El segundo largometraje de Mateo Bendesky, "Los miembros de la familia", es un simple pero potente retrato de dos hermanos buscando el modo de seguir adelante frente a decisiones que los desbordan. Nuevamente tendríamos que hablar de casualidades de las fechas de estreno. Casualmente, la misma semana, el mismo día y hasta compartiendo ámbitos, se estrenan "Traslasierra", tercer película de Juan Sasiaín y "Los miembros de la familia"; dos películas con tanto en común, como polos opuestos de una postura. Si en el film de director de "Choele", el protagonista es un joven que regresa a su casa natal para rencontrarse con su padre (su familia), y allí decidir qué modo de familia quiere para sí mismo en el futuro inmediato; en el film del director de "Acá adentro" las cosas son un poco más complicadas o áridas. También tendremos que hablar de un salto de edad o etapa en la vida. En "Traslasierra" hacia la bienvenida adultez definitiva; en "Los miembros de la familia", de la adolescencia hacia la madurez, o adolescentes asumiendo responsabilidades tempranas. Lucas y Gilda son dos hermanos que no tienen la mejor de las relaciones. Entre ellos parece haber una conexión que se perdió hace rato. Ambos deben unirse para viajar hacia La costa. No piensen en vacaciones, verano, y felicidad. La madre de ellos acaba de fallecer en una casa que hace rato alquilaba ahí, y ellos deben ir para recoger todas sus cosas, y cerrar las cuentas; en invierno, con viento y nubes. Para complicar aún más las cosas, ni bien llegan, en Buenos Aires se inicia un paro de transporte por tiempo indefinido que los deja varados en esa localidad. A partir de entonces, las cosas comenzarán a tomar un cause distinto. Lucas y Gilda no tienen buena relación, y no la caretean. Si bien se nota que hay química y complicidad, entre los dos afloran permanentemente los reproches y las rivalidades. Cuanto menos trato haya, mejor. Cada uno está en su mundo, y el puente que los unía parece que acaba de fallecer. Por supuesto, también habrá reproches que hacerle a esa figura ausente (en más de un sentido). Ambos son adolescentes; en el umbral de la mayoría de edad él, apenas pasada para ella; pero tienen conductas que los hacen ver como adultos, y el tener que afrontar con esta pérdida y reconstrucción será decisivo para completar el círculo; o no, seguir siendo adolescentes que fingen, desbordados frente a la situación. Gilda se saca fotos desnuda, mantiene una relación oculta, ¿clandestina? con alguien que parece mayor que ella, y que trata de ocultar a su hermano. Parece haberse vuelto tan dependiente de esa figura masculina protectora, como su madre lo era de la nueva pareja que había formado y que la había alejado de sus hijos. Lucas hace dieta, se ejercita, y también consume. Por un lado tiene una impostura de ser controlador y más serio que su hermana algo más libidinosa; y por otro lado, acude a fiestas en las que suele perder el control. A su vez, Lucas se encuentra en la encrucijada de descubrir o asumir su sexualidad. Ejercitando conoce a un chico, quizás algo mayor que él, que inmediatamente demuestra un interés especial por él; aunque primariamente Lucas lo rechaza. "Los miembros de la familia" es entonces una película sobre pulsiones, deseos, sexualidad latente; más provocativa en su postura que en su nulo exhibicionismo. Lucas y Gilda son adolescentes ¿cómo cualquiera? Titubeantes, caprichosos, inseguros, contradictorios, sexualizados. Pero ellos deben sumarle el hecho de una pérdida y darse de frente con la realidad de que están solos, no saben qué les depara, y apenas se tienen el uno al otro. La localidad desolada del La Costa en invierno, y el hecho de estar usurpando una vivienda (en la que pasaron veranos infantiles, pero ya no); plaga de simbolismos una película muy atenta en los detalles de todo tipo. Bendesky otorga un gran ritmo, y un sentido del humor negro y sarcástico que desacartona y hace plena la experiencia de este film que, a diferencia de otros del ámbito indie local, se olvida de retratar al adolescente como alguien abúlico y aburrido de sí mismo. Tomás Wicz y Laila Maltz siguen construyendo una carrera brillante con estos personajes a los que llenan de tics y personalidad propia. Ambos hacen creíble la química de rechazo y hermandad entre Gilda y Lucas. En la comparación, los ejes están algo desbalanceados. Lucas pareciera ser quien lleva el relato adelante, tiene más capas, y una historia con más aristas. Así y todo, ambos intérpretes utilizan todas sus armas para sobresalir. Los miembros de la familia habla de los modos no tradicionales de construir vínculos con la familia impuesta. No edulcora, ni ofrece una visión rosa. Pero no por eso es una propuesta pesada o sumida en la oscuridad. Si en la escena abundan las nubes, en el dinamismo del relato (que no deja de ser una historia chica pero siempre ocurrente) aparecen las luces. Bendesky acierta como una joven promesa con una visión propia sobre temas ya transitados. "Los miembros de la familia" es, sin dudas, una película que logra destacarse.
Once años después, la epopeya del Universo Marvel llega el fin de una etapa en "Avengers: Endgame", de Anthony y Joe Russo, un más que digno cierre a un evento cinematográfico sin precedentes. A diferencia de otras ramas artísticas, el cine tuvo su nacimiento de la mano de los Hermanos Lumiere como un espectáculo de entretenimiento. Más allá de su evolución artística, y de las consideraciones encumbradas que uno pueda hacer; el cine, por génesis, es entretenimiento, y sobre todo, espectáculo. Se pueden decir todo tipo de cosas respecto al mega emprendimiento que Marvel Studios inició en 2008 con la última escena de "Iron Man". Pero es innegable, se planeó un gran evento masivo que excede a lo meramente cinematográfico, aunque en el séptimo arte halla su epicentro. Con películas buenas, y otras no tanto, Marvel/Disney tejió una enorme telaraña de películas, la cual parece estar dando el cierre de un punto con "Avengers Endgame", la segunda y última parte de esa historia que hace un año "Avengers Infinity War" dejó a todos con la intriga a partir de su “abrupto” final abierto. Basta con ver los números de pre venta, las filas interminables para comprar una entrada hace ya un mes, la catarata de comentarios en redes, y hasta nefastamente el aprovechamiento de las salas de quitarla de todo tipo de promociones; para darse cuenta que "Avengers: Endgame", no es una película más. Entonces, lo primero que hay que aclarar para calmar las aguas frente a la espera, es que sí, "Avengers: Endgame" está a la altura de este furor provocado. Entrega todo lo que esperan ver, y quizás, algo más. En épocas de comentarios inmediatos en redes, y el fervor por querer adelantar más de lo necesario, vamos a tratar de contar cómo viene esta entrega sin arruinar ninguna sorpresa; tarea difícil, ya que está llena. "Infinity War" nos había dejado con la mitad de los habitantes del Planeta Tierra desaparecidos en manos de Thanos y su guantelete, quien con un chasquido los esfumó a todos, incluidos varios superhéroes. La tarea de los sobrevivientes, disgregados en diferentes puntos del planeta y el universo será ahora revertir ese accionar y poder frenar un acontecimiento que Thanos (Josh Brolin) ya cometió ¿cómo lo van lograr? No lo van a saber por acá. Los dos líderes principales, Tony Stark/Iron Man (Robert Downey Jr.) y Steve Rogers/Capitán América (Chris Evans) fueron parte de los sobrevivientes, y aunque sus posturas siguen siendo distintas, las diferencias esta vez se harán a un lado, para unir fuerzas. Es más, el peso del liderazgo, o el protagonismo, no será tan marcado en esta ocasión, repartiendo los tiempos en casi iguales proporciones e importancia con Natasha Romanoff/Black Widow (Scarlett Johansson), Bruce Banner/Hulk (Mark Ruffalo), Rocket Racoon (voz de Bradley Cooper), Clint Barton/Hawkeye (Jeremy Renner), Thor (Chris Hemsworth), y hasta James Rhodes/War Machine (Don Cheadle). También se estará a la espera de la aparición y participación de Carol Danvers/Capitana Marvel (Brie Larson) como posible salvación ¿Lo será? ¿Tendrá el peso necesario? En "Avengers: Endgame" se siente permanentemente el aire despedida, de gran rencuentro final para bajar el final, y eso ya de por sí, la hace emocionante para quienes siguieron las películas. Paralelamente, en sus tres horas de duración, los hechos están bien dosificados como para que no falte nada, y así el ritmo vaya variando, pero siempre esté ocurriendo algo. Habrá algún bache en el que la cosa no avance demasiado, luego de la finalización del primer acto (bien marcados), y antes de arrancar el segundo; algo totalmente esperable en una película que tiene mucho para contar y cerrar. Hay acción (con grandes batallas que nunca llegan a lo convulsivo), intriga, aventura tradicional con búsqueda del tesoro incluida, mucha épica (algo que siempre se le criticó a Marvel por escasear), dramatismo real, y comicidad acertada mucho más medida y en los momentos adecuados que otras veces en donde el gag funcionaba como interrupción. Tambien habrá mensajes muy correctos respecto a la no hegemoníade los cuerpos, y una escena clave de feminismo que irá a para directo a las imágenes GIF de acá a algunos meses. La emoción por saber quiénes llegarán a este rencuentro, quienes estarán en la fiesta de graduación, será inmensa, y prepárense para ver mucho más de lo esperado. Todos los personajes ganan en construcción respecto a sus participaciones anteriores; inclusive el villano Thanos (que ya había demostrado en Infinity War se el villano que Marvel necesitaba) presenta alguna nueva faceta. Entre los actores también se siente la camaradería, complicidad, y química necesaria. Ya se sabe, estas no son películas para que se luzcan los actores; y acá todos están a la altura de la propuesta con carisma desbordante. Inclusive aquellos personajes, como Hawkeye o War Machine que siempre fueron claros secundarios, esta vez, se suman en paridad. Hay algún desnivel llamativo frente a algún personaje; sinceramente, algo que se esperaba, y está bien que así haya sido, su participación acotada es funcional a lo que la película propone. Tampoco le pidan un mayor análisis, hay algún hueco, o agujero en su lógica, pero ninguno es tan grande como para afectar el disfrute. "Avengers: Endgame" es un gran espectáculo hecho con emoción, corazón, a gran escala, con todo lo necesario para no subestimar a su público. Aún sus eternos detractores notarán que fueron oídos y se intentó resarcirlos. Al final de cuentas, las tres horas pasaran más rápido de lo que esperaban. En las salas se escucharán aplausos, frases para vitorear, y secuencias enteras que formarán parte del recuerdo. Marvel le pone un broche de oro a esta epopeya del entretenimiento y nos invita a celebrar a todos. La cosa se hizo esperar, tuvo sus momentos bajos, y sus highlights; pero como dice el dicho, lo mejor se guardaba para el final. "Avengers: Endgame" es la película que se necesitaba.
El nuevo film de la dupla Fabio Junco y Julio Midú, "Hojas verdes de otoño", es un sensible drama costumbrista con los ojos puestos en la niñez y un protagonista que llega al corazón. La semana pasada con el estreno de "4x4" hablábamos de las duplas de directores cinematográficos evocando a Mariano Cohn y Gastón Duprat. Fabio Junco y Julio Midú podrían ser una antítesis de Cohn-Duprat. Tuvieron sus inicios como creadores y organizadores del mítico festival “Cine con vecinos” en la localidad de Saladillo, que proponía películas realizadas por los propios vecinos del lugar, con la asesoría técnica necesaria, y la posibilidad de que esta “gente de pueblo” pueda verse en la pantalla. De esta etapa, se desprende una friolera de alrededor de 30 films, y podemos recordar la simpática y conquistadora "Flores de ruina". A mayor escala, realizaron para Disney local, "Hermanitos del fin mundo", también haciendo gala de una simpleza inusual para el cine de ese nivel. Ahora regresan con "Hojas verdes de otoño", con una película que mezcla ambas experiencias; un drama pequeño, con tinta recargadas en el melodrama, pero una calidez enorme en su tratamiento que lo hace evitar el lugar común de los golpes bajos. Si hablamos de un estilo que los caracteriza, será el de la mirada sensible y humana en los pequeños momentos cotidianos. Todo gira alrededor de Dante (Bautista Midú), un chico de 13 años que vive con sus padres y su hermano mayor David (Franco Midú, ambos hijos del director). Dante está en una etapa en la que debería vivir el traspaso de la infancia a la adolescencia. Sin embargo, pareciera que ya hace rato tuvo que pegar el salto a la adultez. Su madre Carmen (Mimí Ardú) es ama de casa y atiende un vivero con poquísimas o nulas ganancias. Su padre, Luis (Marcelo Subiotto) es zapatero, pero casi no aporta en el hogar. Carga con una pesada adicción al alcohol que lo violenta, además de tener como amante a una vecina de ese barrio bonaerense alejado de la urbe. Carmen debe lucha para poder darle de comer a sus hijos; David carga sus propias frustraciones; y es Dante el que tiene que arreglárselas para poder tener algo similar a la vida de un chico y no terminar como esa sombra ambulante que es David. Pasa mucho tiempo fuera de su hogar. Con su abuelo paterno enfrentado a su hijo (Osvaldo Santoro), con su abuela materna con serios desvaríos propios de la edad (Pochi Ducasse), y con otra vecina anciana que lo quiere como a un nieto propio ante la ausencia del hijo que emigró a Madrid (la legendaria Nélida Franco). A Dante no le queda mucha perspectiva para vivir su etapa. Asumió las responsabilidades de ser “el hombre de la casa” que todavía no debería ser, producto de un padre ausente, y una madre completamente desbordada. Sin embargo, encuentra destellos de luz en los detalles. Melissa (Carolina Arbós) es una compañera de colegio que demuestra el mismo interés en Dante, que el de él en ella. Sin embargo, por esa tradición de que debe ser el hombre el que corteja, y la inocencia que aún Dante carga, la cosa no se concreta. Entre ambos se vive un tierno romance juvenil de querer y no animarse. Midú y Junco plantean una propuesta que recuerda a menor escala a cierto cine italiano del neorrealismo más tradicional. Su historia y su estructura narrativa es ideal para el armado al que están acostumbrados ambos directores, manejarse con gente de pueblo, lugares reconocibles, y llevar historias cotidianas en frascos chicos y cálidos. "Hojas verdes de otoño" maneja un punto intermedio. Mantiene ese corazón de cine “amateur” bien entendido, con actores no profesionales, y el barrio de pueblo como impronta; y lo rodea de un elenco caracterizado por actores de nombre y peso que hacen la diferencia. Mimí Ardú conmueve como esa madre sufrida. Siempre que tiene oportunidad, Ardú demuestra ser una gran actriz que mereció más oportunidades protagónicas en la pantalla grande. Carmen es un personaje inmenso, es imposible no ponerse en lugar de esta mujer que sabe que no les está dando a sus hijos la vida que se merecen, pero que no le encuentra salida. Ardú la compone con todo su físico y su ser. Marcelo Subiotto no cae en los lugares comunes del borracho tradicional. Es un padre y marido abandónico, pero que también carga con sus penas. El actor logra otra de sus interpretaciones más que correctas. Santoro, Ducasse, y Franco; con toda la ternura necesaria para esos personajes entrañables. Quién logra ser una revelación es el pequeño Bautista Midú. Se carga la película al hombro, atraviesa varias escenas difíciles, y siempre lo hace de un modo muy convincente. Hojas verdes de otoño se sumerge profundo en el drama. Sn pocas las alegrías reales que atraviesa Dante, este triste espectador niño del gris mundo adulto sin recursos económicos. Sin embargo, no da concesión a la lágrima barata (pese a remarcar un poco con la música incidental, lo usual), mantiene un tono cálido, sabe rodearse de pequeñas historias anecdóticas, para dibujar una sonrisa, y hacer ver que aún en lo más oscuro puede haber algo de color. Simple, directa, grisácea y a la vez esperanzadora, realista. "Hojas verdes de otoño" es una propuesta que se define por sus trasparentes intenciones y esa posibilidad de funcionar como un espejo real para un sector de la sociedad al que muchas veces se lo deforma.
Un paseo por las nubes El cine de animación es uno de los más competitivos. Difícil que haya lugar para las pequeñas producciones y constantemente parece estar necesitando cambios, innovaciones, y variación de impronta para seguir facturando en un mercado que si bien ya no está dominado por una sola empresa sigue siendo un nicho algo exclusivo. Parque mágico inició su carrera de marketing de modo muy auspicioso hace cerca de dos años, prometiendo ser una gran propuesta de la mano de los estudios Nickelodeon, líderes en la producción de series animadas para un público pequeño. Sin embargo, algo fue sucediendo en el medio; su estreno pactado para mediado del año pasado se postergó; su director (Dylan Brown) fue despedido bajo acusaciones de conducta sexual inapropiada y remplazado por un conjunto que no figura en los créditos (David Feiss, Clare Kilner y Robert Iscove); su producción fue traslada de íntegramente en EE.UU. a España; y se inició una nueva campaña mucho más modesta con su título original modificado de Amusement a Wonder Park. Con estos antecedentes podíamos esperar lo peor. Sin embargo, Parque mágico, con muchas limitaciones, puede ser una experiencia positiva. Eso sí: muy volátil. La imaginación al poder A muchos de nosotros, de chicos, nos contaban cuentos antes de dormir; otros jugábamos a crearlos nosotros mismos. Este es el caso de June, quien todas las noches junto a su mamá le dan vida desde su imaginación a las historias del Parque mágico, un parque de diversiones habitado por todos los muñecos de peluche de June, en el que el mono oficia de inventor de las atracciones más disparatadas como inventivas. Pero algo sucede en la vida de June: su madre cae enferma, y ella poco a poco va olvidándose de su fantasía del parque mágico. Una tarde, entrometiéndose en el bosque, encuentra que el parque es real, aunque probablemente ella sola lo vea. Pero está abandonado y venido a menos, sufriendo los ataques de unas nubes negras y unos muñecos genéricos similares a chimpancés zombies. La única que puede salvar al Parque Mágico es June a través de volver a imaginar nuevas historias positivas y dotar al mono de nuevas atracciones llamativas. También deberá volver a construir la atracción principal, la montaña rusa, la cual ahora los animales/muñecos tienen miedo de montar. Por supuesto, Parque mágicotiene un mensaje que potencia la imaginación creativa de los niños que mantiene viva las esperanzas. Sin embargo, brota a la luz que si algo escasea en Parque mágico es imaginación propia e inventiva. Su premisa nos hace acordar bastante a La historia sin fin, e inevitablemente pensar en personajes que habitan en la mente de la protagonista y que simbolizan diferentes partes de su personalidad, nos lleva a Intensa-Mente. Aunque ni de una, ni de otra, tome la enorme capacidad narrativa (sí tiene una paleta de colores llamativos similares a la del film de Pixar). Mucho ruido… Si bien no tiene grandes hallazgos novedosos, Parque mágico hace una apuesta visual fuerte. El trazo de la animación es simple y correcto, de tonos brillantes y contrapuestos, y se juega por varios movimientos de cámara que le otorgan ritmo. Todo el ritmo del que la historia y los personajes carecen. June y los animales son simpáticos pero muy genéricos. Quizás los más pequeños, a los que definitivamente va orientada esta propuesta, se identifiquen o encariñen con alguno/s, pero difícilmente estos queden en la memoria. El desarrollo es permanentemente simplista y ni siquiera se anima a correr riesgos obvios que pudieron ubicarla en una zona de madurez. Todo es edulcorado, naïf, y predecible. Sin embargo, su corta duración se hace ligera, nunca llega aburrir, su humor es acertadamente inocente y se guarda algún as bajo la manga. La montaña de rusa de marras se ubica en el centro no solo argumental, sino de la escena, siendo el foco de la cámara y la acción. Este detalle hace que, de ser vista con la “máxima tecnología en salas 4D” sea algo muy inmersivo y vibrante. ¿Pero cuántos espectadores la van a poder ver en 4D? ¿Y no es eso un mero adorno? Para el resto, puede ser algo convulsiva. Como esos parques de diversiones ambulantes de los barrios, Parque mágico es alegre y entretenida. Aunque sus mejores armas ya las vimos en otros ámbitos y en mejores entornos.
¿Reboot? Para el personaje creado por Mike Mignola, "Hellboy", es una experiencia frustrante en cada uno de los aspectos en los que pretende dar batalla. En pleno primer fulgor del Siglo XXI por las películas de superhéroes, "Hellboy" de Guillermo del Toro fue una de las apuestas más arriesgadas. Mientras que el post X-Men marcaba la humanización de estos personajes, aquel film de 2004 se jugaba con una fantasía absoluta, y un imaginario impresionante. El personaje compuesto por Ron Perlman y los suyos, tenía conflictos humanos, sentimentales; pero era rodeado de una fuerte carga visual única, con varios efectos prácticos, y digitales puesto a favor de la historia y sus personajes. Esa "Hellboy", y su secuela de 2008, se convirtieron en películas de culto, y casi no hay de quienes las hayan visto, que no digan que son de las mejores películas superheróicas de este período. Sin embargo, ninguna de las dos funcionó demasiado bien en taquilla, cayendo en el nicho. Ahora que se vive un nuevo rebrote de super héroes (¿alguna vez cayó la moda?), Hellboy cambió sus derechos de mano, y regresa a la pantalla, supuestamente renovado para esta vez sí, conquistar a la gran audiencia. ¿El gancho? Como se impuso desde "Deadpool", esta "Hellboy" tiene calificación R en Estados Unidos. ¿Qué es lo que cambió y qué sigue igual? Lo primero, este "Hellboy"podría ser perfectamente una secuela de las dos anteriores, con pequeñas modificaciones. No hay un fuerte reinicio, y no se pierde demasiado tiempo en contar orígenes, arrancamos con la cosa ya instalada y conocida. En cuanto al personaje del título, físicamente tampoco hay demasiada diferencia, salvo en detalles que después ahondaré, no hay modificaciones. Sin embargo, sí, este "Hellboy" no tiene nada que ver con el de Del Toro/Perlman. El guion, de lo más simple que se puedan imaginar, comienza narrándonos la historia de la villana de marras, que data de la época del Rey Arturo. Nimue (Milla Jovovich, quien no se está poniendo más joven para seguir haciendo estas cosas) es una pérfida hechicera dispuesta a llevar la oscuridad sobre la Tierra (como todo villano que se precie). Pero Arturo y la troupe logran frenarla, y como ella es inmortal y jura regresar, la desmiembran en varios pedazos enterrados en diferentes cofres separados con un conjuro protector. En la actualidad, alguien logra rearmar el cuerpo de Nimue paulatinamente, y se disponen a armar un clan de villanos que cumplirán con el objetivo de aquella; o algo así, no importa demasiado. Cuestión que Hellboy está notando cómo varios de la patrulla que integra se están convirtiendo, y es convocado a una campiña inglesa en la que junto a un equipo local, deberá darle batalla a la bruja. Limpiando, no hay más que la presentación de un villano X, que tampoco pareciera ser tan importante, y el héroe protagonista enfrentándola junto a un nuevo equipo. Se proponen algunas revelaciones y giros, ninguno novedoso, inesperado, o acaso creativo. Esta nueva Hellboy, dirigida por Neil Marshall, cumple con ser más violenta y hasta sangrienta. Del Toro, en el estilo que lo caracteriza, había sumido todo en fantasía, y sus películas tenían algo así como una infantilización de la violencia. Esta es más cruda, directa, y ramplona. Podemos ver ojos arrancados, miembros amputados, chorros de sangre varios, pero todo es sangre digital, y abuso de efectos vfx de muy dudosa calidad, lo cual no causa el menor impacto. Por lo cual, estamos frente a una violencia vacía, carente de cualquier sentido o acaso verosimilitud. "Hellboy" 2019 tiene más comedia moderna, pero ningún chiste es efectivo, tropieza una y otra vez ante circunstancias que terminan siendo pobres. En esto, los personajes no ayudan. Si algo caracteriza a la creación de Mignola, y había sabido capturar los dos films anteriores, es la profundización de sus personajes. Esta versión presenta chatura, simplificación, poco vuelo. Ningún personaje tiene carisma o simpatía, y tantos buenos como malos nos importan nada. Olvídense de conflictos internos, hay algún intento, pero es tan torpe que mejor obviarlo. Hablamos de una película barata, incapaz de regodearse en un aspecto Clase B. Intenta ser un tanque de alto voltaje, y muerde el polvo estrepitosamente. No es divertida, no hace uso de los recursos propios del bajo presupuesto para que el asunto sea entretenido. Todo es barullo vacío y poco atractivo. David Harbour, como el nuevo Hellboy, no hace más que hacernos extrañar al inmenso Ron Perlman. Aún sin compararse con el anterior, no tiene encanto, no tiene peso, y estéticamente este Hellboy se ve como un cosplay (y no de los buenos). Una historia que no avanza, con mal uso de un montaje confuso, música estruendosa, malos efectos, malos personales y flojas actuaciones. Poco crea agrado en esta película, y encima tiene que competir con la sombra de dos muy buenos antecedentes. Neil Marshall demostró ser un director competente. Acá es poco lo que puede ser en un film por encargo y sin una dirección creativa clara. "Hellboy" 2004 y 2008 pasaron rápido por las salas, pero se ganaron el justo lugar de clásicos de culto para la eternidad. Esta versión no tiene demasiado para emular ese estado, y en taquilla le toca enfrentar a otras de superhéroes con mucho más presupuesto y logro creativo. Buena suerte demonio.
La nueva entrada al catálogo de superhéroes de DC, "¡Shazam!", de David F. Sandberg, es una agradable comedia con los homenajes bien claros. En 2013,Warner/DC emprendió el camino de crear un universo fílmico interconectado con sus superhéroes, similar al que Disney/Marvel había consagrado un año antes con "The Avengers". Claro, la casa de las ideas le llevaba una delantera importante, aquel primer paso que daba DC, Marvel ya lo había dado hace cinco años atrás. Los resultados para los responsables de Batman, Superman, y Mujer Maravilla, fueron desparejos, sobre todo en cuanto a taquilla y aceptación del público; algo en lo que Marvel consiguió resultados más sólidos. Después del caos que resultaron los rodajes de "Suicide Squad" y "La Liga de la justicia", DC parecía pegar el volantazo hacia la liviandad con "Aquaman" en noviembre pasado; y a raíz del éxito de aquella y viendo ahora "¡Shazam!" parece ser que este camino será definitivo. Dentro del universo superheróico, "¡Shazam!" tiene elementos de "Ant Man" y de "Deadpool"; ambas comedias, como lo es esta película. De la primera toma un estilo de humor más naïf, similar a la Nueva Comedia Americana estándar, con el superhéroes aprendiendo a controlar sus poderes; de "Deadpool", las autorreferencias al mundo de superhéroes como mercancía. Shazam es un personaje creado en 1939 por Bill Parker y Clarence Charles Beck bajo el nombre Capitán Marvel (gran paradoja) para la editorial Fawcett/Whizz Comics; en 1972, es adquirido por DC, y en 2011 su nombre fue cambiado por Shazam, probablemente con intenciones de distanciarse de lo que sería una gran confusión actual, y a la luz de un proyecto para cine (durante mucho tiempo se barajaba otro proyecto con Dwayne Johnson en el protagónico). Si bien no de un modo burdo o grotesco, "Shazam" siempre fui un comic con base en la comedia, o por lo menos más liviano que sus pares; con un tono aniñado, asumiendo lo que ahora queda claro, es un chico en cuerpo de superhéroe. La película toma como base una serie de recopilaciones/adaptaciones hecha por Geoff Johns y Gary Frank, la versión más famosa del personaje. Billy Batson (Asher Angel) es un adolescente de catorce años, huérfano extraviado de su madre, que se encuentra en período de relocalización en su nuevo hogar sustituto. Ahí tiene que convivir con un matrimonio que se dedica a darle hogar a otros chicos en situación similar a la de Billy. Así, encuentra a su mejor amigo en Freddy Freeman (Jack Dylan Grazer, simpatiquísimo, lo mejor de la película), otro de los huérfanos en el hogar, discapacitado en las piernas. "¡Shazam!" será antes que nada, una película sobre la relación entre estos dos amigos. Un hecho fortuito (como siempre) coloca a Billy en otra dimensión en la cual se conecta con un mago milenario, "Shazam"(Djimon Hounson); el cual le otorga sus poderes para poder atravesar esa dimensión. Billy simplemente debe pronunciar "¡Shazam!" Para que un rayo lo convierta en un peculiar superhéroe (Zachary Levi). Anteriormente, otro personaje, Thaddeus Sivana (Mark Strong), ingresó durante un accidente de niño en la otra dimensión, y se obsesionó tanto a modo tal de dedicar su vida al ocultismo para poder regresar a ese terreno. Justo antes que Billy, Thaddeus, logró regresar, y se llevó consigo el poder de los siete pecados capitales representados en gárgolas. Por lo cual, es imperioso que Billy/Shazam frenen a este personaje. La historia del villano es esquemática, por más que Mark Strong cumpla bien su rol cuando aparece. Pero no importa, porque el eje de "¡Shazam!"es otro. Billy y Freddy son dos adolescentes rechazados, outcast queribles, que sufren la indiferencia y el bullyng escolar. Se tienen entre ellos. Cuando Billy adquiere los poderes, entre ambos comienza un tándem que tendrá que ver con probar los poderes, descubrirse, hallar un nombre para el héroe, y hasta una guarida. También el saber qué utilidad darle a estas nuevas posibilidades. Una coming of age superheróica. Es evidente que todos en ¡Shazam! vieron "Big/Quisiera ser grande", hasta hay una escena homenaje explícito y todo. Durante gran parte de la película pareciéramos estar viendo un eficaz remake del film de Penny Marshall. Antes era un adolescente que se hacia adulto y descubría junto a su amigo cómo manejarse; ahora, remplacen adulto por superhéroe (que también es adulto) y es exactamente lo mismo. También hay algo de Las aventuras del capitán calzoncillos, con los dos chicos comiqueros, haciendo de las suyas, y manejando a su superhéroe. Thaddeus, por otro lado, maneja también una veta de adolescencia truncada, es un némesis correcto. Hay un claro mensaje anti bullyng en toda la película. "¡Shazam!" es dinámica, divertida, chispeante, colorida, y sobre todo, muy graciosa. Cláramente es menos una película de superhéroes que una comedia. La introducción del Universo DC es una suerte de metalenguaje, en el que todos los personajes existen, pero sólo los veremos como muñecos y cotillón en un supermercado. Zachary Levi es una elección muy correcta, un comediante fresco, no tiene físico de superhéroe, y el traje se ve intencionalmente inflado; todo huele un poco a parodia. Hay clima ochentoso, e inunda el espíritu inocente más allá de algún chiste más adulto (no muchos y no muy graves). David F. Sandberg se siente más cómodo que en sus dos films anteriores ligados al terror. Quizás la comedia sea lo suyo. "¡Shazam!" se desprende de muchos de los karmas de DC, pero sin entrar en los errores de Marvel, no abusa de la vorágine abrupta, ni es un coctel convulsivo de efectos. Es una agradable experiencia que no aspira a ser más de lo que es, una película muy divertida.
El nuevo film de Mariano Cohn, "4x4", utiliza un esquema de cine de género para volver sobre los asuntos que son moneda corriente en su cine. Hasta el 2016, Mariano Cohn y Gastón Duprat eran algo así como una dupla indivisible en la que era imposible ver el apellido de uno, pegado al del otro. Como una suerte de hermanos Cohen o Wachowski vernáculos; salvo que ellos no eran hermanos. Desde los primeros pasos en la creación del programa de culto Televisión Abierta (del cual tomaron su nombre para su productora), hasta su irrupción en el cine que se inició con "El hombre de al lado", y alcanzó hasta los palmares de "El ciudadano ilustre". Todo juntos, y con un estilo que los caracteriza. En 2018, se bifurcaron, Gastón Duprat estrenó "Mi obra maestra"; y ahora es el turno de Mariano Cohn. Pero no, sus seguidores no deberían alarmarse, uno sigue siendo el productor del otro, y hasta pareciera que se dividieron las tareas para poder llevar a cabo dos películas. En sí, ni "Mi obra maestra", ni el estreno de esta semana, difieren demasiado del trayecto conjunto. Es más, Duprat figura como coguionista junto a Cohn. Mientras que "Mi obra maestra" apelaba a la ¿comedia ácida? con críticas hacia el mundillo del arte, 4x4 apela al más puro cine de género, con las fórmulas que ya todos conocemos; pero otra vez, llevado al terreno de los realizadores. Si algo destacó todos los trabajos tanto en la pantalla grande como en la chica del team Televisión abierta, es una clara bajada de línea clasista; con algún dejo (bastante marcado) racista, y/o estigmatizador hacia las minorías sociales, ya sean sexuales como culturales. Disfrazado siempre de una falsa impostura ¿neoprogresista? misantrópica. ¿"4x4" es la excepción? ¿Por qué debería serlo? Cohn se deja todo el plato servido para que el resultado ideológico sea infalible. En una receta probadísima por él/ellos, ya sabe cuáles son los ingredientes que tienen que integrar para que la moralina llegue, penetre, y se disimule en un berenjenal de “le pegamos a todos”. Ahí están, los dos personajes de clases sociales contrapuestas, el meollo del asunto que los lleva al límite a ambos, y la vulnerabilidad moral de uno y del otro. Aunque claro, el representante de las minorías más baja tendrá otras características descalificantes extras, como para que quede en claro, que la moral es blanda en todos, pero en unos es justificada, y en los otros no. Todo esto, no solo está en "4x4", sino que halla su forma más explícita dentro de una coyuntura social 2019 (año electoral) en la que quizás tanto Cohn, como algunos de los productores auspiciantes consideraron necesario dejar clarificadas sus ideas para llegar al espectador. No hay tiempo para introducciones. Comienza el asunto y la primera escena ya es Ciro (Peter Lanzani) intentando robar el audio de una camioneta 4x4 estacionada en un tradicional barrio porteño de clase media. Se introduce en el vehículo sin ninguna dificultad, extrae el equipo, mea en los asientos traseros porque el ladrón es grosero, y se dispone a abandonar triunfante la camioneta. Pero no, la camioneta está sellada, es imposible escapar dentro de su espacio; y al decir sellada, lo es en todo sentido. No solo las puertas son imposibles de abrir, y los vidrios imposibles de quebrar, desde afuera no se percibe ningún sonido interno, y no hay manera de hacer que la cosa se mueva, avance, o tambaleé, para hacer notar que hay alguien ahí: por supuesto, los vidrios están polarizados, de modo que tampoco hay chance de que alguien vea a Ciro. Ciro está encerrado ahí, y para cantar bingo, justo se queda sin batería en el celular. Aproximadamente veinte minutos después, escucharemos las primeras palabras, el primer diálogo en "4x4". Ciro es presa del Dr. Enrique Ferrari (Dady Brieva), obstetra que se comunica con él mediante el teléfono de la camioneta. Ferrari está cansado de que le roben, y decidió tomar cartas en el asunto. Colocar un vehículo señuelo, que se convierta en una inquebrantable trampa para ladrones. El hecho de padecer una enfermedad terminal, ayuda. Este doctor podría ser como John Kramer/Jigsaw de la saga "El juego del miedo", tiene muchas de sus características; pero se diferencian en aspectos fundamentales. Kramer coloca trampas claustrofóbicas mortales, su objetivo es llevar a la presa (que cometió en el pasado actos reprochables) a tomar una decisión de vida o muerte, bajo amenaza de morir de un modo cruento. La trampa de Ferrari no es mortal, no hay un peligro latente sobre Ciro más allá de los propios de un encierro (inanición) ¿Lo habrá encerrado ahí para obligarlo a escuchar su perorata morosa? Es probable, es lo mismo que "4x4" hace con su público. Por otro lado, En "El juego del miedo", no hay dudas de la postura de villano de Kramer, más allá de la admiración del fan por el slasher. En "4x4", el más ingenuo notará una zona gris, y aquel un poco más ávido, se dará cuenta que se empeñan en decirnos que lo del obstetra está bien. No solo hay elementos de "El juego del miedo", es imposible no pensar en dos guiones del genio recientemente fallecido Larry Cohen, "Enlace mortal", y "Celular". El encierro en un adminículo diminuto, y la única comunicación con alguien a través del teléfono, recuerdan mucho al film con Collin Farrell y Kiefer Sutherland. El hecho de ubicar un objeto y todas sus posibilidades como centro del asunto, nos lleva a la propuesta con Chris Evans y Kim Basinger. Un dato llamativo, es que en una película con una fuerte inserción publicitaria descarada, no tengan auspicio para esa camioneta superpoderosa. Más allá de la bajada de línea execrable, que, al igual que en sus otros films, no tienen ni siquiera la valentía de plasmarla sin un insultante disimulo; "4x4" presenta un guion con todo tipo de problemas. Partimos de la inverosimilitud de la camioneta, ningún método de seguridad real es tan infalible como el de ese automóvil (quizás por eso no tiene auspicio). Hay varias acciones y circunstancias que aparecen por pura conveniencia del film, sin ningún tipo de lógica; y Cohn/Duprat no son Larry Cohen, no tienen la mano virtuosa del director de "The Stuff" para sostener un relato encerrado durante un largo tramo sin caer en el aburrimiento. Hay situaciones inverosímiles, incoherencia, momentos sin sentido, y todo los tipos de baches que se les ocurran, aún aquellos que pudieron resolverse de un modo evidentemente más simple y convincente. Peter Lanzani es lo mejor de este proyecto. Jugando un personaje que resalta clichés desde su vestir, la música que escucha, hasta las decisiones que toma; el actor logra componerlo sin los tics clásicos “de villerito”, y se muestra siempre convincente, aún ante las dificultades de lógica que le presenta la película. Dady es un actor correcto, cumple una buena labor; pero más de una vez no puede escapar de la pobreza de sus diálogos de manual, lo cual le impiden un mayor lucimiento. En la media hora final, se introduce en la historia Luis Brandoni como un mediador de la policía de la ciudad. Pese a conocer su sobrado talento, aquí lo encontramos en uno de sus niveles más bajos, casi como si hubiese hecho su participación de favor y a las apuradas. Cohn/Duprat tienen aires de grandeza, son capaces hasta de auto homenajearse en una imagen que se ve recurrentemente en la película. Creen tener razón en todas sus ideas, y se mofan de los personajes a los que ellos creen personas menores. También poseen una torpeza narrativa tal como para poner a un personaje encerrado hace días a hacer un soliloquio sobre la libertad y el ser de un grillo (entre otros actos de pura declamación acartonada); o no ser capaces de resolver cuestiones simples como clarificar cuánto tiempo va pasando. A diferencia de otras películas suyas, "4x4" es técnicamente prolija, no juegan al berretismo intencional despectivo que le vimos abordar anteriormente. Pero no alcanza, "4x4" se hunde desde su premisa, su desarrollo, y su ideología indisimulable (que incluye postura frente al debate del aborto); demostrando que no sirve el presupuesto cuando se carece de la más mínima pericia para contar una historia.
El quinto largometraje del documentalista Daniéle Incalcaterra, "Chaco", codirigido por Fausta Quattrini, se plantea con una postura política firme en medio de un conflicto con ribetes ancestrales en América. Más que otros géneros, el documental exige compromiso, y eso es lo que se nota en cada cuadro de Chaco. Los guaraníes Ñandevas son una comunidad transfronteriza entre los territorios de Paraguay, Bolivia y Argentina. Una de las más tradicionalistas y originarias que podemos encontrar. Principalmente en Paraguay se ubican en el departamento de Boquerón en el denominado Chaco paraguayo. Daniéle Incalcaterra heredó de su padre unas 5000 hectáreas localizadas en un sector del Chaco paraguayo que pertenece por origen a los Ñandevas; y pretende reparar un error histórico. Pero no es tan sencillo, hay intereses comerciales que se interponen, y lo que debería ser un mero acto volitivo, se convierte en toda una odisea que ya abarca dos trabajos documentales, “habiendo iniciado” con "El impenetrable" (también codirigida por Fausta Quattrini) en 2012, de la cual "Chaco" opera como una suerte de secuela. "Chaco" es ante todo un documental personalísimo. En los pocos momentos en que la cámara abandone a Incalcacaterra, seguiremos sintiendo su figura omnipresente. Es su declaración de principios, y es carta de admiración y respeto a dos seres, su padre, y el ex presidente paraguayo Fernando Lugo. De su padre heredó las tierras en conflicto, y conoceremos el modo en que este se hizo con ese terreno. Daniéle dialoga con su hermano mediante videochat, y el intercambio entre ambos hay enseñanzas, hay respeto, hay complicidad, hay reproches por los manejos, y hay amor fraterno con un espíritu ideológico en común flotando en el aire. Daniéle tiene que terminar con el legado. El presidente Lugo le facilitó mediante un decreto la posibilidad de hacer una reserva natural en ese territorio, lo cual truncaba los planes comerciales de deforestación de los inescrupulosos sojeros. Pero Lugo fue derrocado, e inmediatamente ese decreto fue disuelto; por lo cual, la lucha está lejos de terminar, y menos con un final feliz. En esa lucha, el propio Lugo, ahora desde su rol como legislador, seguirá dando batalla. Chaco realizará un recorrido por la gesta popular de Lugo, es claro el homenaje a su figura, y el por qué el poder económico (el verdadero poder) no lo dejó avanzar al punto de tener que derrocarlo. Incalcaterra y Quattrini van y vienen en su estructura narrativa, si bien no hay capítulos, implícitamente, parecieran abordar mediante viñetas unidas temáticamente. Esto, que puede parecer confuso, en realidad, genera homogeneidad en todo lo que Incalcaterra pretende abordar en su documental. Fácilmente, cada tramo del documental puede relacionarse con el resto, e ir contándose una historia mosaico. Se puede pasar de una curiosa y punzante entrevista al empresario uruguayo, mayor sojero de Paraguay con algunas declaraciones increíbles, a un conjunto de planos en los que se captura la belleza natural de la zona que también peligra en manos del arrase económico. El cambio puede ser abrupto, pero la ligazón entre uno y otro es evidente. El director, y protagonista, también debe discutir con algunos originarios Ñandevas con los que tiene algunas diferencias en el accionar; lo mismo sucede con políticos encargados de llevar la problemática a las cámaras legislativas. En el medio, todo el armado legal, la tierra disputada “por dos dueños”, el barro político, los asuntos legales, y un departamento que asoma como centro de reuniones administrativas en el que se puede ver la naturaleza aflorando por la ventana al finalizar la ciudad. En definitiva, Chaco es un documental sobre la naturaleza y riqueza de un territorio, es un trabajo histórico, un observacional sobre una cultura originaria, un trabajo personal íntimo y familiar; pero sobre todo, es una fuerte ponencia política. No es difícil trazar líneas paralelas entre lo que atraviesa Incalcaterra y los Ñandevas, con otras cuestiones que exceden al Chaco paraguayo y al propio Paraguay, y se extiende por toda Latinoamérica. Alcanza con ver quienes ejercen los cargos ejecutivos actualmente en la región, y los espejos comienzan a desplegarse. "Chaco" es un trabajo opositor contundente. No hablamos de ser opositor a tal o cual gobierno, está claro que el poder los detentan otros, empresas y empresarios con conexiones inimaginables. "Chaco" no es para nada objetiva, es demoledoramente contundente, imposible de refutarla. Fruto de un gran trabajo de armado narrativo y convicción ideológica de parte de su creador. No estamos seguro de la culminación, alguna vez, del conflicto. De lo que sí nos convencen Incalcaterra y Quattrini es de quién tiene la razón, quién(es) es el dueño de esas tierras; y por lo tanto, su visión es obligatoria.
La nueva adaptación de la novela clásica de terror de Stephen King, "Cementerio de animales", de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, sale airosa del doble desafío de ser comparada con la novela, y su anterior versión. ¿Vivimos en la era de los remakes? A la clásica postura hollywoodense de subirse a un éxito asegurado, se le sumó, hace ya un par de temporadas, una oleada de reversiones de películas clásicas de género, en su mayoría terror, con la supuesta excusa de modernizar para las nuevas generaciones. La nueva versión de "Cementerio de animales" nace a la luz del éxito de "It" (2017); cumpliendo con todos los postulados. Aferrarse a un triunfo ajeno; ser remake de una película de terror de hace treinta años; y la otra moda que vuelve, adaptar una novela de Stephen King (Quizás, la más conocida). ¿Los ’80 ya fueron? Ahora es tendencia hablar de los ’90 (fíjense "Capitana Marvel"), y en ese sentido, "Cementerio de animales", la película que todos recordamos, es de 1989, saludando a la nueva década y despidiendo a la otra. Difícil es la tarea de esta nueva versión. Hablamos no solo de una novela ícono del horror moderno, sino de una de las películas de terror mainstream más clásicas de la época. ¿Cómo hacerse un lugar? Kevin Kölsch y Dennis Widmyer vienen de dirigir la enigmática y personal Starry Eyes, que acá pudo verse en algún BAFICI. Cementerio de animales es claramente una película por encargo, de estudio; sin embargo, primer dato positivo, se las ingeniaron, para introducir aunque sea un mínimo de su impronta. El resto, tratar de ser más fiel a la novela que el film anterior; aun realizando cambios trascendentales, pero manteniendo la misma atmósfera (algo que la de 1989 había modificado bastante); y respecto a la película jugar a un juego de espejos alterados. La familia Creed deja su hogar en Boston para mudarse a la rural localidad de Maine, en la típica casa rodeada de bosque, pero con una peculiaridad, viven al costado de una ruta transitada por camiones. Louis (Jason Clarke) se instala como médico local, mientras que Rachel (Amy Seimetz) es quien parece encargarse del hogar, y de los hijos, Ellie (Jeté Laurence) de ocho años, y Gage (Hugo y Lucas Lavoie) aún un bebé sin escolarización. Ellie es la más inquieta del clan, tiene un gato, Church; y rápidamente conoce a su vecino Jud (John Lithgow), un hombre mayor, viudo, y amable, que de inmediato se hace amigo de la familia. Pero algo hay en esa zona, Ellie observa a un grupo de chicos enmascarados que se adentran al bosque en un aparente ritual; Rachel comienza a revivir los recuerdos de su hermana Zelda fallecida en espantosas circunstancias; y Louis es acechado por pesadillas en las que es visitado por Victor Pascow (Obssa Ahmed) uno de sus primeros pacientes que llega a la sala de urgencias ensangrentado y desfigurado, para morir en sus brazos. En realidad, aquella procesión que descubre Ellie, son los niños yendo a enterrar una macota al cementerio de animales del bosque, ubicado en un terreno que ahora es propiedad de los Creed. Cuando Church muere arrollado en la ruta, Jud le propone a Louis ir más allá, a la parte del bosque que no deben introducirse, enterrarlo, y así experimentar como el gato a la mañana siguiente regresa, evitando a Ellie afrontar la muerte. Consecuentemente, comienza una ola de horror para los Creed. Kölsch y Widmyer introducen un clima pesado, oscuro, de temor permanente; algo que en el film de Mary Lambert no encontrábamos. Si la novela juega con descripciones y largas introducciones, en Cementerio de animales, casi no hay escenas en las que no esté sucediendo algo, aunque sea mínimo, pero que va pintando un cuadro atmosférico. Quizá sea este el modo que los directores y los guionistas Matt Greenberg y Jeff Buhler hallaron para tratar de copiar aquel espacio descriptivo en el que mucho sucedía mientras no sucedía nada. Varios de los elementos de la novela que en la versión de 1989 fueron extirpados, ahora dicen presente, de un modo más sutil, implícito, o explícito, de acuerdo al peso que tengan la historia. El film se propone copiar varias escenas clásicas que recordamos, y de un modo retorcido; allí cuando ya esperamos qué es lo que va a seguir, pega el volantazo y cambia el destino de las escenas, para que la película tenga otro contenido. Esto es, quizás, lo más discutible de este versión 2019. Se jugaron con varios cambios fundamentales, hechos que todos esperamos ver (y que una pésima campaña de trailers se encargó de adelantarnos que se cambiarían). A la larga, será cuestión de analizar cuál es la incidencia de estos cambios. Sí, son hechos diferentes a la novela y a la película anterior; pero funcionalmente, le permiten dar más lógica y atmósfera cercana a la propuesta de la novela, que lo que hacía aquella película. Para dar dos ejemplos sin spoilerar, Zelda y Victor tienen ahora algo más de sentido de lo que tuvieron en el film de Lambert. "Cementerio de animales" (1989 ) es un clásico, una gran película, con momentos inolvidables. Querer imitarla es imposible porque nunca se podría trazar un camino que ya fue hecho. 2019 modifica las circunstancias para hacernos recordar, homenajear, pero crear algo que nos haga sentir la pesadumbre, incomodidad, y magnetismo de la novela. Esta nueva película tiene un clima turbio y nocturno más similar a "Cementerio de animales II", también bastante discutida en su momento. A diferencia de It 2017, esta Cementerio de animales parece tener un espíritu menos moderno, y ser más fiel a la época dorada de las adaptaciones de King, los fines de los ’80 y los ’90. Es un film modesto en cuanto al terror, con buenos jump scares y sacudidas, pero en el que la sangre no es la de un festín gore. Jason Clarke continúa siendo uno de los actores más inexpresivos de la actualidad; el resto del elenco, especialmente John Lithgow y Jeté Laurence, lucen mucho más convincentes. De hecho, Jud y Rachel son mejores personajes que en su anterior versión para cine. "Cementerio de animales" no pretende revolucionar el género, ni convertirse en un clásico que le haga sombra al film de 1989. Es un film con buenos momentos; una atmósfera lograda; y algunos cambios discutibles, pero funcionales. Nada mal para algo que nace a la luz de aprovecharse de una moda.
Nueva versión del clásico animado de 1941, "Dumbo", dirigida por Tim Burton, es una propuesta simpática, cálida y agradable, que no logra destacarse en ninguno de sus rubros. Hace ya unas cuantas temporadas que Disney emprendió el camino de adaptar en versión live action (acción real, películas con personajes humanos en contraposición a los animados) sus más grandes clásicos de la animación. Este mismo año, presentarán tres (le siguen Aladdin y El rey león), una para cada período fuerte en la taquilla. Hasta ahora, con la excepción de Mi amigo el dragón, la norma parecía ser hacer una transcripción casi literal de la película original, con algún agregado decorativo, alguna canción nueva, pero siempre manteniendo la historia a rajatabla, y el mismo espíritu (alguno podrá decir que la Bella de Emma Watson es algo más feminista, o menos materialista, que la de 1991). Sin embargo, la adaptación de Dumbo, ya se presentía que sería otro cantar. En primer lugar, se adapta una de las películas más cortas de la factoría (apenas una hora y cuatro minutos), y se la llevó a casi el doble (hora y cincuenta y dos). Salvo que fuese toda ralentizada, tenía que tener muchos agregados. Segundo, se contrató a un director que sabe poner siempre su impronta junto a su firma como lo es Tim Burton. Tercero, y lo más llamativo, cuando empezamos a conocer los personajes en esas campañas publicitarias interminables que suele hacer Disney, percibimos demasiados humanos para una original en el que abundaban los animales (parlantes) y escaseaban las personas. La respuesta es simple, esta nueva Dumbo intenta mantener el espíritu de aquella, realizando varios cambios con muchos paralelismos. Digamos que muchos ahora humanos, tienen su correlativo en animales en el film anterior ¿Cómo resulta ese experimento? Veamos. La historia que se cuenta es la de un circo que atraviesa una época de crisis y pocos brillos. Todo comienza cuando Holt (Colin Farrell) regresa de la guerra con un brazo amputado. Sus hijos Milly y Joe (Nico Parker y Finley Hobbins) lo reciben, pero el lugar que los acogía, el circo de Max Medici (Danny DeVito) ya no tiene el lugar para Holt, no sólo por su amputación, sino porque las atracciones escasean. La última esperanza de resurgir se encuentra en una elefante embarazada que adquiere Medici. Cuando de a luz a su criatura, nacerá un pequeño elefante con orejas enormes, al que apodarán Dumbo por considerarlo un tontín (dumb en inglés es tonto). Holt será el encargado de cuidarlo. Las orejas gigantes le otorgan aerodinámia a Dumbo, y le permiten volar (como el hábito de La novicia voladora), aunque este es tan temeroso que le harán creer que necesita de una pluma para poder hacerlo. Pronto Dumbo se convierte en un éxito; y es ahí cuando aparece V. A. Vandevere (Michael Keaton), un empresario que pretende montar un gran show con Dumbo a la cabeza, y el agregado de la trapecista Colette Marchant (Eva Green). Las cosas se complicarán cuando Vandevere comience a mostrar su verdadero rostro inescrupuloso. Sí, probablemente todos estos nombres les sean ajenos a los fans de la película que el propio Walt Disney consideraba su favorita. En realidad, "Dumbo" nace de un cuento creado por Helen Aberson y Harold Pearl, pero ninguna de las dos películas es demasiado fiel a aquel. En esta versión 2019, si bien el elefantito es el que lógicamente se robará todas las miradas (después de todo pagamos para verlo a él), los motores de la historia terminan siendo los humanos. "Dumbo" es el objeto de disputa. Viviremos el esperado romance entre Holt y Colette, nos aventuraremos con Milly y Joe, reiremos con Max, y también con alguna villanería de Vandevere y sus secuaces. Es algo similar a lo que ocurrió hace más de dos décadas atrás con "101 Dalmatas". En aquella ocasión, la adaptación live action le otorgaba mayor protagonismo a Jeff Daniels, y sobre todo a Glenn Close, por sobre los dálmatas que sí eran los protagonistas absolutos de la versión animada. Pero allí, si bien la historia cambiaba el foco en que se contaba, seguía siendo la misma. En esta ocasión también presenta variados cambios que será mejor que los vayan descubriendo mientras vean la película. Hay un intento por parte de Burton y su equipo de trazar paralelismos. Algo que ya sabíamos gracias a los trailers, la clásica escena de la danza de elefantes, ahora son elefantes hechos con burbujas de jabón; el clásico leit motiv ”Baby Mine” ahora lo canta el personaje de Eva Green ¿Es lo mismo? No. "Dumbo 2019" no es un mal film, simplemente no transmite lo mismo que el original. Aquella había sido estrenada justo antes de la Segunda Guerra Mundial, y se convirtió en un exitazo por el espíritu esperanzador que brindó durante esa década. Hay algo emotivo por el que Dumbo siempre será recordada. Luego de la muerte de la mamá de Bambi, y la muerte de Mufasa en El rey León, Dumbo debe tener el golpe bajo mejor aceptado y querible del mundo de la animación. Esta nueva versión no llega a ese nivel, se la ve permanentemente con una media sonrisa de agrado. Es simpática, cálida, tierna, y a Dumbo dan ganas de abrazarlo; pero no alcanza un grado genuino de emotividad, y no hablo sólo de hacernos llorar a mares. Ahora hay mensajes sobre el proteccionismo de animales, anti bullyng, y a favor de la inclusión y la diversidad. Pero sigue sin alcanzar el mismo nivel. El clásico tono sombrío y retorcido de Burton es remplazado aquí por algo estándar, impersonal, que se hace notar por una paleta de clores en contraste, entre tonos apagados (rojos), fuertes (azules), y blancos brillantes; los colores de la bandera, en un obvio mensaje patriótico de lectura actual sobre el resurgir en épocas de crisis. Pareciera que para esta "Dumbo" tuvieron más en cuenta al hit de 2017/2018, "El gran showman" que al film original. Hay mucho del espíritu circense de aquel, con show de fenómenos (mujer barbuda a la cabeza) incluido. En estética, montaje, y uso de ralentizaciones para los cuadros acrobáticos simulando danzas, también hay algo calcado del film con Hugh Jackman. En las actuaciones, DeVito y Keaton son quienes más espacio tienen para lucirse gracias al histrionismo de sus personajes. ambos son graciosos, y se agradece que hayan puesto a actores talentos a encarnarlos. El resto, cumplen, ninguno desentona, aunque difícilmente sean recordados dentro de sus mejores papeles. Los animales, que no los hay muchos por fuera de Dumbo y el mono de Medici, no hablan, y es quizás lo que más se extraña. Dumbo de Tim Burton es un producto aceptable, hayan o no visto la original. No hay mucho que criticarle, y hasta su metraje extenso es bastante llevadero. Pero el film de 1941, a 78 años sigue siendo recordado como un clásico indiscutido; a esta nueva propuesta difícil que le de el envión para alcanzar ese vuelo.