Revelaciones Fascistas El secreto de Mussolini (Il segreto di Mussolini, 2005) es un documental que sólo se vale de la historia que cuenta –o devela- pero nada más, ya que cinematográficamente es un producto convencional del género, incluso televisivo. Al parecer el Duce era aún más malvado de lo que se conoce. El dictador italiano tuvo un hijo extramatrimonial que, al ascender políticamente, trató de ocultar junto a su madre, encerrándolo en un manicomio para evitar que su imagen de líder disminuya. Los directores Fabrizio Laurenti y Gianfranco Norelli recogen el material de archivo de este capítulo desconocido de la vida de Benito Mussolini. Su hijo extramatrimonial se llamó Benito Albino Mussolini y fue producto de su relación con Ida Dalser, anterior a su matrimonio con Rachele Guido. Ambos estuvieron ocultos bajo el régimen por orden de Estado, pero la información brindada por Alda Cinamon, sobrina de Ida Dalser, develan el misterio. Este documental puede ser interesantísimo para los seguidores de personajes históricos pero, hay que decirlo, su construcción fílmica es estandarizada para los cánones del Canal de TV History Channel. Reportajes a los “especialistas” en el tema, testigos del hecho, se intercalan con una voz narradora sobre imágenes de fotografías antiguas y documentos, mientras que se esboza alguna que otra lamentable dramatización digna de un programa de Chiche Gelblung. Hay que tener en cuenta que la película fue coproducida por RAI y concebida para el formato televisivo (hecho que no quita que tenga alguna innovación estilística, de la cual carece) motivo por el cual no pueda acusársele de falta de elaboración conceptual. Esta película inspiró al film Vincere (2009) próximo a estrenarse en Argentina, del cual veremos una construcción fílmica digna del séptimo arte a partir de esta historia. En este sentido El secreto de Mussolini seguramente será lo que el documental La secretaria de Hitler (Hitler's Secretary, 2002) fue a La caída (Der Untergang, 2004) sobre la figura del otro gran dictador del Siglo XX Adolf Hitler. Lo cierto es que El secreto de Mussolini en si mismo, no deja de ser una película sólo para interesados en la materia. Y nada más que eso.
Editados de Guerra Finalmente llega a los cines argentinos Samarra (Redacted, 2007) dirigida por Brian De Palma. La película es una dura crítica a la Guerra de Irak y a los medios masivos de comunicación por parte del director de Carrie (1976), a quien podrá criticársele su crudeza –por momentos efectista- a la hora de exponer las imágenes, aunque ése sea el punto mas destacable del film. Un grupo de marines norteamericanos se encuentra en los puestos de guardia en medio del conflicto bélico con Irak. Uno de ellos graba con su cámara casera lo que ocurre allí produciendo una especie de diario de viaje. En él se debelarán los genocidas acontecimientos de los que formarán parte, muy diferentes a los transmitidos por la televisión al resto del mundo. El título original de la película Redacted, cuya traducción significa editado tiene que ver con el discurso ácido que Brian De Palma efectúa sobre los medios masivos de comunicación. La información editada, negada, bloqueada, viene a tapar las verdaderas causas –y consecuencias- de un conflicto sin sentido. El video casero, los canales de Chat, portales tipo Youtube y demás recursos tecnológicos son utilizados por De Palma para desenmascarar los hechos producidos en Medio Oriente. Ahora bien, este es el discurso del director de Doble de Cuerpo (Body Double, 1984), pero ¿cuál es su metodología al abordarlo? De Palma utiliza la imagen proveniente de todos los canales posibles de transmisión y los intercala con la imagen televisiva de un noticiero estilo CNN. Agregado a esto, utiliza recursos simbólicos que acentúan su discurso, como por ejemplo el escorpión siendo devorado por varias hormigas y la música extradiegética de Handel "Sarabande". Aunque también utiliza recursos efectistas (movimientos de cámara, primeros planos, etc.) para lograrlo. A nivel dramático Brian De Palma se basa en un caso real de una violación y posterior mutilación a una adolescente civil de Bagdad en manos de un grupo de marines norteamericanos. El hecho puntual nos recuerda a otra película de De Palma pero sobre la Guerra de Vietnam llamada Pecados de Guerra (Casualties of War, 1989). En ella hay también un caso de violación como eje de la trama, como si el director considerara a una violación el acto más aberrante de degradación humana que pueda cometer una persona. De Palma no da vueltas, no da a entender ni invita a la reflexión. Realiza un discurso duro, violento y directo sobre su visión acerca de la Guerra en Irak. No se esconde en la ambigüedad sino que es lo mas frontal posible y allí radica su denuncia, valiente y explícita, aunque pueda incomodar a alguien. Y vaya si lo hace.
Gladiador con arco y flecha La nueva película de la dupla Ridley Scott-Russell Crowe (Gladiador) es un drama épico sobre invasiones y conquistas que nada tiene que ver con el héroe romántico de Robin Hood. El belicismo crudo, estilo otrora del director de La Caída del Halcón Negro (Black Hawk Down, 2001), empaña la imagen rebelde y libre del mítico personaje que supo “robarle a los ricos para darle a los pobres”. La acción transcurre en época de cruzadas, donde las disputas de poder por las tierras entre Inglaterra y Francia son cosa de todos los días. Entre tanta barbarie se encuentra Robin Longstride, alias Robin Hood (Russell Crowe) alejado de su ejército y acompañado por sus fieles compañeros guerreros. Sus dones patrióticos y códigos de hombría lo ubican en el lugar incorrecto en el momento justo, arriesgando su vida para salvar a su pueblo, Nottingham. Hay dos opciones a la hora de encarnar una película de reconstrucción histórica. Una es basarse en documentos reales, con datos específicos como fechas y nombres, buscando darle mayor veracidad al relato. La otra, apoyarse en la leyenda haciendo gala de los elementos míticos que conviertan a la historia en fábula o fantasía. Ridley Scott elige la primera opción, haciendo de su Robin Hood un drama épico. No por nada antes de realizar su versión de Robin Hood, dirige para la TV un documental llamado The Real Robin Hood (2010). Robin Hood con Russell Crowe es una película bélica muy diferente al film de aventuras que protagonizó Kevin Costner, por mencionar sólo un ejemplo de las tantas versiones cinematográficas sobre el héroe de arco y flecha. Se sabe que el director de Hanníbal (2001) siempre tuvo más cercanía hacia este tipo de relatos, en cuanto a films de reconstrucción histórica se trate; pensemos en 1492: La Conquista del Paraíso (1492: Conquest of Paradise, 1992) o la mismísima Gladiador (2000). En ese sentido, su Robin Hood está cargado de matices que tienen que ver más con códigos de lealtad y valentía -y patriotismo- que con ideales románticos como la libertad y el amor. Pero vale destacar que como film de guerra que es funciona, y bien: el relato esta repleto de estrategias militares, conspiraciones, traiciones, así como de batallas cuerpo a cuerpo y coreográficas peleas filmadas con un ritmo frenético sin desdeñar la estética sórdida propia del estilo autoral de Ridley Scott. Así, esta dupla ganadora del Oscar por Gladiador sigue intentando volver a sus fuentes y, de alguna manera, al film que tantos elogios les hizo cosechar. Lo cierto es que tal vez este personaje icónicamente ligado a otro tipo de historias no cuadre bien al realismo que Scott-Crowe le impusieron. Y, desde este punto de vista, seguiremos extrañando a Kevin Costner.
Medicina vs. Negocios Convencional, esquemática y previsible es Decisiones extremas (Extraordinary Measures, 2010). Lo que salva a la película de convertirse en un absoluto bodriaso es su afán en exponer el mecanismo de marketing que debe atravesar la medicina para conseguir que los grandes laboratorios norteamericanos financien la cura a una enfermedad terminal. John Crowley (Brendan Fraser) es un padre de buen corazón que tiene a dos de sus tres hijos con Pompe, una enfermedad genética terminal. Su desesperación lo lleva a encontrarse con el Dr. Robert Sonehill (Harrison Ford), un científico excéntrico que tiene la teoría de la cura pero no puede llevarla a cabo por falta de fondos. Mediante su persistencia empieza a hacer “lobby” en los grandes laboratorios para convencerlos de que financien la droga que posibilite la cura. Casi sin proponérselo Decisiones extremas expone el cruel mecanismo comercial que nuclea el sistema de salud en Estados Unidos. Con naturalidad y resignación el personaje de Brendan Fraser accede a vender literalmente los beneficios comerciales de conseguir la cura del Pompe a los laboratorios. No importa el factor humano, el “salvar vidas” en cuestión. Sólo importa su alcance en el mercado. Pero este padre de familia ante la desesperación en la que se encuentra hará lo posible por persuadir a los empresarios de la salud. Este elemento temático vuelve interesante a un film que intenta ser Un milagro para Lorenzo (Lorenzo's oil, 1992) sin conseguirlo claro, y promueve toda la sensiblería con golpes bajos incluidos de Erin Brockovich (2000). Decisiones extremas no está a la altura de ninguno de los films mencionados, sin embargo es el acento puesto en el negociado de la medicina norteamericana lo que le da cierta dignidad a la película. Otro punto alto es el duelo actoral que se produce entre los protagonistas Brendan Fraser y Harrison Ford. Sin salirse de los personajes habituales (esta es una película hollywoodense, con todos los clichés posibles) logran tener un par de duelos actorales en los que se sacan chispas. Su contraste de personalidades enriquece al film en la dosis justa. Basada en hechos verídicos, Decisiones extremas corre la misma suerte que los enfermos de Pompe en la película: No se curan pero al menos salvan su existencia.
Mi vida dentro del cine Las playas de Agnès (Les Plages D’Agnès, 2008) es un autorretrato en formato documental que la veterana realizadora Agnès Varda decide hacer sobre su vida al cumplir ochenta años de edad. Siempre implementando la imaginación artística, el film propone un repaso por sus películas y su vida personal que, según ella, van de la mano. Agnès Varda (Sin techo ni Ley) acaba de cumplir ochenta años, motivo que le sugiere hacer un repaso narrativo de su vida y obra. En ella estarán presentes sus películas, su marido Jacques Demy y los lugares que visitó y le proporcionaron distintas experiencias de vida. Pero considerada la abuela de la Novelle Vague, esta octogenaria realizadora no construye un documental tradicional sino un experimento visual que hace gala de su labor de cineasta, funcionando como un broche de oro hacia su obra. "Si se buscara dentro de la gente, se encontrarían paisajes. Si se buscara en mí, encontrarían playas". Esta es la primera incursión de la realizadora belga a cámara, que funciona como prólogo de la película en cuestión. Allí propone el espacio y el sonido a partir del cual narrará sus vicisitudes. Porque hay que empezar desde algún lugar y para Agnès Varda[ ese lugar son las playas. En la playa comienza a narrar su historia y es ahí mismo donde empieza un juego con la representación, entre espejos, fotografías y fragmentos de sus films, todo fusionado de manera tal que se entrecrucen los recuerdos con las sensaciones experimentadas cinematográficamente. Y no es casual para alguien que siempre tuvo una mirada artística del mundo, que recorrió lugares conociendo gente con una polaroid en la mano e hizo video instalaciones luego de que algún hecho dramático irrumpa en su vida. La muerte de su marido, las películas que no fueron, su experiencia en Hollywood, su presencia en la lucha feminista, sus pasos artísticos mediante instalaciones y, por supuesto, sus películas; son los retazos de una vida cinematográfica. Sin embargo Las playas de Agnès es una película no tradicional pero que mantiene el carácter experimental de su realizadora, siempre sin perder la emoción y el placer de aquellos momentos memorables de una vida dedicada al cine.
Pum para abajo Charlie Kaufman incursiona en la dirección con Todas las vidas mi vida (Synecdoche, New York, 2009) película que retrata mediante el estilo visual y narrativo del guionista de ¿Quien quiere ser John Malkovich?, la crisis existencial de un dramaturgo -alter ego de Kaufman- tan ambicioso como pesimista, que intenta hacer la obra de su vida. La realidad esta tan fusionada con la ficción que el propio film se convierte en demasiado ambicioso, perjudicando el resultado final del mismo. Caden Cotard (Philip Seymour Hoffman) es un dramaturgo a punto de estrenar su obra cumbre llamada Schenectady, New York. En ese momento sufre una crisis existencial que le provoca diferentes desestabilizaciones en su vida personal. Como artista que es, inmiscuye sus pesares en la obra dándole un tinte aún mas biográfico y melancólico a su puesta. Los acontecimientos siguen sucediéndose, los actores siguen sumándose -al conocer mas gente en su vida- y la obra sigue ensayándose eternamente sin nunca estrenar. Elementos surrealistas (una casa ardiendo en el fuego continuamente), flashbacks y flashforwards que se entrelazan en el presente una y otra vez sin distinguirse visualmente del tiempo del relato, son algunos de los rasgos autorales de Charlie Kaufman. Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal sunshine of the Spotless Mind, 2004), ¿Quieres ser John Malkovich? (Being John Malkovich, 1999) y El ladrón de orquídeas (Adaptation, 2002); son películas que tienen todas estas características y también la melancolía existencial con la que está atravesada la mirada de cada acontecimiento retratado. La búsqueda del amor verdadero en Eterno resplandor... y la crisis creativa en El ladrón de orquídeas. Quizás en este punto Todas las vidas mi vida se asemeje a este último film, no sólo en tema sino en la representación simbólica de su protagonista. Nicolas Cage en esa y Philip Seymour Hoffman en esta, vienen a representar el alter ego de Charlie Kaufman, un artista patético, nostálgico, hipocondríaco que no hace más que boicotear su propia vida y la de la gente que lo rodea. Sin embargo parece ser un gran genio. Pero es esta densidad –del personaje y del propio Kaufman- la que hunden al protagonista y al film en el más espeso y oscuro de sus pesares. Lo cierto es que Charlie Kaufman hace catarsis en su primer film en el rol de director. Catarsis que muchas veces hemos disfrutado en sus anteriores películas como guionista, pero que aquí padecemos por la consistencia con la cual está trabajada Todas las vidas mi vida. Quizás sus guiones tuvieron siempre este tinte fatalista y fueron los directores -Spike Jonze, Michel Gondry- quienes aportaron su estilo visual para convertirlos en películas mas ligadas a la fantasía. No lo sabemos, aunque si evitemos ver este film un domingo a la tarde.
La pasión del devenir La última película de la directora francesa Mia Hansen-Love, El Padre de mis Hijos (Le père de mes enfants, 2009) se centra en la figura de un productor de cine independiente interpretado por Louis-Do de Lencquesaing. A través de este personaje, se van configurando distintas acepciones acerca del trabajo, la pasión por el cine y la familia. El productor de cine Grégoire Canvel (Louis-Do de Lencquesaing) tiene un trabajo que lo apasiona. Su productora, Moon Films, ha contraído demasiadas deudas y tambalea., pero Grégoire quiere seguir para adelante cueste lo que cueste. Un día, no tiene más remedio que enfrentarse a la realidad, y su mujer e hijos asumirán las consecuencias de sus actos. Con una visión radical, la directora aborda el conflicto de este productor que realmente existió y que fue Humbert Balsan, responsable de Intervención Divina (Divine Intervention, 2002), entre otras. Pero lejos de ser una biografía, la película describe los sucesos que ocasionaron la debacle de la productora y las consecuencias en el productor y su familia. Esto está logrado mediante la distancia necesaria que toma Mia Hansen-Love de sus criaturas, jamás buscando una empatía hacia ellas por el espectador. Con este tratamiento aséptico de los conflictos, la realizadora francesa evita juzgar exigiendo un espectador activo que reflexione sobre lo expuesto. Otra noción fílmica que siembra El Padre de mis Hijos es la transmisión de sensaciones a partir de los climas generados. No hay una narración con progresión dramática que lleve a ciertas conclusiones inevitables, es justamente todo lo contrario, aquello que no se dice, pero que se muestra repetida –y repentinamente- es lo que origina la tensión y angustia en la platea. Y en este aspecto la película sorprende. Sorprende en su intención de no mostrar las causas sino las consecuencias que dejaron al productor y su familia el derrumbe de la productora, y con ella del cine independiente como insinuación ya que, como venimos diciendo, la película no dice sino muestra, describe y las conclusiones quedarán en manos del espectador. Allí radica la inteligencia del film, dejando paso al devenir por sobre el decir. El Padre de mis Hijos pareciera estar detenido por momentos narrativamente, pero en ese “no sucede nada” el mundo se desmorona para una familia que a la vez debe continuar con su vida. Como en los grandes filmes independientes, el tiempo transcurre y es, en ese transcurrir, donde se aprecian las sensaciones que el cine puede dejarnos.
El Negocio del Arte La película de Lino Pujía, La muestra (2009) narra las peripecias con las que se topa un artista plástico y su familia al tratar de exponer su obra. Mediante esta anécdota personal, en clave de tragedia, se vislumbran los pormenores y negociados que existen entre la producción y la difusión del arte. Antonio Pujía se interpreta a si mismo, para narrar mas de cerca su odisea por hacer una muestra de su obra. Su mujer y sus dos hijos Sandro y Lino (director de la película) son quienes impulsan el proyecto luego de los obstáculos presentados, demostrando que la obra de un artista sólo puede interesarle a los expositores si produce dinero para sus bolsillos. La idea de docudrama deambula por el relato, debido a que son los mismos protagonistas del hecho real, los que protagonizan la película reconstruyendo los acontecimientos. Y no es casual, hay todo un juego propuesto desde el comienzo por el director Lino Pujia, hijo del artista plástico, que conjuga lo extraordinario de la realidad (lo sucedido para llegar a la muestra en el Museo Sivori) y lo anecdótico de la ficción, con el texto que da comienzo al film remarcando “Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia”. La banda sonora juega un papel esencial en la estructura del relato. Las óperas “Carmen” de George Bizet, “Le chant des titans” de Gioachino Rossini y “Il ritorno d’ Ulisse in patria” de Claudio Monteverdi; son algunos de los ejemplos que le dan al film una suerte de aire trágico en la figura del artista luchando por hacer pública su obra. La temática de la película La muestra viene a mostrar –valga la redundancia- los variados obstáculos que impone un negocio planteado en función del arte, dejando llegar a las galerías sólo a aquellos que cuentan con el dinero para hacerlo. La unión familiar será imprescindible para lograr el cometido buscado. Pero quizás lo más interesante del film viene a reflejarse en el caso de Antonio Pujía como ejemplo de la labor del artista. El trabajo de la producción y la difusión que deberían ir de la mano, parecen estar cada vez mas separados. La producción representada como una labor personal, costosa que personifica toda una vida de trabajo y esfuerzo dedicado al arte; mientras que, por otro lado, los innumerables problemas de difusión que no permiten al creador exponer su trabajo al público y con ello mostrarse como artista. Paradójico es el caso del film, como producto artístico y cultural que -si bien el esfuerzo de su realización requiera tal vez otra película- se estrena sólo en la sala Gaumont de los Espacios Incaa, con una sola copia. El problema de la difusión que plantea la película sigue con ella y así, la odisea continúa.
Robert De Niro en su mejor nivel Hacía tiempo que no veíamos al actor de Casino (1995) en un papel acorde al gran nivel que posee. En Están todos bien (Everybody's Fine, 2009), donde interpreta el mismo rol que hiciese Marcello Mastroianni en el film Stanno tutti bene (1990), de Giuseppe Tornatore, vuelve a su mejor forma en años, demostrando una vez más, que es el actor contemporáneo más sobresaliente de la meca del cine. Frank (Robert De Niro) es un jubilado viudo que espera a sus hijos para una cena familiar. A última hora, todos le cancelan y Frank decide armar las valijas e ir a visitarlos uno a uno. En ese viaje descubrirá que no sólo los kilómetros lo distancian de su hijos sino también los problemas de comunicación que arrastran de hace años. Están todos bien es una remake libre del film que el italiano Giuseppe Tornatore realizó en 1990, justo después de Cinema Paradiso (1988) llamado Stanno tutti bene. Si bien aquella película se centraba en el personaje de Matteo (Marcello Mastroianni), que al visitar a sus hijos va luchando con los fantasmas del pasado que lo acosan, con toques surrealistas incluidos; Están todos bien se plantea como un drama de familia disfuncional, donde el tema de la comunicación reúne el peso dramático de la historia. Frank trabajó toda su vida en una compañía telefónica recubriendo los cables de comunicación de poste a poste. Su objetivo de tan arduo trabajo, era que sus hijos cumplieran sus objetivos, razón que justificaba el sacrificio. Pero esos mismos cables que unían tantas comunicaciones –y con ellas kilómetros de distancia- funcionan como metáfora paradójica de la incomunicación de Frank con sus hijos. El film está articulado a partir de la visión de Frank, el espectador accede a la información a través de él. Pero no toda la información llega tan espontáneamente a Frank, siendo él todo un técnico en asegurar las comunicaciones entre personas. Algo se esconde, algo no se dice entre sus hijos y él. Hay cuestiones ocultas que se irán revelando con el transcurso de la trama. Robert De Niro interpreta con maestría a este jubilado viudo y sin sueños que no supo terminar de comprender a sus hijos. Este actor sesentón se carga el film al hombro expresando todo lo que le sucede en su rostro, en sus gestos y movimientos. Hay escenas que se resuelven con un primerísimo primer plano del gesto de Robert De Niro, suficiente para transmitir sensorialmente todo lo necesario para conmover a la platea. El actor de Buenos Muchachos (Good Fellas, 1990) regresa con este drama familiar a su mejor actuación en años, interpretando a un hombre común -no es un enfermo como en Despertares (Awakenings, 1990) ni un boxeador como en Toro Salvaje (Raging Bull, 1980)- pero es en ése pequeño rol que vuelve a explotar todo su potencial, demostrando una vez más, que no hay personaje sobre la tierra que no pueda interpretar. Nosotros, agradecidos.
Deleite cinematográfico Se sabe: Martin Scorsese, además de ser uno de los más importantes realizadores contemporáneos, es un conocedor fanático de la historia del cine. En La isla siniestra (Shutter Island, 2010) apela a todos los recursos cinematográficos para darle al espectador un curso sobre realidad y representación, esa simbiosis que produce la magia del cine. Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) es un policía enviado a Shutter Island, una institución psiquiátrica donde se albergan a los más peligrosos criminales demenciales, tras la pista de una misteriosa desaparición. En ella se irán desencadenando extraños sucesos que afectan la cordura de Teddy al mezclarse los hechos sucedidos con sus traumas del pasado. El film comienza en el barco hacia Shutter Island, nos traslada junto con el personaje que interpreta Leonardo DiCaprio, quien está en el baño descompuesto y mirándose al espejo. A través del mismo, y en un inteligente mecanismo de identificación que nos propone Scorsese, Teddy nos devuelve la mirada a nosotros espectadores. Scorsese ya había utilizado este recurso enunciativo con Robert De Niro mirando el espejo retrovisor del taxi que conducía en Taxi Driver (1976). Lo que este momento del film pone en evidencia, es el dispositivo cinematográfico. La mirada que condiciona la noción de realidad en el film, va a ser la mirada del protagonista. No importará mucho cuál sea la veracidad de los acontecimientos en la narración, sino cómo Teddy los mira. Este juego de realidad y representación, es la base del dispositivo cinematográfico en el sistema clásico que utiliza Hollywood desde su época de oro. Su funcionamiento consistía en ocultar todo artificio que nos demuestre que estamos frente a una representación. De este modo tomamos la representación como realidad. Es por ello que La isla siniestra, luego de ese juego de miradas, propone una historia clásica en su construcción, para hacer entrar lentamente al espectador en la isla en cuestión y los desconcertantes sucesos que allí ocurren. Primer engaño. Una vez que Martin Scorsese expone mediante este recurso al enunciador (o sea Teddy) el clasicismo atrapa por completo al espectador. A partir de allí, el director de Cabo de Miedo (Cape Fear, 1991) vuelve a engañar al espectador incluyendo elementos surrealistas que subrayan la subjetividad del protagonista, como si lo demás que estamos viendo en pantalla no dependiera de ella. Segundo engaño. Y lo grandioso, es que mas allá de percibir -o no- todos los "trucos" cinematográficos -en el buen sentido- utilizados para atrapar al espectador, el espectador termina rindiéndose al placer audiovisual que provoca el film, dejándose llevar por la historia y gozando con ella de principio a fin. O sea, dejándose engañar. La magia del cine. Desde este punto de vista, La isla siniestra produce el mismo efecto que El Resplandor (The Shining, 1980) dirigida por Stanley Kubrick. Una historia de terror y locura que en manos de cualquier otro cineasta hubiera sido un film de género mas, pero gracias al aporte de su realizador -en este caso Martin Scorsese- termina siendo una obra que además de entretener habla del cine desde el cine. Quizás con el tiempo se convierta en clásico también.