Si bien no puede escapar a los tropos del género “Una noche para sobrevivir” tiene el suficiente grado de acción, ritmo y actuaciones sólidas para lograr que la historia se sostenga hasta el final. Como en la agotada “Taken” el personaje de Neeson hará todo lo que sea necesario para proteger a su familia. Jimmy (Neeson), fue el asesino más temido del bajomundo de New York pero ahora es un alcóholico a la sombra de Shawn Maguire (Ed Harris) que busca que su hijo Danny (Boyd Holbrook) tome el negocio -ilegal- familiar. Pero Danny tiene una personalidad impulsiva que lo lleva a involucrarse con una pandilla de albanos desobedeciendo a su padre. El hijo de Jimmy (Joel Kinnaman) por el contrario es un padre de familia que se gana la vida entrenando en boxeo a jóvenes de las calles de NY. Cuando estos mundos colisionen el pasado de Shawn y Jimmy repercutirán en sus hijos. Jaume Collet-Serra que ya trabajó con Neeson en Non-Stop y Unknown juega con movimientos de cámara que viajan a través de la noche trasladando la narrativa de barrio en barrio mientras con escenas de pelea bien coreografiadas y crudas busca emular aquellas películas de Mamet y De Palma, y por momentos lo logra. Como todo historia de redenciones truncas el final es agrio y sucio como trama.
Cuando pensábamos que ya no se podían hacer más chistes con la temática vampírica llega este film para probarnos equivocados. No sólo revitaliza el género “mockumentary” además le da un giro propio al ser filmado en Nueva Zelanda y por neozelandeces. Y ya lo sabíamos, Jemaine Clement es fantástico en cualquier proyecto.
El mundo de los superhéroes es mucho más profundo que un entretenimiento dirigido a los niños y a las billeteras de sus padres. No hay arco mas visitado que el “camino del héroe” y tal vez no haya preguntas mas complejas que las que un superhéroe (un Dios) puede hacerse, ese conflicto moral es lo que llevó a autores com Alan Moore (Watchmen, Miracle Man) Grant Morrison (Superman, Batman) o Neil Gaiman (Batman, Green Lantern) a explorar la psicología detrás de los trajes y capas. Whedon sabe y entiende esto a la perfección. En Era de Ultrón ya hay equipo ensamblado y el film empieza con todo, los Vengadores están en Europa del Este donde se desata una furiosa batalla en las puertas de Hydra donde se encuentra el cetro de Loki. Allí descubren que Hydra ha estado manipulando genéticamente a seres humanos como los gemelos Maximoff (Quicksilver y Scarlet Witch). Cuando regresa la calma Tony Stark decide poner al equipo en stand by mientras construye con la asistencia de Banner una serie de robots con inteligencia artificial sin comunicarle a todos su proyecto, especialmente al Capitán de las rayas y estrellas y al Dios del martillo. Whedon subraya un mensaje antitotalitarismo y cuestionando el concepto de “seguridad” muestra la peor (y única) ideología de Stark/Iron Man. Una vez más, como hizo Watchmen antes, se pregunta quién vigila a los vigilantes, y en este caso usa a Ultrón como proxy. Whedon prueba y se prueba que puede contener y domar un material de origen vasto e infinito y sube la apuesta de lo que fue la primera parte de Avengers. Una película de acción, superhéroes y ciencia ficción que puede tenerlo todo: un guión astuto, con dialogos graciosos y convincentes, que puede ser inteligente sin ser pretensiosa o con una seriedad autoimpuesta, que puede ser llamativa sin ser vacía y excitante sin ser tonta. Whedon ama el material y por eso logra el milagro de construir una pelicula que satisface a publicos disímiles: a la industria, a Marvel, a Disney, al merchandasing, a los niños, a los adultos que acompañan a los niños, y a los adultos hardcore fans del comic que van al cine con un niño para disimular, todos, todos salen contentos de la sala. Nolan hizo un clásico moderno en The Dark Knight pero ese es un film travestido de superhéroes, si se le quita los trajes y el maquillaje la historia funciona igual. Whedon en cambio abraza el canon de las historietas y todo lo que eso significa en términos narrativos y de suspensión de la irrealidad y los traslada a otro medio con respeto y sin dejar de ser fiel a su estilo.
Bienvenido el Tim Burton de Ed Wood (1994), después de Alice In Wonderland y Dark Sahadows se lo extrañaba.
Lo que comienza como una potencial dulce comedia con charme termina en un pastiche ridículo y pseudo drámatico. Cuando el espectador acepta las reglas fantásticas y suspende su incredulidad hay dos opciones que tiene el guionista: respetar y alimentar la narrativa o hacer todo lo contrario, que es lo que sucede en The Cobbler.
Dolan es un director que abraza toda posibilidad de exploración cinematográfica. Su pulso transpira cine y su sensibilidad encuadra con belleza y pasión las emociones. En un ambiente enrarecido, disfuncional y pseudo incestuoso “Mommy” pone al frente la pesadilla de cualquier padre: no poder contener a un hijo fuera de control. Todo esto enmarcado por un soundtrack que rescata algunas gemas noventeras y que convierte canciones sobrerreproducidas como “Wonderwall” en un nuevo paradigma visual. Ahora al escuchar alguna de estas canciones no podremos separarlas de las imágenes de un carrito de supermercado y un longboard. “Mommy” es el cuadrado triple retrato de vidas al margen de la sociedad en un suburbio canadiense de clase media contado sin filtro por un artista en total control de su voz …y con apenas 26 años.
Rara y con esa incomodidad constante que es sello de PTA más unos gramos de “The Big Lebowski” y “Fear And Loathing In Las Vegas” pero conservando el espíritu de la novela de Pynchon que relataba -no sin melancolía- el fin de una era y porque no, de una ideología. No es solamente un film, es un experiencia de los sentidos donde la trama es una excusa para acompañar al personaje de Phoenix mientras ve su mundo morir. Humo en los pulmones y alcohol en el higado. Cruda y volada. Noir en colores.
La saga Divergente con un poco más de acción en esta entrega que lo que fue su predecesora pero con los mismos agujeros de plot. Más Winslet, más budget, más set pieces, menos desarrollo de personajes que en la primera y actores afianzados en sus roles que -dicho sea de paso- no les exigen demasiado rango. Visualmente no aporta nada que no hayamos visto antes, incluído el 3D, inerte en emoción dramática cuando más seria busca ponerse más tonta queda. La ideología del film a esta altura de la franquicia ya es una ensalada de refritos homogeneizados que no alimentan… como el pochoclo.
El arquetipo literario por excelencia de nuevo a la pantalla grande en otra superproducción de Disney diseñada para entretener y dejar un mensaje positivo a los espectadores más pequeños. Ambos objetivos están cumplidos. El guión subraya la esencia de la historia: la magia y la humanidad de una heroína con coraje y bondad como virtudes tomadas directamente de las páginas del libro. En cada toma se nota la mano de Branagh, dejando en claro que “Cinderella” es un film dirigido por un director de cine y no por un mercenario de los estudios. Una moraleja familiar y para toda la familia. Walt descansa tranquilo. -Fer Casals
Disney sabe hacer como nadie estas películas. Tienen la fórmula y la repiten. Historias basadas en hechos reales, filmadas con calidad y recursos, con al menos UNA estrella de Hollywood (aunque sea en decadencia) centradas en algún deporte (no importa cual), donde hay un “underdog” que compite “pese a…” (puede ser una enfermedad, una condición socioeconómica o una etnia discriminada) y gana, claro. En el proceso: un mensaje anti discriminatorio, una moraleja bien subrayada y THE END. Créditos. Una película para regalarle a padres y abuelos sin dudar.