La ópera prima de la cineasta Natalia López Gallardo Manto de gemas es una producción conjunta entre México, Argentina y Estados Unidos, con elenco formado por Nailea Norvind, Antonia Olivares, Aida Roa, Juan Daniel Garcia Treviño y Sherlyn Zavala Diaz. La película que tuvo su debut en la Berlinale es, además, la ópera prima de Natalia López Gallardo, donde con guion de la propia directora, aborda cuestiones dolorosas e incómodas con realización de un buen planteo narrativo. La desolación del ámbito rural, un territorio desconocido y la violencia solapada que cada cierto tiempo y según las necesidades de captar el interés de los espectadores llega a los noticieros, son algunos de los temas que toca el film. El narcotráfico, una realidad que hoy vemos mucho más de cerca en nuestro país y hace años dejó de ser solamente material para series y películas respecto de realidades teóricamente lejanas, es otra de las patas narrativas en las que Manto de gemas se apoya. Las circunstancias de las mujeres protagonistas son fuertes y shockean al espectador, en tanto la realizadora eligió para mostrar su recorrido y las cuestiones de su vida y su dolor formas evidentemente cercanas al documental. Los distintos exteriores (en los que viven y se relacionan los personajes vinculados unos con otros de maneras que no son visibles a simple vista) son escenario de buena parte de los espacios de la película. En cuanto a los sonidos son también especialmente forma de los detalles que rodean a los diferentes protagonistas y sus acciones. La idea del relato coral funciona, de ese modo, perfectamente, y alude sin miedo a aquello que se esconde, eso de lo que no se debe hablar por miedo a las implicancias de su difusión. Manto de gemas es una película tan compleja como profunda, una buena construcción de realidades ocultas a vista de todo el mundo en sociedades que funcionan a medias.
La segunda de la saga dirigida por Taika Waititi iva la joda! Era el latiguillo de un personaje popularmente conocido como Alakrán, interpretado por Rodolfo Samsó en el recordado programa de TV De la cabeza, en la época en la que aún nos sentábamos a ver televisión como la conocimos, en clara referencia a una forma de definir el humor. «¡Viva la joda!» se podría exclamar aquí también, en el caso de Thor: Amor y Trueno. La vertiente elegida por el buen director que es Taiki Watiti para la cuarta entrega de Thor (segunda para el realizador) puede estar alineada con los puntos narrativos que el personaje atraviesa prácticamente desde el inicio del MCU tal como lo conocemos; lamentablemente estos puntos se profundizaron de tal modo que le fueron quitando a Thor toda posibilidad de evolución dramática. Extra spoiler, sobre todo para los fanáticos y los curiosos que irán a investigar: las ideas que forman parte del guion de la nueva entrega de Thor tienen su nacimiento en los comics publicados a partir de 2015 (en una serie individual, The mighty Thor) y en Thor, volumen 4. Estas historias siguen los pasos de Jane Foster y su nuevo rol en aparente reemplazo del dios del trueno. En Thor: Amor y Trueno, para hacer frente a la amenaza de Gorr (Christian Bale), Thor (Chris Hemsworth) solicita la ayuda del Rey Valkiria (Tessa Thompson), de Korg (Taika Waititi) y de su ex novia Jane Foster (Natalie Portman) que, para sorpresa de Thor, empuña inexplicablemente su martillo mágico, Mjolnir, como la Poderosa Thor. Juntos, se embarcan en una aventura cósmica en la que tendrán que descubrir el misterio de la venganza del Carnicero de Dioses y detenerlo antes de que sea demasiado tarde. El elenco es interesante y posee buena química, lo que obviamente es un punto a favor. Portman, Bale, Thompson y Pratt son los nombres que se encuentran entre los principales, y desde ya me reservo algunas sorpresas porque algo hay que guardarse, viejo. Si no, no hay misterio. Tal vez este ritmo y este modo de definir las historias del Dios Vikingo se haya constituido a estas alturas en su forma básica y necesaria. Habrá que ver de cara al futuro qué le depara al personaje interpretado por Hemsworth, y cómo encajará en el universo que se viene. En tanto film clásico del estilo Marvel, en tono de comedia (en este caso tomando el 90% del tiempo de su duración), Thor: Amor y Trueno funciona para los seguidores, para quienes no quieren perder el hilo de la historia y, para no dejar afuera a nadie, a los que deseen elegir un buen momento de entretenimiento.
El fenómeno amarillo vuelve a conquistar las salas La saga que arrancó allá lejos y hace tiempo, en 2010, presenta un nuevo capítulo al estilo «Gru Begins”, dirigido en esta oportunidad por Kyle Balda (quien ha hecho su parte en varias de las anteriores entregas) junto a Brad Abelson. Gru crece en un pequeño barrio de residencias familiares junto a su madre, mientras planea (y sigue de cerca) la carrera de los supervillanos más famosos del momento, los salvajes 6, a quienes desea sumarse. En ese camino lo acompañan los inefables Minions. Con una idea luminosa y estéticamente llamativa para la historia que se sitúa en plena década del 70, la animación de Minions 2 tiene pocos aunque divertidos guiños para adultos y una excelente y oportuna selección musical. Con este concepto general como base la película cuya duración es de 90 minutos se mueve en terreno conocido y funciona como relato. El guion es sencillo y esa estructura (además de la duración justa) permite que no presente grandes baches. El elenco que forma parte del doblaje de los personajes no puede ser mejor; al número puesto que es Steve Carell se suman Alan Arkin (regresa la dupla que transitara el camino al interpretar a Maxwell Smart y El jefe en la remake cinematográfica de la serie), Taraji P. Henson (Donna Disco), Michelle Yeoh (Master Chow), Julie Andrews (Marlene Gru), Rusell Brand (Dr Nefario), junto a Pierre Coffin (quien llevó adelante la batuta de varias de los capítulos de la historia), Dolph Lundgren, Danny Trejo, Lucy Lawless y Jean-Claude Van Damme. Minions 2 representa un nuevo acierto de Universal Animation, en lo que se entiende es el capítulo-precuela final de la historia de Gru y los simpáticos Minions.
Sobre las desventuras de un dibujante rosarino La vida mundana, la construcción y el sostenimiento del amor en clave de humor negro son algunas de las pautas que toma Santiago Mitre para la estructuración (si es que tan severa definición aplica) de la historia que busca narrar con Pequeña flor, producción que, tras su paso por la última edición del Bafici como película de apertura, llega ahora a las salas comerciales. ¿Dónde empieza la fantasía y dónde la realidad? Es una pregunta que ocasionalmente todos nos hemos hecho alguna vez, en la noche de más febril imaginación, en los momentos más raros de la vida. Ese es el guante que los personajes utilizan para recorrer en una París muy diferente, fuera de la idea turística que todos tenemos en la mente. Daniel Hendler y Vimala Pons hacen una excelente pareja y, aunque parezca una obviedad, es la química una de las cuestiones más importantes en la elección de los integrantes de un elenco. El trío protagonista se completa con Melvil Poupaud, el excelente actor francés que juega las risueñas (y sangrientas) escenas con Hendler. Adaptación de la novela de Iosi Havilio, Pequeña flor fue guionada por Mariano Llinás junto al propio director, quien permita que se haga presente todo lo que implica el recorrido de los diferentes géneros que atraviesan el film; y es el que hace que el relato funcione con las particularidades de las que se apropia. Para el espectador en busca de una película novedosa y entretenida, Pequeña flor es una opción perfecta a la hora de ir al encuentro de algo distinto y valioso en lo estético en el momento de decidir una nueva cita con la pantalla grande.
Joe Hill haciendo honor al mundo de Stephen King Pocas veces vi una muestra de creación audiovisual compleja como la que comentaré, que echando mano de múltiples herramientas visuales y narrativas, se mueve en plan de vuelta de tuerca, y en realidad tambalea lentamente frente a sus propias decisiones. El teléfono negro copia algunos trucos visuales observados en otras películas, entre ellas y la que más rápidamente se me viene a la mente es La purga (que para nada casualmente viene de la misma casa productora a esta altura clásica del terror, Blumhouse) y luego “toma prestado” ciertas ideas a varias historias nacidas de la mente de Stephen King, la más notoria de ellas IT. Basada en The Black Phone, el cuento corto del mismo nombre escrito por Joe Hill, hijo de King (lo que explica el detalle expresado en el párrafo anterior), pasea cierto recorrido de la historia emulando la forma de narrar de su progenitor, bastante cercana a sus reconocidas maneras. Así Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose, 2005; Siniestro, 2012; y Doctor Strange: Hechicero supremo,2016) avanza en el intento del logro de una producción regular, y trata de ir en el camino del horror para traer al asesino serial que interpreta Ethan Hawke, en la toma de un riesgo interesante para el reconocido actor como la que emprende en esta interpretación. Justamente hablando de riesgos, casi todo lo que se expone se ha visto y es obvio y natural que con la cantidad de producciones anuales, provenientes ahora de los más vastos rincones del mundo (en ocasiones, todas juntas) eso suceda. Eso no quita que puedan existir aún relatos sorpresivos y con el ritmo y energía necesaria para generar miedo y sorpresa en el público amante del terror. Mi reseña parece ir de un lado a otro sin definirse, pero en realidad hay algo más; la película no es “mala” (con la simplificación insulsa y facilista que implica esa definición) y hasta se deja ver de cara a un espectador no tan avezado que puede llegar a disfrutarla. Para todo aquel que tenga varias mochilas de películas del género visionadas probablemente no sea lo más recomendable a la hora de elegir un estreno al que asistir, en busca de un poco de miedo bien entendido.
El actor procesa el duelo por la muerte de su mascota Nunca es fácil el visionado de una película cuyo protagonismo recae en partes iguales entre un animal adiestrado y un protagonista humano. En este caso, una estrella como lo es Channing Tatum. Y tamaña experiencia y momento eligió el reconocido actor para su debut como director, a la vez que hace su parte también delante de cámara. Porque la narración trabaja sobre las cuestiones inexplicables de la guerra y la parte más distante, más desconocida, tal vez, del regreso y las pérdidas que son, claramente, dolorosas para quienes sobreviven a las víctimas. Dog es una historia sentida y emocionante que acompaña a Jason Briggs, un soldado especial (conocidos como rangers) en sus cuestiones de vida en tanto intenta seguir adelante. Mientras sus jefes le niegan cada vez su regreso a las fuerzas debido a los traumas físicos y emocionales que sufre, llega sorpresivamente para Briggs una misión en la que puede, de alguna manera, redimirse, y por otro lado recuperar sus posibilidades de ganarse la vida; en ella debe llevar a un perro con entrenamiento de combate y rescate de víctimas al entierro de quien fuera su dueño y entrenador. El film podría quedarse en el uso de la sensiblería típica pero decide jugarse más y presenta momentos en que echa mano de alguna herramienta “risueña” para quitar presión y balancear así adecuadamente el avance del relato; recorre entonces el espectador junto al protagonista el periplo sentido en el que se revisan los restos de una sociedad confusa construida en base a cuestiones complejas que la corroen por dentro. La dirección de Dog es compartida por Tatum y Reid Carolin, quien está a cargo del muy buen trabajo de guion junto a Brett Rodriguez. El mayor logro, a mi consideración, es la naturalidad con la que el actor le pone el cuerpo a su personaje y lleva adelante esta historia.
El mundo de los multiversos está on fire y a este modo narrativo se acercan «los Daniels» en Todo en todas partes al mismo tiempo. La película combina un modo inteligente y llamativo con cierto humor absurdo, que por un lado recuerda a joyas como Top Secret; y por el otro, descubre cuestiones emocionales de los personajes con los que la identificación es sencilla, donde la dupla de directores (y también guionistas del film) Dan Kwan y Daniel Scheinert llevan adelante este relato mágico y delirante con éxito. Evelyn Wang (Michelle Yeoh) vive lo que, más o menos, vivimos todos: situaciones complejas en una economía que no marcha y en una vida en la que se siente atrapada. Así se ve enfrentada a Deirdre Beaubeirdra (Jamie Lee Curtis, sin necesidad de presentación alguna porque sus pergaminos se exhiben solos), quien debe auditar las cuentas de un negocio que a la distancia se veía próspero y en la cuestión patente de la realidad se desbarranca sin posibilidad alguna de mejora aparente. Luego de ver los resultados, y con el respeto que me merece Jackie Chan, lo mejor que pudo pasar fue que, a la hora de pensar el papel principal, finalmente se decidieran por Michelle Yeoh para cubrir el rol que la actriz desarrolla con solidez entretenida. El resto de los nombres que rompen la pantalla con sus apariciones brillantes son James Hong (quien participó en películas como Chinatown, la producción dirigida por Roman Polanski en 1974, El mundo según Wayne 2, Y dónde está el piloto? y R.I.P.D.: policía del más allá); Stephanie Hsu, quien luce también en la perfecta y recomendable serie The Marvelous Mrs. Maisel; Jonathan Ke Quan, partícipe de Indiana Jones y el templo de la perdición (1984) y Los Goonies (1985). En Todo en todas partes al mismo tiempo las cuestiones intrafamiliares y la infelicidad se tratan con la diferente lógica de los universos que Evelyn atraviesa mientras su pareja Waymong hace las veces de guía en el mundo en el que debe enfrentar a sus enemigos. Una muestra productiva, mágica, plena de delirio bien pensado y con un viaje sorpresivo es lo que presenta Todo en todas partes al mismo tiempo. Recomendable por todo lo que genera y por los detalles varios que atraviesan el mundo confuso de los personajes que buscan algo de lo que son y lo que desean.
Lo que la ficción no muestra de la vida carcelaria Con tantas ficciones construidas alrededor del universo carcelario, plenas de pintura “divertida” y a pura puteada (se entiende que al público le guste la aproximación fantasiosa a un mundo que puede ser tétrico), Rancho es un documental que llega para aportar una visión algo más cercana a lo que se vivencia dentro de las cuatro paredes de una cárcel de máxima seguridad. La idea a expresar en este, mi comentario, es que la fantasía para consumo cómodo dista mucho de lo que realmente se vive en las condiciones deplorables de una prisión real. No es la idea hacer un análisis sociológico ni detallar las cuestiones de relevancia de un espacio que se dice de resocialización y dudo mucho que alguna vez lo haya sido. Sí es verdad que desde la comodidad de mi casa es sencillo opinar de lo que se retrata en la vida de los protagonistas. En Rancho la cámara toma a estos hombres y los retrata sin intervenir. Casi la mejor manera de pasar como un relator omnisciente por lo que se elige mostrar sin ocultamientos, tanto como es posible y las circunstancias del ámbito permiten. Los individuos que pasan por la experiencia de la reclusión constituyen junto a quienes viven el espacio junto a ellos una comunidad bastante parecida a una familia. En el lunfardo, el rancho del que habla el título. Hacia afuera el término se usa románticamente para referirse a los amigos o grupo de pertenencia. Algo de la mágica definición de la que hablo al principio. Las situaciones a las que se encuentran, los delitos que se les adjudican o de los que fueron responsables son narrados de manera directa en sus conversaciones sin inhibición, con el peso que tiene cada palabra, en el cuerpo, en la mente. Los sentimientos a flor de piel. Nada más que expresar o, en todo caso, difícil saber qué más comentar sobre un film crudo en la simpleza de su forma, y lo denso, a la vez, de su contenido.
La construcción de un drama alrededor de un documental con momentos de comedia ¿Cómo se construye un drama alrededor de un documental con momentos evidentes de comedia? Esto es respondido por las intérpretes de Telma, el cine y el soldado. La protagonista del título toma todo con su cierto carisma. La misiva que une a dos personas en el espacio y el tiempo es el cordón, el punto de contacto que puede formar parte de un momento incomparable en sus vidas El cine y los rostros de sorpresa que se sostienen a pesar del paso del tiempo frente a cada película se entiende y percibe como sostén en el grupo de espectadores a los que la mujer pertenece. El “Tano” es el centro de la búsqueda; un joven combatiente perdido en las islas. Desde acá, desde el continente, la comprensible distancia física y emocional abarcan prácticamente todo. En el medio una simple conexión con la historia a través de imagen documental a modo de instalación, de contexto. Lili, la hija de Telma, procura encontrar al ex combatiente, muñida de paciencia necesaria mientras descubre las herramientas para ello. El retrato es simpático y con el tono justo; descansa además en las mujeres retratadas. Un momento llamativo es la mención de una persona “que trabaja en el Congreso” a la que en teoría no se puede molestar por cosas “triviales” porque su rol supera la necesidad. Como si los requerimientos de las personas comunes no fuera importante para los señores distantes e hiper ocupados en cosas que alcanzan la comprensión de los simples mortales. Una creencia extendida, podría decir, tal vez de manera exagerada, peligrosamente. La búsqueda continúa intensa y divertida entre momentos compartidos con el equipo de rodaje, en una especie de película de enredos que bien podría ser una ficción en calve de comedia. Así es el modo en que Brenda Taubin piensa su primera y bien sostenida incursión en el documental. Para cerrar, Telma, el cine y el soldado es un encuentro recomendable pleno de emotividad y correctamente balanceado con la revisión histórica, aún necesaria.
La acción y la nostalgia nuevamente se apoderan de la pantalla Uno de los grandes temas de los últimos años relacionado con las secuelas es, justamente, la necesidad real de llevar adelante su producción por otra cuestión que no sea exclusivamente monetaria. Y ahí es donde con tristeza debo expresar que es casi imposible comprender quién pensó que cerrar la saga de Jurassic Park con este «bodoque» pleno de momentos fallidos sería una buena idea, y le haría justicia al film original. En otras palabras: ¡¿Por qué, Steven, por qué?! Colin Trevorrow repite en la dirección como lo hizo en la película de 2015, además de participar en el guion, y, desde ahí, todo es una caída prácticamente libre. La conjunción del elenco fuerte en pleno (Sam Neil, Jeff Goldblum y Laura Dern, como Alan Grant, Ian Malcolm y Ellie Sattler) sumados a los protagonistas de la segunda vuelta de los dinosaurios, Chris Pratt y Bryce Dallas Howard (junto a los velociraptores entrenados), no alcanza para cumplir con las expectativas y apenas resume el deseo de los fans de ver toda la carne en el asador. De paso, no se olvidan de decir adiós al Dr Wu de la mano de BD Wong. La aparición del nuevo personaje interpretado por DeWanda Wise, la intrépida aviadora Kayla Watts, es casi la única experiencia llamativa y aprovechada por la película de retirada, ya que el resto de los personajes nuevos están desperdiciados o no tienen volumen alguno. Respecto de los efectos especiales, no hay nada que decir porque es obvio que en esto Amblin no falla; menos aún con los presupuestos que se designan para tal fin. Hasta trae a Dogson, el personaje del primer film, con un parecido llamativo a los innovadores tecnológicos de la actualidad, que parecen tener todos el mismo corte de pelo, con la recuperación más obvia de un objeto que se recuerde en el cine, solamente comparable con las medicinas infantiles de Séptimo. Finalmente, en Jurassic World: Dominio lo esperado se da a medias porque la gran reunión se celebra para una especie de fiesta en pleno pero la realidad es que la película de aventuras no alcanza para dar lo necesario y, justamente, lo esperable. Hoy en día, tiempos en que todo se confunde y las opiniones con sustento son “lágrimas” y la defensa termina siendo una diatriba sin base argumental alguna más que la burla, dar una opinión negativa sobre una película puede generar una catarata de insultos. Entonces, entrego mi visión en una segunda parte. La película, en lo más básico, cumple. Trae guiños a un gran personaje para el que el sombrero era primordial, y una marca registrada. También mantiene en la franquicia la importancia del apellido Lockwood. Ahora, ¿es todo lo que se esperaba? No. En las cuestiones más sencilla de resolver presenta baches, y eso la complica. Tal vez un final menos obvio y trillado hubiera sido buena idea, más allá de la necesidad de darle sentido en el camino de la búsqueda inicialmente poética del ideólogo del parque, John Hammond (el fallecido actor Richard Attenborough), quien entendía que la atracción debía tener, de alguna manera y a su particular modo, un sostén moral, en paralelo con el entretenimiento. Por fuera de todos estos datos he visto cosas peores en plan secuela o finalización de una saga y un buen momento es posible en la sala de cine para los amantes de los dinosaurios en general y de Parque Jurásico en particular. Que pidan contenido promedio.