Sombras de un crimen es una especie de eslabón perdido del cine de esos que ya no se producen más en Hollywood debido a que los grandes estudios no consideran estas propuestas redituables. Por ese motivo terminan realizadas por la vía independientes en co-producciones europeas que reúnen compañías de varios países como Irlanda, España y Francia. La paradoja del caso es que la propuesta tiene la finalidad de evocar el viejo cine policial hollywoodense a través de la icónica creación literaria de Raymond Chandler. Este film contó con un gran equipo de artistas y por eso generaba cierta expectativa. La dirección corrió por cuenta de Neil Jordan (Entrevista con el vampiro), el guión de William Monahan (The Departed) y un gran elenco constituido por Liam Neeson, Diane Kruger, Jessica Lange, Alan Cumming, Ian Hart y Danny Huston. Marlowe tenía equipo de sobra para desarrollar una gran propuesta dentro del género y peso a todo la experiencia que ofrece resultó más olvidable de lo esperado. No es para nada una mala película pero el contenido es terriblemente genérico y se suma a la lista de títulos de Neeson que los mirás una vez y enseguida se borran de la memoria. En principio la única conexión con la obra de Chandler es el nombre del personaje principal ya que el argumento y la representación del detective no tienen nada que ver con el anti-héroe literario. Esto no es necesariamente un problema. Una de mis versiones favoritas de Marlowe la encarnó James Garner en la recordada película homónima de 1968 que incluyó una participación de Bruce Lee. Esa representación tenía poco que ver con lo que habían hecho previamente Humphrey Bogart y Robert Mitchum en el mismo rol y adaptaba al protagonista en el contexto de la cultura psicodélica de fines de los años ´60. Pese a todo, el film era muy entretenido y Garner se lucía con su labor que evitaba copiar lo que habían hecho previamente sus colegas. El problema de esta nueva producción es que el espectáculo se vuelve denso debido a un guión extremadamente predecible que no deja ninguna puerta abierta para un mínimo giro sorpresivo. Monahan adapta la novela de Benjamin Black, The Black-Eye Blonde y queda la duda si esa obra es un bodrio o tal vez esta labor del guionista no representa su esfuerzo más inspirado. Jordan le aporta un ritmo decente a su narración sin perder el tiempo con grandes introducciones. En los primeros dos minutos establece el conflicto de una mujer millonaria que desea averiguar el paradero de su amante y Marlowe enseguida emprende su investigación. Todo el reparto está correcto pero falta una intriga más interesante para que le espectáculo sea entretenido. Se nota que le agregaron al argumento un par de secuencias de acción para ponerle onda al relato, pese a que Marlowe nunca fue un detective que quedara en el recuerdo por sus peleas y tiroteos. Sin embargo no alcanzó y la película nunca consigue elevar el contenido mundano del argumento de Monahan. Lo mejor de esta propuesta pasa por la puesta en escena donde hicieron un gran trabajo a la hora de crear una estética neo noir. Pese a los recursos limitados la película se luce especialmente con la fotografía de Xavi Giménez y la música de David Holmes, frecuente colaborador de Steven Sodenbergh. Este compositor fue responsable de las excelentes bandas sonoras de la trilogía Ocean´s Eleven. Si les gusta el género Marlowe se deja ver por la labor de Neeson pero no esperen encontrar un gran exponente del cine noir.
La heredera de la Mafia pertenece a esa clase de películas que parecen entretenidas cuando uno lee el concepto de la sinopsis pero después resultan un desastre producto de una horrenda ejecución. Hace rato que no llegaba al cine una comedia de enredos relacionada con el mundo de los gánsters y este film ofrecía la posibilidad de volver a disfrutar a Toni Collette en un rol cómico. Lamentablemente el proyecto resultó un fiasco debido a un guión mediocre que nunca resulta efectivo a la hora de generar situaciones graciosas y tampoco parece entender la sátira del género. El concepto de la ama de casa con una existencia normal que termina por liderar un clan mafiosos permitía jugar con el humor a través del choque cultural que atravesaba la protagonista. Sin embargo el argumento de Amanda Shers, quien ya había escrito otro fiasco con Collette en Madame (2017), presenta un catálogo de chistes forzados dentro de un conflicto que comete el error de tomarse el género demasiado en serio. Esta era una premisa que hubiera sido más divertida si se encaminaba por el rumbo de Mi vecino el asesino pero Shers parece no tener idea del concepto de la sátira. La dirección corrió por cuenta de Catherine Hardwicke, una realizadora que a comienzos del siglo 21 tuvo un sólido debut con los dramas Thirteen y Lords of Dogtown que exploraba los orígenes de la cultura skater. Desde que hizo la primera entrega de la saga Crepúsculo su filmografía decayó por completo y este año brindó la peor película de su carrera. Hardwicke parece perdida en el género de la comedia y el mundo de los mafiosos y de no ser por las presencias de Colette y Monica Belucci , quienes hacen lo imposible por hacer llevadero el espectáculo, cuesta bastante terminar de ver esta película. Un bodrio con el que no vale la pena perder el tiempo. En la lista de los peores estrenos del 2023 ya tiene un puesto asegurado.
Diez años después del reboot fallido dirigido por el director uruguayo Fede Álvarez, que quedó en la nada, los creadores de esta franquicia vuelven a tropezar con la misma piedra. Según los créditos finales la producción ejecutiva de este film corrió por cuenta de Sam Raimi, Rob Tapert y Bruce Campbell pero queda la impresión que son menciones testimoniales y no tuvieron ninguna participación en el contenido. Cobraron su cheque y le dieron luz verde al estudio Warner para que hicieran lo que se les antojara sin comprometerse con el proyecto. La jerarquía de Evil Dead dentro de su género responde a la combinación perfecta que Raimi consiguió construir entre el terror sobrenatural y la comedia disparatada de humor negro. Los primeros dos filmes evadieron los estereotipos habituales del cine de comienzos de los ´80 para hacer algo diferente y tuvieron una enorme influencia en numerosas comedias de horror que vinieron después. House (1985) de Steve Miner y Night of the Demons (1988) son dos claros ejemplos que tomaron esa herencia. En lugar de la trillada final girl como protagonista Raimi además presentaba a un anti-héroe estúpido como Ash que generaba empatía a raíz de su torpeza. Cuando a una propuesta de Evil Dead se la despoja del contenido humorístico y esa identidad especial que tuvo la serie original lo que queda es un film genérico de posesiones demoníacas como los que llegan casi todas las semanas a la cartelera. Eso es exactamente lo que ofrece este estreno. Alguien me podría objetar que si tenemos en cuenta la decadencia que atraviesa actualmente la comedia en Hollywood, dominada por el humor idiota de Marvel, el mejor destino para el reboot es que tuviera un tono más serio y tendría que darle la razón. No obstante, a una entrega de esta saga se le puede pedir un poco más y por eso la nueva propuesta termina siendo decepcionante El director irlandés Lee Cronin no hace el mínimo esfuerzo por expandir la mitología de la saga en algo interesante dentro del tono serio que escoge para su narración y todo el espectáculo queda reducido a un cuento de posesiones demoniacas trillado y predecible que sólo apuesta al retrato tonto de la violencia extrema y el gore. Pensaron que por incluir al libro del Necromicón y una motosierra el reboot estaba completo y no alcanza. Lo único que vincula a este film con Evil Dead es el título ya que después se presenta un fan fiction construido a base de robo de escenas que vimos en títulos del pasado. Cronin presenta “referencias”, con la sutileza de una topadora, que se vinculan con El resplandor y clásicos del cine italiano como Beyond the Door (1974) y Demons, de Lamberto Lava, que también fue otra discípula espiritual de la obra de Raimi. Los homenajes pueden ser simpáticos y hasta divertidos de identificar para el público más fan, pero no deja de ser un film sin alma ni personalidad que no transmite ningún entusiasmo por esperar futuras continuaciones. La impronta artística de Evil Dead brilla por su ausencia y lo único que rescata a esta propuesta del desastre es que el director al menos presenta una labor competente en los campos técnicos. En esta ocasión el tradicional escenario de la cabaña fue modificado por un edificio decadente en una ciudad. Si bien el cambio es obsoleto desde el diseño de producción y la fotografía consiguieron crear ambientaciones efectivas que le ponen onda a la desidia creativa del argumento. El espectáculo sangriento contiene una buena combinación de efectos prácticos y digitales y dentro del reparto al menos las interpretaciones son decentes. El tema con la violencia extrema es que termina siendo boba porque no tienen ningún impacto emocional, debido a que Cronin no trabaja con personajes humanos sino con roles acartonados que están al servicio del gore. Por suerte la narración va al grano y en 97 minutos el asunto queda cerrado. En síntesis, como propuesta de Evil Dead el nuevo reboot es otro fiasco olvidable pero aquellos que se engancharon con los baños de sangre de Terrifier y busquen algo de ese estilo pueden llegar a disfrutarla con más interés.
Renfield ofrece exactamente el tipo de espectáculo que se podía esperar de una encarnación de Drácula interpretada por Nicolas Cage en su faceta más bizarra. Si en el pasado te engancharon las películas excéntricas del actor el nuevo trabajo del director Chris McKay (Batman Lego) se disfruta bastante durante la mayor parte de su contenido. Este proyecto, que tuvo una larga gestación y atravesó numerosos contratiempos, en su versión original elaboraba una historia mucho más seria. El film iba a ser parte del relanzamiento del Dark Universe de Universal con los monstruos clásicos del estudio, sin embargo la producción se suspendió en el 2014 tras el fracaso comercial de Dracula Untold , protagonizada por Luke Evans. Con el paso de los años la propuesta cambió de perfil y se encaró por el rumbo de la comedia de humor negro cuando asumieron la producción McKay (Batman Lego) y Robert Kirkman, un escritor de cómics con muy buena reputación en la editorial Marvel. La trama propone una continuación directa de la versión de Drácula de 1931 realizada por Todd Browning donde Cage, con un perfil más alocado, retoma la peculiar composición de Bela Lugosi. Ambientada en la actualidad, la historia trabaja el vínculo entre el vampiro y su sirviente para explorar de un modo creativo el tema de las relaciones tóxicas. Curiosamente la dirección de McKay evoca de un modo más sólido el contenido de comedia de horror zarpada con el que se asocia a Evil Dead que el desangelado reboot oficial que también se estrena esta semana. Nicholas Hoult hace un gran trabajo con la interpretación de Renfield y la crisis de conciencia que atraviesa el personaje tras años de servir al monstruo. El contenido humorístico es efectivo y encuentra sus mejores momentos en cada oportunidad que podemos disfrutar a Cage en este rol. Lamentablemente tras la presentación del conflicto central el relato del director se empieza a desinflar paulatinamente cuando su narración pierde el foco de los personajes principales. Lo peor del film lo aporta Akwafina y la culpa en realidad no es de ella sino del guión que en la segunda mitad toma un giro desconcertante. En Renfield protagoniza toda una subtrama donde encarna a una policía que intenta desbaratar un clan mafioso y parece pertenecer a otro film que no tiene nada que ver con la propuesta central. No terminé de entender qué quisieron hacer con ese aspecto del argumento que le quita espacio a Cage y Hoult dentro del conflicto central. Entre las objeciones se puede resaltar el uso de la sangre digital en las secuencias de acción. Un recurso que debería eliminarse del cine porque no termina de convencer desde un punto de vista estético. Los efectos especiales de la vieja escuela le hubieran funcionado mejor a esta película. De todos modos se trata de pequeñas debilidades que no afectan el espectáculo entretenido que propone Renfield. No se estrenan demasiadas comedias de terror en los cines por estos días y vale la pena tenerla en cuenta.
Reseña parcial de medio tiempo. Esta nueva adaptación de Los tres mosqueteros ofrece una ambiciosa película de cuatro horas de duración que se dividió en dos entregas para su estreno comercial en las salas de cine. Por el momento sólo tenemos acceso a la primera mitad de la obra del director Martin Bourboulon (Eiffell) ya que la conclusión recién se conocerá a fin de año. Es raro reseñar una película de este modo porque te cortan la trama como si fuera el final de temporada de una serie y no se la puede analizar de un modo integral. En lo personal el espectáculo que se presentó en esta entrega me pareció más decepcionante que prometedor. Si buscás ver una gran propuesta de aventuras y en especial un exponente del subgénero de capa y espada esta película no es para vos. La particularidad de esta adaptación de la obra de Alexandre Dumas es que se enfoca más en el drama histórico y los conflictos políticos-religiosos que atravesaba Francia en el siglo 17. De hecho, el film se podría haber titulado Las tribulaciones sentimentales de Ana de Austria y encajaba perfecto, ya que en esta primera mitad del relato los conflictos del Rey con su esposa tienen más peso que los mosqueteros. Apoyado en un diseño de producción impactante, el relato de Bourbolon evoca cierta estética del cine de Ridley Scott con una puesta en escena oscura donde los protagonistas se presentan sucios y miserables. La trama sigue la premisa central de la obra de Dumas pero también aporta nuevas subtramas y elementos “modernos” que ayudan a combatir la familiaridad del relato. No todas las ideas son buenas dentro del fan fiction que proponen los guionistas. La decisión que Porthos ahora sea bisexual es una tontería forzada que no le aporta nada al conflicto y parece un guiño destinado a la platea hipster que se ofenden enseguida si no encuentran alguna representación de ese tipo. El relato del director por momentos se vuelve algo aburrido y cuenta con dos inconvenientes notables. A lo largo de 120 minutos nunca llega a consolidar el equipo y la camaradería que conformaba D´Artagnan con los mosqueteros quienes tienen una interacción grupal muy limitada. De todas las adaptaciones que vimos en los últimos años esta es la formación con menos química que se registró hasta la fecha en el cine y la televisión. Vicent Cassel hasta parece aburrido en su insípida interpretación de Athos. Por su parte Eva Green, lo mejor de esta producción, presenta una encarnación más cínica y cruel de Milady que es interesante pero lamentablemente cuenta con muy pocas escenas para disfrutar esta versión del personaje. Con respecto a la acción necesito hacer una catarsis personal. Como ex esgrimista federado las secuencias de combate con las espadas las viví como una picana a los ojos. El hecho que una película concebida y realizada en la madre patria de la esgrima de elite presente a los mosqueteros como ancestros de John Wick es una aberración. Queda la sensación que los actores no tuvieron ningún tipo de preparación previa y el director dejó que improvisaran esos momentos a su antojo. Los mosqueteros contaban con una formación de esgrima extraordinaria y no cualquiera podía ser parte de esa unidad militar. Retratarlos como una banda de vikingos sacados es cualquier cosa. Al margen de ese detalle las coreografías de los duelos son muy pobres y confusas y la película se excede también con el uso de armas de fuego que le quita todo el atractivo a la propuesta. Francois Civil es por lejos el peor D´Artagnan que vi en el cine y no tiene la mínima noción de cómo empuñar una espada. Hasta Logan Lerman hizo un trabajo más decente con el mismo rol en la versión lisérgíca de Paul W.Anderson estrenada en el 2011. No se trata que los artistas sean esgrimistas olímpicos sino que cuenten con un coach que les permita sobresalir en sus personajes de un modo atractivo, como lo hicieron en un pasado reciente Chris O´Donnel, Antonio Banderas o Viggo Mortensen en Capitán Alatriste. La serie de la BBC con estos personajes que se estrenó hace unos años supera claramente a este film que trabaja muy bien los aspectos políticos de la obra de Dumas pero relega el género de aventuras a un plano muy secundario. Veremos si remonta en la segunda mitad con una mayor integración grupal de los protagonistas y más escenas de Eva Green.
Una rareza de la filmografía de Russell Crowe que representa su primera incursión en el género de terror clase B. Su presencia en esta producción es un poco desconcertante pero terminó por hacer llevadero un espectáculo que padece el desgaste y la falta de creatividad que solemos encontrar en esta temática. La trama está inspirada en las experiencias reales del sacerdote Gabriele Amorth, quien manifestó haber practicado cerca de 160 mil exorcismos entre los años ´80 y el 2010. Un experto en demonología y fundador de la Asociación Internacional de Exorcistas que además sobresalió como una figura muy controversial dentro de la Iglesia Católíca. Alineado con las ideologías de derecha más conservadoras Amorth expresó públicamente numerosos disparates absurdos que retrataban su mentalidad arcaica y decadente. Entre ellos el hecho que la práctica de yoga y la lectura de libros de Harry Potter conducen al mal por estar vinculadas al satanismo. Siempre me pregunté qué hubiera pensado el sacerdote si tomaba contacto con un tomo de la saga Drangonlance o los cuentos de Conan. Probablemente los hubiera mandado a la hoguera. Afortunadamente la composición de Crowe y la película de Julius Avery no se toma en serio a Amorth quien en esta propuesta terminó convertido en el Jack Sparrow de los exorcistas del cine. Un gancho muy atractivo porque va a contramano de los clásicos clones trillados del Padre Merryn de la obra maestra de William Friedkin. En este relato Russell encarna a un exorcista excéntrico que le encanta chupar wisky se pelea con los jerarcas del Vaticano, conduce una moto Vespa y bardea a los demonios que enfrenta a través del sarcasmo. Ese perfil del personaje termina por hacer llevadera una propuesta cuyo conflicto se estanca en los lugares comunes que solemos encontrar en estas historias. Avery, quien fue responsable de la sólida Overkill y hace poco dirigió a Stallone en Samaritan en esta película le pintó la vagancia y su narración se rinde a los lugares comunes que suelen presentar las propuestas de posesiones demoníacas. Las típicas escenas robo de El exorcista son abundantes y más que una obra de terror este estreno se encamina por el terreno del thriller sobrenatural. No hay ninguna escena remotamente aterradora y al cuento previsible que desarrolla lo salva un muy buen reparto que contribuye a que el espectáculo al menos sea un poco más entretenido. Un hallazgo notable el casting del joven Peter DeSouza-Feighoney quien encarna la mejor víctima de posesión que vimos en el último tiempo. El elenco incluye también al Gran Franco Nero en el rol del Papa quien comparte una simpática escena junto a Crowe. Los efectos especiales dentro de todo son decentes y la película está bastante cuidada en esos aspectos. Aunque es una propuesta que se borra de la mente enseguida al menos se deja ver y no se padece tanto como otros estrenos recientes que abordaron los mismos conflictos.
Tras una deslucida y olvidable exploración del cine noir en Live by Night, Ben Affleck retomó su faceta de realizador con un proyecto mucho más interesante que narra los orígenes de una de las líneas de calzados deportivos más populares de la historia. En esta producción volvemos a encontrar al cineasta de Argo y Gone baby gone quien consigue construir una película atrapante con una premisa sencilla que tal vez no resultaba atractiva para todos los públicos. El detrás de escena del contrato de una compañía de zapatillas con Michael Jordan. El gran gancho argumental reside en el contexto temporal en el que se desarrolla el conflicto donde Nike era una marca de segunda línea al borde de la quiebra y Jordan recién ingresaba en la NBA. A través de una detallada y nostálgica reconstrucción de los años ´80 Affleck nos transporta a ese contexto cultural y consigue que las reuniones y discusiones de marketing por el diseño de un calzado sean interesantes. En esta cuestión jugó un papel clave el dinámico guión del debutante Alex Converey y un gran reparto donde sobresalen especialmente Matt Damon, Viola Davis y el propio director quien encarna al CEO de Nike. En roles más secundarios llegan a destacarse Jason Bateman y Chris Tucker, quien hace rato no aparecía en los cines. A quienes les interese este tema o hayan disfrutado esta película les recomiendo completar el visionado con el excelente documental One Man and His Shoes (2020). Affleck te cuenta el origen del producto mientras que la obra del director Yemi Bamiro se enfoca en analizar el impacto cultural del calzado y su lado más oscuro. Lo que no se menciona en la película es que las zapatillas fueron un producto elitista al que no todo el mundo podía acceder debido a su costo. Algo que no cambió en la actualidad. Esta cuestión, especialmente entre fines de los ´80 y mediados de los ´90, derivó en una desquiciada ola de crímenes en los Estados Unidos donde un montón de gente murió por el robo de las codiciadas Air Jordan. Gran regreso de Ben Affleck en la realización que no hay que dejar pasar si disfrutaste sus obras previas.
Tras el desastre comercial de la película live action de Super Mario Bros en 1993, Shigeru Miyamoto, el creador del video juego, aprendió una valiosa lección. Para que una producción cinematográfica con estos personajes llegue a buen puerto Nintendo debe supervisar e intervenir cada aspecto del proyecto. De ese modo evitan que en Hollywood hagan cualquier cosa con una franquicia que lleva vigente más de 40 años en el mundo del entretenimiento. A través de esa visión se desarrolló este film de animación que dio como resultado la obra más redonda de la compañía Illumination. Un estudio que desde hace más de una década viene robando con los Minions y no llegó a presentar grandes títulos relevantes que resistieran más de un visionado. La película de Mario es una adaptación impecable de la saga de juegos al mismo tiempo que ofrece una excelente propuesta familiar. Aunque desde lo argumental no toma riesgos ni llega a tener la complejidad de la última entrega del Gato con Botas a los más chicos les ofrece el contenido de fantasía y aventuras que brilló por su ausencia en los estrenos de animación del año pasado, sin la prédica de tediosos mensajes moralistas. Para el público infantil son 92 minutos de pura gloria con una propuesta muy atractiva desde su puesta en escena, mientras que los adultos disfrutarán del festival obsceno de fan service con la nostalgia en modo hardcore. Me dio gracia mientras la veía porque los guiños y las referencias abarcan prácticamente todos los juegos de la saga pero el foco sentimental está puesto en la era de los 8 y 16 bits. Si sos fan de Mario no hay modo que esta película no te saque una sonrisa. En ese sentido sobresale la fantástica colaboración del compositor Bryan Tyler con Koji Kondo (creador de la música del juego) que a lo largo de la banda sonora trae al recuerdo las melodías famosas de niveles y pantallas específicas que son un clásico de la cultura popular gamer. No ocurre lo mismo con la musicalización centrada en temas de rock de los años ´80 que quedó rara. El criterio de selección de las canciones es extraño porque la música no pega con las situaciones que se muestran en la pantalla. El mejor ejemplo es el uso de Take on Me de A-ha que suena en un momento de la nada sin mucho sentido. Una de las pocas objeciones que se le puede hacer a este film. Por otra parte, el retrato de los personajes es fiel a lo que se hizo tradicionalmente en las series de animación de los ´90 con la particularidad que la Princesa Peach ahora cuenta con una personalidad más fuerte y asertiva. Una renovación que ya había cobrado fuerza en los últimos juegos. De hecho Luigi termina siendo el caballero en apuros al que Mario y Peach deben rescatar de las garras de Bowser, quien sorprende con un perfil sentimental muy divertido. Llama la atención la ausencia de Yoshi a quien supongo lo guardaron para una continuación con el fin de no sumar demasiados personajes. La dirección corrió por cuenta de Aaron Horvath y Michael Jelenic (la dupla de Teen Tintans Go!) pero en todo momento queda la sensación que esta es una película de Nintendo. Los empleados de la compañía de video juegos intervinieron hasta en el diseño de los kartings que conducen los personajes en una secuencia de acción, ya que a Miyamaoto y sus muchachos no les daba lo mismo que se representara cualquier vehículo. Por esos detalles la película es tan buena que no parece una típica obra de Illumination. Con respecto al doblaje en castellano cabe resaltar que el lenguaje se centra en un tono neutro y no presenta frases o modismos argentinos como ocurrió en la película del Gato con Botas que molestó a mucha gente. Muy buena interpretación de Raúl Anaya (Bender en Futurama) en el rol de Mario. Quedan algunas puertas abiertas en la trama para una futura continuación que seguramente se concretará sin problemas. Todo indica que Mario llega para romperla en los cines y no tiene ninguna competencia sólida en materia de propuestas infantiles que le dispute la taquilla. En resumen, una gran adaptación de este ícono de Nintendo que disfrutarán fans de todas las edades.
Van a pasar un largo tiempo hasta que el cine español vuelva a ofrecer una película sobre posesiones demoníacas que alcance el nivel artístico de Verónica, la obra de Paco Plaza que se estrenó hace unos años en la cartelera local. Por lejos el mejor material que surgió en esta temática dentro de las producciones de ese país. 13 exorcismos contaba con el gancho de inspirarse en un caso real ocurrido en el 2014 en la ciudad Burgos, donde una joven fue sometida a toda clase de torturas a través de rituales arcaicos con el fin de extraerle una entidad maligna de su alma. A partir de ese hecho la ópera prima de Jacobo Martínez intenta construir una película que nunca llega a encontrar una identidad definida. El relato no deja claro si busca desarrollar un drama social relacionado con el fundamentalismo religioso o un thriller sobrenatural. Una combinación que en el pasado el director Scott Derrickson trabajó con mucha más efectividad en El exorcismo de Emily Rose que jugaba además con los litigios judiciales. La película de Martínez es una obra penosamente genérica y aburrida que recopila todos los clichés de manual que el público puede asociar con esta temática. No faltan las voces distorsionadas y las contorsiones corporales para retratar los burdos momentos de las posesiones y el infaltable clon del padre Karras de El exorcista, personificado en el rol que encarna José Sacristán. Los momentos de terror brillan por su ausencia, al igual que las ambientaciones de suspenso debido a que la narración se estanca en un collage de situaciones predecibles que vimos infinidades de veces en otras películas. La labor de Martínez no hace el menor esfuerzo por evadir los lugares comunes del subgénero y por eso su visionado resulta una experiencia tediosa. Una pérdida de tiempo que se puede ignorar con la tranquilidad que no te perdés nada relevante.
Pese al renacimiento que tuvo el género de la fantasía a comienzos del siglo 21 con los sucesos de Harry Potter y El Señor de los Anillos, la franquicia Dungeons & Dragons terminó vetada en los grandes estudios de Hollywood tras el fracaso comercial de la película producida por Joel Silver en el 2000. La nueva apuesta de Paramount consigue revivir este universo de ficción a través de una producción que resulta muy entretenida para el público que no estaba familiarizado con esta propuesta al mismo tiempo que mima a los fans con una adaptación cariñosa. Los directores Jonathan Godstein y Jon Francis Daley entendieron perfectamente que esto no es Tolkien ni Game of Thrones y aprovecharon los mundos y personajes excéntricos que siempre incluyeron los relatos de D&D para elaborar un espectáculo que no se toma en tan serio a sí mismo. Para los seguidores del juego de rol y la saga literaria la trama está plagada de referencias a monstruos icónicos y escenarios tradicionales que van a poder reconocer con facilidad. Hubo un esfuerzo por hacerle justicia a la franquicia y el film captura muy bien esa esencia de familia disfuncional que conforman los protagonistas, representada en numerosos relatos, desde los viejos cómics de DC hasta la saga Drangonlance. Chris Pine sobresale como la gran figura del elenco con un personaje muy divertido que conforma una excelente dupla con Michelle Rodríguez, quien se destaca más en esta propuesta con su interpretación que en todas las intervenciones que tuvo en Rápido y furioso. El resto del reparto acompaña con trabajos correctos pero son ellos dos los que sostienen el espectáculo. En los aspectos técnicos la dupla de directores presenta una buena combinación de CGI con efectos prácticos que tiene la finalidad de evocar el cine de fantasía de los años ´80. También sorprenden con algunas secuencias de acción inspiradas que le pasan el trapo a los combates Power Rangers de Shazam. Mi única objeción con este film pasa por la abrumadora influencia de los Guardianes de la galaxia de James Gunn en el tratamiento humorístico que atentó contra la posibilidad de construir una identidad más definida. Me encantaría ver otra película con el rol de Pine sin que me recuerde al Starlord de Chris Pratt. El film tampoco cae en los excesos de la segunda entrega de Guardianes ni la imbecilidad extrema del Thor de Taika Waititi pero podría generar humor sin la necesidad de emular los productos de Marvel. De todos modos el balance es más que positivo y el regreso de D&D ofrece una muy buena propuesta pochoclera que tiene el potencial de generar más entregas.