Una película para degustar El camino del vino (2010), ópera prima de Nicolás Carreras, presentada en la Competencia Argentina del 25° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, es una mezcla de falso documental con ficción, que nos trae la paradójica odisea de un catador de vinos que perdió su paladar. Algunos trabajan con las manos como el caso de un artesano, otros con las piernas como un jugador de fútbol, mientras que algunos con la mente como el caso de un intelectual. Pero la herramienta de trabajo de un catador de vinos no es otra que su paladar. El camino del vino es un viaje iniciático, o mejor dicho, un camino, el que realizará Charlie Arturaola, un viejo y reconocido catador que parece estar atravesando un conflicto existencial. Se puede establecer un paralelo entre el catador y un crítico de cine, aquel que no termina de comprender la esencia del trabajo de realización de un producto cinematográfico pero que cuenta con autoridad para evaluar sus virtudes o defectos. En esta situación existencial se encuentra el protagonista de la película, quien deberá recorrer la ruta del vino para conectarse con la esencia (entiéndase sentido) del producto que califica a diario. En su construcción, El camino del vino, presenta la estructura de una ficción de viaje iniciático, pero su estilo de filmación nos obliga a una relación más realista, casi como si accediéramos a su vida más crudamente, como si se tratara de un documental. El director Nicolás Carreras le impone un humor particular al relato, tomándose en broma toda la situación del protagonista en cuanto a su relación con el vino. De este modo le otorga características épicas al personaje principal: “Es un poema” dice en un momento. Interesante y divertida paradoja de la vida real, El camino del vino le da una vuelta de tuerca a los existenciales relatos de viajes iniciáticos, con toda la gracia y el encanto que su personaje y la vid pueden brindarle.
El gran provocador Sacha Baron Cohen vuelve al cine, con el humor provocador que lo caracteriza, en El dictador (The Dictator, 2012), una comedia irreverente sobre las dictaduras en los países islámicos…y en los Estados Unidos. Hermana gemela de Borat (2006) y Brüno (2009), aunque en esta oportunidad ajustándose a una estructura narrativa más sólida y menos grotesca, la polémica película es fiel al estilo del actor. El tirano dictador islámico General Almirante Aladeen (Sacha Baron Cohen), viaja a los Estados Unidos para una reunión de las Naciones Unidas, con el fin de explicar la fabricación de armas nucleares en su régimen. Allí será secuestrado y reemplazado por un doble que firmará “la democracia” en su país. Aladeen deambulará por las calles de Norteamérica, imprimiendo su particular estilo de vida, mientras intenta recuperar el poder de su región. El actor de Borat sigue con su crítica insolente a los Estados Unidos y su particular estilo de vida en un film curiosamente enmarcado dentro de dos géneros que van acordes al estilo “yankie”: la comedia romántica y el viaje iniciático por la tierra de las oportunidades. En esa estructura narrativa se apoyan las innumerables situaciones paródicas que el actor le estampa a la película. Con esa premisa, el film se ajusta a los parámetros del cine americano para criticarlo desde su interior al subvertir todas sus reglas: el personaje no es un honrado inmigrante de un país tercermundista sino un asesino, violador y déspota islámico, conoce una chica (Anna Faris, una ingenua activista ecológica), consigue un trabajo (que convierte en una empresa mediante su dictatorial mando), y culmina con un brillante discurso final sobre las dictaduras y las democracias (no tan distintas al parecer). Después de su participación como actor en La invención de Hugo Cabret (Hugo, 2011), Baron Cohen vuelve con un personaje acorde a su estilo. Su Aladeen es fiel a su tono burlón que ya había concebido con -el al menos bizarro- Borat. Luego doblaría la apuesta hasta límites inpensados con Brüno (hecho que motivó la decisión de la distribuidora Sony Pictures de no estrenar la película comercialmente) para volver con El dictador a las salas de cine. Más medido en sus excesos físicos aunque no en los ideológicos, Baron Cohen regresa al podio en su mejor forma: tan irrespetuoso como polémico y divertido.
Turismo y mate para toda la familia La nueva película Soledad y Larguirucho (2011), con los personajes creados por Manuel García Ferré, tiene dos aciertos fundamentales: nunca se toma en serio a sí misma y está dirigida a un público infantil de una manera sumamente eficaz. Divertida y simpática aventura para los más chiquitos, de San Luis al mundo, con guía de turismo incluída. Resulta que la bruja Cachavacha se muere de envidia por la admirable voz de Soledad Pastorutti, estrella indiscutida de los niños. Así como en el cuento Blancanieves, Cachavacha hará lo imposible por alejar del podio a la cantante que revolea el poncho. Para ello recibirá la ayuda del profesor Neurus, de Pucho y Serrucho. Larguirucho oficia de narrador/payador siendo el personaje que interactúa con el público continuamente. Si de animación en Argentina se trata, García Ferré es uno de los “grandes” en el arte del dibujo animado. Soledad y Larguirucho, su última película luego de Corazón, las alegrías de Pantriste (2000) transcurre en la ciudad de San Luis (es producida por San Luis Cine) y fusiona personajes reales con sus aclamados dibujos. La dirección de filmación está a cargo de Néstor Montalbano (Pájaros Volando, 2010) y por ello resolvemos que el tono de la película es desprejuiciado, auto consciente y divertidamente ridículo. Esta idea promueve el guiño constante para los padres y alegra a los más chiquitos a quienes invita a participar al público en más de una oportunidad (Larguirucho y La Sole hablan a cámara). Pero también suscita que la imperiosa necesidad del film de recorrer turísticamente la ciudad de San Luis (incluso con el profesor Neurus explicando el significado de los monumentos) no desentone en absoluto. Tampoco están fuera de lugar la serie de personajes “conocidos” que aparecen para aportar su cuota de gracia. Entre ellos se destaca Diego Capussotto, Carlitos Balá, el Chaqueño Palavecino, Guillertmo Andino y Pablo Codevilla. Lo mejor de Soledad y Larguirucho sigue siendo la impronta de los personajes de García Ferré: personajes bien argentinos, con todo el criollismo estereotipado sí, pero necesario para contrarrestar a los tanques del país del norte. Un poco de lunfardo, mate y folklore nunca falla.
El gran Black Doh La película rosarina El gran río (2011) tiene su punto fuerte en el personaje principal Black Doh. Africano de nacimiento, llega a nuestras tierras escondido en un barco vietnamita, luego de pasar 27 días sin comer. Consigo trae un sueño, convertirse en cantante de rap. Entre el documental y el musical, la película de Rubén Plataneo trata el tema de la inmigración de un modo muy particular. Black Doh vive en una pensión y cuenta a los amigos argentinos que ha sabido conseguir, la historia de su travesía en barco. Vende anillos en la peatonal de la ciudad de Rosario, y tiene más de una historia de sus familiares en África que compartir, a quienes la película recupera hacia el final. Rubén Plataneo realiza un film sobre los puentes que arman las relaciones humanas. El gran río del título plantea una distancia pero también una unión, la alianza de seres provenientes de culturas distintas con objetivos en común. Relaciones que se construyen y redes que se fomentan. Plataneo logra un film humanista, donde el núcleo del relato son las relaciones de convivencia, supervivencia y sobre todo, solidaridad. Las fronteras no naturales de los países se borran mediante la música. Este giro narrativo al típico relato de migraciones, le da un vuelco positivo, alegre y esperanzador a la clásica historia de maltratos sufridos por inmigrantes, aunque no están completamente ausentes en el relato. La música como el arte expresivo para exorcizar las penas, y la alegre personalidad de Black Doh, permiten al director contar la historia desde este costado más humanista. Guinea, país de origen del protagonista, se enlaza en la película con las experiencias musicales de Black Doh, llevando inscripta en las letras de sus canciones el relato de la odisea por su tierra natal. La cultura de ambos pueblos, el rosarino y guineano, queda ligada –y enlazada- a la impronta ancestral de cada región. Sin embargo, el lema del film propone un mundo sin espacios, sin fronteras ni visas, donde todos los seres humanos conviven con el mismo sentido de supervivencia y sociabilidad. Un lugar de encuentro en ese medio, ese punto imaginario que marca una fusión de historias, costumbres y culturas, ahí donde todos somos iguales.
Hombre Araña Inicia El sorprendente Hombre Araña (The amazing spider-man, 2012) no sorprende en lo absoluto. No es un mal chiste, es que la nueva película que viene a reiniciar la saga, con un personaje atormentado, solitario y oscuro, transita todos los lugares comunes del superhéroe en su afán de construir un entramado de historias que dispare una nueva saga. A pesar de lo mencionado, el encapuchado vuelve a caer bien parado. Peter Parker (Andrew Garfield) es un adolescente introvertido que transita el mayor problema para los muchachos de su edad: le cuesta conseguir chicas producto de su timidez. Vive con sus tíos, ella Sally Field y él, Martin Sheen, un consejero fundamental para el protagonista (una suerte de Obi-Wan Kenobi moderno que transmite mensaje de coraje vía mensaje de voz). Cuando lo pica la araña la cosa cambia, el incontrolable poder que adquiere lo posiciona de otra forma frente al mundo: enfrenta al chico que lo fastidia en la secundaria, se pelea con sus tutores cual adolescente rebelde, y consigue la atención de una hermosa chica (Emma Stone). El giro está en que su suegro es el jefe de la policía que quiere encarcelar al Hombre Araña. Por otra parte, tiene que lidiar con su adicción por la ciencia: se relaciona con quien fuera socio de su desaparecido padre, el Dr. Curt Connors (Rhys Ifans), para experimentar con ADN que termina trasformando al científico en el principal villano de esta primera aventura, El Lagarto. El principal problema de El sorprendente Hombre Araña es, como habrán notado, la excesiva cantidad de tramas y sub tramas que desarrolla. Algunas incluso dejándolas abiertas para la(s) secuela(s) que vendrá(n). La cuestión es que la nueva historia del encapotado trepador de edificios neoyorkinos es un film de más de dos horas, una duración un tanto extensa para las películas de estas características. Aún así, como decíamos anteriormente, el hombre araña cae bien parado. La versión del héroe oscuro y atormentado por la falta de padres le sienta muy bien a la historia en tiempos de “caballeros de la noche”. Y por si queda alguna duda de que las tramas continuarán en una próxima película, sólo basta esperar después de los títulos finales para ver un avance del villano que vendrá en la secuela. Otra cuestión a destacar es el uso de los efectos especiales: los edificios ya no parecen de cartón como en la saga protagonizada por Tobey Maguire, aunque los personajes recreados por ordenador para las espectaculares batallas en medio de la ciudad distan del detalle esperado. Así y todo, la cámara que sigue al hombre araña saltando por los edificios, logra una espectacularidad que se reafirma con el uso del 3D. Este recurso hecho en digital se puede apreciar en el trailer de la película a modo de adelanto. No hay mucho más para agregar, El sorprendente Hombre Araña cumple con su premisa de reinventar al superhéroe. Aunque sin sorprender -la historia es la misma de siempre- innova y promete nuevas y épicas aventuras para continuar la saga. Hay hombre araña para rato.
Las consecuencias de los Dardenne El cine de Jean-Pierre y Luc Dardenne es un cine de consecuencias. Su manera de exponer los conflictos es mediante el accionar de sus protagonistas y los irremediables hechos que éstos disparan. El chico de la bicicleta (Le Gamin au Vèlo, 2011) es, a su vez, también consecuencia de otro film de los cineastas belgas llamado El niño (L’enfant, 2005). Cyril (Thomas Doret), el niño del título, busca desesperadamente el afecto de su padre (Jérémie Renier) que lo ha abandonado de pequeño y lo evita cada vez que puede. En uno de sus tantos intentos de fuga del internado donde vive, logra que Samantha (Cecile De France), una peluquera de clase media, lo adopte los fines de semana. Estando lejos del internado le resultará más fácil la posibilidad de acercarse a su padre. Con El chico de la bicicleta, los directores centran su historia en un niño, hecho que les posibilita recuperar la tradición de emblemáticos films de la historia del cine como Ladrón de bicicletas (Ladri di Biciclette, 1948) de Vittorio De Sica, Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, 1959) de François Truffaut o Los olvidados (1950) de Luis Buñuel. Sin embargo, la última producción de los Dardenne sigue siendo un film con todos los tópicos temáticos y estilísticos que los caracterizan. La cámara inquieta que sigue a los personajes, generando incomodidad e impotencia, el fuera de campo como factor determinante para forjar tensión, y la ausencia de música que adorne las secuencias, provocando un clima austero y frío que envuelve el destino del protagonista. Estamos ante una aparente improvisación, consecuencia de recursos propios del género documental, planeada a través de una minuciosa puesta en escena, cuya clave es el realismo. En este film en particular todo el relato gira en torno al abandono. Se utiliza una música incidental para marcar los sentimientos que experimenta el joven protagonista al sentir el rechazo de su padre. Son cuatro los momentos donde se escucha la partitura: al comienzo, luego del primer punto de giro, en el segundo punto de giro y sobre el final. Estableciendo un punto de no retorno en la historia. Como en un efecto dominó, las acciones son consecuencia inevitable de otras decisiones. El chico de la bicicleta es otra muestra más del poder narrativo de los cineastas belgas. Sin juzgar ni utilizar golpes bajos, logran otro film sólido, consistente y reflexivo.
Personas públicas, personas cotidianas La nueva película de Woody Allen, A Roma con amor (To Rome with love, 2012), es deliberadamente una comedia. Tomando como base El Decamerón de Giovani Boccaccio, donde varias historias giran en torno al sexo, el director neoyorkino pone el foco aquí en las fantasías que los personajes alcanzan mediante la fama y su poder de atracción. Y Roma, ciudad de ensueño, tendrá mucho que ver en eso. Roma es historia e “historias” asegura su presentador, un policía de tránsito en medio de una de las tantas rotondas de la ciudad. El tipo mira a cámara y da paso a los distintos personajes de las cuatro historias que conviven en el film. Un arquitecto americano (Alec Baldwin) aconseja a un joven (Jesse Eisenberg) con muchos puntos en común con él, un romano que disfruta del anonimato (Roberto Benigni) de repente se convierte en una celebridad, una joven pareja (Alessandro Tiberi y Alessandra Mastronardi) llega a la ciudad e inmediatamente se ven involucrados en diferentes encuentros sexuales, mientras que un director de orquesta jubilado (Woody Allen) que viaja para conocer a su yerno, intentará revivir su período de esplendor transformando a su nuevo consuegro, un agente funerario (el tenor Fabio Armiliata), en cantante de ópera. Las ilusiones son un tema recurrente en el universo Woody Allen. Conocerás al hombre de tus sueños (You will meet a tall dark stranger, 2010) aborda el tema desde la nostalgia, Celebrity (1998) hace lo propio desde la tragedia. En este caso y con Roma de contexto, Allen aplica un tono de comedia al relato presentando a la ciudad como el lugar donde todo es posible. Y la fama viene a cumplir ese anhelado objetivo en los personajes al consumar sus deseos, sus fantasías por más irreales que sean. La popularidad tiene ese poder de atracción que luego Allen derivará en situaciones de cama, haciendo alusión a El Decamerón. Woody Allen no es de los directores que se caracterice por incursionar en nuevos géneros y formatos tecnológicos como si es el caso de Martin Scorsese por citar otro director con amplia trayectoria. Sin embargo, Allen es efectivo en su propuesta: temas recurrentes con brillantes ideas para seguir desarrollándolos. Y la idea de la ducha (no adelantaremos más al respecto) es una genialidad.
Cómo ser padres y felices al mismo tiempo La película francesa Un suceso feliz (Un heureux evénement, 2011) nos adentra en la crisis que sufre una joven pareja con la llegada de su primer hijo. Una comedia tierna, que se toma con humor el calvario de ser padres primerizos y, que se atreve a mostrar, aquella zona desconocida de las relaciones humanas. Por más feliz que parezca. Todo comienza con el amor, o mejor, con el sexo. Uno fusión del otro, que conviven plácidamente hasta que las consecuencias son inevitables: el nacimiento de un hijo. La joven pareja que disfruta de sus vidas bohemias –ella es intelectual, está realizando una tesis sobre la otredad, y él es amante del cine, trabaja en un videoclub- se ve amenazada por el embarazo. No es un embarazo no deseado, se concibe en un momento de enamoramiento, pero aquella felicidad que supone la llegada de un nuevo ser, es sólo el principio del caos. Desde la comedia, Un suceso feliz capta aquel período románticamente falso de la vida en pareja. Todo lo que supone alegría y felicidad, es una crisis constante a las vidas individuales y/o profesionales. Aunque el film de Rémi Bezançon no es un drama, ni una tragedia, acierta en las divertidas neurosis de sus protagonistas. La película está narrada desde el punto de vista de Bárbara (Louise Bourgoin ) luego del nacimiento de su beba Lea. La crisis la vive ella, sobre todo por hacerse cargo de la niña las 24 horas y distanciarse de su carrera profesional de filósofa. Cuando todas las comedias románticas culminan con el casamiento o el nacimiento del primer hijo, Un suceso feliz narra lo sucesivo, aquello que supone es la prolongación del período de mayor felicidad. Y no lo es tanto claro está, ya que las crisis internas toman la partida y el sexo con el que empieza todo, desaparece de un día para otro. La película da un giro constante sobre el sexo y la felicidad como las dos caras de la misma moneda en la vida en pareja. Los títulos de crédito del inicio se imprimen sobre gemidos orgásmicos. Aquel instante de alegría que unía a la joven pareja, se perdió en medio de llantos de bebé. Ésa búsqueda existencial dará lugar a la nueva comedia romántica que propone Un suceso feliz. Aquella que deambulará en recuperar esos momentos en la pareja. Con calidez, con ternura, y sobre todo con humor, el film expresa con mucho oficio un instante de crisis muy especial en la vida en pareja: la llegada de un hijo, sensación tan feliz como irritable.
El rey de la monstruosidad Ridley Scott confirma con Prometeo (Prometheus, 2012) sentirse muy a gusto dentro de una nave espacial o un planeta habitado por alienígenas. En esta precuela de Alien, el octavo pasajero (1979) primero, derivada en nueva franquicia después, convierte a la ciencia ficción en una historia épica sobre el misterio de la creación (o de la destrucción) para presentar el origen de su criatura. Estamos en el año 2094 y una tripulación de científicos e ingenieros viaja a un desconocido planeta tras las huellas de una nueva forma de vida. Una suerte de raza superior que ayudaría a entender el misterio de la creación. No sería la teoría darvinista el origen de nuestra especie sino otros seres humanoides nuestros creadores. Tras ese rastro encuentran los restos de una civilización devastada por sucesos desconocidos. ¿Suena conocido? La historia es muy similar a Alien, el octavo pasajero la película que por allá por 1979 el director de Hannibal (2001) dirigía e inauguraba una marca registrada del cine de suspenso actual: el monstruo acechando a los humanos. Pero a diferencia de aquella, aquí Scott también productor cuenta con todos los medios, económicos y tecnológicos, para hacer de esta precuela una épica acerca del origen de la humanidad. Y no sólo eso, porque si algo que queda claro en toda la filmografía de Scott es que la creación de la humanidad está íntimamente ligada a todo acto de destrucción, ¿No es un parto el mayor momento de creación y destrucción al mismo tiempo? En Prometeo Scott lleva esta premisa hasta las últimas consecuencias, haciendo un culto a las entrañas humanas y los fluidos desgarradores. La escena del aborto es de una tensión extraordinaria, una de las mejores del film. Prometeo es una gran película porque pone en dimensión a todo el resto del cine de ciencia ficción o terror, escaso de ideas que justifiquen los constantes sobresaltos en la butaca, así como los motivos de supervivencia de sus protagonistas. Prometeo es otra cosa, cargada de ideas que le dan consistencia a los monstruos que emergerá luego. El director de Blade Runner (1982) demuestra tener el oficio necesario, con más de treinta años de carrera en este tipo de producciones, para manejar los tiempos y el suspenso del relato, logrando con Prometeo una de sus mejores y más acabadas obras hasta la fecha. El rey de lo monstruoso ha vuelto en cuerpo y alma.
Las consecuencias del corralito Acorralados (2010) iba a llamarse Verano amargo y comenzó su rodaje bajo la dirección de Juan Carlos Desanzo (El polaquito, 2003) en la ciudad de Villa Mercedes, San Luís. Por motivos que desconocemos la película que se estrena en la cartelera porteña es firmada por Julio Bove, productor y guionista del film. Datos que al menos anticipan los problemas cinematográficos que el film expone en pantalla. Federico Luppi es Don Antonio, un jubilado desesperado por ver congelados sus ahorros en la crisis de 2001. Un buen día decide, granada en mano, instalarse en el banco hasta que le devuelvan “lo que corresponde”. Allí se dará una situación de toma de rehenes. El gerente del banco es interpretado por Gabriel Corrado, el jefe de policía por Gustavo Garzón y uno de los ahorristas por Esther Goris. Las producciones de San Luís Cine se caracterizan por tener en su reparto actores de renombre y enmarcarse en el cine de género, simulando un estilo propio de décadas pasadas. En esta intención noble por “llegar a la platea” los films suelen hacer agua por los mismos motivos que cayeron en desuso hacia finales de los años noventa. Acorralados no es la excepción. Las inconsistencias argumentales, la falta de pulso narrativo, la pobre elección de planos para presentar cada escena, los diálogos inverosímiles, van en sentido diametralmente opuesto a las pretensiones temáticas de la película. Acorralados pretende contar una historia con moraleja, con mensaje, dejar una enseñanza en tiempos de crisis. Nada de eso ocurre, pues ni el elenco de renombre logra salvar al proyecto de sus propios desaciertos. Lo anecdótico es que el exceso de errores es tal que la película pega la vuelta. Es decir, la utilización de clichés como por ejemplo la música de piano en los momentos supuestamente conmovedores, o las actuaciones desmedidas (¡y en primeros planos!), dejan a Acorralados al borde de la parodia. Ahora si no nos tomamos a la película en serio, sino como mero entretenimiento y tratamos de divertirnos con cada falla, hasta podemos llegar a pasarla bien frente a una representación cursi de un drama social argentino como lo fue el corralito.