Seguramente la película más bella y sobria de la carrera del cineasta inglés –con fotografía de Dick Pope– cuenta los últimos años de vida del célebre pintor británico JMW Turner (Timothy Spall), cuyo increíble y sutil arte no parece combinar demasiado con una personalidad un tanto tosca y algo simplona. El filme se centra en su trabajo, en la relación con su casera, con una mujer que luego enviuda y con la que se relaciona sentimentalmente, con su igualmente juguetón padre, su insoportable ex mujer y sus hijas, a las que ni reconoce. Y, fundamentalmente pero no del todo explorado en la película, con su extraordinario arte. La pintura de la vida de este campechano, irresponsable y juguetón hombre se combina muy bien, por momentos, con la belleza de los escenarios y la calidad dickensiana que Leigh le da a las imágenes. Mr Turner Mike LeighLa película se topa con dos problemas: algunas de las actuaciones, como suele suceder en muchas películas de Leigh, son excesivas, casi caricaturescas, con los personajes hablando, gesticulando y haciendo caras como si estuvieran en una obra teatral de principios del siglo pasado. El otro problema es la excesiva duración del filme: con 150 minutos la película se extiende, interminable, en motivos recurrentes. La segunda mitad, especialmente, parece eterna. De todos modos esos problemas no logran del todo arruinar la experiencia visual que es el filme, acaso la más interesante en ese terreno de toda la carrera del realizador de SECRETOS Y MENTIRAS.
Treinta años después de su último episodio, la saga MAD MAX regresa, previsiblemente recargada, a las pantallas. Y si hay unos pocos directores capaces de sacarle el máximo provecho a los cambios de Hollywood –y del cine de acción mainstream– en las úlimas décadas, ese es George Miller, un hombre que siempre se manejó cómodo en la velocidad, la potencia y la aceleración permanente. En cierto sentido, se puede decir que FURIA EN EL CAMINO –el cuarto episodio de la saga, una “secuela” en el sentido en el que las películas de James Bond son secuelas unas de otras– lo pone a la par de otros “viejitos acelerados” como Martin Scorsese y Michael Mann: todos ellos prueban que, después de los 70 años, son capaces de adaptarse al juego que juega la industria en términos de ritmo narrativo y llevarlo un paso más allá, donde la velocidad ya se mezcla con la experimentación audiovisual y hasta la abstracción sensorial. Miller, claro, se maneja en un terreno más tradicional de superproducción, de tanque taquillero. Si bien la saga MAD MAX significa poco y nada para los que crecieron en los ’90 o aún después (el público que hoy hace y deshace éxitos de taquilla) y su culto es muy minoritario si se lo compara con el de otras sagas de esa misma época como STAR WARS e INDIANA JONES, Miller hace todo lo que tiene que hacer para devolverle vida e insuflarle actualidad a la película. Es un filme que, de no mediar circunstancias curiosas del marketing cinematográfico, debería ser un éxito instantáneo, ganándole aún a RAPIDOS Y FURIOSOS en el juego que esa saga mejor juega: el del frenesí y la persecución constante. FURY ROADNo hace falta estar muy informado y ni siquiera haber visto las tres películas anteriores de la saga para engancharse, aunque no hay duda que esta bebe más que nada de la segunda, MAD MAX 2, en su visión post-apocalíptica y desértica en la que un ex policía (su tragedia familiar, que se cuenta en la primera película, abre la nueva en un rápido repaso via voz en off y luego reaparece mediante algunas alucinaciones de nuestro antihéroe) circula por rutas y desiertos resecos, con sus facultades mentales al borde de la catatonia, y siendo perseguido y atrapado por todo tipo de tribus que sobreviven en esos mismos parajes infernales. La película se hace un poco eco también de la estética más bizarra de la tercer película de la saga (sí, la olvidable con Tina Turner), pero ese kitsch futurista que amenaza al principio con llevar todo a un terreno over the top de a poco va cediendo a la lógica pura y dura de la película, que es la persecución constante. No es, como especulaban algunos por la información previa, una constante carrera pero está cerca de serlo. La lógica del filme es la del avance permanente hacia ninguna parte, con algunos giros fuertes en la trama pero con un sistema inamovible: el de la persecución, el acecho y el combate en movimiento. madmax2La trama es sencilla y acaso peca de excesiva corrección política: Max (Tom Hardy en lugar de Mel Gibson) es atrapado por los War Boys, soldados del pequeño pero imponente imperio que controla Inmortan Joe, amo y señor que maneja el acceso al agua y a las provisiones de los desesperados sobrevivientes. Y cuando todo está a punto de volverse un video kitsch de los ’80 (con un excesivo uso de la aceleración de cuadros para generar intensidad) aparece un transporte conducido por Furiosa (Charlize Theron) que se escapa de su asignado destino de traer provisiones. Los ejércitos de Joe salen a perseguirla –con Max como un literal estandarte– y allí empieza la versión Correcaminos de la trama, con mínimas detenciones en la ruta. Furiosa está huyendo por una causa noble que no revelaremos aquí aunque está contada en todos los trailers del filme. Y tras una serie de accidentes, luchas y peleas mano a mano, Max terminará uniéndose a ella en su batalla contra el poderoso de turno. En cierto sentido, una vez que aparece Furiosa en acción, la película le pertenece más a ella que al monosilábico Max, que –a diferencia de Gibson– Hardy interpreta más cerca de la depresión que de la manía. Furiosa y su banda de mujeres en fuga son las que llevan las riendas del relato, de la mitad en adelante. FURY ROADSi bien el costado medio Cirque du Soleil de algunas de las decisiones de arte y diseño de la película pueden incomodar al principio –los maquillajes excesivos, la dupla guitarrista y percusionista en vivo que dan al filme una banda sonora de acción casi diegética, algunas actuaciones desaforadas propias de la saga–, promediando el relato los personajes y sus problemáticas cobran mayor peso (no solo Max y Furiosa, sino el grupo que los acompaña). Es recién ahí que Miller suelta las riendas del todo en una persecución final que se extiende por muchísimo tiempo, pero que a diferencia de las batallas/persecuciones recientes, conserva un ritmo y una lógica espacial impecables, no dejando que los efectos digitales se lleven puesto el relativo “realismo” creado por Miller y poniendo siempre al espectador al centro de la acción y no como un espectador distante que ve cosas explotar por los aires hasta que todo le da lo mismo. Miller proviene de una época en la que los villanos y los héroes tenían dimensiones y problemas reconocibles (no hay aquí galaxias lejanas ni Infinity Stones, digamos) y apuesta por esa medida de las cosas: la extinción de la raza humana por falta de agua potable, la explotación del hombre por el hombre y el uso y abuso de las mujeres son los temas principales del filme. Y cada golpe, cada muerte, cada bizarro stunt de las persecuciones tiene un sentido dramático reconocible. No solo Miller narra mejor que muchos en lo que respecta a los resortes del cine de acción y aventuras sino que crea personajes cuyos destinos nos involucran, cuya suerte nos preocupa. No se trata de una película perfecta –tal vez los condicionamientos de hacer un blockbuster lo llevaron a utilizar algunos recursos un tanto innecesarios como la aceleración y los excesivos cortes de montaje–, pero no hay duda que Miller logró con FURIA EN EL CAMINO revivir a una saga que se creía extinguida y no solo para darse un gusto personal. Max y Furiosa (más Furiosa que Max, para ser honestos) tienen cuerda, parece, para rato. Es de esperar que los espectadores los acompañen… NOTA: Como curiosidad, la crítica de MAD MAX estaba “embargada” por Warner para los críticos internacionales hasta el 14 de mayo, mientras que la prensa angloparlante podía publicarla desde el 11. Al ver las muy buenas críticas que recibió el filme de la prensa norteamericana ayer, Warner decidió “levantar el embargo” para el resto del mundo. Curiosidades del mundo de la promoción y el marketing cinematográficos.
Híbrido entre ficción y documental, el filme del director español que filmó la excelente YATASTO en Córdoba, Argentina, en 2011, se centra en una pareja de ancianos españoles (Felisa y Antonio), en lo que parecen ser sus últimos meses de vida, debido al fragil estado de salud de ambos. El filme comienza en un hospital para luego irse a la casa en un pequeño pueblo en la que ambos viven con las dificultades de la edad y, además, las económicas. Si bien el límite entre la ficción y el documental es difuso y por momentos Paralluelo se mete en algunas complicadas situaciones éticas (en ese sentido uno prefiere pensar que muchas de las escenas fueron ficcionales), lo que trasciende en el filme es la historia de amor entre estos dos viejitos, dos seres solos que solo se tienen el uno al otro, sus anécdotas, sus historias (algunas de ellas maravillosas, otras divertidas) y que tratan de sobrevivir con elementos mínimos: luz, agua, algo de comer y la paciencia y comprensión de dos personas que han vivido toda una vida y llegan a su final luchando contra las dificultades pero juntos. O, como dicen ellos, durmiendo en la misma cama…
El amor después del amor Esta apuesta de relato clásico acerca de una pareja –interpretada por Carlos Belloso y María Onetto– que se separa tras vivir juntos por 25 años propone un acercamiento a los reacomodos, dolores y frustraciones de empezar una nueva vida sin poder del todo desengancharse de la anterior, ya que ambos parecen estar atravesando la situación del divorcio de una manera muy adulta, civilizada y amigable. La primera parte toma el punto de vista de él, que no puede de dejar de obsesionarse por lo que hace y deja de hacer su ex, si ve a otras personas o no, además de retomar algunos hábitos privados dejados de lado, aparentemente, por largo tiempo. Esta parte revelará algunos secretos, incorporará un costado “pesadillesco” y tendrá algunas sorpresas que marcarán a fuego la parte de la historia contada por ella. Tomando en cuenta la lógica del guión y las sorpresas que tiene conviene no contar más, salvo para decir que la parte que adopta el punto de vista de ella juega con versiones diferentes de cosas que vimos previamente, pero que a partir de ese inesperado giro de los acontecimientos pierde un poco su fuerza e interés, desviando su eje de lo que hasta entonces era importante y estaba bastante bien tratado hacia una zona menos rica en matices dramáticos. Las sobrias y muy sólidas actuaciones de Belloso y Onetto están entre lo mejor de este drama que, tras un muy buen planteo y arranque, no termina siendo del todo convincente en su etapa final.
Unos pocos meses después de EL PATRON, la opera prima de ficción de Sebastián Schindel –su socio en la productora Magoya y codirector de filmes como MUNDO ALAS y RERUM NOVARUM— llega también el debut ficcional de Fernando Molnar. SHOWROOM es una película acerca del choque entre los sueños de la clase media y la realidad, una historia que ironiza sobre los deseos de “pertenecer” frente a las necesidades cotidianas que son mucho más complejas y problemáticas. Diego Peretti encarna a un hombre que acaba de perder su trabajo como animador de eventos y, con muchas deudas, no le queda otra que vender su casa e irse con su mujer e hija a vivir al Tigre, a una casa de fin de semana de un pariente con dinero que se la presta. Bastante deprimido y sin acomodarse nunca del todo al nuevo lugar, a Diego (el personaje se llama igual que el actor) se le suma una nueva oportunidad que es también una complicación: el mismo tío le ofrece un trabajo vendiendo unidades de un edificio palermitano en construcción, atendiendo lo que se conoce como el “showroom” de estos emprendimientos. Es la oportunidad de ganar algo de dinero, pero también la de alienarse aún más de su vida, su familia (es tan lejos ir y volver a Tigre cada día que empieza a quedarse a dormir en el “showroom”) y de entrar en un territorio de competencias y peleas (con otro vendedor más experimentado y hasta con los obreros que construyen el edificio en cuestión) que no pueden terminar del todo bien. showroom-600x300SHOWROOM no se plantea como una comedia sino que intenta utilizar algunas situaciones humorísticas para disfrazar, si se quiere, lo que en el fondo es una situación bastante dramática y amarga. Y en eso ayuda, sin duda, el rostro pétreo de Peretti durante gran parte del relato, que genera momentos de humor siempre teñidos de una creciente mezcla de depresión y desesperación. La película va explorando la alienación de Diego, su necesidad de vender a toda costa (la promesa del tío es que la familia se mude a ese edificio una vez concluido) y cómo de a poco su familia se va adaptando a la nueva vida algo hippie en la naturaleza dejando en evidencia su creciente aislamiento. Si bien la película no termina de ser convincente en todos sus rubros (algunas subtramas no están del todo logradas, como la de la relación con los obreros), logra constituirse como una interesante mirada crítica a las consecuencias de cierto espíritu competitivo de la clase media llevado al extremo, yendo desde lo económico hasta el miedo a dejar de pertenecer socialmente a ese grupo. Las interacciones de Peretti con los potenciales compradores de ese emprendimiento dejan en claro que el centro de la película pasa por ese lado: la clase media enfrentada a su propia confusión aspiracional, cuatro paredes de cartón en un barrio con onda o la nada misma. Quizás, parece decir Molnar en su opera prima, quizás haya otras opciones…
Jemaine Clement, la mitad de la dupla creativa de la comedia televisiva FLIGHT OF THE CONCHORDS (si no la vieron, háganlo: es brillante) y Waititi, uno de los colaboradores de esa serie (y otro comediante estrella, como muchos de los reunidos en esta película, de Nueva Zelanda) codirigen y coprotagonizan esta excepcional comedia sobre vampiros narrada a la manera de un falso documental. A mitad de camino entre THIS IS SPINAL TAPy LOS LOCOS ADDAMS, la comedia sigue a un grupo de vampiros que comparten un caserón en Wellington y que deben lidiar con ciertas cuestiones cotidianas ligadas a su condición de criaturas de la noche. Las bromas, que son constantes, van desde las tareas “básicas” que no se cumplen (poner diarios abajo del sofá para que no se manche de sangre la alfombra cuando muerden a un humano en el living, digamos) hasta la interacción con el afuera, que se complica cuando uno del grupo (el más veterano, el terrorífico Petyr) convierte a un joven en vampiro y este no se adapta bien a las reglas de los otros tres (el atildado Viago, el perturbado Vladimir y el más relajado Deacon, cada uno con cientos de años de “vida”), complicando la seguridad del grupo. what-we-do-in-the-shadowsAsí, mientras aprenden a usar Skype, sufren por amores y amigos perdidos, se topan con educadísimos hombres lobos (sí, hay chistes sobre CREPUSCULO, inevitables), zombies y otras criaturas, los vampiros van interactuando con los humanos, peleándose entre ellos y contándole a los “documentalistas” (que, obviamente, portan crucifijos durante el rodaje) sus complicadas y muy divertidas historias de vida. Una película de sketches, si se quiere, casi adaptable a una serie televisiva, pero con un nivel de aciertos humorísticos impresionante, especialmente por esa manera tan particular que tiene el humor que Clement (con Bret McKenzie) utilizaba en la serie de HBO y que retoma aquí, una mezcla de picardía e inocencia que resulta irresistible. Sabe cómo ser gracioso y, a la vez, humano, frágil y hasta tierno. Y la combinación es fabulosa.
Comprobé que sufro de “fatiga de superhéroes”. Ok, ya lo sabía de antes, pero el viernes –cuando fui a un cine normal con gente normal– a ver AVENGERS: ERA DE ULTRON, acompañado por otra gente normal que no había visto casi ninguna de las películas del Universo Marvel y la pasó muy bien viendo ésta, me quedó claro que la falta de disfrute respecto a lo que estaba viendo tenía más que ver conmigo que con la película en sí. Es que el nuevo filme de Joss Whedon que toma los productos premium de este supermercado de superhéroes (la repetición es intencional) es la versión más abigarrada y grandiosa de toda la línea de ensamblaje de la compañía, es la que pone toda la carne al asador y propone todos las tonalidades posibles de este tipo de películas: es grave, es liviana, es acción pura, es romance, es trama propia y a la vez deudora de un todo narrativo que viene de otras películas y comics y va hacia nuevas. Y es la que deja al espectador elegir su propia aventura dentro de todas las que propone. O, como en mi caso, nos deja un poco abandonados tratando de agarrarnos a pequeños momentos de interés aquí y allá que se reparten a lo largo de la película, en cuentagotas. Pero soy yo, sé que soy yo. Bueno, calculo que seremos unos cuántos, pero seguramente muchos menos que los que las disfrutan y las convierten cada vez que salen en las películas más taquilleras de ese año en una competencia que ya no es de inflación narrativa sino, literalmente, una por ver quien hace más millones que la anterior. Y, como me pasó el viernes en el que fui al cine-cine, también las pueden disfrutar espectadores que no están saturados de superhéroes y se sorprenden todavía con los mecanismos narrativos que a muchos nos resultan agotados y agotadores. 01AVENGERSJP1-articleLargeAVENGERS: ERA DE ULTRON está bien hecha, tiene más coherencia visual que la anterior, algunos momentos divertidos y una subtrama romántica que no está mal. Tiene, también, escenas de acción interminables que me hacen constantemente preguntarme hasta qué punto resulta disfrutable el espectáculo de gente chocando y pegándose entre sí, ciudades destruidas y villanos que quieren aniquilar a la raza humana con toda la sarasa del caso incluida. Y no es que no pueda disfrutar una buena película de acción o de aventuras como cualquier ser humano atravesado por el deseo que le cuenten buenas historias, sino que siento que estas películas raramente cuentan “buenas historias” y en mi cabeza parecen todas versiones mediocres, confundibles entre sí y ligeramente diferentes de las mismas cosas, como los defensores de la Selección Argentina de fútbol. No voy a hablar de la trama porque la pueden chequear en cualquier lado y porque, por un lado, no estoy seguro de haberla comprendido del todo y me aburre la idea de contarla. Solo diré que el sindicato de superhéroes tiene que lidiar con una creación de “inteligencia artificial” que se les vuelve en contra y que, tras unos pasos en falso y muchos muchos muchos combates, termina saliendo airoso. De todos modos, me doy cuenta que me entretiene más ver a los fornidos superhéroes hablar y bromear entre sí (al mejor estilo del cine de Howard Hawks que es el claro modelo de Whedon) que cuando, en plan digital extremo al borde de la animación, entran a lanzarse edificios por la cabeza. Creo que una charla entre los personajes durante dos horas en ese estilo sobremesa ligeramente lisérgico patentado por Robert Downey me divertiría mucho más. Y en ese sentido hay que sacarse el sombrero ante los Chris (Hemsworth y Evans) que se bancan a la perfección la ironía neurótica de nuestro Iron Man con ADD. 01AVENGERSJP2-articleLargeLa relación entre la Viuda Negra y Hulk –o Scarlett Johansson y Mark Ruffalo– también tiene unos momentos de ternura y humanidad que permiten descansar la vista y el oído, además de bajar el promedio de cortes por minuto, pero creo que están puestas más a pedido de los actores (así pueden hablar de la complejidad de sus personajes en las entrevistas promocionales) que del público. Por lo breves que son –y más en comparación con las escenas de acción– es claro que nadie en Marvel/Disney quiere alienar al público cautivo (varones de 12 a 25) con un romance tipo la Bella y la Bestia. No. Son momentos, como cada aparición de los pectorales de los Chris– demográficamente calculados, con cronómetro en mano. Si todo esto suena a queja de crítico de mediana edad que no entiende las películas “que les gustan a los pibes”, me hago cargo. No suelo tomar posturas conservadoras en mis críticas ni soy de creer que todo tiempo pasado fue mejor o que el buen cine solo se ve en festivales, pero debo admitir que pese a todos mis esfuerzos, no logro que el Universo Cinematográfico de Marvel me interese demasiado. Hay algo demasiado corporativo, demasiado estructurado y calculado, demasiado artificiosamente hypeado que me termina alienando, dejando afuera. Y más allá que admire ciertas ventanas creativas que pueden escaparse en este programa de invasión de superhéroes en fases de parte de realizadores talentosos como Whedon, también entiendo porqué el hombre decidió abandonar la saga después de dos películas y dedicarse a otras cosas. La sensación de deja vu no la tenemos solo nosotros…
En esta entrada quería hablar de la primera deuda del 2013 que saldo acá (me quedan varias todavía) y que es nada menos que THE WIND RISES, la más reciente y aseguran que última de veras de la carrera del realizador japonés Hayao Miyazaki. El filme, recientemente nominado al Oscar a mejor película de animación, se dio como apertura del FICUNAM y se volvió a presentar ayer llenando en una sala muy grande una función que solo estaba anunciada como “Film Sorpresa”. THE WIND RISES narra la vida de Jiro Horikoshi, un ingeniero aeronáutico encargado de crear los aviones de guerra tecnológicamente más avanzados que el país usó en la Segunda Guerra Mundial. Su historia –real– es bastante curiosa. De niño siempre soñó con aviones, pero un problema de la vista le impidió siquiera intentar ser piloto por lo que sus esfuerzos y talentos los puso al servicio de la construcción de aviones. El filme narra sus avances laborales y su vida personal en medio de décadas que fueron bastante tremendas: terremotos, epidemias, crisis económicas y con la conciencia clara en el espectador que los aviones construidos por Jiro no tendrán un final demasiado feliz en la Segunda Guerra. wind-rises-post6Pero sobre todo es un filme sobre los curiosos límites morales entre el arte y el uso político que se le da a ese arte, la imaginación de un –al parecer– buen hombre que cambió la historia de la aviación con la conciencia de que esos mismos y maravillosos objetos voladores serían usados para causar muertes y destrucciones varias. Con la “ayuda onírica” de su ídolo, el constructor de aviones italiano Giovanni Caproni, Horikoshi revolucionará la aviación japonesa con sus inventos, se obsesionará por mejorar los modelos y será testigo de esa dura época, la que se verá representada por la complicada y trágica relación con Nahoko, una niña y luego mujer a la que esos mismos hechos históricos la atraviesan con todas sus fuerzas. Más realista que la mayoría de sus otros filmes, menos orientado a un público infantil (si bien sigue siendo accesible para los chicos), THE WIND RISES es una suerte de épica de los sueños nacionales de un imperio que pronto iban a caer con una fuerza de gravedad tan virulenta como opuesta a ese viento que hace volar a los aviones y empuja a las personas a construir y a soñar pese a todos los contratiempos. Con imágenes sorprendentes y apabullantes, con una paleta de colores similar pero ligeramente más oscura que la habitual, con algunos personajes entrañables y otros misteriosos, la despedida de la animación d Miyazaki es también su testamento como perseguidor de sueños y como observador de un mundo que va por el camino contrario del de esos mismos soñadores, desvirtuando muchas veces todo lo bello que ellos crean. windries3Discutida en su país por su tono crítico de la ambición imperial del Japón y sus equívocos bélicos (un personaje alemán le advierte a Jiro que sus países van camino a la destrucción y que sus aviones serán parte de esa masacre), THE WIND RISES es también la historia de un artista que pese a saber las potenciales consecuencias de su arte se siente compelido a llevarlo a cabo, incapaz de dejar de imaginar esas líneas curvas y esos materiales livianos, esa belleza con la que solo él puede soñar. Miyazaki, un fanático de la aviación como queda en claro en casi todos sus filmes previos (de NAUSICAA a KIKI’S DELIVERY SERVICE pasando por PORCO ROSSO), encontró aquí su alter ego perfecto, un artista que trabaja en una industria que con la que acaso mucho no se identifica y un poeta que crea belleza en los resquicios que le deja un mundo que amenaza con volverse cada vez más oscuro.
La película que finalmente terminó ganando la competencia del BAFICI (bajo el título FIFI HOWLS FROM HAPPINESS) es un retrato documental del pintor y escultor iraní Bahman Mohassess, exiliado de su país después de la revolución musulmana y a quien muchos creían muerto. La realizadora lo encuentra viviendo en un hotel de Roma hace años, subsistiendo de la venta de sus cuadros. La película se centra en una serie de conversaciones con este curioso personaje, un gay que desprecia la aceptación de la homosexualidad (“era mejor cuando estaba prohibido”, dice), que ataca a los políticos de su país y casi que odia a la humanidad toda. Con un tono entre ácido y sarcástico, este artista prohibido (sus cuadros, en algunos casos altamente sexualizados, no tienen lugar en Irán hoy) analiza su propia obra –buena parte de la cual destruyó–, el mundo del arte y hasta intenta manipular a la directora acerca de cómo debe ser el documental que ella está filmando. Una obra de arte comisionada a Mohassess por unos expertos y coleccionistas es el centro narrativo de la segunda parte de este muy buen documental cuyo gran secreto es ir dando a conocer de a poco a este personaje de risa imposible transformándolo de un ser casi irritante y creído a un tipo querible a lo largo de su metraje.
La cuarta película del talentoso realizador ruso que ganó el León de Oro en Venecia con su opera prima THE RETURN toma una situación que podríamos definir como propia del cine rumano (una pelea burocrática por la compra-venta de una casa) y lentamente la va transformando en una densa aunque minimalista épica en la que entra la sociedad rusa entera, aniquilada por una mezcla rara entre la corrupción, la violencia y el alcoholismo. Apoyándose en ese estilo monumental tan típico de mucho cine de autor del Este de Europa –y, principalmente, ruso–, LEVIATHAN es una precisa, certera aunque demasiado subrayada crítica a la entrada definitiva de Rusia en el más salvaje capitalismo. En Cannes ganó el premio al mejor guión y fue nominada al Oscar a mejor película extranjera compitiendo contra RELATOS SALVAJES por el galardón que finalmente se llevó IDA. La película tiene como protagonista a Kolya, un mecánico que vive en una casa muy bien ubicada cerca del Mar Báltico con su segunda esposa y un hijo adolescente de su anterior matrimonio. El conflicto nace a partir de la exigencia del alcalde de la ciudad de comprar a la fuerza esa casa, usando el poder a su favor y arruinando a Kolya en el camino. Hay un juicio que pierde y ni siquiera las amenazas del abogado de Kolya (que tiene un enorme expediente con denuncias de corrupción al alcalde) logran cambiar las cosas. Sin embargo, cuando la casa parece ser el gran problema, Kolya descubre que hay otros conflictos más a su alrededor, conflictos que podrían acabar con el universo familiar que lo rodea. Leviathan-1LEVIATHAN (no confundir con el documental del mismo título de 2012) arranca con ese tono algo “rumano” de conflictos secos y rutinarios, lecturas de actas públicas y un cierto humor generado por el consumo de alcohol. Pero luego el asunto pasa a mayores: la pelea legal se convierte en física y el consumo de alcohol sube de manera tal que las bromas de borrachos terminan mal. Muy mal. A partir de eso, Zvyaginstev va “engordando” su película, transformándola literalmente en una adaptación del Libro de Job de la Biblia (lo mencionan directamente), con la aparición de curas corruptos enganchados con las autoridades del lugar de manera tal que hasta parecen organizar todos los acontecimientos para arruinarle la vida a Kolya. El uso de cuadros con famosas autoridades rusas en una escena de tiro al blanco (de Lenin a Brehznev, nadie se salva e inclusive Putin aparecerá aquí y allá) deja en claro el intento del director de transformar su LEVIATHAN en una dura crítica de la Rusia actual y del desprecio del país por los trabajadores, aplastados por el poder combinado del Estado y la Iglesia. Leviathan_cannesEl problema de la última parte del filme es que todas las alegorías y metáforas acumuladas (los barcos encallados, las ballenas, los discursos de los curas y las citadas fotos) van haciendo perder un poco de vista lo que debería ser más central: la historia de este hombre, su mujer, su hijo y su abogado, un grupo que se va fracturando a partir de errores propios y presiones ajenas. Es innegable el talento visual del realizador de ELENA, lo mismo que la creación de climas: por momentos el filme toma las características de un policial negro clásico de los buenos. Lo que impide que la película termine por convencer no es, sin embargo, el mal manejo del suspenso o el ritmo del relato, sino que en un momento queda claro que los personajes y las situaciones no son más que piezas en un intento demasiado evidente de hacer algún tipo de fuerte declaración política.