Divertida road movie en que se discuten lo orígenes del tango El comienzo del documental “Tango de una noche de verano”, de la realizadora alemana Viviane Blumenschein, es impactante. Quien aparece al inicio es el director de cine finlandés Aki Kaurismaki, conocido en nuestro país por “El puerto”, “Luces al atardecer” y “El hombre sin pasado”, sus tres últimos largometrajes. Pero sus comentarios no serán sobre su actividad principal, el cine, sino sobre el tango, muy presente en sus films. (En “El puerto”/“Le Havre” se escucha, por ejemplo, “Cuesta abajo” con la voz de Carlos Gardel). Kaurismaki sostiene que el tango nació en su país de origen y que los primeros cantores lo entonaban “para ahuyentar a los lobos y porque además se sentían solos”. Lo afirma con cierta indignación hacia los argentinos pero también se expresa contra los austriacos ya que ellos, dice, se atribuyen el origen del vals cuando “en verdad, también nació en Finlandia”. Resulta algo folklórica la provocativa afirmación con que empieza “Tango…” pero también lo es el desarrollo de este pseudo documental, que relata la aventura que emprenden tres músicos al viajar a Finlandia para descubrir si Kaurismaki tenía razón. Tanto el bandoneonísta Pablo Greco como el guitarrista Diego Kvitko estuvieron presentes en la presentación del film en el Cine Club Núcleo, junto a Alejandro Samaritano y este cronista. (El cantante Chino Laborde, llegó un poco más tarde). Y comentaron cómo fue el rodaje de esta road movie, cuyo trama casi no conocían cuando llegaron al país del norte de Europa. Lo que vemos en pantalla es el encuentro de los músicos con sus pares de Finlandia, que en varias oportunidades, tocan junto a los argentinos sus instrumentos (acordeón por ejemplo) o agregan sus voces como es el caso de Sanna Pietainen, que además le enseña a Laborde a cantar tango en su idioma. Independientemente de quien tenga razón sobre dónde nació, “Tango de una noche de verano” logra entretener y además muestra la gran diferencia cultural entre ambos países. Hay varios momentos jocosos como aquel en que el destartalado LADA en que viajan los argentinos tiene un problema mecánico que los obliga a detenerse en una ruta desierta. Cuando al final aparece alguien en el camino, la sorpresa es mayor ya que se trata de un “sauna portátil” con ruedas. Los tres músicos argentinos no tenían experiencia previa en cine y lo que sorprende es lo bien que actúan. Y además la sencillez y modestia con que engalanaron con su presencia la función del Cine Club Núcleo.
Original animación con insectos a la “francesa” Después de tres semanas consecutivas con diez o más estrenos, este jueves la cartelera se tomó un descanso con apenas siete novedades. Claro que en gran parte esto obedece a que “Los juegos del hambre: Sinsajo – Parte 1”) llevó más de 50.000 espectadores el jueves de su estreno, es decir más del 70 % del total recaudado ese día dejando pocas pantallas libres para el resto. “Minúsculos. El valle de las hormigas” fue un gran éxito de público en Francia, su país de origen (en verdad una coproducción con Bélgica) pero es muy poco probable que repita su performance en Argentina, lo que es de lamentar. Hay en la obra de los correalizadores Hélène Giraud y Thomas Szabo más de un mérito a destacar y lo primero que conviene enfatizar es que la mezcla de animación y paisajes naturales de zonas montañosas de Francia resulta un aciertor. No menos destacables son los en su mayoría “minúsculos” animalitos que dominan la pantalla. Hay en verdad un personaje central, un insecto de la especie aquí conocida como vaquita de San Antonio, que al inicio distraídamente se aleja de su grupo familiar. No tardará en ocurrir su encuentro con un grupo de hormigas negras que han encontrado un sabroso tesoro consistente en una lata con terrones de azúcar. Ello se explica desde la primera escena idílica del film cuando una pareja, que estaba haciendo picnic y con la mujer en avanzado estado de gravidez, abandona de golpe el lugar ante la inminencia de un posible nacimiento. Lo que sigue es el trabajo de “hormiga” para llevar la lata hasta la residencia de los laboriosos insectos, acompañados por la “vaquita”. Pero la tranquilidad se quebrará cuando aparezcan amenazadoras otras hormigas, rojas, iniciando una persecución por colinas y un río torrentoso, maravillosamente resuelta por el trabajo de animación. El centro del relato será la batalla que se producirá cuando las negras defiendan su hormiguero, que las rojas intentan destruir. Por momentos se siente que hay una recreación animada de películas del género western y/o de guerra”. Los desplazamientos de las hormigas rojas recuerdan a las marchas nazis y sus ojos parecen orientales como los de los japoneses. Casi al final cuando el combate obviamente se inclina a favor de las hormigas negras, aunque no develaremos cómo, aparecerá el cartelito “The End” en cursiva que perfectamente podría haber estado en algún film de John Ford. Pero se adivinan aún muchas otras influencias como una música que a este cronista le recuerda el episodio de los dinosaurios en “Fantasía”, con la partitura de “La consagración de la primavera” de Stravinsky. En toda la película no se escucha voz humana alguna lo que la diferencia de obras hollywoodenses como “Bichos”o “Antz”. Lo que en cambio se oyen son extraños y divertidos sonidos que simulan las diversas formas en que se comunican los bichitos. Vale la pena señalar que Giraud y Szabo ya habían realizado numerosos cortos para la televisión con animalitos, como los que se ven en “Minúsculos”. También que se trata de un film no sólo para los niños sino también para adultos y que los muy pequeños quizás no logren apreciar sus cualidades y atractivos. La muy buena realización merecería competir por el Oscar al mejor film de animación, por lo que su visión resulta recomendable.
Película sueca que busca un lugar entre las nominaciones al Oscar extranjero El cuarto largometraje de Ruben Ostlund y primero en estrenarse localmente integró la selección “Un Certain Regard” del último Festival de Cannes y ganó el premio del Jurado (segundo en importancia de esta competencia). Lo primero que conviene señalar es que durante el Festival fue posible enterarse de que más de un distribuidor argentino estaba compitiendo por su compra. Ya se conoce quien finalmente la adquirió y puede decirse que era bastante lógico, por sus antecedentes, que fuera ella la empresa adjudicataria. Pero pasemos ahora a analizar “Force Majeure”, que en inglés se conoce como “Turist”, y que en Argentina conserva el título francés y le agrega “La traición del instinto”, que aclara un poco de qué va la película. La acción transcurre en los Alpes franceses pero curiosamente lo que menos abundan son ciudadanos de esa procedencia. Los “turistas” en verdad son en su mayoría suecos al igual que el realizador y los actores principales. Tomas (Johannes Kuhnke) y Ebba (Lisa Loven Kongsli) son un matrimonio aparentemente feliz a quienes acompañan sus hijos Harry y Vera, ambos niños y hermanos en la vida real (Vincent y Clara Wettergren). Serán apenas seis días, cada uno de los cuales será presentado con una música estridente y un paisaje espectacular, siendo esto último gran mérito del director de fotografía Fredrik Wenzel. El primer día será pura armonía con tiempo para deslizarse por bellas pistas de esquí y disfrutar del hotel, donde lo único que desentona son las habitaciones que se parecen por su exiguo tamaño a las cabinas de un crucero. El segundo día será el momento en que un inesperado evento, una avalancha mientras están almorzando, producirá un brusco cambio y ya nada será como antes. En verdad el alud se detiene prácticamente a pocos metros del restaurant pero algo de nieve llega hasta ellos, los cubre de blanco impidiendo ver inmediatamente que ha ocurrido. Pronto se sabrá que Ebba logró proteger a sus hijos mientras que Tomas sólo atinó a rescatar su celular y a escapar en un momento de pánico, descuidando a su familia. Ese acto de cobardía le será enrostrado por su esposa una vez los cuatro nuevamente reunidos. El reproche que le hace su mujer es entendible pero algo nos dice que fue también la ocasión que ella esperaba para exteriorizar su insatisfacción conyugal. Hasta ese momento el grueso de los espectadores se solidarizará con la posición de la esposa y sentirá que son los hijos los más afectados al haber comprobado el abandono a que fueron sometidos por el padre. Este intentará alguna disculpa con el resto del grupo familiar. La aparición de otra pareja con un hombre casado, que tiene la edad de Tomas, acompañado de una joven mucho más joven producirá un vuelco a partir del tercer día. En algún momento Ebba volverá nuevamente a la carga y expondrá a su esposo delante de los hijos y la pareja, rememorando lo acontecido el segundo día. A partir de entonces los espectadores seguramente no tendrán una posición unánime frente a la actitud de la esposa y alguno hasta podrá deplorarla. Ostlund con inteligencia no toma una clara posición, intentando bajar línea. Hasta resulta patético ver como Tomas se desespera al comprobar que algo se ha roto en su matrimonio particularmente en una escena en que su ocasional nuevo amigo lo invita a que se descargue gritando en la montaña. Y aún más en otra cuando se lo ve tirado desesperado en el piso a la entrada de su habitación. El final cuando abandonan el hotel puede sorprender a más de uno y admite más de una lectura. Pero lo que queda claro es que, merced a excelentes interpretaciones y una hermosa fotografía, “Force Majeure” bien mereció una distinción en el último Festival de Cannes. Se comprende que Suecia la haya seleccionado para competir por un lugar en la terna del Oscar a mejor película extranjera.
Experiencia única donde el paso del tiempo se convierte en el gran protagonista La oferta de cine norteamericano en la actualidad se concentra mayoritariamente en productos poco diferenciados, muy a menudo secuelas con predominio de ciertos géneros tales como la animación, el terror y la comedia a menudo escatológica. Por suerte cada tanto irrumpe un cine diferente como el de Woody Allen y su más reciente “Magia a la luz de la luna” o la que ahora nos ocupa, de difícil de clasificación si de género se trata. “Boyhood – Momentos de una vida” es el octavo largometraje de Richard Linklater, sobre un total de diecisiete, que se estrena localmente. En sólo uno de los ocho films aquí estrenados (“Escuela de Rock”) no actúa Ethan Hawke, el actor fetiche del realizador, quien junto a Julie Delpy protagonizó la famosa trilogía de “Antes del amanecer”, “Antes del atardecer” y “Antes de la medianoche”. El tiempo parece una idea fija del director, nacido en Houston en 1960, puesto que los tres “Antes…” fueron filmados con notable precisión cada nueve años (1995, 2004 y 2013) quien afirmó, junto a Hawke, durante el último Festival de Berlín que no descarta volver a hacerlo en 2022. Pero en “Boyhood” esta obsesión temporal adquiere aún mayor relevancia al punto que durante trece años los actores fueron filmados por la cámara con cierta periodicidad (tres o cuatro días por año). Se trató de un proyecto con alto riesgo ya que dos de los protagónicos fueron asignados a niños, de apenas cinco años al inicio, con cualidades actorales inciertas. En el caso de Mason, Ellar Coltrane tal el nombre del actor, la elección se reveló totalmente acertada pero lo singular es que su personaje no necesitó de varios actores como es lo habitual en cine. La selección de Lorelei Linklater, en el rol de su hermana, es más fácil de comprender al ser la hija del realizador con lo que éste se aseguró un contacto continuo con la joven actriz. Como padre de ambos la asignación a Ethan Hawke era “cantada” y en verdad su interpretación es sólida. Pero en el caso de la madre podría haberse imaginado que la opción recaería en Julie Delpy. No fue así y quien ocupa ese lugar es Patricia Arquette (“Escape salvaje”, “Carretera perdida”) poco vista en los últimos años y a quien Linklater rescata de cierto olvido y hace imaginar su nominación al Oscar y hasta alguna chance de ganarlo. A ese impecable cuarteto de actores se agrega un libro cinematográfico lleno de aciertos y una trama que pese a sus casi tres horas de duración no decae en casi ningún momento. A lo largo de doce años van desfilando eventos y personajes de la vida norteamericana (Bush, Irak, Obama, etc) así como cambios en la sociedad y la tecnología, las telecomunicaciones por ejemplo. No todo es brillante y de alguna manera se percibe que la mayor limitación con la que se enfrentó el director fue la imposibilidad de corregir y volver a filmar escenas de años anteriores. El mayor peso protagónico, luego del central de Mason, recayó en el personaje de la madre (Arquette). La elección equivocada de sus parejas es una constante que hacia el final reivindica parcialmente la figura del padre (Hawke) de sus hijos. La historia concluye en un momento en que la niñez (boyhood) ha quedado atrás. Y hasta podría sospecharse, con los antecedentes de la trilogía, que Linklater continúa filmando a sus actores para algún día sorprendernos con un nuevo film (“Adulthood”?). Mucho se ha citado a la serie de films de Truffaut siguiendo al personaje de Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud). La referencia es válida pero la gran diferencia es que aquí los espacios temporales en las filmaciones son más homogéneos y periódicos. En definitiva “Boyhood” es una experiencia única que mereció el premio al mejor director en la última Berlinale y que bien debió haberse llevado el Oso de Oro a la mejor película. Quizás se tome un desquite a la hora de los Oscars.
Dos estupendos actores que merecen ser nominados Al director David Dobkin se lo conocía hasta ahora localmente sólo por dos comedias: “Los rompebodas” y “Si fuera yo”. “El juez” (“The Judge”) representaba un gran desafío al encarar una obra dramática, en las antípodas de sus películas anteriores. Y lo menos que puede afirmarse es que sale totalmente airoso al enfrentar tamaño cambio de género. Claro que el primer mérito es el acierto en el casting al haber seleccionado a dos señores actores para personificar a un padre, que da título al film, y a su hijo, un abogado exitoso. Alejados desde hace años sólo un hecho trascendente como es la muerte de la esposa del magistrado llevará a que Hank Palmer (Robert Downey Jr) se traslade a un pueblito perdido del estado de Indiana, donde reside su progenitor (Robert Duvall), ejerciendo desde hace 42 años la carrera judicial. También será la oportunidad para que Hank reencuentre a sus dos hermanos: el mayor Glen (Vincent D’onofrio) casado y feliz y el menor Dale (Jeremy Strong) con algún leve retardo mental. Pero la trama se irá enredando cuando. a punto de despegar el avión que lleva al abogado de regreso a Chicago, reciba un llamado telefónico que lo obligue a volver al hogar paterno. Y la causa de tal cambio de planes es la noticia de que el juez sería el principal sospechoso del asesinato, a borde de su auto, de un ex convicto al que juzgó. Joseph Palmer, tal el nombre del acusado, se resiste a que sea su hijo quien lo defienda y en su lugar elige al novato C.P. Kennedy (Dax Shepard), aceptando a regañadientes que éste sea asesorado por Hank. Claro que enfrente tendrá que lidiar con el fiscal, que encara el últimamente poco visto en cine Billy Bob Thornton. La terquedad del padre llevará a que su hijo le diga en algún momento: “eres imposible de defender” o también le haga notar que “nunca estuvo en el banquillo de los acusados”. De allí en más será el espectador quien empiece a preguntarse si acaso fue el juez quien lo mató en la ruta y, en caso afirmativo, si la muerte fue intencional o producto de un accidente. Lo hasta aquí adelantado es lo máximo que se puede develar pero vale la pena señalar que habrá otras subtramas entre las cuales un reencuentro del abogado con Samantha, un amor de su juventud, una eficaz caracterización de Vera Farmiga (“El niño con el pijama de rayas”, “Amor sin escalas”). “El juez” no es apenas una película más de tantas norteamericanas, donde hasta último momento no se sabe si el acusado es culpable o inocente. Es también un film rural, casi un género conocido como “Americana” (hubo incluso una bella película con ese título, dirigida y actuada por David Carradine). Y “last but not least” es una historia familiar con dos estupendas actuaciones que merecerían que Robert Downey Jr sea nominado como mejor actor principal así como Robert Duvall en el rubro actor de reparto.
Woody Allen, el más europeo de los directores norteamericanos Con notable precisión, Woody Allen viene estrenando desde hace veintidós años una película anual. Pero además “Magia a la luz de la luna” (“Magic in the Moonlight”) es su opus número 44 en casi igual número de años, desde “Robo, huyó… y lo buscaron”, su opera prima como realizador en 1969. Lo que ha cambiado en los últimos años es la localización de sus filmaciones, fenómeno que se inició en 2005 cuando “Match Point” fue rodada en Inglaterra. Justamente la que ahora nos ocupa también transcurre en dicho país y sobre todo en Francia, pero el desplazamiento de parte de su producción a Europa incluye a España (“Vicky Cristina y Barcelona”), Francia (“Medianoche en Paris”) e Italia (“A Roma con amor”). Claro que las tres antes mencionadas transcurrían en bellas ciudades icónicas mientras que en esta oportunidad serán la campaña británica y francesa los lugares elegidos, siendo además los actores menos acreditados. De todos modos Colin Firth ya es un intérprete consagrado y se recuerdan su interpretaciones en “Valmont”, “Sólo un hombre” y sobre todo su caracterización de Jorge VI en “El discurso del rey”, la que fue distinguida con el Oscar al mejor actor. Aquí es Stanley Crawford, un mago que descree en efectos paranormales. Su amigo Howard (Simon McBurney) lo convence en ir a la residencia de los Catledge en la Costa Azul. La madre (Kati Weaver) ha contratado a la vidente Sophie (Emma Stone) para contactar a su marido muerto. El hijo (Hamish Linklater) está perdidamente enamorado de Sophie, pero no logra que ella quede prendada. Stanley es un ser totalmente escéptico y extremadamente arrogante por lo que tratará de demostrar que los poderes de la joven son ficticios. La única capaz de doblegar su soberbia será su tía Vanessa, una excelente caracterización de Eileen Atkins (“Regreso a Cold Mountain”), protagonizando algunos de los momentos más emotivos y dramáticos de la película. Puede perfilarse en el personaje de Colin Firth algunos rasgos del propio Woody Allen y si bien es poco probable que haya sido ésta una decisión del director de “Manhattan”, quizás sea su subconsciente quien lo haya traicionado. “Magia a la luz de la luna” es, en opinión de este cronista, una pequeña perlita de Allen que lo muestra nuevamente como el más europeo de los directores norteamericanos en la actualidad.
Asoma una de las primeras candidatas al Oscar con gran interpretación de Rosamund Pike David Fincher debutó en el largometraje con “Alien 3”, pálida secuela de las dirigidas sucesivamente por dos grandes realizadores como Ridley Scott y James Cameron. Tan opaco comienzo no permitía presagiar que, apenas tres años después, “Pecados capitales”, su segunda película, lo consagraría como un nombre importante de la cinematografía norteamericana. De allí en más se agregarían otros títulos relevantes como “El club de la pelea” y “El curioso caso de Benjamín Button”, de nuevo con Brad Pitt y más recientemente “Red social”. “Perdida” (“Gone Girl”), su décimo film se perfila como una de las primeras firmes candidatas a llevar nominaciones para los Oscar del año que viene. Y quien más chances parece tener es la inglesa Rosamund Pike (“Orgullo y prejuicio”, “Otro día para morir”) cuyo personaje, Amy Dunne, da título al nuevo opus de Fincher. Justamente en el inicio se lo ve a su marido Nick (Ben Affleck) desolado, cuando al llegar a su casa no encuentra a su esposa. La siguiente escena transcurre en “The Bar”, tal el nombre del bar (valga la redundancia) que administra junto a su hermana gemela Margo (Carrie Coon). Esta mantenía una mala relación con su cuñada “desaparecida” a la que considera “complicada”, eufemismo que ella aplica a quien considera una “bitch”. Otro personaje femenino entrará en acción, la agente de policía Rhonda Boney, bien interpretada por Kim Dickens, que recuerda al que interpretara Frances McDormand en “Fargo”. Su investigación la conducirá a encontrar rastros de sangre en la casa de los Dunne y a que las sospechas sobre un posible asesinato recaigan sobre el marido. Ha pasado menos de una hora sobre un total de casi 150 minutos que dura el film y es el momento en que conviene que el crítico no devele más acerca de la trama para que no surjan “spoilers”, como suele decirse en inglés Lo único que se puede revelar es que habrá, numerosas sorpresas y aparecerán varios personajes ligados tanto al marido como sobre todo a la mujer, tanto en la actualidad como en el pasado. La situación se agravará lo suficiente para que Nick se vea obligado a contratar a Tyler Perry (Tanner Bolt), un abogado exitoso y muy caro. Y también entrarán a tallar los medios, sobre todo la televisión a través de locutoras mediáticas. Pero serán sobre todo las movilizaciones populares de vecinos, los padres de Amy y gente con pancartas las que irán en crescendo al no tener noticias del paradero de la “gone girl”. Habrá un vuelco sorpresivo en la última media hora y lo que no puede negársele a Fincher es su capacidad para mantener el interés del espectador hasta el acertado final con que se cierra “Pérdida”.
El placer de ver a Liv Ullmann en un relato sobre un pasado no tan lejano Cuando aún permanece fresco el recuerdo de la rica selección del reciente 14º Festival de Cine Alemán se estrena ahora otro film de igual origen (en coproducción con Noruega). Se trata de “Dos vidas” (“Zwei Leben”) de Georg Maas que recientemente fuera seleccionada para competir por la nominación al Oscar extranjero. Su temática puede relacionarse con la de “La vida de los otros” al enfocar nuevamente, aunque desde otro ángulo, a la policía secreta de la República Democrática Alemana (RDA) más conocida como Stasi. Lo novedoso en este caso es que Katrine, uno de los dos personajes centrales de la película, ha sido concebida durante la vigencia del nazismo, es decir el otro régimen dictatorial de la Alemania del siglo pasado. Protagonizada por Juliane Kohler (“En un lugar en Africa”, la Eva Braun de “La caída”), ella es el fruto de los Lebensborn, una organización concebida por Heinrich Himmler, destinada a expandir la raza aria. Su padre fue un soldado alemán muerto durante la guerra y su progenitora una noruega, durante la ocupación del país nórdico. Nadie mejor que Liv Ullmann para encarar a este último personaje y regalarnos su presencia, que en los últimos años sólo muy esporádicamente tenemos oportunidad de ver en cine. Quien nos visitara en el 2001 en ocasión de la exhibición de su film “Infidelidades” en el Festival de Mar del Plata ya había tenido anteriormente contacto con nuestro país. Jeanine Meerapfel la había dirigido en 1988, junto a Cipe Lincovsky, en “La amiga” y un año antes Norma Aleandro la había acompañado en “Gaby: la verdadera historia”. Pero la ex esposa de Ingmar Bergman será sobre todo recordada por su participación en diez películas del famoso realizador sueco con títulos inolvidables como “Persona”, “Vergüenza”, “Escenas de la vida conyugal” y “Sonaa otoñal” (junto a Ingrid Bergman). No conviene revelar mucho sobre la trama de “Dos vidas”, cuyo título ya insinúa que no todo lo que estamos viendo es lo que parece. La acción transcurre principalmente poco tiempo después de la caída del muro de Berlin aunque hay varios flashbacks intercalados, inteligentemente filmados en otra tonalidad y con un grano más grueso por la talentosa directora de fotografía Judith Kaufmann. En el inicio un abogado invita a madre e hija a prestar testimonio ante una investigación de la Comisión de Estrasburgo, un tribunal que investiga el rol de Noruega en el oscuro pasado europeo. Katrine no se mostrara muy dispuesta a colaborar y sus misteriosos viajes a Alemania, a escondidas de su madre, marido e hija noruega irán develando su verdadera identidad. Un suspenso bien administrado y algunas sorpresas hacia el final hacen que “Dos vidas” se convierta en un buen relato con dos grande actrices como su principal atractivo.
Entretenimiento garantizado con buena actuación de Scarlett Johansson No hay que tomarse muy en serio “Lucy”, la nueva película del multifacético Luc Besson, que alterna y combina su actividad cinematográfica en la producción, con la escritura de guiones y la dirección como en este caso. A lo largo de más de 30 años ha dirigido quince largometrajes, con algunos títulos memorables como “Subway”, “Azul profundo” y “Nikita” hasta 1990. “El perfecto asesino”, su siguiente película fue su debut filmando en los Estados Unidos, al que siguió “El quinto elemento” en que incursionó por primera vez en la ciencia ficción. De allí en más su carrera fue bastante irregular con varios films fallidos (“Juana de Arco”, “Angel-A”, “Familia peligrosa”). La que ahora nos ocupa es de un género difícil de definir, a medio camino entre el cine fantástico y el de acción y cuyo principal sostén es la muy buena actuación de Scarlett Johansson. Comienza con ella en Taipei, nuevamente en el Lejano Oriente (recordémosla en “Perdidos en Tokio”). Su impresentable novio la envolverá en el tráfico de una muy poderosa droga que maneja la mafia surcoreana cuyo jefe es el señor Jang (Min-sik Choi de “Oldboy”). En paralelo se lo verá al profesor Norman (Morgan Freeman), un científico explicando a una nutrida audiencia que el ser humano normalmente sólo utiliza un diez por ciento de su capacidad cerebral y que un aumento de dicho porcentaje le permitiría dominar a otros de su especie. Lucy será el conejito de indias al ser la receptora de una droga cuyo efecto será el señalado por el profesor. Y a medida que la película progresa, el porcentaje de utilización de su capacidad cerebral irá aumentando. Claro que el incremento de su percepción sensorial y fortaleza física vendrá acompañado de efectos no deseados. Será el doctor Norman quien le revele, ya en Paris, lo que le puede pasar mientras que un policía francés (Amr Waked) se convertirá en su inesperado aliado. Este último comprobará los poderes instalados en Lucy cuando ella conduzca su auto por conocidos lugares de la ciudad luz y le revele que nunca antes había manejado. Los efectos especiales (digitales) con decenas de vehículos destruidos están bien aprovechados pero quien pretenda hacer un análisis más científico o riguroso de la historia seguramente se verá defraudado. Como se señalaba al inicio de esta nota no conviene tomar seriamente la trama de “Lucy” que en algún momento hasta puede parecer algo pretenciosa. Pero si sólo se busca diversión, el entretenimiento está garantizado.
El notable talento del trágicamente desaparecido Philip Seymour Hoffman La primera escena de “El hombre más buscado” (“A Most Wanted Man”) produce una sensación de tristeza al ver a Philip Seymour Hoffman en su film póstumo. Su trágica desaparición con apenas 46 años nos privará de la presencia de uno de los más extraordinarios actores contemporáneos, premiado con el Oscar por su magnífica actuación en “Capote” hace nueve años. Prueba de su versatilidad es el personaje de Gunther Bachmann, que aquí interpreta, en la versión cinematográfica de la 21º novela de John Le Carré y 9º en ser llevada al cine. David John Moore Cornwell, tal el auténtico nombre del novelista inglés nacido en 1931, empezó a escribir hace algo más de medio siglo cuando a la sazón pertenecía al cuerpo diplomático británico. El agente Smiley por él creado estuvo en algunas de las más célebres de sus novelas adaptadas al cine: “Llamada para el muerto”, “El espía que vino del frío” (en cine “Alto espionaje” de Martin Ritt) y “El topo”. Otras célebres obras que fueron filmadas son “La casa Rusia”, “El sastre de Panamá” y “El jardinero fiel”. La que ahora nos ocupa del 2008 no es la última ya que el prolífico escritor de obras de espionaje y suspenso nos ofreció dos más recientes (“Un traidor como los nuestros”, “Una verdad delicada”), que quizás logren tentar a algún productor en un futuro no muy lejano. “El hombre más buscado” está ambientada en Alemania y sus personajes incluyen diversas etnias no sólo germanas como es el personaje de Hoffman, de su asistente Irma (la gran Nina Hoss, actriz predilecta de Christian Petzold) y del banquero Tommy Brue (Willem Dafoe) sino también mitad chechena mitad rusa del refugiado Issa Karpov o norteamericana en el caso de la agente Martha Sullivan (Robin Wright). El idioma en que se expresan los personajes centrales es el inglés (evitando el doblaje) pese a que transcurre en Hamburgo y Berlin. El notable reparto incluye a la sorprendente Rachel McAdams (“Sherlock Holmes”, “Medianoche en Paris”) en el rol de la abogada Annabel Richter de una ONG defensora de derechos humanos, que intenta proteger a Karpov. Desaprovechado aparece Daniel Bruhl (“Goodbye Lenin”), uno de los pocos actores alemanes que prácticamente no habla en toda la película, pese a sus reiteradas apariciones como uno de los que escucha conversaciones (al mejor estilo de “La conversación”). Todo gira alrededor del inmigrante ilegal cuyo padre amasó una fortuna de manera “non sancta” y que intenta que el dinero sea donado a entidades sin fines de lucro y en su mayoría árabes. Ello explica la intervención de las agencias de seguridad y antiterroristas alemana y norteamericana. No es casual que el escenario central del film sea Hamburgo desde donde Al Qaeda planeó el trágico 11 de setiembre del 2001 en Nueva York y el perfecto aprovechamiento de la ciudad, su puerto y el famoso barrio nocturno de St. Pauli. Dirigió el holandés Antón Corbijn que ya tenía en su haber dos largometrajes anteriores (“Control”, “El ocaso de un asesino”). Se trata de una típica producción europea, lo que se nota en un ritmo bastante más pausado que el que se le hubiera impreso de ser norteamericana. Pero quedará además en el recuerdo de la que fue una de las más brillantes interpretaciones de Philip Seymour Hoffman quien nos dio también “La duda” en el rol del padre Brendan Flynn, junto a Meryl Streep, “El juego de la fortuna” acompañando a Brad Pitt y nuevamente a Robin Wright y “The Master” como Lancaster Dodd. En una entrevista de 2009, Rachel McAdams afirmó que su actor favorito era Hoffman, sin sospechar que cinco años después actuarían juntos. Lo que tampoco imaginó es que ésta sería la última película del notable actor, cuya prematura desaparición tanto se siente.