Notable química entre Cathérine Deneueve y el poco conocido Gustave Kervern “Dans la cour”, literalmente sería “En el patio”, se conoce en Argentina como “En un patio de Paris”. El agregado del nombre de la capital francesa no traiciona el título original pero puede generar la curiosidad de saber dónde exactamente transcurre la acción de la película. Para ello el director Pierre Salvadori (“El restaurante”, “Mujer de lujo”) nos ayuda con una escena en que Antoine (Gustave Kervern), uno de los dos personajes centrales, entra en la estación de métro (subte) “Goncourt”. La ciudad de Paris está dividida en 20 distritos conocidos como “arrondissements”. Entre los más turísticos se encuentran el 1º (Louvre), el 8º (Elysée) con la famosa avenue des Champs Elysées y el 9º (Opéra). La estación “Goncourt” se encuentra en el límite del 10º y 11º “arrondissement” y seguramente muchos turistas nunca pasaron por dicho barrio. Para los cinéfilos vaya el dato de que el subte que pasa por “Goncourt” sigue en la dirección noreste hacia la “Porte de Lilas”. Sin duda estamos en una zona popular y de clase media baja a la cual claramente pertenecen la galería de personajes que van desfilando durante la historia. En el inicio nos encontramos con el nombrado Antoine que abruptamente abandona un grupo musical y decide buscar trabajo. A falta de antecedentes laborales acepta lo que venga, que en este caso es ser portero en un edificio venido a menos. Cuando llega lo recibe un matrimonio y Serge (Féodor Atkine) el marido se resiste a aceptarlo y le dice literalmente a su esposa que “el nuevo portero miente” y lo peor es “que miente mal”, agregando que “además habla sólo”. Pero a Mathilde, la mujer, le cae bien y lo expresa al afirmar que “al menos, no nos aburriremos”. Del abundante elenco se destaca netamente Cathérine Deneuve en el rol de la jubilada Mathilde y sorprende con la maestría con que va desarrollando su personaje. La película fue filmada en la primera mitad del año pasado justo cuando ella cumplía 70 años y llevaba más de 50 como actriz. Su temprano debut fue a los 14 años en corto papel en “Les collégiennes” pero su salto a la fama fue siete años después con “Los paraguas de Cherburgo”. Un año más tarde Polanski la dirigió en “Repulsión” a los que seguirían Buñuel con “Belle de Jour” y “Tristana” y Truffaut con “La sirena del Mississippi” y “El último subte”. Lleva filmados 110 largometrajes y además de la estrenada esta semana se la podrá ver en pocas semanas (“Les avant premières”) en las otras dos películas que protagonizó en 2014: “L’homme qu’on aime trop” de André Techiné (“Mi estación preferida”) y “3 corazones” de Benoit Jacquot. “En un patio de Paris” tiene tono de comedia pero en verdad hay también cierto dramatismo, pues la mayoría de los personajes en el fondo están “solos”. Lo destacable en el film de Salvadori es la empatía que él logra con el público con diversos personajes secundarios como el obsesivo Maillard (Nicolas Bouchard), el drogadicto Stéphane (Pio Marmai), el ruso Lev (Oleg Kupchik) y su perro o la vecina Colette (Michèle Moretti). La mayoría de estos actores secundarios son bastante conocidos en Francia, no así en Argentina. Pero por sobre todo vale la pena destacar la química que se desarrolla entre Mathilde y Antoine, con dos estupendas interpretaciones que por sí solas justifican la película.
Cuando Buenos Aires es la estrella Will Smith es un actor carismático y bastante selectivo a la hora de ser dirigido, con apenas veinticuatro títulos en igual número de años. Su consagración tuvo lugar a mediados de la década del ’90 con dos películas sucesivas de su corta filmografía: “Día de la independencia” y “Hombres de negro”. Esta última tuvo dos secuelas igualmente exitosas y no sería de descartar que tenga en algún momento, no muy lejano, un cuarto capítulo. “Focus” del dúo Glenn Ficarra y John Requa (“Loco estúpido amor”) se estrena aquí con un segundo título (“Maestros de la estafa”) que claramente anticipa de qué va la película. Pero lo que no dice es dónde tienen lugar los timos ni obviamente quiénes son sus ejecutores. El lector que imagine que uno de ellos es el actor de “Muhammad Ali” no se habrá equivocado pero si decide revisar el reparto es probable que no encuentre muchos nombres conocidos. La actriz principal es Margot Robbie, una muy bella y joven australiana, que se hizo notar hace un año en “El lobo de Wall Street”. Y del resto seguramente el brasileño Rodrigo Santoro le sonará familiar o conocido al haberlo visto en “300”, “Che” (como Raúl Castro) o antes en “Carandirú” de nuestro Héctor Babenco. El guión de “Focus” no es demasiado novedoso y lo que salva al film es que resulta entretenido, aunque menor. La mitad inicial, que es la mejor, transcurre en Estados Unidos siendo en particular destacable la larga escena en el Super Bowl. Será el dramático momento en que Nicky (Smith), en compañía de Jess (Robbie), arriesgue dinero “non sancto” y no todo propio (parte pertenece a otros miembros de la banda) en una apuesta con un chino presente en el estadio. Como acertado fondo se escucha la voz de Mick Jagger en “Sympathy with the Devil” y puede decirse que el “diablo” pareciera haber invadido el alma de nuestro simpático estafador. La resolución de esta situación resultará ingeniosa, pero poco después el espectador asistirá a un giro sorpresivo seguido de un brusco salto “3 Years Later”. Y ahora la acción se trasladará a Buenos Aires con el imaginable reencuentro de la pareja central. De ahora en más la estrella será Buenos Aires no sólo por las imágenes en lugares conocidos, aunque bien elegidos, como “Caminito”, San Telmo, varios hoteles famosos (Faena, Hilton) o vistas nocturnas como una muy bella de Puerto Madero. Y alguna frase apropiada como cuando refiriéndose al vino la chica le dice que “en Argentina lo que todos beben es Malbec” Pero lo que se gana en vistosidad se pierde en atractivo temático y hacia el final lo mejor será el protagonismo de Owens, que personifica un actor veterano, casi exclusivamente de series. Se trata de Gerald McRaney, que en una nueva casualidad similar a la que acontecía en la cartelera local hace un mes con el ganador del Oscar (Eddie Redmayne), también está en otro estreno de esta semana (“Lo mejor de mí”). La escena final transcurre en otro lugar conocido de Buenos Aires que no conviene develar. Y si usted cree haber visto a Juan Minujin en el film no se equivoca. Le aclaro que él, al igual que McRaney, está también por partida doble en “Pistas para volver a casa”, otro estreno de la semana.
Merecidas nominaciónes al Oscar en film fiel al libro original Cuántas veces uno ve una película basada en una obra literaria que ya había leído, quedándole la sensación de que faltó fidelidad en la transcripción a imágenes del texto original. Distinta puede ser la situación cuando, luego de ver un film placentero, uno decide abocarse a la lectura del libro que le dio origen. Tal fue el caso de este cronista con “Alma salvaje”, de Jean-Marc Vallée, al que había visto hace varias semanas y cuyo libro “Wild” adquirió en idioma original, aunque ahora ya se consigue en español bajo el título “Salvaje”. Se trata de una obra autobiográfica de una escritora relativamente joven que decidió cambiar su apellido como ella mismo lo explica en el capítulo seis. Cheryl Strayed, tal el nombre elegido no fue producto del azar. En sus propias palabras eligió “Strayed”, que dice refiere a “alguien que se desvía de su propio camino, que está perdida, sin padre o madre, que se vuelve salvaje”. A lo largo de la película, numerosos flashes de su pasado nos irán alertando sobre qué la llevó a embarcarse sola en el Pacific Crest Trail (Sendero del Pacífico), un recorrido que parte desde la frontera de California con México y termina en el límite del estado de Washington con Canadá. A diferencia del libro en la película unos subtítulos nos van orientando sobre el número de días transcurridos desde su partida. Y el “día 1” empieza en el sur de California en la ciudad desértica de Mojave y termina en la frontera entre los estados de Oregon y Washington. En el libro en cambio hay un mapa que permite al lector orientarse dónde se encuentra ella en cada momento. La fidelidad de la película al libro hizo que el equipo de filmación recorriera, más cómodamente es evidente, los mismos parajes por los que pasó Cheryl veinte años atrás. Llevaba una mochila exageradamente pesada que alguien con razón apodó “Monster”, demostrándole cuántas cosas inútiles cargaba. Hay un momento muy risueño durante esa escena pero que también tiene que ver con su pasado con las drogas, el sexo y su no muy feliz matrimonio. La música es otro componente fundamental de la película que empieza y termina acertadamente con la versión de “El cóndor pasa” de Simon & Garfunkel y se enriquece con otras composiciones como “Suzanne” de Leonard Cohen y “The Air That I Breathe” de The Hollies. Pero cuando ingrese en Oregon (Ashland) será el momento musicalmente más fuerte y que permite ubicar con precisión la fecha en que ello ocurrió. Alguien le comenta que ha muerto Jerry Garcia (9 de agosto de 1995) y la invita a un homenaje al que fuera el líder indiscutido de los “Grateful Dead”. La riqueza del relato está en los encuentros que Cheryl (la excelente Reese Witherspoon) tiene con personajes muy diversos. Algunos son amistosos como Ed (el veterano Cliff De Young) en el episodio de “Monster” o Greg (Kevin Rankin), al que percibe bañándose desnudo a la distancia y en el medio de la nada. Pero habrá otros decididamente peligrosos y uno muy particular con alguien que afirma llamarse Jimmy Carter (pura coincidencia, dice) y que la tilda de vagabunda (“hobbo”). “Alma salvaje” tuvo dos nominaciones al Oscar, ambas femeninas, que hoy ya sabemos ganaron otras candidatas. Witherspoon ya lo había ganado en 2002 con “Johnny & June” mientras que para Laura Dern, que se luce como su madre, esta fue su segunda nominación sin ganarlo. En sus logradas interpretaciones y en el atrayente libro en que está basada “Alma salvaje” residen sus mayores atractivos.
Numerosos destellos de originalidad la diferencian de otras parodias de James Bond Mezclado entre el grueso de las películas más nominadas al Oscar aparece de pronto en la cartelera un estreno británico de notable factura técnica, artística y comercial. “Kingsman: el servicio secreto” es el quinto largometraje del inglés Matthew Vaughn (“Stardust”, “Kick-Ass”, “X-Men: primera generación”) con un reparto en su mayoría de igual origen y un nivel parejo de actuaciones, con actores por un lado consagrados como Colin Firth, Michael Caine y Samuel L. Jackson y otros casi debutantes. Se trata a no dudarlo de una parodia de las películas de James Bond con la enorme ventaja de exhibir numerosos destellos de originalidad, algo difícil de lograr a esta altura de la historia del cine. La acción es casi continua como se ve desde la escena inicial en que desde un helicóptero dos agentes secretos ultiman a unos rebeldes al compás de la canción “Money for Nothing” de Dire Straits. Corre el año 1997 y en la siguiente toma veremos cómo, para desgracia de Harry Hart alias Galahad (Firth), muere un colega en acción. Cuando poco después le comunique a la esposa del fallecido la mala nueva entrará en contacto con Eggsy, el pequeño hijo de la viuda. Les ofrecerá un medallón en cuyo reverso figura su teléfono; la culpa lo carcome por lo que les ofrece que en casi de poder de alguna manera ayudarlos no dejen de contactarlo. 17 años después el relato se traslada a un paisaje nevado de… Argentina curiosamente. Y recién habrán pasado quince minutos de una película que dura algo más de dos horas, que no se sienten. El siguiente será el momento en que el ahora joven Eggsy (el novel Taron Egerton), portador del medallón, a punto de ser condenado a prisión llame al número de teléfono del mismo y sea salvado por quien se lo había entregado. De allí en más, junto a otros ocho jóvenes será reclutado para aspirar a ser quien, entre los nueve aspirantes, sea incorporado a Kingsman, la agencia internacional de inteligencia independiente como se lo explica Galahad, su mentor. El instructor de nombre Merlin , buena caracterización de Mark Strong (“El código Enigma”) los someterá a una serie de ingeniosas pruebas donde se irán eliminando varios de los candidatos hasta quedar sólo tres, obviamente Eggsy, Roxy (Sophie Cookston en su primer largometraje) y otro joven. La historia se bifurcará con la aparición del inevitable “malo”, Valentine (Samuel L. Jackson) cuya ambición es dominar al mundo y Gazelle (Sofia Boutella) su asistente, con extrañas extremidades inferiores que parecen y se comportan como cortantes cuchillos. Colin Firth, ganador del Oscar por “El discurso del rey”, vuelve a lucirse como lo hiciera hace poco en “Magia a la luz de la luna”. Pero su carrera arranca hace ya 30 años con su impactante debut en un rol protagónico, junto a Rupert Everett, en “Historia de una traición” (“Another Country”). Aquí personifica a la figura principal pero no excluyente de este relato que en su segunda mitad se apoya fuertemente en los personajes de Eggsy y Valentine. Se confirma una vez más que los actores ingleses, aquí mayoría salvo Samuel L. Jackson, son la garantía de calidad interpretativa que explican en gran medida los méritos de “Kingsman”.
Con la proximidad de la ceremonia de entrega de los Oscars se acelera la llegada a nuestras pantallas de las películas más nominadas. Es así que este jueves se estrenan simultáneamente dos obras llegadas de Inglaterra con más de un punto común, lo que no deja de ser curioso siendo el Oscar un típico premio de “los norteamericanos”. La que aquí nos ocupa tiene cinco nominaciones de las que pueden calificarse, en su mayoría, como principales. “La teoría del todo” (“The Theory of Everything”) compite por las célebres estatuillas en los rubros mejor película, mejor actor y actriz principal, mejor guión adaptado y mejor música. En varias de dichas nominaciones se solapa con “El código enigma”, el otro estreno inglés que la supera en número de candidaturas (ocho). El actor principal de esta última (Benedict Cumberbatch) ya había interpretado en un film para televisión a Stephen Hawking. Y ahora Eddie Redmayne vuelve a encarnar, diez años después, al mismo y famoso científico. Se trata de una casualidad pero no es la única ya que Redmayne también actúa en “El destino de Júpiter”, otro estreno de esta semana. Ambos actores dan impecables actuaciones de personajes patéticos pero daría la impresión de que el ya ganador del Globo de Oro volverá a imponerse en los Oscars. Logra transmitir la creciente inmovilidad física que llevará a su personaje a desplazarse en una silla de ruedas y más adelante, perdida el habla, a comunicarse en forma electrónica. Lo sorprendente es que Redmayne no es un artista muy famoso por estas latitudes y en verdad de sus doce films anteriores se lo puede apenas recordar por el personaje de Colin Clark en “Mi semana con Marylin”, Marius en “Los miserables” y como el hijo de Matt Damon en “El buen pastor”. Felicity Jones es aún menos conocida y aquí hace de la primera esposa de Hawking. Se la vio en “Histeria” (que casi nadie vio en realidad) y no hace mucho en “El sorprendente hombre araña 2 – La venganza de Electra”. Difícilmente le gane a Julianne Moore, pese a que brinda una interpretación notable y lo que se le puede augurar es un futuro artístico brillante y seguramente otras nominaciones más adelante. Por estar basada en la obra autobiográfica “Travelling to Infinity: My Life with Stephen Hawking” de Jane Wilde, su primera esposa, el guión se ajusta a una visión sesgada y algo esquemática. No se discute su autenticidad aunque quizás hubiese sido preferible un enfoque más personal del director James Marsh. Cuando se empiezan a manifestar los primeros síntomas de la esclerosis lateral amiotrófica, el médico, que se lo anuncia a Hawking, le da dos años de vida. Se sabe que ese diagnóstico no se cumplió afortunadamente y que desde entonces han transcurrido más de 50 años. El hecho es bastante excepcional pero en la película parece tener poca relevancia. Y ello pese a que, cuando Jane acepta la propuesta de matrimonio, se escucha textualmente: “va a ser una derrota fuerte para todos nosotros”. El grueso del relato nos muestra a una esposa muy devota que le dio tres hijos y que asiste al deterioro físico del cosmólogo. El otro deterioro, el de la familia a la que ella reconoce como “no muy normal” se va percibiendo a medida que avanza la trama y que lleva ineluctablemente al divorcio. Son destacables los secundarios de Charlie Cox como el maestro del coro “que se va encariñando” con Jane y de Maxine Peake como Elaine, enfermera y luego pareja de Hawking. Los más conocidos Emily Watson y David Thewlis tampoco defraudan como madre de Jane y profesor de la Universidad de Cambridge respectivamente. Quienes esperen informarse sobre la “teoría” que da título al film probablemente sufran alguna desazón y hasta lo encuentren desacertado, ya que la película no informa demasiado sobre ella. El énfasis de la película está puesto en su famoso libro “Una breve historia del tiempo” que se publicó en 1988 como se muestra hacia el final y del que se llevan vendidos unos diez millones de ejemplares. El libro habla sobre todo de los agujeros negros y el “big bang” y como escribe Hawking, en su prefacio a la segunda edición, “he vendido más libros de física que Madonna sobre sexo”. Para quien desee profundizar “la teoría del todo” se recomienda “El gran desafío”, que él publicó en 2010 junto a Leonard Mlodinow y cuyo quinto capítulo lleva justamente el nombre de la película.
Bill Murray en una gran actuación digna de una nominación que no recibió Cada diez años aproximadamente Bill Murray nos regala una excelente interpretación de personajes, que uno sospecha se parecen a él en su vida real. En 1984 lo vimos en “Los cazafantasmas”, junto a Dan Aykroyd y Harold Ramis, en lo que fue un gran éxito de público. Diez años después Ramis, hace una semana fallecido, lo dirigió en la notable “Hechizo del tiempo” (“Groundhog Day”) y en 2003 fue el turno de Sofia Coppola con “Perdidos en Tokyo”, junto a una muy joven Scarlett Johansson. Para no romper la cábala “decenal”, Murray nos ofrece ahora “St. Vincent” coronando de esta manera una larga carrera que ya lleva cincuenta títulos en su filmografía. Y cuando se analiza la misma se constata la recurrencia con que ciertos realizadores suelen apelar a él, no necesariamente asignándole el rol o personaje principal. Quien lleva la delantera en esto es sin duda Wes Anderson para quien Murray es su actor fetiche. Justamente en pocas semanas el director de “Los excéntricos Tenenbaum” competirá por los principales premios Oscar con “El gran Hotel Budapest”, donde su actor predilecto tiene una breve aparición. La carrera de Anderson es muy irregular alternando buenas películas, en particular “Tres son multitud” (“Rushmore”) con Murray en una de las mejores actuaciones de su carrera, con otras menos logradas como “Vida acuática”, “Moonrise Kingdom: un reino bajo la luna”, quizás “Viaje a Darjeeling”. “St. Vincent” fue dirigida por Theodore Melfi, en auspicioso debut. Difícil imaginar la película con otro actor que no sea Murray. Su Vincent es un ser malhumorado, peleado con el mundo y que no se parece en nada al “santo” del título. En el inicio mismo se lo ve en un bar contando chistes malos sobre alguien que confundió un “porche”, con el auto de lujo de similar pronunciación. O también abusando de términos vulgares como “shit” y tomando alcohol antes de conducir su desvencijado automóvil. Pero su vida dará un vuelco cuando Maggie, una nueva vecina que personifica la simpática Melissa McCarthy (“La boda de mi mejor amiga”), le pida que cuide a su joven hijo Oliver (promisorio Jaeden Leberher) y él acceda a cambio de una retribución monetaria. Hará de “babysitter” y lo tendrá en su casa, donde comerán “sushi” (en verdad sardinas) en compañía de su extraño gato. Otro excéntrico personaje de esta insólita comedia es Daka, prostituta rusa que se expresa con fuerte acento eslavo y que interpreta Naomi Watts, alguien normalmente en las antípodas en sus caracterizaciones en el cine. Ella está encinta y cuando Oliver le pregunte a su protector cuál es la profesión la respuesta que recibirá es la de “Lady of the night”, que el chico no acierta a comprender. Entre el gruñón bebedor y el niño se irá desarrollando una creciente complicidad, con graciosas escenas en un hipódromo o más dramáticas en el colegio. El por qué de Santo (St.) se irá revelando a medida que avanza la historia. Sin necesidad de develar demasiado de la trama digamos que ello tendrá que ver con dos aspectos de la vida del personaje central, uno familiar y el otro profesional, que Oliver irá conociendo. Y que llevarán a una emotiva escena en el colegio, cerca del final, que puede resumirse en la frase: “los santos son seres humanos”. Mientras desfilaban los títulos finales en una función del Cineclub Núcleo sorprendió que el público no se levantara seguramente para ver a una vez más a Vincent en su jardín, manguera en mano escuchando “Shelter from the Storm” del gran Bob Dylan. Y más de uno habrá lamentado que luego de su nominación al Globo de Oro no haya tenido otra similar al Oscar.
La vitalidad de uno de los grandes de la cinematografía norteamericana No es la primera vez que Clint Eastwood nos sorprende, pero esta vez nuestro asombro es mayor. Hace algo más de 10 años muchos críticos y cinéfilos opinaban que su estrella se estaba apagando. Luego de obtener en 1992 nueve nominaciones y cuatro Oscars con “Los imperdonables” a la que sucedió tres años después “Los puentes de Madison”, quizás su obra más perfecta, siguieron una serie de películas relativamente menores con pobre respuesta de público. Todo ello iba a cambiar en 2003 cuando “Río místico” sumara seis nominaciones al Oscar, ganando dos a mejor actor principal (Sean Penn) y de reparto (Tim Robbins). Y aún más cuando un año después “Million Dollar Baby” la superara incluso con siete nominaciónes y cuatro Oscars, incluyendo los dos mayores (mejor película y director). Pero a partir de la segunda mitad de la década pasada nuevamente la suerte con el Oscar le sería esquiva, con un único galardón en un rubro menor (mejor edición de sonido) para “Cartas de Iwo Jima” en 2006. En 2008 (sin nominaciones) “Gran Torino” mejoró un poco la performance pero no funcionaron “J.Edgar” y menos aún “Jersey Boys”, que apenas vieron 12.000 espectadores en Argentina. “Francotirador” (“American Sniper”) se estrenó en gran escala en los Estados Unidos hace una semana y ya ha superado allí los 120 millones de dólares de recaudación. Todo indica que será su película más taquillera, posición que hasta ahora ocupa “Gran Torino” con algo menos de 150 millones de dólares. Pero además vuelve a posicionarse entre los principales candidatos con seis nominaciones que incluyen mejor película, director y actor. La trama no es excesivamente novedosa al retornar a Irak y un conflicto muy frecuentado por el cine norteamericano. Si bien hay alguna alusión política (imagen del 11 de setiembre por televisión), el enfoque que adopta el director de “Los imperdonables” es más intimista, con la guerra como fondo. En eso se asemeja a “Vivir al límite” de Kathryn Bigelow, la mejor película de 2008 (seis Oscars), aunque en ésa el personaje central desarmaba bombas. Otra diferencia sustancial es que en este caso se trata de un hecho verídico basado en el libro autobiográfico de Chris Kyle, quien pertenecía al cuerpo de operaciones especiales de la Armada de los Estados Unidos conocido como Navy SEALs. Una de las primeras escenas marca el tono de gran parte de la película cuando vemos a Kyle (Bradley Cooper) apuntando con un arma y desde un techo de Bagdad a una mujer y a su hijo. Cuando ella le entregue un explosivo al niño y él vea todo a través de la mira, comprenderá la gravedad del mensaje que le envía un superior diciéndole que “tiene luz verde”, al que se agrega un seco “tú decides”. La película también dedica algún tiempo a la rigurosa instrucción que reciben los SEALs en pleno barro, en la costa (playa) o soportando los chorros de agua que se les arroja desde mangueras a presión. Y también a presentar a Taya, su novia y luego esposa, en una buena interpretación de Sienna Miller (“Foxcatcher”). El relato está dividido en cuatro partes o misiones (“tours”), entre las cuales se intercalan las visitas a su esposa e hijos. Lo que el espectador va percibiendo, a medida que avanza la trama, es lo que en un momento le expresa su pareja cuando afirma “si crees que la guerra no te afecta, estás equivocado”. Las escenas de guerra son impactantes y hay de alguna manera un crescendo dramático que llega a su clímax cuando uno de sus colegas muere en una emboscada y otro, el más cercano afectivamente, es gravemente herido en el rostro. Y pese al cuestionamiento que le hace su mujer al preguntarle “por qué lo hace” y su réplica de que él “combate por ella y por la patria”, ya Chris no parece ser el mismo. Ello se percibirá en sus visitas a psicólogos militares o también a hospitales que albergan a colegas mutilados, pensando que puede ayudarlos. La cuarta y última misión será la más cruenta y espectacular frente a la supremacía numérica de los enemigos. Será el momento en que le avise por celular a Taya que está listo para volver. Pese a que el personaje central es toda una leyenda al haber matado a 160 personas y superado los mil días en el campo de combate, la película no busca ensalzarlo como ocurría por ejemplo en “Corazones de hierro”. Lo que logra es transmitir el horror de la guerra y los trastornos a que se ven sometidos quienes participan en ella. A los 85 años Clint Eastwood demuestra estar en plena forma y aunque no gane ninguno de los seis Oscars a que está nominado, confirma que es junto a Woody Allen uno de los nombres mayores de la cinematografía de los Estados Unidos.
Pasamiento ideal para el verano con un dejo de nostalgia “Una noche en el museo 3 – El secreto de la tumba” es casi con seguridad la última de una serie que arrancó en 2006 y tuvo su primera secuela tres años después. Todas fueron dirigidas por Shawn Levy (“Más barato por docena”, “Hasta que la muerte los juntó, aún en cartel), un realizador que no se destaca por su sutileza aunque sí por su eficacia comercial. Probablemente este tercer capítulo supere en calidad al anterior, sin duda el más flojo de todos. Y ello es atribuible a un mejor aprovechamiento de alguno de sus actores, tanto reincidentes como debutantes en la serie. Entre los primeros cabe destacar al recientemente fallecido Robin Williams, aquí en un rol más protagónico y que al verlo nos produce cierta nostalgia. Como siempre todo gira alrededor de Ben Stiller aunque en esta oportunidad se lo nota más contenido sobre todo cuando vuelve a interpretar a Larry Daley, el guardia nocturno del Museo de Ciencias Naturales de Nueva York. Para quienes prefieren su veta más cómica, Stiller nos reserva un segundo personaje cuyo nombre Laaa cuadra perfectamente con lo que representa. Es un troglodita, una de las tantas figuras que cobran vida por la noche en el museo. Quienes hayan visto las películas anteriores no se sorprenderán al reencontrar al minúsculo vaquero Jedediah (Owen Wilson) y su compañero Octavius (Steve Coogan). Tampoco los sorprenderá el huno Atila (Patric Gallagher) o la india Sacajawea (Mizuo Peck), ni Ricky Gervais como el director del museo. Como en este caso el grueso de la historia gira alrededor de la tabla egipcia que da vida a los “habitantes” del museo tendrá un rol más significativo Rami Malek como Alkmenrah y aparecerá su padre (Merenkahre), en lograda interpretación de Ben Kingsley. El comienzo de “Una noche en el museo 3” ambientado en Egipto es quizás la parte menos lograda del film, aunque cumple su objetivo al explicar el extraño comportamiento de la tabla traída desde ese país. Y explica también porque se deberán desplazar varios de los personajes al British Museum de Londres. La australiana Rebel Wilson (“La boda de mi mejor amigo”, “Despedida de soltero”) en el rol de la cuidadora del museo inglés protagonizará algunos de los momentos más divertidos de la segunda parte que levanta la puntería de la hasta allí algo convencional trama. No desentona tampoco el poco conocido Dan Stevens como Sir Lancelot. Y hay momentos risueños como aquél en que cuando Robin Williams se le presenta como Teddy Roosevelt, Lancelot que es de otra época le espeta un “I have no idea what that means”. “Una noche en el museo 3” cae en un momento ideal cuando muchos están sólo pensando en descansar y quitarse el inevitable stress que han venido acumulando previo a las vacaciones. Es apenas un pasatiempo de razonable y hoy poca duración (hora y media) y que además brinda la oportunidad de ver a Robin Williams y Mickey Rooney, dos grandes del cine que recientemente nos han quitado. Pero también de reencontrarnos con un increíble y jovial Dick van Dyke, quien a fines de este año cumplirá noventa años.
Un excelente conjunto de actores con un notable Brendan Gleeson La primera escena de “Calvario” (“Calvary”) hace honor al título del segundo largometraje de John Michael McDonagh. El Padre James (Brendan Gleeson), a quien vemos confesando a un aparente desconocido, recibe de éste una amenaza que afectará de allí en más profundamente su vida. Más aún al prevenirle que el domingo, dentro de ocho días, lo asesinará en la playa para vengar la violación que le ocasionó otro sacerdote cuando tenía apenas siete años. Durante algo más de media hora irán desfilando una decena de personajes mayormente inquietantes pero también llegará Fiona, su hija con un vendaje en la mano que delatará su nuevo intento de suicidio. James, antes de ser cura estuvo casado pero su esposa murió, lo que lo impulsó a tomar los hábitos. Kelly Reilly, conocida por la trilogía de Klapisch (“Piso compartido”, “Las muñecas rusas”, “El mejor de nuestras vidas”) compone a uno de los pocos seres rescatables de la trama. McDonagh ha realizado un notable trabajo de casting recurriendo nuevamente a varios de los actores de su opera prima “El guardia”, donde el protagónico era también asumido por Gleeson. Su hermano menor Michael McDonagh ya lo había incluido en “Perdidos en Brujas” y no sería de extrañar que el actor, nacido en Dublín en 1955, reciba una nominación al Oscar. Lo de “pueblo chico infierno grande” sería perfectamente aplicable al lugar (Sligo, al noroeste de la república de Irlanda) donde transcurre la acción en bellísimos paisajes bien aprovechados por el director de fotografía Larry Smith. Es un placer ver al veterano M.Emmet Walsh (“Simplemente sangre”, “Buscando a Arizona”) componiendo a un escritor pesimista que se solaza cuando el cura lo visita y le aporta dos libros. Uno de estos fue reconocido por este cronista al llevar como título “HHHH”, nada menos que una biografía de Heydrich, el terrible lugarteniente de Heinrich Himmler. Entre la fauna humana habrá un violador condenado a perpetua (Domhnall Gleason, hijo de Brendan), el carnicero del pueblo Jack (Chris O´Dowd) cuya esposa Verónica (Ovla O’Rourke) sostiene abiertamente un affaire con un mecánico nacido en Costa de Marfil (Isaac de Bankole). Y también el inspector de policía Stanton (Gary Lidon) que no se destaca por su moral, al igual que el barman y el médico del hospital. Tampoco resulta muy descatable la figura del millonario Michael Fitzgerald que muy bien interpreta Dylan Moran (“Un lugar llamado Notting Hill”) y que en un momento dado hará “ostentación” de su riqueza delante de una de sus costosas pinturas. Entre tanta lacra sólo se rescata alguna figura femenina como la de Fiona o también la de Teresa (Marie-Josée Croze), que viene de sufrir un tremendo accidente vial. “Calvario” no resulta sólo un thriller donde se ignora hasta el final quien es la amenazante figura de la cual sólo se escucha la voz al inicio de la acción. Es también un cuestionamiento a cierta fracción de la iglesia católica de Irlanda, que no logra encauzar las vidas descarriadas de varios de los personajes que pueblan este relato. Algunos dirán que la visión es pesimista y otros la compartirán. Como dato de interés y destacable es la participación de una mujer argentina (Flora Fernández-Marengo) y su marido inglés (Chris Clark) en la producción de “Calvario”. Ambos estuvieron presentes durante la presentación de la película en el Cineclub Núcleo, el martes 8 de diciembre pasado. La película fue muy bien recibida por los numerosos cinéfilos y críticos que se hicieron presentes durante la última proyección del año de la entidad que fuera fundada por Salvador Samaritano hace algo más de 60 años.
El fin justifica los medios (film políticamente incorrecto) La carrera de Dan Gilroy hasta el presente era básicamente la de guionista, con algunos títulos destacables como “Gigantes de acero” y “El legado Bourne”. A los 55 años debuta como realizador con “Primicia mortal” (“Nightcrawler”), con libro cinematográfico que es de su autoría y que confirma sus cualidades en este rubro. Louis Bloom, el personaje central interpretado por Jake Gyllenhall (“Secreto en la montaña”, “Zodíaco”) no abandona la pantalla en casi ningún momento, monopolizando la acción. Se lo ve al inicio como un vagabundo, sin empleo y además ladrón de poca monta. Un poco por azar descubre, en una de sus habituales salidas nocturnas, que tiene una cualidad que no había explotado hasta entonces y que claramente trasluce el título original, difícil de traducir. Literalmente “nightcrawler” refiere a una lombriz nocturna que se arrastra y es esta última característica la que bien puede aplicarse al personaje de Louis, quien descubre que filmar notas sangrientas para la televisión puede resultar un buen medio de vida. Aclaremos que la acción tiene lugar en Los Angeles a la que básicamente vemos de noche y donde la “primicia” la tiene quien registre primero o en lo posible en exclusividad un hecho delictuoso, en lo posible “mortal”. Así Louis conocerá a Nina, reporter de un canal de televisión a la que logrará vender su primer “scoop”, aunque por poco dinero. Quien la interpreta es Rene Russo (“Arma mortal 3 & 4”), cuyo personaje es al menos veinte años mayor, siendo además la esposa de Gilroy en la vida real desde hace dos décadas. Nina descubre que el joven posee cualidades que superan a competidores como el que compone Bill Paxton (Joe), quien al inicio le había advertido que lo que hacen es “la porquería de trabajo que hacen es noticia si es sangriento”. A medida que avanza el metraje irá creciendo la figura del joven que hace de acompañante del personaje central. Lo asistirá con el GPS mientras ambos escuchan atentamente la onda radial de la policía, que les permite saber hacia donde debe enfilar el veloz auto rojo conducido por Louis para tener la primicia. Pero la película tendrá un vuelco cuando el dúo llegue antes que la policía a una casa lujosa y filmen fotogramas valiosos antes que nadie. Nina se resistirá en la negociación pero ante la amenaza de que el material caiga con la competencia deberá ceder. De allí en más habrá varias vueltas de tuerca incluida alguna previsibilidad final, pero lo que nunca se perderá es el interés en el relato. Y si algo debe destacarse es la gran actuación de Jake Gyllenhaal, cuyo siniestro personaje en ningún momento dudará en actuar convencido de que siempre “el fin justifica los medios”.