El filme de Gilles Lellouche se inscribe dentro de la línea inolvidable de comedias británicas como "Full Monty", "Tocando en el viento" y "Chicas de calendario". Verdaderos relatos de superación, donde lo socioeconómico obliga a increíbles transformaciones como las de los mineros en stripers o las amas de casa pueblerinas convertidas en nudistas por una buena causa. En este caso, un grupo de ocho hombres pasados los cuarenta, a los que los años (cada vez más jóvenes), la situación económica o familiar les está haciendo la vida imposible, consiguen encauzar su existencia gracias a un aviso que convoca a la formación de un equipo masculino de nado sincronizado. Ahí están el inocente del grupo, Thierry (Philippe Katerine); Laurent, el negador permanente con un pasado maternal culpable de muchas de sus rabietas; el depresivo Bertrand (Mathieu Amalric, el de "Gran Hotel Budapest"); sin desdeñar a la instructora inicial, Delphine, con su pasado alcohólico que la condujo al fracaso. Todos ellos abrumados por la desesperanza, están dispuestos a acatar el reglamento que exige "voluntad, gracia, ritmo y vida saludable" para constituir un equipo disciplinado y capaz de ganar cualquier competencia. DE BUEN HUMOR Con buen humor, "Nadando por un sueño" es la clásica comedia francesa que no desdeña un tono de acidez, delinea sin caer en la caricatura personajes queribles y reales, añade un buen ritmo y un elenco de primeros actores. Elenco en el que conviven el conocido actor belga Beno”t Poelvoord ("Asterix en los Juegos Olímpicos"), como el vivillo vendedor de piletas, con la muy joven y divertida Leila Bekthi (la instructora insoportable) o un gran actor como Jean-Hugues Anglade ("El hombre herido") en el eterno rockero que no puede abandonar la bohemia y lo imposible a pesar de las reflexiones racionales de una hija adolescente. "Nadando por un sueño" atrae por la sinceridad de sus planteos, su música atractiva y la picardía de convocar a un público amplio (hasta las abuelas se verán representadas con escenas de filmes de Esther Williams, célebre nadadora y actriz gracias a la que se creó en Hollywood el subgénero de "comedias acuáticas" en los "50). El filme de Lellouche es una buena guía para gente con problemas, con necesidad de apostar todo a una buena idea, trabajar fuerte y en equipo, y rescatar lo mejor de la familia.
Hace más de medio siglo que Stan Lee y Jack Kirby crearon para el mundo del comic los X-Men, destinados a liderar el Universo Marvel. Superpoderosos, educados en el bien para proteger humanos y defender mutantes, su lucha no tiene tiempo ni límites. El éxito se extendió al cine y secuencialmente, desde hace 19 años, la industria hornea aventuras con los X-Men en una cadena de 11 producciones. Esta vez, irónicamente, los X-Men deben enfrentarse con su propio espejo. Alguien del palo, Jean Gray (Sophie Turner), también alumna de Charles Javier (James MC Avoy, el papá de los X-Men), en otro momento temeraria en transmisiones mentales y desplazamiento de todo tipo de objetos, parece haber enloquecido. El asunto fue en una misión de rescate donde una fuerza cósmica multiplicó y enrareció sus poderes. Jean perdió su eje de control y desatada es capaz de dañar a los que ama. Los mutantes deben liderar una lucha desigual y de consecuencias imprevisibles impidiendo que su ex compañera se autodestruya y la galaxia caiga en manos de sus enemigos, listos para aprovechar cualquier descontrol. IMPRONTA TERRENAL El director británico Simon Kinberg está ligado desde hace años a la escritura de contenidos de las películas "X-Men" y recientemente, con Lawrence Kasdan, fue contratado para nuevos episodios de la trilogía de "Star Wars". En "X-Men. Fénix Oscura" vuelve a convocar a los clásicos personajes de la saga, desde el profesor Charles Javier, el célebre Magneto (Michael Fassbender), la azul Mystique (Jennifer Lawrence), supervillana declarada; Jean Grey, Cíclope o Vuk (la pelirroja Jessica Chastain). Luego de las famosas declaraciones que imaginaban un entorno cósmico para el último capítulo de la saga, "X-Men. Fénix Oscura" se mantiene dentro de una línea bastante terrenal, que trata de resolver el descontrol de Jean Grey. Los enfrentamientos de Mystique con el profesor Charles Javier en defensa de los mutantes utilizados en misiones de rescate, repiten el esquema de sagas anteriores de Marvel, en que el mal menor es una recurrencia conflictiva en misiones en que diferentes etnias se mezclan. "X-Men. Fénix Oscura" se desarrolla dentro de las líneas convencionales de acción y aventura marcadas narrativamente, no innova y presenta los mismos personajes, más algunos adicionales poco significativos. Si la comparamos con filmes anteriores, la efervescencia es mucho menor, incluso en el uso de efectos especiales, pero algunas gotas de humor dan un toque diferente a la linealidad habitual. ¿PUNTO FINAL? Considerar este final como corolario de la saga es decepcionante, no está a la altura de la menor expectativa, es absolutamente igual a otros finales, pero pensemos que en algún momento no se consideró al filme como cierre de la saga. El proyecto sufrió una serie de inconvenientes a partir de la compra de Fox por parte de Disney, sus modificaciones en la línea de estudios, el fracaso de las pruebas de audiencia en base a cuyos gustos se testean los cambios que tendrá el producto cinematográfico, sin olvidar las modificaciones del final por ciertas similitudes con "Capitana Marvel". A pesar de no defraudar al habitual consumidor de superhéroes, "X-Men. Fénix Oscura" no escapa a los problemas que jalonaron la filmación, incluido su problemático final.
Hay tiempos para la reflexión y cuando Salvador Mallo, director exitoso, se da cuenta que puede estar cerca del final, muchos momentos de su vida parecen invadirlo como exigiéndole explicaciones. Ahora que no puede volcarse en una película como en los buenos tiempos, escribir lo compensa y los recuerdos parecen hacer fila desde la lejana infancia valenciana, con esa madre imborrable y un cuadro de alegrías más allá de la pobreza. ¡Y cómo pasó el tiempo! Casi a las corridas. La vida lo compensa con espacio para comprenderse un poco más, para comparar acciones y pensamientos que interfirieron en sus relaciones, cortaron algunas y lo obligaron a conductas de las que puede estar arrepentido ahora que la salud falla y muchos de los que quiso ya no están. Hasta parece que la vida le da otra oportunidad al devolverle a uno de esos enemigos con los que uno establece una relación sólida como pocas (Asier Etxeandia) y el amor que no perduró (Leonardo Sbaraglia). Almodóvar pinta momentos de su vida con las letras de la ficción, desde los amores frustrados hasta los iluminados de una madre cantora a orillas del río (Penélope Cruz), desde los efluvios de la droga hasta el reencuentro con la escritura, el amor y el cine, su pasión. Filme con todo el hedonismo de un amante del placer y todo el sufrimiento del que siente tan fuerte el deseo como la necesidad de castigo. MEMORIA EN IMAGENES El gran manchego se da un baño de memoria como el Saura de los mejores tiempos y convoca fantasmas alrededor, cerrando una ronda que incluyó clásicos como "La ley del Deseo", "La mala educación" o "Volver". Y lo hace invitando a sus amigos de la vida: Antonio Banderas, Penélope Cruz, Cecilia Roth, Juan Gatti con sus animaciones iniciales, y creadores que con sus obras decoran el piso de Salvador Mallo (Maruja Mallo, Miguel Navarro, Manolo Quejido). Si Almodóvar no puede olvidar a los amigos, tampoco su amor por la música. Así hay canciones en "Dolor y gloria" que recuerdan una España íntima ("A tu vera") cantada por Lola Flores, o la increíble "Come Sinfonía" de Pino Donaggio, con toda la melancolía de ese sueño de amor compartido entonado por Mina y que invita, como la canción, ""a cerrar los ojos en compañía"". Una arriesgada película Almodóvar, sin Pepi, Luci y Bom, pero con un Banderas ideal en el papel del alter ego del director y dos profundas imágenes de una sola madre: Penélope Cruz y Julieta Serrano.
Sinan finalizó sus estudios. Dará examen como maestro estatal de primaria, base para un trabajo que le permita vivir. Pero él aspira a ser un escritor. Ya terminó lo que él llama ""metanovela"", algo más que sus observaciones íntimas. Con un ego a pleno, la audacia de la juventud y la seguridad de un adolescente, está dispuesto a meterse el mundo en el bolsillo. Ahora vuelve al pueblo natal, en la ruralidad turca, ese pueblo del que no tolera su chatura. El resto son conversaciones con la vida. La mujer que alguna vez amó, la madre, los abuelos, un escritor al que admira, religiosos, un rompecabezas que deberá rearmar para meterse en la realidad. El turco Nuri Bilge Ceylan ("Nubes de mayo", "Sueños de invierno") juega en las Ligas Mayores de los Maestros: Bergman, Kurosawa, Tarkovski. Sus filmes apuestan a la interioridad, a la reflexión, al silente rosario que se desgrana por horas mientras trascurre una cinta. Por eso sus películas exceden todo los límites del cine comercial. Ceylan toma las películas como largos ensayos para demostrar, asimilar, analizar hechos de la vida diaria. Eso pasa en "El árbol de peras salvajes", película-ensayo sobre distintos temas que preocupan al hombre. Los sentimientos, la necesidad de vivir según los propios valores, la compleja trama del escritor de tomar seres como objetos para reelaborar ficciones, de alejarse de lo afectivo hasta que es tarde y envolviéndolo todo el karma del dinero como un bien que tuerce destinos y amarga la vida. DAMERO DE LA VIDA Ceylan, esta vez quizás más cerca del público por cierto humor, no siempre presente en sus filmes, extrae, como los viejos filósofos griegos, de lo simple, la complejidad, y de escenas aparentemente mínimas, una cinestesia de sensaciones (encuentro con Hatice, donde la Naturaleza en movimiento explica el goce de la vida simple y las palabras, la fragilidad del hombre que necesita lo innecesario). Con bella fotografía, delicados toques musicales, grandes actores y un hilado de trama firme, Nuri Bilge Ceylan arma un mosaico sociocultural, donde el hombre en el inicio de la vida toma conciencia de la pluralidad de opciones, pero también del rigor del mercado que desequilibra un damero difícil de transitar.
Tan famoso como cualquier monstruo occidental, Godzilla nace en Japón en la década del "50 de la mano del productor Tomoyuki Tanaka, inspirado en una película de monstruos del norteamericano Lourie del año "53. Con un grande de los efectos especiales (Tsuburaya) y un asistente de dirección del gran Akira Kurosawa, Ishiro Honda, el terceto fue gestor de la primera película con el monstruo que arrasó, dejando el camino libre para las futuras. El filme de Michael Dougherty, guionista de "X-Men 2" y "El retorno de Superman", se inspira en la película de 2014. En el nuevo filme se habla sobre la Agencia Monarca de Criptozoología, dedicada al estudio y control de animales se supone que desaparecidos o mitológicos, y que da a conocer el peligro de estos monstruos. Advertidos los gobiernos internacionales de la aparición de semejantes titanes, nombres como Godzilla, Monthra, Rodan (el alado) y Ghidorah (con tres cabezas) serán las mascotas contra las que habrá que luchar mientras compitan por su supremacía. Alrededor de tamaños renacuajos giran los más variados personajes, con una trama base en la que una madre, la doctora Emma Russell (Vera Farmiga), y su hija adolescente, que son secuestradas por un ecoterrorista que lucha por salvaguardar el planeta, mientras el padre y esposo es convocado por la agencia Monarca. Paralelamente, se suman personajes, algún excéntrico admirador de monstruos como el doctor Serizawa (Ken Watanabe), y otros ignotos que observan, reflexionan y aconsejan respecto de la tragedia que se amplía al resto del universo. Todos de alguna manera forman parte de la lucha desigual que se desarrolla en distintos lugares del planeta, en el cielo, en el agua o en la tierra, donde la guerra global desató un infierno. APOCALIPTICA "Godzilla II: El rey de los monstruos", con diálogos y actitudes en general inverosímiles, desborda en una parafernalia de efectos especiales en que chocan semejantes bicharracos con un aglutinamiento de aquelarre, ayudados por claroscuros y humos varios (como en un concierto de rock). La sensación es verdaderamente apocalíptica y ningún admirador de este tipo de filmes se va a sentir defraudado. Todo con la ayuda de tecnología de primera, música vibrante, con alguna que otra dimensión cósmica y, según los adeptos, utilización de ritmos originales de la saga oriental. Por supuesto, hay confrontaciones humanas de los audaces, los solidarios y los más o menos activos, que hacen lo que pueden en esta plataforma desigual donde lo único válido es jugar a ver quién aguanta más. Reiterativa por momento, sorprendente a veces, con algún nuevo gorgojo amenazante al que no le hacen mella aviones supersónicos o nuevas armas en calidad de prueba, "Godzilla II..." cumple con los mandatos del género y agota un impactante escenario visual.
No es una película más luego de biográficos musicales como "Bohemian Rhapsody", que evoca al cantante británico Freddie Mercury y al grupo Queen, o "Vox Lux" que recuerda el ascenso a la fama de una estrella de rock ficticia (Natalie Portman). Seguro que formará parte de las aspirantes a varias estatuillas en la carrera de los Oscar del próximo año. "Rocketman", esta efervescente biografía musical sobre Elton John y sus cincuenta años de trayectoria, retoma lo que ya parece ser un clásico, el triunfo del talento sobre la adversidad. Más allá de su merecido reconocimiento musical, el tímido estudiante de la Real Academia de Música británica, nacido en una ciudad del noroeste de Londres, logra superar a una familia problemática renaciendo una y otra vez con sus estruendosos anteojos en forma de corazón. "Rocketman" muestra a un Elton John nacido británico como Reginald Kenneth Dwight, criado en un hogar de la clase popular por padres difíciles, en una época en que declararse gay era tabú. Necesitado de amor lo encontrará en los temas musicales que escribe y en el público que tarareándolo lo amaba. Y con su querido Bernie Taupin, el actor de "Billly Elliot" Jamie Bell se convertirá en socio creativo de sus canciones y en el dueño de una amistad de años. El mundo del espectáculo lo elegirá como su preferido y 300 millones de copias vendidas de sus álbumes hablarán de su popularidad. UN GRAN ACTOR Filme sin limitaciones, exagerado en metraje, canciones y extravagancias, "Rocketman" muestra números musicales sofisticados y no siempre de buen gusto, con la personalidad avasallante de Taron Egerton, el chico de "Kingsman", que nunca para y puede deslumbrar con su sorprendente capacidad en el mundo de Hollywood. Con momentos que llevan a los fanáticos a alturas extremas, como cuando Elton levita metafóricamente con sus admiradores encabezando un show. El filme aprovecha canciones inolvidables como la "Tiny Dancer" de su desilusión amorosa, donde se transforma en ""una chica de jeans azules, costurera para la banda, destinada a la boda"", o con sus sesiones de terapia anti-alcohólica, hecho un ridículo diablo rojo. Fauna oxidada rodeando su fama, abuela cálida, a pesar de todo a su lado (Gemma Jones); una narración inquieta, nada profunda pero entusiasta, y lo bueno de sobrevivir feliz creando, son virtudes que el notable Taron Egerton exhibe en una vital composición, toda pluma y lentejuelas.
Una zona rural casi bucólica en Kansas. Los Breyer, una pareja de granjeros jóvenes, Kyle y Tori, que no tuvieron la suerte hasta ahora de tener hijos, son testigos de algo que estremece la noche, un gran resplandor ilumina el cielo. Entre luces extrañas, naves espaciales y creencias esotéricas aparece un bebé para acompañarlos. Tori sabe que su vida cambiará, aunque no imagina cómo. El asunto es que Brandon crece como cualquier chico, inteligente, hábil en ciertas manifestaciones de campo que le son inculcadas, hasta que a los 12, como edad límite para la revelación, Brandon advierte superpoderes de los que no tenía noticia. Es buen momentos para aplicar en la escuela la técnica del escarmiento porque le están haciendo bullying. Hasta aquí podría ser la clásica historia de un superhéroe de planetario origen, que reconociendo su fuerza aprende a dominarla y se lanza a la Lucha por el Bien. Pero el joven Brandon parece apuntar para el otro lado y directamente elige lo malo como instrumento y la lucha por el Mal como destino. CONVENCIONAL Planteada en un comienzo como una clásica historia de niños malignos, esa comunidad que puebla películas como "Sinister", "Demian" y otras, el filme de Davi Yarovesky se mete en una senda remanida y convencional, donde todo lo visto en película como aquéllas se vuelve a dar, repite sus esquemas sin novedad ni creatividad, y se pierde la oportunidad de crear un héroe joven, peligroso para el mundo dispuesto a nuevos desafíos. Jackson A. Dunn como Brandon Breyer es un jovencito con buenas condiciones para convertirse en superhéroe, pero no hay la suficiente disposición para crear cosas nuevas y todo se mantiene en una línea formal atractiva, convencional, de buenos efectos especiales y nada más. Rodeado de buenos actores como Elizabeth Banks ("Los juegos del hambre") y David Dunman, Brandon se queda tranquilo y se acomoda a la convencionalidad general.
Alain se desenvuelve en un mundo literario en constante cambio. El es editor y cada vez más el público se inclina por la lectura rápida y liviana. Ahora tiene que ir planteando el asunto a los escritores que lo acompañan. El caso es que las novedades editoriales relacionadas con lo digital se van a mezclar con las relaciones interpersonales. Es que quien maneja la edición digital es joven y "depredadora", según cuenta Selena (Juliette Binoche), la esposa del editor, a la que no se le escapa nada. Y juventud, belleza y practicidad en el manejo de la tecnología son virtudes demasiado poderosas para que un editor veterano la desdeñe. E-BOOKS Comedia liviana donde la edición de los e-book se mezcla con las relaciones sentimentales entrecruzadas, y los problemas laborales y la injerencia de la vida privada en la literatura se manejan con una sonrisa, es una característica de este Assayas, lejos de "Personal Shopper" o "Irma Vep", pero con su refinado estilo. El punto alto es la estupenda Juliette Binoche como la esposa del editor, condenada a repetir los personajes en la televisión por algún éxito anterior y a estar llegando a esa edad en que los veinte años de matrimonio pesan. "Dobles vidas" plantea un tema actual con estilo y buenos diálogos ("un tuit es un haiku"), actores que cumplen bien su función aunque son bastante anodinos, salvo la Binoche, ese tono volátil, como ""aquí no ha pasado nada"" y que alguna otra película francesa de años atrás hubiera obligado a plantear como posibilidad de una separación matrimonial o motivo para una buena terapia sexual. El tiempo pasa.
Una mujer que sufre violencia. En el ámbito de una provincia, siendo su pareja un aspirante a un cargo político, María, cansada de un marido golpeador, decide escaparse y tener su hijo sola (está embarazada). Luego de un enfrentamiento violento se larga a la ruta para encontrar un espacio de libertad. El filme de Alberto Romero elige un formato que engloba la fábula con componentes sociales y fantásticos, y el western. "Infierno grande" se desarrolla en la provincia de La Pampa, donde su heroína protagoniza una suerte de road movie en la búsqueda de un paraíso deseado pero imposible. Un viaje que reafirma la línea de empoderamiento femenino, permite el encuentro de personajes acordes al tono fantástico que el director propone, más cercanos al estereotipo, y que de alguna manera remiten a ciertos relatos cinematográficos de Fernando Birri. Así desfilan el vendedor oportunista, muy bien interpretado por Mario Alarcón; el misionero del carrito multiuso (bien Héctor Bordoni), o el chico de fantasmal aparición en distintos momentos del filme. Con una innecesaria presencia de la voz en off, "Infierno grande", de buena factura formal, tiene una estupenda interpretación de Guadalupe Docampo ("Los nadies", "La sangre brota"), que sale airosa en un papel que demanda una presencia continua. Alberto Ajaka, en el rol de la pareja de María, muestra fuerza y convicción en un papel breve pero significativo. Destacable la fotografía de Tebbe Schonning que da el marco adecuado para que la tragedia se desarrolle.
Las primeras imágenes de "Leto" ("Verano") remiten a la new age de los "60, a las imágenes de adolescentes que aplaudían una civilización de "amor y paz", se acercaban a la naturaleza, vivían la contracultura y organizaban pequeños conciertos de rock en espacios mínimos. La consagración de figuras como Viktor Tsoi en la década del 80, dentro de una opaca atmósfera de cambio musical, preanunciaba la posibilidad de verdaderas transformaciones afines al enarbolado espíritu de libertad. La influencia de grupos musicales como Blondie o Sex Pistols, a pesar de pertenecer a la criticada cultura capitalista se unieron junto con un grupo de nuevos músicos alrededor de los llamados Club de Rock en la época de Brezhnev, detonantes de la difusión del rock con su creación de un espacio donde se hablaba de esa música y se emitían pases para permitir la actuación de ciertos grupos. El filme sigue el ascenso de Viktor Tsoi, su acercamiento a músicos consagrados como Mike Naumenko ("Zoopark") importante autor de letras y reversiones de éxitos rockeros en idioma inglés. Un itinerario de locura, diversión, entusiasmo por la música, permite disfrutar de un movimiento que pocas veces fue tan bien mostrado con su carga de subversión e ingenuidad como en la escena del tren en la que se recurre a todo tipo de recursos tecnológicos a la manera de arqueológicos filmes como "Help" de Richard Lester y "Submarino amarillo", de Dunning. Curiosidad fílmica que el perseguido director Kirill Serebrennikov mostró en el Festival de Cannes sin poder asistir a sus jornadas por intolerancia del gobierno ruso.