Estrenada a fines del año pasado en la cartelera local, el segundo largo de Mariano Cattáneo encontró en el circuito de festivales su lugar en el mundo, con siete galardones y una docena de selecciones oficiales. Presentada como un filme de terror clásico “Corazón Muerto” rápidamente asume cambios de subgéneros -que van del thriller policial a horror sobrenatural- sin perder el tono y ambiente del relato. Hay dos historias que funcionan en paralelo y que obviamente en un momento confluyen. En una de las tramas, hay una pareja con problemas, ella extremadamente celosa y con tendencias suicidas y él sin saber como lidiar con esa relación. En la otra trama dos violentos delincuentes secuestran a la hija de una empresaria, lo que parece un “trabajito” más resultará un desafío impensado. Conviene no saber más y disfrutar el viaje. Producción independiente de impecable factura técnica -y que pide a gritos una edición en Blu-ray- “Corazón Muerto” requiere del espectador un fuerte compromiso con su propia suspensión de la incredulidad, de esta manera el cuento resulta efectivo y los giros coherentes. Cattaneo asume riesgos en una industria nacional que parece buscar exactamente lo opuesto.
La publicidad suele tomar el estilo de un director de alto perfil (Wes Anderson, Quentin Tarantino VIDEO ) y recrearlo para un propósito específico, una práctica que suele ser mas barato que contratar al director VIDEO . En este caso Robert Bonomo, un director de publicidades, lleva ese concepto a un largometraje, no tan largo, de escasos 80 minutos. Bonomo toma prestado el estilo de Jared Hess (Napoleón Dinamita) y las típicas características de los personajes de Wes Anderson (y sus tonos pasteles y encuadres) para contar una historia sosa, y sin el carisma de los personajes que imita. Hess y por caso cualquier otro director de este estilo de films (Garden State, 500 dias con ella) parten de un cariño por sus personajes que se traslada a la pantalla, por el contrario en Miss el protagonista y su amigo (un clon de Pedro, de Napoleón Dinamita) parecen escritos por turistas que nunca hablaron con nadie de otra nacionalidad u origen, lo cual resulta en caricaturas que lucen diseñadas para el consumo irónico. Robert (Roberto Law Makita) es un actor de comerciales que sueña con encontrar el amor de su vida mientras trabaja como cuidador de casas. Robert tiene una obsesión por los hechos extraños, lleva a todos lados un ejemplar de los Records Guinness, porque habla mucho del personaje habrán pensando los guionistas (Bonomo junto a Juan Villegas y Santiago Giralt). Laura (Malena Villa) lo pisa accidentalmente y él se enamora. Comienza a perseguirla de una manera que en la vida real llevaría a la chica a llamar a la policía. Si bien la pareja actúa con la madurez de niños preescolares, suponemos que son veinteañeros. Robert buscará su primer beso, en una historia de amor que ni siquiera funciona como fábula. Bonomo elige mostrar una ciudad de Buenos Aires tan indisimulablemente turística (Floralis Genérica, el Zoo, la bicisenda, el Planetario y el propio bus turístico del Gobierno porteño) que uno espera un cameo de Horacio Rodriguez Larreta que nunca llega, quién sabe, quizás le hubiese impregnado algo de carnadura a la trama.
Es difícil imaginar una película estilo Pixar mal hablada y sexualizada, pero eso es -ni más ni menos- “La fiesta de las salchichas”. Seth Rogen y Evan Goldberg – junto a los guionistas Ariel Shaffir y Kyle Hunter y los directores Greg Tiernan y Conrad Vernon – han tomado un reconocido y exitoso formato y han logrado subvertir la trama inocente con el diálogo lascivo, los estereotipos innecesarios, y un descenso a la depravación sexual que siempre es bienvenido. “La fiesta de las salchichas” es temáticamente distinto a cualquier otro film en cartelera este año. El crédito, entonces, debe ir a Seth Rogen que aprovecha su star-power para llevar esta idea notablemente tonta y convertirla en una película con una sorprendente profundidad de conceptos, y a Anapurna Films para correr el riesgo de producir animación para adultos. Los animadores por su parte han logrado antropomorfizar la comida lo suficientemente bien como para que sean los personajes los que conduzcan una trama que enfrenta la idea de la fe contra la prueba, y cómo esta se la utiliza para darle sentido a una existencia que sin ella para muchos sería aterradora. Las mercancías de una tienda de comestibles americana esperan con ansias la festividad del dia “rojo, blanco y azul” porque los compradores vendrán a recogerlos para la fiesta. Lo que ellos no saben, es lo que sucede fuera de la tienda, lo que han llamado “el más allá”. Durante generaciones, han sido estafados con una canción/biblia que les promete que los compradores/dioses los llevarán a un lugar mejor, un “cielo”, digamos. En realidad, lo que les espera, claro, es ser destrozados, cocinados y devorados. Cuando un cliente regresa un frasco de mostaza a la tienda, el frasco cuenta los horrores de lo que vio como un veterano de guerra recién llegado. Por supuesto, nadie le cree. En el centro del conflicto estarán la salchicha Frank (la voz de Seth Rogen) y su amante pan de pancho, Brenda (Kristen Wiig), Más astuta que inteligente, el guión pinta todo con brocha gruesa, y subraya también un comentario sobre la división entre judíos y musulmanes. Hacia el final un montaje orgiástico que sonrojaría a la escena de sexo en Team America: World Police (2004) ofrece una parábola existencial sobre el sentido de la vida y la manipulación religiosa, no es poco para una película sobre comida que habla.
Lorena Muñoz toma la breve pero inspiradora historia de la cantante popular Gilda y lo convierte además en un relato feminista. La biopic musical es un subgénero poco explorado en el cine nacional (lo contrario de Hollywood) pese a haber resultado muy rentable, con Tango Feroz como muestra. Tras un largo proceso para adquirir los derechos de las canciones, llega al cine la vida de Gilda, un rol para el que Natalia Oreiro parece haber sido destinada a interpretar. El notable trabajo de composición que hace Oreiro es lo que conduce al film a buen puerto. Más allá del innegable physique du role, Oreiro imprime a su personaje de la naturalidad necesaria para empatizar automáticamente. El anhelo de ser cantante, siendo ya esposa y madre y la lucha en un mundo (el de la cumbia) esencialmente machista son los conflictos que la trama elige destacar, y en este sentido Muñoz toma partido al resaltar como Gilda -casi sin quererlo- se convierte por sus decisiones en un símbolo feminista. Sólo los protagonistas de la vida real sabrán cuanto de lo que se ve en pantalla es verdad y cuanto fue creado para satisfacer la narrativa cinematográfica, en cualquier caso al espectador ocasional no debe importarle, la película funciona como una historia inspiradora y trágica que Muñoz y Oreiro eligen contar sin estridencias ni golpes bajos. Otro gran acierto del film es que el tono de la película representa perfectamente a quien retrata, humilde, dulce y con una alegría contenida por la melancolía.
En el estilo de John Hughes y Richard Linklater “Le Nouveau” sigue la vida de un adolescente parisino en la difícil tarea de construir su grupo de pertenencia. La ópera prima de Rudi Rosenberg no escatima sentimientos agridulces para traducir la experiencia adolescente a la pantalla grande. La euforia del primer amor y el primer dolor, y la amistad como red contenedora. Benoît (Réphaël Ghrenassia) es “el nuevo” en la escuela. Allí trata de hacerse amigo de los chicos populares, el rechazo lo llevará a descubrir su nuevo destino y su lugar en el mundo. Siguiendo el consejo de su tío, da una fiesta para toda la clase, a la cual se presentan sólo tres personas: el raro Joshua (Joshua Raccah) Constantin (Guillaume Cloud-Roussel) que están constantemente tratando de armar un coro, y Aglaée (Géraldine Martineau) otra “nueva” en la escuela. Contada desde el punto de vista de Benoît y sus intentos de socialización, en un ámbito donde ser aceptado e integrado, es una cuestión de vida o muerte, se nos permite descubrir una pequeña galería de personajes secundarios, que a puro carisma terminan acaparando la película. El guión deja de lado deliberadamente al mundo adulto, el único adulto presente es el “inmaduro” tío Greg (Max Boublil) que será quién termine uniendo al grupo de freaks y geeks. “Le Nouveau” es intencionalmente vaga en su temporalidad, sólo hay unas pocas referencias a las redes sociales que nos muestran que el relato está sucediendo hoy. Una historia sobre los horrores de las interacciones sociales de la escuela secundaria, los primeros besos y la lealtad, una temática universal que, sin embargo, el film mira desde un lugar distante en su acercamiento tierno e idealizado de una realidad donde el racismo y otros problemas sociales son cosa de todos los días. Para bien o mal “Le Nouveau” tiene un tono naturalista, no realista. Sin juicios de valor, y sólo hablando de la construcción de un grupo de amigos, la historia no intenta hacer de Benoît el héroe, sus acciones confusas y terrenales se sienten tan naturales que por momentos el film parece un documental. Hacia el final “Le Nouveau” muestra que el miedo a la marginalidad social a veces acomoda las cosas en el lugar correcto.
La nueva película del uruguayo Fede Álvarez (“Evil Dead” 2013), es un thriller de dientes apretados con invasión hogareña y un linda vuelta de tuerca: la supuesta víctima es más peligrosa que los ladrones. Los ladronzuelos son los jóvenes Rocky (Jane Levy); su novio “Money” (Daniel Zovatto); y su amigo Alex (Dylan Minnette). Rocky necesita dinero para liberarse a sí misma de un hogar roto. Al enterarse que hay un veterano de guerra ciego (Stephen Lang) que vive solo y tiene una montaña de dinero en efectivo escondido en la casa luego de un acuerdo legal, los jóvenes deciden entrar. Rápidamente lo que parecía un trámite se convierte en una pesadilla. Están atrapados en la casa por un tipo que aunque sin visión, es una máquina entrenada que usa un sentido sobrenatural de audición para acecharlos desde una habitación a otra. No faltan las ventanas enrejadas y el sótano, por supuesto, y un montón de cerraduras que arbitrariamente resultan de fácil acceso o irrompibles. En esta clase de películas se trata de jugar y torturar a la audiencia, y en ese aspecto Álvarez sale exitoso. Preguntas sobre la plausibilidad de todo lo que sucede en la película, bueno, ese es otro tema. Películas como “No Respires” operan por un conjunto de reglas cuidadosamente diseñadas para tocar alguna fibra al espectador, en general dejando la lógica de lado. Todo lo “creíble” que resulta su primer acto, se deja de lado cuando el relato necesita que la historia siga, como sea. Si alguien se golpea la cabeza dos veces en un radiador de metal, no puede salir caminando, estaría muerto. Si alguien cae en picada de 10 metros de altura a una superficie de hormigón, no puede reanudar su escape, tendría la columna rota. Un personaje indestructible que puede sobrevivir el abuso más brutal, otro personaje que el guion construye como inteligente y de repente se comporta de una manera estúpida, un final satisfactorio para dejar a todos contentos estropeado por una tonta coda. Y otras mil incongruencias. Lo mejor es aceptar a “No Respires” simplemente como un muy buen thriller, divertido y pasatista y no el nuevo clásico que el hype quiere hacernos creer que es.
Para algunos fans incondicionales de Star Trek la película de 2013 (En la oscuridad, JJ Abrams) fue la peor película de la histórica saga que ya llega a 13 films. El exceso de ambición le jugó en contra. Por el contrario la única ambición de Sin Límites (Lin, 2016) es entretener y vaya si lo hace. En los primeros momentos del film hay una frase de James T. Kirk (Chris Pine) sobre la monotonía de la vida abordo del Enterprise que el llama “episódica” y en realidad la película se siente como un gran episodio de la serie clásica pero con niveles de producción astronómicos. Todos los tropos de aquella estructura están presentes: la tripulación choca en un misterioso planeta, enojan a alguien y Kirk se agarra a las piñas con un alien. Por supuesto que en la película hay mucho más que eso. La trama los lleva a un naufragio en una nébula que los conduce a un enfrentamiento con un enjambre de naves que parecen insectos tecnológicos (primer acierto, que rompe con algunas batallas en el espacio que ya vimos demasiadas veces), la batalla deja a la tripulación abandonada y dispersa en un mundo rocoso y peligroso. En esta ocasión es Kirk y Scotty (Simon Pegg) los que hacen la mayor parte del trabajo heróico (Pegg como co-guionista ha reforzado notablemente su propio rol) mientras que Spock (Zachary Quinto) se mantiene adecuadamente cerebral, envuelto en el temor por el futuro de su carrera y el dolor por la muerte del Embajador Spock, obvio y merecido homenaje a gran Leonard Nimoy. Pero el estado de ánimo predominante no es el de luto, la película es vertiginosa y jubilosa, desde la tripulación original no hemos sentido tan viva la aventura y la camaradería, dos pilares esenciales de la serie. En este sentido el pulso “Fast & Furious” que Justin Lin le imprime es el ideal para una película de acción de 2016. El villano Krall que compone Idris Elba es correcto pero en el fondo es sólo otro guerrero musculoso con un resentimiento irracional, lo bueno es que el personaje le permite a los guionistas hacer un comentario político de relevancia actual, la creación de conflictos que justifiquen guerras. Sin Límites es divertida durante todo el metraje, llena de chistes que funcionan, diversidad racial, persecuciones y efectos verdaderamente alucinantes. En un verano norteamericano de películas-tanques que dispararon balas de salva, Sin Límites sale triunfante.
“La luz Incidente” es mucho más que un ejercicio de estilo bellamente fotografiado en blanco y negro por Ariel Rotter, es una historia profunda y silenciosa sobre el duelo y la presión social de una sociedad patriarcal. Evitando el melodrama, el filme ambientado en los sesentas, retrata con detallismo la vida doméstica de Luisa (Erica Rivas) que perdió a su esposo y a su hermano en un repentino accidente automovilístico. La joven viuda con dos kubrickeanas gemelas empieza a ser cortejada por Ernesto (Marcelo Subiotto). Por su parte su madre inicia una nada sutil tarea de presión para hacer entender a Luisa que las niñas no pueden crecer sin padre y sin el dinero que les proveía. Pero la película es realmente acerca de dolor abrumador que Luisa siente, y la tensión que le provoca una sociedad que le impone seguir adelante como sea. Brillantemente ejecutada, Rotter está en los detalles. Elegante en sus movimientos y creando un ambiente y ritmo propio, la película crece en interés minuto a minuto. Los encuadres cuidados y las actuaciones contenidas de Rivas y Subiotto hacen el resto. Rotter captura un momento en que las mujeres sentían que las opciones que tenían eran limitadas, presionadas por familia y sociedad para interpretar el rol que les asigne, una máscara que nunca logra tapar la pena.
“Café Society” es una de las mejores películas de los últimos años del mítico guionista y director Woody Allen. Con una marcada reminiscencia a Balas sobre Broadway (1994), aquella película situada en la década del veinte y que también contaba con una subtrama mafiosa. Pero esta vez Allen no deposita todo en la búsqueda de risas, logrando una intensidad que permanece largo tiempo después de que la pantalla se funde a negro. Los treintas. Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg) es un neoyorquino hasta la médula, pero también es un ambicioso buscavida que viaja a Los Angeles donde tiene una conexión que podría darle un trabajo: su tío Phil (Steve Carell), un agente de alto perfil en Hollywood que ha dominado totalmente la industria. En un primer momento, Phil no está demasiado interesado en darle la bienvenida a su sobrino al mundo de tinsel town. Pero cuando su asistente Vonnie (Kristen Stewart) actua como guía de Bobby en Hollywood, serán los encantos de Vonnie – y su falta de pretensiones – que harán que Bobby encuentre mucho más que un trabajo. Pero claro, Vonnie tiene un secreto… Eisenberg cuadra perfectamente como el neurótico Bobby, cuyos tics, gestos, patrones de voz y tendencia a la sobreactuación le cae perfecto para el rol de doppelganger de Allen. Pero el protagonismo de la película realmente le pertenece a Stewart, que imprime a Vonnie con su inquietante y despojada belleza de un actuación sutil en la que tiene la difícil tarea de mostrar una personalidad dual. El hermano mayor de Bobby, el gángster Ben (Corey Stoll) se está involucrando en todo tipo de travesuras violentas y a pesar de que Ben es un asesino, interpretado por Stoll funciona como comic relief de la película. Algunos de los hechos más infames de Ben parecen orquestadas sólo para el efecto cómico, y funciona. El legendario director de fotografía Vittorio Storaro (ganador del Oscar en tres ocasiones) fotografía digitalmente con una cámara Sony 4K los tonos ricos en calidez en las impresionantes escenas del Hollywood de aquella era. Una historia de amor imperfecta y empapada de nostalgia, “Café Society” es una película de rara belleza. A los 80 años, Woody Allen como realizador es el equivalente a un padre o abuelo que no tiene ningún interés en la cultura popular moderna, pero que ama revisitar viejos álbumes de fotos mientras escucha la música de una época pasada. Esa nostalgia es también toda una declaración de principios, para Allen en algún caso, todo tiempo pasado, fue mejor. Su película número 47 toca temas que ha explorado una y otra vez, desde los asuntos ilícitos a los misterios de romance mientras sus personajes contemplan el significado de la existencia y la terrible certeza de la muerte y la futilidad del día a día. En este punto, seamos fans de su cine, o no, nadie va a ver una película de Woody Allen esperando ser sorprendidos. “Café Society” es una dulce y ligera carta de amor al Hollywood de mediados de la década de 1930, así como el de Nueva York de la misma época. Podría decirse que no hay nada remotamente plausible en “Café Society”, pero no podría importar menos porque como en Días de radio, Blue Jasmine, Misterioso asesinato en Manhattan y todas las grandes películas de Woody, esto es un cuento en la visión única de un hombre con su propias ideas de cómo eran las cosas, son y deben ser. Como en la vida real, nada es perfecto, el amor y el deseo no tienen reglas ni moral y los caminos retorcidos del romance y la seducción con jazz de fondo son las invenciones de la imaginación exuberante de Allen. El pasado cobra vida como un metraje en loop que se ejecuta en su memoria, en fragmentos. Allen siempre tiene algo para decir, aunque eso que tiene para decir sea siempre lo mismo. En lugar de una búsqueda de profundidad, la película tiene una simplicidad lineal que, a la luz de toda la basura pretenciosa que nos venden como arte, es muy refrescante. Paradójicamente un cineasta de 80 años y con 47 películas en su haber resulta un bálsamo de calidad y talento en el panorama cinematográfico actual.
El desafío para quienes se aventuran en una película con la temática boxística es que existen clásicos que son el estándar de calidad. Películas como Rocky, Raging Bull, Million Dollar Baby y un largo etc. que resultan zapatos muy difíciles de llenar. Hernán Belón (El Campo, también con Sbaraglia) dirige este blando melodrama deportivo que focaliza la acción más en la cama que en el ring. Ramón Ávila (Leonardo Sbaraglia en otra buena performance) es un boxeador con varios triunfos internacionales. Ya en los estertores de su carrera su familia pretende que se retire y emprenda un negocio familiar con el dinero que el boxeo le dejó. Ávila vuelve al gimnasio con la excusa de ponerse en forma luego del retiro, y entre los jóvenes boxeadores descubre a Deborah (Eva de Dominici que pone más cuerpo que alma al rol), una demasiado bella boxeadora que revive su pasión no solo por el deporte. Así, Avila comenzará un descenso autodestructivo cimentado en una relación -sexual- con la joven y una improbable vuelta a los rings. Osmar Núñez como un candidato a Intendente y Claudio Rissi trabajan con solidez sus papeles secundarios que al final se sienten algo desaprovechados. Basado en un cuento, el guión de Belón y Marcelo Pitrola recae en lo sexual de manera innecesaria dejando la sensación que lo que se busca es un gancho comercial para vender una historia que sin este aspecto resultaría sosa. Lo peor del caso es que esa faceta tampoco funciona, sintiéndose forzada. El director adorna la acción con la idea de la pasión como hilo conductor, pero nada en la película transmite profundidad. En definitiva “Sangre en la Boca” confunde pasión con calentura.