Detrás de escena Resulta difícil pensar que dos películas tan distintas en apariencia como lo son Lincoln y Django sin cadenas sean tan parecidas en muchos aspectos. Es que allí donde Quentin Tarantino eligió contar el fin de la esclavitud desde la perspectiva y los modelos del spaghetti western, Steven Spielberg decidió ponerse el traje y la corbata y contarla de una manera en apariencia muy clásica. Pero, así como el film de Tarantino no es tan irreverente como parece, la de Spielberg no es tan mojigata como algunos pueden creer. Es que bajo el formato de película biográfica sobre un prócer de la nación, Spielberg encaró un proyecto complejo que intenta descifrar, a la manera de un thriller político, los manejos secretos que se hicieron para pasar por la Cámara de Representantes la 13ª enmienda -que decretó el fin de la esclavitud a mediados del siglo XIX-, proceso que implicó una serie de manipulaciones de votos, arreglos, coimas y súbitas enfermedades de votantes que se traducían en abstenciones en lugar de votos en contra. La película se centra en el proceso de hacer pasar esa enmienda, hecho que ocurrió en un momento muy específico, justo cuando la Guerra Civil estaba llegando a su fin. El problema es que si esa guerra terminaba y el Congreso recuperaba a los estados sureños, esa ley nunca se iba a aprobar, por lo que Lincoln necesitaba hacerla pasar pronto y que los congresistas no sospecharan de que ya se llevaba a cabo una negociación para una rendición. Interpretado por Daniel Day-Lewis, Abraham Lincoln es un hombre mayor y calmo, reflexivo, que habla lentamente y que posee un aura que todos a su alrededor respetan muchísimo, aunque algunos lo ven como alguien acabado. No se trata de una personificación para el lucimiento más obvio. Es en la calma y serenidad externa que Lincoln tiene, en la sensación que da de llevar el peso del mundo sobre sus hombros donde el actor se luce. No es fácil crear un personaje atractivo de un hombre lento y casi moroso, que habla pausado y camina medio agachado, pero Day-Lewis lo hace muy bien. Lo más interesante del film es la forma en la que la historia “grande” de los Estados Unidos se normaliza y se entiende en un sentido más realista cuando se la pone en ese contexto de negociaciones sucias pero altamente plausibles y que hoy suenan más que realistas. En un sentido, tal vez lo que la película está queriendo decir es que en un país dividido como es hoy Estados Unidos a veces haga falta meter las manos en el barro para llegar a tomar medidas útiles. Discutible, claro, pero no por eso falso. Muchos pensarán que Lincoln no es una película del todo spielberguiana en el sentido de que no tiene, ni busca, ser la épica del prócer de la nación ni la gran obra sobre un momento clave de la historia estadounidense, aun cuando de una manera indirecta termine siéndolo. La elección de contar la épica de Abe dejando de lado casi todos los "grandes éxitos" de su vida y centrándose en dos aspectos (la ley y el fin de la guerra) muestra un grado de concentración narrativa impensada en otros momentos para el director de El color púrpura, al menos a la hora de encarar este tipo de películas. También es cierto que este sistema narrativo que consiste en conversaciones y debates dentro de cuatro paredes, con una gran parte de escenas que son charlas y discusiones en escritorios, no es lo que muchos esperamos a la hora de ver una nueva película de Spielberg. Tal vez esa excesiva “teatralidad” del film sea un punto en contra y en su primera mitad la narración se vuelve un poco oscura y algo pesada, como si le costara encontrar el ritmo narrativo, algo rarísimo en el realizador. Pero cuando ese ritmo aparece, a partir de la intensificación de las negociaciones por la ley y por la rendición del Sur, cuando salen a relucir algunos dramas familiares del presidente (un hijo que murió, su propia esposa torturada por esa muerte y otro hijo que quiere ir a la guerra ante la negativa de sus padres), y crece la figura de Thaddeus Stevens (Tommy Lee Jones), un radical abolicionista al que hay que controlar, digamos, por no querer negociar nada, la película cobra una intensidad y emotividad que ya no decae hasta el final. Si Lincoln es el cerebro de la “operación”, se podría decir que Stevens es su nervio y corazón… y Jones se roba la película en cada una de sus escenas. Esa relación junto a las que Lincoln mantiene con su secretario de Estado (David Strathairn), con el grupo de “lobbistas” que operan sobre los congresistas de la oposición (excelente James Spader, junto a John Hawkes y Tim Blake Nelson) y con su atribulada mujer (Sally Field) forman el núcleo de esta película algo grave y seria, llena de zonas grises, en la que Spielberg se acerca al tema de la esclavitud de una forma casi opuesta a la de Tarantino. Sin tantos flashes, brillos y escenas de alto impacto, tengo la impresión de que llega a conclusiones acaso más interesantes que las de su más joven colega. Una especie de serenidad de la adultez (Spielberg tiene, créase o no, 66 años) parece darle la convicción de que, a la larga, lo que cambia la historia no son los impactos sino los procesos.
Twist y gritos Todas las películas de David O. Russell podrían llamarse como su segunda, Flirting with Disaster, ya que su forma de encarar sus historias siempre lo ponen al borde del desastre, del ridículo, de la cacofonía, de lo insoportable. Pero en casi todas ellas logra mantenerse siempre del lado “luminoso” de la apuesta, llevando a su grupo de actores (son películas con “actores” que “actúan”, todas ellas) a destino, aún a costa de unos cuántos golpes en el camino. En El lado luminoso de la vida, como en su anterior El ganador, Russell arranca en cuarta velocidad, sin tiempo para introducciones o para llevar de a poco a los espectadores a ir conociendo a los personajes. Su técnica es meterte de lleno en medio de un grupo de personas que hablan mucho, gritan, se enojan y están en el límite de la sanidad mental. Toma un tiempo aclimatarse y no sentir ganas de irse lejos de este “maravilloso grupo humano”. Pero Russell lo logra casi invirtiendo las velocidades, frenando de a poco el ritmo hasta que ya no nos damos cuenta del caos en el que estamos. Y cuando ese caos vuelve, sobre el final, ya casi lo extrañamos. Es más que apropiado el tono y el ritmo para una película sobre un hombre bipolar, su padre obsesivo compulsivo y una chica bastante neurótica, viuda y adicta al sexo que se cruzan en Philadelphia por circunstancias un poco complicadas de resumir. Pat (Bradley Cooper) sale de un neuropsiquiátrico en el que estuvo internado varios meses tras moler a golpes a un hombre al que encontró teniendo sexo con su mujer. Hiperactivo, Pat no quiere tomar su medicación (dice estar bien aunque es obvio que no lo está) por lo que pasa casi todo el tiempo en su estado más maníaco y explosivo. Al salir de la clínica, no le queda otra que volver a vivir con sus padres mientras sueña, obsesivamente, con volver a estar con su mujer. Robert De Niro (en su mejor papel en años) encarna a su padre, un hombre que vive de apuestas en fútbol americano, un fanático enfermizo de los Philadelphia Eagles que tiene que ver siempre los partidos en la misma posición y con los controles remotos ubicados de la misma manera. Eso no es nada: está convencido de que su hijo le trae suerte al equipo por lo que casi le exige quedarse con él a ver los partidos. Paralelamente, su amigo Ronnie (John Ortiz) y su esposa Verónica (Julia Stiles) le arman a Pat una cita con Tiffany (Jennifer Lawrence), la hermana de Verónica. Pero a Pat lo único que le importa es usar la amistad de las hermanas con su ex esposa para recuperarla. Y así, entre peleas, discusiones, gritos y agresiones, se va desarrollando la bastante salvaje relación entre los protagonistas, quienes parecen ser los únicos que no notan la química que tienen. Sin adelantar cuestiones específicas de la trama, podemos decir que, obviamente, el eje Cooper/De Niro chocará con el eje Cooper/Lawrence, produciendo más cortocircuitos generalizados, y más ocasiones para peleas, gritos, discusiones y otras situaciones al borde del absurdo. La última parte del film, digamos, entrará en un esquema algo más reconocible y clásico de comedia romántica, siempre dentro de este formato sucio, “Cassavetes light”, que tiene la película. El lado luminoso de la vida es una historia sobre segundas oportunidades, sobre encuentros inesperados y sobre reconocer las fragilidades y potencialidades propias y de los otros. Esa lucha de todos los personajes por entender su propia locura y la locura de los demás resulta noble, honesta y va de lo gracioso a lo realmente emotivo. No hay nada novedoso en la estructura, pero sí en la forma en la que Russell la encara, desde los márgenes, sin sentimentalismo alguno y mucho menos condescendencia hacia los personajes. En eso hay una extraña combinación de realismo a la europea (como cierto cine francés “de relaciones”) con la comedia americana más estructurada. Si quieren buscar un cineasta que trabaja en un estilo relativamente similar -desaforado, hiperactivo, pasado de rosca- vean películas del francés Arnaud Desplechin como Reyes y reina. Un elemento fundamental, decía, son los actores. Y si bien Cooper y De Niro están muy bien como padre e hijo, ambos con diferentes tipos de fragilidad, la que se roba los aplausos es Jennifer Lawrence, una actriz de una naturalidad tal que, en pocos años y poquísimas películas, parece dispuesta a llevarse el mundo por delante, haciendo todo bien y desarmando lo que se le ponga enfrente a pura energía y vitalidad. Si bien el cine de Russell puede “clasificarse” en la misma góndola de autores que vienen del indie como Wes Anderson o Alexander Payne -por citar a dos cineastas que también hacen películas de relaciones, de conflictos familiares-, sus formas son muy particulares para ser englobadas en categorías de ese tipo. Las suyas son comedias humanas que parecen entender que la fragilidad y el peligro vienen unidos, que lo que separa a las personas de la locura o la depresión es la capacidad, por mínima que sea, de conectar con la locura y/o la depresión de los otros. Que el mundo no es más que un montón de obsesivos balanceados entre sí, haciendo contrapeso durante la mayor cantidad de tiempo que les es posible.
Cuento de hadas sangriento El resurgimiento de clásicos cuentos de hadas reversionados en formatos más adultos -y en algunos casos violentos- es una de las modas más misteriosas de los últimos años. Pero está entre nosotros y hay que convivir con ella. El año pasado fueron dos películas sobre Blancanieves (Espejito, espejito y Blancanieves y el cazador), una que fue directo a DVD sobre la Bella y la Bestia (El corazón de la bestia), a lo que hay que sumarle películas sobre Caperucita Roja (La chica de la capa roja), la inminente Jack the Giant Slayery hasta, en otro sentido pero estilísticamente comparable, ese “mix & match” titulado Abraham Lincoln: cazador de vampiros. Aquí la fábula en cuestión es la de Hansel y Gretel, y su profesión cinematográfica es la de Cazadores de Brujas. Manteniendo el comienzo de la historia de los hermanos Grimm -los hermanos abandonados por sus padres queterminan en una casa hecha de dulces en la que una vieja bruja se los quiere comer-, la película los retoma ya adultos cuando se dedican a recorrer los bosques cazando violentamente a estas mujeres peligrosas y salvajes. Más cerca de Van Helsing que de cualquiera de las películas anteriormente citadas, este extraño artefacto dirigido por el cineasta noruego Tommy Wirkola es breve y conciso, aunque no se sabe bien si ese fue el deseo original o el producto fue muy cortado en montaje, ya que la historia parece pasar de una escena de acción a otra casi sin tiempo para nada más. Tampoco hay mucho más que eso: Hansel (Jeremy Renner, sobrando la película todo el tiempo) y la británica Gemma Arterton (versión 2.0 de Kate Beckinsale) portan enormes armas retrofuturistas con las que aniquilan brujas de todo tipo pero, claro, cuidando cierta corrección política tambiénle dan espacio a brujas buenas y terminan entendiendo que la revancha por la revancha misma no siempre es una buena idea. Famke Janssen encarna a la Bruja más poderosa, liderando a un séquito que parece escapado de un videoclip de Marilyn Manson, y es ella la que guarda un secreto familiar de los hermanitos. Hay lugar para un troll llamado Edward que no sólo es una combinación del monstruo de Frankenstein, una criatura que se quedó afuera del casting de alguna película de Peter Jackson y nuestro viejo amigo “Manos de Tijera”: la clásica bestia buena y leal que nadie quiere por su torpeza, brutalidad y aspecto. Así, mientras Renner hace bromas sin gracia alguna (“no me jodas”, nos dice cuando termina teniendo que volver a pelear en la casa de dulces en la que fue torturado de chico y Arterton repite la frase 10 segundos después por si no se entendió) y ambos convierten brujas en manchas de sangre (la película es bastante violenta, pero de tan exagerada se vuelve inocua), Hansel & Gretel: Cazadores de brujas 3D pasa, por suerte, con una velocidad tal que no permite que uno se fastidie del todo. Es un producto de acción de clase B para un público adolescente o de veintipico (es sólo apta para mayores de 16 años) que sigue perturbado por los libros troquelados que le leían de niño. El resto, abstenerse.
Crónica de una obsesión En los casi veinte años de existencia del llamado Nuevo Cine Argentino –término todavía discutido por muchos, pero no por eso menos influyente en la historia del cine y no sólo local-, la prioridad estuvo casi siempre puesta en lo que podríamos denominar “la creación de autores”. El cineasta, por el hecho de serlo o de querer serlo, aspiraba velozmente al carnet autoral, ubicándose en el centro de la escena y por delante de todos los demás. Los actores con los que trabajaban eran en su mayoría desconocidos, la producción era “made in casa”, el guión lo escribía el propio cineasta incipiente (buena parte de las veces se improvisaba durante el rodaje) quien seguramente contaba hechos muy cercanos a su propia experiencia, sino directamente autobiográficos. tesis 2Estas formas, como las de todos los “nuevos cines” surgidos internacionalmente desde el neorrealismo italiano hasta la actualidad, son claves a la hora de refundaciones y cambios de paradigmas, pero es raro que perduren eternamente así. Lo habitual en todos los casos –sólo basta una revisión mínima por distintas “nuevas olas”- es que las nuevas generaciones vayan buscando reincorporar esos elementos descartados mientras los “padrinos” de cada movida van estableciendo sus propios mundos y fronteras, persistiendo en su búsqueda o modificándola hasta tornarla irreconocible. Viendo TESIS SOBRE UN HOMICIDIO, la segunda película dirigida por Hernán Goldfrid, de 33 años, tuve la extraña sensación de estar asistiendo a un intento de cambio de paradigma. Seamos claros: películas alejadas del a esta altura cliché del nuevo cine argentino han habido decenas a lo largo de los años, pero esta película parecía ser la apuesta más fuerte en ir en la dirección contraria. ¿Por qué? Por la idea subyacente de ser un prolijo y destacado exponente industrial, con un guión férreo escrito por un especialista en el género (Patricio Vega) y basado en una premiada novela de Diego Paszkowski, uno de los pocos ejemplos de thriller/best seller de la literatura argentina reciente en ser llevado al cine por un cineasta argentino joven. tesis 4Y por, básicamente, ser una película “de” Ricardo Darín, lo cual –especialmente en este caso- es casi un género en sí mismo. Se me dirá que Darín ya ha hecho varios filmes así, pero ninguno de ellos responde del todo a esta categoría: ni Fabián Bielinsky ni Juan José Campanella son parte de esa generación de cineastas y las películas que hizo con Trapero siguen siendo “cine de autor”. En este caso, la idea de producto –novela, guión, coproducción, elenco y director, todo como un pack- antecede a todo, casi como una película de estudios a la manera clásica. Como si el cine argentino fuese la industria que no es. Supongo que esa sensación de cambio de paradigma la tuve al ver el filme por segunda vez, momento en el que uno puede reflexionar aún más acerca de materiales específicos que exceden a la trama. Salvo por algunos pocos momentos, la película es un sistema cerrado y preciso de signos, trucos y trampas, elementos más que nobles de la narración cinematográfica clásica que el Nuevo Cine Argentino casi siempre ha despreciado. Casi por oposición a la “modernidad” cinematográfica imperante, TESIS SOBRE UN HOMICIDIO se planta sobre una base firme y, si se quiere, tradicional: contar una historia, involucrar al espectador, engañarlo por momentos pero, en la mayoría de ellos, tenerlo al alcance de la mano, no permitir que se aburra, que se confunda, que no entienda. tesis 3Los méritos y los problemas de la película están ahí. A diferencia de la novela, narrada tanto por “el antihéroe” (Darín) como por “el villano” (Alberto Ammann) en capítulos paralelos en primera persona, y en la que la culpabilidad o no del sospechoso se sabe de entrada, Vega/Goldfrid construyen su trama (también muy distinta a la de la novela: para los que la leyeron, Juliette Lewis no existe aquí) desde el punto de vista de Bermúdez (Darín), el profesor de Derecho que investiga el asesinato de una mujer en las escaleras de la facultad convencido que el que lo cometió es un alumno suyo que está intentando ganarle un macabro juego de inteligencia y sagacidad. La película toma ese punto de vista subjetivo desde su estética, usándola para construir escenas a modo de homenaje, casi, al cine de Hitchcock/De Palma, dándonos a entender, durante buena parte del relato, que el narrador puede no ser del todo confiable y que su observación de los hechos puede estar distorsionada por esa percepción, teñida de celos o suspicacias profesionales. ¿Es tan culpable como parece o el investigador está viendo causas y consecuencias donde sólo hay casualidades? tesis 5Thriller cerebral, policial de escritorio, TESIS SOBRE UN HOMICIDIO no tiene demasiadas escenas de suspenso en el sentido tradicional. Su intriga está puesta en si Bermúdez logrará probar que Gonzalo es el asesino y si la hermana de la chica asesinada (Calu Rivero) no será también víctima de ese supuesto criminal, pero desde su puesta en escena parece ocuparse más en ser la crónica de una obsesión, la historia de un hombre brillante que podría, o no, estar siendo manipulado por uno igualmente talentoso, pero más joven. Y si pensamos que los dos protagonistas tienen una historia en común, los motivos que dan forma a esa obsesión crecen aún más. Tengo la sensación de que el mayor mérito del filme está en lograr construir dos personajes fuertes que se desafían en un juego de inteligencia. Si bien conocemos más a uno que a otro (de hecho, la brillantez de Gonzalo aparece siempre en función de lo que cree Bermúdez), es tentador entrar en ese ajedrez de secretos y mentiras, de suposiciones, ponernos en la mente del protagonista mientras va armando su rompecabezas. Especialmente, claro, si se piensa en ese rompecabezas como una forma curiosa de terapia (un policial que Bermúdez se inventa en su cabeza) más que una trama criminal per se. Y, en ese sentido, el talento de Darín para la composición de personajes atormentados y perversamente encantadores le agrega un enorme grado de credibilidad a la historia. tesis 6Los problemas están, en mi opinión, en que la película no termina de confiar del todo en el espectador y en que se interese por la perturbada vida mental de los protagonistas. Como si no quedaran claros muchos puntos de la historia, se nos reitera o repite mediante símbolos y motivos un poco trillados por donde pasa y hacia donde va una trama que no es tan complicada después de todo. Esos elementos (una moneda, una daga/cortapapeles, una vieja fotografía o una joya en forma de mariposa) son, por decirlo de algún modo, “trucos de guionista” que cierran, coercionan demasiado la respiración de la película. Son esos “firuletes” que llevan a esta especie de tango entre los dos personajes a convertirse en un baile demasiado adornado. Tal vez fue en esos momentos más “atados con moño” de la trama en los que sentí más fuertemente esa toma de distancia del filme respecto a los nuevos cines. Si el “cine moderno” se caracteriza por sus tramas abiertas, sus personajes a veces incomprensibles y muchas otras indefinidos, sus tiempos contemplativos y/o reflexivos, en TESIS SOBRE UN HOMICIDIO se apuesta a hacer todo lo contrario: cerrar significados, anticipar sensaciones, conducir a los espectadores con mano firme y segura a través del relato. En el final, acaso lo único no del todo cerrado del filme, tal vez TESIS… termine soltándose un poco de esas ataduras, entregando un extraño momento de libertad narrativa que seguramente no muchos apreciarán porque es, en cierto modo, una traición a los cerrados significados de casi todo lo que se vio antes. Pero que, a la vez, da la sensación de que hay un cine inteligente posible –profesional, industrial, llamémoslo como sea- cuando se le otorga al espectador un espacio para la duda, para que elija, para que tome sus propias decisiones aún dentro del más estructurado de los relatos.
El pistolero solitario No recuerdo cuando vi por última vez una película tan chica protagonizada por Tom Cruise. No me refiero aquí a esos proyectos de cine de autor en los que, cada tanto, participa en algún rol secundario sino a esos títulos de acción, suspenso o aventura que protagoniza. JACK REACHER: BAJO LA MIRA es así de chiquita: un policial que, salvo por dos o tres momentos, parece filmado a fines de los ’70 o principios de los ’80. No tiene tal vez el crudo realismo de los filmes que uno más clásicamente considera como de los ’70 ni tampoco la pirotecnia audiovisual que fue haciéndose rutina en el cine de Hollywood desde mediados de los ’80. Me hace recordar a los primeros filmes de Walter Hill o a ciertos trabajos de esos cineastas sólidos pero menores que pululaban por los cines en esas épocas con, digamos, Nick Nolte de protagonista… Se trata de un policial seco y bien narrado, con Cruise en el rol de Reacher, un ex militar sin domicilio fijo (ni auto, ni celular, ni tarjeta de crédito, casi un arquetipo del “lone gunman” americano) que es convocado por un hombre al que acaban de acusar de asesinar a cinco personas al azar. El acusado, que luego queda en coma al ser golpeado por otros presos, lo llama para ver si puede dar vuelta un caso que parece condenarlo, aunque los espectadores sabemos que no es culpable. Es que durante los primeros, silenciosos e intensos minutos del filme de Christopher McQuarrie (guionista de LOS SOSPECHOSOS DE SIEMPRE) se nos muestran esos asesinatos desde la subjetiva del tirador y podemos ver su cara, que no es la del hombre que detuvieron aunque sí sean sus huellas. Jack-reacherReacher conoce al hombre de sus épocas de la guerra de Irak y sabe que, si bien es un fanático de las armas que puede haber cometido crímenes así, nunca dejaría tantos cabos sueltos. Algo hay detrás de eso. Y pese a que los policías quieren cerrar el caso, con la ayuda de una abogada (la muy buena actriz y bellísima Rosamund Pyke) el misterioso pero muy inteligente Reacher se lanza a investigar el caso. Que no es tan laberíntico ni complicado como lo son los “casos” de gran parte de los thrillers de los últimos tiempos sino, más bien, uno que deja en claro que su origen es un best seller de esos chiquitos y concisos que bien se pueden leer en un viaje de avión. Sí, las cosas no son como parecen, pero uno tiene bastante en claro por dónde puede venir el asunto. Y para eso está Werner Herzog, que encarna a un mafioso de origen ruso que, con un ojo de vidrio, deja ver que es la figura más amenazante del mapa de villanos. Luego aparecerá Robert Duvall, que le aporta a la segunda mitad del filme un toque de liviandad que la primera, más seria y directa, no tiene. jack-reacher-tom-cruiseLas escenas de acción son, también, secas y concisas: los asesinatos del principio, una pelea a golpes de puño, una persecución nocturna, un enfrentamiento de “snipers” disparándose desde muy lejos, y así. Hay tres cosas que marcan claramente la diferencia estilística entre este filme y la mayoría de los thrillers actuales: la edición es mucho menos veloz (los planos son más largos que lo habitual, inclusive en las escenas de acción), la fotografía (del veterano Caleb Deschanel) es bastante oscura y hay muy poca música incidental, algo que casi no se hace más en el cine industrial norteamericano. Son toques de estilo que, junto a una trama líneal y un tono “realista” (lo pongo entre paréntesis: me refiero a un realismo en el que nos parezca normal que un tipo con unas cuántas piñas liquide a cinco rivales a la vez), marcan una diferencia llamativa en el filme. No se trata de una gran película, pero cumple con lo que promete, algo que se ve cada vez menos. En relación a lo que se hace hoy, es casi lo que en los viejos tiempos se llamaba una película “Clase B” o un “programmer”: las películas que se estrenaban entre otras más grandes para que hubiera algo para “programar” en los cines. Lo raro no es la existencia de un filme así, lo raro es que lo protagonice Tom Cruise y que, en el interín, no se haya vuelto algo más grande y espectacular. Tal vez a muchos espectadores una película como JACK REACHER les parezca “poca cosa”. Y tal vez, en cierto punto, lo sea. Sólo que esa “poca cosa” cuando está bien hecha, bien narrada y bien actuada se disfruta muchísimo más que muchas cosas “grandes” que nos decepcionan y fastidian. Un último párrafo para celebrar -otra vez- la actuación de Tom Cruise, que en cada película siempre parece saber muy bien lo que tiene que hacer. Y lo hace a la perfección. Ojalá insista por este camino y se convierta, cinematográficamente al menos, en una especie de heredero de Clint Eastwood.
Ang Lee, un cineasta de otra época En sus 20 años de carrera cinematográfica, Ang Lee ha demostrado una poco común capacidad para descolocar a los espectadores y a los críticos. En una época en la que los directores necesitan dejar claras sus marcas de estilo para transformarse a sí mismos en productos de consumo cultural, el director nacido en Taiwan parece correr por el camino opuesto y esconderse, cada vez más, detrás de sus propias películas. Transformarse en una mano oculta, disimulada, que deja que las películas hablen por sí mismas, como se solía hacer en el primer medio siglo de historia del cine. Es que en el camino de transformarse en autores no sólo van los cineastas con marcas más obvias (uno puede nombrar aquí a Quentin Tarantino, Tim Burton, Wes Anderson, Pedro Almodóvar y mil otros) sino muchísimos otros que, aún cambiando de géneros y de estilos, se manejan dentro de universos propios y bastante continuos que son parte de una obra, de una carrera. Casos más obvios, Steven Spielberg o Martin Scorsese. ang lee brokebackEl caso de Lee es bastante paradójico. Si bien hay rasgos temáticos bastante coherentes a lo largo de su obra, sus películas no se parecen casi nada entre sí. Se puede decir que su tema central podría ir de la mano con el título de una de sus películas, SENSATEZ Y SENTIMIENTOS, ya que muchos de sus filmes ponen en juego esa “batalla” (y casi siempre la elección correrá por el lado de la segunda opción, aún en su acepción más “asiática” y medida), pero en lo que respecta a formas cinematográficas, poco y nada conecta a HULK con SECRETO EN LA MONTAÑA, a EL TIGRE Y EL DRAGON con LA TORMENTA DE HIELO, a COMER, BEBER AMAR con UNA AVENTURA EXTRAORDINARIA y a ninguna de ellas con TAKING WOODSTOCK. ang-lee-hulkMás allá de que muy pocos lo tengan en su lista de directores favoritos -acaso por este mismo giro constante de su obra-, soy de los que creen que Lee ha hecho grandes películas y que puede ser un gran cineasta. Sus filmes taiwaneses (EL BANQUETE DE BODAS y COMER, BEBER, AMAR, son ambos muy buenos, especialmente el primero) y de sus películas posteriores tengo mayor afecto por las que no funcionaron del todo bien comercialmente (LA TORMENTA DE HIELO, CABALGANDO CON EL DIABLO y HULK) que por SENSATEZ Y SENTIMIENTOS y SECRETO EN LA MONTAÑA, que no son malas películas, para nada, pero son extremadamente medidas y tímidas, una característica que no tienen, para nada, las más operísticas y grandilocuentes HULK y EL TIGRE Y EL DRAGON, de su época más “desbordada” de fines de los ’90 y principios de la década pasada. ang lee Life-of-PiCon las once nominaciones al Oscar, el nombre de Lee (que ganó como mejor director por SECRETO EN LA MONTAÑA, en 2005) vuelve a estar al frente de la discusión cinéfila por un filme que no mucha gente -fuera de los ámbitos más conservadores de la Academia- parece creer que sea uno de los grandes títulos de 2012. Coincido: tengo la impresión de que UNA AVENTURA EXTRAORDINARIA es una película menor, liviana, intrascendente más allá de los logros tecnológicos de hacer casi interactuar a un hombre con un tigre. Una fábula para niños/adolescentes a la antigua, narrada con la pericia y “encanto” habituales por un director que cuenta sus cuentos de manera pausada y tradicional, tiene unos primeros 40 minutos en exceso pintoresquistas y banales, se topa luego con la parte “aventurera” del relato y la mejor (el naufragio y la supervivencia del protagonista en el océano en una balsa que comparte con un “crouching tiger”) para luego llegar a una coda que es más interesante desde lo que plantea (no “spoilers” aquí) que en la manera en que lo hace. UNA AVENTURA EXTRAORDINARIA es un filme “para toda la familia” de los que ya no se hace, una especie de relato propio de los libros amarillos de la colección Robin Hood, con sus virtudes y defectos. ang lee life-of-pi2Lo que consagra al filme y lo pone cerca del Oscar es su carácter “old fashioned” para mostrar sus innovaciones tecnológicas. A los votantes de la Academia, cuya edad promedio es casi la de Lee (58 años), les debe fascinar que se intente hacer un relato de aventuras en 3D sin apelar al estilo furioso y veloz de la mayoría de los tanques de Hollywood que ellos suelen ignorar. Y si bien es cierto que eso es lo que intenta -y lo que, en cierta medida, logra-, uno tiene la sensación de que el filme no pasa de eso. En un punto, UNA AVENTURA EXTRAORDINARIA recuerda un poco a HUGO, de Martin Scorsese: por su tono, su estilo, por lo raro de su propuesta especialmente viniendo de quien viene. Pero tengo la sensación de que el filme de Scorsese era más vital, ágil y entretenido. Como película, LA VIDA DE PI es un poco como la paradójica traducción de su título en la Argentina. Se trata, sí, de “una aventura extraordinaria”, pero hay algo en ella que es tan previsible, obvio y poco “extraordinario” como su genérico título. Las películas de Lee han sido nominadas a 38 premios de la Academia y ganaron 8 (SENSATEZ… tuvo 7 nominaciones y ganó 1, EL TIGRE… 10 y ganó 4, SECRETO… 8 y ganó 3, además de las 11 nominaciones de UNA AVENTURA… y las dos a mejor película extranjera de sus películas taiwanesas). El mismo Lee fue nominado tres veces como director y lo ganó una vez. Se trata de un nombre que pesa y que funciona para los miembros de la Academia que parecen tener menos interés por la experimentación o por las marcas autorales más claras. Director amable y de perfil bajo, poco afecto a las controversias o a las declaraciones altisonantes, Ang Lee es el cineasta perfecto para estos tiempos globales: un ciudadano del mundo, educado y correcto, que es capaz de convivir con peligrosos tigres y manejarlos con astucia y sensatez. Y con sentimientos también, pero sin nunca perder del todo las formas.
Una nube de tu memoria ¡Seis historias por el precio de una! La propuesta parece irresistible. CLOUD ATLAS, la adaptación al cine de la novela de David Mitchell, pretende combinar las historias de ese enorme libro de más de 500 páginas -contadas allí secuencialmente- en una suerte de tapiz en el que vamos pasando de una a otra, además de ir saltando de género y de época con la idea de generar ritmo, velocidad y una conexión temática entre las distintas historias. El problema es que, así, la película se termina pareciendo a un larguísimo trailer de seis películas que nunca terminan de nacer del todo. Dirigida por Andy y Lana Wachowski, junto a Tom Tykwer, CLOUD ATLAS intenta convertirse en una enorme sinfonía en la que los distintos elementos van combinándose entre sí, cobrando diferentes niveles de importancia a lo largo del relato, como si fueran movimientos e instrumentos de una composición de tres horas sobre la identidad, la lucha contra la dominación, la rebeldía, la transmigración de las almas, el sentido de la vida y cualquier otro tema que se le quiera pegar. El resultado termina siendo un pastiche que sería realmente intragable de no tener los realizadores la capacidad narrativa suficiente como para lograr entretener un poco aún en la más imposible de las historias. Cloud-Atlas-MovieVayamos por partes. Hay seis historias que empiezan por separado y luego se van cruzando cada vez a mayor velocidad (en un momento, pasada la mitad de la película, calculé que en dos minutos entraban cuatro historias distintas), siempre con una distinta encabezando la trama y las demás funcionando como ecos. Ecos muchas veces “atados con alambres” gracias a frases grandiosas e hilos musicales que cruzan de una a otra. Una particularidad es que cada historia pertenece a una época y a un género diferente. Otra, que los actores son casi siempre los mismos, con los protagónicos de una como secundarios en las otras, y así… En el siglo XIX se nos cuenta una historia de un hombre que lleva a un esclavo en un barco con la idea de liberarlo pero allí cae enfermo y es atendido por un extraño doctor. En los años ’30, un joven compositor gay es convocado por uno mayor para ayudarlo a componer el “Cloud Atlas Sextet” que será leit motiv de la película. En los años ’70, una periodista investiga a los siniestros ejecutivos de una planta nuclear. En la actualidad, un editor literario se escapa de unas deudas y termina internado en una especie de manicomio del que no lo dejan salir. En el siglo XXII, en algo llamado Neo Seúl, una esclava se escapa junto a un rebelde de una sociedad totalitaria. Y, finalmente, en el siglo XXIV, en un mundo post-apocalíptico, un hombre y una mujer escapan de un ataque canibal y viajan con destino incierto hasta toparse con una… sorpresa. cloud-atlas-La primera historia está contada como una película de aventuras de época, la segunda como un drama romántico, la tercera como un thriller conspirativo de los ’70, la cuarta como una comedia de enredos, la quinta como una película de ciencia ficción y la última podría considerarse una mezcla de ciencia ficción apocalíptica con casi una violenta historia de acción del tipo medieval o del principio de los tiempos. Sin entrar en detalles de quién es quién en cada historia, digamos que cada una de ellas tiene un actor diferente como protagonista y ese mismo actor reaparece -en general muy maquillado o “étnicamente modificado”- como secundario o en un cameo en las otras. En el mismo orden cronológico que mencioné antes, los protagonistas son Jim Sturgess, Ben Whishaw, Halle Berry, Jim Broadbent, Doona Bae y Tom Hanks, con Hugo Weaving apareciendo como villano en casi todas ellas. Hay otro detalle más en la construcción del filme que es importante destacar: todas las historias se conectan dramática y narrativamente entre sí. La primera historia es un libro leído en la segunda, la segunda tiene un personaje en la tercera, la tercera en la cuarta y así, haciendo que muchas de esas historias además tengan a un narrador interno o estén “tercerizadas” por algún mecanismo del relato (una es una película que ven en otra, por ejemplo). cloud_atlas_11Este complejo enjambre cinematográfico es ambicioso por donde se lo mire, pero en general no funciona. Además de la reiteración del chiste de encontrar disfrazado en una historia al actor de otra, del fastidio que provoca el grotesco maquillaje que utilizan y de un absurdo e incomprensible dialecto que usan en la historia del siglo XXIV, el problema principal de la película es que su salto constante de una a otra historia no permite al espectador hacer pie emocionalmente en ninguna, y la voz en off que intenta tematizar los distintos movimientos y ritmos del filme se termina volviendo tan pomposa como reiterativa. Según se asegura, los Wachowski dirigieron la primera y las dos últimas, futuristas, mientras que Tykwer se hizo cargo de las del siglo XX y XXI. En mi opinión, las de Tykwer funcionan mejor, en especial la historia de los compositores en 1936 y el policial de los ’70. De los Wachowski interesará más que nada la de Neo Seúl, que tiene muchísimos, casi excesivos, puntos de contacto con MATRIX y, en una escena, hasta con METEORO. Y si bien el montaje logra que las transiciones entre una y otra historia, estética y género sean fluidas, sólo en las escenas que logran extenderse un poco más que unos segundos, la película cobra cierta vida. Es ahí donde se ve que los tres cineastas tienen una gran capacidad para narrar visualmente, pero que parecen haberse autoboicoteado en pos de una experimentación que no los llevó a ningún lado. Es que, por más que la película pretenda ser “novedosa”, su construcción no tiene nada de moderna. Es, más bien, en su machacosa y constante necesidad de atar todos los hilos narrativos y de unir todas las puntas en una especie de fábula new age cósmica, una película vieja, obvia y banal, tan remanida como, finalmente, predecible. Diego Lerer
Historias que sólo existen cuando son contadas Tras un año de metaficciones, de cuentos sobre cuentos, de películas que refieren a otras películas, a la historia del cine, filmes en los que actores actúan de actores haciendo de personajes (tienen para elegir, de HUGO CABRET a ARGO pasando por EL ARTISTA, HOLY MOTORS, TABU y varias más), el 2013 arranca con LA CABAÑA DEL TERROR, otra película que intenta poner en juego cómo nos relacionamos, como espectadores, con los géneros cinematográficos y con el cine en general. También llegan estos días RALPH EL DEMOLEDOR, CLOUD ATLAS y LA VIDA DE PI, otros tres filmes que trabajan sobre ideas similares: los personajes como “roles”, las historias como cuentos que se cuentan entre los personajes. LA CABAÑA DEL TERROR es una película complicada de analizar en su totalidad sin entrar en “spoilers”, pero sólo comentaré las cosas que se revelan en la primera media hora del filme. Aún antes de toparnos con los cinco jóvenes universitarios que se van a pasar un fin de semana a una desolada cabaña en el medio del bosque, la película de Drew Goddard y Joss Whedon nos presenta a una suerte de grupo de científicos en lo que parece ser un laboratorio o una empresa con muy sofisticada tecnología. the-cabin-in-the-woods-1Pronto veremos que ambos mundos se conectan, aunque no sabemos muy bien cómo. Mientras los cinco estereotipados protagonistas empiezan a descubrir, entre juegos sexuales de “manual de película de terror”, algunos oscuros secretos que tiene la casa y a vivir las amenazas de unos también prototípicos monstruos del género, vemos que el grupo de científicos los observa, en lo que parece ser un reality show, una especie de juego a lo TRUMAN SHOW (de hecho, uno de los personajes allí se llama Truman) o una competencia mundial a ver quién puede sobrevivir a, bueno, a una película de terror. Es que en su “torre de control”, los operarios ven que escenarios similares de terror ocurren en diferentes países y uno se pregunta cómo se conectan con el que estamos viendo. Mucho más no se puede decir de la trama, salvo para agregar que las cosas pegan un par de sorprendentes e inesperados giros, llevando esa relación entre “ficción” y “realidad” a un lugar, si se quiere, más primal y mitológico. De esta manera, lo que Goddard y Whedon intentan es que el truco irónico de estar en una película de terror y, a la vez, poder verla un poco de afuera, como una serie de elecciones genéricas, no se quede en el simple chiste canchero y de referencias. La ironía está ahí (un pizarrón que hay en esa oficina sin duda obligará a todos los que vean la película en DVD a poner pausa y leerlo con detalle), pero esos personajes que observan con cierta distancia canchera el destino funesto de estos chicos serán también parte de este rompecabezas metafísico. the-cabin-in-the-woods-2La película es más divertida que terrorífica, más para especialistas del género que para un público casual, ya que la distancia con los hechos nos lleva a mirar todo con ojos de espectador desconfiado, buscando más las referencias con otras películas que abandonándonos del todo a la ficción de los adolescentes. Y aún cuando la película intenta volver a dar vuelta las cartas, la broma está siempre ahí cerca, acaso el único momento donde siento que los creadores del filme debían haber aflojado con los guiños y entregarse del todo a la ficción. Más allá de esa pequeña duda, la impresión que deja LA CABAÑA DEL TERROR es la de ser una película muchísimo más ingeniosa, creativa y radical que lo que propone últimamente el cada vez más codificado género. Y también, de una manera algo más profunda, se convierte en un homenaje al cine, una relectura intelectual no sólo del género sino de todos los géneros, un oscuro ritual que nos dice que hay algo ancestral, eterno, en el hecho de sentarnos a escuchar cuentos y de alimentarnos del sufrimiento ajeno.
Bob, el constructor Este documental sobre la vida de la máxima estrella de reggae cubre en 144 minutos desde su nacimiento hasta su muerte. Como era esperable por el currículum de su director, Kevin Macdonald (El último rey de Escocia, Los secretos del poder), al hombre le interesa más la dimensión política y religiosa, la historia de vida de Marley, que su universo musical específico. Así es que, pese a lo largo y denso que es el film, que tiene muchísimo material inédito ya que la familia de Marley es coproductora de la película (Macdonald tuvo un acceso total a los archivos y tampoco oculta algunas de las zonas más “complicadas” de Bob, como sus varias mujeres y amantes paralelas con las que tuvo once hijos), no se profundiza mucho en el lado de la influencia musical del reggae ni en su impacto en el mundo de la música. Eso queda relegado, tapado por la dimensión política de Marley en Jamaica, su paso por Africa y su rol de “pacificador” tanto en su país como, luego, a partir de sus canciones, en el mundo. Es un film interesante por la cantidad de material inédito en video y fotos, y para tomar dimensión del peso de la figura de Marley, pero la larga fila de entrevistados y lo poco que parece interesarle a Macdonald si Marley hacía reggae o cha cha cha, le quita cierto interés. O, al menos, es lo que me sucedió a mí, que imaginaba que la película me iba a absorber y me terminó aburriendo un poco por lo previsible de su línea narrativa, especialmente si uno más o menos conoce algunos hechos clave de su vida.
El fraude de Ciccone Uno se espera lo peor, se sienta casi con resignación a ver una película dirigida por alguien que, más allá de su enorme talento musical, casi nunca le ha ido bien en cine. Pero nadie sabe muy bien qué puede hacer Madonna como directora. Entonces la película no empieza mal y uno se ilusiona. Y sigue -en un estilo Wong Kar-wai/Tom Ford/Sofia Coppola/Guy Ritchie- y uno piensa: bueno, no será muy original, pero no está mal el intento de sacarle a la historia de la abdicación de Eduardo VIII y su romance con Wallis Simpson la pátina de la qualité del cine inglés al estilo El discurso del rey. Pero al rato el asunto empieza a hacer agua. Y más agua. Y en la segunda hora se hunde cada vez más. Y, como no parece terminar nunca, los últimos 15 minutos ya son como el Titanic. Es una pena, porque Madonna no pudo nunca despegarse de la idea de contar un drama psicológico tradicional y los toques arties son simplemente eso, decorativos, a la usanza del momento, para la gilada que, como yo durante un rato, pensamos que la película iba por el buen camino. Como decía Maradona, su casi tocayo, en la segunda hora "se le escapó la tortuga". Y ni se les ocurra leer a la prensa británica. Si piensan que yo, que le tengo enorme cariño a la señora Ciccone, la maltrato no saben los destrozos que la crítica inglesa y estadounidense está haciendo con esta película.