Nadando por un sueño: una pieza redonda entrará en un agujero cuadrado. Gilles Lellouche nos brinda su primer película como director, una comedia dramática, no justamente innovadora pero que funciona gracias al soñado elenco y su enorme corazón. “Le grand bain” está protagonizada por Mathieu Amalric, Guillaume Canet, Benoît Poelvoorde, Jean-Hugues Anglade, entre otros, lo que hace que se eleve el nivel por encima de la media de este tipo de historias. En plena crisis de los cuarenta, con problemas económicos, laborales, amorosos y familiares, un grupo de hombres decide formar el primer equipo nacional de natación sincronizada masculino. A lo largo de los entrenamientos, hallarán un espacio de contención y conformarán una amistad para poder hacer frente a las adversidades, tanto en lo deportivo como en lo personal. Saliéndose de los estereotipos y gracias al trabajo en equipo, podrán sacar lo mejor de sí mismos y volver a ilusionarse con la vida misma. Se trata de la ópera prima (su primer largometraje) del ya actor Gilles Lellouche (“Rock’n Roll”, 2017, “Mea culpa”, 2014), que también es el guionista. Aunque la historia no es nueva: está basada en un hecho real sobre un equipo de nado sincronizado sueco. Además, ya se hizo la película “Swimming with men” (2018), narrando exactamente lo mismo. Claro que es de esperar que, como viene sucediendo, hagan muchas versiones de diferentes nacionalidades (tal como sucedió con la italiana “Perfetti sconosciuti”, 2016). En un elenco que es superlativo, se destacan sobremanera Mathieu Amalric (“Le scaphandre et le papillon”, 2007), Guillaume Canet (“Doubles Vies”, 2018), Benoît Poelvoorde (“Le tout nouveau testament”, 2015) y Virginie Efira (“Elle”, 2016) y Leïla Bekhti (“Tout ce qui brille”, 2010). La química de este grupo de actores se vislumbra sobre todo en los momentos más hilarantes y frescos. Cada uno se complementa a los otros y a la historia de una manera única; al igual que hacen los personajes que, de no haber sido por el nado sincronizado, nunca hubiesen entablado relación entre ellos. Con motivo de la competencia deportiva, se entrelazan todos sus problemas y el director logra que sus más 8 protagonistas se luzcan ampliamente. La banda sonora es un gran acierto en la película, donde se puede notar ese halo nostálgico que acompaña a los protagonistas con ganas de encuadrar de nuevo en la vida actual. La utilización de canciones ochenteras como “Easy Lover”, de Phil Collins y Philip Bailey, o “Everybody wants to rule the world”, de Tears for Fears. Además, hacen uso de cámaras lentas que, junto a las escenas en el agua, le aportan belleza y elegancia. “Le Grand Bain” es una película sencilla, para entretener y emocionar a partir de la típica fórmula de la competencia deportiva. Ciertamente, el espectador puede asociarla a otras como “Dodgeball” (2004) o “Campeones” (2018), entre tantas otras que, con caminos parecidos, llegan al mismo resultado. Asimilable al “The Full Monty” (1997), de Peter Cattaneo, donde hombres bastante perdedores y perdidos en sus vidas cotidianas, encuentran una actividad que los saca de la rutina y los motiva a encontrar una pasión. Mientras que en la primera era haciendo striptease, aquí es practicando nado sincronizado. En resumen, “Nadando por un sueño” es una propuesta poco innovadora pero entretenida. Hace que el espectador pase un buen rato y se quede con una agradable sensación. Es una película hecha con corazón, aunque predecible, logra emocionar con su mensaje sobre seguir los sueños hasta hacerlos realidad. Así, Lellouche le pone fin a esta historia: “Algo es seguro, ni el más escéptico lo pondrá en duda: si realmente se lo desea, una pieza redonda entrará en un agujero cuadrado. Y viceversa”.
Rocketman: Lujo y delirio de un solitario divo. Esta biopic sobre Elton John bien podría ser un gran espectáculo de Broadway. Es un musical con un frenesí exagerado y una emotividad que toca las fibras más delicadas. Taron Egerton canta, baila y actúa con una energía desorbitante. Utilizando como eje principal una sesión de AA o Adictos a cualquier sustancia/actividad, Elton va narrando su maravillosa carrera musical y sus terribles traumas de toda la vida, presentándose como “adicto al alcohol, a la cocaína, a las pastillas recetadas, a todas las drogas, al sexo y a las compras”. A partir de esa primera escena, el protagonista se mezcla en situaciones reales y oníricas en las que los personajes de su vida (incluso su YO infantil) hacen un número musical fantástico, contando el motivo por el que llegó hasta ahí. La película narra la historia de ese joven multimillonario que debió luchar contra su familia, y los fantasmas que le quedaron; la timidez, la soledad y los prejuicios por la potencia de su presencia extravagante que, antes de un gran show, decide correr a internarse en una clínica de rehabilitación. Desde allí, empieza el relato de su infancia caótica, su talento, su éxito y sus golpes en la vida. Hasta ahí llega. No tenemos al Elton de la actualidad, sino que termina en el momento de la primer escena donde se interna para rehabilitarse de sus adicciones. Todo está contado desde el punto de vista del artista, lo que le da un valor añadido ineludible (además del hecho de estar vivo y seguir siendo un ídolo), ya que pareciera que él mismo hubiese escrito el guion para colocar a todos su alrededor en su contra y así ser víctima de su autodestrucción. Quizás a la película le falta un poco de autocrítica sobre el propio artista ya que sus problemas son por culpa de otros. Todo es a partir de sus traumas: el padre, la madre, su pareja, su homosexualidad. Dexter Fletcher es el encargado de llevar la vida de Elton John al cine, luego de haber sido quien terminará “Bohemian Rhapsody”, tras el despido de Bryan Singer. Son 2 películas diferentes que no debieran ser comparadas. “Rocketman” es un producto completo, consistente con su objetivo: mostrar al artista británico, a la persona sufrida detrás del artista, y realzar su música. La verdadera estrella de “Rocketman” es su protagonista. Taron Egerton ha demostrado que le sobra nivel de actuación, carisma y canto. Todo se ve muy bien exprimido por el actor que aprovechó esta oportunidad al máximo. Cada escena es jugada, tiene un coraje enorme para la interpretación del divo. Además, se destaca la química que Egerton tiene con sus compañeros de elenco, sobre todo con el personaje de Jamie Bell (Bernie Taupin), letrista de Elton John y mejor amigo desde sus comienzos. Su amistad es lo más conmovedor de la película. Esa vida de excesos se muestra en detalle, pero muy cuidado al estilo Hollywood, el desayuno con alcohol, la cocaína hasta que sangre la nariz, el sexo gay. Hablando de ello, esa escena en la que Elton y John Reid (Richard Madden) se desnudan en la cama, entrelazando las piernas es, sin duda, una de las mejores de la película. Loable es que se utilizan a los propios actores como intérpretes de las canciones, no sólo a Egerton, sino el pequeño Elton, su madre, su padre, su abuela, su manager, el escritor de sus letras. Todos cantan y actúan. Es cierto que es en formato musical, pero no solo en cuanto a ver al protagonista tocando sus emblemáticos temas, sino a escenas coreográficas narrando parte de la trama en formato musical. Las canciones no siguen la cronología real pero se adaptan perfectamente al relato. Para los fans de Elton, es un espectacular repaso de éxitos: “Saturday Night’s Alright”, “Tiny Dancer”, “Your Song”, “Sorry Seems To Be The Hardest Word”, “Goodbye Yellow Brick Road”, “Tiny Dancer”, “Your Song” o “Crocodile Rock”. Y esto con los brillos, plumas, zapatos de colores y gafas extravagantes que merecen. El trabajo de vestuario es de primerísimo nivel. “Rocketman” es una película potente, biopic en forma de musical, donde se muestra al británico Elton John en todo su esplendor y en la caída más profunda. No se esfuerza por disimular la homosexualidad, sino que se toma como algo natural y lo convierte en un tema importante en la historia. Egerton no se limita a “imitar a Elton John” sino que traspasa todo límite interpretativo, con un arco que va de lo más ridículo a lo más dramático. Es una historia gay, extravagante al máximo, casi al punto del delirio en algunos casos, que hace emocionar y al mismo tiempo cantar o bailar esos temas que (sorpresa) muchos espectadores no sabrán que son suyos.
Infierno grande: Madre fuerte, mujer empoderada en La Pampa. “Infierno grande” cuenta la historia de una mujer embarazada que escapa de su marido para defender a su hijo que está por nacer. Mezcla de western con road movie, muestra la hostilidad que sufre la mujer. “¿A dónde vas María?”, así le habla Lionel a su mujer mientras tironea de la escopeta que ella tiene entre manos. Un disparo llega a la frente de ese violento hombre que, al no morir, empieza a perseguir a María por pueblos del interior del país. María es maestra en un pueblo de La Pampa. Su esposo Lionel es un político. Ella está a punto de dar a luz pero decide abandonar a su marido para darle una mejor infancia a su hijo. Una noche, la discusión se les va de las manos y ella se embarca en un viaje en su camioneta para volver a Naicó, el pueblo de su infancia, que está lleno de recuerdos perturbadores. En ese viaje, María enfrenta un arduo proceso de cambios, golpes y aprendizajes, toda esa transformación del personaje que supone un road movie, siendo una nueva mujer cuando vuelva a encontrarse con su marido. Como dato no menor, un hombre con el que se cruza le dice a María “Naicó es tierra de huechuman, que significa cóndor fuerte. Todos los que nacen ahí son fuertes” Además, como también se trata de un western, existe el esperado duelo final en medio del campo árido, mientras la voz en off del niño por nacer narra los acontecimientos para que el público vaya descubriendo los datos que hacen tomar partido por María. Alberto Romero es guionista y director. Fue co-guionista de “Pichuco” y “Una noche solos”, de Martín Turnes; y «¿Quién mató a mariano ferreyra?» y «Alicia”, de Alejandro Rath. También escribió y dirigió el cortometraje «La loca Matilde», exhibido y premiado en festivales nacionales e internacionales. Esta vez, su propuesta trasciende la película de género. Es un western, con algo de fantástico, suspenso y drama, todo dentro de una road movie por el terreno pampeano. Como en otras de sus películas, utiliza la voz en off para darle profundidad al relato y, en este caso, realiza una obra sobre la violencia de género y algunas otras cuestiones sociales, visto desde su perspectiva masculina. Guadalupe Docampo y Alberto Ajaka representan muy bien esos papeles en los roles de violento y agredido, hasta que el personaje de Guadalupe se hastía y ahí comienza todo. Ella pone el cuerpo y los gestos dolidos a una mujer cansada, triste, que parece frágil… hasta que decide frenar todo lo que se venía dando y tomar la escopeta entre sus manos, para huir luego. Alberto Ajaka no se luce demasiado pero su personaje logra convencer. “Infierno grande” cumple con su objetivo de mostrar la violencia de género y su venganza, desde otro ángulo. No hay giros desprevenidos, no sorprende, pero crea distintas lecturas sobre un tema que siempre vale la pena tener presente.
Doubles Vies: Todos somos libros abiertos. En esta era híper digitalizada, Olivier Assayas compone una película que se parece más a un libro de tapa dura con ese rico aroma característico. Una comedia clásica de enredos que critica el paradigma digital. El director francés realiza Doubles vies (2018), una comedia bien a la francesa, aburguesada, con muchas copas de vino y charlas de alto contenido nostálgico, criticando el lugar de la industria de libros en la era digital. En forma de una historia entre un escritor y su editor nace la invitación a reflexionar sobre las relaciones, la fidelidad, la felicidad y el reinventarse. La película se apoya en inteligentes diálogos de personajes que atraviesan una resistencia al cambio de paradigmas generacionales y algunas diferencias en cuanto a los vínculos afectivos. Alain (Guillaume Canet) es un exitoso editor que está atravesando el cambio que supone la nueva era de los libros electrónicos. Por ello es que ha rechazado publicar el nuevo trabajo de Léonard (Vincent Macaigne), su amigo y escritor desde hace años, quien no acepta la nueva tendencia. Además, subyace otro motivo el cual radica en que Léonard escribe autoficción sobre sus romances y Alain piensa que al público esta temática no le interesa. Alain, en base al auge de los e-books, contrata a la hermosa y joven Laure (Christa Théret) con quien también comienza una aventura amorosa, para llevar a cabo la transición de sus contenidos a formato digital. Por otro lado, Selena (Juliette Binoche), es la esposa de Alain, una actriz famosa por una serie policial de TV que la tiene en boga pero de la que ya está cansada. Ella mantiene un affair con Léonard, hecho que inspira al escritor para su novela. Selena cree, al contrario de su marido, que Léonard ha conseguido realizar su obra maestra. El título de la película refiere a los romances extramatrimoniales que mantienen Selena y Alain, quienes se ven estáticos en una relación sin deseo pero con mucho amor, aun sin querer romper ese lazo tan fuerte que los une. Asimismo, también da cuenta de la doble vida que se muestra en la ficción literaria o redes sociales, respecto de la realidad misma. Cada vez que aparece una nueva tecnología, se piensa en la muerte de lo anterior. Pasó con todas los tipos de avances y sobre todo en el ámbito cultural, como por ejemplo, con la radio y la televisión. En la película, Alain se da cuenta de que, pese al crecimiento exponencial de consumo de e-books, a la gente le siguen gustando los libros de papel. Cree que tienen “je ne sais quoi”(un «no se qué»). Assayas se ha interesado en medir al mundo en plena transformación digital. Así, las escenas expresan el debate sobre un incierto futuro, la ética delimitada por la comodidad del día a día desde un lenguaje que se contradice en un sector tan permeable al cambio como el editorial. Se intenta entender si los libros sobrevivirán a la llegada de los e-books, aunque ésta parezca sólo la excusa para que se entrelace la comedia adúltera, bien francesa, con el drama reflexivo. La película se presenta como “Una comedia a lo Woody Allen pero con mucho más vino”. Y es muy real esa afirmación. Todo parece haber sido narrado por el gran cineasta neoyorkino. Sin embargo, Doubles Vies logra tener su propia personalidad. Como Woody Allen hace habitualmente, Olivier Assayas muestra a unas parejas de mediana edad discutiendo entre cenas gourmet y copas de vino, adulterios cruzados, e inevitables invitaciones a la reflexión, como ¿los e-books se comerán a los libros de papel? ¿Cómo se consume ahora la cultura? En Los secretos de Harry (Deconstructing Harry, 1997), Allen aborda el tema de las mujeres identificadas en sus personajes, las profundas charlas intelectuales, los límites entre la realidad y la ficción, marcado aquí por Léonard y su escritura autoficcionada. En tono de comedia, Assayas aliviana temas realmente importantes, al igual que Allen, como filosofía, amor, sexo, política o el paso del tiempo. A Assayas siempre le han interesado los cambios provocadas por los nuevos paradigmas. Su obra se manifiesta por la conciencia de pensar la cultura actual con un futuro incierto. Dobles vidas encuentra su momento más álgido en el concreto debate en cuanto al cambio de paradigma cultural con los irónicos planteos de los protagonistas. El director filma y escribe muy bien, logrando que la película mire hacia el futuro, quejándose de los cambios, en un formato de comedia clásica. Todo buen cineasta trabaja sobre lo que le preocupa: en este último trabajo, enfrenta la divergencia entre lo analógico y lo digital utilizando el contexto literario, también de qué es lo que se lee y porqué se lee menos que antes. Assayas trae una película por de más interesante. Al principio, parece una reflexión sobre el mundo digital, sobre el cambio de paradigmas en cuanto a la cultura. Este comienzo da lugar a una conversación entre los protagonistas inmersos en esos cambios. El cineasta plasma todo esto en una comedia de enredos, en la que sus personajes hablan mucho, como siempre se observa cuando se muestra la sociedad media alta parisina. Critica la banalidad de sus protagonistas, con conversaciones intelectuales que no son otra cosa que la dialéctica de sus propias acciones. En síntesis, Double Vies es una comedia más profunda de lo que aparenta. Un relato con un elenco de primérisima línea y un guion impecable. Propone la reflexión y el debate sobre la función que tiene Internet en nuestras vidas, así como las dificultades a la hora de adaptarnos a los cambios. Dobles vidas es una excelente película, digna de verla para entretenerse y para reflexionar sobre temas que a todos nos atañan. Con Guillaume Canet, Juliette Binoche y Vincent Macaigne como ese particular triángulo, era casi imposible que algo saliera mal. Esta película no hubiese funcionando igual con un director menos experimentado. Es entretenida desde su simpleza disfrazada que en realidad muestra tópicos fuertes como el paso del tiempo, la dificultad de aggionarse, el desgaste de los vínculos, entre otros. Sin duda alguna, la película y sus reflexiones prevalecen en la memoria del espectador.
Badur Hogar: El quedado pierde. Rodrigo Moscoso vuelve a dirigir un largometraje, luego de su prometedora ópera prima “Modelo 73”, de 2001, devenida en película de culto. Ahora, 18 años después, “Badur Hogar” es un buen regreso, otra vez desde su Salta natal, para divertir con una comedia de enredos. Estrenada en la edición número 21 del Bafici, “Badur Hogar” ahora tiene su estreno comercial. El film nos muestra la vida de Juan Badur (Javier Flores), el más perdedor del pueblo, el “quedado”, como todos dicen de él. A sus 35 años, vive con y de sus padres, es piletero y amigo de un freaky metalero. El pibe “quedado”, una noche, de colado en un casamiento, conoce a Luciana (Bárbara Lombardo), una porteña de paso por el norte argentino, quien se hace pasar por su novia para que Juan pueda presumir delante de sus compañeros. A partir de ahí, una serie de eventos enredados y muchas mentiras los llevarán a una atracción difícil de ocultar. Badur Hogar es el negocio familiar creado por el abuelo de Juan, que su padre conserva cerrado, con los ventanales tapados de diarios amarillentos, a modo de recuerdo para los habitantes del pueblo, sobre todo por sus pegadizos jingles. Ese lugar, abandonado en el tiempo, es el refugio de Juan, lo que puede resultar una metáfora sobre su propia vida, donde la madurez se presenta como un dilema. Al igual que en su película anterior, Rodrigo Moscoso presenta de nuevo un “coming of age”, distinto, más duro, con adultos que deben tomar decisiones, pero lo hace en tono de comedia con momentos románticos. Si bien todo trascurre en Salta y muestra la cultura de la clase media de ese lugar, logra ser accesible a fuerza de la universalidad de los tópicos tratados. Javier Flores logra una simpática interpretación de Juan, el quedado del pueblo que, a partir de mentiras y algunas situaciones embarazosas, intenta salir adelante. Bárbara Lombardo se luce como Luciana, en un papel fresco y divertido, co-protagonizando de excelente manera. Ambos desarrollan de manera correcta sus personajes, haciendo emocionar y reír en partes iguales. Hablando de los personajes secundarios, el padre de Juan es representado por Cástulo Guerra, el argentino que supo hacer una carrera en Hollywood, participando en películas como “Terminator 2”, “12 horas para sobrevivir”, “Los sospechosos de siempre”, entre otras. Con diálogos ocurrentes, personajes opuestos, el papel del amigo raro e impresentable y el conflicto bien delimitado sobre el actual problema de los jóvenes adultos y su incapacidad de madurar, la película logra generar empatía, a pesar de su liviandad, y los detalles autóctonos suman originalidad a la propuesta. Sin más pretensiones que entretener, es una comedia efectista que a veces pierde un poco el rumbo pero Moscoso sabe salir de esos enredos con menos problemas que el protagonista de la historia y logra que el público tenga interés en llegar hasta el final, a base de risas y algo de emoción, tocando temas como el amor, la familia, la superación, el madurar y la amistad. “Badur Hogar” logra que el espectador se sienta identificado en esa competencia, a través del paso del tiempo, en la que hay mucha gente mostrándose más exitosa de lo que realmente es y en la que uno se siente un fracasado ante las conquistas de los de la misma generación, que no fueron tan “quedados
El sol también es una estrella: Antes que termine el día (o que te deporten). Basado en la famosa novela de Nicola Yoon, en este drama adolescente, dos hijos de inmigrantes se conocen en Nueva York el día previo a la expulsión de ella. “Somos como mariposas que revolotean por un día y piensan que es para siempre”. Con esta cita de Carl Sagan e imágenes sobre el Universo y su evolución, comienza la película. Quizás en un intento por darle un marco más profundo a la narración, se utiliza este recurso para sumergir al espectador en la idea que será una historia con un mensaje profundo. Aunque no llegue ni a arañar la superficie. Yara Shahidi (“Black-ish”) y Charles Melton (“Riverdale”) son Natasha y Daniel, dos atractivos jóvenes, con sueños por cumplir, convirtiéndose en adultos y queriendo rebelarse. Él, contra el mandato familiar de convertirse en médico. Ella, contra la resignación de sus padres jamaiquinos a ser deportados. Se conocen en la calle, de casualidad o como obra del destino, un día antes de que esa expulsión se lleve a cabo y tienen un día para conocerse y enamorarse. Al son de la frase “¿y si te dijera que puedo lograr que te enamores de mí?”, esbozada por Daniel, se teje esta historia de amor joven y desesperado, que constantemente juega con el destino como leitmotiv. La dirige Ry Russo-Young, que ya tiene en su haber la adaptación de la conocida novela “Before I fall” (2017), y está basada en la novela de Nicola Yoon, autora del best seller “Everything, everything” (2015), llevada al cine hace 2 años. Estos antecedentes podrían haber hecho de la presente película una historia trascendental sobre el idilio amoroso enfocado para adolescentes, aunque lamentablemente no consigue más que ser un inverosímil y efímero cruce de miradas y palabras bonitas. La película es un buen tour fotográfico por puntos de Nueva York (el Empire State, la Estatua de la Libertad, el teatro Apollo, Chinatown, Roosevelt Island), la música acompaña de forma agradable, haciendo más dinámicos algunos pasajes. Pero los diálogos buscan un tenor que no se logra, en el punto medio entre la Natasha escéptica y científica, y el Daniel romántico y poeta, se quedan en mensajes vagos y filosofía barata. Vale decir que las actuaciones son buenas y esto colabora en hacer un poco más entretenido el guion tan forzado y aburrido, lleno de mensajes de autoayuda como “Abrí tu corazón al destino”. Quizás la mejor opción sea que el destino haga que no llegues al cine.
La Culpa: Ese dedo acusador siempre está. Este policial danés sorprende con su forma de ser narrado y la oscuridad de su único protagonista que lleva un llamado de emergencia a límites inimaginables. Se podría pensar, a priori, que la película sería un thriller más del montón, pero el nivel de profundidad al que llega no es tan común en esta época. El policía Asger Holm, castigado, debe “salir de las calles” y dedicarse a atender el teléfono de la central de emergencias. Hasta que recibe un llamado de una mujer secuestrada. El relato se circunscribe a esa oficina donde el policía en cuestión atiende llamados, sin mostrar una sola imagen de las otras personas implicadas en el hecho desgarrador que narra la historia, lo que supone una apuesta arriesgada por parte del director ya que corre el peligro de aburrir con su repetición de planos cortos. Sin apoyarse en imágenes, debe haber un excelente trabajo de guion para que se entienda lo que la película quiere contar, y sin embargo no resulta tedioso escuchar todo el tiempo la exposición de lo que acontece. Protagonizada por Jakob Cedergren (“Sadie”, 2016), es casi exclusivamente el único rostro que se ve a lo largo de toda la película. En él se entiende todo lo que va transcurriendo, a partir de sus nervios, angustias, inseguridades y brotes de ira. El policía ejemplar (del que ya queda poco) que quiere jugar a ser héroe y no lo dejan, termina arrastrado al infierno de sus propias miserias. En una de esas conversaciones, él termina lavando sus propias culpas y confesando la atrocidad por la que en unas horas será llevado a juicio. Claramente, las actuaciones fuera de campo son importantísimas para construir el relato. Esas voces al teléfono, desesperadas o desesperanzadas, dan un poco de calor a la frialdad de Cedergren. Así queda al desnudo la trama y la fascinación por el relato oral. Saber que se trata de la ópera prima de Gustav Moller le otorga una impronta más arriesgada a la película. Sin hablar de un cine experimental, el director se presenta con, lo que pareciera, nuevos aires para este género. No es fácil crear una historia donde no se exhiba casi pornográficamente todo lo que tiene que ser contado. Todo en este largometraje está medido a la perfección: el montaje, el dinamismo del guion, la pesadez del ambiente de la oficina, el hastío que sufre el protagonista, los silencios, la desesperación. Uno termina de verla y conoce datos que no vio, la furgoneta, el ladrillo, el cuarto con sangre, el departamento abandonado lleno de papeles tirados. Este voyeurismo se disfruta y mucho. Uno es juez y parte en esos llamados. Entre actor y espacio único, puede parecer un poco rara para el espectador en busca de la dinámica habitual, pero “La culpa” quita el aliento durante sus 90 minutos con una tensión destacable. Sumerge al público en una experiencia inmersiva, donde se acorta la distancia entre pantalla y butaca, generando una especie de claustrofobia. En esta historia, todo lo que pareciera ser, no es. Y el espectador comprende lo que sucede, al mismo tiempo que lo hace el protagonista, lo que da una cuota extra de suspenso. Todo es una trampa. En la era de la inmediatez, se prejuzga y se condena, antes de tener algún dato preciso. Eso es lo que lleva a Holm a equivocarse tanto. Eso es lo que lleva al público a equivocarse con él.
La guerra silenciosa: El dolor del trabajador. “Quien lucha puede perder; quien no lucha ya ha perdido”. Con esta cita de Bertolt Brecht comienza la nueva película de Stéphane Brizé, un impactante relato sobre la lucha obrera. Stéphane Brizé vuelve al ruedo con “En Guerre”, una película sobre la disputa laboral en Francia, que bien podría ser situada en Argentina también, quizás por ello la fuerte identificación del público con la temática y la vehemencia de la narrativa. Acompañado por su actor fetiche Vincent Lindon, el director logra exponer, cámara en mano y con carácter de urgencia, la lucha sindicalista tras el cierre de una fábrica. Hace dos años, la fábrica Perrin, del rubro automovilístico y perteneciente al grupo empresario alemán Schafer, hizo un importante recorte salarial para poder salvar a la compañía y prometió, como contrapartida, no realizar despidos por un plazo de 5 años. Tiempo después, la empresa decide cerrar, dejando 1100 personas en la calle. Así, comienza una lucha, con Laurent Amédéo (Vincent Lindon) a la cabeza para que se respete lo oportunamente acordado. Más allá de las preferencias, no es discutible el talento de Brizé para filmar en tono de ficción novelesca lo que podría ser un feroz documental. Ese realismo del que se jacta ya lo dio a conocer en su film “La loi du marché” (2015), pero en esta nueva entrega se ve aún más exacerbada su característica forma de exponer problemáticas sociales. Vincent Lindon (“Une affaire d’amour”, “Quelques heures de printemps”, “La loi du marché”) se luce una vez más. El luchador intransigente, el líder que carga sobre sus hombros la lucha y sus consecuencias. Sus gestos ofuscados, la repetición de frases como evangelios a sus seguidores, sus intervenciones en asambleas que, al ponerse nervioso, terminan obstaculizando más que generando ventaja alguna. Pareciera que lo importante en la película es ver la fuerza del personaje y no la lucha laboral en general. El espectador es parte del sufrimiento del protagonista y sus compañeros. Al verlos luchar, uno quiere acompañarlos. En cada pequeña batalla ganada uno siente que ganó con ellos, y es inevitable tomar postura cuando las aguas comienzan a dividirse entre los propios gremialistas, los más duros, quienes no darán el brazo a torcer porque son más fuertes sus convicciones, y los más endebles, quienes se ven atraídos por una promesa de dinero. La película no da tregua, todo el tiempo se vive en tensión en la mirada de esos trabajadores que luchan por sus derechos, entre ruedas de negociaciones con sectores gremiales, reuniones entre los mismos sindicalistas, manifestaciones contra el gobierno. Situaciones que conocemos, que vemos en las noticias de nuestro país o que nos cuenta algún conocido que lo vive en carne propia. El final se asemeja más a una ficción inverosímil que al feroz documental de todo el resto del film, quizás como una muestra de la misma imposibilidad del trabajador. Cine combativo que es necesario.
Gloria Bell: Celebrando la vida. La remake de la chilena “Gloria” vuelve de la mano del mismo director, aunque hablar de esta película significa netamente alabar a Julianne Moore. Ya llegado a Hollywood, Sebastián Lelio se encarga de volver a llevar a pantalla grande su tan aclamada “Gloria” (2013). Manteniendo su esencia desde la soledad en consonancia con los placeres de la vida adulta, esta vez pone más énfasis en algunos detalles, como la sexualidad de esta mujer que quiere seguir sintiéndose deseada y descubriendo cosas por primera vez, aunque la edad (los hijos, la madre, el trabajo, los amores, el ex marido, o la vida misma) se la haga difícil. La historia muestra a una mujer de espíritu libre que, por el paso del tiempo y las circunstancias de la vida, se fue quedando sola. Gloria disfruta bailar en locales nocturnos a los que asiste con frecuencia. Una de esas noches, conoce a Arnold (John Turturro) y comienzan una relación amorosa. Pero el pasado del hombre es un fantasma enorme en el incipiente noviazgo. Julianne Moore es más que la protagonista de la película. Es el corazón que hace que “Gloria Bell” lata, sienta, vibre. Entre el drama y la comedia, aborda la historia desde la ferocidad de quien sabe que es la mejor en lo que hace. Este papel completamente introspectivo emociona y pasa a la lista de los mejores papeles de la actriz. Acompañada a la perfección por John Turturro, que siempre es un placer ver en pantalla. No es la primera vez que Moore continua proyectos comenzados por colegas, como en la secuela de “Jurassic Park” (1997), siguiendo a Laura Dern, o siendo Clarice Starling en “Hannibal” (2001), después de Jodie Foster. La música es un personaje más en la película y, casi tan protagonista como Moore o Turturro. Durante los 100 minutos suenan hits que remiten a, se supone, un pasado que fue mejor. Gloria canta siempre a los gritos “No more lonely nights”, de Paul McCartney, “All out of love”, por Air Supply, y “Total eclipse of the heart”, cantada por Bonnie Tyler, suponiendo una catarsis infinita de la mujer que no se victimiza, sino que se desahoga en el canto y el baile. Además, llama la atención el sonido constante de los celulares y la manera en que éstos generan una triste subtrama que aparta a los reales protagonistas. Con respecto al tema de la remake, son muchos los directores de la historia que se han copiado a sí mismos, por distintos motivos, ya sea porque la original ha quedado antigua, para hacer una nueva como en realidad hubiesen querido que fuese la primera, o simplemente por dinero. Entre ellos, Alfred Hitchcock (“The man who Knew too much”, 1934 – 1956), Frank Capra (“Lady for a day”, 1933 y “A pocketful of miracles”, 1961), Howard Kawks (“Ball of fire”, 1941 y “A son is born”, 1948), Michael Mann (“L.A. Takedown”, 1989 y “HEAT”, 1995), Takashi Shimizu (“Ju-On”, 2002 y “The grudge”, 2004), que en total terminó haciendo 6 versiones de su propia película. Ahora es el turno de Sebastián Lelio, ganador del Oscar por “Una mujer fantástica” (2017), que realizó una versión estadounidense de su “Gloria” chilena (por la que su protagonista Paulina García ganara el Oso de Plata a mejor actriz). Su trabajo anterior fue “Desobediencia” (2017), un drama oscuro sobre un triángulo amoroso y trágico en un ambiente judío ortodoxo. En cambio, en esta ocasión, la historia muestra a una mujer que no quiere dejar de amar la vida, lo que a priori puede hacer creer que no es de gran profundidad. Hasta que uno ve a Gloria y su despliegue en la vida. El conflicto se encuentra escondido en conversaciones y hechos cotidianos, en el paso del tiempo, en el no ser necesitado. Esta película celebra la vida. Deja el claro mensaje sobre el aprender a disfrutar los momentos de felicidad, por más piedras que tenga el camino. Cuando suene nuestra canción preferida, el clásico de Umberto Tozzi en este caso, hay que levantarse y bailar, sin que nada más importe.
After, aquí empieza todo: La remasterización del amor adolescente. Basada en la famosa saga escrita por Anna Todd, se estrena este film que banaliza el amor de una pareja adolescente en épocas de universidad, siendo una más del montón. “After” se presenta como una historia de sexo, poder y violencia en el tráiler, pero los 106 minutos quedan lejos de esas premisas, brindando una película sumamente liviana y apenas entretenida. Tessa Young (Josephine Langford) es una estudiante ejemplar, una hija responsable y una novia fiel. La joven ingresa esperanzada a su primer año de universidad, pero su mundo cambia cuando, en su despertar sexual, conoce al oscuro y misterioso Hardin Scott (Hero Fiennes Tiffin). Se trata de la adaptación cinematográfica de la exitosa saga de novelas escritas por Anna Todd, conformada por “Aquí empieza todo”, “En mil pedazos”, “Almas perdidas”, “Amor infinito” y “Antes de ella”. Esta primera entrega promete ser una locura entre los adolescentes que están ansiosos esperando su estreno. Como sucedió con “50 sombras de Grey”, este tipo de historia, acá mucho más naif, convoca lectores mediante la ruptura de los tabúes. El sexo sigue siendo un tema incómodo al narrar la historia, todos quieren leerlo pero a escondidas, que no se sepa. Igualmente, la comparación que se hace referida a la saga de E. L. James no es en cuanto a lo sexual sino a la relación de poder entre hombre y mujer. Las jóvenes lectoras afirman que desean un Hardin en sus vidas y ven la historia como el modelo romántico del amor. Pero no nos detendremos en la crítica literaria. Dirige la estadounidense Jenny Gage (“Lenny”, “All This Panic”). La cinta cuenta en su reparto con Josephine Langford (“Wish Upon”) como Tessa y Hero Fiennes Tiffin (“Private Peaceful”) como Hardin, además de Selma Blair (“The Sweetest Thing”), Jennifer Beals (“The Book of Eli”), Peter Gallagher (“American Beauty”) y Meadow Williams (“Den of Thieves”). Josephine Langford y Hero Fiennes Tiffin están desfasados en cuanto a época. Quizás hace 10 ó 15 años aun se veía como normal ese tipo de personaje que “deja todo por amor”, incluso su misma esencia. Ambos en sus polaridades podrían haber sido más naturales y eso haber definido una identificación del espectador con la historia. Pero el chico traumado mirando a la nada queriendo estar solo quedó antiguo y la jovencita recién salida del cascarón sin saber lo que es el amor romántico y sexual, también. Selma Blair queda exagerada y casi ridícula (y muy rubia) en el papel de madre soltera sobreprotectora que se entromete ferozmente en la vida de su hija que quiere desplegar alas y comenzar a vivir. Haberla disfrutado en otros trabajos hace que sea difícil hacerlo en este personaje. “After” es un conjunto de reminiscencias que parecen copias exactas de varias pelis del género. Entre ellas podemos citar a “Grease”, la chica buena que intenta cambiar al chico malo pero que termina dejando que la cambien a ella. Eso sí, sin las coreos pegadizas, sin vestuario de cuero y sin la presencia emblemática de John Travolta. “50 sombras de Grey”, el hombre maduro, sexy y adinerado que conquista, a cualquier precio, a la chica inocente e introvertida. Le enseña lo que es el placer sexual, el sentirse deseadas por primera vez y el abanico de posibilidades de regocijo en lo supuestamente tabú del sexo. En cuanto a “Crepúsculo”, el chico oscuro, solitario y con unos cuantos traumas que se siente “flechado” por la chica nueva, agradable y tímida. Él vistiendo siempre de negro, ella de blanco. Él con la mirada perdida, la de ella enternecida y cegada por el amor. Sobre este film hay una copia fiel a la conocida escena en la que Edward lleva a Bella a su lugar preferido en el medio del bosque, como un secreto entre ellos, el primero de muchos. Dicho todo esto, queda claro que se podrían hacer películas románticas adolescentes buenas, tocando temas profundos de agenda y con algo de originalidad en sus guiones, pero no. “After” prefiere quedarse en la comodidad de los millones de libros vendidos, en el sabido éxito de taquilla que será y ya. No se esfuerza ni un poco en generar sentimientos en el espectador que parece sumamente desvalorizado por su rango etario.