Un inusual clásico futbolero Si existiera una versión futbolera y amistosa de Romeo y Julieta podría estar representada por los Dávalos y los Mercado del pueblito misionero de Puerto Piray: desde que se conocieron en 1952 han cultivado el gusto por los amistosos entre equipos de las dos familias. Los jugadores se renuevan, pero lo que no cambia es el ánimo: la cuestión es siempre pasarla bien. No importa ganar o perder, aun cuando los Dávalos deban reconocer que los últimos siete partidos los ganaron sus rivales. Alguna vez les tocará perder a ellos, se consuela una de sus fans. En Puerto Piray, estos desafíos son disfrutados por todos. Eso sí: no hace falta que nadie controle la pierna fuerte: la amistad está primero.
Sin palabras, la otra cara de una guerra El silencio importa más que la palabra en esta obra fruto de una inusual coproducción (Colombia-Holanda-Alemania-Grecia-Argentina). Más aún: la palabra prácticamente no existe (el film carece de diálogos) y el silencio pesa, sobre todo porque son las imágenes -la dramática acción que ellas exponen y la contundencia en su forma de hacerlo- lo que realmente asume el protagonismo. Son tres relatos paralelos que se superponen y complementan: los de tres mujeres que en la selva colombiana ponen en juego su resistencia y su carácter para intentar la única salida posible de la guerra civil en la que están atrapadas y de la cual son sus víctimas, quizás las principales: la huida.
Con el sello de los Dardenne La chica del título es una prostituta joven de origen africano que es hallada muerta en una zona pobre de Serang, en Bélgica. Es, también, la joven médica que asume un profundo compromiso con la realidad que la rodea, no demasiado diferente de la de otros rincones de buena parte de Europa. Por el compromiso con que entiende su tarea Jeny, no puede ignorar la dolorosa realidad que se manifiesta a su alrededor. Vive atenta a sus pacientes, a sus problemas médicos tanto como a sus necesidades humanas. Como otras protagonistas de los films de los Dardenne, es tan noble como heroica y responsable. Por eso sorprende cuando una noche en que el trabajo se ha prolongado más allá de lo normal decide no responder al llamado de la puerta a pesar de advertir que quien llama está pasando por una urgencia. Ese caso, que desdichadamente termina en tragedia, le transformará la vida y se convertirá en su obsesión, en su principal objetivo: identificar a la desconocida. Jenny no puede perdonarse esa flaqueza ni cargar con esa culpa. Su reflexión sobre la responsabilidad deriva en una historia tan conmovedora y tocante como suelen serlo las de los realizadores de La promesa, Rossetta o El niño, siempre atentos a descubrir con implacable veracidad el estado en que vive hoy una buena parte del mundo. Aquí, como en otras oportunidades, en distintas circunstancias asoma el problema de los emigrantes que deambulan por el mundo en busca de refugio. Y Adéle Aenel es toda una revelación.
Retrato de mesura y sensibilidad Papu Curotto define con sencillez y autoridad su primer largo. Y también con la cordura y la sensibilidad que no suelen abundar en films que apuntan a los sentimientos que animan las relaciones homosexuales. "Más allá de ser una película gay -dice-, Esteros es una historia de amor. No de cualquier amor, sino de ese que nos marcó porque quedó pendiente y retumbando en algún lugar de nuestra cabeza. Y también la historia de un despertar a la sexualidad, una sexualidad sin prejuicios, porque el deseo existe incluso antes que la noción del sexo." Como la que viven Matías y Jerónimo, que empezó de chicos cuando disfrutaban de su mutua compañía, que por algún motivo siempre era preferible a la de los otros chicos, sin que hubiera en ello explicación clara, por lo menos no en esos tempranos tiempos, en especial los veranos correntinos que pasaban juntos, uno invitado infaltable en la casa de la familia del otro en Paso de los Libres, cerca de los esteros, repetido escenario de sus juegos, formas de manifestarse mutuamente el cariño que los unía. Aunque no se lo subraye, algo del prejuicio (una mudanza) ayuda a interrumpir la relación, y cuando años después los dos se reencuentran en los esteros, uno tiene novia y el otro ha asumido su sexualidad, pero el afecto y la atracción perduran. La historia no innova demasiado, pero la mesura y la sensibilidad de guion y dirección y la química que aportan los actores enriquecen el film, que no carece de atractivo visual.
Matt Damon, en tierras lejanas Con cierta malicia puede suponerse que al elegir la Gran Muralla como escenario y tema de este film en el que hacen respectivos y paralelos debuts, tanto Matt Damon como Zhang Yimou han querido subrayar la importancia del acontecimiento. El admirable realizador está esta vez al frente de una producción ambiciosa que aspira a conquistar a un público más numeroso que el que lo distinguió entre los más talentosos de China (Sorgo rojo, Ju Dou, Esposas y concubinas) y también por primera vez entrega una mezcla de cuentos y leyendas que la famosa muralla ha ido generando a lo largo de su larguísima historia; muchas nacidas de la explicación de su existencia y su función de servir de protección ante invasores venidos del Norte. También ése es, de algún modo, el punto de partida que tomaron los autores de un libro que no derrocha inventiva ni originalidad y se contenta con imaginar que quienes ahora acechan son unos monstruos gigantes, humanoides y feísimos que ponen a prueba las habilidades y la inteligencia de los héroes del caso. Que para eso están Matt Damon, Willem Dafoe y unas cuantas estrellas populares del cine chino, como Andy Lau, que tienen la gentileza de hablar inglés para entenderse con los invadidos y disponerse a colaborar con ellos en la defensa de su territorio. A Yimou, que no ha perdido su buen ojo, no le queda otro remedio que hacerse cargo del aspecto visual del film, lo que -ya se sabe- es su especialidad.
Bailarina: danza animada en la vieja París No es Disney, ni Pixar ni Dreamworks, pero eso no supone que esta modesta producción animada franco-canadiense dedicada a la danza carezca de interés. La protagonista es bretona, huérfana y con un objetivo en la vida: dedicarse a la danza. Por eso, con la complicidad de su amigo Víctor, se escapa del orfanato que compartían para llegar a un París que aún tiene su famosa torre en construcción y probar suerte en el Ballet de la Opera. Lejanamente inspirada en Loie Fuller, inventiva pionera de la danza en el cine de esa época, la película, aunque colmada de lugares comunes, tiene su mayor interés en la recreación de aquel París y en algunas coreografías que solo el dibujo hace posibles.
Boston en tiempo de gángsters Desde su festejado debut como realizador en 2007 con Desapareció una noche, y su también afortunada incursiones en otra historia bostoniana de Dennis Lehane igualmente bien recibida (Atracción peligrosa) y coronada por el Oscar de Argo, Ben Affleck se ha mostrado, si no como un gran creador, como un cineasta probadamente competente. Esta nueva experiencia puede no haber resultado similarmente lograda. Pero sin duda, aunque Affleck no ha perdido el buen ojo para seleccionar sus proyectos, los resultados no alcanzan aciertos estilísticos comparables, en parte por la sobreabundancia de material argumental, en parte también por cierto desorden narrativo que conspira contra la claridad de la narración. Al mismo tiempo, el film plantea ciertos conflictos para el futuro de la sociedad autoral, cuyo trabajo tan bien recibido fue por los amantes del cine de gángsters, ya porque aquí acusa cierta pereza creativa (la herencia de otros títulos del género es visible) como porque conduce a la historia a un final como mínimo problemático. El tributo al memorable cine de gángsters de la Warner de los 30 -el de los Cagney y los Bogart- no consigue siempre transmitir aquella fuerza ni su poderosa unidad estilística a pesar de sus aciertos de ambientación y sus abundantes y ricos personajes. muchos de los cuales bien hubiesen merecido mayor desarrollo, en especial porque cuenta con un elenco generoso en talento.
Vientos de cambio en una familia Más allá de lo estrictamente musical, un interludio también puede marcar un cambio, una suerte de paréntesis; el fin de una etapa, la oportunidad de inaugurar otra o, al menos, de intentarlo. Las tres mujeres que en este caso están viviendo tres etapas bien diferentes de sus vidas atraviesan ahora momentos que las colocan en situaciones similares. La madre acaba de sufrir una dolorosa ruptura y como suele suceder en estos casos, ha decidido poner distancia con el pasado: un viaje con sus hijas a una playa de la costa, aunque aún estamos en septiembre -se supone-, facilitará las cosas. Sin proponérselo, quizá llevadas por las circunstancias, las tres ensayan algunos cambios: no hace falta que lo reflexionen, pero de algún modo perciben que está próxima la posibilidad de algo nuevo. La joven madre se atreverá a afrontar sus miedos e intentará dejar a un lado el llanto que ya le ha dejado visibles marcas en el rostro: la más pequeña, juguetona y muy dada a las fantasías, por fin se las permitirá, aunque con su travesura termine generando un enorme susto en la familia. Y quien irá más lejos será la adolescente, cuando se atreva a vivir una aventura romántica con otra chica de su edad. El tema de la preferencia sexual es abordado con especial delicadeza y sensibilidad por Nadia Benedicto, de quien también hay que destacar la belleza de las imágenes que obtiene de los exteriores de Lucila del Mar, donde se rodó todo el film.
Turbadora belleza en una morgue El atrevimiento que el director español Héctor Hernández Vicens expone al llevar su cámara a una morgue de hospital donde el cuerpo de una estrella sexy recién fallecida yace a la espera de autopsia y ambientar allí dos escenas de necrofilia -más las derivaciones de tales acciones- se diluye pronto. Hasta ahí parece haber llegado la imaginación del cineasta: lo que sigue tiene poco de sorpresa, casi nada de suspenso y menos aún de congruencia. Todo es bastante básico: tal como están presentados los necrófilos del caso no admitirían mayor desarrollo. El flojo argumento apenas daba para poco más de un corto y por eso quizá la decisión más atinada de los realizadores haya sido rematar la historia en sus escuetos 74 minutos.
De novios y futuros suegros "¿Por qué él?" es lo que se pregunta el protagonista de esta comedia con reminiscencias de aquella que Robert De Niro y Ben Stiller explotaron años atrás bastante más allá de lo prudente. Todo giraba entonces en torno de un único chiste (el desdichado encuentro entre un novio y su futuro suegro). Aquí hay alguna alteración en el reparto de los papeles, bastante menos gracia en diálogos y situaciones, y el inevitable toque de actualidad que presuntamente aporta el humor escatológico. Y si el formal papá se lleva un chasco cuando conoce al pintoresco (y millonario) candidato elegido por su nena, también se entiende que el espectador que pensaba divertirse con el film se pregunte algo parecido: ¿por qué esto?