Un atraco futbolero Asalto a la casa de la moneda remite directamente a las más clásicas Películas de acción y aventuras, en este caso dirigida por el ideólogo de Rec y Rec 2 junto a Paco Plaza y de Rec 4: Apocalipsis, en solitario, Jaume Balagueró. Las películas de robos y acción son un clásico, y de eso no hay duda. El film cuenta el plan en que los protagonistas, abrigados por el marco de la final de la copa del mundo de Sudáfrica 2010, y atravesado por el avance de la selección española en las fases de la competencia hasta ese punto, procuran alzarse con un tesoro al parecer inalcanzable. El grupo que encabezan Simon (Luis Tosar) y Walter (Liam Cunningham) incorpora a Thom (Freddie Highmore), un joven e idealista ingeniero a quien retan a resolver los inconvenientes que presenta ingresar al Banco de España, en la bóveda que guarda el valioso tesoro perteneciente a Francis Drake. Otra de las patas del grupo es Lorraine (Astrid Bergés-Frisbey), quien con sus conocimientos de idiomas y capacidad de metamorfosis logra ingresar en los lugares más impensados, obteniendo las herramientas para completar la misión. Las producciones que basan su nudo narrativo en historias de tesoros, y en este caso particular en que incorporan personajes históricos como piratas (modificando levemente algunos elementos) suelen surtir efecto interesante y generar un buen resultado final. Si bien una de las “críticas” que se le puede hacer refiere la velocidad y a un trabajo que construye un producto sencillo y de rápido consumo, es eso mismo lo que logra que el armado del cuento funcione. El rodaje muestra esa grandilocuencia en los grandes edificios de Madrid utilizados como locación, y completa un todo para una película que funciona perfectamente y mantiene en vilo al público.
La historia de los Madrigal: una familia extraordinaria <Todos ya más o menos conocemos a Disney, el estilo de animación que por estos tiempos avanza cada vez más y aporta mucha mejor calidad en los detalles que se veían inalcanzables apenas algunos años atrás. Y en cuanto a las temáticas, la base es casi la misma de antaño, con ligeras modificaciones. Lo que trae Encanto, tal vez, es cierta gradualidad en el despliegue de las canciones que cada personaje interpreta (ya sea a modo de presentación o como herramienta descriptiva de las situaciones), que hace que cada una de ellas no resulte en un plomazo somnífero, sobre todo considerando que se trata de un producto pensado ante todo para el público infantil. A la vez, siempre procura ofrecer un gancho, aunque sea ínfimo, para sostener al adulto que hace las veces de compañía del principal afectado. En este caso, más que compartir una idea más o menos agradable de la vida familiar y un mensaje esperanzador sobre la comprensión, no hay mucho más. Pasajes divertidos, una idea de la “magia” como herramienta de transformación que es en realidad paralelismo con cierta forma de positividad, algún que otro momento emocional y bueno, las cosas discutibles de siempre que pueden girar en torno a la mirada política respecto de los diferentes pueblos que eligen retratar, como fue antes con Coco. Difícil opinión en la que no ahondo demasiado, no por incómoda, sino por improcedente y estéril. Ya sabemos de qué va el mundo y no quiero decir con eso que no se pueden cambiar las miradas; creo que, como en cualquier cuestión que nos genere incomodidad o con la que tengamos desacuerdo, podemos tomar distancia y no darle entidad. En el mientras tanto, y en lo que respecta a este ligero análisis puntual, si en el deseo del espectador está asistir con sus párvulos a ver una película de animación agradable en la superficie como lo es Encanto, adelante, lo recomiendo. Para contrarrestar, mientras tanto, pueden darles a leer Mafalda y luego ya tendrán momentos en que verán cómo enfrentar el mundo que viene. O que es hoy.
Sexto largometraje de la realizadora y actriz argentina Ana Katz La nueva película de la directora Ana Katz, protagonizada por Daniel Katz, relata la historia de Sebastián, quien a decir de quien lo corporiza: “Tiene muchas cosas en común conmigo respecto de cómo me siento con el mundo y lo que se espera de un hombre y su comportamiento”. El inicio refleja una situación que puede parecer tan risueña como real; el inconveniente de la perra con quien Sebastián vive dispara situaciones que van in crescendo y ubican al personaje entre la espada y la pared a la hora de decidir de proteger al animal frente a su propia necesidad de subsistencia. Los ladridos que inquietan a los vecinos y generan las desventuras de Sebastián son en realidad un simbolismo de las simples cosas que pueden hacer tambalear nuestra íntima realidad, tal como a él le sucede. De allí a pasar por diferentes espacios y realidades, incluida una amenaza similar a un apocalipsis provocado por un asteroide (que posteriormente genera la obligación a todas las personas de utilizar una máscara para respirar e incluso de caminar a cierta distancia menor a un metro desde el piso), las situaciones colocan al protagonista en un continuo transcurso de realidades dispares, pero unidas por un hilo que las pone en común. Los pasajes de la historia del personaje en cuestión son por momentos tan inquietantes y movilizantes que se sienten casi agobiantes, más no así lo son para él. Durante un tiempo la necesidad de ver a Sebastián despertar de lo que puede entenderse como un adormecimiento emocional puede inquietar al espectador, pero después cae en la cuenta que su modo de ser y su acompañamiento evolutivo a través de la historia es solamente parte de la esencia misma de su persona. La película juega con el ridículo, que en tren de continuar con las vivencias de Sebastián, estas se tornan tan raras como cercanas a la realidad que nos toca vivir hoy, o tal vez seguir viviendo en el futuro próximo. El B&N funciona como apoyo estético y es un recurso válido para logar la impresión visual deseada. El elenco se completa con Julieta Zylberberg, Valeria Lois y Carlos Portaluppi, entre otros.
Un viaje fascinante e hipnótico De Edgar Wright, director de Shaun of the Dead (2004), Scott Pilgrim vs. the World (2010) y Baby Driver (2017), llega una de las más logradas películas del año. El misterio de Soho (Last Night in Soho, 2021) abarca varios puntos estéticos diferentes y echa mano de todas las herramientas que dispone con un aplomo tal que realmente es un regocijo, generando la sensación de absoluta conformidad con el hecho de pasar por la sala de cine. La temática en principio podría parecer sencilla y repleta de lugares comunes, pero el disparador es un guante tan bien recogido por Wright que las circunstancias vividas por la protagonista, desde la partida de su casa entre la bucólica y plena de oscuridad hasta la llegada a la gran ciudad, se vuelven inconmensurables y a la vez fantásticamente hipnóticas en su mirada a la alteración psicológica que padece la Eloise interpretada por Thomazin McKenzie. El ida y vuelta entre McKenzie y Anya Tayor-Joy es como un baile al ritmo del muy buen soundtrack, que contribuye a ambientar aún con mejor calidad la década del 60, momento en que la historia en paralelo está anclada. Y aquí es justo mencionar al trabajo en la fotografía de Chung Chung hoon, quien ha participado ejerciendo el mismo rol en películas como Oldboy (2003) y Stoker (2013). La aparición de figuras actorales de peso en los relatos que se entrecruzan y forman parte de toda la dimensión de la historia son un punto de apoyo sostenido y generan un conjunto amplio y luminoso, como los colores y las texturas con las que juega la protagonista. Casi como hace el director con los diferentes géneros que atraviesa el largometraje. Y es ese enfrentamiento con la incomodidad y eso que no se quiere ver, o es necesario ocultar, representado por las sombras que van creciendo anulando la magia y el esplendor de época, lo que genera todavía un mejor espectáculo. Tal vez parezca un análisis muy profundo, pero si le quitáramos toda la parafernalia lingüística a esta opinión queda lo importante y es que se puede ser sorpresivo sin caer en clichés. Se puede armar una visión desde un personaje quebrado y hacerlo con gran trabajo técnico sin perder la búsqueda de la interpretación emocional. Es posible jugar con la estética, el color, la música, los climas en pos del resultado, que es maravilloso y digno de verse en pantalla grande.
Entre la nostalgia y el respeto por la obra original Antes que nada, me quiero sacar una espina: no puedo entender al hater de los 80. Es como un tipo taciturno y malhumorado que disfruta con sacarle el chupetín a un chico y pegarle un sopapo para que llore. Llevado a un mundo adulto, es aún más estúpido. Dicho esto, vamos a lo que importa. ¿Es posible llevar con éxito una historia que originalmente tuvo su momento de gloria a mediados de la década antes mencionada? Un periodo y un momento histórico con las particularidades por conocidas por todos, que parece tan lejano que muchos de los que la vivimos la vemos como si hubiera pasado hace siglos. Con un buen trabajo serio de guion, con respeto por la obra original, un buen elenco y una adecuada dirección, claro que sí. Eso es lo que trae Ghostbusters: el legado (Ghostbusters: Afterlife, 2021). Claro que al principio, apenas se apagan las luces, parece difícil abandonar el niño interior que vuelve a emocionarse y espera el regreso del cast original que aún está entre nosotros. Todo lo mencionado al final del párrafo anterior es posible de encontrar en este cierre a toda orquesta. Jason Reitman, el director de La joven vida de Juno (Juno, 2007), Amor sin escalas (Up in the Air, 2009) y Tully (Tully, 2018) -cuyos pergaminos no se agotan allí, pero traen el agregado de ser hijo del director de las películas originales, Iván Reitman) hace todo para honrar la historia inicial y a la vez a su creativo progenitor. ¿Qué tiene de novedoso este largometraje que no se haya visto en los anteriores y confirme lo mencionado respecto de las características necesarias para sobresalir? Que se toma en serio lo que otros se tomaron en broma. Y es que el clima de época no es solamente retratar “lo que eran los 80”. Al fin y al cabo, algunas cosas -aún con la tecnología que nos inunda de sobre información y nos hace sentir cercanos, aunque en realidad es nada más que un simulacro- no modifican la base del comportamiento humano, y aún menos las de los niños, que siguen teniendo en lo interno esa pulsión de vida y curiosidad que los lleva a buscar la aventura mientras tratan de conectarse con lo que los rodea y forma parte de su pasado; eso que a la vez los constituye. Todo esto es lo que el guion no se toma a la ligera y se suma a los chistes que funcionan porque se colocan en boca de los personajes que realmente tienen ese giro cómico. Es este el momento de mencionar a Mckenna Grace en el rol de Phoebe, la nieta menor del fallecido cazafantasma Egon Spengler, de quien su madre (Carrie Coon) hereda una casa misteriosa en un pueblo “en medio de la nada”, como dice su hermano Trevor (Finn Wolfhard), y funciona como punto de partida de la historia; y a Paul Rudd (Mr Groobe), de quien ya conocemos sobradamente sus habilidades para la comedia y en este caso lo vuelve a confirmar, además de adaptarse perfectamente a lo que pide su papel. Tanto que hasta parece natural su participación, casi como si perteneciera a la historia original. La película cubre todo lo que se le pide en un balance adecuado de nostalgia, interpretación de época y calidad narrativa, pero sin faltarle el respeto ni a la historia conocida por todos ni al elenco, pero sobre todo, al público que -ya crecido respecto de esos niños que eran allá lejos y hace tiempo- para decepciones tienen la vida.
26 hombres en peligro, 30 horas para sobrevivir, 1 misión suicida Riesgo bajo cero (The Ice Road, 2021) es una película dirigida por Jonathan Hensleigh, y adaptación más o menos libre de El salario del miedo (Le Salaire de la peur, Henri-Georges Clouzot, 1953) que llega a los cines con posterioridad a su estreno en plataformas. ¿Qué motivaría al público a acercarse a una sala a ver algo que podrían ver en la comodidad de su hogar? Hay una sola respuesta: La espectacularidad. A veces, inclusive hasta a los más conocedores, se nos olvida que el séptimo arte pierde magia y calidad de imagen y sonido si no se disfruta en pantalla grande. Por más moderno y poderoso que sea el dispositivo en que se reproduzca nuestro largometraje favorito, nada se compara a la vivencia del cine en las butacas, compartida con más gente distribuida aquí y allá, como una experiencia mágica y colectiva. El otro apunte son las producciones de aventuras y acción, que es lo que se da en el caso de Riesgo bajo cero, el que marca la diferencia en un espacio clásico como el que describo. Por lo demás, justamente, es una producción que toma un punto de quiebre con un personaje clásico, camionero él, en la piel de Liam Neeson, que viaja junto a su hermano (Marcus Thomas), un ex combatiente que posee algunas limitaciones emocionales derivadas por su exposición a situaciones provocadas por su paso por combate, pero que aún conserva una de sus habilidades más importantes: ser uno de los mejores y más rápidos mecánicos. Expuestos luego de una situación de esas que ahora se conocen como bullying y antes podía conocerse bajo términos de buen criollo que no queda elegante utilizar, o en todo caso, violencia explícita injustificada, tanto Mike como su hermano Gurty quedan desempleados. Dado el accidente que tiene lugar en una mina, se necesita un grupo especial de transportistas para trasladar el equipo de rescate, que puede ser utilizado de modo individual; si uno de los camiones desapareciera o sufriera algún desperfecto que le impidiera seguir, aún el resto tendría una posibilidad de éxito. ¿El plus de peligro? Mientras los mineros quedan a la buena de su suerte esperando se salvados, los transportistas corren el riesgo extremo dado que deben trasladar la carga en un camino de hielo. Nada más arriesgado y generador de temor. Pero… siempre hay un pero… esa es la parte que no puedo adelantar. Y es el punto en que pueden elegir ver las espectaculares imágenes de un film con técnica impecable, muy buen elenco que incluye a Laurence Fishburne, Amber Midthunder, Benjamin Walker, y Holt McCallany (casi todos asiduos en este tipo de películas de acción) y bueno, es justo decirlo, algún que otro lugar común y golpe bajo. Si eligen ver una película de acción a la antigua, con catástrofe incluida y una mirada humana, a ritmo de entretenimiento puro y duro, con Riesgo bajo cero tienen la excusa perfecta y es una buena opción.
Emociones que marcan El apego es un acertado trabajo en equipo que parte de la base del intercambio de ideas entre las actrices Lola Berthet y Jimena Anganuzzi, y el director Valentín Javier Diment, quienes tomaron múltiples referencias del cine que gustan disfrutar y de ideas que les parecía válido e interesante desarrollar. Así surge esta película, una excelente muestra de cine que incorpora diferentes estilos y géneros en un mix oportuno en que los protagonistas pueden dar de sí todo lo que son capaces de mostrar en una conjunción creativa en que se disparan miles de elementos confluyendo en un todo que es la historia que se narra. El apego, que estrena hoy con proyecciones en el Gaumont y en el Malba, ganó el premio a Mejor Película en la sección Noves Visions de la 54ª edición de Sitges. “Pensamos en hacer algo juntos con Lola y Jimena; llevé un par de personajes que me interesaban para ellas, y pensamos en cómo armar una historia intensa, entretenida, que tenga un peso y que nos de muchas posibilidades para las actuaciones con estos personajes, esas biografías, y esas referencias. Cuando desarrollamos en una serie de encuentros el argumento, trabajé con ese material y escribí el guion”, contó Diment en la descontracturada conferencia de prensa luego de la exhibición del film. Jimena amplió respecto al proceso: “En las reuniones hablábamos de lo que nos gustaba actuar, e íbamos tirando ideas de lo que queríamos hacer y Javier luego lo escribió. De cualquier modo en el rodaje también fuimos trabajando mucho, pero llegamos allí con bastante información. No es lo mismo que te llamen para una peli, te den el guion y te digan lo que tenés que hacer que partir de un proyecto más tuyo en donde vos pusiste ideas, pensamientos, emociones y cosas desde la raíz y creo que eso también se ve en la película”. Considerando la experiencia creativa compartida respecto de El apego, el film tiene dos partes marcadamente diferenciadas a partir del B&N y su contracara al pasaje al color, como una especie de renacimiento emocional de los personajes principales. Se mueve entre el thriller y el melodrama, y lo hace con soltura, delicadeza, cuidado en el detalle y calidad. El resto del elenco está compuesto por Germán de Silva, Marcela Guerty, Marta Haller, Andra Nussenbaum, Elvira Onetto, Edgardo Castro y Luis Ziembrowsky.
O el aburrimiento del año Eternals es una impresentable muestra de la mala idea de adaptación de los comics originales que deja a los fans afuera, y al nuevo público en general aún más afuera. Hay que tener en cuenta, es verdad, la evolución de los personajes y su universo desde el año 1976 en que hicieron su aparición hasta el día de hoy. Para arrancar, la presentación de los personajes y su contexto se muestra floja y pobre, limitada por lo que pareciera un interés relajado medio patético en trabajar la estructura narrativa. Por momentos lo único que salva la película son los chistes y su articulación con los personajes secundarios, y a veces ni eso alcanza para tapar baches argumentales, flashbacks enloquecedores que se vuelven inentendibles y un sostén poco serio de lo que se cuenta. Algunas expresiones críticas simplonas le pegan a la nueva producción de Disney para el MCU por el lado más ridículo, y en verdad es más sencillo ir a donde de verdad está el problema; en la construcción del guion, y el desorden que pareciera premeditado pero al final se ve que, tal vez, los guionistas apenas lo intentaron. En el afán de comerse el mundo y de hacer algo parecido pero diferente, la distancia emocional con el universo de los Eternals se nota demasiado. Y eso es lo peor que le puede pasar a una historia de este tipo. Si la propia directora, Chloé Zhao, no se cree lo que cuenta, o la emoción no logra traspasar la pantalla… ¿Cómo lo hará/recibirá el espectador? Pero, como dije antes, no es su exclusiva responsabilidad. La herramienta principal de una producción, tan ninguneada que su importancia suele hacer extensiva al desprecio a los guionistas, no la ayuda para nada. Y es que pasar de dirigir Nomadland, una película que arrasó en los premios Oscar, además de los Globo de oro, Bafta e Independent Spirit Awards, no es igual a ponerse a cargo del timón de este “Titanic“. Nada que ver con la antigua disputa sobre cine independiente/serio y comercial, azuzado por las declaraciones que Martin Scorsese hizo hace un par de años. El 90% de las películas del Universo Marvel funcionan, en su justa medida, por lograr un relato armónico que atrajo a los seguidores e incluyó público outsider. Mi recomendación es que, salvo que posean una fe ciega en lo que se puede ver y aún creen en que vale la pena ir a la sala de cine, adelante. De lo contrario, me lo agradecerán.
Lo primero es la familia Para quienes no hayan tenido el gusto de ver alguna vez Los Soprano, Los santos de la mafia será una sorpresa más que agradable. Esta historia basada en los personajes creados por David Chase invitará a más de uno a ir corriendo a su plataforma amiga y ver la historia que sigue, escapando un poco a la montaña rusa actual de contenido que no da prácticamente respiro y no deja lugar para el análisis y, en ocasiones, tampoco para el disfrute. No suelo pensar en la duración de una película para estimar su valía, pero sí es una buena unidad de medida respecto de la construcción de lo narrado. Si dos horas no hacen que mires el reloj y, aún mejor, te quedes con ganas de más, el trabajo fue logrado con éxito. El director Alan Taylor (quien oportunamente dirigió varios episodios de la serie) lleva al espectador en este recorrido por la historia de Tony Soprano “antes de”, como una precuela sumamente interesante y con un elevado sentido de la calidad. Nada de hacer las cosas así como viene para que aparezca dinero. El respeto por lo que se cuenta es esencial, y el caso se da aquí, afortunadamente. En todas partes se cuecen habas dice el dicho, y en la familia en que vive Tony no es la excepción. Buscando una imagen que imitar, y ante un padre algo limitado (interpretado por Jon Bernthal) y una madre (Vera Farmiga) que no logra hacer conexión con su hijo adolescente (Michael Gandolfini), este observa tras bambalinas, y a veces no tanto, algo de la realidad que le espera de adulto y que construye la base de la producción que se mantuvo en pantalla durante seis temporadas. En el recorrido, y mientras Anthony se apoya en su tío Dickie Moltisanti (Alessando Nivola), las piezas de ajedrez se acomodan y con el trasfondo de la sublevación de Newark, como punto cúlmine del plantado del enfrentamiento (que atraviesa en segundo plano la mayor parte de la película) entre afro e italoamericanos, la realidad de la ciudad que será la base de asentamiento de la historia del Tony adulto termina de tomar forma. No es buena idea comparar este film con los muchos otros universos que conocemos respecto de la Cosa Nostra porque cada uno de ellos es diferente en su toque y tienen la mano (y el ojo) de su director. Trazar paralelismos, en este caso, no sería justo para ninguno. La recomendación es disfrutar sin echar mano de una superposición innecesaria. Los santos de la mafia es una película de calidad que funciona como excelente precuela de la serie que le da origen.
Cuestiones del amor Dorados 50, la producción con dirección y guion de Víctor Cruz y Alejandro Vagnenkos, es una película diferente en términos de lo que un documental intimista puede hacer dado que procura indagar ( ya no resolver, tal vez sería demasiado) respecto de las inquietudes, necesidades, vivencias y pensamientos de alguien cercano a los 50 años, quien pretende pensar que aún tiene por delante (como es usual hoy, dadas las posibilidad de sobrevida) 30 años por delante al menos y no es coincidencia que justamente los padres del protagonista y narrador cumplan también el mismo tiempo físico compartir la vida. Es acaso este casi el fin, considerando que tiene parece estar a punto de ver aún una dimensión importante de la historia en este mundo que a nadie le gusta (en teoría), al que todos seguimos atados y viviendo según lo que se pide, y según lo que se impone, también? Eso es lo que parece sentir quien abre las puertas de sus percepciones y procura compartir con nosotros y de igual modo entrar en vínculo con el espectador. El propósito de Dorados 50 es ordenar un poco las ideas respecto de quiénes somos y a dónde vamos para los momentos en que estamos observando qué es lo que viene para el futuro. Y es algo que está muy bien.