y los buenos efectos 3D que están muy bien diseñados, lo mismo que los rayos de colores y algunos espectros que aprovechan al máximo la tecnología digital. Luego, no hay manera de que un fan del original no se deprima un poco viendo este producto prescindible.
El mundo de Roald Dahl en imágenes fascinantes El director volvió a reunirse con la guionista de “E. T.”, Melissa Mathison, para un film afectado por cambios de clima y cierta sensiblería, pero con imágenes que lo vuelven imperdible. El mundo de Roald Dahl es extraño, surrealista y absurdo de un modo especialmente británico. Su cuento "El hombre del sur" logró que Alfred Hitchcock enfrentara en una retorcidísima y sádica apuesta a Peter Lorre con Steve McQueen en el probable mejor episodio de su serie "Alfred Hitchcock Presenta". Ian Fleming aseguró que Dahl logró la mejor adaptación de 007 en "Sólo se vive dos veces", y tanto Gene Wilder como Johnny Depp brillaron al interpretar a Willy Wonka. el dueño de la famosa fábrica de chocolate. La historia de una huerfanita noctámbula raptada por un gigante bueno que la defiende de gigantes malos que comen niños y terminan siendo combatidos por la reina de Inglaterra, mereció que Steven Spielberg se reúna con la guionista de "E.T.", Melissa Mathison. Pero la aproximación de Spielberg a los delirios de Dahl implica un esfuerzo de estética expresionista y visiones pesadillescas que durante casi media película se despreocupa de cualquier coherencia argumental. Detalle que logra que el viaje de la huerfanita Sophie (una carismática Ruby Barnhill) al país de los gigantes esté construido con imágenes formidables que realmente no dan demasiado margen para que nadie se preocupe por hacer foco en la historia. Es que la protagonista no sólo es raptada por un gigante. Además, el gigante la lleva a cazar sueños a una extraña tierra onírica. Y, para colmo, en su tierra, el gigante bueno es humillado por sus coterráneos, que lo llaman "enano", dado que son mucho más grandes que él. La película empieza como una magistral muestra de horror gótico con toques infantiles, y sigue así durante varios actos antes de caer en el grotesco al mostrar la avidez de los gigantes malos por comerse a la niña. Este carácter híbrido atenta contra la cohesión de una película que nunca deja de tener imágenes fascinantes, y que incluso hacia el final logra desdramatizar el clima dark previo con un escatológico desayuno con la reina. Los cambios de clima derivan también, como no podía ser de otro modo, en esa sensiblería en la que muchas veces cae Spielberg. En este sentido, se puede decir que el gigante que compone digitalmente Mark Rylance es más bueno que E.T. y Lassie juntos. Más allá de lo desparejo del conjunto, hay imágenes imperdibles a lo largo de todo el film.
Poco y nada que contar en medio del campo entrerriano El naturalismo domina casi toda esta película, aunque en realidad tiene cierto subtexto místico o supersticioso, que aparece menos de lo que el espectador querría. El director entrerriano Maximiliano Schonfeld ubicó su historia en una localidad de sus pagos e hizo a actuar a gente del lugar, decisión que tiene puntos a favor y otros en contra. La trama transcurre en una finca donde la gente vive como detenida en el tiempo, y sólo para dar una idea hay que mencionar que el elemento más tecnológico que aparece en toda la película es una de esas máquinas de videogames a fichines de los 80 que ahora, en el siglo XXI, y fuera de la pulpería donde pasan el tiempo los protagonistas, sería "vintage". El pueblo y el campo donde trabaja el protagonista está habitado por una comunidad de "gringos", que en medio de temores de la helada del título y su nocividad para los cultivos, reciben a una chica un poco enigmática y mandona, a la que ven como una especie de salvadora contra los designios de la naturaleza. Lamentablemente, el director no sabe bien cámo plantear y darle interés a su conflicto, aunque a veces sí saca lo mejor de su elenco de actores amateurs, que pronuncian diálogos bastante elementales pero divertidos, al menos en el contexto. Es que la película deambula entre carreras de perros (una buena escena que podría haber estado mejor aprovechadfa por la trama), los trabajos del campo, chanchitos, gallinas, bailes alemanes y nada especialmente intenso. La fotografía tiene momentos atractivos y enfoca de manera interesante las locaciones genuinas del campo entrerriano.