Anexo de crítica: En esencia otro ejercicio de estilo por parte del hiperquinético Danny Boyle, 127 Horas (127 Hours, 2010) es una propuesta interesante que desagradará al público casual por sus obvias limitaciones en cuanto al orden del contenido. El realizador utiliza la diminuta anécdota de un montañista atrapado en un cañón de Utah como excusa para desplegar su artillería visual basada en una intrincada manipulación de la imagen. Ahora bien, si se dejan de lado los prejuicios y se acepta esta celebración del artificio se podrá disfrutar de un film amable que apenas si se ubica por debajo de Slumdog Millionaire (2008)...
Anexo de crítica: Soy el Número Cuatro (I Am Number Four, 2011) es un producto paupérrimo dirigido al público adolescente y cortesía del tándem D. J. Caruso/ Michael Bay, dos verdaderos expertos en hamburguesas cinematográficas que ni siquiera saben bien. La historia del elegido ya la hemos visto cientos de veces, la catarata de lugares comunes termina aburriendo y sólo la actuación de Timothy Olyphant merece ser rescatada de la debacle…
Anexo de crítica: Cuando nadie lo esperaba David O. Russell regresa a lo mejor de su carrera con El Ganador (The Fighter, 2010), una excelente propuesta cargada de humor, energía y esplendorosa vitalidad. Si bien ya hemos presenciado en innumerables ocasiones la historia del boxeador de origen humilde y corazón de oro que supera sus múltiples dificultades, aquí tenemos un balance perfecto entre film deportivo y melodrama familiar (todo sazonado con arrebatos de comedia costumbrista a la estadounidense). La labor del elenco es en verdad extraordinaria, destacándose lo realizado por Mark Wahlberg, Christian Bale, Amy Adams y Melissa Leo. Como si se tratase de una vieja y querida canción que adquiere nueva vida en manos de virtuosos, la película resulta una prodigiosa anomalía en el ámbito de la redención profesional…
Porno, sangre y depredadores prehistóricos Desde hace tiempo Alexandre Aja se viene consolidando como un artista de género a tener en cuenta, uno de los pocos realizadores que sabe manejar los resortes de los relatos mainstream sin descuidar el apartado visual y la coherencia interna. Su carrera hasta la fecha ha sido sumamente ecléctica, el francés abarca todas las vertientes: desde el drama de ciencia ficción de su opera prima Furia (1999), pasando por el terror psicológico de Alta Tensión (Haute Tension, 2003) y el slasher de Despertar del Diablo (The Hills Have Eyes, 2006), hasta la historia de fantasmas vengadores de Espejos Siniestros (Mirrors, 2008). No podemos obviar la circunstancia de que sus méritos se duplican debido a que hoy estamos ante su tercera remake consecutiva: la muy enajenada Piraña 3D (Piranha 3D, 2010) es una reinterpretación de aquel clásico de culto de 1978 dirigido por Joe Dante y producido por Roger Corman que a su vez funcionaba como un simpático rip-off de Tiburón (Jaws, 1975). A partir de un guión de Pete Goldfinger y Josh Stolberg, Aja construye un parque de diversiones desproporcionado en donde los elementos centrales son el sol, las mujeres ligeras de ropa y los pequeños depredadores prehistóricos del título. La película en sí es una combinación extremadamente eficaz entre comedia y horror, siempre orientada a ridiculizar de una forma bastante brutal la estupidez e ignorancia del norteamericano promedio de espíritu parrandero. También puede ser leída como una parodia/ homenaje al gore moralista de desnudos de la década del ´80, en el cual todos los personajes de vida licenciosa tenían un deceso espeluznante y sólo el protagonista virginal vivía para contar lo sucedido (por supuesto hasta el inicio de la ineludible secuela, cuando lo asesinaban para pasar la posta a un colega y recomenzar el ciclo de la cacería suprema). En el preciso instante en que un pueblito de Arizona está atiborrado de turistas por las vacaciones de primavera, un movimiento sísmico en el fondo del Lago Victoria libera a miles de pirañas que han sobrevivido a través de los siglos mediante el canibalismo. De hecho, durante la primera escena hay un cameo de Richard Dreyfuss que nos permite avizorar el resto: el tono cínico y el ritmo frenético casi nunca se han llevado tan bien en términos generales, aquí incorporando una gran utilización de las tres dimensiones con referencias onanistas al porno, el machismo, la muerte, el espectáculo y la degradación. Queda claro que la eficiencia del convite se deriva en parte de un elenco de una extraordinaria singularidad: Elisabeth Shue, Ving Rhames, Jerry O´Connell, Eli Roth y Christopher Lloyd colaboran en el “vale todo” de una propuesta exacerbada que no siente la más mínima culpa y se asume portadora de una locura tan hilarante como vital (hay desde ballets de pechos subacuáticos hasta penes regurgitados hacia cámara). Aja se confirma como un entusiasta perspicaz del despropósito y nos ofrece un festival clase B que le rinde tributo al cine trash, así el sexo y las masacres se entremezclan con la gloriosa anarquía.
Las ironías de la memoria La nueva obra del talentoso Jaume Collet-Serra lo ubica en una posición inmejorable dentro del Hollywood contemporáneo, siempre repleto de asalariados que en última instancia demuestran ser incapaces de redondear una propuesta en verdad interesante: lo que el catalán hizo con el slasher en La Casa de Cera (House of Wax, 2005) y con el suspenso en La Huérfana (Orphan, 2009), aquí lo repite con el thriller de espionaje en la maravillosa Desconocido (Unknown, 2011), otro ejemplo del camino que debería transitar el cine de género. Concretamente nos referimos a una estrategia orientada a trabajar la tensión narrativa desde un registro realista, dinámico, cauteloso y con explosiones aisladas de furia. En un principio la historia parece seguir los pasos de Búsqueda Frenética (Frantic, 1988) de Roman Polanski para rápidamente virar hacia un cóctel muy lúcido de Intriga Internacional (North by Northwest, 1959), El Hombre que Sabía Demasiado (The Man Who Knew Too Much, 1956) y algunos leitmotivs extraídos de la trilogía del inefable Jason Bourne. El Doctor Martin Harris (Liam Neeson) y su esposa Elizabeth (January Jones) llegan a Berlín por primera vez para una conferencia sobre biotecnología pero la estadía resulta un tanto difícil debido a que se olvidan la valija con los pasaportes en el aeropuerto y encima el señor termina en coma en un hospital producto de un accidente automovilístico. Grande será su sorpresa cuando al despertar descubra que padece amnesia parcial, su mujer no lo reconoce y otro hombre ha asumido su identidad. Con la asistencia de Gina (Diane Kruger), la taxista que le salvó la vida, y Ernst Jürgen (Bruno Ganz), un investigador privado y ex miembro de la Stasi, hará todo lo posible para recuperar su pasado y eventualmente enfrentar a un dúo de sicarios implacables que no dejan de perseguirlo. Como puede apreciarse el elenco aglutina apellidos de renombre de distintas nacionalidades en un ensamble que funciona a la perfección dentro de los parámetros clasicistas del guión de Oliver Butcher y Stephen Cornwell a partir de una novela de Didier Van Cauwelaert. Si bien se agradecen las pequeñas participaciones de Frank Langella y Sebastian Koch, de nuevo el que se lleva las palmas a pura serenidad y eficacia es Liam Neeson: el protagonista ayuda al director a asentar el verosímil en un espíritu retro que incluye un desarrollo progresivo del enigma principal, una puesta en escena meticulosa, mucha profesionalidad en los rubros técnicos y un puñado de elaboradas secuencias de acción. Collet-Serra esquiva el facilismo del torbellino hiperquinético y construye en cambio una pesadilla acerca de las ironías de la memoria con una vuelta de tuerca final a la Alfred Hitchcock que en términos prácticos homenajea a aquellos queridos MacGuffins del inglés.
Anexo de crítica: El extraordinario Darren Aronofsky vuelve a sorprender con El Cisne Negro (Black Swan, 2010), una fascinante mixtura de Las Zapatillas Rojas (The Red Shoes, 1948) y Repulsion (1965). Ya desde el mismo prólogo queda explícito que no seremos testigos de un proceso de enajenación progresiva sino más bien de la manifestación visual de un desfasaje interno: respetando los parámetros del nihilismo a la Stanley Kubrick, todo está perdido desde el comienzo por lo que se torna imperativo trasladar en imágenes la esquizofrenia elemental (así la creatividad y el talento pasan al servicio del horror más sutil, el de la represión engendrada por innumerables ataques externos). Mientras que El Luchador (The Wrestler, 2008) era una obra humanista acerca de un deporte marginal, aquí tenemos su opuesto exacto, una pesadilla freudiana con ribetes existencialistas y tono claustrofóbico sobre un arte extremadamente snob. La labor de Natalie Portman y la secuencia final de la “transformación” son en verdad apabullantes…
Anexo de crítica: Bajo la apariencia de subvertir los resortes del western imponiendo a una niña como protagonista, los hermanos Joel y Ethan Coen en realidad construyen su película más ortodoxa hasta la fecha: la joven reúne todos los típicos rasgos masculinos, la estructura sigue el derrotero tradicional del género y el humor característico del dúo está administrado con cuentagotas. Tan fundamentalista como eficaz, Temple de Acero (True Grit, 2010) se destaca en especial por sus excelentes diálogos y la maravillosa actuación de Jeff Bridges...
Anexo de crítica: No hay nada particularmente destacable en la prolija El Discurso del Rey (The King´s Speech, 2010) salvo la correcta actuación de Colin Firth y la prodigiosa presencia de Geoffrey Rush, quien por cierto haciendo de sí mismo le pasa el trapo al susodicho. Sin lugar a dudas el realizador Tom Hooper había demostrado una mayor valentía en Longford (2006), aquí apenas si entrega una película tan conservadora y acrítica como cabía esperar en función de todas las atenciones recibidas por parte de la Academia...
Seminario de exorcismo para escépticos A esta altura podemos afirmar que Mikael Håfström desarrolló su carrera en Hollywood siguiendo un recorrido formalmente similar al de su itinerario sueco: tenemos ante nosotros un puñado de films que abarcan distintos géneros y se caracterizan por una fotografía preciosista pero moderada, un discurso bien definido y una correcta labor por parte del elenco. Dentro del pelotón de los directores meticulosos aunque nunca deslumbrantes, el hombre una y otra vez ha sabido sobrellevar con dignidad la pobreza de los guiones, esa clásica afección -en extremo contagiosa- que padecen los representantes de su fraternidad. Tanto Descarrilados (Derailed, 2005) y 1408 (2007) como la por aquí inédita Shanghai (2010) fueron productos nobles que alcanzaron sus metas ofreciendo exactamente lo que prometían. El Rito (The Rite, 2011) es una realización respetuosa para con la inteligencia del espectador y eficaz desde el punto de vista de los resortes prototípicos del terror, hoy sin duda inclinados en pulso hacia el suspenso: trabajando el tópico de las posesiones demoníacas, la película toma prestados elementos varios de El Exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, 2005) y la obra maestra El Exorcista (The Exorcist, 1973). La trama se centra en Michael Kovak (Colin O´Donoghue), un joven que decide estudiar para convertirse en sacerdote como un medio de escape del “negocio familiar”, una funeraria encabezada por el adusto Istvan (Rutger Hauer). Luego de cuatro años, Michael continúa firme en su desazón y escepticismo, por lo que el Padre Matthew (Toby Jones), su superior inmediato, prácticamente lo obliga a asistir a una especie de seminario de exorcismo que se dictará en Roma. Allí el profesor Xavier (Ciarán Hinds) lo remitirá al Padre Lucas (Anthony Hopkins), un experto que vive en contacto cotidiano con el maligno. Håfström disimula los lugares comunes del relato privilegiando el apartado visual y las actuaciones de los dos protagonistas principales, Hopkins y O´Donoghue (el sabio creyente y el neófito en plena crisis existencial). El verosímil está construido con paciencia y se mantiene lejos de las desproporciones industriales, léase CGI y demás fanfarrias que podrían acercar al opus a la autoparodia. Si bien El Rito es previsible y no entrega ninguna novedad significativa, cabe señalar que su estructura narrativa es más que precisa y su tono apesadumbrado funciona a la perfección en un contexto cargado de dubitaciones religiosas.
Sudor Frío (2011) es una encantadora experiencia “clase B” sustentada en un guión dinámico que incluye chispazos de humor muy eficaces. Adrián García Bogliano homenajea a la excelente Carga Maldita (Sorcerer, 1977) de William Friedkin y construye un puñado de escenas tan bizarras que recuerdan a los productos ATP más enajenados de la década del ´80. A pesar de que la labor del elenco deja mucho que desear y los villanos no convencen del todo, la película entretiene gracias a su más que interesante nivel técnico, ubicándose por encima de Visitante de Invierno (2008) y Aparecidos (2007) aunque detrás de la reciente La Casa Muda (2010)...