Tras dos películas que llamaron la atención en el mundo de los festivales pero no tuvieron demasiada presencia comercial, el británico Steve McQueen sorprendió al mundo con una película de corte algo más tradicional y con un guión narrativo bastante clásico como 12 AÑOS DE ESCLAVITUD. Sin embargo, para los que siguen su carrera desde el principio, es obvio encontrar en este filme los puntos en común con los anteriores. En principios, todos se centran en personajes que atraviesan situaciones más que angustiantes: un preso político en HUNGER, un adicto al sexo en SHAME y, bueno, un esclavo en 12 AÑOS DE ESCLAVITUD. En todos los casos, más allá de las particularidades, el eje parece estar puesto en la violencia física, en el dolor que experimenta el cuerpo y en la tortura psicológica que deben atravesar los personajes puestos bajo presión o soportando injusticias del tipo político. En lo que respecta a la puesta en escena, como casi era esperable de alguien que venía del mundo del arte, en sus primeros filmes McQueen se caracterizó por utilizar planos muy largos y observacionales, muchas veces exponiendo a sus personajes a situaciones de horror y tensión, y en todos los casos logrando transmitir una enorme violencia (física y/o emocional) a los espectadores, casi al límite de lo tolerable. Más allá del guión organizado más académicamente (escrito por John Ridley), en 12 AÑOS… McQueen sigue fiel a su forma de entender el cuadro cinematográfico como un espacio en donde, básicamente, se ejerce todo tipo de violencia. En cada personaje, entre los personajes y del director a los personajes y a los espectadores. 12-years-a-slaveNarrativamente es una película bastante sencilla. Se centra en Solomon Northup, un hombre negro que vive en libertad con su familia en la zona de Nueva York a mediados del siglo XIX pero que, engañado por dos artistas de circo, viaja a Washington a trabajar para ellos (es violinista) y terminan emborrachándolo y vendiéndolo como esclavo para unos traficantes sureños. Ya el título de la película lo deja claro: la historia seguirá a Solomon durante sus años de durísimo maltrato como esclavo, pasando por dos casas y patrones muy distintos entre sí (Benedict Cumberbatch encarna el primero y más amable, Michael Fassbender es el segundo y aterrador), mientras lidia con diversos problemas y complicaciones, además de ser testigo directo –y sorprendido– de los continuos y cotidianos crímenes que allí se cometen. El conflicto principal para Solomon es tratar de pasar lo más inadvertido posible y no crear problemas, pero le termina siendo inevitable. Si bien debe negar saber leer y escribir (no debe decir que es del Norte), es evidente que resulta más inteligente, capaz y participativo que los demás, por lo que inevitablemente complica su vida. Sea tratando de ayudar a una esclava persistentemente violada por su amo, inventando una forma de cruzar un río con una balsa y hasta colocando maderas en una casa en construcción, Solomon termina más de una vez castigado y azotado, ganándose enemigos por todos lados. 12 Years a Slave - 2014La película es –previsiblemente, tomando en cuenta el tema y el estilo de McQueen–, dura hasta lo insoportable. Y el director parece creer que hay algo de justicia poética en transmitir de forma muy vívida a los espectadores el sufrimiento de sus protagonistas, como si para entender la tortura haya que vivir algo parecido en la experiencia cinematográfica. El sistema es así desde el principio en el filme y ya de entrada vemos que la película presentará escenas difíciles de ver. Hay una secuencia filmada en un solo y largo plano coreográficamente muy elaborado en la que un vendedor de esclavos que encarna Paul Giamatti va mostrando a los compradores a los distintos “especímenes”, golpeándolos, tratándolos como animales y hasta destruyendo moralmente a una madre a la que separa de sus hijos. Son dos minutos, casi, que McQueen muestra en forma de abyecto ballet de humillaciones, prueba de que McQueen tiene pensado un plan bastante macabro para nosotros. Y el asunto sigue así. Las injusticias se apilan y las condiciones de vida son insoportables: un capataz le hace la vida imposible a Solomon cuando le discute algo, un patrón lo azota cada vez que cosecha menos algodón que lo requerido, y McQueen precisa mostrarnos planos secuencias con cada una de las torturas. La peor escena de ese tipo tiene que ver con otra esclava (interpretada por la nominada al Oscar Lupita Nyong’o), la desafortunada que cayó bajo la mirada obsesiva de su virulento amo. Pero aún en esa situación Solomon se ve cruelmente involucrado. 12-years-a-slave-michael-fassbender-600La película es ardua y siempre está al límite de los soportable. No por la tortura en sí, sino por la decisión de mostrarla de manera tan cruenta, como si el director necesitara probar que los actores también fueron azotados en el rodaje, prácticamente volviendo a repetir la situación. Hay otras elecciones que son discutibles, pero ya tienen más que ver con el guión. ¿Es necesario elegir a un “negro no esclavo” para pintar la esclavitud como si él fuera esclavizado “injustamente” y los otros no? ¿Es lógico que en una película sobre la esclavitud tengan mucho más desarrollo y escenas los actores blancos (patrones, esposas, vendedores, capataces y… Brad Pitt) que los esclavos, quienes salvo por el protagonista y dos mujeres, son como extras perdidos en el paisaje? Mi impresión es que se trata de una serie de elecciones dramáticas y de puesta en escena equivocadas por parte de McQueen, lo que no quita que la película sea intensa y dramáticamente potente. Pero eso se logra más gracias a las actuaciones de los protagonistas que a méritos de la puesta. Tanto Chiwetel Eijofor como la citada Nyong’o logran darle profundidad a sus personajes, en la mayoría de los casos gracias a sus rostros, sus penetrantes miradas y sus silencios más que sus palabras. El guión de Ridley no se caracteriza por la sutileza –muchos de los personajes parecen necesitar decir en voz alta cosas que deberían ser obvias para ellos– por lo que son las caras y los cuerpos de los actores los que parecen comunicar mucho mejor que sus palabras. 12yearslupitaEs muy probable que 12 AÑOS DE ESCLAVITUD gane el Oscar a mejor película. Es un tema importante y está tratado con la seriedad y densidad de un texto académico, pero no es una película que funcione en sus propios términos. Está pensada como medicina, como castigo, más cerca de la forma que Michael Haneke tiene de entender el cine (el espectador tiene que sentir en el cuerpo la culpa histórica de su clase o raza) que de una tradición clásica hollywodense, a la que responde más el guión. Es un choque raro, curioso, que genera algunos potentes momentos, pero que le da a la película un tono escabroso y un ritmo desacompasado que no termina de funcionar. Es como si McQueen se sintiera superior al guión y buscara sus resquicios para firmar su obra. Y en ese conflicto no parece ganar nadie.
Ritos de pasaje Este documental de observación dirigido por Alejo Hoijman (el mismo de Unidad 25, premiada en el BAFICI) se centra en la vida de Maicol y Bryan, dos adolescentes que viven en una isla remota y selvática, en el medio del Caribe nicaragüense. La película muestra su vida cotidiana –sus conversaciones, su trabajo, sus relaciones familiares y sus amistades– en un relato que expone el choque entre las tradiciones del lugar (la pesca, básicamente) y la modernidad, que se hace presente en las charlas sobre estrellas pop, los smartphones y la posibilidad –al parecer, bastante certera– de que una de las pocas salidas laborales del lugar sea por la vía del narcotráfico. Pero, básicamente, El ojo del tiburón –galardonada en los festivales de Roma y Cartagena– es la historia de una serie de “ritos de pasaje”, aquellos que van de la infancia/adolescencia a la adultez a través de estos dos personajes, amigos inseparables, que deben enfrentarse a las realidades del mundo mientras empiezan a abandonar la inocencia de los primeros años de sus vidas. Hoijman los observa y los “deja ser” a lo largo de un bello retrato que sorprende por su llamativo nivel de intimidad y su comprensión cabal de las ambigüedades de la vida en un lugar así.
En ese terreno que a los cineastas iraníes les encanta manejar (“esto que ves es realidad, pero en realidad no lo es”), THIS IS NOT A FILM podría ser una secuela de EL ESPEJO, la que también podría titularse “Esto no es una película”. En sus charlas con su abogada, con su mujer, en su intento de contar a cámara (y actuar) cómo era una película que quería hacer pero no le permitieron, en un encuentro fortuito sobre el final, en su mirar la televisión, en contestar emails, en su cotidiano, Panahi construye un personaje de sí mismo y pone en primer plano la dificultad de la situación que vive, como lo compromete, lo fuerza y lo obliga a negociar cosas que preferiría no negociar, pero siempre teniendo en cuenta que su intención primera es proteger a los demás, no dejar que nadie “se inmole” por salvarlo. jafar_panahi_iguanaCreativa y vibrante, llena de giros inesperados, el filme de Panahi es un notable documento “contrabandeado” que pone en primer plano las contradicciones de la situación política iraní, pero también se da espacio para respirar, para la salida humorística, la casualidad. Yo admito tener alguna dificultad con el cine en primera persona, en el cual los directores se “expresan” ante la pantalla transformando el cine en un indisimulado monólogo (me pasa lo mismo con las películas de Nanni Moretti o Avi Mograbi, que me gustan pero siempre me hacen pensar que ellos se reserva la última palabra y la posibilidad de quedar como “el más piola del barrio”), pero más allá de eso es indudable que se trata de una película de enorme complejidad y que evita la compasión y la “denuncia” más previsible.”
EL SUEÑO DE WALT es una película producida por Walt Disney sobre Walt Disney. Vaya esta aclaración de entrada para los espectadores que estén esperando un balanceado relato de las idas y vueltas de la creación del clásico MARY POPPINS. No, no lo es. La película se centra en el viaje que la autora del libro en el que se basa la película, P.L. Travers, hace a los Estados Unidos tratando de controlar su adaptación al cine por Disney (o impedirla, de ser posible) para darse cuenta, finalmente, que lo mejor que le puede pasar a su obra literaria es transformarse en un musical con escenas de animación, pingüinos y barriletes. Y todo gracias al persuasivo poder del tío Walt que la convence de que esa es la mejor manera de preservar su legado. ¿Quién sabe? Tal vez Walt tenía razón. De no ser por Dick Van Dyke, Julie Andrews y el paraguas volador quizás hoy muy pocos recordarían a la autora de la novela. Pero también es cierto que convertir en un acto de superación personal la venta de una novela bastante autobiográfica a una empresa que decide borrarle casi todo el drama que esa novela esconde es por lo menos discutible. Saving Mr BanksPero uno no espera mucho revisionismo histórico de parte de la compañía. La película es, en cierto sentido, honesta con su propuesta. Se trata, casi, de un acompañamiento, un extra de DVD para el lanzamiento de la edición 40ª aniversario de MARY POPPINS. Y pensado de ese modo, es casi un lujo. Pretender otro tipo de revelaciones aquí es haberse confundido de película. Emma Thompson -el gran arma de la película- encarna a Travers como una mujer seca, agria y de pocos amigos que ha escrito una serie de novelas sobre la mágica Mary Poppins con muchos elementos de su propia vida y que, necesitada de dinero, es convencida por su agente de aceptar la persistente propuesta de Disney de llevarla al cine. Es así que la ácida, muy británica y fastidiosa Travers viaja a California donde se enfrenta con el grupete de creadores de musicales de Disney, incluyendo los hermanos Sherman –autores de la música– y el guionista Don DaGradi. Y, especialmente, al mítico Walt que quiere hacer la versión musical a toda costa por pedido expreso de sus hijas. Saving-Mr-BanksLa película narrará los choques entre la maquinaria Disney y la ácida autora, cuyos estilos no pueden ser más opuestos. Ella no quiere la música, no quiere al elenco, no quiere animación, tres de las cosas más recordadas de la película. Y, pese a los esfuerzos de los creadores de “Let’s Go Fly A Kite”, no hay forma de hacerle cambiar de opinión. El único que parece caerle un poquito mejor es el chofer que le tocó en suerte, encarnado por Paul Giamatti. Y con Walt (un simpático Tom Hanks) las cosas tampoco van muy bien: sus sensibilidades son opuestas. El filme tiene una subtrama que, al menos, nos permite entender de donde viene el cuidado de Travers por su obra y el fastidio que le causa tener que “ablandarla” todavía más. Transcurre en Australia a principios de siglo y muestra su infancia allí, con su padre carismático pero muy alcohólico (Colin Farrell), y la relación que ellos tuvieron, que resuena fuertemente en la Travers adulta. Todos materiales centrales a la creación de la serie de novelas de Mary Poppins. Más allá del carisma de Farrell, se trata de la parte menos interesante de la película. Si bien se entiende su rol en la trama, saca de ritmo todo el tiempo a la narración transformándola en dos películas muy distintas. savignmrbanksEn el fondo, EL SUEÑO… es una película sobre el choque cultural entre los Estados Unidos y Gran Bretaña (o Europa entera, de hecho). Travers busca realismo en la historia y Disney quiere emoción y entretenimiento. A Travers le fastidia cualquier tipo de sensiblería y la empresa de Walt se maneja mucho más cerca de ese territorio. No revelaremos detalles de la conclusión de ese choque pero todos sabemos que, finalmente, la película se hizo. Lo interesante (aunque para muchos discutible y para otros directamente falso) es ver la posición y reacción de Travers al respecto. El tono de EL SUEÑO DE WALT es, en cierto modo, similar a la producción de MARY POPPINS: la verdad del encuentro real entre Travers y el equipo de Disney seguramente fue más dura y cruenta que la que se muestra en la película dirigida por John Lee Hancock, pero aquí volvemos a enfrentarnos a una similar situación. A la hora de hacer una película de este tipo, ¿es mejor contar la verdad o contar algo entretenido aunque no sea necesariamente cierto? “Imprime la leyenda”, como reza el clásico mantra de John Ford.
Dentro de la aparentemente inagotable carrera del insaciable Robert De Niro -el hombre que no parece poder rechazar un proyecto-, hay que decir que AJUSTE DE CUENTAS, al menos, tiene la simpatía algo decadente de una película Clase B, una “berretada” que bien podría haberse hecho en los años ’80. El gancho es claro y obvio: Rocky Balboa vs. Toro Salvaje, más de treinta años después. Y si bien los personajes tienen otros nombres y una historia en común que no se relaciona con ninguno de esos filmes, en ciertos detalles y humoradas es obvio que están “homenajeando” o “bastardeando” (según la opinión de cada uno) la imagen de esos dos personajes clásicos. Razor (Sylvester Stallone) es un ex boxeador de Pennsylvania, de clase trabajadora (como Rocky), que tuvo su momento de gloria pero de un día para el otro se retiró y ahora trabaja una fábrica. Kid (De Niro) es también un ex boxeador, pero uno que ahora (como Jake La Motta) tiene un restaurante y se dedica a contar chistes y anécdotas de sus épocas de gloria. Ambos protagonizaron en los ’80 dos combates célebres y muy violentos que ganó uno cada uno, pero el tercero nunca se concretó por el retiro de Razor. Kid odia a Razor por haberse retirado sin darle la opción a un nuevo match mientras que Razor lo odia por un affaire que Kid tuvo con su mujer de entonces, Sally (interpretada por una Kim Basinger que, imagino que cirugías mediante, parece casi igual de bella que antes, a los 60 años). grudge1Luego de un especial de televisión sobre sus clásicas peleas, el hijo del promotor de las viejas épocas (interpretado por el comediante Kevin Hart) los quiere reunir para que hagan una sesión de “captura de movimientos” para un videojuego que se editará sobre su rivalidad. Necesitados de plata pero sin querer ni cruzarse, aceptan. Pero terminan encontrándose en el estudio y allí se muelen a palos. Videos virales de YouTube mediante, ambos sexagenarios ex boxeadores vuelven a estar en la conversación de todos, por lo que es inevitable la tercera pelea. Y el filme se centrará en los preparativos, conflictos y enredos que culminan con el esperado choque. Dirigida por Peter Segal, AJUSTE DE CUENTAS es una comedia menor, con algunos toques sentimentales, que funciona bastante bien no sólo por el hecho de que ninguno de los dos actores se toma demasiado en serio sino porque la película en sí, hasta narrativamente, es bastante consciente de su propio sistema. Casi tanto como los actores (probablemente más Stallone que De Niro), los boxeadores parecen mirar su pasado con nostalgia y soñar con volver a los grandes momentos de gloria, pero a la vez ambos son conscientes que no están del todo capacitados para hacerlo. Y su recorrida hacia el nuevo match los lleva a hacer actos promocionales decadentes (en competencias de camiones, peleas de MMA) que a nadie parecen interesarle demasiado. Ni al público ni a la prensa ni a los propios combatientes. Claro que, publicidad viral mediante, el combate será un éxito, cuando lo más lógico para la propuesta era tener que cancelarlo una vez que los respectivos “asuntos familiares” de los dos estuvieran más o menos resueltos. grudge2En el caso de Kid, esos asuntos implican conocer a BJ, el hijo que tuvo con Sally (y al muy precoz y simpático nieto) y tomarlo como entrenador. Para Razor, reencontrarse con Sally y ver si todavía hay alguna posibilidad romántica ahí. En algunas de las escenas entre Kid y su hijo (o, en menor medida, entre Razor y Sally) aparece algún atisbo de verdad emocional en el filme. BJ, interpretado por Jon Bernthal (el musculoso traficante de Quaaludes de EL LOBO DE WALL STREET, irreconocible), tiene algo tanto de los jóvenes De Niro como hasta del propio Stallone, y le otorga un plus de integridad a un filme que siempre parece estar al borde de caer en el patetismo. Hay algo en el subgénero “viejos boxeadores que vuelven para una última pelea” que siempre resulta bastante noble y emotivo. Y si bien en AJUSTE DE CUENTAS, ese subtexto queda abajo del show montado para el chiste fácil de Rocky Balboa vs. “Jake La Motta”, el director Peter Segal se las arregla para montar un filme que no abandona del todo el “color local” y la mitología de los ídolos olvidados que intentan un último acercamiento a la gloria que en algún momento se les negó o escapó. Con una estética de película clase B ochentosa, Segal logra por momentos que nos olvidemos que estamos viendo a dos millonarios actores generando más y más dólares a cuenta de sus viejas glorias para lograr que nos encariñemos con estos dos tipitos en busca de una última oportunidad en la vida.
Salvo que no entiendas la palabra “fuck” no hay posibilidad de que te pierdas por falta de subtítulos en esta película del director de MARGIN CALL protagonizada pura y exclusivamente por un Robert Redford que casi no habla en todo su desarrollo. Al principio le escuchamos leer lo que parece ser una nota de suicidio o una carta en la que se despide de sus seres queridos al darse cuenta que está por morirse. Luego veremos de dónde viene eso… El filme cuenta lo que le sucede a un hombre que navega en un pequeño barco y que se despierta un día con agua adentro del mismo. Es que el barco, por la noche, chocó con un container que habrá caído de una barco carguero y el golpe le produjo un agujero por el que entra más y más agua. El daño parece menor, pero no lo es. En poco tiempo el barco empieza a hundirse y Redford debe recurrir a una balsa salvavidas y entregarse a “la buena de Dios” siempre usando su talento e inteligencia para resolver los problemas que, uno tras otro, se van presentando. photodazastills_3569.CR2Luego del “talk fest” de aquella película sobre Wall Street es bueno ver a Chandor recurriendo a un lenguaje puramente cinematográfico que enorgullecería a Hitchcock en este filme. No sólo eso, salvo algunos breves pasajes con puntos de vista submarinos o aéreos, el director no pierde de vista su eje ni se pone místico: un hombre, un barco que se hunde, la vastedad del océano, la imposibilidad aparente de salvación. Todo el filme es solucionar problemas, uno tras otro, sin tigres que combatir ni revelaciones religiosas dando vueltas. Tal vez la película no alcance un vuelo narrativo o poético importante, pero como experiencia de hombre frente a la naturaleza, como estudio de resolución de problemas cinematográficos, como clase de actuación en función de la trama (contenida, profesional, jamás actuando para el espectador), TODO ESTA PERDIDO es un ejercicio notable y transparente, tan transparente como las aguas del océano que envuelven a nuestro viejo y querido Robert Redford, que no tiene ni una pelota de voley (ni de fútbol, ni de tenis) a la que hablarle… (Crítica publicada durante el Festival de Cannes 2013)
En una de las tradiciones más discutibles -y, si se quiere, deplorables- de la historia del cine, películas como LA LADRONA DE LIBROS se siguen haciendo con la intención de explotar temáticas como el Holocausto desde un lugar ilustrativo, sensiblero o directamente penoso como es el caso de este filme basado en un best seller reciente. Es el tipo de película -como LA VIDA ES BELLA o LA LECTORA- que uno podría definir como “qualité“: un compendio de imágenes bonitas y música solemne para tratar un tema duro como si fuera un cuento para toda la familia. “Holocaust porn“, como se lo define -muy cruelmente, pero muy ajustadamente también- en inglés. No hay verdades ni revelaciones en el filme. Se trata de un compendio de clichés del Holocausto en un estilo que en una época podíamos definir como de “película de TV” (aunque ahora, por suerte, las películas para TV son mucho mejores que esto). Dirigida por Brian Percival -que tiene en su filmografía varios episodios de la serie DOWNTON ABBEY-, LA LADRONA… está hablada en ese idioma universal que es el inglés con acento alemán. Aquí, empeorando aún la ecuación, a los actores se les permite decir tres o cuatro palabras (siempre las mismas) en alemán mientras interpretan a sus personajes como si estuvieran en un muy bien presupuestado acto escolar. Hasta la propia Emily Watson, habitualmente digna casi en cualquier cosa, actúa aquí como si el promedio de edad del público fuera de seis años. El caso de Geoffrey Rush es diferente: tiene una batería de películas mediocres en su carrera. book-thiefLa historia tiene todos los lugares comunes posibles del subgénero “explotación del Holocausto”: niña solitaria cuya madre y hermano mueren y que es entregada en adopción, niña que no sabe leer y que aprende a hacerlo de grande, descubriendo así la pasión por los libros; nazis que queman libros y niña que los rescata; refugiado judío escondido en el sótano; autoridades y oficiales que circulan todo el tiempo poniendo las vidas de todos en peligro y una amistad/romance con un niño muy rubio y muy ario que la protege cuando todos la agreden en el colegio. Todo esto va transcurriendo entre 1938 y 1945, siguiendo el crecimiento del partido nazi, la Noche de los Cristales, el comienzo de la guerra, las persecuciones del nazismo y así. Mientras Max está encerrado en el sótano, Liesel (la niña en cuestión) le lee los libros que roba de la biblioteca de la esposa del alcalde y que aprendió a leer gracias a su padre. En el sotano, además de a Max, esconde un pizarrón en el que escribe todas las palabras que va aprendiendo (en inglés, claro). Pero vendrán los nazis acompañados del crescendo musical de John Williams y las cosas se complicarán. The_Book_ThiefUno quisiera suponer que Percival intentó remedar el tono que en ciertas ocasiones ha usado Steven Spielberg para tratar algunos acontecimientos: contarlos desde la confundida perspectiva infantil. Pero en su lugar le ha salido un compendio de banalidades impropias no solo de una película sobre el Holocausto sino de cualquier producto cinematográfico mínimamente digno. Por momentos las escenas son risibles, empezando por el narrador del filme que no es otro que La Muerte en persona, analizando banalmente casi todo tema que toca hasta el exageradísimo rol de “madre severa” que interpreta Watson. La mejor forma de acercarse a una película como LA LADRONA DE LIBROS sería pensarla como una ficción para niños. Pero, de hecho, esa casi sería la peor de las opciones. Es el tipo de película que no debería ver uno con (sus) niños si le interesa que ellos tengan una idea más o menos sensata de lo que fue el Holocausto. Es una película hecha con la mirada puesta en obtener premios y nominaciones al Oscar, pero ya ni los votantes de la Academia se tragan más este tipo de impresentables anzuelos.
Un hombre de las afueras de Nueva York y de ascendencia judía se dedica a engañar a sus clientes pidiéndoles dinero y prometiéndoles dar mucho más a cambio. Se trata de un acuerdo que él sabe de entrada que no cumplirá, pero los “giles” siguen cayendo. Para darle un poco más de respetabilidad a su turbio negocio le agrega un toque “británico”: él sabe que la gente confía más en la seriedad de una empresa cuando suena “british”. Al hombre -que tiene a dos mujeres peleándose por él- lo siguen las autoridades para atraparlo con las manos en la masa pero, cuando parece que lo tienen entre las cuerdas, logra engañarlos más de una vez a ellos también. Todo, claro, transcurre hace muchos años, cuando las leyes -aparentemente- no eran tan severas como ahora y se podía vivir fuera de ciertos límites éticos y/o morales. Y todo, también, nos lo cuentan los protagonistas mediante la voz en off. No, no estoy hablando de EL LOBO DE WALL STREET sino de ESCANDALO AMERICANO, la nueva película de David O. Russell que acaba de cosechar diez nominaciones al Oscar y parece ser una de las claras favoritas a ganarlo. La película tiene más de una coincidencia con la de Martin Scorsese y no solo en lo que respecta al personaje principal y parte de la trama. En su estilo enérgico, desaforado y por momentos hasta salvaje, el realizador de TRES REYES parece seguir muchas de las reglas establecidas por el cine del director de BUENOS MUCHACHOS. Un competente imitador, si se quiere, que a diferencia de su veterano maestro sabe cuando parar la pelota y entregar al público (y a la Academia) ese momento sensible que Scorsese suele evitar. Es por eso, suponemos, que Russell viene subiendo en las apuestas y a Martin siempre le cuesta obtener consenso. Es que Russell sabe mentir mejor. Como el protagonista de su película, nos muestra una cosa pero en el fondo nos está vendiendo otra. amhustle3ESCANDALO AMERICANO es una película curiosa. Inteligente por momentos, irritante en otros, sin tener muy en claro cuál tono le queda mejor. Russell es la clase de director que, ante la duda, le impone a sus filmes subir el volumen al máximo: todos corren, todos gritan, todo es un quilombo permanente. Una canción se pisa con la otra, la cámara flota permanentemente y nadie parece tener paciencia para nada. Como Richie, el agente del FBI que encarna Bradley Cooper, Russell es la clase de tipo que, uno imagina, no puede quedarse a escuchar el final de una historia porque se aburre y se va. Y algo así es lo que pasa con su película, que tira giros de trama y tono cada dos minutos para sopapear a cualquier espectador que pueda potencialmente aburrirse. Los actores están “al palo” todo el tiempo en situaciones que no siempre ameritan ese tipo de intensidad. Y lo mismo pasa con la dirección de arte y el vestuario: las mujeres están vestidas como si estuvieran las 24 horas del día en Studio 54 y los hombres tienen peinados y ropas más extravagantes que los de LOS JUEGOS DEL HAMBRE. Sí, es cierto, la película transcurre a fines de los ’70, época de vestuarios imposiblemente delirantes, pero estos superan todo lo imaginado. El vestuario grita, como los actores. No sea cosa que uno se detenga a pensar un segundo. La trama puede llegar a ser incomprensible y Russell lo sabe. Y es por eso que decidió poner el centro de atención en las relaciones entre los personajes, lo cual es una buena idea -en principio- solo que sería mejor si uno al menos entendiera cuáles son los desafíos que se les presentan y que deben resolver. Christian Bale (gordo y pelado, en el rol más mesurado de todos) encarna a Irving Rosenfeld, un hombre que tiene una tintorería que tapa su verdadero negocio: es un estafador disfrazado de prestamista. Es un hombre casado, pero en una fiesta conoce a Sydney Prosser (Amy Adams), una mujer bellísima que lo entiende a la perfección, convirtiéndose en su socia (se hace pasar por una aristócrata británica llamada Lady Edith Greensley y nadie jamás sospecha de su acento) y eventual amante. Pero Sydney no se atreve a dejar a su mujer Rosalyn (Jennifer Lawrence), una mujer bastante inestable que no parece dejarlo nunca en paz. amhustleLa pareja es atrapada por un agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper), quien les ofrece un “arreglo” a cambio de su liberación: con su talento para el engaño, ellos deben ayudarlo a atrapar a algunos “peces gordos”. De hecho, da la impresión que los arrestan solo para tenerlos como colaboradores gratuitos. A Irving se le ocurre ofrecer su “Arab Scam” o “Abdul Scam” (que fue noticia en la época como Abscam), una trampa que incluye hacer pasar a un hombre como jeque árabe y corromper a cualquiera que se tiente con los millones que él puede ofrecer a cambio. La “víctima” que aparece es el alcalde Carmine Polito (Jeremy Renner) de Camden, New Jersey, que quiere revitalizar la decadente Atlantic City legalizando el juego y abriendo casinos. El alcalde es un tipo honesto, pero su necesidad de conseguir dinero para cumplir su sueño lo hace entrar en el juego y, encima, hacerse amigo de Irving, otro “self made man” con el que se siente identificado. La película entonces narrará cómo el grupo integrado por los estafadores y el agente del FBI intenta atrapar a éste y otros políticos de turno mientras se pelean entre sí, se tuercen las alianzas (Sydney/Edith, cansada de que Irving no deje a su mujer, empieza una relación con Richie) y se van metiendo con personajes cada vez más pesados del submundo de la política y la mafia. Promediando el relato, Russell parece encontrar su ritmo narrativo en el absurdo. Nada es demasiado plausible (el jeque lo encarna un agente del FBI mexicano y nadie se da cuenta, digamos) pero por momentos el propio exceso y ridículo tiene su gracia. Especialmente notable es el trabajo de Lawrence, cuyo personaje tiene mayor participación en la segunda mitad y es un manojo de nervios, histeria, tensión y miedos que termina siendo convincente más por la actuación border de la chica que por el guión en sí. Un similar tipo de locura, encarnada por Cooper, suena forzada, poco creíble. american hustle hi res jennifer lawrence amy adamsPelícula sobre la reinvención, las apariencias y los disfraces, ESCANDALO AMERICANO es también una celebración de la época en la que transcurre. Si la más debatida EL LOBO DE WALL STREET dejaba en evidencia que los ’90 fueron unos años de excesos desagradables, aquí esos mismos excesos parecen encantadores y hasta tiernos. Irving puede ser un estafador similar a Jordan Belfort, pero da la impresión de que se trata de un tipo redimible, o al menos bastante culposo. Russell construye una película sin villanos -lo más parecido a uno termina siendo Richie- porque parece ser la clase de cineasta que entiende que todos los personajes actúan guiados por sus propias obsesiones y miedos. Y es eso, en un punto, lo que le da a sus filmes una pátina de humanidad que los hace alejar del puro fuego de artificio. Russell es, también, la clase de director que siente que tiene que insuflarle energía permanentemente a sus relatos, lo cual no es necesariamente un problema. Su mentor Scorsese suele hacerlo también. La diferencia, entiendo, es que en los filmes de Scorsese la intensidad/locura está relacionada a la lógica de los personajes y sus universos. En el cine de Russell, muchas veces, parece impuesta desde afuera. Eso era algo que no pasaba en su anterior película, EL LADO LUMINOSO DE LA VIDA, cuyos protagonistas eran psicológicamente inestables, pero sí pasa aquí. De hecho, la extravagante trama de persecuciones del FBI, jeques árabes y mafiosos dueños de casinos parece un claro delirio de una persona con algún desorden bipolar parecido al que tenía Cooper en el filme anterior. Pero no lo es. La “Me Decade” (los ’70) tal vez era, en los vaivenes del comportamiento social, bipolar. amhustle4La trama tiene algo de ARGO y de hasta de nuestra NUEVE REINAS, pero la puesta en escena no tiene ni la economía ni el clasicismo de esos filmes. La banda de sonido literalmente yuxtapone canciones (Steely Dan, E.L.O., Tom Jones, Bee Gees, Wings, Elton John, Donna Summer y varios etcéteras) y la narración tiene un ritmo entrecortado, de permanentes golpes de timón, que la hace cambiar de eje todo el tiempo. Es un “slapstick comedy” de los años ’30 desestructurado por un realizador que tiene un amor y una falta de respeto por los clásicos similar, en cierto sentido, al de buena parte del Nuevo Cine Americano de los ’70 o la propia Nouvelle Vague. Russell es, claramente, un director amado por sus actores, ya que los deja llevarse puestos a sus personajes y hacer con ellos lo que quieren. Y la película tiene lo mejor y lo peor que ese sistema puede generar. Por momentos se encargan de transmitir una verdad emocional que no está en ningún guión (especialmente ellas dos), pero en otros se enamoran de su propia voz y agotan a cualquiera, como sucede en la mayoría de las escenas de Cooper, ya que por suerte Bale es el personaje más “rescatado” de todos. En esa dualidad respira este filme que tiene momentos de enorme humanidad y comprensión de los personajes con otros en donde tenemos la impresión de estar viendo una muy elaborada fiesta de disfraces repleta de actores alcoholizados pasándola genial pero dejando completamente afuera al espectador. ESCANDALO AMERICANO es una película simpática e irritante, ridícula y sincera a la vez. Una película absurda sobre una época tan absurda como fascinante.
Tal vez el acento ruso de Kenneth Branagh sea lo mejor -o, al menos, lo más simpático- de esta nueva aparición en el cine de Jack Ryan, el personaje creado por Tom Clancy en los años ’80 y al que ya vimos en cuatro películas e interpretado por tres actores distintos (Alec Baldwin, Harrison Ford y Ben Affleck). Aquí estamos ante el famoso “reboot” que intenta arrancar de nuevo con la historia con un nuevo actor en el papel: Chris Pine, el mismo que interpreta a el joven Capitán Kirk en otro “reboot”, el de STAR TREK. CODIGO SOMBRA: JACK RYAN es una película competente y a la vez mediocre. Un relanzamiento que no tiene la fuerza suficiente como para generar un gran interés en una nueva franquicia. Aún sin ser una mala película no tiene los condimentos necesarios para imponerse en el mercado del cine de acción. Branagh (que dirige el filme también, además de encarnar al villano) arranca con Ryan enterándose del ataque a las Torres Gemelas mientras está estudiando en Gran Bretaña. Con un arranque de patriotismo deja todo para ir a pelear a Afganistán donde es herido y debe volver a su país. Una vez allí lo contactarán de la CIA y el resto es historia. Ryan se ha vuelto un agente encubierto que se hace pasar como “broker” de Wall Street (sí, otro más) pero en realidad investiga el origen de los fondos que ve pasar y si se usan para financiar a terroristas. jackryan1La aparición de unos dineros secretos provenientes de Rusia y el comportamiento raro del mercado lo hará ir a Moscú, donde iremos descubriendo que el magnate Viktor Cherevin (Branagh) tiene planes siniestros respecto a esos dineros. Ryan tendrá que sacar del olvido a su héroe militar y -con la ayuda de su jefe y su novia, encarnados por Kevin Costner y Keira Knightley en una rara aparición en una película de este tipo- hacer lo imposible para frustrar esos planes. CODIGO: SOMBRA (nunca supe porqué se llama así) consta, literalmente, de tres grandes “set pieces” y no mucho más que eso. Y de ellas solo una (que involucra entrar a un edificio y robar unos secretos informáticos en muy poco tiempo) funciona realmente bien, mientras las otras no se salen de la rutina profesional para este tipo de grandes producciones. Es el tipo de película en la que casi todo el heroísmo es online y en la que, por suerte, las conexiones son muy buenas y todos los aparatos funcionan bien ya que da la impresión que nada se podría hacer sin una buena velocidad de “download” o con un 3G que nadie más que la CIA debe poder conseguir. jackryant-Kenneth-BranaghCon sus ojos azules y expresión un poco vacía, Pine no alcanza a transmitir demasiadas emociones de su personaje más que apuro. En ese sentido, tanto Costner -con sobriedad y aplomo- como Branagh -relamiéndose en un papel de villano old school– funcionan mucho mejor. Y Knightley, para ser sincero, no aporta demasiado más que un curioso -para ella- acento americano de chica un poco tonta. Una película menor, no necesariamente fallida pero si bastante insípida, CODIGO SOMBRA no aprovecha del todo la relación de la pareja (quiere ser, pero no lo logra, algo parecido a MENTIRAS VERDADERAS), tal vez porque no hay demasiada química palpable entre los dos actores. Más química, de hecho, parece haber entre Branagh y Mikhail Barishnikov que, en un cameo que no figura en los créditos, interpreta al ruso más poderoso de todos los rusos… y mete miedo.
Con EL MISTERIO DE LA FELICIDAD, Daniel Burman parece instalarse, ya de una vez por todas, en el lugar del cineasta de la clase media argentina. Con filmes bastante distintos entre sí, la carrera de Burman estuvo siempre signada por preocupaciones que son fundamentalmente humanas a las que les ha dado siempre una perspectiva y un punto de vista apegado a lo que uno podría definir como la pequeña burguesía porteña, judía o no. Sus filmes han hablado de relaciones entre padres e hijos, hermanos, parejas y amigos. Y sus personajes han pasado de los veintipico a los mayores de edad, siempre reflejando preocupaciones que son centrales para cada edad. En todos los casos, Burman se ha enfrentado a esos problemas con la conciencia (o sabiduría) de que sus conflictos narrativos no eran solo personales sino que reflejaban a un grupo de gente en similares condiciones. emdfEn un punto, todo ha sido consciente. Burman admite que sus preocupaciones cinematográficas están ligadas a los problemas y situaciones que enfrenta en su propia vida y, por más que las películas no sean necesariamente autobiográficas, hablan de cosas que podrían sucederle. En ese sentido, el realizador siempre se ha manifestado desinteresado por hacer lo que él llama “películas festivaleras” donde cineastas de clase media, media alta, narran vidas y situaciones con las que nada parecen tener que ver en lo personal. En un panorama de cine argentino que, es cierto, muchas veces está demasiado tapado por filmes con los que cuesta conectar a los realizadores, las películas de Burman funcionan como un extraño espejo. Hablan de ese “nosotros” que es la clase media de grandes ciudades que va al cine, poniendo demasiado en primer plano esos conflictos. Son, casi, sesiones de terapia narrativas donde los personajes a través de la puesta en escena van aprendiendo de sus conflictos y, en el mejor de los casos, resolviéndolos. En EL MISTERIO DE LA FELICIDAD, la temática está centrada en la amistad entre dos socios que trabajan juntos hace décadas en un negocio de electrodomésticos y que parecen tener casi todo en común. Narrado desde el punto de vista de Guillermo Francella (el otro amigo lo encarna Fabián Arenillas), el filme nos pone directamente en medio de esa relación casi de pareja que tienen los socios. En una de las escenas más elegantemente filmadas de toda su carrera, Burman pinta esa relación como un ballet de coincidencias, mostrando a los dos amigos haciendo todo juntos y complementándose hasta en los gestos, como si fuera una secuencia de película musical. elmisterio2Uno puede ver, sin embargo, en la mirada de Eugenio (Arenillas), que su mente no está del todo allí. El tono casi de “mundo perfecto” que pinta Burman le pertenece a Santiago (Francella), quien parece ser feliz en esa serie encadenada de rutinas: de casa al trabajo, del trabajo al club, al hipódromo o al restaurante, y así. Santiago no tiene pareja y nunca vemos el lugar donde vive, ya que su mundo parece empezar y terminar en Eugenio. Y si bien nunca se pone en evidencia y hasta se niega, uno podría entender que la devoción de Santiago por Eugenio podría superar los límites de la amistad. Eugenio está casado con Laura, una mujer aparentemente muy neurótica (Inés Estévez, de regreso a la pantalla y en plan Cate Blanchett en BLUE JASMINE) a la que parece tolerar, silenciosa y resignadamente. Hasta que un día, inexplicablemente, el hombre no aparece a la hora de sus rutinas cotidianas. No va al trabajo, desaparece de la casa, no atiende el teléfono, nada. Algo inusual en él. Pasan los días y nada. Para Santiago es casi el fin del mundo. Para Laura, la constatación casi resignada de que el hombre estaba ya hace muchos años con la cabeza en otro lado. En una trama que podría ser extraída casi directamente de LA AVENTURA, de Michelangelo Antonioni, otro cineasta que lidiaba -aunque de maneras muy diferentes en lo formal- con las crisis existenciales de la burguesía, la película de allí en adelante se centrará en la relación entre Santiago y Laura mientras tratan de descubrir qué sucedió con Santiago y, a la vez, entenderse como socios en la empresa. Llamativamente, ninguno parece del todo preocupado por la salud de este buen hombre o si está vivo o no. Tampoco por hacerlo volver: dan por sentado que se fue “a un lugar mejor” y su intención simplemente es saber dónde está. el_misterio_de_la_felicidadEsa “segunda película” enfrentará a dos personajes en apariencia opuestos entre sí: el metódico Santiago, que esconde su ansiedad y nerviosismo con una apariencia plácida y un organizado sistema de rutinas, y la más caótica, imprevisible y enervante Laura, que parece su opuesto perfecto. Extrañamente también (la película no explica los motivos) y pese a la relación de amistad entre los dos hombres, él casi no conocía a Laura y nunca había pisado la casa de ambos. Con la ayuda de un curioso detective de por medio (Alejandro Awada), Burman organizará esa pesquisa, una cuyos resultados son evidentes para cualquiera que preste un mínimo de atención a lo que se dice, aunque no parezca ser tan obvio para los propios protagonistas. Burman captura un tema fascinante: ¿qué pasa cuando dos personas parecen pensar lo mismo y “tirar para un mismo lado” y en realidad no es tan así? Puede ser una pareja o un amigo, pero la cuestión es intrigante: ¿conocemos del todo a la persona que tenemos al lado? ¿Sabemos realmente lo que pasa por su cabeza? ¿Y el otro/otra sabe que nos sucede a nosotros? Santiago cree que sí y su mundo organizado se derrumba al saber que su “amigo de toda la vida” con el que se cuentan todo, en realidad tiene otras prioridades que esa amistad y, además, tiene un mundo secreto que no comparte con él. Esa duda permanece a lo largo de la película y se sostiene una vez que el filme entra en un terreno un poco más “pedestre”. De hecho, la relación medida entre Santiago y Laura no puede romper ciertos límites por cuestiones predecibles de “respeto a la mujer del amigo”, por lo que lo más interesante que sucede entre ellos siempre está ligado a su relación con Eugenio y sus diferentes reacciones respecto a su desaparición. Es una pareja forzada y la química entre ellos funciona mejor en las escenas cómicas con Francella reaccionando con callado fastidio a los comportamientos de Laura que en las más, si se quiere, sensibles. elmisteriodelafelicidadHay un personaje y una escena paradigmáticas de la visión de Burman sobre este mundo. Lo interpreta Sergio Boris y es un viejo empleado del negocio de Santiago y Eugenio. Se trata de un hombre amable y campechano que se la pasa invitando a Santiago a ir a comer un asado con su familia al Gran Buenos Aires (a Rafael Calzada, si mal no recuerdo). Cuando Santiago finalmente lo hace termina teniendo un diálogo con él y una suerte de revelación acerca de “la felicidad del hombre común”, digamos, que pone en clara perspectiva su mirada de clase, que es un tanto paternalista. En un punto, esa pequeña escena devela más acerca del filme que muchas otras. Pese a algunos personajes y escenas que no terminan de funcionar del todo bien, EL MISTERIO DE LA FELICIDAD es una de las mejores películas recientes de Burman, tal vez desde DERECHO DE FAMILIA. A diferencia de la caótica LA SUERTE EN SUS MANOS y de la fallida DOS HERMANOS, da la impresión que el realizador vuelve acá a estar fuertemente involucrado en lo que cuenta. Más allá de que uno pueda suponer que el tema le toca de cerca (tiene una productora desde hace 20 años también y un “socio de toda la vida” que es el productor Diego Dubcovsky), es claro que las obsesiones temáticas -así como los miedos y dudas de los personajes- le son cercanos y que logra transmitirlos a los espectadores. Hay algo íntimo y pequeño en la película que puede descolocar al espectador que esté buscando una película más “clásicamente Francella”. No es del todo una comedia ni una historia de amor. Es, más bien, una liviana exploración existencial con algunos toques cómicos, jugada en un tono bajo e intimista. Es cierto, los conflictos existenciales pueden tener una densidad conceptual un poco limitada a los sueños, problemas y obsesiones de la clase media porteña y sus ideales clásicos, pero si el espectador logra tomar cierta distancia de esos paradigmas, es indudable que sentirá curiosidad por entender ese indescifrable “misterio” que son, finalmente, los otros.