Matrimonio en peligro La desaparición de los anillos de boda genera todo tipo de enredos en la nueva comedia nacional que lleva la firma de Ariel Winograd, quien antes había realizado Cara de Queso. Mi Primera Boda, escrita por Patricio Vega, es la típica comedia blanca contada con ritmo y situaciones ingenuas que complican la vida de los personajes y de los invitados a esta boda mixta. En ese sentido, el film da en el banco y resulta interesante cómo el realizador cuenta la historia y presenta a los miembros de la familia. Adrián (Daniel Hendler), un joven algo torpe que viene de familia judía (Gabriela Acher encarna a su madre y Pepe Soriano a su disparatado abuelo) comete un error que podría costarle el casamiento y el prestigio entre sus parientes. Y rodo ocurre en los preparativos de la fiesta con Leonora, jugada con desenvoltura por una bellísima Natalia Oreiro. La película tiene el tono ingenuo y divertido que se buscaba, en el escenario de una estancia que sirve como marco para desplegar el disparate. Por allí desfilan un primo más tonto que el protagonista (un buen trabajo de Martín Piroyansky); un ex novio español (Imanol Arias); la madre con más de una copa de alcohol (Soledad Silveyra); una cargosa "wedding planner" y un sacerdote (Marcos Mundstock) y un rabino (Daniel Rabinovich) que se pierden en el camino y llegan tarde para el esperado enlace de la pareja. Todo converge en este eficaz pasatiempo que acumula caídas, equívocos, escapes a caballo y el esperado "happy end".
El hogar de los lamentos El cine del inglés Mike Leigh se caracteriza por poner en primer plano las emociones de los personajes Sólo basta recordar Secretos y mentiras. Un año más no es la excepción y se trata de una verdadera película de actores. Estructurada en torno a las cuatro estaciones, el film es un relato coral que muestra el "hogar de los lamentos". El matrimonio integrado por Gerri (Ruth Sheen), una consultora médica, y Tom (Jim Broadbent), un geólogo, trabaja en su huerta familiar y se convierte en el sostén afectivo de amigos, familiares y compañeros de trabajo que llegan a la casa en diferentes circunstancias. "Todo el mundo necesita a alguien con quien hablar" es una de las frases que sintetiza la idea central y entre las invitadas permanentes está Mary (Leslie Manville, actriz de gran desempeño), una mujer desbordada que lleva a cuestas los fracasos de su vida amorosa y comienza a sentir los golpes de la soledad. También arriba un amigo que viaja muchos kilómetros en tren para pasar un fin de semana con el matrimonio en cuestión. A estas reuniones que se desarrollan en torno a la comida y el alcohol (con vinos de Buenos Aires incluídos en el menú), se suma el hijo de Gerri y Tom, Joe (Oliver Maltman), un abogado que a sus treinta años no ewncuentra su media naranja. Entre crisis personales, una muerte que acerca a Tom con su hermano, cuentas pendientes, y un sobrino que reaparece en el momento menos pensado, la película expone las situaciones sin golpes bajos, dejando en claro que todos los que desfilan por la pantalla tienen problermas afectivos. La trama focaliza en una Mary que comienza a mirar con "buenos ojos" al hijo de la familia. El film, que fue nominado al Oscar en el rubro "mejor guión original", es una interesante aproximación al mundo de seres desesperanzados y lo hace con un tono que acompaña los diferentes climas que crean las estaciones del año.
La venganza del payaso El director español Alex De La Iglesia es sinónimo de un cine eficaz que juega con diversos géneros y, casi siempre, sale airoso. Sólo bastan recordar El día de la bestia, La comunidad o El crimen perfecto. Ambientada en un circo que ofrece su espectáculo en plena época franquista, Balada triste de trompeta juega con el violento entorno políitico de la época pero nunca se olvida de plasmar un relato emotivo combinado con una historia de venganzas personales. No es casual que la acción esté ambientada en este show ambulante y muestre a un puñado devastado de payasos cuyo amor por la profesión se transmite de generación en generación. Tras la muerte del Payaso Triste (Santiago Segura) enfrentando a los represores de Franco, su hijo (Carlos Areces) crece desamparado y consigue trabajo en otro circo que le depara otra nueva pesadilla. Mientras afuera se desata una guerra civil, dentro de la carpa también se gesta un enfrentamiento feroz entre Javier (Areces) y el dueño del show (Antonio de la Torre), un hombre violento que muestra una fachada amable hacia el público. El peor pecado de Javier es quedar fascinado por la bailarina del "número de telas" (Carolina Bang), la mujer de su enemigo (como en la reciente Agua para alefantes). A partir de ese momento, el director depliega una carnicería y transforma la mueca del payaso en algo monstruoso, una máquina dispuesta a todo con tal de vengar y recuperar a la mujer de sus sueños. Con metralleta en mano, el personaje (mezcla de El guasón y Rambo, e inspirado según De la Iglesia en Lon Chaney) hace alarde su mejor "número artístico" dejando un verdadero reguero de sangre y cadáveres a su paso. La utilización de la música (la canción de Raphael que da título al film); el montaje vertiginoso que remite a La comunidad (el enfrentamiento final en las alturas) y la galería de personajes secundarios (el hombre que se lanza al vacío con su moto) hacen de la película una función imperdible. Triste, macabra y oscura, que funciona como un verdadero espejo deformante de una vieja galería de atracciones.
La venganza en clave cómica Siguiendo la línea de ¿Qué pasó ayer?, esta comedia de estilo verborrágico y cargada de torpezas y chistes sexuales, ofrece un planteo interesante: tres amigos contratan a un hombre (Jamie Foxx) para eliminar a sus respectivos jefes. Este es el punto de partida de Quiero Matar a mi Jefe (Horrible Bosses), una comedia con enredos y vueltas de tuerca. Si bien es cierto que la primera parte funciona mejor que lo que viene después, el humor dice presente de la mano de tres empleados atormentados por sus superiores. Nick (Jason Bateman) hace buena letra con Harken (Kevin Spacey, raro verlo en una comedia) para que lo nombre vicepresidente de la empresa. Tampoco la pasa bien Dale (Charlie Day), el asistente de la odontóloga Harris (Jennifer Aniston), una sexópata que lo somete a diario, al igual que a sus pacientes. Y el triángulo se completa con Kurt (Jason Sudeikis, el de Pase Libre), el contador que debe lidiar con Bobby (Colin Farrell en una notable transformación), el hijo adicto, descontrolado y discriminador que ocupa el lugar de su padre en la empresa cuando éste muere sorpresivamente (una corta participación de Donald Sutherland). Las cartas están sobre la mesa y los personajes se ven envueltos en una catarata de confusiones cuando deciden "sacarse de encima" a las personas que los atormentan en sus obligacionbes diarias. El film de Seth Gordon despliega una idea vista hace años en Nine to Five, que protagonizaron Dolly Parton, Jane Fonda y Lily Tomlin. Los gags dan en el blanco (cuando el trío comienza a investigar a sus presas) en este entretenimiento ágil y sin demasiadas sorpresas que también incluye una mención a Extraños en el tren, de Alfred Hitchcock.
La receta de la pasión Produccíon italiana que hace foco en la vida de una familia de Milán, sus negocios y relaciones amorosas. Emma (una magnífica Tilda Swinton, aquí también en el rol de productora), es una mujer que dejó Rusia para seguir a un poderoso industrial con el que tiene tres hijos. Pero Emma está insatisfecha y su vida cambia cuando conoce al socio (Edoardo Gabbriellini) de su hijo, un chef que la cautiva. "Feliz es una palabra que nos pone tristes" asegura uno de los pasajes y en los ojos de Emma se percibe una gran confusión: o seguir como está o sumergirse en una relación apasionada con el joven cocinero, y a espaldas de su familia y de su hijo. El amante es un melodrama que hace tambalear la estructura de un clan conservador (también lo era el film del mismo título de Jean Jacques Annaud) cuando la pasión y la traición entran en juego. La trama transmite la sensación de inestabilidad de Emma, quien permanece atrapada en su propia jaula de cristal. Nominada al Gobo de Oro como "mejor película en idioma extranjero" y al Oscar en la categoría "vestuario", la película recurre a elaborados planos secuencias y a escenas eróticas narradas a través de primerísimos primeros planos (con figuras desdibujadas). La trama encamina a los personajes (la madre, los hermanos, el padre siempre distante) hacia la tragedia y la presencia de la comida actúa como una poderosa arma de seducción que, inexorablemente, trae problemas. Tilda Swinton (ganadora del Oscar por su papel en Michael Calyton) compone a una Emma etérea, de mirada penetrante, y demuestra que su talento permanece intacto desde Orlando.
El juego de la codicia Esta atractiva propuesta nacional lleva el sello de Victoria Galardi, la realizadora de Amorosa Soledad, y hace foco en una familia disfuncional que debe reordenarse después de un intento de suicidio. Ambientada en el lugar que da título al film y con la temporada de esquí a punto de alborotar las vidas de todos, la matriarca de la familia intenta terminar con su vida y entra en coma. Ese es el punto argumental que aprovecha la cineasta para hacer una operación quirúrgica del comportamiento de los miembros que integran el clan luego del incidente. La hija, encarnada por un excelente Adriana Barraza (Arrástrame al infierno), es una cosmetóloga preocupada por el estado de su madre, vive en ese pacífico lugar junto a su esposo, un agente inmobiliario, y sus dos hijos: una chica que busca su primer orgasmo y desea salir airosa en un certamen de belleza (Inés Efrón) y un adolescente (Nahuel Pérez Biscayart) con ganas de viajar al exterior. A este parnorama se suma una amiga (Eugenia Alonso) y la hermana (Verónica Llinás, una intérprete con la máscara justa) de la protagonista que llega de Buenos Aires, con sus problemas económicos a cuestas. Y el dinero que ganó la matriarca en el casino y un terreno que tiene se convierten en la presa de algunos familiares que muestran lo peor de cada uno en momentos críticos. Pueblo chico, infienro grande es el que expone este relato que cuenta con escasa intromisión de música incidental (lo hace al final con buenos recursos); momentos de tensión que se rompen con estallidos de humor y una atmósfera de intereses que se contraponen con la situación que atraviesan. La familia aguarda y también teje su hilo de codicia.
Olvidable duelo por partida doble Los caminos de dos mujeres se unen inesperadamente cuando llegan al hospital para ver a un hombre que ha sufrido un infarto. Este es el punto de partida del nuevo film de Marcos Carnevale (Anita). Por un lado, Elena (Graciela Borges), una directora de documentales, esposa del paciente y, por el otro, Adela (Valeria Bertuccelli), una treintañera que resulta ser su amante. Al borde de la muerte, el esposo le pide a Elena que cuide a Adela. Viudas cuenta el improbable encuentro y posterior relación de estos dos personajes. En la película, que nunca se define por una línea muy marcada, todo está puesto para el lucimiento de Graciela Borges, a quien recientemente vimos en Dos hermanos. Asediada por Adela, Elena acepta finalmente una "convivencia" que no será fácil y que sólo permitirá hasta que la joven se recupere de su dolor. El relato despliega personajes secundarios como la asistente de Elena (una siempre convincente Rita Cortese), que no ve con buenos ojos a la recién llegada mientras intenta dejar de fumar con un cigarrilo electrónico, y Justina (el debut cinematográfico de Martín Bossi), una mucama que asegura durante toda la historia que "sabe cosas" pero nunca las cuenta. Ni siquiera se sabe demasiado de su vida, sólo que acata órdenes de la mujer que la cobijó junto a su marido durante más de viente años. Sus líneas (deliberadamente cómicas) no resultan del todo felices. La trama apuesta al choque de personalidades pero está alimentada por situaciones poco creíbles como el "ataque de furia" de Elena contra Adela. La música (el tema Paraíso de Vicentico es lo mejor) acompaña y subraya diferentes escenas en el cementerio, en el hospital, en las viejas filmaciones caseras y en las deshauciadas caminatas de Adela por la ciudad. Y el film hasta se permite el cameo de Juan Cruz (hijo de Borges) y de los directores Carnevale y Daniel Burman. Pero el conjunto no convence. No alcanza sólo con los primerísimos primeros planos de Borges con los ojos llorosos o con la verborragia inagotable de Bertuccelli.
Niños y adultos en problemas Ganadora del Oscar a la "mejor película extranjera", el nuevo trabajo de la realizadora danesa Susanne Bier (Things we lost in fire) explora con buen pulso dramático un mundo de contrastes, de padres separados y de niños con problemas. Este es el marco que une a los dos protagonistas infantiles: Christian (William Johnk Nielsen), quien regresa con su padre a su Dinamarca natal tras la muerte de su mamá; y Elias (Markus Rygaard), hijo de Anton (Mikael Persbrandt), un médico que pasa sus días en un campo de refugiados en Africa y que se está separando de su esposa Marianne (Trine Dyrholm). En un mundo mejor alterna la acción de una Dinamarca en la que subyace la violencia (Elías es objeto de maltrato por parte de sus compañeros y Christian, el recíen llegado, lo involucra en un acto de veganza que pone a prueba su amistad) y en un continente donde la muerte es moneda corriente. Lugares opuestos que sintetizan la expresión de deseo de los personajes que los habitan: tomar difíciles decisiones. Adultos que salen en defensa de sus hijos, de chicos que parecen desorientados para enfrentar un duro camino y de la computadora como nexo de unión entre un hijo que espera y un padre apresado por la pesadilla de su labor como médico. Varios relatos que tienen denominadores comunes y que podrían temrinar en tragedia bajo una mirada dolorosa, intensa y dura. Y un elenco que los conduce magistralmente.
¿Dónde está la gente? En un instante, la humanidad desaparece, y en cuestión de horas cuatro sobrevivientes logran agruparse para mantenerse vivos en este aparente Apocalipsis. Un apagón inexplicable sumerge a Detroit en el caos total y los habitantes quedan a merced de una fuerza oscura que se esparce para sembrar el terror. Este es el punto de partida de La oscuridad, la película de Brad Anderson (recordado por El maquinista) que tiene una premisa similar a El final de los tiempos y a una vieja película de tevé, ¿Y...dónde está la gente?. Lo que deja La oscuridad son pilas de ropa sin cuerpos, coches abandonados y una ciudad desierta donde se dan cita cuatro personajes: un periodista (Hayden Christensen); una madre (Thandie Newton) que busca desesperadamente a su bebé; un proyectorista de cine (un sobreactuado John Leguizamo) que explica el horror a través de mundos paralelos y bacterias, y un niño desprotegido (Jacob Latimore). La película de Anderson tiene un buen comienzo (personajes que sólo están a salvo en la luz) que se desmorona con el correr de los minutos como consecuencia de sus acciones reiteradas (en lugar de zombies u otras presencias monstruosas aparecen sombras que atrapan a sus víctimas) y de su escaso suspenso. Todo se vuelve tedioso en una trama que avanza sin nervios entre luces parpadeantes y tubos de neón hasta el desenlace ambientado en una Iglesia, donde sólo se perciben las luces de las velas. Aunque un generador de energía puede convertirse en la única esperanza de estas "presas", las expectativas que había al inicio se apagan inexorablemente. Y el espectador también corre peligro.
El viaje a ninguna parte "Quiero que nos dejemos de ver". La frase que nadie quiere escuchar es con la que el público se encuentra en los primeros minutos de Un mundo misterioso, el nuevo film de Rodrigo Moreno (El custodio) Boris (Esteban Bigliardi) y Ana (Cecilia Rainero) pasan los treinta años de edad, conviven en un departamento desde hace seis y ahora necesitan estar solos. A partir del pedido de ella, Boris inicia un viaje que lo conduce a un hotel de malamuerte, compra un coche rumano que se descompone (al igual que la relación) y se vincula con un nuevo grupo de amigos. La película de Rodrigo Moreno transita, al igual que su protagonista, por tiempos muertos y por una historia que presenta una estructura episódica que no emociona ni conduce a ninguna parte. Película extraña si las hay, y que intenta mezclar el tono absurdo en medio de una ¿trama? alimentada por desencuentros amorosos y un viaje a Colonia para festejar el Año Nuevo. La estadía aparece enmarcada por un viejo taller mecánico y fuegos artificiales, cuyas explosiones nunca llegan al corazón del espectador. ¿Y?...