Anexo de crítica: En Lazos de Sangre (Winter´s Bone, 2010) la realizadora Debra Granik esquiva lo que podría haber sido un típico melodrama exacerbado del cine independiente y ofrece en cambio una especie de film noir naturalista acerca de las consecuencias de la endogamia, la pobreza y la estupidez que aún hoy caracterizan a ciertas regiones de Estados Unidos. Si bien aquí no encontraremos nada que no se haya visto en innumerables ocasiones, la propuesta sobrepasa a gran parte del Hollywood contemporáneo en cuanto a desarrollo general y autenticidad…
Elogio de la idiotez Sólo con ver el trailer uno podía deducir que El Avispón Verde (The Green Hornet, 2011) prometía ser una de las peores películas del año: el producto final no cae tan bajo aunque tampoco se aleja de la mediocridad más absurda. Estamos hablando de la adaptación cinematográfica de un justiciero estadounidense -no muy popular por estas pampas- que debutó en radioteatro allá por 1936 para luego extenderse hacia seriales fílmicos, comics y la tira televisiva de la década del ´60, su encarnación más recordada. Con Van Williams como el héroe y el inmortal Bruce Lee como su fiel asistente Kato, la propuesta pretendía aprovechar el gran éxito de su hermana gemela Batman pero apenas si duró 26 episodios. Por supuesto que la mayoría de los productores de Hollywood carecen de ideas y suelen divagar con apellidos que entran y salen de cualquier proyecto sin la más mínima coherencia, no obstante contratar a Seth Rogen para protagonizar y escribir el guión de una parodia símil Kick-Ass (2010) supera todas las expectativas en lo que a despropósitos se refiere: su intervención inmoviliza el relato debido a su incapacidad de construir por lo menos una escena creíble en donde encontremos algún tipo de historia que hilvane la eterna repetición del mismo chiste (una y otra vez se insiste con el cliché del niño rico y arrogante que no sabe cómo encarar el “hobby” que comparte con Kato, eso de combatir al crimen). La característica distintiva que ha sobrevivido del convite original es precisamente la más patética: al igual que en el pasado, el carismático responsable de componer al secuaz, en esta ocasión Jay Chou de La Maldición de la Flor Dorada (Man cheng jin dai huang jin jia, 2006), termina opacando al vigilante enmascarado del título. De hecho, es el único intérprete cuya labor merece ser destacada ya que el desempeño del resto del elenco genera un poco de vergüenza ajena (Tom Wilkinson, Edward James Olmos, Christoph Waltz y Cameron Diaz deambulan perdidos en una trama carente de encanto y/ o interés). El seudo humor de Rogen es de una precariedad absoluta y se queda en un triste elogio de la idiotez. En buena medida Michel Gondry también consigue salir inmune, aquí en su quinto opus luego del díptico con Charlie Kaufman, Human Nature (2001) y Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004), y el par en solitario, Soñando Despierto (La Science des Rêves, 2006) y Rebobinados (Be Kind Rewind, 2008). Si bien el director regala un puñado de prodigiosos detalles visuales, a decir verdad hay que aguardar hasta el desenlace para disfrutar de su imaginación a pleno y cuando llegan los créditos el daño acumulado resulta irremediable. Esperemos que Rogen regrese a los roles secundarios, en los que su inexpresividad y su falta de talento pasan más desapercibidas…
Bálsamos del escapismo Cuesta creerlo pero a sus 75 años el extraordinario Woody Allen nos ofrece su opus número 41, un verdadero récord en el terreno de la productividad cinematográfica que nos obliga a formular algunas consideraciones respecto a los dos macro períodos de su carrera. Prácticamente todos los fundamentalistas abrazan con nostalgia la etapa de la explosión creativa, la cual abarca las primeras propuestas y a su vez se divide en los “años Diane Keaton” (década del ´70) y los “años Mia Farrow” (década del ´80): a lo largo de este tramo se aglutinan las realizaciones más valiosas del neoyorquino, sus obras maestras atemporales. Durante los cuatro lustros posteriores asistimos a una catarata algo errática de films que, aun conservando una enorme calidad e inteligencia, sin dudas dejan de lado aquellas inquietudes experimentales del ayer. De hecho, el rasgo distintivo de la etapa de la compulsión laboral pasa por la exacerbación y maximización de elementos ya presentes. Sólo si se acepta este estado de cosas se podrá disfrutar de películas tan exquisitas como Conocerás al Hombre de tus Sueños (You Will Meet a Tall Dark Stranger, 2010), un más que generoso oasis en medio de la andanada pasatista contemporánea. En términos concretos Allen regresa a Londres aunque se mantiene lejos de su anterior “trilogía criminal británica”, compuesta por Match Point (2005), Scoop (2006) y El Sueño de Cassandra (Cassandra´s Dream, 2007): superando con creces a la todavía inédita en Argentina Whatever Works (2009) y en especial recobrando el nivel de Vicky Cristina Barcelona (2008), aquí el director saca a relucir un nihilismo curiosamente tolerante para con esos placebos cotidianos que -a caballo del absurdo y la irracionalidad- nos hacen la existencia un poco menos cruenta y mucho más soportable. Las ironías del destino y el devenir caótico de la vida se unen a los bálsamos del escapismo y el inefable poder de la ilusión. La historia funciona como una comedia negra de relaciones y gira alrededor de dos matrimonios con fecha de vencimiento, el de Alfie Shebritch (Anthony Hopkins) y Helena (Gemma Jones), y el de la hija de ambos, Sally (Naomi Watts), con Roy Channing (Josh Brolin). Alfie pretende recuperar la juventud perdida y para ello abandona a Helena, quien pronto entra en una crisis que la lleva a caer bajo las garras de Cristal (Pauline Collins), una adivinadora de la fortuna/ consejera espiritual que le comunica exactamente lo que quiere oír. Mientras su padre sorprende a todos casándose con una prostituta llamada Charmaine (Lucy Punch), Sally se siente frustrada porque desea un hijo y ve con buenos ojos a su jefe Greg (Antonio Banderas), propietario de una famosa galería de arte. Su esposo Roy tampoco se queda atrás en lo referido a esperanzas maltrechas: en el eterno periplo de terminar su segunda novela, trata de acercarse a su bella vecina hindú, Dia (Freida Pinto). A pesar de que quizás el recurso del locutor en off por momentos peca de redundante, el desarrollo de personajes y la amplia riqueza de los mismos justifican de sobra la estructura narrativa y de paso ratifican a Allen como un gran virtuoso del relato coral (así es cómo su talento para la dirección de actores y el retrato de los engranajes de la seducción corre a la par del excelente desempeño del elenco). El registro habitual de los diálogos, orientado hacia los remates cortantes, en esta ocasión está atenuado en consonancia con un tono un poco más trágico, no tanto por el contexto específico sino por el realismo y la mesura necesarias para construir con franqueza una pluralidad de protagonistas atravesados por la melancolía: recordemos que la insatisfacción y el fantasma permanente de la muerte juegan un papel central y no pueden ser obviados, de esta forma la felicidad se nos aparece como pasajera debido a que la risa tiene su costo y jamás llega sin una dosis similar de lágrimas.
Anexo de crítica: Esta anomalía absoluta que nos llega desde Uruguay combina con perspicacia El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999), Rec (2007) y hasta elementos varios de Psicosis (Psycho, 1960). El director Gustavo Hernández obtiene un buen desempeño por parte del elenco, se luce en la puesta en escena y sabe camuflar sutilmente los cortes para hacernos creer que su opera prima está filmada de corrido en una única toma. En síntesis, estamos ante una película que merece nuestro apoyo tanto por su eficacia concreta como por la valentía de encarar/ enarbolar un género como el que hoy nos ocupa. Queda claro que por una vez las buenas intenciones dejan sus frutos y todos salen ganando: el público descubre que se puede producir terror digno en el sur, la crítica se sacude la modorra típica de su ombliguismo y los responsables demuestran que un presupuesto limitado no es obstáculo de nada si se cuenta con una pizca de inteligencia…
Cleptomanía culinaria Desde hace más de dos décadas Hollywood está obsesionado con recrear cuanto producto familiar o infantil haya quedado en el inconsciente colectivo de generaciones pasadas con la presunta certeza de apostar a seguro: el razonamiento de los popes de los estudios parece ser “si ayer funcionó, con algo de chapa y pintura hoy también debería satisfacer las expectativas”. De esta forma se dan cita dos problemas mayúsculos que pasan por la “chapa y pintura” (guiones lastimosos que rebozan mediocridad) y ese inefable “debería satisfacer las expectativas” (sin un verdadero análisis se elige materia prima sumamente anacrónica). Así las cosas, propuesta tras propuesta que llega a la pantalla grande no hace más que defraudar en esta doble vertiente que abarca las características del opus originario y la triste incompatibilidad al momento de la adaptación. Para colmo de males la situación empeora por el desgano y la desidia que suelen manifestar los realizadores de tales engendros: todo lo anterior nos obliga a admitir que El Oso Yogi (Yogi Bear, 2010), si bien tan limitada y leve como cabría esperar, por lo menos no cae en los bajos fondos de otros desastres recientes del género y resulta prácticamente inofensiva para los pequeños, su nicho natural. En términos históricos los cartoons de la factoría comandada por William Hanna y Joseph Barbera fueron siempre ninguneados por la competencia (a pesar del éxito televisivo de sus múltiples obras, la Disney y la Warner Bros. nunca los tomaron demasiado en serio en lo que a calidad se refiere). De hecho, el film que hoy nos ocupa es una especie de copia al carbónico -aunque remixada- de un típico capítulo de aquella tirada inicial de los ´60: Yogi y Boo Boo deben ayudar al Guardia Smith a frustrar el plan del Alcalde Brown, quien pretende talar el Parque Jellystone para sanear las cuentas y postularse para gobernador. Las modificaciones en realidad son mínimas: ahora el otrora enemigo se convierte en aliado, tenemos un interés romántico para Smith y el mensaje ecologista aparece en primer plano. Eric Brevig, un encargado de efectos especiales devenido director, aquí en su segundo intento luego de Viaje al Centro de la Tierra (Journey to the Center of the Earth, 2008), sabe aprovechar los CGI, impone un ritmo narrativo aceptable y sobre todo se mantiene fiel al diseño original de personajes. Por supuesto que la apelación a latiguillos y fórmulas gastadas termina destruyendo el encanto retro de tanta cleptomanía culinaria…
Anexo de crítica: Estamos ante un interesante drama moral símil Krzysztof Kieslowski que le pega duro a la incomunicación, el individualismo y las estructuras del poder. Con un gran desempeño por parte del realizador Nuri Bilge Ceylan, el film de por sí constituye una verdadera rareza: no siempre arriban a la cartelera porteña representantes de la cinematografía turca…
Anexo de crítica: La verdad es que genera un poco de vergüenza ajena que Florian Henckel von Donnersmarck, realizador de La Vida de los Otros (Das Leben der Anderen, 2006), sea el máximo responsable de una propuesta tan fallida como El Turista (The Tourist, 2010), suerte de thriller romántico que pretende rescatar los films de espionaje de la década del ´50 pero sin la más mínima pasión o encanto. Angelina Jolie y Johnny Depp están en piloto automático, la narración no ofrece sorpresas y el preciosismo visual apenas si funciona como un aliciente…
Carisma y levedad Antes que nada conviene llamar a las cosas por su nombre y no andar con eufemismos: Los Viajes de Gulliver (Gulliver´s Travels, 2010) es el típico producto hollywoodense que toma prestada una premisa cualquiera, en este caso extraída de la inmortal obra de Jonathan Swift, con vistas a explotarla en tanto vehículo a la medida de la estrella de turno. En un contexto de estas características el éxito o el fracaso depende de la capacidad de los responsables de mantener una mínima dignidad y no traicionar a un público ATP adepto a los lugares comunes, los chistes previsibles y esa recurrente catarata de efectos digitales. Otro factor importantísimo para poder disfrutar del convite pasa el simple gusto personal de cada espectador: si el protagonista no resulta simpático la experiencia en su conjunto puede volverse en extremo insoportable. Por cierto actualmente no debe existir intérprete que divida más las aguas que Jack Black, un verdadero “tómelo o déjelo” cinematográfico. El actor de maravillas como Escuela de Rock (The School of Rock, 2003), Nacho Libre (2006) y Rebobinados (Be Kind Rewind, 2008) es en sí mismo un cúmulo de referencias musicales, televisivas y de cultura pop en general que no siempre son aceptadas por todos. Como la trama es archiconocida sólo diremos que ahora Lemuel Gulliver (Black) es un triste empleado de correos que -fruto de su amor por Darcy Silverman (Amanda Peet)- termina con el encargo de escribir una nota acerca del Triángulo de las Bermudas. Desde ya que pronto se pierde con su embarcación en medio de una terrible tormenta y sin quererlo arriba a Lilliput, una tierra en la que será un gigante entre diminutos seres humanos. El limitado guión de Joe Stillman y Nicholas Stoller deja bastante que desear y los mejores momentos del film dan la sensación de que han sido improvisados por el estupendo elenco. De hecho, Emily Blunt como la Princesa Mary y Chris O´Dowd como el malvado General Edward colaboran contrapesando el carisma visceral de Black. El anodino Rob Letterman, en su tercer opus luego de Monstruos vs. Aliens (Monsters vs Aliens, 2009) y El Espanta Tiburones (Shark Tale, 2004), sustituye el tono satírico del original por una prudente levedad que no molesta pero tampoco despierta demasiado entusiasmo. Si bien los CGI cumplen para el nivel contemporáneo, el doblaje al castellano es paupérrimo: aún así se agradecen las hilarantes alusiones a Star Wars (1977), Titanic (1997) y Kiss de Prince…
Feminismo de barricada Si de exploitation de venganza exacerbada se trata quizás el más infame sea Day of the Woman (1978), un film mucho más conocido bajo el título que le asignaron unilateralmente los distribuidores, I Spit on Your Grave: hablamos de un clásico de culto que en su momento funcionó como una mixtura de Amarga Pesadilla (Deliverance, 1972) y Perros de Paja (Straw Dogs, 1971), aunque realizada dentro de las limitaciones presupuestarias de The Last House on the Left (1972). Allí la fórmula narrativa prototípica del subgénero era llevada al extremo de la crudeza a través de prolongadas secuencias de violación y tortura. Desde ya que aquella obra no era ninguna maravilla pero cumplía en su pretensión de shockear gracias a una innegable autenticidad, pocas veces alcanzada por el cine: se podría afirmar que compensaba sus deficiencias generales con un discurso feminista de barricada que pintaba muy bien la idiotez de los hombres y de paso nos ofrecía un relato austero de revancha. La remake que hoy nos ocupa es una “versión corregida” de la original, en esencia un verdadero triunfo en lo que respecta a la difícil tarea de aggiornar la propuesta y no perder de vista ese eje vinculado a un ajusticiamiento tan necesario como inexorable. La trama mantiene todos los elementos centrales: Jennifer Hills (Sarah Butler) es una joven escritora que alquila una remota cabaña en busca de paz para escribir su novela. Dicha tranquilidad se derrumba cuando un grupo de hombres la ataca y viola, aún así logra salir viva del trance y pronto decide emparejar la situación con estos pajueranos inmundos, representantes de la hipocresía y la misoginia. Las novedades más significativas pasan por la correcta labor del elenco, una mejora en la puesta en escena del asalto, la introducción de un quinto agresor y una vuelta de tuerca a la El Juego del Miedo (Saw) llegando el final. Nuevamente la simpleza de la historia y el escueto desarrollo de personajes son factores que están compensados por la brutalidad expresiva y un tono seco que presenta sin maquillaje coyunturas verosímiles que no pretenden contentar al público casual. Por suerte el director Steven R. Monroe y el guionista Stuart Morse esquivan los errores de Meir Zarchi, incluida la secuencia moralista de la iglesia, y permiten que cada cual maneje su estómago a gusto: es casi imposible que alguna mujer se ofenda por esto y sólo los estreñidos pueden objetar un producto eficaz que se despega del promedio contemporáneo. Siguiendo la senda de anomalías en el terreno de las remakes como Despertar del Diablo (The Hills Have Eyes, 2006), La Venganza de la Casa del Lago (The Last House on the Left, 2009) y La Epidemia (The Crazies, 2010), la película suplanta el realismo símil documental y demasiado tosco de la primera por climas de suspenso bastante inteligentes y protagonistas repugnantemente precisos (en este contexto se hacen más patéticos los argumentos que suelen esgrimir los psicópatas para justificar sus crímenes). Escupiré sobre tu Tumba (I Spit on Your Grave, 2010) hasta se juega trocando el cuchillo por las tijeras…
Anexo de crítica: Apenas por encima de los patéticos productos de la Disney, Noches de Encanto (Burlesque, 2010) sólo sirve para poner de manifiesto dos circunstancias irrefutables: el pop en sus últimos 20 años ha caído hasta un nivel francamente lastimoso y Cher asesina desde el comienzo a Christina “alaridos insoportables” Aguilera (decir que la opaca es reducir el asunto, la supera en todos y cada uno de los rubros). Plagada de estereotipos, extensa a más no poder y con una triste dirección del inoperante Steve Antin, la película pretende enarbolar un espíritu de “bohemia retro” pero termina demostrando que el musical es un género que requiere de mucho más talento…