Se burla de los clichés pero cae en todos Este es uno de esos casos tan frecuentes donde el título original no tiene nada, pero nada, que ver con el que le pusieron en la Argentina. "That Awkward Moment" se refiere al punto incómodo de un noviazgo que, de golpe, parece estar a punto de convertirse en algo más serio, lo que implicaría tomar la relación con más compromiso, y que le da al hombre el recelo de que algo muy agradable que siempre sucedía en la cama, ahora podría cambar de dirección y encaminarse hacia el altar. Como viene sucediendo hace años en este tipo de comedias románticas filmadas por directores jóvenes (en este caso se trata, además, de una opera prima), con actores "cool" como Zac Efron, la película empieza intentando marcar la diferencia con lo que se espera del género según las tradiciones hollywoodenses, y luego se va suavizando hasta caer en todos los clichés de lo que se esforzó por diferenciarse. Pero esta película no tiene sólo ese problema, sino varios. Por ejemplo, presenta a tres amigos, dos que trabajan en una empresa de diseño gráfico neoyorquina, donde hacen portadas de libros, que deciden solidarizarse con un amigo médico al que su mujer le está pidiendo el divorcio de buenas a primeras. La solidaridad consiste en hacer un pacto de no volver a tener parejas fijas, sino sólo historias de una noche. El pacto tendría sentido y podría interesar un poco al público si el argumento se hubiera ocupado de describir cómo era la vida amorosa de estos badulaques. Pero la verdad es que aun con más trabajo narrativo, los personajes son muy poco interesantes en cualquiera de las direcciones que pueda tomar la película. Y para colmo una de esas direcciones se va derecho al melodramón, en un tono más pesado de lo razonable, sobre todo teniendo en cuenta que en el primer tercio de proyección, el director intentaba pasarse de listo amagando con gags más o menos audaces relativos a las costumbres de gusto dudoso de algunos adultos jóvenes (veinteañeros que actúan un poco como los de la vieja serie "Thirty something"). Como los actores tienen talento, soportan tanto las situaciones de drama más densos que dramáticos, igual que los chistes desubicados y no muy graciosos de la primera parte. La ambientación neoyorquina es un tanto remanida, y para eso ya existe Woody Allen. Pero, por otro lado, hay que reconocer que es un producto bien filmado, y al menos tiene más escenas eróticas que la película promedio filmada en Estados Unidos. Esas escenas son casi las únicas de acción de este conversadísimo asunto.
Festín para los amantes del gore Luego de un prólogo con una chica huyendo desesperadamente a través de un bosque que parece calcado de la mas típica película de terror de los años 70, "Nadie vive" presenta una serie de situaciones enigmáticas que provocan tensión e intriga, y están diseñadas para confundir al espectador, que un rato más tarde estará sonriendo satisfecho ante la mayor catarata de gore de todo tipo o calibre que se haya visto en mucho tiempo. O simplemente odiará el film a muerte y se insultará a sí mismo por haber tenido la idea de sentarse a ver la última película del director de "Versus" y "Azumi". El punto de inflexión es cuando la chica que parece ser la protagonista de una película es degollada y decapitada sin más. Ese suele ser el tipo de situación de la que no hay vuelta atrás y permite deducir que lo que se está viendo no es precisamente un thriller intelectual. Es que no tiene sentido tomarse seriamente una excelente comedia negrísima filmada como homenaje a los grandes clásicos del cine gore, empezando por el detalle de que, para este debut en el cine norteamericano, Ryuhei Kitamura convocó al director de fotografía Daniel Pearl, nada menos que el colaborador de Tobe Hooper para "La masacre de Texas" (Pearl también fue el cinematographer de la sólida remake del superclásico sobre caníbales armados con motosierras). La premisa argumental tiene que ver con una banda de criminales totalmente desequilibrados y pasados de rosca de una zona poco amistosa de Lousiana, que luego de atacar a una enigmática pareja, descubren que sus víctimas en realidad son gente muy peligrosa, sobre todo el hombre de nombre extraño pero nunca revelado que interpreta Luke Evans con minuciosa inexpresividad (en los créditos su personaje es mencionado como "Driver"). El hermético planteo argumental es sólo una excusa para desencadenar un festín de ultraviolencia sangrienta hasta lo chistoso (hay momentos en que todos los personajes sostienen las conversaciones más increíbles embadurnados en sangre). Pero especialmente para homenajear a distintos clásicos del gore, con escenas y diálogos que repiten literalmente variaciones de films de terror que los fans del género irán descubriendo casi como en un juego de trivia (hay un homenaje a "La noche de los muertos vivivientes" que no tiene desperdicio). El elenco es desparejo pero colorido, con personajes malísimos de las más diversas variantes, incluyendo varias chicas de temer entre las que se luce Adelaide Clemens (la que aparece huyendo en el prólogo y reaparece hacia la mitad del film). La incorrección política total permite que por momentos esta carnicería parezca esconder una historia romántica hasta el delirio, De todos modos, no hay que esperar demasiado sexo, aquí el fuerte es la violencia, con los imaginativos efectos especiales gore para mutilaciones, trituraciones y despellejamientos pensados con una creatividad arrolladora. Además, Kitamura tiene un estilo muy dinámico, y sin duda su director de fotografía sabe muy bien cómo filmar este tipo de cosas.
Muy seria y nada espectacular
Una ingeniosa pesadilla con muy buenos actores Aquí sí hay algo totalmente nuevo. Nunca a nadie se le habia ocurrido hacer una película de cine dentro de cine sobre la postproduccion de sonido de un film (lo más parecido a esto sería "Blow out: el sonido de la muerte" de Brian De Palma, aunque en realidad tenía más que ver con un sonidista que con un film en particular). Y lo que hace que este asunto raro y técnico cobre más interés es que el film que está en etapa de mezcla y postproducción sonora es uno de terror italiano de principios de los 70. Toby Jones (que tambien aparece en el reparto de "Capitán América: el soldado de invierno") es un ingenuo ingeniero de sonido inglés que viaja a Italia contratado para mezclar un film de un cineasta estrella que asegura que lo suyo es cine de autor , no de terror. El inocente protagonista que creyó que iba a trabajar en un film de carreras de caballos o algo así, dado que el título italiano incluía la palabra "Ecuestre", ve cómo el primer efecto de sonido que hay que grabar es el de cabezas y huesos quebrados logrados dándoles a sandías con un mazo, detalle que lo perturba bastante. Pero mucho más lo perturba el detalle de no lograr que le reembolsen su ticket del viaje de avión desde Inglaterra, trámite que se va convirtiendo cada vez en una misión tan kafkiana como todo lo que le pasa al pobre técnico inglés que de buenas a primeras está metido hasta el cuello en una pesadilla italiana. "Berberian Sound Studio" es un film muy ingenioso, que logra sacar el máximo de un presupuesto mínimo, con muy buenos actores (empezando por Toby Jones, que realmente se luce) y muy buenas ideas para mezclar el terror de la película dentro de la película con lo que le pasa a sus protagonistas, recurso un tanto obvio pero que es lo que permite sostener durante una hora y media una trama centrada básicamente en un estudio de sonido de los años 70. Digamos que como película de "cine dentro del cine" es más eficaz que como film de terror, aunque el resultado tampoco está del todo mal en este sentido.
El Capitán América en la Guerra Fría En su primera película, el Capitán América era un prototipo de supersoldado pensado para la Segunda Guerra Mundial, por lo que en gran parte se lucía por la ambientación de época y el estilo de viejo film de guerra potenciado por los poderes del superhéroe de Marvel. Recién al final de la película era descongelado luego de décadas en el hielo y debía aprender a manejarse en lo que para él era el futuro, con el imposible choque cultural que eso implica. Y ése era un poco el tema en cada una de sus participaciones en el film de superhéroes al por mayor, "Los Vengadores". Este ultimo recurso de "pez fuera del agua" sigue funcionando en esta segunda película del Capitán América, que tiene varias novedades que la hacen especialmente interesante. Para empezar, luego de años de intentos en este sentido, Marvel logró que el mismísimo Robert Redford aparezca en un papel en este tipo de franquicia. Lo mejor es que el venerable Redford tiene un rol a su medida -de hecho luce mejor aquí que en algunas de sus últimos trabajos-, que lo lleva de nuevo a Washington, locación esencial en su carrera en títulos como "Los tres días del Cóndor" o "Todos los hombres del presidente". Es que lo de "el soldado de invierno" tiene que ver con la Guerra Fría, y el jefe de los Vengadores que interpreta Samuel L. Jackson tiene que trabajar junto al personaje de Redford, dándole un sentido histórico a todo el asunto, por más que siempre se trate de un cómic llevado al cine. Pero la mejor química de todo el film es la del protagonista con la superheroína Viuda Negra, y aquí realmente el aporte del personaje de Scarlett Johansson es muy bienvenido, dado que logra darle un poco de sal y pimienta al demasiado congelado Chris Evans, que de a poco se va modernizando a lo largo del film. La intriga del argumento es interesante e incluye todo tipo de secuencias de acción, que brillan un tanto más cuando involucran persecuciones automovilísticas o vehículos raros de toda clase- que cuando se centran en simples peleas de puños y patadas. En este sentido, los codirectores Anthony y Joe Russo parece que se obsesionaron tanto con el montaje rápido como para terminar haciendo algunas secuencias tan vertiginosas que casi no se entienden, y que en algunos momentos provocan ganas de tener un control remoto y poder apretar la cámara lenta para ver quién le está pegando a quién. Por lo demás, éste es un buen film de Marvel, que seguramente hará tanto dinero como el primer Capitán América que llegó a recaudar casi 400 millones de dólares.
Ambigua historia entre el policial y el drama pasional gay La playa que rodea un lago y el bosquecito cercano son las únicas locaciones de una película que se queda a mitad de camino entre el drama pasional, el policial y el cine de autor con aspiraciones existencialistas. De todos modos, lo que es seguro es que como cult movie de temática gay podría ser toda una sensación, a pesar de que, aun en este sentido, ofrece lecturas ambiguas. Lo más interesante es el énfasis en describir la interacción entre la fauna gay que asiste a la costa de un lago a conocer amantes ocasionales en encuentros que mantienen entre los arbustos del bosque. La libertad y tranquilidad absoluta que en principio puede brindar un lugar donde los hombres pueden tomar sol y nadar desnudos pronto revela ciertos conflictos, celos y costumbres no siempre armoniosas ni compartidas por todos., E incluso, en determinado momento, el asunto incluye también el homicidio. Justamente, el conflicto esencial del film es la pasión que invade a un joven ex verdulero que, aun sabiendo que su nuevo amante es un asesino, no puede dejar de mantener esos fogosos encuentros furtivos, y sólo en determinado momento le recrimina no poder llevar esa relación a un plano más franco y romántico, que incluya un mayor compromiso. El estilo estático de Alain Giraudi no ayuda mucho. Hay una obsesión por las tomas largas de paisajes, alternando el lago, los árboles y el cielo que no imprimen ni ritmo ni intensidad al drama, lo que el director relega casi exclusivamente a las escenas sexuales, algunas realmente audaces y en un par de ocasiones directamente explícitas. Otras veces, las escenas más fuertes oscilan entre lo sórdido y el erotismo más edulcorado, con siluetas besándose en la puesta de sol, y sonidos de gemidos amorosos animando estéticas postales del brillo del sol sobre las aguas del lago. Pese a estos cambios conceptuales lo mejor es la fotografía, mientras que las actuaciones son muy esquemáticas y algunos diálogos son dignos de una telenovela. Luego de estirar demasiado las cosas, el desenlace se desencadena abruptamente y de un modo más pretencioso y menos convincente que las escapadas hacia los arbustos, que sin dudas es donde el director decidió concentrar toda la acción de su película.
Una guerra reciente con exceso de patriotismo Mark Wahlberg produce y protagoniza una película de guerra a la antigua, con el agregado moderno de que narra una misión fallida de comandos Navy Seals durante la invasión de Estados Unidos a Afganistán. La misión consiste en capturar a un malísimo jefe talibán, responsable de la muerte de 20 marines unos días antes, pero las cosas salen mal y los cuatro comandos terminan enfrentándose solos a todo un ejército. Basada en una historia real contada en un libro autobiográfico por el personaje de Wahlberg, la película se toma casi una hora antes de que empiece la acción. Eso sí, cuando empieza, no para nunca, ocupando prácticamente la hora restante de proyección. Las escenas de combate están muy bien filmadas, pero el ambiente de bosques montañosos en los que transcurre la acción no ayudan demasiado a darle un interés especial a las balaceras, evitando casi todo contacto cercano con el enemigo e insistiendo más que nada en el coraje de los protagonistas. Es decir, a diferencia de una película como "La caída del halcón negro" de Ridley Scott, en la que los marines quedaban atrapados en una ciudad dominada por los somalíes contra los que debían combatir, aquí la interaccion con los talibanes es más bien mínima. El director Peter Berg maneja muy bien la acción, pero en films fantásticos como "Hancock" podía darle más vida a los personajes, que aquí son bastante básicos, Como todo film basado en hechos verídicos recientes, el espectador por momentos podrá preguntarse hasta qué punto la historia que se cuenta es real y hasta qué punto todo el asunto puede estar influido por el tono patriótico derivado de una guerra reciente. En todo caso, la película está bien filmada, y acción no le falta.
Para amantes del melodrama Jason Reitman, hijo de Ivan "Los cazafantasmas" Reitman y director de películas como "Amor sin escalas", ofrece algo que está a mitad de camino entre el policial y el drama romántico, aunque por momentos el espectador podria definirlo como un pesadísimo dramón. Kate Winslet es una madre deprimida luego de la pérdida de varios embarazos y el abandono de su marido, que vive con su hijo preadolescente. Casi sin ejercer violencia, un presidiario recién escapado de la cárcel y que está lastimado en una pierna consigue refugiarse en la casa de la protagonista. Y lo que en principio es una relación tensa y una breve estadía hasta una fuga nocturna, se convierte en el más dulce de los romances a lo largo del fin de semana largo de feriado del Día del Trabajo (a eso se refiere el título original, que no menciona aires de ningún tipo). La escena del encuentro entre el convicto fugitivo con la madre y el hijo en un supermercado es lo menos creíble del film, y tal vez el único momento en el que Kate Winslet no puede con su papel. Toda la situación está muy bien manejada por el talentoso Josh Brolin, que en verdad domina casi toda la película, en parte debido a que su personaje es el que va marcando la acción. Esta es del tipo de película a la que no hay que ir a ver sin haber comido algo, ya que sobre todo en la primera mitad provoca mucha hambre. Es que ni bien llega a la casa, el preso se pone a hacer todo tipo de quehaceres, incluyendo un guiso de carne que parece de lo más apetitoso, y luego un acto entero está dedicado minuciosamente a una receta de pastel de durazno que también parece realmente delicioso y que juega un rol esencial en la historia. Sin embargo los encuentros románticos entre Winslet y Brolin suceden en off, lo que le quita un poco de sal y pimienta al asunto, aunque es entendible dado que todo está contado desde el punto de vista del chico (que luego crece y se convierte en Tobey Maguire, el Hombre araña de Sam Raimi). Sólo al final el film retoma su carácter de thriller con un par de escenas de suspenso. Lamentablemente la película se alarga innecesariamente con varios aparentes epílogos que se suceden uno tras otro hasta un final muy poco verosímil. Sin embargo, las buenas actuaciones y el rigor formal ayudan a que se deje ver, sobre todo si se es fan del melodrama.
El bebé de Rosemary era mejor Nada podria ser más terrorífico que la idea de caer desprevenido en una reunión de amigos que termina con los anfitriones obligando a los invitados a presenciar el metraje completo de los videos caseros de sus vacaciones. O, mucho peor aun, el video completo sin editar de todo lo referente a una boda, luna de miel y dulce espera de los recién casados (que en este caso, obviamente no es tan dulce, dado lo que sugiere el título). Esta terrorífica perspectiva es lo que les espera a quien se atreva a ver este espeluznante producto, que en su esfuerzo por simular los típicos videos hogareños de recién casados y futuros padres primerizos se pasa de rosca hasta lograr que las intermitentes escenas de horror sean un verdadero alivio en medio de todo lo demás. Lo que queda claro es que hay que desconfiar de los taxistas que inviten a parejas de turistas a acontecimientos "autenticos" que, como además son gratuitos, resultan irresistibles. Las escenas de la luna de miel en Santo Domingo daban para mucho más, sobre todo el pintoresco y fatidico ritual en cuestión, pero por supuesto el estilo de documental apócrifo generalmente sabotea tanto el potencial narrativo como visual de cualquier historia medianamente interesante, aun si no fuera demasiado original. Hay que esperar un buen rato para que las cosas se pongan realmente dignas de un film de terror, con dos o tres momentos fuertes, incluyendo una única escena con algo más o menos nuevo que ofrecer el equipo de directores hizo cosas parecidas en el contexto de los cortos de la saga de las "Crónicas del miedo", redituable franquicia pensada a partir del bajo costo que implica este tipo de producciones centradas en este mismo estilo. Hay que avisar que algunas situaciones de este film pueden resultar perturbadoras para los espectadores sensibles, especialmente aquellos que recuerden cierta obra maestra de Roman Polanski.
Vértigo bien logrado con superacción 3D Créase o no, esta adaptación al cine del exitoso videogame "Need for Speed" es una de las mejores películas de carreras callejeras ilegales que se haya filmado en décadas. Es que, a diferencia de las más famosas y taquilleras muestras del género, esta película no incluye policías juveniles infiltrados en pandillas dedicadas al culto por las "picadas", sino que se las arregla para que sus personajes sean criminales que infringen la ley y pongan en peligro a la gente que se les cruza. Detalle que no le impide al argumento marcar la diferencia entre héroes y villanos, por más que los protagónicos sean unos bastardos dedicados a satisfacer su necesidad de vértigo sin reparar en los riesgos que su pasatiempo pueda generarle al prójimo. La película dura más de dos horas lo que podria parecer demasiado extenso para un entretenimiento de superacción basado en un juego de video- y de manera consciente se toma el tiempo necesario para arrancar en serio. Esto resulta un poco irritante durante la primera media hora, que sólo se luce en las primeras excelentes escenas de autos vertiginosos en 3D, oportunamente intercaladas por una minuciosa presentación de los conflictos de personajes poco interesantes cuando están lejos del volante. Pero aun en esas escenas, el guión se ocupa de marcar que estos simpáticos fans de los fierros podrían llevarse por delante algún peaton al doblar en cualquier esquina. Incluso llama la atención que los conductores no se molesten en usar el cinturón de seguridad aun al correr a toda máquina autos preparados para superar los 200 km. por hora. La historia es la de un corredor que va a la cárcel falsamente culpado de haber provocado la muerte de su amigo en una picada, por lo que salir viola la libertad condicional para vengarse del verdadero responsable en una legendaria carrera ilegal en la que el ganador se queda con los carísimos autos del resto de los competidores, aunque por supuesto en este caso la carrera es por vengar al amigo muerto. Cuando las motivaciones se vuelven mas dramáticas, en una escena clave queda claro que los personajes deben abrocharse el cinturón de seguridad, dando comienzo a una persecución imposible para atravesar territorio estadounidense eludiendo tanto a la policía como a los esbirros del villano, que harán lo posible para detenerlo (en este sentido hay una escena que casi parece un pequeño homenaje a "Mad Max"). No es el tipo de película donde el punto fuerte son las actuaciones, aunque el elenco es correcto, y mas que el héroe, Aaron Paul, sobresale el villano de caricatura Dominic Cooper, el personaje que aporta el toque cómico interpretado por Scott 'Kid Cudi' Mescudi y un soprendente y vivaz Michael Keaton como el organizador de la carrera. El director Scott Waugh viene de una familia de stunts, y por si mismo tiene un curriculum impresionante en el rubro (incluyendo películas para Michael Mann y John Carpenter), además de haber dirigido el ultraviolento film sobre marines verdaderos todo un hito de la acción realista dado que utilizó munición auténtica- y obviamente las escenas de persecuciones logran algo tan raro como devolver al cine los viejos choques de autos con realismo y la menor cantidad de efectos digitales posible, pero además filmados especialmente para aprovechar las posibilidades del 3D. Hay muchas escenas para la antología, que ningun fan querra perderse.