El escritor Kazuo Ishiguro, nacido en Nagasaki pero residente desde su infancia en Londres, publicó la notable novela “Never let me go” hace algo más de cinco años. Ya una famosa obra anterior de 1989 (“The Remains of the Day”) había tenido una excelente adaptación fílmica cuatro años más tarde, aquí conocida como “Lo que queda del día”, dirigida por James Ivory y con inolvidables interpretaciones de Anthony Hopkins y Emma Thompson. Los antecedentes literarios y fílmicos de Ishiguro, así como su participación aquí como productor ejecutivo, permitían presagiar un nuevo logro con “Nunca me abandones”, filmada cinco años después de su publicación. Lamentablemente este no es el caso al no haber logrado Mark Romanek, su director, transmitir la potencia del relato original. No se trata de un proyecto totalmente fallido dado que cuenta con un elenco sobresaliente, pero en la comparación con el libro se percibe que se pierde gran parte del atractivo del mismo. Habiendo visto primero la película con un tema inquietante como es la clonación, este cronista decidió leer el libro y cual sería su sorpresa al comprobar que, a pesar de lo incómodo del tema, se topó con una obra magistralmente escrita. El film respeta básicamente la trama del libro pero no logra transmitir totalmente la melancolía del relato, en primera persona, de su personaje central, la joven Kathy H. Su intérprete es la joven actriz inglesa Carey Mulligan de 25 años, que debutara en 2005 en “Orgullo y prejuicio” y se consagrará luego con “Enseñanza de vida” (“An Education”). Se trata de una de los más talentosos descubrimientos del cine inglés y con un notable futuro. Al igual que en el libro la acción está dividida en tres periodos de tiempo, el primero de los cuales transcurre durante la niñez de Kathy y de dos compañeros de similar edad (Ruth y Tommy) en una escuela localizada en denominado un pueblo de nombre Hailsham (Inglaterra). La dirección del muy “especial” establecimiento está en manos de la muy estricta Miss Emily (Charlotte Rampling). En claro contraste, Miss Lucy (Rally Hawkins), no puede evitar un día revelar al trío de niños sus condiciones particulares (sus orígenes) siendo por ello expulsada por la directora. El libro, en forma más explicita que el film, revela desde el inicio que los jóvenes que están en Hailsham son diferentes a cualquier otro ser humano. En la película cuando empieza la segunda parte de la historia, unos ocho años después, el trío de jóvenes ya percibe claramente cual es su trágico destino. Ruth es interpretada por Keira Knightley, conocida por la serie de los “Piratas del Caribe” y que ya había coincidido con Carey Mulligan en la película donde esta última debutó. Interpretando a Tommy, el joven cuyo amor oscila entre ambas mujeres, encontramos a otra promesa como actor. Se trata del norteamericano Andrew Garfield, visto no hace mucho en “Red social” y anteriormente en “El imaginario mundo del Doctor Parnassus”. “Nunca me abandones” es una obra que perturba y no apta para quien busque únicamente entretenimiento. Se la debe catalogar dentro del cine de ciencia ficción o, quizás más apropiadamente, de anticipación dentro del género de cine fantástico. Puede no terminar de convencer pero es seguro que, a quien le haya interesado el tema, sólo nos resta aconsejarle que corra a la librería más próxima y se compre el libro. No saldrá defraudado.
Paul Haggis era hasta el año 2005 reputado como un exitoso guionista a quien se debía entre otras la historia de “Million Dollar Baby”, dirigida por Clint Eastwood, que ganó ese año cuatro Oscars (película, director, actriz y actor de reparto). En 2006 su segundo largometraje (“Vidas cruzadas”/“Crash”) obtuvo algo sorpresivamente el Oscar a la mejor película, aunque no a la mejor dirección. Luego volvió a dirigir en 2007 (“La conspiración”), siendo “Sólo tres días” (“The next three days”) su cuarta obra como realizador. Se trata en verdad de una remake de un film francés (“Pour elle”), no estrenado en nuestro país, en lo que se está convirtiendo en una modalidad habitual del cine norteamericano. Basta recordar la reciente “El turista” también basada en otro film francés (“Anthony Zimmer”) igualmente no visto localmente. La carencia de guionistas del cine de los Estados Unidos es algo que ya no se discute, pero tratándose de Haggis sorprende que, con sus antecedentes como autor de libros cinematográficos, se haya dejado atrapar por una historia tan inverosímil como la que aquí se presenta. Russell Crowe parece estar dejando atrás su momento de gloria cuando, hace apenas una década encadenó, una serie de tres nominaciones al Oscar consecutivas por “El informante”, “Gladiador” (donde ganó) y “Una mente brillante”. Su personaje aquí (John Brennan) es un profesor universitario de literatura a cuyo hogar en Pittsburgh llega un día la policía para llevarse a su esposa Lara, la atractiva Elizabeth Banks (“Zack y Miri hacen una porno”), acusada del asesinato de su jefa. De allí en más la vida de John se vuelve un infierno al tener que ocuparse de Luke, su pequeño hijo (una buena composición de Ty Simpkins). Cuenta para ello con la ayuda de su padre, en una feliz reaparición de Brian Dennehy (El vientre del arquitecto”). Pero, incapaz de imaginar que sea su esposa quien mató a la víctima, situación que recién se aclarará al final de los más de 130 minutos que dura el film, elaborará un plan para sacarla de prisión. Y es allí donde “Sólo tres días” gana y pierde a la vez. Para quienes sólo busquen entretenimiento las escenas de la media hora final, llenas de persecuciones en auto, dentro de un túnel de subterráneo o en un aeropuerto serán bien recibidas al estar muy bien filmadas. En cambio para quienes exijan cierto rigor y credibilidad en la trama es probable que la sensación sea diferente. Ya una escena anterior, en que John ingresa a un hospital donde se encuentra Lara y logran escapar pese al enorme despliegue policial parece difícil de asimilar. A señalar que este es uno de los films donde el uso de Internet por parte de su protagonista se convierte en una herramienta vital. Sólo de esa manera se explica, por ejemplo, su contacto con un especialista en fugas, casi un “cameo” de Liam Neeson, cuyo personaje daba para más que una fugaz aparición en el film.
“Battle: Los Angeles”, el más breve título original de la aquí conocida como “Invasión del mundo – Batalla: Los Angeles”, al menos no oculta la verdadera propuesta que hay detrás de esta película básicamente del género bélico. Los amantes de la ciencia ficción no se sentirán del todo engañados ya que extraterrestres hay, y en buena cantidad. Lo que al inicio parecía una lluvia de meteoritos pronto se revelará algo diferente, cuando del agua (costa de California) emerjan los invasores. Habrá que esperar media hora, pero la película dura dos, hasta que se perciba que aspecto tienen los alienígenas. Gran decepción pues no son bastante originales ni muy diferentes de los ya vistos en tantas otras versiones de una invasión del espacio exterior. Pero en verdad poco a poco el espectador irá comprobando que le vendieron una de ciencia ficción, cuando en realidad es una de “guerra”. Esto no sería tan grave ya que hay relatos bélicos que logran mantener el interés, aunque aquí lo que prevalece es el tedio que produce el “déja vu”. Por momentos uno piensa en películas filmadas muchos años atrás, sobre conflictos que van desde la Segunda Guerra Mundial, pasando por Corea e incluso Vietnam. Muchas de esas producciones tenían un denominador común, que aquí son el eje de la historia: los Marines norteamericanos. Incluso, y para que no quede ninguna duda, en algún momento un teniente le dirá a un soldado que su acción salvadora “fue como la de John Wayne”. Lo cómico es que el soldado le preguntará: “Who the Hell is John Wayne”? (verdadero blooper). Aaron Eckhart, un ex actor secundario que últimamente ha venido encarnando roles protagónicos en forma exitosa (“Gracias por fumar”, “Sin reservas”, “Batman, el caballero de la noche”) es aquí el sargento Nantz. A punto de retirarse, recibe la mala nueva que debe quedarse ante la invasión de Los Angeles. Arrastra la mala fama que lo tiene como culpable de la muerte de algunos soldados por decisiones riesgosas y quizás equivocadas durante la guerra de Irak. Será asignado a un grupo de soldados, que al principio lo recibirán con desconfianza. El pelotón está integrado por latinos, negros y orientales mayormente y sin duda el mensaje dirigido, sobre todo a esas comunidades norteamericanas, podría resumirse con “Join the Marines”. Algunos de los actores protagonistas, todos desconocidos, llevan nombres tan insólitos como Ne-Yo, James Hiroyuki Liao o Adetokumboh M’Cormack!. Proliferan los golpes bajos, sobre todo cuando un civil de nombre Joe Rincón es herido mortalmente y su hijo Héctor llora su muerte, hasta que éste recibe las palabras reconfortantes del sargento Nantz. Textualmente le dice “Tu papá trató de quedarse contigo. Pero tú eres un hombre valiente. Necesito que seas mi pequeño Marine”. Y el chico parece renacer de las cenizas. “Invasión del mundo – Batalla: Los Angeles” fue dirigida por el sudafricano Jonathan Liebesman (“La masacre de Texas: el inicio”) y lo único rescatable son los efectos especiales que hoy en día ya no pueden considerarse un mérito mayor. La música de fondo, solemne y difícil de soportar, está a la altura del resto. Es de Brian Tyler, al que se le deben bandas sonoras de títulos recientes como “Los indestructibles”, “Rápidos y furiosos”, “Rambo – regreso al infierno” o “Alien vs. Depredador 2”. Como se ve en general films de clase B, nunca nominados al Oscar en el rubro musical.
Que una película norteamericana animada tenga como nombre original un término español constituye ya una primera curiosidad. Claro que tratándose de un western en que su personaje central toma su nombre de una botella hecha en “Durango” resulta una explicación jocosa, que marca el tono de todo el film. “Rango”, al igual que el resto de los numerosos personajes (casi todos animales), es un camaleón o lagartija que de golpe cae en pleno desierto de Mojave, donde lo que no abunda precisamente es el agua. Los habitantes del pueblo donde recala y cuyo sugestivo nombre es “Dirt” (por tierra o polvo) lo convencen para que sea su sheriff. Pero no todo será rosa para nuestro inesperado héroe ya que, al mejor estilo de una de “vaqueros”, aparecerán una serie de intrusos liderados por un tiránico alcalde, una tortuga en silla de ruedas, y su sicario, representado éste por una gigantesca víbora cascabel. El género de cine animado continúa sorprendiendo con nuevos productos originales como el de este caso, en que el espectador podrá descubrir numerosas referencias que harán el deleite del cinéfilo. La más transitada será sin duda “A la hora señalada” con Gary Cooper, aunque también será inevitable el recuerdo de los westerns italianos y de quien como Clint Eastwood les debe su lanzamiento a la fama. Por una vez no será necesario calzarse los anteojos 3D, pese a que varias escenas podrían perfectamente haber justificado su uso. Lo que puede lamentarse es que no se den casi copias en el idioma original (habría una en La Plata), con lo que se perderá la oportunidad de escuchar a Johnny Depp en el rol central, a Bill Nighy como el gigantesco ofidio y a Ned Beatty como su jefe. De todas maneras el doblaje es bueno y lo que sorprende es que algunas de las voces sean marcadamente de compatriotas argentinos. “Rango” fue dirigida por Gore Verbinski, el realizador hasta ahora de la serie de “Piratas del Caribe”, lo que también explica la presencia (voz) de Depp y Nighy. La música es del compositor alemán Hans Zimmer, varias veces nominado al Oscar (una vez lo ganó) y los efectos especiales son de la Industrial Light & Magic de George Lucas. Se trata de una producción donde se destaca un ritmo incesante y la excelente calidad de diseño de los seres animados, cuya perfección los aproxima a sus pares vivientes. Imperdible el cuarteto de búhos, especie de relatores de esta original historia.
Coproducida por seis países, la mitad de Europa, y dirigida por el catalán, Jaume Collet-Serra (“La casa de cera”, “La huérfana”), “Desconocido” (“Unknown”) no disimula que se trata en el fondo de un producto comercial norteamericano, pese a la presencia de varios actores europeos necesarios a su ambientación en Berlín. La capital alemana es la que más luce en este largometraje filmado hace exactamente un año, cuando transcurría coincidentemente su anterior Festival de Cine. Quien esto escribe puede dar fe de ello, ya que una tarde en que circulaba accidentalmente por la Oranienburgerstrasse (que antes de la caída del muro pertenecía a Berlín Oriental) se topó con un equipo de filmación. De golpe aparecieron Liam Neeson y Diane Kruger entrando a una famosa discoteca (Tacheles), escena que repitieron varias veces y que aparece (para alegría de este cronista) en la versión final del film, recién estrenado en forma simultánea en Estados Unidos, Alemania y Argentina. “Desconocido” es el tipo de thriller donde no conviene develar demasiado al espectador. Basta con señalar que Neeson interpreta al Dr. Martin Harris, un científico especializado en biotecnología que llega con su esposa Liz (January Jones) para hospedarse en el famoso Hotel Adlon, donde tiene lugar un congreso internacional. Claro que uno ya está ansioso por saber cuándo le tocará aparecer a Diane Kruger, la otra actriz importante del reparto. La espera será corta ya que Harris volverá al aeropuerto, al haber olvidado un maletín, siendo la joven actriz alemana la taxista (nacida en Bosnia) que lo transportará. La siguiente escena, una de las tantas con persecuciones de autos, será espectacular ya que el Mercedes Benz en que viaja caerá al agua, pero la chica logrará salvarlo y que transporten al científico a un hospital. Allí permanecerá durante cuatro días en coma, para luego despertar aunque con problemas en la memoria. Su esposa no lo reconocerá al volver al hotel, estando además acompañada de otro señor que dice también ser el Dr. Harris. De allí en más entrarán en escena varios otros personajes como un ex agente de la Stasi, interpretado por Bruno Ganz, otro científico, rol a cargo de Sebastián Koch (“La vida de los otros”) y un supuesto amigo que viene en su ayuda de los Estados Unidos, papel a cargo de Frank Langella. A medida que avance la trama se irá revelando que existe todo un plan detrás del congreso de biotecnología, uno de cuyos sponsors es un jeque de Arabia Saudita, cuya presencia molesta a más de una empresa multinacional. Pero lo más rescatable de “Desconocido” será el buen aprovechamiento de los paisajes berlineses y una definición no del todo previsible, lo que en este típico pasatiempo resulta aceptable si no se es demasiado exigente.
El inglés Colin Firth es sin duda el más probable ganador en la categoría mejor actor, una de las nominaciones recibidas por “El discurso del rey” (“The King’s Speech”). Se podría incluso especular que, de no haber sido Firth quien interpretara al Rey Jorge VI, la película habría recibido muchas menos de las doce nominaciones que la ponen al tope por encima de “Temple de acero” de los hermanos Coen (diez) o “Red social” con ocho. Los posibles ganadores en los diversos rubros serán el objeto de una nota futura a publicarse cuando se acerque la fecha (27 de febrero) de la ceremonia de entrega de las estatuillas. En este texto se intentará analizar, explicar y en opinión de este cronista justificar los merecimientos de la coproducción mayoritariamente inglesa, y con algo de Australia, del virtualmente desconocido y también nominado director Tom Hooper. El duque de York, hijo menor de Jorge V, no imaginó seguramente que algún día su hermano mayor Eduardo VIII abdicaría al año de haber sido nombrado rey por querer casarse con una mujer norteamericana, la célebre Wallis Simpson, doblemente divorciada. Quien sería el futuro rey Jorge VI, y padre de la actual reina Isabel de Inglaterra, siempre había sido objeto de burla de su hermano mayor como consecuencia de una tartamudez, que mucho tenía que ver con su desgraciada infancia y que la película va revelando acertadamente y por etapas. La trama, no necesariamente fiel a la verdadera historia, le asigna un rol trascendente a la esposa del futuro rey en una excelente interpretación de Helena Bonham Carter (nominada), mejor aprovechada que en varias de la películas recientes de su esposo y director Tim Burton. Será ella quien, sin revelar su identidad y la del marido, visite a un “profesional” que tendría la capacidad de sanear el impedimento del habla de su pareja. Hace entonces entrada en escena Lionel Logue, rol asignado en otro acierto del “casting” al australiano (también lo es el personaje que realmente existió) Geoffrey Rush. Recordado por el film “Claroscuro” de Scott Hicks que se llevó un solo Oscar al mejor actor de reparto justamente otorgado a Rush, hasta entonces un desconocido actor que aquí vuelve a ser nominado en esa categoría. Cuando se produzca el primer encuentro entre Logue y su paciente, del que ignora su verdadera identidad, el terapeuta le señalará que pese a las claras diferencias sociales entre ambos aquí será mejor que “seamos iguales” y lo tutea llamándolo “Bertie”, ante el disgusto del noble. La relación entre ambos se quebrará en más de una oportunidad y se restablecerá gracias a toda una “novedad” de la época (década del ’30), consistente en un fonógrafo que además permite grabar sonidos. Son graciosos los ejercicios que debe realizar el futuro rey y las situaciones pueden recordar una circunstancia similar, aunque socialmente invertida, como era la del profesor Higgins con Eliza Doolittle en “Mi bella dama” (“My Fair lady”). Los métodos que usa Logue incluyen practicar el habla bajo el ritmo de canciones como “Swanee River” e incluso el proferir insultos varios, que logran destrabar la tartamudez. Uno de los aspectos más impactantes de “El discurso del rey” es como va creciendo afectivamente la relación entre dos personas tan diferentes reservando para los últimos veinte minutos momentos de enorme emoción, cuando el ahora rey deba dirigirse a la nación para anunciar que Inglaterra ha decidido declarar la guerra a Alemania. La lectura de un discurso de unas tres páginas que Jorge VI realiza frente a un amenazante y enorme micrófono y con la presencia y guía de su tutor es uno de los momentos más sublimes de la cinematografía ingles reciente. Como fondo se escucha la séptima sinfonía de Beethoven y con la presencia de Logue, cual director de orquesta, orientando a su discípulo para no equivocarse en la lectura de tan trascendente mensaje. Entre los muchos otros aciertos de esta película, la mejor de las diez nominadas, señalemos varias brillantes actuaciones de actores veteranos empezando por Claire Bloom (“Candilejas” de Chaplin!) como la reina madre, Derek Jacobi como el arzobispo Lang, Michael Gambon como Jorge V y Timothy Spall como Winston Churchill. Atípica frente a productos más tradicionales como el western de los hermanos Coen y la película sobre Facebook de David Fincher, “El discurso del rey” debería alzarse con el máximo premio, aunque nada está dicho a la hora de las definiciones.
En notorio contraste con la mayoría de los estrenos nacionales, que raramente exceden la decena de copias y muy a menudo no superan la mitad, “Sudor frío” de Adrián García Bogliano se presenta en 35 salas de todo el país. Y la respuesta del público ha sido más que satisfactoria, al menos en sus dos primeros días de exhibición, superando la marca de 12.000 espectadores. Se trata, como se intenta insinuar desde el inicio de esta nota, de un fenómeno inusual dentro de la que podría generalizarse como raquítica producción de films nacionales. Basta recordar lo acontecido durante el 2010, donde más de 100 estrenos argentinos no representaron ni el 10% del total recaudado en boletería. Ocurre que detrás de la distribución de este estreno nacional se encuentra uno de los mayores sellos cinematográficos del mundo (Buena Vista). Es el mismo que el año pasado tuvo la película más taquillera del año (“Toy Story 3”) y la argentina con mayor número de espectadores (“Igualita a mí”). La campaña de promoción en este caso ha sido fuerte, con profusión de carteles y afiches. Pero la pregunta básica es si tendrá continuidad este favorable arranque inicial. Si uno se atiene estrictamente a lo visto en el cine la respuesta no parece tan concluyente. Llama la atención que el director de la película ya tenga otros cinco largometrajes en su haber desde 2005 y ninguno estrenado. Títulos anteriores como “Grité una noche”, “No moriré sola” y “Masacre esta noche” refieren a una cierta insistencia en temas donde corre mucha sangre y abunda el terror, una vertiente que se reitera en “Sudor frío”. Los actores centrales se distribuyen en dos grupos bien diferenciados. Por un lado un trío de intérpretes jóvenes, dos de los cuales por coincidencia tuvieron roles menores en “Diarios de motocicleta” de Walter Salles. El es un inexpresivo Facundo Espinoza y ella la varias veces vista en cine Marina Glezer (“La vieja de atrás”, “Roma”, “El polaquito”). Ambos irrumpen en una casa en búsqueda de otra chica allí atrapada, papel a cargo de la debutante en cine, no así en TV y revistas (Playboy), la sexy Camila Velasco. El otro grupo está constituido por dos ancianos, ex torturadores en la época de la triple A, uno de los cuales tiene dificultades para desplazarse. Que este par de viejos decrépitos (sobre todo uno de ellos) puedan dominar a tantos jóvenes, a los que se agrega al principio otra mujer que al poco tiempo será virtualmente degollada, es una cuestión que el espectador difícilmente puede “comprar”. El otro aspecto inverosímil es que con tanta nitroglicerina esparcida en los cuerpos de las jóvenes, la misma no explote. Es más bien la excusa para que Camila Velasco deba desprenderse con sumo cuidado del producto químico haciendo con ello un strip tease, que poco tiene que ver con la supuestamente dramática situación. Pero si algo le faltaba a esta película de terror, que no provoca miedo alguno, es la aparición hacia el final de un conjunto de mujeres encarceladas (vaya saber cuánto tiempo), que son liberadas y se abalanzan sobre sus dos victimarios. Allí la profusión de entrañas alcanzará un clímax al que se incorporarán unos vecinos de los ancianos, ocupados hasta ese momento en la ingestión de diversas drogas. El inusitado no funcionamiento de los celulares en la casa, la repetida referencia a facebook y varias otras incongruencias terminan por provocar en el espectador una mezcla de asco y sensación de pérdida de tiempo, que ni siquiera una versión moderna del éxito de Manal “Jugo de tomate” logra mitigar. No aconsejable ni siquiera para adictos a este tipo de películas.
De los ahora diez largometrajes seleccionados a mejor película, modalidad iniciada el año pasado, cuatro ya han sido estrenados localmente durante el 2010. “Lazos de sangre” (“Winter bone”) completa la primera mitad, mientras que un intenso febrero en lo cinematográfico espera los cinco títulos restantes. Dirigida por la casi debutante Debra Granik, esta producción norteamericana independiente, premiada en Sundance y otros festivales, sorprende al estar compitiendo contra films de realizadores consagrados como los hermanos Coen, David Fincher, David O.Russell y Daniel Aronofsky, seleccionados además en la categoría mejor director. De sus cuatro nominaciones: película, guión adaptado, actor de reparto y mejor actriz sólo esta última tendría alguna, remota es verdad, chance de ganar merced a la excelente interpretación de, la hasta ahora desconocida, Jennifer Lawrence. Ella personifica a Ree, una joven de 17 años, que vive en las pauperizadas montañas del estado de Missouri con padre físicamente ausente y madre ídem pero en lo mental, ocupándose de sus hermanos menores de 12 y 6 años. Desde el mismo comienzo de la historia se perfila la presencia perniciosa de la droga, que le ofrece un personaje secundario y que Ree rechaza por ahora (“not so far”). Se la ve desesperada echándole en cara a la madre su “ausencia” y pidiéndole en vano que la ayude por una vez. La comida no abunda y sobre la familia pende la amenaza de que los echen a la calle si no pagan dentro de una semana la deuda (fianza) que dejó el padre. Sólo en caso de poder demostrar que el progenitor está muerto podrán permanecer en su hogar. Aparece entonces en acción Teardrop, el tío y hermano del padre (el nominado John Hawkes), un personaje ambiguo que en el fondo teme a su sobrina Ree a la que le reconoce su inteligencia en una escena en que le afirma que el padre, pese a sus defectos, nunca fue un soplón como por ahí se afirma. Hay escenas que constituyen verdaderos descensos al infierno como una temprana y muy lograda en un matadero y otra en un bote en que un grupo de vecinos la acompañan en la búsqueda del cuerpo (y las manos) del padre. No menos impactante es el momento en que a la joven protagonista la golpean entre varios en forma amenazante. La situación, ambientada en un país del primer mundo, no tiene nada que envidiar a lo que ocurre diariamente en sectores suburbanos de nuestra capital. La única salida, parece afirmarse en más de un momento del relato, es la de que la chica se enrole en el ejército ya que le permitiría embolsar unos 40 mil dólares al cabo de unas pocas semanas. Pero siendo ella menor de edad y no estando sus padres “presentes” queda descartada, ante el consejo del comprensivo militar que la entrevista y le recomienda no enrolarse exclusivamente por el dinero. Hacia el final, que no será lógicamente develado, con la aparición del banjo de su padre y algún alivio para los hermanitos (regalo de dos pollitos), se producirán algunas novedades en esta historia que muestra que también en el país del norte hay mucha miseria y desigualdad. Recomendable por la ajustada dirección, el logrado clima y por sobre todo la estupenda interpretación de Jennifer Lawrence, toda una revelación.
El mayor atractivo de “De amor y otras adicciones” (“Love and Other Drugs”) es la pareja central integrada por Jake Gyllenhaal y Anne Hathaway. Décima película de Edgard Zwick, un artesano que se ha especializado en películas de acción (“Tiempos de gloria”, “Leyendas de pasión”, “Valor bajo fuego”, “El último Samurai”, “Diamantes de sangre”), la presente se acerca más a su primer film “¿Te acuerdas de anoche?” con una aún joven Demi Moore. Jake Gyllenhaal, quien acaba de cumplir treinta años, es una segura apuesta para un productor cinematográfico. Su padre Stephen lo dirigió en dos oportunidades, en una de las cuales lo acompañó su hermana mayor Maggie. Ambos volvieron a actuar juntos en “Donnie Darko”, film de culto de Richard Kelly, que por extrañas cuestiones de distribución nunca se estrenó localmente. De los diez primeros títulos de la carrera de Jake sólo dos tuvieron estreno en salas en nuestro país, que incluyen a su debut cinematográfico en “City Slickers” (aquí “Amigos…siempre amigos”) cuando apenas tenía diez años. Ese film seguramente será recordado por los más memoriosos pues marcó el regreso, Oscar incluido, de Jack Palance. A partir del 2002 y hasta el presente Gyllenhaal participa en diez películas más todas estrenadas localmente y mayormente exitosas. Pero sería 2005 el año de su consagración definitiva cuando, junto a Heath Ledger, el ganador del Oscar como mejor director Ang Lee los reuniera en “Secreto en la montaña”. Y es precisamente en esa película donde por primera vez se lo ve junto a Anne Hathaway, que allí hace de esposa. Anne Hathaway, dos años más joven que Jake, ya era conocida por “El diario de la princesa”, su debut en 2001, pero su consagración definitiva fue junto a Meryl Streep en “El diablo viste a la moda” del 2006. Luego se la vería en “Guerra de novias” y más recientemente en “Alicia en el país de las maravillas”. “De amor y otras adicciones” es básicamente un melodrama en que se cruza Jamie, un exitoso vendedor de productos farmacéuticos de un muy famoso laboratorio (Pfizer), entidad que adquirirá gran fama (en el film también) cuando se descubra el Viagra y Maggie Murdock, una chica hermosa que parece tener todo a su favor. Pero a poco que avanza la historia, el espectador se entera de que ella padece del mal de Parkinson todavía en su primera (temprana) fase. A lo largo de casi dos horas se irán produciendo encuentros y desencuentros de la pareja central. Ella sentirá que él estará perdiendo el tiempo a medida que su mal se agrave y él obviamente dudará sobre el camino a seguir. Lo más flojo del film son algunos personajes secundarios, particularmente Josh (el actor Josh Gad) como el hermano “nerd” de Jaime, que parece salido de alguna de las tantas realizaciones de Hollywood que nos invaden últimamente ricas en groserías y poco refinadas alusiones sexuales. Tampoco aportan mucho dos veteranos actores (George Segal y Jill Clayburgh, recientemente fallecida) de muy episódica aparición como los padres de ambos hermanos. Algo mejor le va a Oliver Platt como el jefe de Jaime y no desentona Frank Azaria como un médico fácil de convencer. En síntesis un film desparejo del que se rescatan algunos momentos logrados que pueden justificar su visión, sin excesivas pretensiones.
A uno que no ha visto la primera edición de 1982 dirigida por Steven Lisberger (ahora productor), lo tienta poder compararla con la recién estrenada “Tron: el legado”. A falta de disponer una copia del original, resulta útil la lectura de las críticas locales de esa época. La de Adrián Desiderato, publicada el día de su estreno (31 de marzo de 1983), decía: “La era de las computadoras ha llegado al cine…”Tron” acarrea la novedad de su artilugio formal y sus florilegios visuales, orquestados por un complejo sistema de computarización que es el mismo que alimenta los juegos de video”. Lo notable de ese comentario es que se podría aplicar textualmente a la nueva versión que se acaba de estrenar. Pero esa misma traslación de la crítica prefigura la pobreza de este nuevo intento del estudio Disney al no haber aportado mayores novedades, sobre todo a nivel de guión, y alargado la propuesta en más de treinta minutos, superando el conjunto las dos horas. Quizás el mayor acierto de “el legado” sea la inclusión nuevamente de Jeff Bridges (Oscar por “Loco corazón”) quien aquí vuelve a interpretar a dos personajes. Por un lado es Kevin Flynn, el padre desaparecido de Sam (el inexpresivo, para decirlo suavemente, Garrett Hedlund) y por el otro Clu, su avatar. Esta última palabra, que ahora ha popularizado James Cameron, da pie para señalar los años luz que separan a este “Tron” del film del director de “Titanic”. Este avatar es un Jeff Bridges rejuvenecido treinta años, un logro cinematográfico de efectos especiales de los grandes estudios de Hollywood. El gran problema de esta remake es la falta de interés de una trama que más de un espectador encontrará confusa y que será mejor apreciada por los más jóvenes, sobre todo aquellos que disfrutan de los videojuegos. Los personajes entran y salen del espacio virtual, aquí llamado la rejilla (grid). La estética tiene mucho que ver con este tipo de entretenimiento y para los no adeptos puede generar cansancio la utilización predominante de ciertos colores: sobre todo el naranja y también el negro, blanco y amarillo de muchos de los personajes y ambientes. Sin duda, hecho a profeso, uno terminando extrañando los verdes que recién vuelven a aparecer en una escena final a lo largo de una carretera arbolada. Dirigida por el debutante Joseph Kosinski, “Tron el legado” lo tiene nuevamente a Bruce Boxleitner en el personaje que da título al film, a la bonita Olivia Wilde y a Michael Sheen, el mismo de la recientemente estrenada “El día del juicio final”. A señalar la versatilidad de este último actor aquí como Castor, en un personaje totalmente diferente, alter ego de un David Bowie más joven. Nota: Este comentario se basa en una versión vista en 2D y en inglés. Es probable que en 3D y/o en IMAX la apreciación crítica cambie algo aunque no se cree que en forma sustancial.