Viaje a través de la pantalla Meritxell Soler hace con Cine al fin (2011) un viaje introspectivo a través del cine. Pero no de la historia del cine, con sus personajes y sus clásicos, sino a partir de su ontología. Es el cine como vehículo de transmisión de sensaciones y ventana a otros mundos el quele permite a la protagonista emprender un recorrido por las viejas salas en inminente desaparición. Meritxell Soler, escritora y directora del film junto a su marido Julián Vázquez, arranca el relato en su pueblo natal en Cataluña, España. Más precisamente en La Garrida, la sala de barrio destinada al cine arte que aún sobrevive a los negocios inmobiliarios modernos que transforman las antiguas salas en centros comerciales. Meritxell narra en su catalán originario su experiencia análoga en Argentina, cuando viajó a estudiar cine y rápidamente “hechó raíces”, como bien dice. La historia de Meritxell continúa con el cine América de Buenos Aires, desmantelado recientemente, pasando por El Bolsón, Bariloche y Tierra del Fuego. Cine al fin tiene la virtud de fundir el cine con el viaje de su protagonista para hacer un recorrido interior por los templos cinematográficos y su relación con la memoria pasional de quienes se nutrieron de las imágenes proyectadas. De esta forma, el documental se torna cinematográfico no por citar films o rememorar sus estrellas, sino por utilizar el dispositivo cinematográfico -una cámara de 16mm, la pantalla como ventana de mundo, la sala como espacio mágico para la construcción de la memoria, etc.- para narrar la experiencia interna sensorial del viaje de la protagonista. Por momentos poético, por lapsos noble a la causa de recuperación y conservación de espacios culturales, Cine al fin es una propuesta personal de la cineasta oriunda de Cataluña que se universaliza por el poder de su mirada, la misma que busca la ontología del cine para expresar las múltiples e inexplicables pasiones que despiertan las imágenes cinematográficas en el interior de cada ser. DATO: Cine al fin es el tercer largometraje documental estrenado en 2011 por realizadores que pasaron por las aulas del Observatorio (Escuela de Cine Documental). Los otros son Criada de Matías Herrera Córdoba y Familia Tipo de Cecilia Priego. Se puede ver durante el mes de Septiembre en el cine Cosmos-UBA.
Papa dont preach ¿Qué sucedería si el Papa recién designado sufriese una crisis existencial y fuera asistido nada menos que por un psicoanalista? Bajo esa premisa Nanni Moretti arma la comedia Habemus Papa (Habemus Papam, 2011), y confronta los rituales religiosos de la Santa Iglesia al raciocinio del psicoanálisis. Sin embargo, lejos de imponer el triunfo de uno sobre otro, bucea en las incongruencias de cada postura. Muerto el Papa, los Cardenales se reúnen para afrontar la difícil votación de su sucesor. Una vez elegido, se anuncia la fumata blanca a la horda de fieles que espera en la plaza. El nombre del Papa sucesor (Michel Piccoli) es secreto del vaticano. Al momento de ser revelado, el nuevo Papa sufre un ataque de pánico que le impide darse a conocer. Esto produce un montón de pormenores inesperados: los cardenales no pueden salir del vaticano hasta que el Sumo Pontífice no salga al balcón de San Pedro, la llegada y reclusión de un psicoanalista (compuesto por el mismo Nanni Moretti) para solucionar el conflicto, la búsqueda de un doble para suplantarlo, y todas las consecuencias a posteriori. Parecen imposibles de fusionar pero Nanni Moretti lo logró: cuestiones de Fe con lógica psicoanalítica. En Habemus Papa hay un conflicto existencialista dentro del orden de lo sagrado. No se cuestiona la creencia religiosa sino que se ponen en jaque los motivos del accionar de la Iglesia Católica. Se los lleva a un plano humano, ontológico. Ahí radica la visión personal de Nanni Moretti sobre la Iglesia Católica. Y por supuesto, la comicidad que se desprende de ella. Los hechos traen como consecuencia la humanización de las partes, de los cardenales que rompen su seriedad haciendo deporte, de un guardia de seguridad que culmina con su rigidez ante la oportunidad de hacerse pasar por el Papa, del psicoanalista cuya lógica no aplica dentro del Vaticano y del mismo Sumo Pontífice, que confronta toda su Fe y creencias ante la responsabilidad ética y moral que el rol le impone. El foco de Habemus Papa está puesto en el sentido existencial de las acciones de los protagonistas, tengan las creencias que tengan, por ello quedan expuestos a una situación de encierro donde lo humano se revela y prevalece ante tanto ritual sin sentido. Lo vemos en la escena inicial, donde la procesión de cardenales entrados en edad, debe desplazarse por largas escaleras, o cuando el psicoanalista intenta llevar a cabo su práctica rodeado de personas. El aprisionamiento que sienten los personajes los lleva a reflexionar sobre su práctica y al espectador junto con ellos.
El derecho a las tierras Ceremonias de barro (2010) transcurre en el norte argentino, más precisamente en Los Chañares, Provincia de Tucumán, en medio del monte, y relata cómo viven los campesinos allí, pero también su lucha y organización para reclamar por las tierras que siempre les pertenecieron. Ceremonias de barro es la historia de Candelario Jerónimo, un anciano de 79 años, el primero en organizar a los campesinos descendientes de los Diaguitas Calchaquíes integrantes de la Comunidad India Quilmes, para reclamar las tierras injustamente usurpadas a sus antepasados. Aunque también es la historia de todo un pueblo y sus tradiciones que justifican los motivos de su accionar. El documental tiene la doble tarea de describir las ceremonias que le dan título al film, la fiesta de La Señalada y la ceremonia de la Pacha Mama, la Madre Tierra, y a la vez acompañar la lucha de los aborígenes por su derecho a las tierras. Entre ambos registros, se construye la identidad cultural de los Diaguitas Calchaquíes. De manera casi obligada, la película de Nicolás Di Giusto desarrolla y explica el conflicto histórico causante de la usurpación de tierras, que viene desde los tiempos de los conquistadores españoles, pasando por la conformación del Estado argentino, hasta llegar a nuestros días. Nicolás Di Giusto yuxtapone las imágenes de la dura vida en el monte, en las casas construidas con piedra y al cuidado de las cabras, con el poder de organización de los distintos integrantes del lugar, con sus diferentes edades y personalidades, promoviendo la firmeza, el coraje y el alma incansable de todo un pueblo. En tiempos en que la Ley de Tierras se discute en el parlamento, Ceremonias de barro viene a aportar su granito de arena.
Aliens en el Oeste Americano Cowboys & Aliens (2011) es un híbrido que combina dos géneros, el Western y la Ciencia Ficción, pero también una divertida propuesta que mezcla buen entretenimiento con ideas interesantes acerca de los Estados Unidos como sociedad. Jake Lonergan (Daniel Craig) aparece en medio del desierto del Far West con un brazalete intergaláctico. No recuerda quién es ni cómo llegó hasta allí. Pero en el primer pueblo que hace pie, pone orden y se presenta como el salvador. ¿Ante qué? Ante un montón de injusticias, propias del mundo sin Ley del Lejano Oeste, pero también de una ola de secuestros realizados por extraterrestres. Aparte de ser un entretenimiento noble que respeta a rajatabla las reglas del Western y de la Ciencia Ficción, Cowboys & Aliens plantea una serie de elementos dispersos en su trama para criticar implícita o explícitamente a los Estados Unidos como Nación. Harrison Ford interpreta al hacendado rico y poderoso, por ello mafioso y violento, que domina al pueblo. Pero no es un mal tipo –al menos así lo presenta la película- sino un texano cascarrabias padre de un hijo inútil que ocasiona disturbios sólo por diversión. En ese orden está el personaje de Sam Rockwell, el cantinero signo del hombre de trabajo, Jake Lonergan un ex asaltante de diligencias pero con nobles razones y, no podían faltar para ser una gran familia americana, un niño, una mujer y un perro. Esta gente no podría estar unida sino fuera por la amenaza externa –entiéndase alienígena- que los convoca y une para intentar rescatar a sus seres queridos. Pero incluso antes de la aparición extraterrestre, no sólo no se llevaban bien, sino que estaban enemistados, demostrándose quién es más rudo y poderoso. Ahora, si buscamos la causa de esta desunión, nos encontramos que el oro, como elemento de valor que rige y posiciona a los individuos socialmente, es el causante de todos los males sociales: ambición, avaricia, poder, delincuencia, etc. ¡Hasta los mismos aliens sufren por el oro! La unión de los aliados para combatir a los seres del espacio, logra lo imposible: unir bandidos con hombres de la Ley, delincuentes peleando junto a hombres honrados y hasta armar un mismo ejército con los indios Apaches, en esta cruzada por el rescate de “los nuestros” como dirán más de una vez. El orden y la construcción de una Nación, mensaje infinitamente expresado por el Western tienen, en este híbrido particular, la gracia de resignificarse a los tiempos que corren. Y todo parece que fuera sólo por matar extraterrestres.
En un mundo violento Así como sucediese en Después del casamiento (Efter brylluppet, 2006), En un mundo mejor (Haevnen, 2010), película ganadora del Oscar a la mejor realización en idioma extranjero de 2010, toma un conflicto social para luego dejarlo de lado e introducirse en un dilema moral atravesado por la violencia. Anton (Mikael Persbrandt) es un médico que divide el tiempo entre su casa en Dinamarca y su trabajo en un campo de refugiados de África. Con su esposa Marianne (Trine Dyrholm) está experimentando una separación que afecta directamente a su hijo Elías (Markus Rygaard) quien en el colegio, entablará amistad con Christian (William Jøhnk Nielsen ), un niño violento afectado por la muerte de su madre. Susanne Bier se introduce nuevamente en los conflictos que dispara la moral burguesa, esta vez a razón de la violencia ejercida socialmente. Siempre planteando una delgada línea entre un alegato y una reflexión, la directora escandinava tiene la virtud de narrar sus dramas desde las entrañas de sus personajes con una tensión inigualable. Las escenas van incrementando su nerviosismo una tras otras sin perder jamás el pulso del relato, superándose paulatinamente en interés y fuerza. Pero Bier evita caer siempre en el golpe bajo al centrarse en sus consecuencias, siempre desde el realismo crudo generado por recursos cinematográficos como la cámara en mano, los cortes bruscos en el mismo plano y los encuadres cerrados en sus personajes. En un mundo mejor tiene la particularidad de enfrentar el dilema moral del bien y el mal a las injusticias sociales. ¿Cómo conservar una postura pacifista frente a una injusticia social marcada por la violencia? Frente a esta premisa, el film desarrolla las múltiples variantes que el guion –en colaboración con el habitual Anders Thomas Jensen- prepara a sus protagonistas, involucrándolos con el espectador. El tratamiento visceral del tema –entiéndase desde las vísceras de los personajes- evade la toma de postura social por parte de la realizadora y se focaliza en el desarrollo interno del conflicto. Así, Susanne Bier retoma su temática recurrente, los dilemas de la moral burguesa, logrando ser más punzante en su discurso y explotando al máximo su mayor virtud: generar como nadie la tensión dramática entre personajes al punto de poner en jaque sus creencias y principios.
La historia de un fracaso La nueva película de Rodrigo Moreno (El custodio) aborda la historia de un fracaso amoroso, la ruptura de una relación de pareja y el posterior divague que realiza Boris, su protagonista. Esta vez, y a diferencia de El custodio (2006), el director centra el relato en un universo más cercano, más personal, distanciándose así de la clase trabajadora. Boris (Esteban Bigliardi) se separa de su novia Ana (Cecilia Rainero) en una interesante escena de cama. A partir de ese momento, naufragará en busca del sentido que lo haga sentirse pleno. Sin proponérselo, en esa búsqueda se topará con personajes de otra clase social –entre los que podría encajar perfectamente el custodio de su anterior película- perteneciente al gremio de los servicios. La historia, si es que hay alguna, pues el sentido narrativo no es el primordial aquí, es la de un fracaso. Un fracaso amoroso que queda patente en las perdidas experiencias de su protagonista. Boris melodea, busca, se topa pero no encuentra nada que lo satisfaga. Por ello el registro de Un mundo misterioso (2011) es el de la contemplación de las situaciones. Aquí no hay una sucesión de tensiones que desemboquen en tragedia como sucedía en El custodio. Aquí apenas es el vagar. La abulía y apatía son las armas en que se basa Rodrigo Moreno para construir su relato. Incluso hay una escena que funciona como intertexto de los motivos –o de la falta de ellos- en el film. En una librería se habla de un autor que había hecho un gran primer libro, un best seller le llaman, y ahora en este segundo menos interesante, pero con el éxito anterior el autor “se toma más libertades”. Otro personaje afirma que en el libro no pasa nada al que otro arremete “¿Por qué tiene que pasar algo?”. Un mundo misterioso hablando de Un mundo misterioso. Pero lo interesante es que en El custodio Rodrigo Moreno hablaba de una clase social a la cual no pertenecía. La clase social del custodio en cuestión. En Un mundo misterioso habla de una clase social cargada de conflictos existenciales e incertidumbres. La libertad les plantea esa posibilidad pero también el sin sentido constante, algo que no sucede con los personajes de la clase “trabajadora” con los que interactúa. El mecánico, los dueños del hotel de pasajeros donde Boris se hospeda, el caminonero que lo asiste en la ruta, el colectivero que tiene un recorrido fijo, etc. Todos los personajes más allá de su soledad y limitaciones tienen un sentido existencial, el sentido que les otorga el trabajo. En cambio nunca sabemos a qué se dedica Boris, lo que sí, que no tiene rumbo ni motivaciones para actuar. El fracaso amoroso le dispará una serie de fracasos personales y la deambulación constante. Un mundo misterioso de misterioso no tiene nada. El misterio queda reducido a la abulía de ese micro mundo existencial que aqueja al protagonista y, quizás también, a su director Rodrigo Moreno.
Bodrio de América El último de los superhéroes en ser presentado por la Marvel -antes de juntarlos a todos en Los vengadores (The avengers, 2012)- se lleva la peor parte de las producciones al respecto. Capitán América: El primer vengador (Captain América: The First Avenger, 2011) es nefasta ideológicamente y tan pero tan convencional, rutinaria y previsible en su narración que aburre de principio a fin. Basada en el comic del mismo nombre, Capitán América representa para la Marvel lo que Superman para DC comics: el patriotismo en toda su plenitud encarnado en un solo personaje. Desde su traje, Capitán América luce los colores de la bandera norteamericana, desde sus anhelos exhibe la moral del país del norte. La historia comienza en 1941 cuando un debilucho muchacho (Chris Evans) hace todo lo posible por ser alistado en el ejército para servir a su país en la Segunda Guerra Mundial. Manifiesta coraje, valentía y perseverancia incondicional ante los constantes rechazos. Un día el Dr. Abrahams Erskine (Stanley Tucci) descubre los valores morales del chico, y por ello lo recluta con la intención de convertirlo en el superhéroe en cuestión. La otra cara de la moneda es el villano que ostenta el mismo poder que el norteamericano pero aspirará monopolizarlo para dominar el mundo. Vale destacar la labor de Hugo Weaving, el mismo Agente Smith de Matrix (1999), encarnando a Johann Schmidt luego Red Skull, villano “más malo que Hitler”, que brilla con sus demoniacas muecas. Pero lo más monstruoso no pasa por las muecas de un actor –ojalá así fuese- sino por el poco ingenio visual y narrativo del film, a cargo de Joe Johnston –responsable de la también insoportable El hombre lobo (The Wolfman, 2010) con Benicio Del Toro- que no consigue que Capitán América: El primer vengador salga del lugar común de cualquier película de superhéroes. Y, por si esto fuera poco, queda mencionar la nefasta ideología de la película. El comic fue presentado en tiempos bélicos, donde la campaña nacional norteamericana -que implicaba sacrificarse por la patria- era moneda corriente y, en este contexto, surge el superhéroe. De ahí que Capitán América represente los ideales del buen norteamericano. Pero la película que al principio parece parodiar el sensacionalismo de aquel entonces, termina por reafirmarlo. Aquello que empieza como una simple estética puramente visual propia del más tardío posmodernismo, termina por ser una bajada de línea funesta para los tiempos que corren. Ahora bien, más allá de que la ideología de Capitán América: El primer vengador pueda molestar por estas latitudes, no por ello debería ser una mala película. Pero no es el caso ya que, como dijimos, narrativa, estética y visualmente, el film no tiene nada nuevo que ofrecer en materia de superhéroes. Y el intento por rescatar la imagen belicista de EE.UU. termina tan devaluada como el propio Capitán América.
Viaje por la cultura aborigen En Las aventuras de Nahuel (2009) conviven dos apuestas: una corre por parte de la realización y la otra por el tema. Por parte de la realización se apuesta a dos técnicas de animación, títeres y dibujos animados (la primera inédita en Argentina). La otra apuesta es temática, relatar la historia de tribus aborígenes, atípica para el público infantil. Valoración 3 Dirección: Alejandro Malowicki Origen: Argentina Clasificación: ATP Ver Ficha + Contenido Relacionado Alejandro Malowicki: “No puede ser que los chicos piensen que el único país que se ocupa de hacer cine para ellos es Norteamérica”Entrevista Compartir Buzz Up! Digg Facebook Google StumbleUpon Technorati Twitter Comentarios (0)Añadir comentario Nahuel es un niño marginal que sufre el abandono de su madre. En la calle se hará amigo de un gato que lo acompañará en su aventura de reencontrarse con su madre y viajar imaginariamente por culturas aborígenes gracias a un libro que relata estas leyendas encontrado en la basura. Hay que tener en cuenta que hacer cine de animación de manera independiente en Argentina es muy pero muy costoso, y jamás tendrá el detalle técnico y gráfico del norteamericano. Por eso su director Alejandro Malowicki no pretende en ningún momento competir con los productos hollywoodenses sino hacer un film genuinamente argentino. Esto lo enfrenta a un mundo inexplorado, tanto técnica como temáticamente. Como dijimos la película combina dos técnicas: la de títeres, que no son títeres convencionales sino muñecos maniobrados desde abajo con alambres. La mayor parte de Las aventuras de Nahuel es contada con esta técnica mientras que los viajes a través de las leyendas aborígenes son visualizados con dibujos animados. La técnica de títeres es muy precaria. Hay grandes decorados - la ciudad humilde por la que deambula Nahuel, su casa, el barrio- que carecen de movilidad. Esto sumado a la poca movilidad facial de los títeres –muñecos- produce un fuerte compromiso de parte del espectador para entrar a ese universo imaginario. Los títeres son propios del teatro y sus movimientos o falta de los mismos se evidencian más en los primeros planos del cine. La segunda apuesta es temática, la historia de las comunidades aborígenes –incluso de la época de la conquista- no es un tema recurrente en el cine infantil, hecho positivo pues aquí la película se vuelve didáctica enseñando a los niños un mundo que desconocen y no debieran obviar. Más allá de las consecuencias que tenga en el público se aplaude la iniciativa por más ambiciosa que sea. El resultado final es un film al menos atípico para estas latitudes, quizás demasiado ambicioso por su propuesta. Lo que no quiere decir un valor absolutamente negativo sino todo lo contrario, valedero en su intención.
Fantasmas, asesinos y desórdenes mentales Luego de su paso por la serie de TV Master of Horror, en la cual dirigió dos capítulos, la genial Imágenes del horror (Cigaret’s burns, 2005) y Pro-Life (2006), John Carpenter vuelve al largometraje con Atrapada (John Carpenter’s The Ward, 2010), una película menor que si no fuera por la mano del maestro del terror pasaría desapercibida. La sexy Kristin (Amber Heard) ingresa a una institución mental en la década del sesenta. En ella, sin recordar nada de su pasado, si quiera como llegó hasta allí, será acechada por horripilantes experiencias junto a las demás pacientes del psiquiátrico. Su lucha por fugarse se complementará con su esfuerzo por comprender que es lo que está pasando. John Carpenter es un maestro en generar climas. La atmosfera creada en Atrapada mediante la música original (creada por Carpenter en colaboración con Mark Kilian), los movimientos de cámara y planos cerrados, es claustrofóbica, inquietante y abrumadora. Es el 60% de una película con una gran vuelta de tuerca final que no tiene nada de novedoso a esta altura del partido. Sin embargo, el escatimo de información (eso sí no es merito del director sino de los guionistas Michael Rasmussen y Shawn Rasmussen) sumado a los climas mencionados del maestro del terror, hacen del film un entretenimiento digno para la media de lo estrenado comercialmente. Atrapada es de esos films que hay que esperar hasta el final para comprender lo sucedido, final que no vamos a develar aquí pero si recomendaremos prestar suma atención a los indicios. El director de Noche de brujas (Halloween, 1978) ha regresado, y con Atrapada da una clase de cómo utilizar las herramientas del género para producir miedo, aunque no estemos frente a una gran película.
La excusa de los zombies A lo largo de los años, George A. Romero realizó películas de zombies con una ácida crítica social implícita en el género. Con La reencarnación de los muertos (Survival of the Dead, 2009), el veterano director prioriza la crítica, tomando a los muertos vivientes como excusa para desarrollar su discurso. Futuro apocalíptico. Los muertos vivientes superan en número a los seres humanos. En una isla se disputan el liderazgo dos bandos: unos con la firme intención de conservar a los zombies para emplearlos en tareas mecánicas, y el otro con la idea de exterminarlos. Con la llegada de un grupo comando a la isla vuelven a enfrentarse por última vez. La crítica de Romero es cada vez más explícita. Tal vez su mayoría de edad le permita ser más ácido en su discurso y claro, en su pensamiento. Lo cierto es que, a partir de ello, dejó de lado la trama de terror y sólo tomó de ella, los elementos que le sirven para fundamentar su mensaje (el plano final es un claro ejemplo de lo mencionado). De hecho, la película se parece más a un western que a un film de zombies en cuanto a su estructura. La parodia social, lo llevó a parodiar el género al punto tal de perderlo de vista. La reencarnación de los muertos es una suerte de continuación de El diario de los muertos (Diary of the Dead, 2007), sátira sobre las nuevas tecnologías y, como aquella, realizada con muy bajo presupuesto. Sin embargo como film de zombies que intenta ser, nunca es tomado en serio. El humor romeriano se cuela en cada plano para hablar de una nación gobernada por dos bandos despreciables por igual -demócratas y republicanos- ambos con la convicción de hacerse fuertes a costa de los zombies. Clarito, ¿no?