La huella de Tara: Mirar el mundo con ojos budistas. El nuevo documental de Georgina Barreiro, presentado en la Semana de la Crítica de Locarno, es un distintivo retrato de una comunidad budista. “En nuestra sociedad moderna, las culturas originarias de todo el mundo se encuentran en riesgo de desaparecer. Podemos aprender de las tradiciones antiguas, de su conocimiento íntimo del ecosistema, del profundo respeto por la naturaleza y de la conexión con sus orígenes. A través de la comprensión podemos construir lazos de respeto, amor y compasión entre nosotros”. Así habla la directora sobre “La huella de Tara”, su película. El documental explora la atmósfera de Khechuperi, una comunidad situada a orillas de un lago sagrado, inmerso en los fascinantes Himalayas al oeste de Sikkim, India. Centrándose en una familia, muestra la vida de 4 hermanos, indagando la relación de ellos con el pasado ancestral y el presente tecnológico. A través de la mirada de las nuevas generaciones, muestra el choque cultural entre sus tradiciones y la globalización que acecha. Todo se ve natural y genuino, el documental está hecho a partir de la propia luz de sus protagonistas y paisajes, hasta cuando tocan el tema de la muerte y sus tantos funerales. “Ícaros” (2014) fue el primer film como directora de Georgina Barreiro, localizado en una comunidad del Amazonas peruano. La película participó en más de 40 festivales alrededor del mundo. Con esta nueva entrega, continúa con el formato de documental antropológico. “La huella de Tara” se dedica a mostrar la contradicción permanente de quienes viven en esa comunidad, desde la sencillez de la belleza, sin buscar juzgar. Es una película que transmite alegría y vale la pena ver para sonreír al unísono con esos niños.
La espía roja: Agradezcan a Judi Dench. No se sabe qué tan necesario puede ser realizar una película de espionaje, donde lo único que sobresale es el nombre de Judi Dench en cartelera. Con esa premisa, llega la cuarta película del director Trevor Nunn. Presentada en el Festival de San Sebastián, “La espía roja” mezcla la biopic, con el thriller político y demasiado romanticismo; lo que da como resultado un licuado retrato de la ideología comunista y la mujer. De origen británico, es una propuesta chata para semejante personaje verídico, como lo fue Melita Norwood, convertida aquí en Joan Stanley, la espía que se dedicó a pasarle datos secretos de los ingleses a los rusos, en contextos como la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Joan Stanley (Judi Dench) es una anciana bibliotecaria que está siendo interrogada por su colaboración, cuando joven, con la KGB soviético, filtrando información confidencial británica. La historia es narrada a partir de flashbacks y flashforwards continuos para, al mismo tiempo, contar lo sucedido cuando Joan (Sophie Cookson) era una joven estudiante de física en Cambridge. En la Universidad conoce a Sonya (Tereza Srbova) y su primo Leo (Tom Hughes), dos militantes comunistas, que influirán en su manera de pensar y actuar. Luego, siendo parte del equipo que investigaba para crear la primera bomba nuclear, contratada por Max Davis (Stephen Campbell Moore), se dedica a pasar datos sobre los proyectos de armas atómicas a los soviéticos. El personaje principal, como se dijo, cuenta con 2 caras: Judi Dench en la actualidad y Sophie Cookson en el pasado. Sin duda, Dench, es el “gancho” de esta película, gracias a su prestigiosa carrera, aunque no sea quien más tiempo aparece en la cinta. La actriz con 7 nominaciones al Oscar, es por todos conocida por ser M en varias entregas de la saga James Bond. Es de destacar que su único Oscar es por una actuación de 7 minutos en “Shakespeare apasionado” (1999). En “La espía roja” sólo tiene breves escenas, como justificando los 2 tiempos de la narración, mediante el interrogatorio. La cámara se centra en primeros planos de ella, casi siempre pensativa, como para dar pie a ir y volver en el tiempo. Sophie Cookson tiene una participación extensa (se podría decir que es la verdadera protagonista) y aceptable, no llama la atención su actuación, al igual que la del resto del reparto. Dirigida por Trevor Nunn, famoso director teatral, pero con sólo 4 películas en su carrera, a “La espía roja” le falta fuerza; toca el tema de espionaje tan superficialmente que no se puede decir que ese sea su género. El énfasis está puesto en el triángulo amoroso de Joan y sus amantes, que tampoco logra subyugar al espectador porque, además de tibias, son historias donde queda en evidencia que todos los hombres la controlan y menosprecian, además de diluir la posible mirada histórica sobre los hechos. En conclusión, es un melodrama que no aporta nada novedoso, uno más del montón. Se termina perdiendo en momentos romanticones lentos en los que ninguno de los hombres tiene genuino interés en Joan. Es frustrante que la historia sea aburrida y fría, cuando se contaban con tantos elementos a su favor para generar contenido interesante y con la presencia de Dench.
Viaje al cuarto de una madre: El dolor del nido vacío. La ópera prima de la sevillana Celia Rico Clavellino es un drama intimista sobre la relación simbiótica, casi asfixiante, entre madre e hija. La película española plantea la cotidianeidad de 2 mujeres y el conocido “síndrome del nido vacío” cuando la hija decide emigrar de España. ¿Cómo se sigue con la vida a la que estamos acostumbrados ante un cambio así? ¿qué sucede con las rutinas familiares? “Viaje al cuarto de una madre” narra la historia de Leonor (Anna Castillo) y su madre Estrella (Lola Dueñas), una costurera viuda, que ocupa su tiempo viendo series y estando pendiente de su hija, con la que convive. Leonor ha tomado el trabajo, por herencia, en la sastrería donde trabajaba su madre; pero ella no es feliz haciendo eso, por lo que decide estudiar y trabajar en Londres. La película propone un introspectivo viaje a las reacciones de las 2 mujeres a partir de la decisión de una de ellas. Por un lado, los anhelos y la libertad al salir del seno materno; por el otro, la falta de motivación para seguir delante de la madre, ante la falta de su hija en casa. Los silencios lo dicen todo sobre esta relación entre madre e hija. El guion muestra íntimamente ambos mundos de estas mujeres que están en procesos de fuertes cambios, nunca habían estado separadas y la muerte del marido de Estrella había estado calando hondo en la búsqueda de libertad por parte de Leonor. Los mínimos detalles, las ausencias y los recuerdos dolorosos son protagonistas tácitos de la historia. Lola Dueñas – “Mar adentro” (2004), “Volver” (2006)- se destaca en un rol que merece todo tipo de elogio, más teniendo en cuenta que la actriz española no suele sobresalir en sus papeles, y Anna Castillo – Fuera de foco (2015), “El olivo” (2016) – en el papel de hija llena de conflictos internos y presiones por ser buena hija. Ambas realizan un gran trabajo, logrando un feedback interesante entre las necesidades de cada una, en un ambiente claustrofóbico, generando una sensación asfixiante en el departamento donde sucede casi todo, como en la relación materno – filial. La ópera prima de Celia Rico Clavellino tiene una fuerza diferente, la cual acompañan a la perfección sus protagonistas, mostrando, desde distintas aristas, la autoridad, la dependencia y una dialéctica en la que no hacen falta las palabras. Puede parecer aburrida debido a su tono monocorde, pero las grandes interpretaciones hacen interesante la película, de principio a fin. Desde la completa sutileza, sin golpes bajos, profundiza en los sentimientos y sensaciones de madre e hija, a través de sus desencuentros. “Viaje al cuarto de una madre” ahonda en la separación, por primera vez, de madre e hija, en un espacio único y agobiante, con una extenuante carga psicológica, pero sin llegar a ser ese drama que el espectador espera ante semejante situación inicial de co-dependencia materno – filial, sino una historia sobre el amor y sus mil formas de sobrevivir.
Una historia tibia Marco Berger crea una historia de “chico conoce chico”, donde es fuerte el deseo, pero también lo que dictan sus conciencias. Cuerpos que arden de deseo, amistad y ternura entre dos jóvenes, es lo que propone Un rubio. Una casa compartida, amor homosexual, cuerpos masculinos, tensión sexual, confusión y el dolor del adiós, es todo lo que se ve en este diálogo entre prejuicios y secreta excitación. La historia tiene como protagonistas a Juan (Alfonso Barón) y Gabriel (Gaston Re), que son compañeros de trabajo. Gabriel se muda a la casa de Juan, un mujeriego bastante exhibicionista, que está saliendo con una chica por la que no muestra ningún cariño. Ambos parecen cumplir con los cánones de masculinidad establecidos por la sociedad. Gabriel es el rubio tímido, callado, padre de Ornella (Malena Irusta), viudo, con una relación amorosa heterosexual con una chica a la que vemos solo una vez (Ailín Salas). Aunque de a poco comienza el deseo, sin saber si será correspondido, que se hace carne en una relación puramente sexual a escondidas, que luego se completará con ternura en un trazo más profundo, donde se resignifica la identidad de los personajes. Se crea una necesidad íntima de compañía, proyectos y, sobre todo, amor. Tras la dirección de Ausente (2011), Mariposa (2015) y Taekwondo (2016), Marco Berger regresa al cine con esta película. Sus films abordan temáticas audaces, con una mirada provocadora, esta vez con el homoerotismo como marca. Todo el cine es heterosexual y nadie lo cuestiona. Berger pone el énfasis en lo masculino, el cuerpo, su belleza, el sexo, no sin recordar que, en el mundo en que vivimos, lo gay masculino incomoda. Actualmente, el director tiene una película terminada sin estrenar, El cazador; está en proceso de edición del documental El fulgor, con Martín Farina, y escribiendo un nuevo guion. En definitiva, la película no aporta nada nuevo. Intenta decir más lo que le llega a expresar. Con ritmo lento, cuenta un amor homosexual que, de no tratarse de dos hombres, no dejaría nada memorable en el espectador. La repetición de objetos que no hacen a la historia, como el tren, marcos de puertas y ventanas, escaleras, el mate, solo hace más lento el relato dosificando lo relevante de la historia como con cuentagotas. Como detalle positivo, es destacable que los personajes no son los mismos gays estereotipados, cerca de la burla, de siempre, sino que los naturaliza, como debe ser, aunque esto no sea suficiente porque, sin una trama llamativa, Un rubio es una película tibia, de casi 2 horas de duración, que termina aburriendo.
Los libros de la buena memoria Valerio Mieli presenta Ricordi?, una delicada película sobre la memoria, exhibida a partir de distintos recuerdos de una historia de amor. Así, uno de los personajes admite que “El recuerdo miente, hace bonitas las cosas que no lo eran porque si no la vida sería insoportable”. ¿La nostalgia convierte todos los recuerdos en bellos? Con esta pregunta, Mieli nos adentra en Ricordi?, una película en la que se cuenta, de principio a fin, una historia de amor a través de los recuerdos de los protagonistas. En sus 106 minutos, expone imágenes, sin orden cronológico, jugando entre pasado, presente y futuro, los recuerdos de él (Luca Marinelli) y de ella (Linda Caridi), como flashes en la memoria de cada uno, un emotivo viaje a sus psiquis. Dicho así, parecería una película difícil de comprender, pero no dejan de ser eternas evocaciones a la historia de amor que tuvieron y cómo llegaron al presente. También se mezclan las remembranzas de Marco (Giovanni Anzaldo), amigo de la infancia de él, y los de la “ragazza rossa” (Camilla Diana), aquella pelirroja deseada por el protagonista en su juventud. Los protagonistas se conocen, se enamoran y comienzan a vivir una vida juntos. La historia comienza con la fiesta en donde se conocieron, ella la recuerda colorida, con colores alegres y música sonando; él, en cambio, todo triste y gris. Dos miradas radicalmente opuestas, pero ambas posibles. Ella encarna la alegría, sin pasado que lamentar, sin malos recuerdos de la infancia, entusiasta y con una sonrisa permanente. Por el contrario, él es un hombre atormentado por su pasado, pesimista y melancólico. Con el tiempo, los roles van mutando. Ella se vuelve intolerante y dubitativa; él un poco más esperanzado y poniendo algo de luz a su visión de las cosas. Pero ya es tarde. Coqueteando con lo onírico constantemente, se muestra como los humanos exageramos, poniendo en un pedestal algunos bellos recuerdos, como para enviar a los subsuelos del infierno los más desagradables. En el medio, la manipulación, las formas de ver el mundo, las diferencias de opinión y la personalidad de cada uno, atraviesan por completo esos recuerdos, completamente subjetivos. Es de destacar que los protagonistas no tienen nombre ni edad, la historia podría ubicarse en cualquier época y en cualquier lugar del mundo. Todo vale en esos recortes nostálgicos de lo que parece haber ocurrido para uno o para otro. Escrita y dirigida por Valerio Mieli, quien hace casi 10 años también tuvo esta doble función en Dieci inverni (2009), este es su segundo largometraje, luego de muchos años de investigación sobre la complejidad de la memoria. Desideria Rayner (La città ideale, 2012 y Tito e gli alieni, 2017) es la encargada del excelso montaje, minucioso al extremo, exhibiendo los mecanismos de la memoria de manera que la historia sea comprensible. La edición, música, iluminación y ambientación amalgaman, de forma única, las escenas para orientar al espectador en todo momento, a partir de sensaciones, colores, aromas, sin necesidad de explicaciones redundantes. Encuadrada como una simple historia de amor, es una obra compleja donde convergen puntos de vista de manera filosófica. Una película existencialista que puede ser comparada (¿por qué no?) con Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004) por la intensidad de esos recuerdos trastocados por todo tipo de factores. La poesía de las imágenes que trascienden lo puramente visual para generar profundas sensaciones invita al espectador a disfrutar de cada plano único, a emocionarse hasta las lágrimas con los recuerdos románticos, y algunos desgarradores, todo a través de la belleza del relato. Ricordi? es una película que traspasa fronteras a partir de la delicada narrativa y las excelentes interpretaciones, logrando un éxito en el cine italiano actual, que vale la pena disfrutar y reflexionar acerca de los grandes amores, la nostalgia y la subjetividad de la memoria.
El emperador de París: Francois Vidocq vuelve al ruedo, y van… Esta vez, el legendario ladrón francés vuelve al cine interpretado por el gran Vincent Cassel, en una película épica histórica que deslumbra por su actuación y estética de época, más que por su contenido. El emblemático Francois Vidocq ha sido llevado a la pantalla grande muchas veces, aunque la más conocida fue la interpretada por Gérard Depardieu en “Vidocq” (2001). Dirige Jean-Francois Richet, quien ya tuvo a Cassel al mando en tres oportunidades –“L’instinct de mort” (2008), “L’ennemi public n°1” (2008), “Un moment d’égarement” (2015)-, pero ninguna se estrenó en nuestro país. Persecuciones, peleas callejeras, sangre, venganzas, trampas y aliados en la prisión, clases socioeconómicas antagónicas, algún amorío y negocios turbios con la burocracia política, a principios del siglo XIX en momentos en que Napoleón acaba de coronarse Emperador. Todo esto en una superproducción con un presupuesto de más de 20 millones de euros. La película narra la historia, en medio del Imperio Napoleónico, de François Vidocq, famoso ladrón, el único que ha conseguido escapar de las más grandes cárceles francesas, es una leyenda de los bajos fondos parisinos. Dado por muerto luego de su huida tirándose al mar desde un barco-prisión junto a Nathaniel de Wanger (August Diehl), trata de pasar desapercibido como un comerciante de telas inglesas en París. Tras conocer a la bonita y joven Annette (Freya Mayor), con quien convive un tiempo enamorado, vuelve a ser encarcelado, acusado de un asesinato que dice no haber cometido. Allí, negocia su libertad a cambio de cooperar con la policía, llevando a criminales y ex compañeros de prisión a la cárcel, lo que conlleva al odio de todos, que ponen precio a su cabeza. Vincent Cassel, como ya es costumbre en su versatilidad, compone un papel excelente en esta nueva adaptación del personaje llevado tantas veces a la pantalla grande. Como se mencionó antes, uno de ellos fue Gérard Depardieu, y cabe destacar que Cassel está a altura. Los personajes secundarios interpretan de manera atractiva roles también importantes en la historia. Se destaca principalmente Fabrice Luchini –“Beaumarchais l’insolent” (1996), “Molière” (2007), “Dans la maison” (2012)-, como Joseph Fouché, que en la vida real es casi desconocido, aunque es interesante su historia ya que su principal destreza fue “pasarse de un bando a otro” en lo que política concierne, quedando bien siempre con el gobierno de turno. Además, Olga Kurylenko –“Hitman” (2007), “Oblivion” (2013) es la baronesa Roxanne de Giverny, que siempre está cerca del poder. Patrick Chesnais – “Le scaphandre et le papillon” (2007), “Les beaux jours” (2013) es Monsieur Henry, cuya única preocupación es recibir la Legión de Honor. En síntesis, “El Emperador de París” se nutre de la actuación de Cassel, sumado a una esmerada ambientación de París en esa época y excelso vestuario. Queda como primordial la cuestión estética antes que la narrativa que, sin ser novedosa, podría ser más fiel a la historia real o, por lo menos, más fresca aportando datos del real Vidocq que hubieran quedado atractivos. Finalmente, es una película de acción que aúna varios elementos sin lograr tener ningún tipo de rigor histórico. Cumple con el objetivo de entretenimiento en base a las aventuras del personaje.
Astrogauchos: Delirio pop argento. Ezequiel Tronconi y Laura Laprida protagonizan “Astrogauchos”, la nueva película dirigida por Matías Szulanski, donde un físico desea ganarle la carrera espacial a Estados Unidos y Rusia en los 60´s. Absurda. Ese es el adjetivo que le cabe a esta película. Puede que eso denote una connotación negativa, pero este no es el caso. Szulanski vuelve con una película divertida, delirante, con personajes ridículos y burlas a la Argentina de esos años de gobierno de facto. “Astrogauchos” narra la historia de Emilio (Ezequiel Tronconi), un científico que, en 1966, desarrolla un programa espacial para que Argentina llegue a la luna, ganándole la carrera espacial a Estados Unidos y Rusia. Emilio cree que espías rusos robaron el proyecto Sputnik, por lo que, siendo vice-ministro de un Ministerio, hace campaña para poder participar de la competencia aeroespacial. A partir de ese momento, todo se convierte en un mundo de situaciones bizarras y exageradas sobre él mismo, sobre la política tan burocrática argentina, la gente que lo rodea, los negocios y la cultura. Como una parodia, aparecen personajes que quieren sacar provecho, como el ministro Etchegoyen (Alberto Suárez), que contrata muchísimas secretarias y empleados en puestos ridículos. Luego, surgirán nuevos interesados en el proyecto que harán todo más terrible para el protagonista y delirante para el espectador. Por otro lado, Emilio tiene una novia sin ningún sentimiento hacia él (Laura Laprida), con un parche siniestro en el ojo. Y sus amigos, que a veces, es mejor perderlos que encontrarlos. Todos destratan a Emilio, pero el ser tan pedante, no ayuda a que alguien genere empatía con él. Ezequiel Tronconi protagonizó las películas Congreso (2013), Veredas (2017), Ojalá vivas tiempos interesantes (2017), además de codirigir El encanto (2018), aun no estrenada. Su gran actuación se acentúa con el tono distinto de los demás personajes, lo que denota lo desopilante de las situaciones en las que se ve involucrado y cómo lo ven los demás. Laura Laprida participó en varias ficciones para TV como Millenials, Historia de un clan y Campanas en la noche. El elenco lo completan Alberto Suárez, Fabián Arenillas, María Eugenia Rigon, Alejandro Jovic y Débora Nishimoto, entre otros. Por su parte, el director Matías Szulanski dirigió y produjo los largometrajes Reemplazo incompleto (2016), Pendeja, payasa y gorda (2017), Recetas para microondas (2018) y En peligro (2018). La película se basa en ciertos recursos estéticos para lograr una historia surrealista y bella, al mismo tiempo, como la repetición de acciones para darle énfasis, los perfectos encuadres simétricos, a los Kubrick o Anderson, algunos planos que parecieran estar al revés. Además, la música y los colores son protagonistas en cuanto a que proporcionan datos de la época, haciendo de la Argentina de Onganía, una más pop. Como se mencionó al principio, es una película absurda, pero ello no le quita importancia a lo que tiene que decir. La frustración como sensación repetida en el protagonista, el no saber qué hacer, hace que el espectador se frustre con él y quiera encontrar una salida, ya que, dentro de todo, no todo lo que dice son sinsentidos. Es algo distinto el mostrar una Argentina colorida en esos años, cuando se estaba bajo un gobierno de facto. Acá todo es colorido y las preocupaciones son otras, aunque además es interesante en cuanto a lo cultural, la frustración de un joven que tiene todo para triunfar y hacer exitoso a su país, pero es el mismo gobierno quien le pone palos en la rueda, haciéndolo perderse en un laberinto, por lo menos, bizarro.
Ni en tus sueños: Bella y Bestia son… A partir de una típica comedia romántica hollywoodense, Seth Rogen y Charlize Theron, con una química infalible, brindan una película que pasa del cuento de hadas a la sátira política. Ni en tus sueños moderniza los tópicos de la comedia romántica norteamericana de “chico quiere a chica”, invirtiendo los roles, dando a la mujer un lugar de preponderancia y burlándose del sistema político estadounidense a cada rato. No será “la película del año” pero es entretenida, con mensajes valiosos que van del ambientalismo a los estereotipos de belleza. En sus casi 2 horas de duración, se toma su tiempo para presentar a los personajes en profundidad, logrando que el espectador se sienta cómplice de sus aventuras y romances. La primer escena comienza con Fred Flarsky (Seth Rogen), periodista judío, infiltrado en una reunión de neonazis y, al ser descubierto, escapando tirándose por una ventana. Esto da cuenta del tinte que tendrá el film. La película narra la historia del romance de la reconocida Secretaria de Estado Charlotte Field (Charlize Theron), que aspira a la Presidencia de los Estados Unidos, y Fred Flarsky (Seth Rogen), el periodista de espíritu libre que se viste y vive como un adolescente. No tienen nada en común, salvo que ella fue su niñera cuando él era un preadolescente. Después de muchísimos años, se reencuentran en un evento político y hay una chispa que se enciende. Ella lo contrata, casi impulsivamente, para que sea su redactor de discursos más amigables para los ciudadanos, lo que inicia una relación laboral y amorosa extraña, graciosa y ridícula de a ratos. Habrá que ver si estas personas de mundo tan distintos pueden ser felices juntos ya que, desde ya, Fred no tiene la imagen esperada para ser la pareja de Charlotte. Lo mejor de la película es la excelente química entre Charlize Theron y Seth Rogen, plagados de chistes, y momentos desopilantes que se ven naturales. Quien haya tenido la idea de juntarlos se merece un premio. Claro que la sola presencia de Rogen da el indicio que el público no parará de reír, aunque la actriz ganadora del Oscar por “Monster” (2003) sorprende gratamente en este papel de comediante. Es la clásica pareja dispareja de las comedias románticas. Las interpretaciones lucen naturales en una comedia ligera y efectiva. Jonathan Levine, director conocido por películas como “50/50” (2011) y “Warm Bodies” (2013) magnifica situaciones inverosímiles de los protagonistas para crear esa conexión que se nota entre ellos todo el tiempo, eso hace más creíble el romance. Asimismo, los personajes secundarios tienen una pregnancia muy fuerte en la historia, por lo que logran ser memorables para el público. Se destaca Bon Odenkirk (“Better Call Saul”, 2015-) como el presidente de Estados Unidos que, proviene de la actuación en TV y está por abandonar su carrera política para dedicarse a ser actor de cine. Alexander Skarsgård (“The Aftermath”, 2019) interpreta al guapo y un poco tonto Primer Ministro de Canadá, quien parece ser la pareja perfecta para Charlotte. Además, difícil de reconocer por el maquillaje y las prótesis, Andy Serkis (“Black Panther”, 2018) es Parker Wembley, un magnate de los medios muy manipulador. June Diane Raphael (“The Disaster Artist”, 2017) como la asistente estricta de Charlotte, intransigente pero que quiere lo mejor para su jefa. Aunque no tiene ningún giro sorprendente, es una comedia muy buena. Logra su cometido: mantener al espectador a las carcajadas la mayor parte del tiempo. Tiene el humor típico norteamericano de antes y el público se levanta de la butaca sonriendo, lo cual en estos tiempos, es un gran logro. El humor ácido, la sátira política y los constantes gags se hacen carne con la historia de amor de estas dos personas completamente opuestas. Todo lo trillado de la película funciona bien y muestra esta idea de mujer empoderada y hombre perdedor que se enamoran y sacan lo mejor del otro. Chistes escatológicos, variedad de referencias a series, música y a las décadas del 80 y 90 propiamente dichas, hacen menos edulcorado ese romance y fortifica la trama. Aun con desenlace predecible, es una película que hace reír con la fórmula clásica de comedia romántica.
La visita: Pero el amor es más fuerte. Luego de su paso por BAFICI, se estrenó el nuevo documental de Jorge Colás, que se dedica a mostrar las historias de mujeres atravesadas por el dolor, la bronca, el amor y el deseo. 500 mujeres llegan todos los fines de semana al pueblo de Sierra Chica, ubicado a 350 km de Buenos Aires, para visitar a los presos de la Unidad Penal n° 2, que aloja a unos 4000 detenidos, distribuidos en distintos pabellones. Es una de las cárceles más famosas del país y, por ello, ha servido de material para varias películas, aunque “La visita” es completamente diferente y eso ya es un loable mérito. El documental se centra en los visitantes, esas mujeres que todos los fines de semana visitan a sus familiares en prisión. Desde el amanecer, llegan solas o con sus pequeños hijos y nietos, como pueden, en bus, caminando, en remis… Todas ansiosas por ingresar. El almacén del “gallego” es el punto de encuentro antes de la visita. Ese peculiar personaje, dueño del establecimiento, hace las veces de “padrino mágico” de estas mujeres que ahí cargan sus celulares, guardan sus bolsos, se planchan el pelo y compran la comida para compartir dentro del penal. Esa solidaridad, obviamente remunerada porque de eso vive el gallego, es sumamente preciada por las chicas que hacen chistes con él y se sienten contenidas por un ratito. Bibi es LA protagonista de la película, por así decirlo. Fiel militante del cuidado de su marido, un preso reincidente, dejó su Santa Fe para ir a vivir a una humilde casa en Sierra Chica para poder estar más cerca de su amado. Su solidaridad y calidez matan las ausencias, convirtiendo su propia casa en una pensión para esas chicas y mujeres, todas distintas, con diferentes historias de vida pero la misma ilusión de ver a su ser querido. Entre ellas, se aconsejan, se acompañan, hay algunas que enseñan a otras la forma de comportarse en lo que respecta al sistema penitenciario, o cómo maquillarse o peinarse para verse más bonitas en sus visitas. Colás ya tiene una importante trayectoria con documentales que llaman la atención por su cercanía con la ficción, por lograr que el espectador se olvide que está viendo la vida misma y piense, aunque sea por un rato, que se trata de una historia fantástica que el director creó. Así logra una belleza inusual en este subgénero de documentales sobre temas tan miserables y tristes, como la marginalidad social, tanto en “Parador Retiro” (2008), en “Los pibes” (2015) y ahora, con “La visita”. La cámara no se entromete en la vida de las mujeres, sólo muestra discretamente cómo suceden las cosas, las actividades y los diálogos, sin intentar castigarlas ni justificar uno u otro pensamiento, porque claro, entre ellas también hay formas de ver y pensar muy disímiles, aunque todas sienten el mismo dolor, la misma incertidumbre. Además de esta silenciosa mirada, hay algunas entrevistas para conocer más datos sobre esas valientes mujeres. “La visita” es una película imperdible dada la novedosa mirada sobre el mundo que rodea a las cárceles. Justamente, Colás se dedica exclusivamente a quienes visitan el penal, cómo viven esos momentos de ilusión, espera y ansiedad esperando la próxima vez que vayan a ver a su ser querido, pero sin acudir a los golpes bajos. Todo es el afuera. El interior del penal queda excluido. La narración llega hasta los muros de la cárcel, no va más allá. Y eso se agradece mucho, da un aire fresco a los documentales y dan ganas de esperar el próximo de este exitoso director.
Dolor y Gloria: Sin el cine, mi vida no tiene sentido. Lo nuevo de Pedro Almodóvar está lleno de cosas que el cineasta quiso decir pero nunca dijo sobre sí mismo. Tras una película que parece sencilla, se encuentra una historia autorreferencial, compleja pero de fácil acceso y repleta de recursos metanarrativos. Cada nueva obra de Almodóvar revoluciona el cine actual, por lo menos en el ámbito europeo y, parece ser, que su película más personal, directa y dolorosa, no es la excepción. La misma nos muestra a un director de cine, afligido por terribles dolores, tanto físicos como emocionales, que lo tienen en el final de su carrera, o quizás de su vida también. Así comienza un camino retrospectivo en el que se reencuentra, en el presente y en los recuerdos, con personas y momentos importantísimos de su historia. El autor se propone mostrar su vida protagonizada por el sufrimiento, los dolores crónicos, los reencuentros, los recuerdos, las pérdidas, las compañías y la necesidad de redención. Pedro Almodóvar presenta la obra más personal de su carrera, tratando la autoficción de manera intensa pero sin caer en el egocentrismo extremo. El autor se desnuda sin reparo alguno, cuenta cosas que nunca había contado, desde una ficción muy cuidada que se mezcla con sus propios recuerdos. La historia narra la vida de Salvador Mallo, un cineasta que vivió la gloria en los 80´s y que ahora, en un stop creativo debido a unos terribles dolores crónicos, recibe la invitación de la Cinemateca de Madrid para proyectar su película “Sabor”, hecha 32 años atrás (lo cual es una clara reminiscencia a “La ley del Deseo”, el film de Almodóvar que cumple 32 años también). Charla con Cecilia Roth (que sólo tiene ese cameo) y se contacta con el actor de esa película, Alberto Crespo (Asier Etxeandia), con quien estuvo peleado desde esa filmación. En ese reencuentro, Salvador prueba la heroína y la comienza a consumir para aliviar sus constantes dolores. Ese consumo, que se torna habitual, lo hace rememorar a su madre cuando él era sólo un niño, durante la etapa en la que vivían en una casa-cueva de Paterna, su amor por la literatura y su primer fantasía sexual, lo que se intercala con los recuerdos más recientes de su madre, cuando la cuidó en sus últimos días de vida. Además, también se reencuentra con el amor de su juventud, Federico (Leonardo Sbaraglia). Es el retrato de una persona a la que le queda hacer las paces con los suyos y consigo mismo, como un proceso de redención. Los personajes tienen mucho de onírico, donde el caso de la madre es el más representativo, que hace que en las escenas finales, uno se pueda replantear toda la película. Así, no explica en demasía, dejando librado a la imaginación del espectador lo que realmente sucedió a partir de esos recursos metanarrativos, que tanto gustan al director. Antonio Banderas hace del ‘alter ego’ de Almodóvar. Ganador de la Palma de Oro al Mejor Actor, interpreta al cineasta en una versión ficcionada, con movimientos suaves, tic nerviosos, formas de vestir y densos diálogos, con una pasión que denota su devoción por la actuación en el cine español y el amor que existe entre el director y Banderas (ya trabajaron juntos en 6 películas). Asier Etxeandia tiene un monólogo teatral que, además de emocionar hasta las lágrimas, se convertirá en un discurso clásico en el cine almodovariano. Penélope Cruz, es la madre de Salvador cuando éste es pequeño. La actriz que siempre hace de madre en las películas de Almodóvar, logra emocionar hasta las lágrimas con su interpretación. Julieta Serrano es su madre en los últimos años. La historia fluye naturalmente gracias a un guion muy trabajado, alivianando la compleja estructura de la película. Almodóvar se expone a través de Salvador en un todo: el departamento es igual a la casa del autor (dicen), los dolores crónicos que padece, la vestimenta, la saturación en la paleta de colores, los gustos cinematográficos (aparece “La niña santa” de Lucrecia Martel en la TV). “Dolor y Gloria” es una película dura, pasional, emotiva y dolorosa que toca temas en profundidad, permitiendo distintas lecturas, como el dolor, el ocaso de una carrera y la redención. Propiamente, es el alma de Almodóvar, tratada con una estética simple y una narrativa dual, entre lo real y lo onírico, entre el final y el renacer, que sólo los grandes pueden lograr. Esta película demuestra que todo artista es un poco narcisista y lo fácil que es agarrarse fuerte del dolor, cuando la gloria está a la misma distancia.