Eli (Denzel Washington) es el protector de un libro sagrado que debe llevar al lado Oeste de los Estados Unidos para salvar a la humanidad. La travesía se desarrolla en medio de la violencia y el desamparo en los seres humanos que sobreviven librados a su propio destino y fuerza. Eli deberá defender su vida y, a la vez, resguardar la tan codiciada obra literaria, particularmente por la empecinada actitud del tirano Carnegie (Gary Oldman) para adueñarse de ese libro a cualquier precio, pues le significará alcanzar el poder total y el dominio del mundo. En el trayecto Eli permanentemente se va diciendo a sí mismo "no te apartes del camino", mientras se desplaza en paz por un territorio hostil que no dejará de provocarlo, lo que obligará a poner en juego sus habilidades en la lucha cuerpo a cuerpo, con el sólo aporte adicional de un machete manejado con gran destreza. El enfrentamiento entre Eli y Carnegie fundamenta, una vez más, la lucha entre el bien y el mal esta vez tres décadas después del apocalipsis que sacudió al planeta. Finalmente el bien triunfará sobre el mal, no sólo en la exitosa defensa del singular libro (que no es otro que la Biblia) con el cual arribará al destino final que tenía fijado, sino que en su periplo rescata de las garras del mal a la hermosa Solana (Mila Kunis) y su madre ciega Claudia (Jennifer Beals), sometidas a la escavitud por Carnegie. El “Libro de los secretos” es una producción que parte de un guión bien estructurado, aun sin apartarse de lugares comunes clásicos en las obras donde predomina lo espectacular, sobre la base de una historia nada original, que cuenta con apropiado tratamiento técnico y un elenco muy atendible, encabezado por dos actores de reconocida valía como Denzel Washington y Gary Oldman, quienes le sacan muy buen partido de los personajes que les fueron confiados.
Esta realización se basa en un hecho real sobre una familia del Sur estadounidense de clase alta que ayuda, y finalmente adopta, a un joven marginado. La historia es la de Michael Oher, un muchacho negro de unos 130Kg. sin hogar, recogido por los Tuohy. Leigh Anne, madre de la familia (interpretado por Sandra Bullock) es la que un día al observar a Michael deambulando por la calle lo invita a su casa, donde le ofrece alimento y una cama por esa noche, lo que se prolongará en jornadas posteriores. Finalmente, el matrimonio y sus dos hijos lo aceptan como parte de la familia, ayudándolo en los estudio e impulsándolo en su gran potencial para lograr el protagonismo en la práctica del fútbol americano, deporte que le sirve para integrarse a la sociedad y afianzar su futuro. La presencia de Michael (Quinton Aaron) ayuda a los integrantes de la familia Tuohy a descubrir aspectos de ellos mismos que desconocían. Leigh Anne no sólo protege a Michael, sino que habla con su esposo e hijos y toman la decisión de adoptarlo para que sea parte oficial de la familia. Esta manera de ser, con tanta energía para dar, hace que logre todo lo que se propone con su hijo adoptivo. Hay momentos que le indica como integrarse al juego pasando por encima del entrenador, avasallante, sugiriéndole que en el campo debe moverse como lo hace protegiendo a su familia, fórmula que al ponerla en práctica supera bloqueos sicológicos modificando sustancialmente su vida de relación. Actualmente el real Michael integra como tackle ofensivo el equipo de los Baltimore Ravens. El tratamiento de la historia es lineal, con situaciones muy previsibles, poco consistentes, y un desarrollo progresivo que presenta altibajos en lo narrativo, cuya realización la enmarca en un cuasi cuento de hadas moderno, que lejanamente nos trae reminiscencias emparentadas con Cinicienta. La realización de Hancock se limitó a presentar el relato con oficio, pero sin relieve dramático ni conceptual, animado por un elenco que acompaña esa dirección cuyo protagonismo ejerce Leigh Anne, encarnado por Sandra Bollok quien cumple muy buena labor, cuyo mayor mérito lo constituye el perfil simple, sencillo y cotidiano que logra trasmitir al espectador, trabajo que, empero, resulta muy discutible para consagrarlo con el Oscar como mejor actriz protagónica del 2009.
Ante esta producción podríamos empezar diciendo que nos encontramos ante una nueva saga al estilo Harry Potter. Percy Jackson es hijo del poderoso Poseidon y su madre humana trata de protegerlo ocultándole que él es un Semidios. En esta saga se aplica la mitología griega. Poseidon mantiene una larga disputa con su hermano Zeus, agravada ahora porque le han robado su poderoso rayo, hecho del cual culpa a Percy. Este semidios tiene problemas de concentración y es dislexico. En su escuela hay un profesor en silla de ruedas y un amigo de estudios que lo ayudan, pero, en realidad, son figuras mitológicas, un centauro (Pierce Brosnan) y un sátiro, Grover (Brandon T. Jackson), a quienes se les suma Annabeth (Alexandra Daddario), hija de Athenea. Este grupo se encargara de recuperar el rayo robado para rescatar a la madre humana de Percy que se la han llevado sus enemigos. La superproducción es admirable merced a los muy buenos efectos especiales, a un apropiado ritmo narrativo sostenido que entretiene en buena ley al espectador, al que hace participe de la historia, y lo retrae a la lectura de los clásicos griegos con base en Homero. A la buena realización técnica se suma un plantel de intérpretes que se mueve con comodidad, como, por ejemplo en la versión subtitulada, la Medusa interpretada por Uma Thurman, de aparición sorprendente para el espectador al que esta dirigida la obra, el Poseidón de Kevin Mcidd, el Zeus de Sean Bean “Percy Jackson...” destinada al publico adolescente en quienes reactivaría –y en los demás también- los conflictos entre los dioses del lejano Olimpo con repercusión en los humanos, meros títeres, víctimas inocentes de sus pasiones y rencores. Aquella mitología con sus dioses, semidioses, Centauros, Minotauros, Sátiros, stc. e
Retrato de un creador en crisis “Nine, una vida de pasión” se inspira en “8 y ½”, que Federico Fellini realizó en 1963, protagonizada por Marcello Mastroiani, con Claudia Cardinale, Anouk Aimée, Sandra Milo, Rossella Falk, Barbara Steele. La historia se desarrolla en la Roma de los años 60, cuando el director Guido Contini esta por empezar el rodaje de su nueva producción, en momentos que sufre una crisis creativa, perseguido por los periodistas (léase paparazzi), su productor y las mujeres con las que estuvo vinculado sentimental y profesionalmente. Vive un presente desorientado, vacío de ideas para plasmarlas en un nuevo proyecto acosado por su productor, mientras sus días se suceden con una existencia cada vez más confusa, tanto lo que hace a su carrera como a los acontecimientos personales más allá de los sets. La realidad se le confunde con el pasado, con los sueños, los delirios y los fantasmas de los que no puede desprenderse. “Nine, una vida de pasión” es un gran musical con un potencial de importantes intérpretes, con un Daniel Day Lewis (Guido) que se brinda en una actuación impecable, mientras Marion Cotillard (Luisa) compone con mesura y sensibilidad a la esposa del realizador, sin desentonar Judi Dench (inolvidable Lillí su cuadro musical), Penélope Cruz, Kate Hudson, Nikole Kidman y la presencia señorial de Sophia Loren, como la madre del protagonista. Escenográficamente logra el marco apropiado para que las acciones trasmitan al espectador el mundo del creador. La música es agradable, en tanto la coreografía aporta dinamismo y reflexión a la atmósfera ideada por Rob Marshall y plasmada visualmente por la fotografía de Dion Beebe. En algunos momentos me trajo algunas reminiscencias, salvando distancias, de “All That Jazz” (1979), de Bob Fosse.
En el 2017 (es decir dentro de apenas 7 años) una rara plaga ha transformado a una parte de la humanidad en vampiros, y la sangre humana es el faltante para poder alimentarse. Un científico trabaja para poder encontrar la formula de reemplazar a la sangre humana y evitar el deterioro físico de ellos. Al tener algunas experiencias con humanos el científico (Ethan Hanke) se une a ellos encontrando lo que buscaba y así poder luchar contra el vampirismo. Para los amantes de las historias de vampiros es una producción con mucha acción y una historia que atrapa. Las escenas sangrientas no faltan y hay para entretenerse hasta el final del relato dentro de las reglas del juego y los códigos que caracterizan a esta temática. Muy bien dirigida, con adecuados efectos especiales y sonoros, apropiado tratamiento de la fotografía y un plantel interpretativo que asume sin esfuerzo la encarnadura de los personajes, seguramente lo hacen de Daybreakers, vapìros del día” en un producto a satisfacción para los fanáticos de del vampirismo fílmico.
La cinematografía de Gran Bretaña, por sí o en coproducciones, se ha ocupado con frecuencia en reflejar los avatares de su realeza a lo largo de la historia. En esta ocasión se ocupa, una vez más, de la Reina Victoria (Alexandrina Victoria, 1819-1901), quien durante casi 64 años gobernó como soberana de Inglaterra e Irlanda y Emperatriz de la India, período que es reconocido como La era Victoriana, por la transformación sustancial experimentada por el imperio debido al impuso con que apoyó a la revolución industrial y los cambios significativos operados a nivel social, político y cultural. “La joven Victoria” relata la primera etapa de su vida, que comprende su niñez, adolescencia, asunción al trono a los 18 años, y casamiento con el príncipe Albert en 1840, a quien le otorgó el tratamiento de Su Alteza Real, y que fuera su compañero, amigo y concejero desde entonces y hasta su muerte en 1861 La historia comienza con su nacimiento y relata someramente los entretelones de luchas políticas por el poder en torno a la inocente criatura, quien mantiene su inocencia también respecto de los conflictos que se generan hasta el momento en que asciende al trono a la muerte de su tío Guillermo IV. En los primeros años gobierna con Lord Melbourne como concejero, quien ejerce una gran influencia política sobre la inexperta soberana. Victoria en esa etapa era joven, feliz, despreocupada, a la vez que apasionada y estaba en medio de una lucha política intestina sobre lo que va tomando conciencia luego de su coronación Odia a su madre y al consejero que le impone (Lord Melbourne), en razón de que trataban de controlarla y alejarla de la corte para lograr sus propios intereses y aspiraciones. Los acontecimientos producen un giro sustancial desde el momento en que deposita la confianza en su marido quien la orienta con lealtad a ella y al reino en la ejecución de su accionar como gobernante.. Narrativa, visual y estéticamente la realización de Jean-Marc Vallée denota el cuidado estilo británico al servicio de un espectáculo exquisito. Emily Blunt aprovecha la oportunidad que le ofrecieron para encarnar a Victoria con una interpretación excelente, que se constituye en un importante eslabón en su carrera como actriz de la nueva generación. La secundan con acertadas composiciones Paul Bettany (Lord Melbourne), Ruper Friend (principe Albert), Jim Broandbent (Rey Guillermo IV) y Miranda Richardson (Duquesa de Kent, madre de Victoria).
Jane (Meryl Streep) hace una década que está separada y se lleva muy bien con su ex marido Jake (Alec Balwin). Tiene tres hijos, uno de ellos esta por graduarse, hecho que motiva la reunión de la familia. Jake se ha vuelto a casar con una mujer mucho más joven con quien la convivencia matrimonial es aparentemente feliz, pero subterráneamente no todo es color de rosa. La reunión familiar produce el reencuentro de Jane con Jake, una cosa trae a la otra, una copa a la siguiente, con un porro de por medio, recordando los años jóvenes, les hace redescubrir sus verdaderos sentimiento y retomar las relaciones. A la historia se incorpora Adam (Steve Martin), un arquitecto contratado por Jane para remodelar su casa, quien se siente atraído hacia ella, la que no le es indiferente. Así planteada la nueve situación, los hechos se van complicando para culminar la historia a satisfacción del espectador. Sin mayor esfuerzo ni imaginación para poner en funcionamiento un relato convencional Nancy Meyers, empero, en su doble condición de guionista y realizadora, dota a la narración de algunas situaciones entretenidas. Meryl Streep no oculta su edad para seducir con su labor no sólo a los dos galanes maduros, sino también a los espectadores. Lo hace acompañada muy eficazmente por Alec Baldwin, excelente comediante, sin ningún problema de mostrarse como un Adán su físico excedido en peso, con orgullo y simpatía, y Steve Martin encarnando, con su reconocida profesionalidad. a un personaje que no termina de integrarse plenamente a la historia, luciéndose en la acción del baile durante la fiesta de graduación. El trío cuenta con el apoyo de un buen plantel de intérpretes secundarios. Se trata, pues, de una obra técnicamente bien resuelta, amena, que invita a pasar un buen momento, con sus aciertos y desaciertos.