Magistral visita de los Coen al universo folk La ultima película de los hermanos Coen empieza con un músico folk (Oscar Isaac) interpretando solo con su guitarra una canción cuya letra pide que lo lleven al patíbulo y lo ahorquen de una vez por todas. La idea es que si algo viejo siempre puede sonar nuevo, es que es música folk: noción totalmente aceptada en el antro de Greenwich Village, barrio bohemio por excelencia de Nueva York hacia 1961. Esta introducción es tán autentica, y la canción tan buena y bien interpretada como para que el espectador se sienta tentando a aplaudir la actuación junto a la escasa audiencia. Este extraño fenómeno más propio de un rockumental que de una historia de ficción se repite varias veces a lo largo de esta obra maestra, en la que los hermanos Coen se superan a sí mismos al aplicar una fórmula tipo "Barton Fink" a un asunto más complejo, dado que necesita actores que puedan cantar de modo convincente para ese momento, agregándole el tono satirico del caso tanto a la música como la actuación. La mayor cualidad es la capacidad de los Coen para retratar una época y un ambiente especifico con el mayor respeto y rigor por la reconstruccion histórica y el retrato de esos personajes, tanto como para que la ironía permanente pueda ser vista como algo natural, y que cuando se les cante la gana pueden lanzar todo el asunto a un terreno casi fantástico, al borde de lo sobrenatural o surrealista. Ese tipo de imágenes y situaciones que desde hace décadas forman parte de la imagineria propia de los autores de "Simplemente sangre" y "De paseo a la muerte". De ahí que por momentos un viaje de Nueva York a Chicago pueda parecer más fiel a la literatura beatnik de "En el camino" que cualquier adaptación fiel de Jack Kerouak, aun cuando por momentos todo se vaya a un universo rayano en lo fantástico. Igual que en "Barton Fink", los Coen logran mezclar convincentemente la locura del lugar y la época con sus delirios más audaces, en este caso sin perder el sentido de la sátira corrosiva que es lo que vuelve convincente sus idas y venidas entre lo levemente absurdo y los delirios imposibles, Como siempre, o quizá más que nunca, su mayor herramienta para lograr algo tan difícil es el humor negro: algo que su habitual John Goodman conoce como nadie, con un personaje folk-fóbico que funciona de un modo similar al matón que enloquecía del todo al escritor John Turturro en "Barton Fink". Un gran logro, o tal vez un gran desafio, haya sido armar un soundtrack más esencial y elaborado que el que produjeron junto al mítico T-Bone Burnett para "Dónde estas hermano" (si hubiera una banda sonora difícil de superar, tanto como para los cineastas como para Burnett, seria esta). Por el tipo de film aquí la música confirma que tiene vida propia independientemente de su imprescindible función en el film. Las canciones no sólo son interpretadas por los actores, sino que en general fueron compuestas por miembros del elenco y los dos Coen, por supuesto atendiendo a su necesidad de que sonaran de esa época, que no dejen de incluir detalles paródicos y que además, lo mas difícil, nunca dejen de ser excelentes canciones folk. Por eso, entre muchas otras cosas, el trabajo del protagonista, Oscar Isaac, vale por dos, ya que no sólo compone un personaje complejo y excéntrico aunque coherente con su estilo de vida contracultural, sino que debe completar ese papel demostrando el talento de un músico de ese estilo y época específicos, logrando que el ficticio Llewyn Davis parezca más real que el mismísimo Robert Zimmerman (cantautor mas conocido como Bob Dylan, que aporta al asunto un tema casi desconocido de aquellos tiempos, más algo de su leyenda). Cada actor secundario se luce dando vida a personajes que luego de ser presentados de forma mas o menos lógica o naturalista, casi siempre dan un paso al mas allá. En este sentido, el Salieri de "Amadeus" de Milos Forman, es decir F. Murray Abraham, compone uno de sus mejores trabajos, convirtiéndose en uno de los personajes esenciales del film: por algo el es quien le da sentido al título original, "Inside Llewyn Davis". La riqueza de imágenes, actuaciones y referencias históricas y musicales, sumadas a las imprevisibles explosiones de humor negro y surrealista al mejor estilo Coen, confluyen para explicar la dura vida del artista visionario, quizá tan adelantado a su tiempo como atrasado respecto de sus necesidades practicas, en una aventura tanto o más imprevisible que las de esos clásicos infantiles sobre mascotas perdidas que recorren miles de kilómetros para regresar a sus hogares, como en "Lassie vuelve a casa" o "El viaje increíble" de los estudios Disney. Los Coen subrayan la metáfora con una subtrama totalmente literal, con talento gatuno a la altura del histrionismo de sus colegas humanos. Por algún motivo las historias sobre el nacimiento de movimientos contraculturales no abundan en Hollywood (justamente esta es una coproducción con Francia y la CBS). En todo caso, esta odisea folk haría un excelente doble programa con otra gran pelicula ambientada en el mismo "Barrio Bohemio", dirigida por Paul Mazurski en 1976. Por supuesto, en algún momento los Coen se refieren a su titulo original: "Next Stop, Greenwich Village!".
Otra de amor adolescente y colmillos La receta es simple: mezclamos un poco de "Crepúsculo" y bastante de Harry Potter, le agregamos un poco de humor adolescente, y tenemos esta floja "Academia de Vampiros", el último subproducto del fenómeno de taquilla de la fantasía teenager. Basada en las novelas para jóvenes de Rachelle Mead, el argumento describe una compleja mitología vampírica que no es muy feliz ni tampoco comprensible del todo. Básicamente, el asunto es que en este universo imaginario hay tres tipos de vampiros diferentes. Unos son algo así como vampiros light, otros son mestizos con algo de humanos y algo de vampiros, y por último están los ciento por ciento vampiros pertenecientes a una antigua y mítica raza, algo así como la aristocracia de los chupasangres, que suelen contar con la protección y el cuidado de los anteriores. El centro de la historia tiene que ver con la relación entre Zoey Deutch amiga y protectora de su amiga de sangre real, Lucy Fry, con quien viene intentando escaparle al al establishment vampírico, que de todos modos logra llevarlas a la Academia a la que se refiere el título. En ese lugar se desarrolla la mayor parte de las obvias situaciones, casi sacadas de un catálogo de viejas comedias fantástico-adolescentes. Sin embargo hay que reconocer que el film tiene al menos algunos puntos fuertes. Para empezar, la protagonista lleva adelante la historia con carisma y talento, lamentablemente mucho más talento que el de la mayor parte de los integrantes del elenco, y cada tanto aparece un buen gag, o una divertida escena de acción sobrenatural. Lo que llama la atención es la decadencia de un buen actor como Gabriel Byrne, quien más allá de interpretar a un vampiro demasiado añejo aun para los estándares de inmortalidad del caso, luce destruido y ofrece una de las peores performances de su carrera.
Historia, fantasía y mucha violencia 3D En un momento culminante de "300, el nacimiento de un imperio", la malvada griega renegada Artemisa, que comanda la flota persa, decapita a un prisionera ateniense y luego levanta la cabeza cercenada y la besa en la boca. Esa imagen, tan intensa como gratuita, da una idea de la imaginería de esta especie de secuela de "300" de Zack Snyder, que esta vez delegó la silla del director al israelí Noam Murro, que logró excelentes imágenes en 3D aunque no contó con un guión tan contundente como el del film original. La nueva "300" no es exactamente una secuela, ya que no se dedica sólo a narrar hechos ocurridos posteriormente a la batalla de las Termópilas, que ocupaba casi totalmente el film anterior, sino que cuenta episodios previos y posteriores a ese hecho histórico, matizado por la estética digital de historieta impuesta por su autor. Asi es como la película empieza en la batalla de Maratón, de griegos contra persas, en la que una certera flecha lanzada por el rey ateniense Temístocles mata al rey persa Darío, que observaba la contienda desde un barco. El hecho provoca el ascenso al poder de su hijo Xerxes, que llevado por el mal camino propuesto por Artemisa se sumerge en los peores abismos del alma para dejar de ser un rey-hombre y ascender a rey-Dios que clama por venganza. La escena de esta metamorfosis tiene poco que ver con la historia ya que es de índole sobrenatural, pero da lugar a una de las mejores escenas de esta "300 el nacimiento de un imperio", cuya gran cualidad igual que su antecesora es la de adaptar el "péplum" al gusto del espectador moderno y a la estética del siglo XXI. Justamente la estética es el fuerte de este film lleno de acción, violencia y el más generoso gore, con chorros de sangre digital que gracias a los efectos de 3D casi saltan de la pantalla para salpicar al espectador. En este sentido hay grandes momentos visuales que podrían considerarse un hito del género, por ejemplo una terrible pesadilla de Temístocles acosado por espantosas criaturas marinas. Y las batallas, numerosas, son excepcionales, en particular las que tienen que ver con el enfrentamiento de un puñado de embarcaciones atenienses enfrentando a la mucho más numerosa flota persa (algunas de estas escenas recuerdan a la imperdible película china de John Woo "Acantilado rojo", no estrenada en los cines argentinos). El péplum siempre tuvo su lado kitsch, y en ese sentido la nueva "300" también divierte, precisamente cuando muestra ese costado poco serio. La relación entre Artemisa interpretada por Eva Green, que ya había sido la reina de Jerusalen en "Cruzada" de Ridley Scott- y Temístocles un correcto Sullivan Stapleton- no se ciñe sólo al campo de batalla, lo que implica que, mientras combaten, la feroz guerrera pueda imputarle al héroe de Atenas: "Eres más duro en peleando que en la cama!" Pero la nueva "300" es realmente sólida. Y su vuelo visual alcanza aun a la fabulosa escena de créditos del final, todo un ejemplo de la tradición de Saul Bass que le hacía los títulos a Hitchcock y a Otto Preminger-, pero en 3D.
Una intriga que se vuelve obvia Una sociedad probablemente futura se rige por contratos corporativos que rigen las relaciones afectivas por contratos que deben ser cumplidos rigurosamente. Este es el planteo de "La corporación" y, si bien la idea no deja de tener originalidad, su desarrollo se queda corto para un largometraje. Es el típico caso de una historia que podria desarrollarse para un formato de serie fantástica tipo "Dimensión desconocida" pero que en una hora y media difícilmente pueda interesar mucho una vez que el guión rompe el hermetismo y el espectador ya entiende de qué va el asunto. Por eso ya antes de la mitad del film las cosas se vuelven un tanto obvias y repetitivas, e incluso más de una situación luce estirada. En lo formal, hay correccion técnica y algunas puestas imaginativas, pero tal como está planteada la historia tampoco hay mucho lugar para el vuelo visual. El que realmente sostiene la película es el protagonista casi absoluto, Osmar Núñez, que está prácticamente en todas las escenas y logra volver convincente su personaje de hombre importante, agobiado por la insatisfacción que le provoca el yugo de la Corporación. Moro Anghileri se luce en algunas escenas, aunque los dos papeles que interpreta están más desdibujados en el guión. Hay una escena que devuelve a Federico Luppi al cine, en un papel que curiosamente es opuesto al que solia interpretar en las producciones de Aries o en los films de Adolfo Aristarain. En el futuro, cuando la pasen por el cable, quizá alguien se confunda esta película con una obra maestra de Costa-Gavras que lleva el mismo título, lo que probablemente sea toda una decepción.
Tensión en vuelo en un impecable film de suspenso El director del excelente y retorcido film de terror "La huérfana" se supera con un thriller paranoico que, fiel a su título, no para nunca. Liam Neeson interpreta al encargado de seguridad de un vuelo sin escalas que sufre más de un inconveniente. Para empezar, ni bien el avión despega, el protagonista empieza a recibir mensajes de texto en una red cerrada para seguridad donde un desconocido asegura que, a menos que le paguen 150 millones de dólares en 20 minutos, matará a uno de los pasajeros. Y que si no es escuchada la amenaza, seguirá matando a un pasajero cada 20 minutos. Las primeras escenas, algunas de las pocas que transcurren en tierra, prometen un film oscuro, y "Non stop" realmente lo es. Liam Neeson se sirve un poco de whisky en su café mientras con aspecto totalmente derrotado, mientras observa la gente feliz que está a punto de empezar algún viaje. El hombre no parece la persona mas confiable para ocuparse de la seguridad de un vuelo internacional. Y justamente este es uno de los puntos que conoce perfectamente el misterioso asesino que entrará en acción una vez que el avión está en el aire, ya que justamente su trama macabra apunta, entre otras cosas, a que el propio protagonista parezca ser el que está amenazando el vuelo. El director catalán hace un uso original, totalmente innovativo de los mensajes de texto que aparecen en la pantalla a manera de un subtitulado para que el espectador pueda entender el tenso diálogo entre el delincuente y el antihéroe mientras los pasajeros descansan y no podrían adivinar que a los 20 minutos de vuelo ya hay un cadáver en uno de los baños del avión. La trama del criminal está tan aceitada como el guión del film. El manejo del clima de creciente opresión en una película que sucede casi íntegramente dentro de un avión en vuelo es formidable. La paranoia va subiendo de nivel a medida que no se pueden ocultar las cosas que están pasando en el vuelo, y tanto los tripulantes como los pasajeros son sospechosos, y durante buena parte del film el espectador podrá pensar el delincuente invisible es cualquiera de los personajes coprotagónicos, incluyendo a Julianne Moore, que con su talento habitual encarna a la misteriosa y extremadamente amable pasajera que pide un asiento en una ventanilla, y justo le toca al lado del encargado de seguridad. Y por un momento hasta el público pensará, como los pasajeros, que el delincuente podría ser el héroe. Este es un gran film de tensión y suspenso más que el típico producto de superacción hollywoodense, ya que sólo de a poco el director va dejando que irrumpa la violencia, haata un final impactante que, como es lógico suponer, lleva las cosas al nivel del cine catástrofe. Todas las actuaciones y todos los detalles técnicos y argumentales estan cuidados al máximo, aunque claro, este es un festival Liam Neeson, que por fin encuentra un papel de acción a medida de su talento.
Al rescate de Clooney le faltó algo de garra El asunto del robo de arte por los nazis y sus intentos de recuperación generó una película imperdible de hace 50 años, "El tren", de John Frankenheimer (ver nota aparte). Medio siglo después, George Clooney, actor y director, vuelve al a enfocar el tema de un modo más convencional. Ya desde el prólogo la música de Alexander Desplat trata de calcar las melodías de las típicas superproducciones bélicas de antaño, mientras la propuesta de salvar los tesoros artísticos de la civilización occidental implica formar un comando al mejor estilo de "Dirty Dozen". Este caso, más moderado en todo sentido, sería algo más parecido a "The Arty Half Dozen", lo que conduce que John Goodman, Bill Murray, Matt Damon y Bob Balaban hagan pequeños gags al convertirse en ridículos reclutas. No es que la película sea mala. Es una película buena a la que le faltó garra para estar a la altura de los extraordinarios hechos a narrar, y que al estar relatados razonablemente bien logran que el resultado no deje de ser recomendable. En este sentido ayuda mucho la parte más visible del elenco, especialmente los comediantes del comando, John Goodman y Bill Murray, y más que ninguno entre los nerds convertidos en soldados, Cate Blanchet, encargada de personificar a Rose Vallandla, autora del libro en el que se basó "El tren", "Le front de l'art: défense des collections françaises,1939-1945". Aunque si se lo piensa bien quizá el que mejor logra el objetivo de ser verosímil en su transformación de nerd cultural a héroe de un comando especial antinazi ee el actor de culto Bob Balaban, que pasa de supervisar el ensayo de un ballet neoyorquino a la tranquilidad de burlarse y presionar a un nazi en su propio ambiente. Hay que esperar la segunda mitad de la película para que el conjunto empiece a lograr cohesión, y sobre todo intensidad. Finalmente, se trata de una película de guerra, y la acción dramática propia de un film de este género demora mucho en empezar, algo que incluso el mismo guión menciona especialmente: como por el solo hecho de estar en una misión de salvataje de obras de arte ni los personajes ni el público pudieran percibir que todo sucede en medio de la Segunda Guerra Mundial. Del mismo modo, Clooney se ocupó tanto de tener actores simpáticos y populares para su equipo, que olvidó unos villanos de peso. Al menos, contrató un equipo técnico eficaz, que logra que en momentos culminantes un primer plano de alguno de los héroes pueda recibir una dosis de la estética propia de la obra de arte que se esfuerza por rescatar.
Apariciones atrapantes hasta que se repiten Este es uno de esos casos en los que el título argentino resulta bastante más sensato que el original. Es que uno se puede preguntar qué pueden tener que ver unos fantasmas de Georgia con los espíritus de Connecticut que queda tanto más al norte. En todo caso, en esta secuela del film de 2009 en el que actuaban Virginia Madsen y Martin Donovan, hay un esquema argumental bastante similar, sólo que aplicado a conflictos mas sureños. Todo empieza con el típico aviso de que ésta es una historia verídica aviso que a esta altura ya nadie puede creer demasiado dada la cantidad de películas de terror basadas en hechos reales-, y luego se ve cómo una familia se muda a una casa que aun quien no tenga mucha experiencia en parapsicología se podría dar cuenta de que está medio embrujada. Así es nomás, y tanto la madre como la pequeña hija de la familia, más la hermana que se muda cerca en su casa rodante, empiezan a ver elementos paranormales, espíritus buenos o malos. La que mas visiones tiene es la nena, y sus dichos hacen que la familia entienda que están en un lugar especial, ya que la casa formaba parte de lo que se llamaba "el ferrocarril subterráneo", es decir los túneles para liberar esclavos hacia el norte que existían antes de la Guerra de Secesión. Los espíritus en sí mismos no asustan demasiado, pero la historia es realmente interesante, y al menos hasta avanzada la mitad del film está bien narrada. En esta parte del argumento, no hay muchas escenas realmente aterradoras, pero sí un buen clima sobrenatural. Luego la historia va decayendo a repeticiones de cosas ya vistas en infinidad de films de terror de temas similares, y la película se alarga demasiado hasta llegar a un desenlace más o menos convincente, aunque no tanto como la primera mitad del film. Con mejores actores y un guión más contundente, ésta podría haber sido una película de terror realmente eficaz. Así, se puede ver, sobre todo en DVD.
Sólo para los más chiquitos Dreamworks convocó al director de "Stuart Little", Rob Minkoff, para filmar en 3D digital estas aventuras de un perro que viaja por el tiempo haciendo unos líos que después hay que tratar de arreglar de algún modo. Pero en este caso, lo cierto es que no hay director que logre hacer que el perro y su amigo tengan el carisma de aquel taquillero ratoncito. Por algo desde su aparición hace más de medio siglo, como parte de "The Rocky & Bullwinkle Show", a nadie se le ocurrió convertir a estos personajes en protagonistas de una película. Sólo que después de la mediana performance del caracol corredor de autos "Turbo", se ve que DreamWorks no sabe bien qué inventar (y a su favor se puede decir que al resto de los estudios de animación les está pasando exactamente lo mismo). Los dibujitos en cuestión no son recordados en ningún lugar salvo los Estados Unidos, e incluso en el país donde eran parte de un show de cartoons sólo deben estar entre los favoritos de gente con mucha memoria. Por eso Minkoff optó por un guión de Craig White, responsable de la serie de culto "Six feet under"- que apelara sobre todo al espíritu de los programas de dibujitos de antaño en general, es decir esos programas típicos de los sábados y domingos por la mañana. El resultado es medianamente divertido y bastante previsible, con muy buena animación y algunos momentos bien pensados para 3D. La historia es remanida: el típico viaje en el tiempo que altera la historia y que después requiere alguna manera de retomar el hilo de los acontecimientos desarreglados, y también demora bastante en empezar a ponerse realmente divertida. Pero entendiendo que es una producción de DreamWorks, obviamente está todo pensado para que los más chiquitos la pasen bien, lo que lamentablemente no se aplicará demasiado a los adultos que los tengan que acompañar.
Gran ejemplo de melodrama épico "Los últimos días de Pompeya", según la novela de Edward George Bulwer-Lytton, es la quintaesencia del melodrama épico que tiene de todo: gladiadores, cristianos perseguidos, amores prohibidos y, por supuesto, cine catástrofe con la lava ardiente del volcán imponiéndose por sobre las pasiones de los mortales. Las distintas versiones y variantes de la misma historia se vienen filmando desde 1913, aunque tal vez la mejor sea la de 1935 con Preston Foster y Basil Rathbone, dirección de Ernest B. Schoedsak y efectos epeciales de Willis O'Brien, el equipo de "King Kong". Esta nueva versión en realidad parte de una historia propia que necesariamente se parece a las antiguas aunque deja de lado algunos elementos el cristianismo, por ejemplo, no aparece- y agrega algunos nuevos, como el odio de los gladiadores hacia sus captores romanos, y la rivalidad entre los habitantes de Pompeya y el poder de Roma. Paul W.S. Anderson es un director especializado en la superacción, y realmente le saca el máximo provecho a todos estos elementos en un film vertiginoso que simplemente no para nunca, desde un prólogo con las conquistas romanas en Britania hasta el increíble desenlace, totalmente único y sin duda uno de los más originales que se hayan visto en el género. Kit Harington es el gladiador conocido como "El Celta", llevado desde la antigua Londres donde extermina a sus rivales en el Circo sin mucho esfuerzo- a Pompeya para aprovechar mejor sus talentos. En el camino, un accidente lo ubica frente a una doncella patricia, Emily Browning, que viene escapando de Roma debido al acoso del poderoso senador Kieffer Sutherland, justamente el mismo que en Bretania eliminó a toda la familia del protagonista. Con esta premisa, el argumento ya asegura el drama de pasiones ferozmente vigiladas por el Vesubio, que a diferencia de otras versiones, aquí empieza a mostrar su poder casi desde el primer acto del film. Una gran cualidad del guión es ubicar una de las más impresionantes escenas de circo romano jamás filmadas justo en el medio del film, de tal manera que no haya que esperar la erupción definitiva del volcán para que los acontecimientos se precipiten. Es muy interesante el manejo de la violencia que logra Anderson, ya que sin llegar al gore, logra impactar al espectador con hábiles recursos cinematográficos que, aun en los momentos más dramáticos de destruccion volcánica, no dejan de ofrecer cierto sentido del humor . Pero la película no es precisamente chistosa; es un meldorama romántico oscuro como pocos, dotado de excelentes actores (las pocas escenas sin acción se vuelven igualmente interesantes gracias a los excelentes Jared Harris y el malísimo Sutherland) y de formidables efectos especiales que obviamente dominan los últimos actos del film con su impactante catástrofe en 3D. Por otro lado, el uso de los efectos especiales para ambientar una ciudad de hace 2.000 años es superlativo, igual que la dirección de arte y muchos detalles del guión que marcan una diferencia importante entre éste y otros péplums de la era digital. Hay algunos puntos débiles, como una banda sonora con demasiados coros tipo new age, por ejemplo. Pero no sólo la vertiginosa superacción o los efectos digitales redimen éste y otros leves defectos, sino sobre todo un sorpresivo desenlace romántico que no se parece a nada que se haya visto en la historia del cine catástrofe, ni en el péplum ni en ninguna gran superproducción hollwoodense como ésta.
Shakespeare resumido sin atisbo de pasión A esta altura uno se podría preguntar qué tipo de cosa rara podría proponer una nueva versión para el cine del clásico shakespeareano por excelencia. Y lo raro de esta adaptación de Carlo Carlei es que justamente no ofrece nada raro. Tampoco ofrece nada nuevo, ni tampoco el menor atisbo de originalidad en la puesta, y éste es el principal defecto de una versión de "Romeo y Julieta" que sin duda puede ser útil para que el público más joven se acerque a esta obra, o para que los adultos aprecien el fastuoso vestuario de un film producido por la mítica Milena Canonero. Con la mirada más puesta en la clásica adaptación de Franco Zeffirelli, aunque con un concepto más naturalista y menos esteticista, y totalmente alejada de la versión iconoclasta de Bazz Lurman de 1996 que llevaba al mundo contemporáneo el eterno conflicto entre Montescos y Capuletos, esta película falla sobre todo en mostrar una auténtica pasión entre los dos protagonistas del título. Hailee Steinfeld es una Julieta aniñada que en el film parece recitar las palabras del Gran Bardo sin que sus facciones logren nunca exhibir las pasiones que la atraviesan y, tal vez, la culpa la tenga su partenaire Douglas Booth, que no por nada tiene entre sus créditos haber protagonizado un telefilm inglés sobre la vida del cantante Boy George. Por otra parte, el director italiano Carlo Carlei se basa en una adatacion del prestigioso Julian Fellowes, absolutamente diseñada para simplificar a su mínima expresión el texto de Shakespeare, que no por archiconocido deja de ser complejo, lo que no se nota para nada en esta sencilla película donde lo visual muchas veces está puesto para reemplazar el espíritu de la obra. En este sentido hay que reconocer que, efectivamente, las imágenes impresas por el director de fotografía David Tattersal representan uno de los puntos más fuertes del film, sobre todo cuando la cámara está en exteriores, ya que igual que el vestuario impactante pero sin mucha personalidad- los interiores apuntan sólo a lucir bonitos, al punto de que hasta la cripta donde yace Julieta esperando despertarse con un beso de Romeo cosa que todos sabemos jamas ocurrirá- parece tan hermosa como para asegurar el más relajante descanso eterno. De todas maneras, el elenco también ofrece algunas satisfacciones con grandes actores como Stellan Skarsgard que se luce como el Príncipe de Verona y, sobre todo, el talentoso y versátil Paul Giamatti como el sacerdote Lorenzo que apuesta a favor de la pareja diseñando el complot que no puede no fallar miserablemente. Ahora lo peor del film, que se las arregla para arruinar incluso algunas buenas escenas, es la partitura de Abel Korzeniowski, omnipresente de principio a fin a lo largo de toda la película.