Hay caos en el Olimpo! Si al ver Furia de Titanes, el espectador siente que viajó en el tiempo y está en presencia de un producto como los que exhibía el ciclo Sábados de Super Acción, no está tan alejado de la verdad. Furia de Titanes, la remake del film de 1981, se estrena en 3D y y muestra que hay caos en el Olimpo: las luchas de poderes enfrentan a hombres, reyes y Dioses. Perseo, (Sam Worthington, el de AVATAR) es hijo de un Dios, pero fue criado por un pescador y no puede salvar a su familia de la venganza de Hades (Ralph Fiennes), el Dios del Inframundo. Sin nada más que perder, Perseo decide liderar una misión para derrotar a Hades antes de que éste le quite el poder a Zeus (Liam Nesson) y desencadene el infierno en la tierra. El realizador Louis Leterrier, un especialista en el género de acción, quien acredita las dos partes de El transportador y El Hombre Increíble, conoce los resortes del género a la perfección. Entrega un producto que combina aventura y fantasía sin dar respiro al espectador. Luchas cuerpo a cuerpo, una feroz batalla contra escorpiones gigantes y la famosa secuencia de la Medusa (al igual que en la versión original) están presentes en la historia. Por su parte, la liberación de El Kraken, una gigantesca criatura que amenaza a los habitantes de Argos, aparece sobre el final. En este tramo, los efectos visuales se perciben como plasticos y no envidencian la dimensión como los que desfilan a lo largo de todo el relato. Si bien la tecnología 3D no aporta nada a lo ya visto en este tipo de superproducciones, el ritmo vertiginoso con el que la cámara sigue las aventuras de Perseo, entre espadas y mares embravecidos, hacen de Furia de Titanes, una disfrutable excursión al pasado. Datos: en la versión de 1981, Laurence Oivier era Zeus; Ursula Andress hacía de Afrodita y Harry Hamlin encarnaba a Perseo.
Un consorcio alocado La nueva película del director Rodolfo Durán, el mismo que brindó un título interesante como Cerca de la frontera, focaliza ahora la atención en los vecinos de un edificio, que son de "armas tomar" ante el peligro que los acecha. Con un tono de comedia negra, Durán costruye una trama que podría haber sido mucho más divertida contando con estos elementos. Un adolescente que vive con sus padres, es amigo de un dealer de poca monta, El Gato, quien acaba de traicionar a sus socios en un robo, y el joven decide instalarlo en su departamento. Esto dispara el conflicto. Un botín, muchos deseos por recuperarlo, gritos y dos secuaces que toman como rehenes a los integrantes del consorcio, quienes pronto intentarán revertir la situación. Entre perros perdidos, palos de amasar y personajes que parecen cercanos a la locura, Vecinos intenta divertir, pero apenas lo consigue. Inspirada en La comunidad, de Alex De La Iglesia, este film coral está plasmado como si se tratara de sketches, viñetas que intentan construír una única situación cómica. Pero el ritmo no llega. Las aparciones de Tina Serrano, Mercedes Funes y Antonio Ugo son las más logradas dentro del clima caótico que reina en el edificio y...en la película.
Enredos y confusiones sin inspiración Phil (Steve Carell) y Claire Foster (Tina Fey) forman una pareja con dos hijos y un hogar en los suburbios de Nueva Jersey. Cuando deciden ir al restaurante más popular de Manhattan sin reservas, comienza el conflicto: Los Foster terminan haciendose pasar por los Tripplehorns, una pareja de ladrones que son perseguidos por un par de policías corruptos. El film no resulta ni gracioso ni entretenido, a pesar de tener persecuciones, acción y malos entendidos. La única escena que vAle la pena es la del restaurante, cuando Los Foster imitan y colocan voces a los diálogos de las parejas que se encuentran en las mesas vecinas. Sólo eso en extensos ochenta y ocho minutos. Carell no logra despertar la sonrisa ni con su look de “looser” ni con sus morisquetas. Tampoco lo hace Tina Fey, con el humor ácido que supo desplegar en 30 Rock. La trama, alimentada por confusiones, presenta los cameos de Mark Ruffalo, Mark Wahlberg y Ray Liotta, cuyas participaciones no agregan demasiado. Y mucho menos, los bloopers que se ven en los créditos finales. El tema de la falsa identidad podría haber sido aprovechado con los resortes propios de los films de suspenso de Hitchcock, pero quedan a fuego lento y con poca cocción. Y... sigue la lista de comedias tontas "made in Hollywood".
Demasiados conflictos y tragedias familiares El joven actor Robert Pattinson es mundialmente conocido por su participación en las exitosas Crepúsculo y Luna Nueva y, por esos trabajos, despertó el fervor de las adolescentes. Acá es Tyler, el protagonista de este drama romántico que acumula excesivas tragedias familiares. La acción comienza en Brooklyn, en 1991, con una escena de asalto y muerte en el subte. Y luego, se traslada diez años después. Tyler vive con un compañero en un destartalado departamento, trabaja en una librería y su aspecto es desprolijo. Una tragedia lo separó de su familia (Lena Olin, su madre y Pierce Brosnan, su padre), pero conserva el vínculo con su hermana menor. Después pasar sus días con varias chicas y, por un insólito giro del destino, conoce a Ally (Emilie de Ravin), la hija del policía (el siempre correcto Chris Cooper, el vecino de Belleza Americana) que lo arrestó por un incidente callejero. El relato intenta tocar todas las cuerdas dramáticas posibles pero no siempre lo consigue: la mala relación de Tyler con su padre ricachón (¿la sola interrupción de su hijo en una reunión lo hace recapacitar?); la tensión que genera el policía al enterarse del romance; las muertes familiares; la comunicación que mantiene con su hermanita y así. Los diálogos y las actuaciones no siempre funcionan en Recuérdame. Y todavía falta un detalle que acá no vamos a revelar pero la trama llega hasta el atentado del 11 de septiembre a las Torres Gemelas. ¿No será demasiado?. Múltiples cabos dramáticos para una historia que intenta ser un cuento inolvidable sobre el poder del amor y la importancia de descubrirlo. Si falta emoción es por la actuación de Pattison, que deambula por la pantalla como si se tratase de un vampiro sin emociones.
La pasión por el cine Un bienvenido drama francés, ambientado en el mundo del cine y que resultó ganador del Premio Especial del Jurado en Cannes. Grégoire Canvel (Louis Do de Lencquesaing, quien estuvo en Pantalla Pinamar para presentar el film) es un productor de películas que parece tenerlo todo: una familia a la que quiere y a la que dedica los fines de semana. Pero detrás de la fachada de "hombre perfecto", aflora su pasión por la pantalla grande y comienzan los problemas. Su productora, Moon Films, atraviesa una complicada situación financiera, ya que se asumieron demasiados riesgos y se contrajeron deudas para rodar y finalizar varias películas en las que él confió. La situación es caótica y deberá afrontarla. Ahí es cuando una película termina y comienza otra. Ficción y realidad abrazadas en un camino que parece no tener retorno. La realizadora Mia Hansen Love recorre una trama que habla de la pasión por el cine y la alimenta con apacibles momentos familiares (las escenas en el campo) y un tono de tragedia. Las secuencias en las que el protagonista se ve acosado por llamados telefónicos, abogados y directores que le exigen más dinero para seguir filmando, están plasmadas con realidad y crudeza. Por otro lado, se muestra la relación de años que Grégoire mantiene con secretarias y asistentes en una oficina que parece caerse a pedazos ante los reclamos de todo el mundo. El costado familiar se desarrolla con más emoción y, sobre todo, la mutua admiración que siente por su hija adolescente. Las buenas actuaciones de todo el elenco potencian este relato emocionante que maravillará a los cinéfilos por ser verdadero y visceral. El amor por el cine, el amor por la familia. Pequeños fotogramas de la tragedia. A pesar de todo, hay que seguir adelante.
Hermanos eran los de antes Luego de El nido vacío, el director Daniel Burman reúne en su nuevo film a dos íconos, uno del cine y, el otro, de la escena nacional: Graciela Borges y Antonio Gasalla. En este film, los intérpretes dan vida a dos hermanos que viven de manera conflictiva un vínculo de amor-odio que se acrecienta luego de la muerte de su madre (una excelente Elena Lucena). Basada en la novela Villa Laura, de Sergio Duvcovsky, la película de Burman se toma ciertas licencias con respecto al texto original, pero lo alimenta y explora el tema de la orfandad a través de dos personajes que se encuentran en las antípodas pero que se necesitan para sobrevivir. Esta historia transcurre en Carmelo (Uruguay) y luego se traslada a Buenos Aires. El mundo ficticio construido por Susana (Borges), sus delirios y actitudes, y la decadencia de una clase social que conoció un pasado mejor, es lo más destacado del relato. En tanto, su hermano Marcos (Gasalla) encuentra consuelo y oxígeno a través del teatro. Buena historia, con un desempeño magistral de Borges y logrados puntos dramáticos de Gasalla (la escena del velatorio). Burman se aleja de la temática de sus films anteriores.
Nuevos aires para un clásico La nueva versión de Fama está estructurada en los cuatro años que atraviesa un grupo de bailarines, cantantes y artistas en el estricto Conservatorio de Artes Escénicas. La película, bien aggiornada a los ritmos y los sueños de los jóvenes estudiantes en los tiempos que corren, tiene la desventaja que todo fue visto en diversos realities de la pantalla chica y en films como A Chorus Line. Sin embargo, el resultado es estimulante: en lo musical, con los ritmos del “hip hop” y la música tecno; en las vertiginosas coreografías y en los conflictos (reales) que plantea: la chica que quiere cantar y tiene la negativa de sus padres; el joven con deseos de convertirse en cineasta; el muchacho que se calza las zapatillas de baile y se entera que nunca llegará a ser un buen bailarín o el que se enamora de una compañera que se deja deslumbrar por la "fama" de otros. Todo forma parte del mundo de los artistas y la película lo refleja con ritmo, emoción y buena música. De la vieja camada de Fama de los años 80, aparece Debbie Allen, ahora como la rectora del lugar y desfilan también Kelsey Grammer (de la serie Frasier) como el maestro de música y Charles D. Dutton, como el profesor de teatro. Una competencia para llegar a ser los mejores en un mundo complicado y altamente competitivo, en el que no todos tienen las mismas oportunidades. Si a esto se le suma la cuota de romance y los conflictos familiares, el escenario está listo para que cada uno le saque brillo como mejor pueda. La música fue compuesta para el nuevo contexto en el que transcurre la acción y se añadieron seis nuevas canciones compuestas por The Matrix, grupo responsable de los mayores éxitos de cantantes como Cristina Aguilera, Hilary Duff, Avril Lavigne y Britney Spears, entre otros. Fama volvió y, si bien los chicos no cantan ni bailan en las calles como en la versión de Alan Parker, entrega lo que promete: un mundo donde las ilusiones son puestas en juego.
La guerra de los ex La reportera Nicole Hurley (Jennifer Aniston) investiga un supuesto caso de suicidio, mientra su ex-esposo Milo Boyd (Gerard Butler), un ex-policía y ahora cazador de prófugos, tiene una difícil misión: atraparla. La comedia del director Andy Tennant (quien acertó con Hitch, junto a Will Smith) juega aquí con los toques de acción, diálogos anodinos y un caso policial que acumula sospechosos, en medio de una trama que acerca a dos personas distanciadas emocionalmente. Como comedia, no resulta graciosa. Y como policial, le faltan varios cartuchos de intriga. Los intentos de la pareja por reconquistarse no resultan del todo funcionales (siguen enamorados pero él la persigue) y, mucho menos, creíbles. Lo más destacado pasa por los diálogos que cada uno mantiene con personajes secundarios: Nicole habla con su madre (una siempre convincente Christine Baranski) y Milo con la esposa de su mejor amigo. El resto es tedioso, extenso y se limita a ser otro paso de comedia olvidable "made in Hollywood". Los intérpretes corren, escapan e intentan tener una cena romántica con atuendos prestados que les quedan ridículos (¿eso es gracioso?). Jennifer Anniston reaparece más inexpresiva que nunca y los esfuerzos de Gerad Butler (el mismo de 300 y La cruda verdad), no alcanzan para elevar el nivel del film. Muchas corridas, visitas a amigos que los hospedan, tatuajes, caídas y una reportera que corre peligro por los descubrimiento que ha realizado, merecían más vértigo emocional. Al menos, poder sacar una sonrisa.
Las esquirlas de un drama familiar No es novedad que Jim Sheridan es un director que filma esporádicamente, pero cuando aparece, no deja indiferente al espectador. Hermanos, remake de una película danesa, no es la excepción. El director de Mi pie izquierdo y En el nombre del padre afrontó dos riesgos: uno, rehacer un film y, el otro, despegar la imágen de Tobey Maguire del personaje de El hombre araña. Hermanos es un drama sólido, intenso, bien actuado, que mueve las piezas de una familia como si se tratase de un juego estratégico de guerra. Sam (Maguire), un sargento de la marina es enviado a Afganistán y su mujer (Natalie Portman) se queda al cuidado de sus hijas. También está el hermano de Sam, Tommy (Jake Gyllenhaal), un chico conflictuado y con problemas de relación. Todo estalla cuando Sam muere en el exterior y su ausencia genera una aproximación sentimental entre la esposa y su cuñado. ¿Y si verdaderamente Sam no está muerto?. Intrigante, dura en su exposición de las relaciones entre padres e hijos, la película atrapa y explota como si fuera una bomba de guerra, dejando heridas por las esquirlas que desparrama. Y con seres confundidos y al borde de la locura. El trabajo de Tobey Maguire, quien navega entre la lealtad, la hombría y la locura, es impecable. Ha bajado varios kilos para componer su personaje. Jake Gyllenhaal (Secreto en la montaña) también tiene a su cargo un personaje difícil, con varios pliegues dramáticos (los constantes roces con su padre) y lo hace correctamente. Pero la que sobresale es Natalie Portman con un rol impecable: una mujer atrapada entre los corazones de dos hermanos. Drama de costados bélicos (las escenas de Sam encerrado en un pozo es inquietante y mucho más la determinación que debe tomar con su compañero), en el que la presión es constante y prepara el campo para el alboroto familiar.
Cautivas y degradadas Dos amigas del interior llegan a la ciudad con falsas promesas de trabajo, pero son obligadas a ejercer la prostitución. Cautivas y sin identidad, permanecen esclavizadas junto a otras chicas y bajo la mirada de dos guardianes perversos. La realizadora Gabriela David aborda un tema actual y lo hace sin excesos. Evita las situaciones de violencia y las sexuales, narrando una historia ambientada en Barrio Norte, un lugar tan cercano como reconocible, pero que esconde un submundo degradante y peligroso. Un film nacional que sugiere más de lo que muestra y aquí sus puntos a favor. El horror en el que las chicas (muy buen desempeño de María Laura Cáccamo y Paloma Contreras) están inmersas sólo lo pueden sobrellevar juntas. Una necesita a la otra. Y nadie parece -o no quiere- darse cuenta de lo que allí ocurre: el florista que escucha gritos o el policìa que está parado a metros del lugar. La mosca en la ceniza recurre a la metáfora simple que da título al film y da en el blanco con sus contrastes y su atmósfera claustrofóbica El viejo departamento es visitado por muchos clientes, entre ellos, el mozo del bar (Luis Machín) que promete a Nancy sacarla de ese lugar. Una posibilidad que se va derrumbando con el correr de los minutos. El elenco se ve sólido en sus actuaciones, pero sobresale Cecilia Rossetto como la mujer que regentea el privado (junto a Luciano Cáceres) en un actuación inolvidable. Se ha transformado notablemente para dar vida a una mujer sin escrúpulos.