De las tablas a la pantalla grande, sin escalas. Tal fue el recorrido de Nuestras mujeres, obra teatral que fue un suceso en Francia (convocó a más de 160 mil espectadores durante 2013 y 2014) y que replicó su éxito en el cine con el mismo elenco. Se trata de otro exponente del habitual formato (¿ya un subgénero?) que se podría denominar "cena de amigos", donde una simple reunión puede convertirse en un compendio de diatribas y miserias cruzadas. Precedido por algunos ejemplos en esta dinámica que salieron airosos y otros no tanto, el film de Richard Berry se sostiene gracias a un trío protagónico (incluído él mismo) en estado de gracia.
Honrosa excepción dentro de la chatura actual del género, El conjuro (2013) había significado un saludable retorno al mejor cine de terror de los años 70 y 80, deudor de directores como Carpenter, De Palma, Romero y Cronenberg. La película de James Wan se centraba en los Warren, una pareja de especialistas en fenómenos paranormales -compuesta por Ed (Patrick Wilson) y Lorraine (Vera Farmiga)- que ayudaba a una familia rural a combatir extrañas presencias dentro de su casa (presuntamente, la historia se basaba en un caso real). Tres años después, el espesor y las buenas ideas de aquel film tienen una secuela también a cargo de Wan, pero esta vez la acción se traslada a Inglaterra.
El nombre del hijo bien podría pertenecer a un subgénero dentro de la comedia llamado "cena de amigos". La fórmula es sencilla: un grupo de amigos y/o familiares con sus parejas -en lo posible mayores de 40 y de extracción burguesa- se junta luego de un tiempo de no verse y, tras la amabilidad inicial, la reunión se convertirá en un campo de batalla donde afloran secretos y rencores atragantados. Basada en la obra de teatro francesa Le prénom -que también contó con versión fílmica en su país-, la película de Francesca Archibugi funciona con esa dinámica, a la que se le agrega una bienvenida impronta italiana.
Basado en una experiencia personal, el debut de la sueca Sanna Lenken es un relato que tiene como ejes las expectativas que depositan algunos padres en sus primeros hijos, la autoexigencia y la alienación que conllevan los deportes individuales y las inquietudes propias tanto de los que transitan la adolescencia como de quienes están por entrar en ella.
Luego de seis películas alejadas tanto del canon industrial como de los moldes independientes, el año pasado el star system le abrió las puertas a Luis Ortega para dirigir la exitosa serie Historia de un clan. Acaso este reconocimiento tardío (pese a que aun es muy joven) sea la causa de que Lulú, su último opus, cobre mayor visibilidad en una filmografía que, salvo para unos pocos seguidores, casi no tuvo difusión en la cartelera comercial.
¿Existió realmente Mario de Marcella, "il solengo" (el solitario) al que alude el film de Alessio Ringo de Righi, Matteo Zopis? Poco modifica las cosas, en definitiva, si la reconstrucción biográfica de este outsider es verdadera o si se trata de un documental apócrifo, pero la duda una vez finalizada la cinta surge inevitable. Es que, por más que este relato colectivo se encargue de pintarlo como un mito, lo cierto es que la vida del protagonista no termina generando el interés que pretenden darle los directores.
Quizás el asalto que sufrieron dos conductores de una radio de Pergamino durante su programa, en vivo y en directo, no tuvo la misma trascendencia que la irrupción de un ex actor (trabajaba en la tira Mi cuñado, con Luis Brandoni y Ricardo Darín) en plena emisión de Intratables, reclamando mejoras salariales. Fueron, sin embargo, en una misma semana, dos hechos que prueban que los medios audiovisuales pueden ser tan vulnerables como cualquier hogar sujeto a la inseguridad. Y si estos ejemplos ocurrieron en Argentina, nada impide imaginar que en Estados Unidos cualquier psicópata puede hacer de un programa de televisión una toma de rehenes.
A Jim nada parece salirle bien. Adolescente solitario y un tanto freak, sus compañeros de colegio lo toman de punto, la chica que le gusta sale con su único ¿amigo? y sus padres apenas reparan en él, entre algunos otros traumas. Solo encuentra alivio encerrándose en el cine de su pueblo, jugando al Nintendo (la película está ambientada en los 90´) y paseando a su perro, que para colmo de males termina escapándose.
Luego de su paso por la Competencia Internacional del Bafici en 2014 arriba a las salas la demorada Algunas chicas, tercera película de Santiago Palavecino, en la que el director nacido en Chacabuco revisita escenarios y búsquedas -a las que les agrega parte del elenco y equipo técnico- de su film anterior, La vida nueva (2011).
Sensaciones encontradas produce el estreno en nuestro país de The lady in the van. Por un lado, resulta saludable que un complejo multipantalla como Village destine en su grilla un apartado al cine de autor. El problema es que la película de Nicholas Hynter únicamente podrá verse en la sede de Recoleta. Una pena, ya que este emotivo film merece mayor espacio en la cartelera.