Secuela del éxito de 2017, "La razón de estar contigo: Un nuevo viaje", de Gail Mancuso, presenta una nueva historia alrededor de las vidas del canino protagonista, adoptando esta vez un tono más familiar. Cuando en 2017 se estrenó "La razón de estar contigo", primeramente se presentó teñida de una polémica por un video del detrás de escena en donde se veía cómo uno de los cachorros de la película sufría violencia en mano de los entrenadores para que “actuara” una escena de riesgo. Aunque tardíamente fue desmentido; lo que se pensó que hundiría a la película en un rotundo fracaso, o no funcionó, o sirvió como morbo para atraer público. Lo cierto es que la película recaudó más de diez veces su presupuesto, e instaló nuevamente la moda de películas con perros en los cines (este año ya vimos "Mis huellas a casa", del mismo autor); por lo que la palabra secuela estaba ahí, a la vuelta de la esquina, y encima ya estaba la novela best seller para continuar. ¿Cuál fue la novedad de "La razón de estar contigo"? Que aplicaba a la típica historia de relación perros/humanos, el ingrediente de la reencarnación del perro en diferentes razas, varias historias de vida, y todas para volver a reencontrarse con su amado dueño original. No había que tener demasiado ingenio para pensar cómo continuaría el asunto ¿no? Después de todo, la vida perruna es más corta que la de los humanos. Sin embargo, hay un giro en dónde la película sí varía respecto a su primera entrega. En aquella oportunidad habíamos remarcado que se aplicaba el tono de los dramas basados en novelas de Nicholas Spark a este tipo de películas. Esta vez, el asunto adquiere un cariz más familiar, sobrenatural (pensemos en que son creyentes de las reencarnaciones), o si se quiere inverosímil ¿qué es lo que sucede? Todo transcurre dentro de la misma familia. La secuela comienza donde nos dejó la anterior, Bailey (ahora en versión San Bernardo) vive junto a dueño Ethan (Dennis Quaid) y su esposa Hannah (Marg Helgenberger) en la granja familiar. Ethan y Hannah perdieron a su hijo, y sólo les queda su nieta Clariry Jane/C.J. Pero los problemas comienzan (sino podemos decir que empezaron con la muerte del hijo) tras una discusión que Ethan y Hannah tienen con Gloria (Betty Gilpin), la madre de C.J.; sumida en el dolor por la viudez y el fracaso en varios sentidos. Así, decide mudarse a Chicago y llevarse a C.J. con ella. Ethan, que sabe “el secreto” de Bailey, le pide que en sus próximas reencarnaciones, su propósito sea cuidar de C.J. y así lo hará. Bailey se irá reencarnando en diferentes perros a lo largo del tiempo; cambiando de nombre, por supuesto; y siempre tendrá la tarea de llegar a C.J. e ir acompañándola. C.J.(interpretada en diferentes etapas por Emma Volk, Abby Ryder Fortson, y Kathryn Prescott) necesitará siempre de la ayuda de sus fieles mascotas compañeras ya que sufrirá las consecuencias de una Gloria convertida en alcohólica y descuidada. También vivirá su historia de amor. El cambio de darle a los perros una única misión a lo largo de la película favorece a su concreción respecto al anterior film que contaba una historia de vida en cada vida y recién sobre el final se acordaba de Ethan. Pero también la hacen, como dijimos, algo más inverosímil. Ya no es sólo la reencarnación, sino una autoconsciencia de ella, y la posibilidad de siempre regresar al mismo punto. En definitiva, no estamos acá para ver una película testimonial. "La razón de estar contigo: Un nuevo comienzo", será también un film más familiar por este sentido de seguir una misma historia, ya hablar del perro de la familia; y por consiguiente, algo más infantil. El cambio de Lasse Halllström, un experto en melodramas, con varios galardones encima, por la más televisiva Gail Mancuso (tiene muchísimos telefilms en su haber, pero es su ópera prima en salas), aligera el asunto. "La razón de estar contigo: Un nuevo comienzo" es un film más simple, y recurre a la lágrima de un modo algo más obvio que la anterior que pese a su premisa, eludía bastante bien muchos golpes bajos. No, no hablamos de una gran película, ni de nada que vaya a sorprender, es simplemente una secuela que, con ligeros cambios, se ubica a la par de su original con algunos puntos mejorados, y otros en baja respecto a la anterior. En el elenco, Dennis Quaid y Marg Helgenberger aportan experiencia, aunque nos hubiese gustado verlos más; y Betty Gilpin y Kathryn Prescott cumplen correctamente con los tonos de sus personajes y de la propuesta. Pero las estrellas acá son los perros, y sí, son adorables. Si son bicheros la van a pasar muy bien. "La razón de estar contigo: Un nuevo viaje" es un film noble, cálido, y con corazón. No se aconseja a los padres pasar con sus hijos por una veterinaria o un centro canino al terminar la proyección, se los van a querer llevar a todos a casa.
La segunda película de Paula Markovich, "Cuadros en la oscuridad", es un peculiar y sensible relato a modo de homenaje hacia su padre, un artista que nunca llegó a exponer sus obras. Dice la definición de insilio, “condición psicológica de auto encierro o destierro de uno mismo creado por el propio orden político”, o sea lo contrario al exilio, con sus mismos efectos. Durante su primera presentación en 2017 en el marco del Festival Internacional de Cine de Morelia, Paula Markovich, decía de "Cuadros en la oscuridad": “Está inspirada en la vida de mi padre, un pintor que no expuso su obra. El origen de ello está en la dictadura, en el insilio, hubo gente que se escondió dentro del territorio nacional, en muchos casos en pequeños pueblos”. Paula Markovich es hija de Armando, un pintor con una obra desconocida, que nunca llegó a exponer en una galería, ni a presentar sus obras en público. Pero, frente a la opción lógica de realizar un documental evocativo, o en todo caso una biopic; no, Paula Markovich decide narrar una historia de ficción utilizando como protagonista a una suerte de alter ego de su padre, Marcos (Alvin Astorga), también un artista desconocido que nunca llegó a exponer su material, y no permite que nadie lo descubra. La obra de Armando estuvo prohibida, por lo que era imposible que se presentara, y él sin irse del país, se escondió dentro de las zonas recónditas de nuestro país, llevándose consigo un material que nunca vio la luz pública. Ahora, con "Cuadros en la oscuridad", su hija, busca darle la relevancia necesaria, y también plasmar un testimonio social que excede lo personal. En ese marco de ficción, situado en Córdoba, Marcos de 65 años trabaja en una estación de servicios y tiene poco contacto con el exterior. Vive en un barrio carenciado, y quienes lo rodean poco conocen de su existencia. Tan grande es este anonimato, que Luis (Maico Padral) se mete en su casa creyéndola deshabitada para saquearle algún material, y así poder seguir manteniendo el vínculo tóxico que mantiene con sus compañeros absorbidos por la marginalidad. Luís, de 13 años, no vislumbra ningún futuro, pareciera carecer de empatía, se droga, vive sus días en la calle con los suyos, delinque, y no siente ningún tipo de solución cercana. En ese choque en la casa de Marcos, se encuentra con una serie de cuadros que son obra del dueño de casa; un artista comunista perseguido por la dictadura que debió ocultarse de la luz pública, y así nunca exhibir su arte censurado. Al principio, la relación entre Marcos y Luis es difícil, sino imposible; pero pronto irán hallando los puntos de encuentro, y surgirá algo cercano a la amistad, o a un vínculo paterno filial de comprensión y compañía mutua. Mediante las enseñanzas pictóricas, Luís irá conociendo un mundo nuevo que lo aleja de ese sector marginal. Descubre la importancia de los colores, en el arte y en la vida, y cómo estos se mezclan para formar algo maravilloso que no debe quedar oculto. Pero el entorno es complicado, y puede volver a entorpecer cualquier tipo de salida. Markovich, guionista de la reconocida Temporada de patos, con la cual mantiene algún punto en común, plantea una propuesta chica, minimalista, que busca las emociones en los detalles. Pocos personajes, un ambiente cerrado, sombras y colores opacos, y mucha marginalidad alrededor. No se intenta disfrazar la situación mediante un realismo mágico, o algún código esperanzador, las cosas son como son. A Marcos la dictadura le prohibió salir a luz pública, a Luís, la coyuntura socio económica del capitalismo salvaje tampoco le deja asomar la cabeza. Escasos diálogos, una utilización mínima de la música a modo incidental para remarcar algún momento sensible, mucho sonido ambiente, y acciones mínimas más que grandes hechos movilizantes. Cuadros en la oscuridad puede parecer narrar una anécdota, una historia mínima, oculta, dentro de un marco más grande; y quizás ahí esté la mayor analogía en función homenaje a la obra de su padre. Esa imposibilidad o prohibición a un artista de presentar su obra y obligarlo a mantenerse oculto, es también un cuadro si se quiere anecdótico o singular dentro de un contexto de censura y represión mucho más grande, y que pasada la dictadura se reformuló en modo de una marginalidad que no permite progresar. "Cuadros en la oscuridad" no es un film para aquellos que esperan grandes películas, ni algo contundente; menos aún un ritmo apresurado. Es un film simple, pequeño, muchas veces doloroso, gráfico en los detalles, y de un ritmo (a veces excesivamente) lento. Algunas circunstancias remarcadas o subrayados – más en una propuesta de corta duración –, y un simbolismo un poco obvio sobre un final esperado y evidente, no dejan que su mensaje emocional llegue siempre con la contundencia de sus inicios más sutiles. Astorga y Padral tienen una química verosímil, y el último se destaca como un joven lo suficientemente expresivo. Con altibajos, "Cuadros en la oscuridad" es un homenaje personal que escapa a las reglas básicas, y se expande como una denuncia social con ejes en el pasado y el presente. Paula Markovich se destaca como una realizadora con un discurso interesante al que habrá que prestarle atención.
La segunda película de Jimena Monteoliva, "Clementina", es una profunda obra que se vale de elementos fantásticos para tratar dramas mucho más terrenales y presentes. Jimena Monteoliva es una de las productoras de cine de género más reconocidas. Hitos como "Kryptonita", "Mujer Lobo", "Caito", o "Los suicidas", cuentan con su apoyo. En 2015, debutó como co directora junto a la experta Tamae Garateguy en la adrenalínica "All Night Long/Toda la noche"; una película que ya planteaba un universo que Monteoliva parecía querer recurrir. En su primer opus individual, que fue presentado en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre hace dos años, y ahora alcanza un estreno comercial, confirma su estilo, tomar el género y expandirlo hacia otros horizontes para hablar de otras cuestiones. No, "Clementina" no es un film similar a "All Night Long", por el contrario, la furia de aquella fue dejada de lado por un tono mucho más climático, pausado, opaco ¿En dónde está el punto en común? Su protagonista es Juana (Cecilia Cartasegna), una mujer víctima de violencia doméstica, que pierde un embarazo producto de esos golpes, y queda internada en un hospital. Allí, luego de que su marido Mateo (Emiliano Carrazzone) se de a la fuga, una asistente social y un policía (Fabiola Bonelli y Felipe Llach) intentan convencerla de hacer la denuncia para poder librar una orden detención. No, Juana no lo denuncia, y regresa a ese hogar que compartían y que estaban refaccionado para que sea el núcleo del amor. Cuando la mujer se instala nuevamente, comienza a oír voces y sentir una presencia perturbadora en ese hogar con mucha historia detrás. Monteoliva se toma el suficiente tiempo de esos 90 minutos para entrar en el clima del film. Plantea un juego en el cual las sensaciones de la protagonista van calando dentro del espectador. Sin dudas, se presenta un drama con ribetes fantásticos. A medida que la historia avanza, el cine de género irá cobrando mayor fuerza, como esa sombra en el hogar. Cuando el arco dramático llegue al climax necesario, todo ese bagaje fantástico será funcional para un tercer explosivo y muy efectivo. "Clementina" es una película en perfecta coyuntura, realizada hace ya dos años, la violencia de género, lejos de ser un asunto superado, cobró más y más peso en el interés público. Cuesta decir afortunadamente de la toma de consciencia, ya que en verdad el ideal sería que los índices bajasen. Los menos comprometidos podrán decir que es una propuesta oportunista; los más optimistas, que es una propuesta comprometida. Lo cierto es que el cine de género no tiene por qué quedar abstracto de la realidad de coyuntura, y "Clementina" es una muestra. Los simbolismos, el metalenguaje, aquí habla de utilizar al cine fantástico como motor para hacer una sutil propuesta de denuncia. Denuncia que, despojada de sus elementos fantásticos, resulta verosímil, contundente, y audaz. Quizás "Clementina" no sea una propuesta para los que esperan un ritmo trepidante, ni el jump scare gratuito; todo es cuestión de atmósfera (repetimos, hasta un tercer acto más cargado y bienvenido) y sugestión. Silencios, sonidos, colores oscuros, movimientos lentos, pausas, detalles en los objetos, diálogos funcionales, todo aporta a que entremos en lo que su directora nos quiere presentar. Monteoliva se presenta como una realizadora muy atenta a la construcción de los tiempos narrativos. Acá el punto en común con "All Night Long", un universo con fuerte presencia femenina, y una narración en la cual los tiempos del relato son fundamentales. Cada una con una estructura diametralmente opuesta (en aquella, la firma de la salvaje Garateguy marca la impronta). Deudora de algún cine fantástico de los ’70 que se emparentaba con el drama y jugaba con las sombras; y sobre todo del boom del J Horror allá por principios del Siglo XXI (recuerda mucho a Ju-On y Dark Water, los exponentes más conocidos, pero hay otros); el drama genera tensión, creando en el público una sensación de ahogo y opresión que lo será todo. Cecilia Cartasegna lo da todo de sí; se carga el film al hombro y entrega un protagónico arrollador, cargado de dolor, sufrimiento, y temor (del fantástico por lo desconocido, y del real por esa pareja que la aprisiona). Una actriz muy expresiva que deja su marca distintiva. Es la interprete ideal para Juana. Emiliano Carrasone vuelve a demostrar estar a la altura, tiene con Cartasegna la química necesaria(no una química cómoda, se entiende); y hace que sintamos por él, lo que hay que sentir. El elenco secundario también se siente sólido, con especial destaque de la siempre talentosa Susana Varela como una vecina con mucho para revelar. "Clementina" es una propuesta en economía de recursos, pequeña; pero que se hace grande en ese espacio. Utiliza los códigos que todos conocemos del terror sobrenatural, y los lleva al ámbito del terror más real. El resultado crea un film que nos moviliza aún más cuando el horror es aquel que viven muchísimas mujeres a diario; y se convierte en un verosímil grito de dolor y ayuda.
La nueva película de Juan José Campanella, "El cuento de las comadrejas", representa un cambio parcial en la filmografía del afamado realizador de "El secreto de sus ojos". No es fácil dar vuelta la página una vez que se tocó el cielo con las manos. Algo de eso pareciera ser lo que sucede con el Campanella post la ganadora del gran premio de la Academia. Alzarse con un taquillazo y un Oscar bajo el brazo lo colocó en una posición en la cual no es sencillo encarar un nuevo proyecto ¿Esperando que la fórmula se repita? Si bien en el medio dirigió "Metegol" (que pasó más desapercibida de lo esperado), y tuvo algunos proyectos en TV y teatro de suerte dispar, "El cuento de las comadrejas"significaba la vuelta fuerte al cine de uno de los dos directores que nos dio un Oscar. Esa es la expectativa del público, ¿y la propia? Aquí el director se mete en un terreno complicado, no sólo adaptar un clásico u obra de culto del cine nacional; sino cambiar el estilo que forjó en sus cinco películas previas hechas en Argentina. Esta historia de cuatro personajes de la tercera edad contra dos despiadados jóvenes, lo alejan de ese timing barrial, el código urbano, localista, que marcó desde "El mismo amor, la misma lluvia" y mantuvo aún en el cine de género ("El secreto de sus ojos" y "Metegol"). Esta vez se presenta un universo cerrado, de clase alta, con códigos que dejan afuera de la identificación al espectador promedio, y toda una estructura que responde a un estilo de cine que no es lo conocido de Campanella, ni en películas ni en otros formatos ¿A quién apunta sus guiños? Las primeras imágenes nos ubican en situación. Mara Ordaz (Graciela Borges) fue una estrella del cine argentino clásico, de la época dorada, el star system. Mediante un compilado que incluye varias películas de la propia Borges disimuladas, vemos un repaso a lo "Cinema Paradiso". En la actualidad, Mara es una mujer olvidada por el público y encerrada en su mansión de la cual se resguarda de ese olvido. Como si entre esas paredes se respirase un aire distinto que en los exteriores. No vive sola, la acompañan su marido Pedro de Córdova (Luís Brandoni), un actor que vivió siempre bajo la sombra de Mara, y Norberto Imbert y Martín Saravia (Oscar Martínez y Marcos Mundstock, respectivamente), el director y el guionista de las películas de Mara y Pedro. Entre los cuatro mantienen una convivencia extraña en la cual se lanzan dardos de todo tipo (los metafóricos y los literales), se desprecian, pero también mantienen una armonía simbiótica. Armonía que, como lo advierte el propio Norberto en uno de sus muchos diálogos expositivos, sólo puede ser rota por la presencia de los villanos. ¿Quiénes son los villanos? Dos jóvenes agentes de bienes raíces, Francisco Goumard (Nicolás Francella) y Bárbara Otamendi (Clara Lago), que con la excusa de un accidente arriban a la mansión y tientan a Mara e intentan persuadir al resto para vendérselas a cambio de regresar a Mara a un departamento céntrico que la ubique en el centro de la escena otra vez. A partir de entonces, se arman los bandos, Norberto y Martín por un lado; Mara por el suyo; Francisco Bárbara engatusando y seduciendo para su beneficio; y Pedro como un alma en pena tironeada. Al igual que Los muchachos de antes no usaban arsénico, El cuento de las comadrejas es una comedia con tintes negros, y personajes que bordean lo paródico. En la comparación entre ambas, la original de José Martínez Suárez sale ganando por varios sentidos; pero principalmente por dos factores fundamentales, es mucho más negra, ácida, y genuina, que su adaptación. Suárez le imprimió a su película una lectura de su coyuntura (la pre dictadura, el conservadurismo apartado peleándose entre sí y temeroso de lo nuevo – lectura del peronismo –, el caos a la vuelta de la esquina) que esta obviamente no posee. Partiendo de ahí, las circunstancias son diferentes. "El cuento de las comadrejas" es más complaciente, sus personajes terminan siendo más simpáticos que sórdidos, y la relación entre los personajes mayores no es tan oscura como en el original, todo es más previsible. Barroca, esta realización recuerda a cierto cine que acá representa Marcos Carnevale, aquel abstraído de la realidad cotidiana argentina. Sobre todo a "Tocar el cielo", "Inseparables", y especialmente "El gusto de los otros". La estructura de diálogos se siente acartonada, ¿teatral?, demasiado estructurada, efecto más marcado en su primer tercio, hasta que entramos en su juego. Todo huele a un aire bucólico, de un antaño no definido. También tiene algunas dificultades con las fechas ¿Mara fue estrella de cine mudo? ¿Qué edad tiene? Sobre la mesa, Campanella ¿quiere alejarse de su cine?, pero vuelve a recaer sobre el guiño emotivo y el mensaje complaciente (respetemos a los viejos, la modernidad nunca tendrá el corazón de otros tiempos) que lo caracterizan, generando un híbrido. En este juego, Graciela Borges es quien más se luce con una película hecha a su medida (muy cuidada y con unos bellísimos planos, incluido un fundido de su cara con sus películas) y en la que ella sorprende con bríos y un brillo diferente a ese personaje más sutil al que nos tiene acostumbrado. Es la más mordáz y graciosa del conjunto. Quizás algo de esto lo demostró en Dos hermanos, pero acá explota. Los halagos también van para Clara Lago, con un correcto tono argentino que ya le conocimos en "Al final del túnel", y un tono justo para hacer una villana seductora en un estilo caricaturesco, como villana de Disney. Brandoni sale airoso de un personaje diferente y difícil, cargado de patetismo y sufrido. Martínez se repite; y a Mundstock parece difícil sacarlo del decir discursivo a lo Les Luthiers. Nicolás Francella cada vez más parecido a su padre, una correcta elección de casting, aunque pasa inadvertido. También hay que destacar que Campanella siempre le da lugar a intérpretes secundarios. En este caso, una sola escena le alcanza a la talentosa Maru Zapata para lucirse. Hay algo más que hace ruido en "El cuento de las comadrejas", una estatuilla, que no es un Oscar, pero se le parece mucho, ubicada en el centro de la película, y el centro de esa mansión. Ese galardón tiene múltiples lecturas. Es el centro de disputas entre los personajes, un desencadenante, y también es un objeto de peso en la realización. Lo mismo sucede con un código de ruptura de la cuarta pared, con flashes de autoconsciencia o guiño de estar en una película. Recurso que a veces funciona, y otras suena a ombliguismo injustificado. "El cuento de las comadrejas" habla de cine, dice ser para cinéfilos, hace referencias explícitas, se enorgullece de pertenecer a ese mundo de artistas. Una simple lectura deja entrever un deseo de pertenencia del realizador. La forma de regresar de Campanella, el post Oscar, parece querer reclamar un lugar de pertenencia. Cuando en una misma oración nombra a la panacea de directores argentinos, pareciera pedirnos que lo incluyamos ahí, en ese grupo selecto. En definitiva, hablamos de un mundo muy autorreferencial, con un chiste interno hacia la filmografía del director y que es su título menos conocido (¿un “todos deberían conocer mi obra”?), y varios parlamentos en los que él pareciera hablar por boca de los personajes. Debajo de todo ese ropaje, se encuentra una película siempre entretenida, con varios momentos que sacan una sonrisa, y un apartado técnico profesional (descontado una innecesaria y extraña obsesión por los primeros planos y los juegos con el fondo). El cuento de las comadrejas es el regreso al cine de un director con mucho para decir, sobre todo de sí mismo, y en la cual, detrás de todo ese lenguaje entrega un producto menor pero eficaz en su promesa de una comedia de alto nivel comercial. No está mal, pero Martínez Suárez respira tranquilo, su legado sigue intacto.
La ópera prima ficcional de Daniel Barosa, Boni Bonita, cuenta con dos interpretes en puntos altos para narrar una humana relación que no siempre adquiere el vuelo necesario. El cine romántico tiene su vertiente más popular en el clásico romance de grandes acontecimientos con enredos, desencuentros, personajes disímiles, y disparadores que funcionan como estallidos para ponerlos en marcha. Ya sea en comedia o drama, son películas efusivas que viven el amor como un acontecimiento mágico, trascendental (casi de única relevancia vital), y apasionante. También hay otro formato que intenta ser más realista, enfocarse en los dos personajes con sus miedos y dudas, sus diferentes facetas, en los diálogos entre ambos, y en el ir acercándose hasta encontrarse. La clásica trilogía de Richard Linklater adhiere a este formato y son quizás el clásico más recordado y a tomar como referencia. "Boni Bonita", co producción brasilero – argentina, segundo largometraje, y ópera prima ficcional de Daniel Barosa, adhiere a este segundo estilo, aunque aportándole un clima muy local. En este caso tenemos a dos personajes que irán desarrollando su historia a través de los años, con todos los devenires que eso implica. Luego de la muerte de su madre, Beatriz (Ailin Salas), una adolescente de dieciséis años, viaja de Argentina a San pablo para encontrarse con un padre ausente y reiniciar su vida en otro contexto. Durante un concierto, conoce a Rogério (Caco Ciocler), el líder de una banda con el que inmediatamente tiene química, bastante mayor que ella, atraviesa su tercera década. Ambos tienen un bagaje a cuesta que los emparenta, a la vez que no los deja avanzar en forma plena. Una sombra de dolor y frustración por el territorio que se perdió, y por un éxito profesional que no llega. A Beatriz, inicialmente se le suma el duelo, el rearmar una relación con un padre al que no conoce, y encontrarse en una tierra que no es la suya. A sus jóvenes años, se encuentra en una etapa en la que no encuentra las respuestas que busca, y para seguir sintiendo algo, se flagela. Rogério, quiere trascender en la música, pero tiene la vara del éxito de su abuelo al que nunca puede igualar. Ni él, ni ella, son personajes en su plenitud. "Boni Bonita" irá desplegando su historia a través de once años, en los que, lógicamente iremos viendo como Beatriz pasa de su pura adolescencia a la adultez, manteniendo el bastión de Rogério, con el que no llega a establecerse. El título del film es el de una canción que retrata los devenires entre ambos personajes, que no serán lo más sencillo. "Boni Bonita" no alcanza la hora y media, y en ese plazo ocurre más de una década de historia. Aquí encontramos una diferencia fundamental con otras películas del estilo. Linklater se tomó tres películas, cada una bastante extensa, para presentarnos su historia de relación a través de los años y momentos de una pareja. Otras similares, como "Nuestros amantes", o "Perdidos en Tokio", presentan un momento, un episodio, no juegan con la temporalidad, nos hablan de un encuentro que marcará la vida de los personajes de n ahora en más que ya no veremos. En "Boni Bonita", ese encuentro sucede, pero seguiremos el cambio entre ambos durante un extenso período. Esto la convierte en un film condensado y de clima variante. Dividido en cuatro capítulos, etapas, pareciera que cada uno tiene un estilo diferente; y lo que amalgama a todos, más allá de la pareja en sí, es el prevalecer los pequeños momentos por sobre los grandes acontecimientos. No sucede demasiado en "Boni Bonita". Por más que veamos un largo período temporal, no existirán, por lo menos argumentalmente, esos episodios movilizantes que impriman nervio, o nos planteen ¿y ahora qué? Quizás como la vida misma, que transcurre sin tantos sobresaltos. Narrativamente esto le otorga realismo, pero le quita peso, hace que no siempre se sostenga el interés inicial. Afortunadamente, cada vez que el guion decae en innovación, aparecen dos actores como Salas y Ciocler que apuntalan el cuadro y permiten llega a buen destino. Salas es una actriz ideal para Beatriz. Su postura y decir habitual, le otorgan el tono gris necesario a un personaje que trata de encontrar de nuevo su ánimo. Ni Salas ni Beatriz son abúlicas, tienen un brillo y magnetismo propio. Ellas serán el motor de la propuesta. Ciocler logra una gran química con su partenaire, y también veremos un crecimiento en su personaje. En esta mezcla marcada por la diferencia de edad, en donde la relación mutará de un tono a otro, el juego entre ambos actores es influyente para su valoración. Barosa juega con la cámara, pretende un lenguaje visual a través de los movimientos de cámara, los enfoques (y desenfoques), y el montaje diferenciado. Como si esa visión ajena fuese otro personaje. "Boni Bonita" es una película de relaciones que no siempre se encuentra al mismo nivel. Así como estos dos personajes atraviesan por diferentes etapas, lo mismo sucede con el film; e idénticamente, cada vez que se pierde(n), sabe(n) que están ellos dos para salvarla/se.
En cuarto film de los hermanos Onetti, "Abrakadraba", es otro buceo de los realizadores por las aguas del giallo, con el agregado de un estilo personal que fueron desarrollando a través de sus películas. Luego de tomarse un receso con la excelente y subvalorada Los olvidados (que pronto tendrá su secuela), Luciano y Nicolás Onetti, vuelven con fuerza al estilo que los parió como cineastas. Hablamos del giallo. Pocos subgéneros tienen un estilo tan propio y reconocible como el giallo. Aquel típico film de suspenso/terror/misterio proveniente de Italia, con auge a finales de los ’60, los ’70, e inicio de los ’80, marcado por la literatura Pulp, y el cine explotation. Mucho se teorizó sobre él; disertaciones, documentales, y hasta textos recopilatorios (como el inminente e imperdible "Giallo: crimen, sexualidad y estilo en el cine de género italiano" editado por Carlos y Natalio Pages junto a Álvaro Bretal); hablando de sus alcances y lenguajes en contextos. Nicolás y Luciano Onetti también hicieron lo suyo. En 2013 filmaron "Sonno Profondo", una propuesta que imitaba hasta al mínimo detalle los giallos clásicos, sobre todo las obras más populares de la máxima referencia Darío Argento. Dos años después, con "Francesca", ya no sólo se hacían habitúes del festival más prestigioso de cine de género de la región, el Buenos Aires Rojo Sangre, sino que afianzaban aquel homenaje a títulos como "Rojo profundo", y "Tenebre", repitiendo la detallista fórmula con los ojos puestos en el giallo. Ahora,"Abrakadabra", filmada en 2018, presentada en el último BARS y otros festivales alrededor del mundo en el que se alzó con premios y menciones, y que logra finalmente un limitado (ojalá se extienda) estreno en el BAMA, completan una trilogía centrada en el homenaje explícito a aquel subgénero al que decididamente aman. Aunque como todo cierre de trilogía ¿Quién nos dice que no puede continuar? La historia de "Abrakadabra" es bien básica y a tono con la propuesta de un giallo; muerte del pasado, herencia, sucesión de crímenes en el presente, incriminación al protagonista. Misterio detectivesco a resolver. Treinta y cinco años atrás, El gran Dante, un exitoso y prestigioso mago muere en medio de un show mientras llevaba a cabo un truco desafiante. Su hijo Lorenzo (Germán Baudino), siguió sus pasos con la ayuda de Antonella (María Eugenia Rigón) la clásica asistente que todo mago necesita. Para el aniversario de la muerte de Dante, comienzan a sucederse una serie de cruentos crímenes relacionados con aquel hecho, y en el circulo de Lorenzo, lo que lleva a los investigadores a pensarlo como el principal sospechoso. Lorenzo, un personaje turbio, alcohólico adicto, ególatra como todo artista, extravagante y transeúnte como todo feriante; deberá descubrir quién se esconde detrás de esos asesinatos antes de que sea tarde; y antes de su gran presentación en un importante teatro. Con la sospecha de que su propia mente y su propia personalidad, le pueden estar jugando una mala pasada ¿Realmente es inocente? Como es costumbre en los Onetti, "Abrakadabra" tiene todo lo que un giallo debe tener, al punto del regodeo o paroxismo. El detalle del idioma italiano con subtítulos ad hoc; la voz doblada en post producción y con el típico desfasaje de esas producciones que se filmaban en italiano y se doblaban al inglés, o viceversa; los filtros de colores expresionistas, y el juego con las sombras y el negro remarcado como cuero; la sangre espesa como tempera; el maquillaje extremo, y el vestuario y peinado reconocibles; las luces; el montaje cortante; y por supuesto la música a cargo del propio Luciano Onetti que envuelve y remarca los momentos de exaltación a modo de golpe de efecto. El guion también es devoto del género. Un relato policial negro, con muchos personajes que pueden ser sospechosos, incluso el propio protagonista. La creación de estos personajes en un clima turbio pero de ambiente de fotonovela (acá, otra vez, la música es fundamental); casi una porno setentosa sin el sexo explícito. En la marcación actoral y el casting también encontramos las referencias. Todos los actores parecen salidos de ese ambiente. Desde el look germano/escandinavo de Baudino (el protagonista extranjero de los giallos, como John Saxon), hasta el rojo furioso y cuasi pin up de Rigón. Todo el elenco se amalgama a esta propuesta y cumplen su labor más que correctamente. Como en un buen giallo, el ritmo jamás se detiene, las muertes son impresionantes, y nosotros como espectadores estamos ahí aferrados a la butaca como otros detectives de este lado de la pantalla. Pero hay algo que hace a "Abrakadabra" aún mejor que "Sonno profundo" y "Francesca". En aquellos, los Onetti parecían demasiado atados a las referencias puntuales, al guiño explícito a las películas más populares y reconocibles, como el alumno que quiere contentar al maestro. En "Abrakadabra", luego de un paso fuera del giallo como "Los olvidados", y luego de dos experiencias propias, perfilan un estilo propio, una marca personal, que amalgaman perfectamente con el subgénero al que adoran. La ambientación ambigua, que marca un limbo entre Italia y Buenos Aires, entre el pasado y el presente; el desarrollo y las facetas que despliegan los personajes; y un humor muy sutil y bienvenido; no pertenecen a ninguna película anterior, son propios del sello Onetti. Lo mismo sucede con una búsqueda referencial anterior a los clásicos de Argento que colocaron al giallo en el mundo. Las referencias estilísticas de "Abrakadabra" habrá que buscarlas en giallos primitivos, de esos que los verdaderos fans aprecian como gemas. "Abrakadabra" es una experiencia redonda, hecha a consciencia, con un amplio conocimiento del entretenimiento y del género; y un equipo en todas las áreas dispuesto a entregar lo mejor de cada uno. Que encima esto sea una producción independiente, y lejos está de subestimar al público bajo este concepto, le aporta el último ingrediente necesario para convencernos de ser una cita obligada en aquella sala de Diagonal Norte.
El nuevo film de Alberto Masliah, El sonido de los tulipanes, es otro caso del emergente cine en época de crisis social. Aún con cuestiones a rever, posee atractivos para el género. El cine, como hecho cultural, no suele estar ajeno a las coyunturas sociales. Menos aún el cine argentino caracterizado por su compromiso. Ante cada contexto histórico, se cuentan de a decenas las películas que retratan el sentir social del momento. Cine obrero, post dictadura (y dictadura mediante analogías evasoras de la censura), destape, corrupción, crisis moral, esperanza de barrios bajos; y llegamos a la época actual. Al igual que en el post dictadura, aflora un aire a “que se vayan todos”, podredumbre en todos los estratos, y el mejor es el menos corrupto. En este marco, "El sonido de los tulipanes" es un claro ejemplo de época, tal como la estrenada a fines de 2018, "El jardín de la clase media". Un policial, con personajes profesionales, altos contactos, la política en el medio, entramados familiares, y hechos espurios que manchan aquí y allá. Posiblemente herederos del policial de principio de los ’90 ("Delito de corrupción", "Al filo de la ley"), y de principios del Siglo XXI ("Nada x Perder", "Cargo de Conciencia", "Gallito ciego", "El séptimo arcángel", y hasta "Nueve reinas"). Si revisamos la filmografía de Alberto Masliah ya podremos intuir hacia dónde irá el asunto. Un puñado de documentales de contenido social, mayormente enfocado en minorías; y una única ficción, Schafhaus, casa de ovejas; con la cual "El sonido de los tulipanes" mantiene varios puntos en común. El linaje familiar marcado por asuntos políticos, las relaciones padres e hijos quebradas en un marco difícil, el hijo redescubriendo su historia, y una ambigüedad ideológica llamativa. En esta oportunidad quien lleva la historia adelante es Marcelo Dimmarco (Pablo Rago), un periodista investigador de policiales, que carga con el éxito de una novela “El sonido de los tulipanes al doblarse”, que le trajo tantos beneficios como pérdidas. Texto efectista, aquella novela le dio una popularidad que no pudo sostener y retener; y lo apartó de su padre, que siempre rigió la conducta de su hijo, y consideraba que ese texto estaba plagado de inexactitudes con tal de vender. Marcelo trabaja para un diario que no tiene ningún escrúpulo, y parece aceptar el juego. También tiene una relación muy distante con su propio hijo fruto de un matrimonio roto. La repentina muerte de su padre, Antonio Dimmarco (Roberto Carnaghi), en circunstancias muy extrañas, trastocará la vida de Marcelo, que se verá envuelto en una investigación con ribetes en un inicio impensados. Mediante una serie de flashbacks iremos conociendo la relación entre ambos, y descubriremos una asociación que implica contactos de todo tipo, y se eleva a tiempos pasados. En el funeral, se hacen presentes dos persones. Carolina (Calu Rivero) la secretaria de Antonio, que se une a Marcelo para llegar a la verdad, ya que ella misma parece verse acosada por quienes asesinaron a Antonio; y “El Loco” Bertolini (Gerardo Romano), socio de Antonio, pata política, con intereses propios nada limpios. "El sonido de los tulipanes" crea una red en la que entran la corrupción política, lo exiliados durante la dictadura y el pasado previo de los mismos, la suciedad mediática, y las nuevas actividades de estos personajes no acostumbrados a vivir de la legalidad. En ese marco, hay cuestiones que se le escaparán de las manos, y otras que resulten algo redundantes. Lo diálogos remarcan las situaciones, y algunos personajes presentan trazos gruesos. Sin embargo, en su propuesta de crear un policial de ribetes altos, resulta efectiva, y deja en claro el mensaje de algo turbio enquistado desde hace mucho tiempo en el país, y del que ningún sector está exento. La solvencia de actores como Rago y Carnaghi, le aportan peso a sus papeles; y Gerardo Romano logra sacar provecho a sus habituales sobreactuaciones (entendido no como como algo negativo) que en esta oportunidad son muy favorables a un personaje megalómano. Calu Rivero, con aún escasa participación cinematográfica, mejora la performance entregada en "Tesis sobre un homicidio", so nota suelta, y cumplidora en el rol de una semi femme fatale joven y con un grado de inocencia y misterio. Niveles de producción altos, y una consciencia de lo que se pretende entregar, como heredera de una tradición fructífera en nuestro cine, apuntalan esta producción. "El sonido de los tulipanes" presenta una sociedad corrompida, personajes que muestran bajezas, y una suciedad que no se ahorra detalles. Varios tramos pueden resultar sobrecargados, con un lenguaje visual algo evidente; u obligarnos a cuestionarnos su posicionamiento ideológico ambiguo, con dardos para aquí y para allá. Alberto Masliah construyó un thriller cuyo mayor mérito es no esconder sus intenciones.
Nueva versión de un clásico de la comedia americana, "Maestras del engaño", de Chris Addison, sólo se supera si no se espera el mensaje prometido. Tiempos de feminismo. Empoderar a la mujer y reubicarla frente al sexo opuesto. También es tiempo de revisar géneros y posicionarlos bajo la nueva coyuntura. En este sentido, la comedia es el género que más está siendo revisado. Quizás porque ideológicamente siempre fue el género que más se asoció a las mujeres. Banales, divertidas, soleadas, alegres, ligeras, así deben ser las mujeres. A los remakes parece que también les llega la hora. Esta parece ser la única excusa para un estreno como el de Maestras del engaño, revisar y reversionar un clásico de la comedia, que bajo el prisma actual, podría considerarse bastante machista. Piensen si hoy en día quisieran hacer remakes de las películas de Olmedo y Porcel, o de la saga "Bañeros"/"Brigada Zeta" (no me refiero a las secuelas iguales conceptualmente a las originales). Algo así es la disyuntiva con la que se encontró la gente de "Maestras del engaño" ¿cómo encararlo? Esta película es remake de "Dirty Rooten Scoundrels", conocida acá como "Dos pícaros sinvergüenzas"; que a su vez es remake de "Bedtime Stories" o "Dos seductores". En ambas se presenta a dos hombres, bon vivants, que se aprovechan de incautas mujeres con dinero que son estafadas mediante graciosos juegos de seducción. Todo para que al final se de vuelta la tortilla, pero igual el mensaje ya fue dado. "Maestras del engaño", cambios más, cambios menos, cuenta lo mismo, pero cambiando los sexos. Ese sería todo su feminismo. Algo similar a lo que ya hizo "Heartbreakers" o "Las estafadoras" en 2001 sin ser un remake. La historia es bien sencilla, dos mujeres de clase social diferente, se conocen accidentalmente durante un viaje. Ambas son estafadoras, pero bastante distintas entre sí. Penny es brusca, torpe, de pocos modales, casi una principiante, y de clase baja. Josephine es astuta, refinada, culta, elegante, y de clase alta. Una es Rebel Wilson y la otra es Anne Hathaway, adivinen cuál es cuál. A ninguna de las dos les va particularmente mal, pero se dan cuenta que juntas podrían hacer mucho más, por lo cual deciden unir fuerzas para una estafa que dará lugar en el Sur de Francia. Por supuesto, antes Josephine deberá enseñarle algunas técnicas a Penny. Habrá algunas vueltas más, todas bastante previsibles y de manual, hayan o no visto las películas antes mencionadas. ¿Cuál es el problema con "Maestras del engaño"? Precisamente, que cae presa de su propio truco. La idea es reversionar la historia otrora machista y hacerla feminista. De hecho, su título original era Nasty Womens, en referencia a una frase utilizada por Donald Trump para denostar a Hillary Clinton, con toda su sabida misoginia. Pero por algo se le cambió el título. En un mínimo análisis, veremos que la historia presenta a dos mujeres que se creen superadas y por encima del hombre, pero cuya mayor aspiración es vivir de ellos. Remarca valores bien diferentes entre las clases sociales, habla de compañerismo/sororidad, pero plantea una suerte de subordinación – ya sabemos de quién hacia quién –. Lo más grosero, es que la mayoría de los chistes provienen del físico y la forma de ser chabacana de Wilson, ponderando una supuesta feminidad de preconcepto patriarcal. Por lo cual, pareciera que su postura feminista de cambiar roles masculinos por femeninos, no fue tan astuta. ¿Me estoy poniendo demasiado analítico ideológico con una comedia de puro entretenimiento? Maestras del engaño presenta problemas de guion, personajes algo planos con una química que no funciona del todo bien porque la misma historia no hace más que remarcarle sus diferencias, y repito, un humor que rara vez funciona por poco efectivo y porque ya lo vimos cansadas veces. Rebel Wilson suele ubicarse en este tipo de películas. Posee talento para la comedia, pero los roles que le dan (casi) siempre son el de la mujer “poco femenina” que causa gracia por lo “poco femenina” que es, y por su rollizo aspecto físico. El mismo problema lo tuvo en "How to be a Sinlge", postura femenina para hacer recae el humor en su forma de ser tan anti femenina. Parecía recuperarse con la chispeante "Isn’t it Romantic" que sí lograba mantener sus postulados, pero vuelve a caer. Aunque la mayoría del humor recae en la australiana. Hathaway tiene su cuota de encanto… y también sus cliches de cómo debe ser una mujer. Ambas actrices tienen talentos, pero reman en terreno difícil. El operaprimista Chris Addison le otorga ritmo a la historia y sobrecarga la escena con una puesta entre chic, elegante y pop. Maestras del engaño no aburre, pero tampoco entusiasma del todo. Eso sí, Addison no es Frank Oz o Ralph Levy, dos expertos en comedia que manejaron las anteriores versiones con mano maestra. Addison cumple, como pudo cumplir cualquier otro. Quizás a una mirada más vacía, en busca de ver un producto que no se esfuerce en cambiar conceptos, y se contente con repetir viejas fórmulas tradicionales le funciona, y salga satisfecho; aunque eso no sea lo que hayan prometido.
Los hilos del destino Cuando hablamos de Coming of ages, es natural pensar en películas centradas en alguna etapa trascendental de la infancia o adolescencia a punto de pegar el salto a una nueva. Pero así como la vida está llena de diferentes etapas, hay historias para narrar en diferentes períodos, también adultos. De eso viene Traslasierra, la nueva película de Juan Sasiaín, que justo se encuentra cumpliendo diez años desde su renovadora ópera prima La Tigra, Chaco. Un protagonista joven, ya no adolescente, que pretende mantener una libertad sin ataduras y debe encontrar el rumbo hacia una definitiva vida adulta. Quizás no sea casual que Traslasierra se desarrolle en medio de un ámbito de artistas nómades, titiriteros. Así como ellos manejan los hilos de las criaturas a las que le dan vida a través de sus manos, los hilos y sus voces, habrá quien lleve los hilos de nuestro destino. Hay una cierta “mitología” alrededor de los artistas de feria o nómades. La libertad, el ir sin un rumbo fijo, sin un establecimiento, una filosofía de vida abierta y sin ataduras. De eso se vale Traslasierrapara narrar una historia que transcurre más por los sensaciones que por el peso de un argumento contundente. El titiritero controla la vida de su muñeco, ¿pero puede controlar la suya o deja que sus hilos se enreden? La vida en tres Podría decirse que Traslasierra ¿cierra? una trilogía que Sasiaín inició diez años atrás. Hay varios elementos que pueden unir este film con los anteriores La Tigra, Chaco y Choele. Lo primero que salta a la vista es el protagonismo siempre de un personaje masculino, y la presencia en las tres de Guadalupe Docampo como interés romántico. La paternidad o la búsqueda de un padre como eje central, el escenario abierto y algo desolado, una historia pequeña, el microcosmos generado alrededor de un puñado de personajes. Todo ello también es central en las tres. Por temática, Traslasierra se asemeja directo con La tigra, Chaco; y si tuviéramos que trazar un mapa o línea de tiempo a través de una vida entre las tres, Traslasierra se ubicaría en medio, entre el joven que reencuentra sus orígenes y el adulto que encuentra un nuevo sentido. Si bien las tres son obras personales, y Mariano Torres y Leonardo Sbaraglia podrían ser alter egos del director, en Traslasierra resalta más el costado personal, ya que por primera vez el propio Juan Sasiaín se ubica como protagonista. Él es Martín, que regresa a Mina Clavero para visitar a su padre Rufino (Rufino Martínez). Ambos comparten el oficio de titiritero y la esencia de ser artistas nómades. Pero Rufino ya está instalado, y Martín todavía busca su brújula. Martín no regresa solo, lo acompaña Julieta (Ananda Tronconi), una joven Venezolana que conoció fortuitamente en las playas de ese país. Al joven lo envuelve un aire de familiaridad. Siente la puja entre sembrar sus raíces en esa localidad de Córdoba tal como parece que pide su padre, o seguir viaje solo o con Julieta y lo que pueda venir. El cuadro se completa a modo de triángulo con la aparición de Coqui (Guadalupe Docampo), maestra rural, madre soltera y novia o interés romántico de la infancia de Martín (al igual que en La tigra, Chaco). A partir de la intromisión de esta dulce joven, Martín se llenará de más dudas de las que tenía. Afrontar los nuevos desafíos de un destino incierto, o asentarse. Vivir nuevas experiencias o sentar cabeza. Estas opciones no necesariamente significan lo mismo. Bajo el sol cordobés Así como en sus film anteriores Sasiaín aprovechó los parajes de Chaco y Río Gallegos, Mina Clavero será ahora fundamental en Traslasierra. El realizador la filma soleada, cálida, abierta, con aire de hogar. Aún en las escenas de noche o en interiores hay un brillo que la hace luminosa. La sensación de confortabilidad invade la película, logrando que esta historia pequeña y simple se viva en sus 82 minutos con una sonrisa permanente, pese a no ser una comedia para la risa. Traslasierra es una propuesta noble, humana, sensible; también con cierto grado de inocencia bienvenida. No hay grandes complicaciones de guion, ni vueltas de tuerca. Es la vida misma con sus devenires. Sasiaín se siente cómodo y transmite familiaridad a su personaje. Es alguien con quien es sencillo empatizar, y al que puede entenderse en sus dudas. Aporta una cuota de naturalidad muy fresca. Ananda Tronconi posee muy buena química con Sasiaín y tiene la candidez necesaria que Julieta necesitaba. Pero quienes se llevan las grandes admiraciones serán, por un lado, Rufino Martínez con muchísimo brío, color, y una postura entrañable. Conquista con cada una de sus apariciones. Un personaje muy querible y espontáneo. Finalizamos con la siempre maravillosa Guadalupe Docampo, quien cuando ya parece que no podía sorprendernos logra captar todas las miradas con su dulce Coqui. Habla con tonada, sonríe, achina su mirada, y el espectador cae rendido ante la luminosidad que despliega. Coqui es un personaje simple, que exige mucho de su intérprete para hacerlo destacar, y Docampo lo logra. Nuevamente hay que decir que su aporte está entre lo mejor de la película en la que actúa. Traslasierra es una película chica, simple, pero de gran corazón. Sasiaín vuelve a demostrar una gran vena sensible para retratar historias de personajes reconocibles, con las dudas e incertidumbres de cualquiera. No siempre es necesario tener la impresión de haber visto algo descomunal para quedar muy satisfecho.
El segundo opus de ficción de Sebastián Schindel, "El hijo", es un brillante trabajo sobre las posibilidades de trabajar un guion de género en diferentes carriles. Con el estreno de Melinda y Melinda, Woody Allen proponía un juego de espejos dobles en el cual, partiendo de un mismo punto, una historia podía ser contada dese un prisma trágico o de comedia. Sin adentrarse en las teorías de Nietzche sobre la esencia de la vida, "El hijo", el nuevo film de Sebastián Schindel también pone en ejercicio un desafío a través de los géneros, en el cual los elementos de uno pueden ser aplicados en otro para armar algo así como una nueva fórmula. Para aclarar el panorama; por su historia y varios ítems de su desarrollo, "El hijo" podría ser perfectamente un thriller de terror con un halo de fantasía o sobrenatural. Pero el realizador de "El patrón" aborda un resultado diferente, lleva el ritmo a otro ámbito, y lo asemeja más al suspenso, con fuertes pinceladas de drama, y una especial atención a hechos realistas. Lo que pudo ser un híbrido inter géneros sin definirse, termina siendo una película de misterio fascinante y atrapante de comienzo a fin. Desde la primera escena advertimos que la cosa será diferente. La mecánica es similar a "El patrón"; un hombre cometió un crimen, está detenido y prontamente juzgado por el mismo. Su abogada será quien deba llevar adelante una investigación hasta lograr la verdad sobre lo que ocurrió. Juegos de flashbacks y flashforwards aceitado y constante; relato en dos tiempos diferentes. Lorenzo Roy (Joaquín Furriel) es un artista plástico, bohemio de clase media establecida, casi alta; casado recientemente con Sigrid (Heidi Toini), una científica, bióloga noruega. El mayor deseo es poder tener un hijo con ella, ya que cuenta con algunas frustraciones pasadas; sus problemas con un alcoholismo ¿ya superado? lo alejaron de sus dos hijas que ahora residen en Canadá. Tras varios intentos, Sigrid finalmente queda embarazada. Cuando la felicidad debería ser plena, ahí comienzan los problemas. La mujer se muestra renuente a los médicos tradicionales, quiere un parto en el hogar, y rechaza la atención paso a paso con un obstetra; además de aplicarse ella misma un tratamiento. Para cuando el bebé finalmente nazca, las cosas se complicarán aún más. Sigrid se encierra en sí misma; trae a una niñera profesional de su país realmente extraña (Regina Lamm), y aparta a Lorenzo de las decisiones sobre la crianza, como someter al niño a determinados rigores científicos. Lorenzo irá perdiendo cada vez más el control de la situación, al punto de no reconocer en ese bebé a su hijo. Martina Gusmán y Luciano Cáceres, serán Julieta y Renato, una pareja amiga (además ella será la abogada de Lorenzo), que también busca infructuosamente tener un hijo, y la mirada externa del espectador. Son varios los paralelismos que pueden trazarse entre el armado narrativo de El patrón y El hijo. Las sucesivas entrevistas en el presente que llevan a hechos episódicos trascendentales del pasado; la abogada como conductora; y la estructura similar a un expediente. Claramente no son films similares porque sus historias son muy diferentes, pero Schindel se las ingenia para llevarlas a un terreno propio que sigue funcionándole de maravillas. El desafío para la platea será saber cuál es el delito que ¿cometió? Lorenzo; y si realmente él tiene razón sobre el comportamiento errático de Sigrid y la pertenencia del niño; o es todo producto de una persecución mental propia de los fantasmas del pasado; ¿Tendrán Julieta y Renato algo que ver? El guion del experimentado Leonel D’Agostino, basado en una novela de Guillermo Martínez, arroja pistas y datos de todo tipo para jugar con la percepción del espectador. La idea es que dudemos de todo(s), y lo logra. Permanentemente invade un halo de confusión, de no tener claridad sobre lo que está ocurriendo y lo que puede ocurrir; y eso es lo que nos mantiene vibrantes durante una hora y media que fluyen rapidísimo. Schindel, que ya probó ser un eximio documentalista con muchísima sensibilidad; vuelve a probarse en la ficción y en el terreno policial como en su film predecesor. Si bien "El hijo" no posee la vena de denuncia social de "El patrón", y es un relato de género más tradicional; sí logra meterse casi lateralmente en un debate sobre el rol del padre durante la maternidad. Cada espectador podrá otorgarle su propia mirada al asunto, más o menos comprometida. La realidad es que "El hijo" no parecería tener mayores intenciones que las de narrar un thriller de género, y en todo caso, plantar una semilla para un debate externo. Los hilos, que perfectamente podrían haber sido los del terror básico no explícito; se abordan más dentro del drama, el suspenso, y el misterio permanente. Esto no sólo la convierte en una propuesta diferente a lo habitual, logra que nos comprometamos más con lo que sucede. La vena sensible del realizador vuelve a despertarse a la hora de acercar esta historia al plano de lo real y posible. Desde una fotografía de máxima precisión, una banda sonora envolvente, y un montaje ligero y dinámico; aquí el relato se presenta como una gran propuesta de valores técnicos altos. En nada se diferencia a otras películas, hasta hollywoodenses, de mayor presupuesto. En este sentido, sale a competir de igual e igual, y gana. Joaquín Furriel demuestra una vez más que es uno de los mejores actores de su generación. Cada personaje suyo es una composición distinta; y de la mano de Schindel parece encontrar sus mejores armas. Lorenzo tiene piel de cordero, se lo nota sufrido y conflictuado; pero debajo de esa piel de cordero puede esconderse un lobo, o no. Trabaja desde los gestos, los detalles, verlo es un verdadero festín. Heidi Toini asume un desafío complicado ¿es o no una villana? La actriz noruega se complementa a la perfección con el elenco argentino. Posee anti química con Furriel, y obviamente, la gelidez natural nórdica ayuda, mucho. Un gran hallazgo de casting. Gusmán y Cáceres son quienes menos espacio tienen para moverse, parecieran no ser personajes de mayor peso. Sin embargo, el guion depara algunas vueltas, y los actores se las ingenian para destacarse. Ambos son las guías humanas del film. Quien merece aún más elogios, sorprende, y dan ganas de batir palmas hasta que quedan rojas, es Regina Lamm. La actriz de larga trayectoria está plena. Su personaje en otras manos no hubiese adquirido tanto peso como el que le otorga la actriz. Lamm se descubre en algo que nunca le vimos hacer, disfruta hacerlo, y se lo transmite al espectador. Lo suyo es merecedor de cuanto premio a actriz secundaria se le cruce en su camino. "El hijo" es una propuesta desafiante, extraña, vibrante, y diferente dentro de una línea de thriller de género tradicional. La exquisita corrección en cada uno de sus rubros, y la eficaz mano del director para llevarnos hacia dónde él desea, la transforman en una de las mejores experiencias de género del año.