A los 25 años, el canadiense Xavier Dolan estrenó en Cannes su quinta película. Tres de las cuatro de las anteriores entraron en el festival, pero esta es la primera que lo hace en la competencia oficial. Es, obviamente, un cineasta prolífico y muy personal, que filma películas muy distintas entre sí cuyo único hilo en común son sus propias obsesiones: las relaciones familiares y los curiosos caminos de la sexualidad. Se puede decir que MOMMY responde más al primer ítem, ya que se trata de la relación entre una madre y su hijo, ambos bastante peculiares. Ella es una cuarentona, viuda y sexy, que habla constantemente y tiene una energía envidiable, aunque una personalidad bastante intensa. El hijo acaba de salir de un internado por problemas psiquiátricos y es, en un punto, una versión aún más extrema de ella en cuanto a energía, tensión y agresión. Una sola cosa los separa: el hijo es violento, diagnosticado ADD, y ese cúmulo de energía lo lleva muchas veces a descontrolarse por completo y nadie sabe (ni él) qué es lo que puede terminar haciendo. mommy1El filme narra el intento de la madre de vivir con su hijo más o menos armónicamente y tratar de evitar una nueva internación. El trabajo no es fácil ya que el adolescente explota una y otra vez por cualquier cosa, llevando a esa dupla a situaciones tan angustiantes para ellos como para los espectadores. Una tímida y retraída vecina con sus propios problemas termina uniéndose a ellos conformando una peculiar familia que por momentos funciona bien, y el trío vive situaciones agradables y hasta humorísticas. Pero siempre, en todo momento, se sabe que la cosa puede explotar. No soy un gran fanático del cine de Dolan (la que más me gustó fue la anterior, TOM AT THE FARM, que no estuvo en Cannes y es la menos “dolaniana” de las cinco), pero esta película logró por un rato atraparme en sus tironeos psicológicos, una especie de pulseada entre madre e hijo que se adoran pero que no pueden vivir juntos sin agredirse o explotar, como sucede con muchísimas relaciones familiares, solo que en este caso llevada a ciertos extremos. mommy-xavier-dolanDolan exagera, en partes, con el griterío circundante, la necesidad de llevar todo al máximo y ese clásico recurso de armar pequeños clips musicales cada tantos minutos. Filmada en un formato 1:1, de pantalla cuadrada, para manfiestar desde el cuadro ese encierro y pegoteo de los personajes, la película se vuelve también un poco repetitiva desde lo visual (le sobran veinte minutos, por lo menos) y uno tiene, por momentos, la sensación de que podría bien adaptarse a una obra de teatro. Intensa y atrapante, pero remanida y forzada, MOMMY es para mí de las mejores películas de Dolan, quien parece ir encontrando un camino medio entre el “show-off” inicial y la reserva y discreción del anterior filme. Más allá de los momentos casi cacofónicos y el griterío permanente que tiene la película (y ese acento extravagante con el que hablan en francés en Quebec que no ayuda mucho), el muy buen trío actoral va llevando la película adelante, siempre al borde de estrellarse pero sin autodestruírse del todo. Casi como el personaje.
El otro día leía las repercusiones de las notas a Gabriel Batistuta sobre sus severos problemas físicos al dejar el fútbol y volvía, una y otra vez, a recordar EL 5 DE TALLERES. Obviamente que las carreras del “Bati” y el Patón, un mediocampista rústico que nunca dio más de tres pases seguidos bien ni tampoco salió de Remedios de Escalada, no son particularmente comparables (si bien se inspira en un jugador real, el personaje es de ficción), pero la pregunta es la misma y la película de Adrián Biniez la afronta, en tono de comedia dramática: ¿qué pasa con un jugador de fútbol –bah, con cualquier deportista– cuando se retira? Hay celebridades que tienen más opciones, claro: serán comentaristas, técnicos, empresarios, harán negocios con los dineros adquiridos en las épocas de fama y si bien queda claro –con casos como el de Batistuta y muchos otros– que ni para ellos es fácil la adaptación, ¿qué pasa con los otros? ¿Con la enorme cantidad de deportistas profesionales que tuvieron logros módicos –mediocampista de equipo del ascenso, tenista de torneos challengers, basquetbolista suplente del medio local y así– y a los que las pilas se les acaban? ¿Cómo recomienzan? el5detalleres1Uno podría pensar que para ellos es más sencillo. No hay que bajar tantos escalones de la gloria al ocaso y los cambios no serán muchos. El Patón vive en un chalecito del conurbano y difícilmente su situación económica se derrumbe ya que no imagino que su sueldo en Talleres tenga cifras astronómicas. Pero de todos modos: ¿cómo se vive con la ausencia de la rutina semanal, del entrenamiento, la concentración, el partido, ese loop anual que conforma a esa persona que se esconde detrás del futbolista? El Patón es un rústico dentro de la cancha y lo es bastante también afuera –agarrándose a las piñas cuando lo putean en la calle, entrando en toda pelea que le pasa de cerca–, pero a lo largo de su carrera futbolística trató con ahínco de no pensar demasiado en el después. Hasta que… El Día D empieza a llegar cuando al Patón (Esteban Lamothe, perfecto en el rol) lo expulsan por ocho jornadas en medio del campeonato y se ve forzado a enfrentarse a la realidad de que esta puede ser su última temporada (anda por los 35 años). Con su esposa (Julieta Zylberberg, pareja del actor y madre de su hijo en la vida real) intentan encontrar entretenimientos pasajeros para sacarlo de su malhumor cotidiano y su dependencia de la PlayStation. ¿Poner un negocio de ropa? ¿Terminar el colegio? ¿Estudiar inglés? ¿Arreglar las cosas rotas de la casa? ¿Cómo seguimos ahora? El5Talleres5Con un oído perfecto para los idiomas del conurbano –la zona donde transcurre el filme no es lejana geográficamente a la del filmeMAURO aunque en ambientes un poco menos densos, de clase media–, Biniez construye una comedia humana que se aleja tanto de los estereotipos barriales de las series televisivas (de hecho, uno podría imaginar una versión Pol-ka de esta misma trama) como de las manipulaciones dramáticas de un cine que busca causar más impacto por la vía de la intensidad. Nada grave le pasará al Patón a lo largo de la película. Sí, tendrá peleas matrimoniales, familiares, con los directivos del club, con su técnico y sus compañeros, pero siempre da la impresión de que un lazo enorme de solidaridad une a todas estas personas que tienen como objetivo en común el bienestar del club y del otro, pero alejados de la épica LUNA DE AVELLANEDA. En ese sentido, la película también es un antídoto ante el registro crispado de RELATOS SALVAJES. Si allí todo lo que puede salir mal sale mal y siempre que te pueden joder van a hacerlo, aquí lo que sucede es lo contrario, de manera que por momentos hasta resulta demasiado amable. Un técnico fracasa y los dirigentes no lo quieren dejar ir. Los sueldos demoran en pagarse pero nadie duda que tarde o temprano aparecerán. La pintura de la interna del fútbol puede resultar un tanto ñoña para los conocedores de las internas de los campeonatos del Ascenso, pero esa no es la historia que cuenta el filme del director de GIGANTE, sino la de una comunidad (pareja, familia, barrio, amigos) que intenta mantenerse unida aún cuando las circunstancias no colaboran. El-5_webNo hay nostalgia en EL 5 DE TALLERES, no intenta el filme llevar al espectador a la idea del barrio que todo lo salva y todo lo cura. La mirada de Biniez puede no ser oscura, pero tampoco propone la nostalgia ni una idea “Campanelli” de la familia argentina. Al contrario. Es claro que los conflictos están y que muchas veces no se hablan. Es claro que las cosas no funcionan bien, pero en lugar de sobredramatizarlas (la película propone un tono casi documental de concatenación de eventos, sin grandes picos dramáticos) opta por la manera en la que optamos muchos cuando se presentan problemas: tratar de resolverlos de la mejor manera posible. Con equivocaciones y errores, sí, pero con honestidad. Finalmente, la película de Biniez es un relato sobre el arte de lo posible, un cariñoso “es lo que hay” que va de la profesión del fútbol a la aceptación de las familias que nos tocan en suerte y las que elegimos. Y es, sobre todo, una película sobre el matrimonio. Sobre ese vínculo que hace que dos personas, aún con sus problemas y sus diferencias, colaboren entre sí para salir adelante en medio de una situación difícil. Con humor, con cariño, hablando mal inglés y destruyendo a rivales de una manera más parecida al rugby que al fútbol, las peripecias del Patón en EL 5 DE TALLERES son peripecias con las que todos nos podemos identificar. Las peripecias de tipos que, ante las circunstancias que les tocan vivir, hacen lo mejor que pueden…
Entre el film noir, el thriller hitchcockiano y el drama de posguerra existe AVE FENIX, la extraordinaria nueva película del realizador alemán Christian Petzold, que tuvo su estreno italiano en el Festival de Roma. Un filme rico, complejo, inteligente y narrado con maestría, se trata de la mejor película de su carrera y seguramente la más accesible –por tema y forma– de todas ellas. AVE FENIX narra, en principio, la historia de una mujer que logra escapar de un campo de concentración en la Segunda Guerra (Auschwitz, para ser más precisos) con el rostro totalmente desfigurado tras una serie de maltratos. Una carísima operación –pagada por su amiga Lena– logra reconstruirle el rostro bastante, pero no lo suficiente como para ser del todo reconocible, casi adoptando un nuevo “papel” en la vida a partir de eso. Ella quiere reencontrarse con su pareja, un soldado norteamericano, pero él no la reconoce cuando la ve por primera vez. Aunque nota su parecido y se le ocurre una idea… phoenix4Y allí es donde aparece un juego de espejos, seducción y desesperación que transformarán a la película en una suerte de versión esquiva de VERTIGO, ya que él intentará que esta mujer se haga pasar por su esposa (lo es, pero él no lo sabe y ella le sigue el juego porque quiere descubrir si él la denunció) y a ella no le tocará otra que interpretarse a sí misma como si fuera otra persona imitándose. Claro que el asunto se irá cerrando y complicando, pero esa capa de la película es apenas solo una de este filme que bebe tanto del expresionismo alemán como del melodrama de los ’40 y ’50, del thriller hitchockiano y de un combo en el que nombres como Lynch, Fassbinder, Fuller y hasta el propio Almodóvar no le quedan mal. Más allá de los juegos narrativos, la película logra atrapar con las vivencias de una mujer traumada por su pasado en un campo de concentración que se da cuenta que, al salir de allí, nadie parece poder o querer reconocerla, al mismo tiempo que ella misma debe “reconocerse” a sí misma: lo que era, lo que son las personas que la rodeaban, lo que es ahora. phoenix3Nina Hoss (ya una musa hecha y derecha del director) es la perfecta Kim Novak de esta película que el propio Petzold definió como una variante sobre VERTIGO pero desde el punto de vista de ella. La música jugará también un elemento importante, lo mismo que la amiga de la mujer, personaje clave en la evolución dramática del relato, en el que el dinero juega una parte muy importante y lo pone también en primer plano como un eje y motivo del Holocausto. El gran hallazgo de Petzold es lograr contrar una historia dura y difícil, propia de un drama histórico de esos que apuntan a premios (y de los que se han hecho cientos), de una manera que –sin descuidar ni lo dramático ni lo emotivo– se construye como una serie de intrigas que van revelando capas y más capas de los personajes: la dificultad del regreso, la destrucción de la autoestima, las dudas respecto a las personas que te rodean, los secretos y mentiras que se acumulan en el camino, la superación de los traumas y hasta una posible reinvención. En cierto punto, AVE FENIX se parece –hasta en la fotografía y la puesta en escena– más a una película de Hollywood de los ’50 que a una alemana actual. Petzold ha siempre trabajado a su manera (usualmente virtuosa) con los géneros en filmes como BARBARA, JERICHOW, THE STATE I AM IN y FANTASMAS, entre otras –todas ellas coescritas con el recién fallecido realizador Harun Farocki–, pero nunca había logrado, a la manera de Fassbinder, una película que pudiera hacer coexistir ambos formatos de una manera tan fluida, precisa y natural. Sin dudas, una de las grandes películas del año. Y una que Cannes rechazó…
Promediando la narración en abismo de VICIO PROPIO, la narradora del filme hace algo bastante inusual no sólo en el marco de la película sino de la filmografía de Paul Thomas Anderson: explica el título. No, no dice que se basa en una novela de Thomas Pynchon, sino que va a su definición científica: “un vicio propio (o inherente) es la tendencia de los objetos físicos a deteriorarse a causa de la inestabilidad de sus componentes y no por agentes externos”. La expresión “vicio propio” es particularmente usada por las aseguradoras para no hacerse cargo de indemnizar por los daños que se producen en objetos debido a ese hecho. En la película de Anderson que lleva ese título –y en la novela de Pynchon también–, esa semilla autodestructiva puede ser una metáfora para tantas cosas que ni siquiera vale la pena resumirlas. Pero, fundamentalmente, si uno sigue la carrera del realizador, es obvio que ese “vicio” es una suerte de falla fundamental, constitutiva, del llamado sueño americano. A lo largo de sus siete películas –pero fundamentalmente en sus últimas tres, PETROLEO SANGRIENTO, THE MASTER y ésta–, Paul Thomas Anderson (de aquí en más, PTA) va trazando una suerte de trama oscura y paralela de los Estados Unidos que involucra desde la expropiación de tierras a fraudes económicos pasando por los fenómenos religiosos, todos ellos potenciales “vicios propios” del sistema. Si una nación o una cultura se autodestruyen por fallos inherentes a su propia constitución –vicios, siguiendo esa lógica, por los que nadie te va a indemnizar–, la película se convierte en un retrato de una época en la que el producto parecía estar a punto caramelo de su autogenerada extinción. Y no había nadie que pudiera ni quisiera hacerse cargo. inherent4A su manera, el título habla de la propia obra. Tanto Pynchon como Anderson son conscientes que el “film noir” tiene un vicio inherente y ellos no piensan devolverte el dinero si no estás satisfecho con el resultado. Ese “defecto” del género está en su propia lógica, en su encadenamiento caprichoso de hechos, situaciones y personajes que sirven más para pintar un momento y un lugar que para seguir con la tarjetita del realismo la concatenación de acontecimientos. Si pensamos, encima, que el cine negro tuvo su momento de gloria durante la última parte de la Segunda Guerra y años posteriores (vicio propio del sistema, Exhibit 1), su reencuentro y relectura en los ‘70 (post-Vietnam, post-hippismo, post-Altamont, Manson y el Verano del Amor) habla de la tarea detectivesca como una manera de lidiar con esa decepción: el objeto va a fallar, alguien intentará encontrar explicaciones y seguramente terminará perdido en su propio laberinto. A todo esto, VICIO PROPIO es una comedia. O una especie de comedia. A su modo, PTA trata de combinar los códigos y las tramas infernalmente esquivas de novelas de Chandler, Hammett y compañía (y películas como AL BORDE DEL ABISMO, LAURA o tantas otras) con el espíritu laid-back de la California de los ‘70, a mitad de camino entre las relecturas del género hechas por Robert Altman en UN ADIOS PELIGROSO (así se llamó aquí su adaptación de EL LARGO ADIOS, de Chandler) y la más delirante de los hermanos Coen en EL GRAN LEBOWSKI, cuya trama no era otra cosa que una versión lisérgica de la que tenía aquella gran película de Howard Hawks con Humphrey Bogart. inherent1No habrá resumen de trama aquí porque es, literalmente, imposible. A lo sumo, vale la pena saber que hay un detective privado drogón que responde al nombre de “Doc” Sportello (Joaquin Phoenix lookeado como Neil Young circa “After the Gold Rush”) que recibe la visita de Shasta (Katherine Waterston, la hija del gran Sam Waterston) quien le avisa de una supuesta trama familiar para hacer declarar “loco” a un magnate con el que ella ahora está en pareja y quedarse con su dinero. Pronto, el millonario y Shasta desaparecerán. Y habrá un policía que odia a los hippies como a nada en el mundo (Josh Brolin), que lo perseguirá en casi todo momento. Y aparecerán otros, muchos personajes más, que irán llevando esa historia detectivesca a lugares imposibles en los que se mezclan prostitutas asiáticas, judíos neonazis, tráfico de drogas, barcos misteriosos, apropiación de tierras, saxofonistas espías, policías fetichistas, dentistas cocainómanos y unos cuántos etcéteras más. Uno tras otro, en la lógica imposible de la película, estos personajes irán presentándose o encontrándose con Doc e irán desviando la trama en una curva que nunca parece acabarse hasta que termina por dar la vuelta completa. Los consumos de Doc harán también pensar que ni él tiene muy en claro si lo que está sucediendo frente a sus ojos es real o parte de su lisérgica imaginación, por lo que su libretita de apuntes cobrará un significado entre aclaratorio y gracioso a lo largo de los eventos cada vez más absurdos que le toca vivir. Lo que une, claro, a esta imposible y azarosa marcha por los barrios y los personajes más extravagantes de Los Angeles en su época más extravagante, es el interés romántico de nuestro antihéroe, su necesidad de reencontrarse con Shasta, aquel amor ideal que (vicio propio del sistema, Exhibit 2) lo dejó con el corazón roto hace ya un tiempo. Ese es el corazón literal de la película, el que lleva al espectador a entregarse a los sucesos cada vez más absurdos imaginados por Pynchon y recreados cinematográficamente por Anderson. INHERENTUno de los grandes placeres de ver las películas de PTA es notar hasta que punto, formalmente, el hombre logra capturar el espíritu de lo que cuenta. Y no me refiero a diseño de producción, arte o maquillaje. Hay algo, si se quiere, misterioso en la puesta en escena de sus filmes que vuelven al espectador parte de ese mundo. Tal vez solo como Kubrick podía hacerlo, PTA tiene la hipnótica capacidad de transportar al espectador al universo de los personajes, hacerlos sentir tan perdidos como ellos pero igualmente parte de esos escenarios. Seguramente algunos espectadores se sentirán afuera de la propuesta, pero es innegable que ese poder de succión está ahí y siempre lo estuvo: Anderson nos llevó de discotecas californianas a pozos petroleros y de ahí a encuentros pseudo-religiosos no solo por sobreabundancia de detalles de época sino por poder de sugestión. Y cada vez más. Si al principio de su carrera nos separaba un poco de sus relatos por sus intentos de mostrar su pericia acrobática en la puesta en escena hoy eso ya ha desaparecido. VICIO PROPIO es un viaje más ácido que turístico, uno que pone al espectador en ese estado mitad somnolencia y mitad inconsciencia del protagonista y del mundo en el que vive. VICIO PROPIO es, finalmente, un nuevo capítulo en este retrato de self-made men que han tratado de surfear el sistema por sus bordes, perdiendo la mayor parte de las veces la chaveta en el proceso. Son vidas sin garantías ni indemnizaciones en un país –o una sociedad– que casi nunca suele hacerse cargo de las consecuencias de sus actos, sino hasta mucho, demasiado tiempo después, cuando las transforma tardía y equívocamente en banderas de corrección política. Es, como BARRIO CHINO, un film noir sobre la imposibilidad de acceder a los significados de ciertos misterios, sean estos concretos (tráfico de drogas, desfalcos inmobiliarios, etc) o psicológicos, en un camino que lleva de vuelta, inevitablemente, a la gran frase final de aquel filme: “Olvidalo, Jake, es Chinatown”. Cámbienle el nombre y el barrio de Los Angeles, pero el sentido es el mismo y la película es igualmente extraordinaria.
Dos tendencias del cine reciente se unen en esta nueva adaptación del clásico cuento de hadas, LA CENICIENTA. Por un lado, la creciente práctica de reversionar este tipo de cuentos infantiles en un plan “modernizado”, transformando a figuras de estos textos en héroes o heroínas de acción, cambiando la trama de manera bastante radical y poniéndole un cierto acento feminista a las acciones. La otra práctica, con la que se entrecruza, es una encabezada por Disney y que los americanos ya definen como “princess power” y que parece haber explotado tras los sucesivos éxitos de FROZEN y MALEFICA. Si a esto se le suman los éxitos de sagas adaptadas de la literatura adolescente como LOS JUEGOS DEL HAMBRE y DIVERGENTE (que se estrena, extrañamente, en la misma semana aquí y que apuesta a un público un tanto mayor en edad pero que igualmente atrae a las niñas de 10-12 años), LA CENICIENTA representa la confirmación de que estamos ante otra oleada de películas de un género que trata de ser la versión “para chicas” de los superhéroes que dominan las pantallas casi todo el año, centradas en el público masculino. Cinderella-cinderella-2015-38086567-1920-1280De hecho, antes de este filme, Branagh –ya más dedicado a la dirección que la actuación, parece– hizo THOR para Marvel, con la cual era claro que podía manejar tanto los aspectos clásicos del cuento y darle a la vez cierta espectacularidad visual. Acaso, de todos los aportes del actor de HAMLET, el más interesante haya sido el de apegarse bastante al cuento tradicional. Sí, hay alteraciones producto de las modas de turno (un toque “feminista” por aquí, una complicación psicológica por allá, un trauma infantil dando vueltas), pero en el fondo LA CENICIENTA no es más que una clásica y bien realizada versión con actores del cuento que, escenas más o menos, podría haberse realizado en los años ’50 como una superproducción en Technicolor. El cuento es el mismo de siempre por lo que no hace ni falta un resumen narrativo. A lo sumo, lo que lo hace más complejo (pero a la vez llegar a una algo excesiva duración de 110 minutos), es haber explorado los orígenes de las relaciones entre los personajes, como la infancia feliz de Ella (que finalmente irá volviéndose la sirvienta “Cinderella”) cuando su madre vivía o la forma en la que su relación con su nueva madrastra (interpretada en plan camp por Cate Blanchett) fue transformándose y deformándose de a poco, hasta llegar a convertirse en lo que todos conocemos. Cate-blanchett-interview-for-CinderellaEs bastante simpático el aporte de Helena Bonham-Carter como el Hada Madrina y Branagh usa un arsenal de efectos especiales para las conocidas transformaciones de la chica, su carroza y sirvientes, esas que desaparecerán cuando den las doce de la noche. Pero más allá de esos efectos, cierta espectacularidad visual y de producción o algún atisbo de intriga política a la JUEGO DE TRONOS, el cuento se maneja dentro de los parámetros esperables con dos dignos protagonistas como Lily James y Richard Madden que son conocidos por sus trabajos en dos series a las que LA CENICIENTA parece combinar en su estilo: DONTOWN ABBEY y la citada JUEGO DE TRONOS. Es más, uno podría pensar que fueron seleccionados para hacer más fuerte esas conexiones. Estrenada con enorme éxito en Estados Unidos la semana pasada, LA CENICIENTA abre las puertas para que Disney siga rehaciendo con actores todos sus clásicos animados hasta que, imagino, en unos años saturen el mercado. Por lo menos, en este caso, los elementos clásicos de la historia están respetados (casi homenajeados) por un realizador como Branagh, que viene de la tradición teatral shakespereana, y un equipo que incluye a los premiadísimos Dante Ferretti y Sandy Powell, en dirección de arte y vestuario. La película no intenta revolucionar el mercado del cuento infantil sino devolverle un poco de su grandeza clásica. Y, en ese sentido, el tradicionalista Branagh lo logra.
Nuri Bilge Ceylan es de esa clase de cineastas que viene de la tradición de los Grandes Temas. Pero a diferencia de otros que lo precedieron en los últimos años –digamos, Theo Angelopoulos o Bela Tarr–, el realizador turco tiene la costumbre de manejarse en un perfil si se quiere más bajo, con historias pequeñas que logran su Trascendencia Temática a partir de elementos específicos de sus tramas y no por estar organizadas como Grandes Discursos sobre, digamos, “el estado de las cosas”. Es eso, entre otras cosas, lo que no le ha permitido canonizarse del todo como uno de los Grandes Autores del Cine Contemporáneo. (NOTA: esta crítica se escribió durante el Festival de Cannes 2014, antes de que la película ganase la Palma de Oro y confirmara esa “canonización”) SUEÑO DE INVIERNO es su apuesta más directa al gran título de “cineasta contemporáneo como gran pensador de los temas que nos ocupan”, pero de todos modos el realizador turco no termina de perder la línea del bajo perfil. Las suyas siguen siendo películas-río, extensas, con pocos personajes, largas escenas y muchos diálogos, en la que los “statements” quedan disimulados bajo una impronta de realismo de procedimiento. Es una película que habla de muchas, acaso demasiadas, cosas (desde las relaciones de pareja hasta los gobiernos autoritarios, del estado de la cultura contemporánea a la situación económica y la decadencia moral de la burguesía), pero siempre lo hace desde un lugar en apariencia discreto. winter sleep 1Es por eso que la comparación entre el cine de Ceylan –y, especialmente, esta última película– con el teatro de Chejov se vuelve inevitable. Casi toda la película transcurre en un hotel enclavado en medio de las montañas de Cappadocia, Turquía, y son varios los que han apuntado su estructura y convenciones dramáticas propias del teatro. Es cierto que el filme de Ceylan se construye en buena medida de conversaciones y que a falta del recurso de road movie de su anterior ONCE UPON A TIME IN ANATOLIA, este filme puede parecer más propio para un escenario, pero pensarlo de ese modo es muy reduccionista. El poder del cine de Ceylan es explícitamente cinematográfico, está en la manera en la que su cámara observa a sus personajes, en cómo esos largos diálogos y/o discusiones cobran una verdad que solo puede ser tal gracias a la cámara. Son más de 200 minutos centrados en la vida del dueño de ese hotel, Aydian (Haluk Bilginer), un ex actor, actual escritor y periodista que es también heredero de una enorme cantidad de tierras, incluyendo el hotel en cuestión. Allí vive con su esposa, Nihal (Melisa Sozen), con la que no se lleva demasiado bien. Y a lo largo del filme los veremos interactuar con varios personajes más: huéspedes, su “capataz”, su hermana y varios pobladores de los pueblitos que rodean la zona. La “trama” se lanzará, literalmente, como un piedrazo. Es el que un niño tira contra el auto en el que Aydian viaja. Esa agresión, para el conductor inexplicable, desatará lo que terminará convirtiéndose en el tema del filme: su descubrimiento de su lugar como figura odiada en ese hábitat. winter sleep 3Es que el culto y refinado Aydian no es del todo consciente ni de su lugar en ese mundo ni de las consecuencias de sus actos, escondiéndose acaso bajo la pátina de la alta cultura que lo rodea y a partir de la cual se siente diferente a los demás y capaz de entender todo lo que sucede. Es evidente que no puede y de a poco se irá dando cuenta que ni los que trabajan para él, ni los habitantes del pueblo, ni su propia mujer lo admiran o respetan como él cree o espera. La película consiste en largas escenas/diálogos que van cerrándose sobre el personaje, sobre su caída en desgracia. Al principio las conversaciones parecen de sobremesa: gente que se cruza en el lobby del hotel, viajes y caminatas para hablar sobre, digamos, “el estado de las cosas”. A partir de la hora de narración Ceylan empieza a centrar su foco en cosas específicas y en las consecuencias ligadas a ellas. Lo que sucede con el piedrazo, los deseos de su esposa de hacer beneficencia, la relación de Aydian con su hermana y, especialmente, la puesta en claro de la muy frágil unión matrimonial que mantiene con su esposa, algo que saldrá a la luz con mucha potencia dramática en una larga escena de discusión que ambos mantienen y que dura por lo menos media hora. winter_sleep 2En esa discusión –y en las decisiones posteriores de la pareja– se ve no solo la fragilidad de su relación sino la tenue y equivocada idea que el protagonista tiene respecto de su lugar en ese mundo que controla como un déspota cultivado. Es esa toma de conciencia –que ese “bien” que él cree estar haciendo no se lee como tal por los demás– la que produce el nudo dramático del filme. Y es, también, la que le da a la película sus resonancias políticas. Algo similar pasa con su mujer, que también tendrá un shock cuando –casi como si fuera la esposa de un clásico gobernante– crea que pueda solucionar problemas sociales y personales con dinero de beneficencia. En esos bellos y oscuros escenarios, con el frío dominándolo todo de a poco pero inevitablemente, es que Ceylan juega sus pasos de baile dramáticos. Son diálogos y encuentros –enfrentamientos, casi– que sacan a la luz grandes temas, pero también sirven para construir personajes riquísimos en complejidad y ambigüedad. La combinación de esos factores –el poder emocional que Ceylan logra al final de los 200 minutos de relato– sirven para conformar una película notable, una a la que los premios no le quedarán grandes más allá de que evidentemente ha venido a buscarlos.
En PISTAS PARA VOLVER A CASA, Erica Rivas encarna a Dina, una chica solitaria que trabaja en una lavandería, fuma todo el día y parece escaparle a todo contacto social. Pascual (Juan Minujin) es su hermano, está divorciado, tiene dos hijos, y su única compañía además de ellos es la mujer que los cuida, una señora bastante mayor que él con la que tiene una relación un tanto particular. Su madre los abandonó cuando ambos eran chicos y cuando se enteran que su padre (Hugo Arana), tratando de encontrarla, sufrió un accidente, viajan a acompañarlo a regañadientes ya que ninguno lo tolera mucho (el hombre es, convengamos, bastante insoportable). En el recorrido se toparán con un dinero que hay que encontrar cual búsqueda del tesoro pero, fundamentalmente, su objetivo es, ahora sí, encontrar a su madre y saber qué es de su vida y porqué los abandonó de niños. pistasDe la comedia al drama, del absurdo a la confesión emocional, el nuevo filme de Stuart tiene una amplitud tonal que es inusual, generosa, pero que también desacomoda un poco, especialmente en las partes supuestamente más cómicas que están jugadas de manera un tanto ampulosas y musicalizadas también en ese sentido. No está mal pensado conceptualmente el lado “filme de aventuras” pero no está del todo logrado en la puesta en escena. Cuando el filme afloja por el lado de la peripecia un tanto absurda y decide ponerse firme y enfrentar los sufrimientos de estos dos casi cuarentones que no han podido superar una infancia traumática es donde la película crece, acompañada por dos actores talentosos y carismáticos que mejoran cualquier escena que les toca hacer. Es la relación entre ellos dos el corazón, el núcleo duro de la película. Y si bien en este filme a Rivas y Minujín les tocan jugar algunas escenas un tanto, digamos, pasadas de rosca, cuando tienen que encontrar el desgarro emocional de los personajes, no fallan. Y ahí la película encuentra el tono que mejor le sienta y gana la disputada pelea. Por puntos, pero sale más que airosa.
François Ozon es un cineasta bastante inclasificable. Por cada película buena o interesante que hace (VIDA EN PAREJA, LA PISCINA, TIEMPO DE VIVIR) tiene algún ANGEL o POTICHE que parecen salir de su hermano torpe. Tengo la impresión que JOVEN Y BELLA se ubica, como su reciente, EN LA CASA, en una zona intermedia y confortable –para él, al menos– en la que toma menos riesgos y sus películas salen, digamos, prolijas, aceptables. Normalmente convencionales, si se quiere. JOVEN Y BELLA se divide en cuatro estaciones de un año y sigue a una adolescente de 17 años comenzando por el verano, en el que conoce a un chico en la playa con el que debuta sexualmente, siguiendo por el otoño en el que empezará a dedicarse a la prostitución, tema que se mantendrá como eje y clave narrativa del resto de la película, más allá de otros elementos que aparecen posteriormente. ozon2Marine Vacht encarna a esta muy bella adolescente -con un aire a la joven Julia Roberts, pero con un toque obviamente francés- que descubre que su sexualidad no sólo es un arma poderosa sino que puede usarla sin sentirse muy afectada emocionalmente por lo que hace con su cuerpo lo que le place. Lo que le produce ese primer encuentro playero –una separación de sí misma presentada visualmente de una manera un tanto obvia– marcará el resto del filme. Al volver a París empezará a cobrar mucho dinero por prostituirse, pero la cuestión se cortará por un asunto que no conviene develar aquí y que impacta a ella y a su familia. Hay algo del descaro y de la forma de actuar de Isabelle que tiene que ver con poner ciertos riesgos a una vida burguesa aceitada y funcionalmente disfuncional, con una familia ensamblada con más secretos y pequeñas perversiones de las que parecen a primera vista. Ozon se entretiene mucho contando estas cuestiones familiares, de masturbaciones a amantes, de miradas esquivas a planos sugerentemente eróticos. Su cámara juega con este mundillo en el que el sexo es moneda de intercambio casi como un personaje más del relato, al punto que por momentos parece estar filmando un comercial de alguna marca de ropa… francesa. ozon1También, es cierto, Marine/Isabelle es tan bella (a muchos colegas les resulta difícil creer que se prostituye: tendría gran éxito como modelo de pasarela) que la película parece una extensión de su forma de mirar al mundo. Claro que esa inocencia con la que entra a su nuevo “trabajo” se perderá, pero nunca de una manera cruenta ni morbosa. No es la intención de Ozon hacer una crítica social ligada a los peligros de la prostitución. Al contrario, parece entender -como Isabelle- que esa vida es mucho más atrapante, atractiva y peligrosa que mamá, papá, hermano y noviecito con buenas intenciones. Cuatro canciones interpretadas por Francoise Hardy separan cada temporada en la vida de esta joven de 17 años, todas relativas a los temas que trata cada parte. En un momento de la película, los alumnos de la escuela a la que va Isabelle leen un poema de Rimbaud sobre tener 17 años (“On n’est pas sérieux, quand on a dix-sept ans/Un beau soir, foin des bocks et de la limonade/Des cafés tapageurs aux lustres éclatants/On va sous les tilleuls verts de la promenade…”) que también suma a la idea, persistente, de que más que hablar en concreto del sexo, lo que a Ozon le interesa es la crisis, la rebeldía y los descubrimientos de esa edad. Vacht funciona a la perfección (en más de un sentido) en un rol que incluye escenas bastante fuertes pero que ella normaliza con una actitud segura y ocultando sus miedos, tanto de sus clientes como negándolos en ella misma. La película no profundiza mucho más en entender qué es lo que le sucede: queda claro viéndolo, por más excesivo que pueda parecer. Si bien ese romanticismo de la prostitución (la idea de que los clientes te entienden mejor que tu familia y amigos) es un poco banal y remanida, Ozon y Vacht la tornan creíble. Al menos, durante poco más de 90 minutos.
Nada sencillo el desafío que se planteó Cheryl Straid cuando decidió recorrer a pie los más de 1.500 kilómetros del llamado Pacific Crest Trail, una senda para caminatas (hiking) que bordea la costa pacífica de los Estados Unidos. En esta historia basada en un caso real, Reese Whiterspoon interpreta a Cheryl y queda claro, en las primeras escenas en las que intenta cargar con la pesada mochila que llevará en su viaje, que no aparenta ser la persona más apropiada ni idónea para hacerlo. Pero, a veces, la fuerza de voluntad, o la angustia o la desesperación consiguen cosas que parecen imposibles. El nuevo filme del prolífico director canadiense Jean-Marc Vallée (EL CLUB DE LOS DESHAUCIADOS) deja en claro, via flashbacks que interrumpen a intervalos regulares el avance cada vez más complicado y hasta angustiante de Cheryl por los bellos pero complicados de recorrer escenarios californianos, cuáles son los motivos y las angustias personales y familiares que llevaron a la chica a tomar esa suerte de viaje de “purificación”. Pero la mayor parte del tiempo la vemos resolviendo problemas concretos del viaje: alimentación, calor, frío, peso, enfermedades, encuentros con animales o con personas peligrosas y así. Es una “road movie” a pie, menos intensa seguramente que las que se hacen en vehículos pero igualmente inquietante. Y, por momentos, emotiva. wild1Es innegable el impacto que produce ver una película conducida casi de principio a fin por una mujer casi sola (algo rarísimo en Hollywood) y la presencia, el maltrecho físico y el rostro cansado de Whiterspoon son la carta más fuerte de presentación y el sostén dramático del filme, en sus dos etapas, ya que entre el personaje pensativo, lector y filosófico que camina y el que vemos en los flashbacks (adicción a drogas, sexo casual permanente, matrimonio en llamas, autodestrucción a 200 kms. por hora) hay tantas diferencias que hasta parecen ser dos personas distintas. Laura Dern, en el rol de su sufrida pero a la vez alegre madre, le agrega la cuota de emoción necesaria para que la película crezca. Ambas, previsible y merecidamente, fueron nominadas al Oscar. En su narración Vallée se ayuda con la voz en off –los pensamientos– de Cheryl a lo largo de varias de las situaciones del viaje. Hace lo mismo con la música que escucha, muchos de los cuales son temas clásicos del “cancionero norteamericano” (al final de la crítica hay un playlist con la banda sonora), seguramente una idea en la que colaboró el escritor británico (y experto musical, como queda claro en novelas suyas como ALTA FIDELIDAD) Nick Hornby, que fue el coguionista del filme, en un tipo de relato raro en relación a su literatura. Pero tanto las novelas de Nick como el libro de Cheryl tienen cosas en común: plantean a personajes que atraviesan pésimos momentos en su vida para luego intentar, de alguna manera, reconstruirse a sí mismos. wild3Por momentos Vallée no logra evitar cierto sentimentalismo y la película se mantiene también muy al borde de caer en un relato terapéutico a la manera de esos libros de autoayuda con el que el libro original coquetea. La película por suerte no se excede en la “postalita” de los lugares que nuestra heroína recorre: son inevitablemente bellos pero el director los rodea siempre de una aura que bordea lo peligroso. O lo extravagante, a partir de cieras “apara Los momentos en los que el filme “se desvía de su camino”, de todos modos, son pocos y no logran distraer o hacerle perder a ALMA SALVAJE su valor como experiencia física y emocional, poniendo el acento en cómo esas dos cosas pueden ser una misma: el dolor del cuerpo y el del “alma” (o de los traumas del pasado) muchas veces recorren las mismas rutas. Y, a veces, llegan a similares destinos.
Se recomienda no ir a ver esta película antes de ir a comer, especialmente si el plan incluye ir a una parrilla, digamos. Es tan fuerte la impresión que deja la manera en la que algunas carnicerías tratan su “material de trabajo” que uno sale del filme con ganas de volverse vegetariano. Si bien es muy probable que sean una minoría las carnicerías que venden, literalmente, “carne podrida” (disfrazada para que no se note con colorantes, productos químicos y otros que mejor ni nombrar), EL PATRON: RADIOGRAFIA DE UN CRIMEN, la primera película de ficción del hasta ahora documentalista Sebastián Schindel (MUNDO ALAS, GERMAN, RERUM NOVARUM y otras), deja una sensación de estar asistiendo a una revelación gastronómico/cultural de consecuencias imprevisibles. ¿Saldrá alguna asociación o gremio a disputar los hechos que narra el filme? elpatron1Difícil, porque se basa en un caso real, si bien sucedió hace ya bastantes años y el propio director aclaró en varias entrevistas que las cosas mejoraron bastante desde entonces. La película de Schindel es la historia de Hermiógenes, un muchacho de provincia (Santiago del Estero) que llega a Buenos Aires y empieza a trabajar en una carnicería de barrio. Luego pasa a estar a las órdenes de una especie de mafioso que maneja varias carnicerías y que, para ahorrar costos, trabaja con carne al límite de su vencimiento, o bien ya podrida, a la que “trampea” de las maneras más repulsivas, produciendo en algunos casos problemas con los clientes. El filme se centrará en la relación del empleado (Joaquin Furriel, irreconocible) con su patrón (Luis Ziembrowski), quien le enseña los espantosos trucos del negocio pero que lo obliga a pasarse de ciertas rayas “morales” que el chico santiagueño no acepta. En medio de esto, otros problemas surgen con la mujer del personaje de Furriel (Mónica Lairana), que pasa a trabajar de empleada doméstica en lo de su patrón, lo cual suma otra serie de inconvenientes. elpatron2EL PATRON es una combinación de drama con toques de thriller clásico, bien narrado y efectivo, que pone el acento no solo en la carne en sí (ese sería, digamos, su “McGuffin” narrativo) sino que utiliza esa situación como metáfora para hablar de cierta degradación ética y moral, y de cuáles son los límites que los personajes están dispuestos a atravesar para salir adelante económicamente. El acento está puesto además, especialmente, en la lógica patrón/empleado y en la por momentos sutil y por momentos violenta dominación psicológica que existe en el mercado del trabajo. El filme pierde algunos puntos al final cuando la película entra en una segunda etapa narrativa que se viene gestando a lo largo del relato y que está centrada en un abogado que encarna Guillermo Pfening y que defiende a Hermiógenes del crimen al que hace referencia el título. Es como una historia paralela –con los conflictos personales del abogado y cómo se va involucrando en la historia– que agrega poco a la potencia de la trama principal, que vuelve algo tan cotidiano como la vida de un carnicero y el hecho de ir a comprar carne a la esquina en una aventura propia de una película de terror. (NOTA: Versión extendida de la crítica de la película publicada durante el Festival de Mar del Plata)