Obra intemporal de uno de los mayores exponentes de la cinematografía mundial “La piel de Venus” (“Venus à la fourrure”) es la última película de Roman Polanski, que fuera presentada en el Festival de Cannes de 2013. Pese a haber transcurrido algún tiempo desde su estreno en Francia (noviembre 2013), el hecho de llegar con cierto retraso a nuestro país no afecta en absoluto el interés que sin duda despertará entre los cinéfilos locales. Prueba de su intemporalidad es que actualmente integra nuestra cartelera teatral con Carla Peterson y Juan Minujín en los roles de Vanda y Thomas, que en la versión cinematográfica protagonizan Emmanuelle Seigner y Mathieu Amalric. Thomas es un director teatral, personaje que de ser más joven hubiese seguramente protagonizado el propio Polanski, que considera concluida su larga jornada de casting y a punto de retirarse del escenario recibe la visita de Vanda, empapada por la lluvia. Ella atribuye su llegada tardía a las inclemencias del tiempo y al tráfico y le pide que le haga una prueba, que los subtítulos traducen como “réplica”. El se resiste al principio pues además no cree que la mujer tenga el “físico del rol”, al ser bastante mayor que el personaje. Aclaremos que la obra que intenta representar está basada libremente en un célebre libro, escrito en 1870 por Sacher-Masoch. Y también que del nombre del escritor se deriva lógicamente el término “masoquismo”, concepto que dicha obra claramente refleja. Thomas finalmente cede, sorprendido porque Vanda conoce el texto teatral de memoria y porque incluso trae consigo ropa que corresponde perfectamente al personaje femenino de la obra. Es notable cómo se van invirtiendo los roles de ambos personajes, pasando ella de mujer sometida a dominante y de qué manera el director de “El pianista” logra mantener el interés a lo largo de una hora y media, con apenas dos intérpretes y un único ámbito donde transcurre la acción. No es la primera vez que Polanski apela a un verdadero “huis clos” ya que en “El cuchillo bajo el agua”, su primer largometraje eran apenas tres los personajes en un velero y donde ya aparecía el tema del poder, algo recurrente en algunas de sus obras posteriores, por ejemplo en “Perversa luna de hiel”, también con Emmanuele Seigner, su esposa desde hace casi 30 años. Justamente “Un dios salvaje”, su película inmediatamente anterior también se centraba en unos pocos personajes pero lo que puede afirmarse es que en “La piel de Venus” alcanza su máximo minimalismo, valga el juego de palabras. A quien piense que va a ver “teatro filmado” conviene aclararle que no es así. En cambio puede resultar una gran experiencia la que vivió este cronista cuando, tiempo después de ver “La piel de Venus”, leyó el libro de Sacher-Masoch y volvió a ver por segunda vez esta película, de uno de los mayores exponentes de la cinematografía universal.
Fenómeno de boletería aunque sin aportar nada muy novedoso “Misión imposible” empezó siendo una serie televisiva en los lejanos ’60. En 1996 Brian de Palma dirigió la primera de las películas protagonizadas por Tom Cruise, recaudando la misma 180 millones de dólares en los Estados Unidos. Cuatro años más tarde John Woo volvió a hacerlo y ya los ingresos excedieron a los de la primera en 35 millones de dólares, con notables tomas que mostraban a Ethan Hunt (Cruise) escalando escarpadas montañas. La tercera de J.J.Abrams (2006) fue la más floja relativamente, desde el punto de vista de la taquilla norteamericana, aunque todavía superando los 100 millones de dólares y con la presencia del recordable Philip Seymour Hoffman como el inevitable villano de cada secuela. “Misión: imposible. Protocolo fantasma”, la penúltima hasta ahora de 2011, volvió a superar los 200 millones de dólares y nuevamente fue otro (Brad Bird) su director. Esta vez las tomas más espectaculares transcurrían en el edificio más elevado de Dubai y en el mismísimo Kremlin. Ahora llega “Misión: imposible – Nación secreta”, donde el principal productor es el propio Tom Cruise, además de obviamente ser de nuevo el personaje central. Por quinta vez consecutiva cambia el nombre del director. Christopher McQuarrie ya había dirigido a Cruise hace dos años en la discreta “Jack Reacher: bajo la mira” y ahora vuelve a hacerlo, con la ventaja frente a la mayoría de los anteriores de conocerlo bien. Pese a críticas en general muy laudatorias tanto internacionales como locales no hay nada demasiado novedoso que diferencie a esta secuela de anteriores capítulos. Es probablemente cierta la afirmación de que varias escenas arriesgadas, donde normalmente suelen utilizarse dobles (stunts), la protagonizó el propio Cruise. Pero en verdad hay poca originalidad y numerosos clichés que no molestarán, sin embargo, al espectador que procure simplemente entretenimiento. El equipo que secunda a Ethan Hunt es similar al de la cuarta “Misión imposible”, ya que vuelve a participar Ving Rhames (“Tiempos violentos”/”Pulp Fiction”), como Luther y único que lo acompaña desde la primera. Simon Pegg (Benji) reincide por tercera vez y Jeremy Renner (Brandt), en su segunda aparición, se consolida en un personaje que en la anterior era interesante por ser muy dudosa su filiación. Renner es el recordado sargento James de “Vivir al límite” (“The Hurt Locker”), sorpresiva ganadora del Oscar en el año 2010, pero que había pasado por numerosos festivales como Venecia, Toronto e inclusive Mar del Plata, antes de su consagración definitiva por la Academia de Hollywood. La escena inicial es quizás una de las más logradas transcurriendo en el aeropuerto de Minsk (Bielorrusia) con Ethan intentando evitar el transporte de un “paquete militar” (“package” en inglés), colgándose de un gran avión militar cuyo despegue no logra evitar. Entre los nuevos personajes cobra relevancia uno femenino, Isla Faust, que al igual que el de Brandt en la anterior comparte cierta ambigüedad. Quien la interpreta es la sueca Rebecca Ferguson (lejana parienta de Sarah Ferguson, por parte de su madre). Se dice de ella que baila muy bien y hasta ha enseñado el tango y lo que asombra es su físico que justifica su rol como ex agente británica. Sin embargo, no sobresalen sus dotes actorales y no sorprendería que su figura se opaque en el futuro. En cuanto a la inclusión de Alec Baldwin como un jefe de la CIA, su participación parece más bien un cálculo comercial, dada cierta irrelevancia de su personaje. A favor cierta escenas de buen nivel cinematográfico como una en la Opera de Viena con la representación de Turandot, aunque nada original ya que Hitchcock hizo algo similar en dos oportunidades en el “El hombre que sabía demasiado”, cuya segunda versión se llamó “En manos del destino”. La otra filmada en Casablanca con una persecución en motos a alta velocidad, una conducida efectivamente por el propio Cruise. Finalmente una mención al villano de turno, Solomon Lane como jefe de la organización terrorista conocida como “Sindicato”. Lo interpreta Sean Harris (“Prometeo”), quien también tuvo el rol de Macduff en la nueva versión de “Macbeth”, con Michael Fassbender y Marion Cotillard, vista recientemente en el Festival de Cannes. Las últimas dos “Misión imposible” superaron los 500.000 espectadores en Argentina, pero ésta que arrancó en el final de las vacaciones de invierno podría sobrepasar a las anteriores gracias a las críticas favorables y quizás a un buen “boca en boca”.
Ideal como liviano entretenimiento en vacaciones de invierno Con tantas películas de superhéroes en los últimos tiempos, para aquellos no adictos a este género “Ant-Man: el hombre hormiga” debería ser a priori un producto desdeñable y por ende no “consumible”. Y sin embargo, y pese a sus limitaciones, ésta podría ser una oportunidad para pasar un momento entretenido, por ejemplo, para quienes pasen sus vacaciones de invierno en casa…sin viaje programado. El comienzo de “Ant-Man” nos muestra al científico Hank Pym, un Michael Douglas muy rejuvenecido representando a un hombre de unos 45 años (tiene setenta) indignado pues su joven segundo le ha arrebatado la propiedad de su ex empresa. Darren Cross/Yellowjacket, tal su nombre es interpretado por Corey Stoll (Hemingway en “Medianoche en Paris”). Todo gira alrededor de la fórmula de la partícula PYM, descubierta por el investigador, cuya mayor virtud es poder transformar a un ser normal en alguien diminuto del tamaño de una hormiga, de allí el título. Para aquéllos que tengan una inclinación científica vale la advertencia de que la explicación del éxito de la fórmula respondería a que logra reducir la distancia entre átomos. Y obviamente esta explicación es absolutamente ridícula, pero como estamos viendo un film fantástico puede ser tolerada o por lo menos pasada por alto. La acción avanza unos 25 años y ahora Pym/Douglas (en buena actuación) ya es un hombre mayor cuya hija Hope (Evangeline Lilly) trabaja con Cross, para irritación de su padre. Es el momento de introducir a Scott Lang, a quien vemos abandonar la cárcel de San Quentin, al haber cumplido tres años en prisión por un crimen menor, que no sería un “robo” sino “hurto”, como se ocupa de enfatizar repetidamente. Scott, un Paul Rudd en muy acertada labor, reencuentra a su colega de correrías (Michael Peña, en otra medida interpretación) quien intenta que vuelva a la ilegalidad, pero se niega a hacerlo. Su mayor preocupación es recuperar el cariño de su pequeña hija Cassie (la deliciosa Abby Ryder Forston),cuya madre y ex esposa está ahora en pareja, nada menos, que con un policía (Bobby Cannavale). Claro que su condición de ex convicto jugará en contra de Scott quien al final será convencido por Pym para convertirse en el “hombre hormiga”, lo que le permitiría a su nuevo jefe vengarse de Yellowjacket y a él acercarse a su hija. De allí en más, habiendo apenas transcurrido un cuarto de film, se desata la acción cuando nuestro héroe se calza el traje de “ant-man” y mediante un sistema de botones logra repetidamente reducir su tamaño y volver a la normalidad, enfrentando a un secuaz de Cross de similares atributos. Nunca mejor empleados los efectos especiales ya que la vida de un ser diminuto obviamente no está exenta de peligros, como cuando cae en una bañera y alguien abre la canilla. Y como ese efecto habrá muchos más incluyendo la “amistad” que traba con las hormigas, incluyendo una voladora a la que bautiza “Ant-Thony”. El realizador Peyton Reed (“Abajo el amor”, “Viviendo con mi ex”, “Sí, señor”) sale a flote, como Scott de la citada bañera, en su primera película con el sello Marvel, cuyo notable creador Stan Lee (93 años!) tiene su habitual cameo como un barman, aunque también se lo vio en “Avengers: la era de Ultrón” y en obras anteriores. Una advertencia final y ya clásica: no se vaya apenas empiezan los títulos si quiere enterarse de cómo podría seguir la serie “ant-man”
Paris permite el lucimiento de buenos actores de habla inglesa En nuestro reciente “Balance semestral de estrenos 2015” se señalaba la creciente preocupación derivada de la hegemonía del cine norteamericano en nuestra cartelera cinematográfica. Cuando aparece una película europea es recomendable que el potencial espectador no deje pasar muchas semanas desde su estreno si su intención es verla. Dicho consejo se aplica a “Mi vieja y querida dama”, cuyo título original (“My Old Lady”) es más representativo de la trama, al referirse a un sistema muy peculiar de Francia. “Viager”, tal su nombre, podría traducirse como “vitalicio” ya que quien vende una propiedad puede permanecer en ella hasta su muerte. Mathilde Girard (la gran Maggie Smith) le vendió con dicho sistema una lujosa residencia en el cuarto distrito (arrondissement), también conocido como Marais, al padre de Mathias Gold (Kevin Kline). Éste llega a Paris (su padre ya ha muerto) dispuesto a reclamar la propiedad ignorando que en ella vive Mathilde de 92 años de edad y excelente salud. Pero el “viager” no le permite el usufructúo de la propiedad y pero aún lo obliga a pagar un alquiler a la “vieja dama” si su intención es ocupar parte de dicha pertenencia, lo que finalmente acepta. Pronto comprobará que allí también vive Chloé (Kristin Scott Thomas), la hija de Mathilde, con la que mantendrá numerosas disputas con la ventaja de saber que cuando fallezca la madre, Chloé no tendrá derecho a reclamo alguno. Cuando Mathias indague qué hacía su odiado padre en Paris se descubrirán nuevos vínculos que no conviene revelar. De todos modos, el espectador sentirá que lo que se le ofrece tiene cierto aire de obra de teatro, expresión no necesariamente peyorativa, lo que se explica dados los antecedentes de Israel Horovitz, su director. Nacido en 1939, se trata de su primer largometraje de ficción, que tuvo que esperar 75 años de su vida para salir a la luz. Claro que Horovitz tiene en su haber varios guiones (“Los intocables/Machine Gun McCain”, “Al borde del precipicio”, “Las fresas de la amargura”, “Qué buena madre…es mi padre”) y experiencia en dirección teatral. Es justamente esta última la que explica la acertada elección de sus intérpretes que son una de las fortalezas de la película. Nos devuelve al Kevin Kline de la década del ’80 y en el caso de Scott Thomas nos demuestra que es la más francesa de las actrices inglesas, como lo revela su reciente filmografía. En roles secundarios se lucen Dominique Pinon (“Delicatessen”) y Noémie Lvovsky (“Verano del ‘79”).
Comedia liviana que entretiene gracias a la química entre Hugh Grant y Marisa Tomei Antes de ser director de cine Marc Lawrence fue guionista, adquiriendo cierta notoriedad al ser el autor del libro cinematográfico de “Miss Simpatía” con Sandra Bullock en dicho rol. Dos años después (2002), con “Amor a segunda vista” debutó en la realización cinematográfica, justamente con la actriz de “Máxima velocidad”. “Letra y música”, su segunda y mejor película fue otra comedia, pero la actriz principal ahora era Drew Barrymore. La tercera, “¿Y dónde están los Morgans?”, sin variar de género, era menos graciosa y lograda que las dos anteriores y el rol femenino central lo tuvo Sarah Jessica Parker. Ahora llega “Escribiendo de amor” (“Rewrite”) donde nuevamente el tono es de comedia con otra pareja central en el reparto. Ella ahora es Marisa Tomei, pero lo que no ha sido mencionado hasta el presente es quien en cada uno de sus cuatro largometrajes es el principal intérprete masculino. Y aquí la sorpresa, casi digna de un libro de curiosidades o del Guinness. En las cuatro es Hugh Grant, quien además, a diferencia del resto de las actrices y el propio director, es el único no norteamericano. Esta especie de alter ego de Lawrence es aquí además un guionista de cine, como lo era y continúa siéndolo quien lo vuelve a dirigir. Keith Michaels, tal el nombre del personaje, tuvo un gran éxito con el libro cinematográfico de la ficticia “Paradise Misplaced”, que le hizo ganar un Oscar. Pero los tiempos cambiaron y a Keith no le queda otra alternativa que mudarse al noreste de Nueva York, a la húmeda y casi siempre nublada ciudad de Binghampton, para dar clases en la Universidad en un puesto que le consigue su agente. Apenas llegado y un poco a la manera del personaje que Joaquin Phoenix interpreta en la nueva película de Woody Allen (“Irrational Man”), aunque en clave de comedia, es acosado por una joven alumna. Y su inexperiencia en la actividad docente lo lleva a tener comportamientos enfrentados con la ética docente no sólo por su temprana relación con Karen (Bella Heathcote) sino por su enfrentamiento con la profesora Mary Weldon (Allison Janney). Con ella protagoniza algunos de los momentos más graciosos y dramáticos a la vez, sobre todo cuando se la presenta en una fiesta el decano. Quien lo interpreta es J.K.Simmons en otra buena actuación del ganador del Oscar a mejor actor de reparto en “Whiplash”. Su Dr. Lerner es casi la antítesis del instructor de batería ya que aquí compone a alguien (en sus palabras) ”que no tiene opción al tener esposa y cuatro hijas”. Weldon es profesora de literatura y fanática de Jane Austen, de la cual habrá numerosas referencias, varias cinematográficas, como “Sensatez y sentimientos”, “Mansfield Park” e incluso el comentario de que “Ni idea” (“Clueless”) era una versión libre de “Emma”. Lo más interesante de la película son las “clases de guión” de Keith donde se le incorporará Holly, una alumna veterana que muy bien interpreta Marisa Tomei. Recordada por su osada caracterización en “Antes que el diablo sepa que estás muerto”, la última película del gran Sidney Lumet, mantiene su sensualidad con cincuenta años ya cumplidos. Hacia el final, como a menudo ocurre, “Escribiendo de amor” pierde un poco de fuerza y se vuelve más previsible. Pero en el balance resulta una grata comedia con buenas interpretaciones del dúo central de actores.
En un relato algo convencional se luce sin embargo la excelente Helen Mirren “La dama de oro” (“Woman in Gold”) es una historia real que refiere al robo de cuadros de pintores famosos durante la Segunda Guerra Mundial. El título corresponde a una famosa pintura de Gustav Klimt y la “dama” en cuestión (“la Mona Lisa de Austria”) es la bella Adele Bloch-Bauer (Antje Traue), que fue una de las tantas víctimas del nazismo durante la ocupación de Austria. Quien la recuerda es su sobrina Maria Altmann, que logró escapar del Holocausto y radicarse en California. Han pasado más de cincuenta años y una anciana María (Helen Mirren) contacta al joven abogado Randy Schoenberg (Ryan Reynolds), nieto del famoso músico, al enterarse de que el cuadro que pertenecía a su familia está en la Galería Nacional de Viena. El relato no aporta demasiada originalidad y alguien hasta lo podría tildar de convencional, pero se sigue con interés. La actriz de “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” y ganadora del Oscar por “La reina” logra una gran composición al hablar en un inglés con acento alemán, evitando como su propio personaje lo afirma utilizar esta última lengua, que tan malos recuerdos le trae. Esta negación de numerosos inmigrantes ha sido algo frecuente y no sólo entre los de origen judío. En el último Festival de Cannes la película “Amnesia” de Barbet Schroeder planteaba una situación similar cuando una mujer de habla germana (Marthe Keller) le hablaba en inglés a un joven alemán (Max Riemelt) y al padre de éste (Bruno Ganz), de dudoso comportamiento durante la Guerra. Daniel Bruhl (“Goodbye Lenin) compone al periodista Hubertus Czernin, personaje progresista, que hubiese merecido mayor desarrollo dado que ayudó en la demanda judicial que, hicieron desde Estados Unidos María y su abogado. Pese a que ella había jurado no volver a Europa, otra actitud habitual en muchos emigrados, finalmente regresa a Viena de la que se ven algunos de los lugares más típicos (Prater, Schoenbrunn, Ringstrasse). Hay también numerosos “flashbacks” donde se muestra la persecución y exterminio a que fue sometida gran parte de la población judía de Viena y el dramático escape de María a los Estados Unidos. En roles secundarios es posible descubrir a varios actores relativamente famosos como Jonathan Price, Charles Dance, Katie Holmes, los alemanes Moritz Bleibtreu y Nina Kunzendorf (“Ave Fénix”) y la otrora más popular Elizabeth McGovern. Dirigió “La dama de oro” su esposo, Simon Curtis, cuyo film anterior (y debut en la realización) es el logrado “Mi semana con Marilyn”, que fue sin embargo un fracaso de boletería pese a la buena interpretación de Michelle Williams.
Se disfruta del principio al fin relato en parte futurista A lo largo de algo más de dos horas,“Tomorrowland” logra que el interés en ningún momento decaiga, lo que muchos otros films no consiguen. Si bien a priori su principal atractivo es la presencia de George Clooney, serán dos jóvenes y muy diferentes figuras femeninas quienes más graviten en hacer disfrutable este relato, que transcurre en diversos momentos y lugares. Comienza en la Feria Mundial de Nueva York de 1964 cuando un niño, Frank Walker, presenta un invento en competición que es rechazado produciéndole gran frustración. Sin embargo su encuentro con Athena (Raffey Cassidy), una misteriosa pelirroja de su misma edad, compensará el mal momento. Encontraremos a Frank (Clooney) cinco décadas más tarde, o sea en la actualidad, convertido en un científico que ha encontrado la forma de “viajar” hacia un mundo del futuro y que recluta para sus incursiones a Tomorrowland a “soñadores”, personas de alta creatividad y elevado cociente intelectual. Será entonces el turno de introducir a Casey Newton (Britt Robertson), una de tales privilegiadas y alrededor de quien, a partir de la media hora del film y hasta el final del relato, girará el grueso de la acción. Habrá aún un personaje con alguna gravitación, conocido como David Nix, a quien da vida Hugh Laurie en un ser siniestro y opuesto al trío central. Aunque la película apela, como muchas otras del género fantástico, a los efectos especiales su mayor encanto radica en que es lo suficientemente original como para diferenciarse de títulos anteriores, como por ejemplo la trilogía de “Volver al futuro” de Robert Zemeckis. Hay sí algunos momentos donde los efectos deslumbran y uno en particular en el tope de la Torre Eiffel, que es preferible no detallar para mayor placer del potencial espectador de “Tomorrowland”. Es muy destacable la pericia de su director Brad Bird que no ha defraudado en ninguna de su obras anteriores con títulos tan recordables y disimiles como “Los increíbles”, “Ratatouille” o “Misión imposible: protocolo fantasma”.
Más que un documental, un homenaje No es condición necesaria ser un adicto o conocedor del básquetbol para apreciar el muy honesto documental que José (“Toti) Glusman filmó para homenajearlo. Si conveniente advertir, y no para disuadir al potencial espectador, que “León, reflejos de una pasión” es una película triste. León Najnudel fue una figura admirable del básquet argentino a quien se debe en gran medida el crecimiento internacional que dicho deporte ha tenido. Glusman ha utilizado el clásico esquema de “cabezas parlantes”, en este caso bien justificado, de numerosos testigos de lo que fue la vida de Léon. Desde periodistas deportivos como Víctor Hugo Morales a Adrián Paenza, quien hacia el final lee un emotivo texto elaborado con motivo de su temprana muerte a los 56 años de leucemia, hasta numerosos jugadores. Así desfilan los testimonios de Ginobili, Scola, Nocioni y Cortijo así como los de sus amigos Luis Bonini (preparador físico), Armando Grynberg, Antonio Gornath y Horacio Seguí (entrenadores). No menos importante son las palabras de su hermano Bernardo Bebe Najnudel y uno de sus hijos mayores (Iván). La película impacta fuertemente en el corazón pero también es de interés para los seguidores del deporte del “aro” al mostrar la brillante carrera de León al ser el entrenador que llevó a un equipo chico de España (CAI Zaragoza) a lograr La copa del Rey frente al poderoso Barcelona, obviamente estamos hablando de básquet. Y también fuerte impulsor de la creación de la Liga Nacional de Básquet en Argentina Y para muchos no muy interesados en dicho deporte les permitirá saber de la vida de un hombre que siempre tenía un cigarrillo en la boca y como afirma uno de los entrevistados era “un poco irónico y de fuerte personalidad”. Todo dicho en tono nada peyorativo, sino más bien opuesto, mostrando que León Najnudel amaba la vida, la buena comida y era extremadamente generoso. Gracias Toti por semejante y justificado homenaje, a quien sin duda merece ser calificado como “Señor Básquet”.
Digna versión acorde con los recursos tecnológicos actuales Una nueva versión de “La bella y la bestia” automáticamente remite a compararla con otras anteriores. Siendo esta una producción francesa es probable que muchos potenciales espectadores, sobre todo los más veteranos y/o cinéfilos, inmediatamente piensen en la que sigue siendo hasta ahora la más lograda recreación cinematográfica de la versión literaria de mediados del siglo XVIII (en verdad son dos). Nos referimos obviamente a la película dirigida por Jean Cocteau en 1946 y con Jean Marais en el rol de la Bestia y Josette Day como la Bella. Son pocos los puntos comunes entre ambas “La Belle et la Bete”. Aquella era en blanco y negro y en ésta no sólo los colores sino los efectos generados por computación la alejan visualmente de su antecesora. También hay bastante diferencia en la historia, más diversificada aquí y con más personajes. Quizás lo que más se asemeje en ambas versiones sea el diseño de la “bestia” ya que ambas guardan un cercano parecido. El director Christophe Gans nació en Antibes, muy cerca de Cannes y seguramente de chico escuchó hablar del Festival más importante del mundo. Quizás esa cercanía geográfica lo haya motivado a incursionar en el cine desde joven. En Argentina sólo se estrenó su segundo largometraje “Pacto de lobos”, casualmente ambientado en la misma época en que fue concebida la obra literaria antes citada y donde también había una “bestia”. En un rol secundario aparecía Vicente Cassel, quien en éste, el cuarto largometraje de Gans, tiene uno de los dos roles centrales. El otro es asumido por la, nunca mejor la redundancia, bella Léa Seydoux (“La vida de Adèle”). De todos modos “Silent Hill”, el hasta ahora mejor film de Gans, nunca fue estrenado en los cines en Argentina. La película comienza de manera bastante espectacular con el padre de la joven (André Dussollier), en momentos en que pierde toda su fortuna al naufragar sus barcos de carga y verse obligado a emigrar junto a sus hijos a una casa alejada de las grandes urbes. Bella es la más pequeña de seis hermanos, contrastando con las otras dos mujeres y en particular con Maxime (Nicolas Gob), uno de los varones que se revela un jugador empedernido y de discutible moral. De cómo Bella llegará a tener que vivir en el castillo de la Bestia se ocupa la primera parte del film y dónde una rosa roja que toma su padre de la propiedad de la bestia será la causa central. La trama, bastante diferente de otras versiones anteriores más fidedignas, introducirá diversos personajes entre los cuales se destaca el vengativo Perducas que compone Eduardo Noriega. Pese a las diferencias señaladas la historia de amor entre los dos personajes mayores estará presente aunque quizás pueda lamentarse que se pierda un poco al incorporar tantas subtramas. Los efectos especiales lucen en la nueva “La bella y la bestia”, que en poco se parece a la animada de Disney. Vale la aclaración de que a diferencia de aquélla esta no es recomendable para niños muy pequeños. Los adultos probablemente apreciarán sus cualidades estéticas y la música. Sin llegar a la altura de la de Cocteau ésta es una versión digna y de alto presupuesto que no tiene en nada que envidiar a las producciones norteamericanas, con el plus de estar hablada en la lengua en que fue escrita hace dos siglos y medio.
Producto para cinéfilos donde sobresale la caracterización de Joaquin Phoenix Cuando empieza “Vicio propio” (“Inherent Vice”), séptimo largometraje de Paul Thomas Anderson, alguien menciona la actualidad del grupo musical “Country Joe and the Fish”. Ese solo dato permite ubicar que la historia, que gira alrededor del inspector privado Larry “Doc” Sportello (Joaquin Phoenix), transcurre alrededor de 1970. Basta recordar que ese mismo año se estrenó “Woodstock”, donde el grupo nombrado era una de sus máximas atracciones. Es probable que la novela de Thomas Pynchon en que se basa la película contenga más precisiones sobre la fecha en que tiene lugar la extensa trama de casi 150 minutos del film. Pero al no haber leído el libro resulta difícil corroborarla y también juzgar la fidelidad del argumento al texto original. Conociendo la obra del realizador Anderson uno está dispuesto a pensar que no hubo mucha traición al extenso libro en que se basa. Y también que la duración algo desmedida de la película es producto de que se necesitaba bastante tiempo para poder presentar tantos personajes. Aunque quizás no todos los del libro estén fílmicamente representados. Pero el primer mérito a señalar es aun con la gran variedad y cantidad de caracteres el espectador no llega a confundirlos y ello pese a que muchos son “hippies” y hasta pueden parecerse. Hippy es Sportello quien no para de fumar e inhalar toda clase de drogas, con cierta preferencia por la marihuana. Pero también lo es en cierta medida Shasta (Katherine Waterson), una ex pareja que lo visita al inicio para pedirle una ayuda muy especial. Está saliendo con el magnate inmobiliario Michael Z. Wolfman, protagonizado por Eric Roberts. De paso si alguien consulta IMDB podrá observar con asombro que el hermano mayor de Julia aparece en más de 50 proyectos futuros, en filmación o ya listos y que tiene casi 400 “créditos” entre cine y series. Pero volviendo a Shasta digamos que su preocupación con Wolfman, es que la esposa de éste y un amante serían los responsables de su desaparición y su probable internación en un instituto psiquiátrico para sacárselo de encima. A poco hará su aparición “Bigfoot”, otro de los personajes importantes de esta historia, con múltiples ramificaciones. Personificado por Josh Brolin es lo que se dice un brusco teniente policial que tilda a “Doc” Sportello de “basura hippy”. Cuando ambos se cruzan el “What’s Up, Doc?” suena como un guiño cinéfilo y en verdad en la película los hay y muchos como la mención de Jimmy Wong Howe, sin duda refiriéndose al famoso director de fotografía chino que en Estados Unidos obtuvo dos Oscars (“La rosa tatuada”, “El indomable”). La galería de personajes incluye a Coy Harlingen, un “soplón” al que da vida Owen Wilson, en una caracterización bastante alejada de los cómicos o el Gil de “Medianoche en Paris”. Hay otros más episódicos como la fiscal Penny Kimball de Reese Witherspoon o el Esquire Sauncho Smilax de Benicio del Toro, pero uno que se lleva las palmas es el Dr Rudy Blatnoyd del instituto psiquiátrico, que personifica Martin Short. Hay también una gran cantidad de personajes femeninos como la dos chicas que reciben a Doc en el local “Quick Planet” y le ofrecen diversos servicios sexuales, haciéndole una demostración en vivo mientras que por detrás un cartel muestra los precios de las prestaciones (“old fashion fuck”, “2 girl fuck”, etc ,etc). “Vicio propio” desde su difícil título mismo, que aquí tiene que ver con las drogas y que en algún momento de las dos horas y media es explicado (referido al negocio de las compañías de seguros y a defectos que no se pueden evitar) no es un film para cualquier público. Ambientada en Los Angeles, por la misma desfilan nombres y personajes que fueron famosos como el clan Manson, la Panteras Negras o el mismo Nixon visto a través de un televisor mientras una voz femenina en off (la cantante Joanna Newson) hace de “narradora” a lo largo de toda la película. Requiere que el espectador se involucre desde el comienzo mismo y que no se distraiga mucho. Tiene a su favor que no es en nada convencional como tampoco lo son la mayoría de sus personajes. Joaquin Phoenix, que ya había estado en “The Master”, la película inmediatamente anterior de Anderson, es uno de los mayores atractivos. La banda sonora es muy rica en temas musicales de la década del ’70 y destaca dos composiciones magníficas de Neil Young (“Harvest”, “Journey through the Past”) y otras de Sam Cooke (“Wonderful World”), Minnie Ripperton o la canción japonés “Sukiyaki”. De todos modos lo nuevo de Paul Thomas Anderson no está entre lo mejor de su carrera y en tren de elegir nos quedamos con “Boogie NIghts – Noches de placer”, su segundo largometraje y primero en estrenarse localmente.