Una de Mel Este nuevo thriller protagonizado por el filo ario Mel Gibson, no hace más que repetir sin innovación ninguna, las formales reglas del género, inyectándonos desde el comienzo una aguada dosis de intriga. Un policía de la muy blanca ciudad de Boston, obviamente muy rudo e impoluto, recibe a su hija becaria de un instituto de investigaciones. Enseguida observará que la niña, es así como él la ve todo el tiempo, traerá algún problemilla de salud, una vez descartado el embarazo -vade retro Satanás-, el policía se preocupara aún más, pero como se sabe un par de balas bien puestas solucionan cualquier problema de salud. De allí en más al desdichado padre no le queda más que investigar la vida de su hija, para descubrir a quién mando a los matones a tocar el timbre de su puerta. Claro se topara con los mismos empresarios codiciosos y políticos corruptos de siempre. Nada, previsible, obvia y sin sorpresa, bueno hay una al final, que no se puede contar ya que no lo creerán. Mel Gibson, como actor sigue siendo el mismo pedazo de bronce que fue desde siempre, y haberse tomado el esfuerzo de redimir al mundo o por lo menos a occidente se le nota. Quizás, lo único bueno del film sea que al terminar uno se pueda y a comer una pizza con la chica de sus sueños.
Mundos olvidados Dos adolescentes, una judía y otra musulmana, comparten sueño e ilusiones en un conventillo de la ciudad de Túnez, pero el año 1942 presagia grandes cambios, la Francia colaboracionista de Vichy ha cedido a las peticiones de Alemania y en la colonia francesa se comienzan a aplicar todas las leyes de persecución a los judíos. Las muchachas intentaran mantener la amistad, hasta que la realidad aplasta todos los sueños y cada una, a su manera y con las presiones socioculturales de su comunidad, irán entendiendo la vida a su manera. Con el encanto de los relatos sin pretensiones que se conforman con solo rescatar sensaciones y no dar clases morales, La Canción de las novias, nos coloca en un mundo poco transitado por las grandes producciones, y narra muy profundo acerca de aquello tan mentado que alguien llamó la condición humana. La dirección de Karin Alboy, con medias palabras, genera una atmósfera en la que permaneceremos muchos más allá del fin de esta discreta joya.
Efectivo relato tragicómico La cultura mexicana tiene una larguísima tradición del festejo de la muerte, que viene desde las culturas precolombinas y con la llegada de los españoles, el sincretismo de ambas culturas selló esta tradición que con el trascurso de los siglos solo se ha fortalecido. En estos últimos años los jóvenes realizadores mexicanos han recuperado esta tradición y en la comedía negra han encontrado una rica fuente de inspiración, lo que ha dado muy buenos resultados como Nicotina (2003) de Hugo Rodríguez; Matando Cabos (2004), de Alejandro Lozano, o Morirse en domingo (2006), de Daniel Gruener, los film coinciden en el trajinar con cadáveres sin saber como desprenderse de ellos, en un tono desdramatizado y llegando a un absurdo hilarante. Cinco días sin Nora, de la debutante de Mariana Chenillo se inscribe en este tándem de realizaciones. Nora es una judía de puntillosa observancia, que planea escrupulosamente su suicidio - ya lo ha intentando quince veces - previo a una serie de festividades religiosas que impedirán su entierro inmediato, y su ex marido de quién lleva muchos años de separación deberá hacerse cargo de su cuerpo hasta que pueda ser enterrada. Todos los elementos de la comedia tragicómica están presentes, el marido que solo sufre por esos cinco días que tiene por delante y su deber de custodiar el cuerpo a su vez vigilado por varios rabinos. El guión esta bien construido, sólido y sin cabos sueltos, con una serie de actuaciones convincentes y de ritmo constante, sin altibajos.
Vientos ya lejanos Cuando en 2001 25 Watts, de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll nos deslumbró a todos, por su uruguayosidad con toda la inocencia y picardía de ese pueblo, respiramos tranquilos, por fin Uruguay empezaba a hacer cine uruguayo, sin influencias externas donde las situaciones dramáticas se solucionaban a la uruguaya. Después nos dimos cuenta que no era tan así y solo recién con la aparición de El baño del Papa (2006) de Enrique Fernández y César Charlone, volvimos a tener un pequeño espacio para la esperanza de que 25 Watts, hubiera sido el inició de algo, pero si lo fue, Acné no está en esa senda. El director Federico Veiroj trabaja sobre una historia de esas en que no pasa nada nunca, el reino de la insinuación y la amenaza, de lo que esta por llega y nunca llega, algo tan peligrosamente parecido, por no decir igual, al obsoleto Nuevo Cine Argentino, donde adolescentes y no tanto (pero que adolecen igual) transitan por el mundo tal cual fue siempre, donde su mirada la rige lo generacional y punto. Acné, al igual que sus primas del otro lado del estuario, aburre desde el principio al final. Durante la hora y media de sus penosa existencia la cámara seguirá en detalle la vida ordinaria de un chico ordinario. Un montevideanito, de unos trece años, donde su mayor problema pasa por el acné de su cara, poder asaltar a la mucama de su casa a alguna hora deshonesta y encontrar al amor de su vida, cuestiones que los adultos sabemos que pasan, al acné me refiero. Que el muchachito del cuento sea judío, no aporta nada all “drama” y lo mismo pasaría si el protagonista fuera jamaiquino, chiprota o camboyano, por lo del acné se entiende. Nada que el viento esperanzador de 25 Watts y El baño… sopla ya lejano y para aquellos que conocemos a los uruguayos, sabemos muy bien que tienen otra manera muchos más uruguaya de hacer las cosas.
El canon de la animación La historia de Planeta 51 es de muy escaso interés y bastante elemental, si bien esta pensada para un público de no más de diez años a esa edad, los niños suelen ser solo niños y no imbéciles, como el Charles "Chuck" Baker un astronauta que aterriza en un extrañísimo planeta, obviamente el Planeta 51 del imaginativo título, habitados por seres que además de parecerse demasiado en forma y color al famosísimo Sherk, no tienen nada de destacable, más allá de ser una comunidad con todos los cánones culturales de cualquier pequeño pueblo estadounidense en la década de los cincuenta, si cánones culturales se entienden las barbacoas en jardines prolijamente arreglados, fuentes de soda, fiestas de egresados, etcétera. El chiste del cuento es que el Astronauta que llega es de los Estados Unidos y los habitantes del Planeta 51 temen que sea el comienzo de una invasión alienígena, como si la presencia de los norteamericanos en cualquier territorio no fuera el inició de alguna invasión. Pero el sonriente capitán Chuck Baker se ganará la voluntad de algunos niños que intentaran demostrar que el visitante ha llegado en son de paz. Cualquier parecido con E.T. no es mera casualidad. Es una lástima que los directores españoles hayan preferido apostar a la cultura norteamericana para ambientar la película, cuando hubiera sido mucho más sustancioso imaginar la cultura de Almería o Asturias regada por un extraño planeta y disfrutar mucho más de una buena fabada que una ramplona barbacoa.
Debut con trampas Guillermo Arriaga, guionista de Amores perros, 21 Gramos ¿Cuánto pesa la vida? y Babel, debuta como director con Camino a la redención, donde como en las tres películas antes mencionadas pareciera volver a sus complejas historias paralelas que siempre terminan rozándose en el momento culminante, sin embargo, aquí la redención tiene otro giro, tan tramposo como obvio. Mientras conocemos el personaje protagonizado por Charlize Theron, manager de un coqueto restaurante de Portland, que maneja con severidad germana, una condición que no le impide alternar sexualmente con clientes y empleados; en paralelo iremos descubriendo una tragedia amorosa que involucra a dos familias: el padre chicano y una típica madre norteamericana que mueren al estallar el trailer donde tenía sus encuentros furtivos. Ambas historias parecieran no tener punto de encuentro hasta que un artilugio tramposo y muy poco logrado descubre el punto de coincidencia que termina por desplomar una historia que sin grandes innovaciones se seguía con cierto interés. Lo cierto es que desde el puntos de vista técnico la cámara se mueve con solvencia aunque con un pretendido estilo “Indi” con el que se intenta darle más verisimilitud al film que no escapa de ser un mero producto hollywoodense. Si bien el marketing y algunos colegas intentaran encontrar en Arriaga los mismos meritos que tampoco tenía su antiguo socio el multipremiado y multipromocionado director Alejandro González Iñárritu, para el espectador será solo una película más que se olvidará apenas empiecen a correr los títulos finales.