Coproducida entre los países de Eslovaquia, República Checa y Austria, "El intérprete" es un drama con algunos tintes de comedia, una road movie entre dos personajes que a través de un viaje van buceando entre sus historias personales y la de su familia y país. Un traductor judío llega a la casa de quien podría haber sido el oficial de la SS que asesinó a su padre. Fue un libro lo que lo llevó hasta allá y si bien en principio recibe rechazo del hijo del oficial, luego se verán ambos inmersos en un viaje en busca de respuestas. Las personalidades no podrían ser más diferentes. Uno es responsable y serio; el otro aprovecha para pasarla bien, conquistar mujeres y beber. Eso los llevará a tener unos cuantos desencuentros, idas y vueltas. ¿Es más fácil para el hijo de un asesino que para el hijo de la víctima?, misma pregunta que se hace la reciente novela de Joyce Carol Oates, "Un libro de mártires americanos" que si bien narra una historia diferente -el asesinato de un médico abortista que lleva al asesino a la cárcel y lo conduce a la pena de muerte- en cierto momento conecta a dos personajes, dos hijas, la del asesino y la del asesinado. Ungar y Graubner (interpretado por el actor protagonista de Toni Erdmann, Peter Simonischek) a la larga son dos hijos también. Hay una melodía de violonchelos que se repite constantemente en la banda sonora de la película y se siente invasiva, que subraya lo melancólico. Hay otros momentos musicales diferentes y se perciben algo extraños o descolocados, como que irrumpen un tono. Tono, justamente el film apela a un tono muy particular. Estamos ante una historia que podría haber sido un fuerte drama y sin embargo aparecen muchos momentos que descontracturan. En realidad la primera parte, más allá de su inicio incómodo, apela a un tono más relajado y es en la segunda parte que se torna más áspero. Más allá de la temática y la historia, "El intérprete" se desarrolla fuera de los circuitos de los lugares comunes y golpes bajos. La trama no deja de ser dura, pero porque la historia de esos personajes –en el camino irán conociendo diferentes historias a través de testimonios de varios sobrevivientes- lo es. Prolija, con varios buenos momentos, "El intérprete" es un sólido e interesante drama que intenta correrse de historias que fueron contadas muchas veces porque sin duda parece haber una necesidad innata de seguir repasando y reescribiendo quizás las historias que definen de dónde venimos. Aunque el resultado a veces es desparejo, sorprende con un final inesperado. Como dato de color, es la película que Eslovaquia envió a los próximos Oscars 2019.
El estreno uruguayo del año será sin dudas La noche de 12 años, película escrita y dirigida por Álvaro Brechner que se basa en los doce años en que tres hombres permanecieron encerrados y aislados en Uruguay bajo la dictadura militar. Hay que decirlo: muchos realizadores y guionistas (especialmente en Hollywood) podrían haber trasladado esta historia al cine de la manera más esperada, tradicional, simplista y apuntando a lo sentimental, a la lágrima fácil. Álvaro Brechner sabe que tiene en sus manos una historia poderosa, no sólo por el contenido (el suplicio de tres hombres encerrados durante ni más ni menos que doce años) sino por lo que representa para la historia de su país. Uno de aquellos hombres rebajados y humillados se convertiría años después en el presidente de Uruguay, José Pepe Mujica. Así, con fuertes dosis de “basada en hechos reales”, Brechner nos ofrece una película que no se regodea en su material de origen sino que aprovecha los recursos del cine para poder hacer justamente eso: cine. No se queda sólo en retratar hechos sino que construye un clima que la hace percibir siempre de manera muy sensorial. La principal fuente es el libro que escribieron los otros dos prisioneros, Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro: Memorias del calabozo. Con una fotografía destacable que sabe aprovechar las locaciones, los diferentes escenarios pequeños y cerrados por los que se van trasladando a los prisioneros y una buena construcción de época desde una perspectiva poco usual, La noche de 12 años se mueve entre diferentes personajes a partir del año 1973, entre los que quedaron encerrados y los que siguieron ahí afuera, esperándolos. Si bien permanecieron aislados e incomunicados, Brechner se toma algunas licencias poéticas y en su guion los personajes se van comunicando de manera creativa, aunque sea con golpecitos, tratando de mantener la cordura mientras no tienen contacto con el mundo exterior. Aunque estamos ante una historia con fuerte contenido político, la película elige enfocarse en lo personal, en esos personajes, en lo que les sucede a ellos más allá de lo que le está sucediendo afuera al país. El español Antonio de la Torre interpreta a Pepe Mujica, y lo acompañan el Chino Darín y el uruguayo Alfonso Tort. Más allá de que algunos quieren vender la película como “basada en la vida de Pepe Mujica”, no sólo no es cierto -sólo se inspira en esos doce años a los que alude el título- sino que la película sigue casi por igual (casi porque quizás el personaje de Darín sí queda un poco menor) a los tres recluidos. No es una biopic. Aunque sí por sobre el final se acerque a un modo más tradicional de resolver y explicar.
Dirigida y escrita por Bárbara Sarasola-Day, Sangre blanca es un thriller que tiene como protagonistas a una hija y su padre distanciados en medio de una situación peligrosa relacionada con el pasaje de drogas a través de la frontera. Eva De Dominici es una joven que llega junto a un muchacho a Bolivia. Pero él se siente mal y en la habitación de un hotel, fallece. De a poco se va comprendiendo lo que sucedió: ambos fueron convencidos para pasar droga dentro de sus cuerpos de un país a otro y una de esas cápsulas reventó en el cuerpo del muchacho. De repente la chica se queda sola, en un lugar que no conoce y con la amenaza de lo peor por parte de quienes manejan el negocio. No tiene a nadie, ni acá ni allá, pero entonces decide llamar a su padre, un hombre que se alejó de su vida, que nunca se hizo cargo ni la reconoció y que, aparentemente, no tiene ninguna razón para querer ir a ayudarla. Y sin embargo termina cediendo y se convertirá en su cómplice, mientras intentan terminar con aquello por lo que ella está ahí y poder seguir adelante. En otras palabras, necesitan recuperar todas las cápsulas de cocaína, incluidas las que quedaron dentro del cuerpo del ahora cadáver. La película de Bárbara Sarasola-Day apuesta al thriller y no escatima a la hora de crear imágenes no aptas para sensibles. Lleva al límite a sus personajes que, a la larga, no quieren más que sobrevivir y salir de esa terrible situación en la que se vieron de repente inmersos. Por debajo de la película de género también está la crítica social al mundo del narcotráfico e incluso a las posibles consecuencias que una ruptura de lazos familiar temprana puede generar. Hay que resaltar que De Dominici logra un muy buen trabajo teniendo al lado a un actor como Alejandro Awada, siempre capaz con personajes oscuros y poco agradables. No obstante ella pone el cuerpo y se banca largos planos que recaen en no mucho más que sus expresiones.
Dirigida y escrita por Nadir Medina, “Instrucciones para flotar un muerto” es una película cordobesa que retrata un duelo, una ausencia. Algo que de manera muy reciente también hizo Mercedes Laborde con “El año del león”; aún en alguna cartelera, pero en este caso de una manera diferente, más visceral. La ausencia es invisible y no se puede tocar, y sin embargo se siente en todo el cuerpo. Jesica y Pablo son dos amigos que no se veían desde hace muchos años. La película comienza, luego de un intrigante prólogo que remite a un suicidio, cuando Jesica regresa de Madrid, donde estuvo viviendo desde hacía mucho tiempo. En ese departamento sucederá gran parte de la película, aquel donde Pablo intenta seguir con su vida mientras no puede terminar sus estudios, no soporta trabajar en el hospital junto a su padre, y deambula entre alguna relación más íntima. La llegada de Jesica es tranquila y sin embargo irrumpe, algo sucede. Entre los dos hay alguien más, alguien que no está. Allí es cuando la ausencia se torna casi palpable. Medina narra su película a través de pequeños momentos, momentos que se estiran para que cobren cierta naturalidad. Es sutil en el desarrollo de lo que va sucediendo especialmente entre ellos dos, aunque aparezcan personajes de afuera. Una nueva conquista de Pablo o viejos amigos a los que casi no se reconocen ya reunidos en una terraza en medio de algo que no sabe bien qué es. Es un relato construido con paciencia y a su tiempo, a través de pequeños momentos de una aparente cotidianeidad, y no por eso lento ni aburrido. Al contrario, siempre resulta atrapante, uno nunca quiere dejar de mirar. La cámara se apoya en detalles que a veces podrían ser imperceptibles, como ciertas esquinas del departamento aparentemente vacías. A la larga la ausencia es una presencia, está ahí, y Medina la retrata de una manera hasta poética. Jazmín Stuart y Santiago San Paulo son los dos actores que le ponen el cuerpo a esta etapa de un duelo que no parece nunca ser superado. No hasta que puedan dejar ir sin dejarse ir ellos mismos. Pequeña y sutil, y al mismo tiempo profunda e intimista, Instrucciones para flotar un muerto resulta una buena película sobre la ausencia y el modo, diferente, que cada uno tiene de lidiar con ella. Modos que a veces se encuentran y otras tantas se desencuentran. Pero son batallas que siempre hay que luchar.
La nueva película de la directora Tonie Marshall, escrita junto a Marion Doussot y en colaboración con Raphaëlle Bacqué, retrata la historia de la primera mujer en Francia que logra convertirse en presidenta de una empresa. Una importante compañía de agua que es manejada por el gobierno. Pero en lugar de quedarse en mero panfleto (más allá de un inicio en el que incluso se cita a la escritora Margaret Atwood) en estas épocas en las que el feminismo y la búsqueda de igualdad de género están más visibilizadas que nunca, Marshall delinea toda una historia sobre el poder, lo que se esconde bajo su nombre y la competencia que esa ambición puede generar. Si bien la película no está basada en un caso real específico sí las guionistas han investigado diferentes casos de mujeres que han conseguido puestos similares. Emmanuelle Blachey (interpretada por la actriz Emmanuelle Devos, la flamante protagonista de “Violette” donde se metió en la piel de la escritora protegida de Simone de Beauvoir, Violette Leduc) es una ingeniera capaz que logró destacarse en una importante empresa de energía. Si bien su vida personal no es tan brillante (quizás porque dedica demasiado tiempo a su trabajo y la vida personal va quedando bastante en segundo plano), se convierte en el centro de un grupo de mujeres influyentes que buscan conquistar una importante empresa de agua. Y le proponen postularse para un puesto que hasta el momento nunca había sido ocupado por una mujer, ni en esa empresa ni en ninguna otra de ese calibre. Emmanuelle nunca se consideró feminista, no creía en la sororidad entre mujeres y cree que si llegó hasta donde llegó fue justamente por pensar y actuar no como mujer. Mientras una carrera ardua y llena de trabas para lograr alzarse con ese importante puesto le presenta un mundo dominado por hombres cuyo poder no están dispuestos a ceder, también comienza a reencontrarse con su género de un modo que hasta el momento no se había planteado. “La número uno” es antes que nada un drama con algunos aires de thriller que bucea por diferentes aguas. La vida personal de Emmanuelle con el fantasma de su madre ahogada, un padre internado, un marido que le reprocha quedar en segundo lugar ante su trabajo muchas veces, hijos a los que ve poco, y un insomnio que sólo puede manejar tomando pastillas. A todo eso se le suma la presión (y la ambición, porque ante todo si lo hace es porque desea convertirse en jefa) para conseguir un puesto que el género masculino no parece querer ceder. Pero “It’s a woman’s world”, como se canta por el final, y Emmanuelle se sabe capaz. El problema es todo lo que tiene que transitar, las aguas algo pantanosas que tiene que cruzar, para poder acceder a él. A la larga, el mundo del poder resulta bastante sórdido. Además de repente ella se ve convertida en una figura pública, juzgada por gente que no conoce, perdiendo gran parte de su privacidad. La película de Marshall denuncia entonces la dificultad a la que las mujeres se exponen para acceder a puestos altos y lo hace de la mano de un personaje multidimensional como lo es Emmanuelle, al cual Devos interpreta de manera espléndida, y con una trama que a veces pierde un poco el eje pero logra encontrarlo para contar lo que se quiere contar. Y dejarlo bien en claro.
“Depredador” es uno de los personajes icónicos del cine. Con dos entregas individuales (y un par más junto al “Alien”), no es de sorprender que se quiera seguir explotando ciertas franquicias exitosas que tienen un público asegurado. En este caso fue Shane Black (quien además actúa en la película de 1987) el encargado de volverlo a la actualidad, un director que además de unas comedias negras más chiquitas (como "Kiss Kiss Bang Bang" o la más reciente "The Nice Guys"), fue quien estuvo detrás de, quizás, una de las más polémicas del universo Marvel,"Iron Man 3". Sin duda estamos ante un director que tiene un estilo, un humor, y al que por lo visto no lo condicionan (al menos no lo suficiente) las grandes productoras. Pero eso no es todo. En el guion, además de a Black tenemos a Fred Dekker, guionista de películas ochentosas como "Night of the Creep" y "The Monster Squad". En “El depredador”, tres décadas después de la primera, un grupo de soldados se encuentran con la nave y, tras una de las mejores secuencias y muertes de la película, queda como único sobreviviente Quinn (Boyd Holbrook), quien inmediatamente entiende cómo hacer uso de lo que esta criatura deja detrás. Luego esta secuela presentará varios personajes que la trama se irá encargando de juntar. El hijo de aquel soldado que recibe el paquete que él envía (interpretado por Jacob Tremblay, el niño que fue nominado al Oscar por su papel en "The Room"), una doctora (Olivia Munn) a la que acuden cuando tienen en posesión un cuerpo extraterrestre para su estudio, y los soldados que junto a Quinn conforman una especie de grupo de marginados. Si bien la original era una película que conjugaba la acción con el terror, acá se apela más a la acción con la comedia, a lo mejor porque a esta altura ya no funcionaría del mismo modo ese terror. Entonces se deja de lado lo oscuro y hay bastante acción; todo el tiempo, hasta el último minuto, están pasando cosas pero en el medio se introducen varios momentos de la comedia que tan bien maneja Black. Y, claro, hay gore, hay sangre, como todo "Depredador" amerita. Otro punto a favor del film es la buena construcción de personajes. Desde el principal protagonista, su hijo y la doctora, hasta el grupo de extravagantes soldados que los acompaña, cada uno con sus tics o sus traumas del pasado. Quizás entre toda esa galería el más deslucido sea el papel de Yvonne Strahovski como la ex mujer de Quinn. El resultado es una película entretenida, fresca, disfrutable, que sabe aprovechar al icónico personaje. También es cierto que por momentos pierde un poco el eje y que algunos aspectos de la trama resultan a simple vista algo bobos, pero a grandes rasgos es una buena película de acción, que sin dudas tiene sus mejores momentos con el bosque como escenario. Hay que entender que ya nada es lo que era, que los tiempos son distintos y Black encontró la manera de aggiornar la franquicia, respetándola y al mismo tiempo autoparodiándola por momentos (como la discusión sobre por qué se le llama depredador al extraterrestre). Puede que no sea del gusto de todo paladar, pero cuenta con suficientes méritos para ser considerada un buen exponente y, por si eso no es suficiente, algunos guiños más la terminan de componer.
Las películas exitosas pueden abarcar universos enteros entre secuelas, precuelas, spin offs, remakes y lo que se les ocurra. "La monja" puede funcionar como precuela y como spin off de la saga "El Conjuro". Después de que en la segunda parte de la película de James Wan haya llamado mucho la atención una escena con una monja aterradora, eso sólo sirvió para que el también productor se diera cuenta de que se podía explotar hasta hacerla película. Así, en "Anabelle: Creation (precuela del spin off Annabelle)", cuando "La monja" ya estaba en producción, se permitieron hacer un guiño a la película en cuestión. A la larga, si de algo sabe esta gente, es de negocios. Escrita por Gary Dauberman (el guionista de las dos Annabelle pero también de la celebrada "It" de Andy Muschetti) y dirigida por Corin Hardy ("The hallow", película de terror irlandesa que pasó por nuestros cines sin pena ni gloria), "La monja" pretende contar la historia de este demonio terrorífico que utiliza la imagen de, claro, una monja. Demian Bichir es un sacerdote que junto a una novicia interpretada por Taissa Farmiga (probablemente conocida más que nada por la serie "American Horror Story" pero que además es la hermana menor de Vera Farmiga, la protagonista de "El Conjuro") viajan a un pueblo rumano a investigar el aparente suicidio de una joven monja. Allí también se encontrarán con un joven francés que los ayudará a entrar al lugar y se convertirá en su compinche. A partir de ese momento, La monja presenta cantidad de sustos (unos más efectivos que otro nivel visual, no mucho a nivel miedo cuando son tan esperados) pero poca historia. Durante gran parte de la película la trama no avanza y en el último tercio sucede todo lo que hay para que suceda. A nivel visual el director aprovecha elementos y figuras de la religión católica y si bien logra crear algunas imágenes interesantes (a la larga la figura de una monja siempre tiene algo de aterrador) termina más bien siendo un pastiche de ideas que podrían no haber pasado del boceto. Los actores hacen lo que pueden con el material que tienen en manos (que por momentos llega a ser ridículo) pero no es suficiente. Además se siente muy fuerte la necesidad de conectar con la saga, con este universo. Tanto, que al principio el film empieza con algo parecido a un “previously” de una serie, o a un trailer que se encarga de mostrarnos la presencia de este ente, la monja, en "El Conjuro". Y al final sucederá algo similar. Todo esto le imprime un tono clase B pero que no parece consciente. La monja deja en evidencia que una imagen no es suficiente para construir una buena película. Que tiene que haber un buen relato detrás. Podríamos tomar como ejemplo antagónico “Lights out”, que de un cortometraje que a la larga no era mucho más que un susto se pudo crear una decente película de terror sobre un fantasma. Acá ni siquiera esa imagen que provocaba terror está presente, no de aquel modo, porque deciden situarla todo el tiempo en un primer plano cuando todos sabemos que lo que mayor miedo genera es lo que no podemos terminar de ver, de descifrar, cuando es la imaginación de uno mismo la que termina completando. Probablemente la película más fallida de la saga "El Conjuro".
En su nueva película, Lola Arias hace un experimento entre el teatro y el cine. Sin actores, con personas reales. Seis veteranos de Malvinas. En este caso, gente que estuvo en la lucha pero de ambos bandos, no se queda sólo con el lado argentino. Tres argentinos, dos ingleses y uno de Nepal que luchó del lado inglés. Entre ellos juegan, actúan, conversan, narran; interactúan a través de sus propias experiencias y recuerdos sin la esperada sensación de enemistad. Directamente a la cámara o entre ellos. Un híbrido entre cine y teatro que les sirve para reconstruir una parte de la historia y de sus vidas que nunca podrían olvidar y que los marcaría para siempre, a cada uno a su manera. Aquí, esta especie de teatro parece funcionar antes que nada como una especie de catarsis para estos ex soldados. La excusa de reconstruir una historia, de actuar, de narrar. Se puede notar que los mueve, por algo no son actores sino simplemente ex combatientes que utilizan lo que vivieron para poder contar sus historias. Arias construye su película a través de diferentes recursos, no sólo el verlos actuar. Hay mucho del detrás de escena, hay conversaciones varias, inevitablemente también repeticiones, escenas que se actúan una y otra vez, en diferentes escenarios. En un estudio, en una pileta, al aire libre. Una mezcla de espontaneidad con actuaciones. Esto genera momentos más divertidos y otros tanto más fuerte a nivel emocional. Al mismo tiempo, más allá de lo artificial, de los escenarios impuestos, siempre se siente muy verosímil y auténtica. A nivel técnico, Arias se permite jugar con los planos generales y primeros planos, casi siempre planos largos que acentúan el tono observacional que también tiene el film. La fotografía es de Manuel Abramovich (el director de "Soldado", película que también tiene un enfoque distinto y original sobre el ejército, mostrando el día a día de la Escuela Militar) y juega mucho con lo artificial, con la puesta en escena. Experimental e innovadora, "Teatro de guerra" es parte de un proyecto incluso más grande (con la obra de teatro “Campo minado”), lo cual pone en evidencia a Lola Arias como una persona ambiciosa y arriesgada. Sirve como testimonio de una parte imprescindible de nuestra historia y al mismo tiempo se corre de lo que uno podría esperar de un documental de esta temática. Pero más allá de la forma, de la estructura, de las rupturas, "Teatro de guerra" triunfa al colocar a estos hombres antes que nada como personas, que más allá de estar en el bando ganador o perdedor, más allá de pertenecer a un país o a otro, son ante todos humanos que quedaron con huellas imborrables, traumas y cicatrices visibles y otras tantas invisibles. La película más extraña y original sobre la guerra que tuvo lugar en las islas Malvinas. Quizás porque antes que todo es sobre personas.
En el 2013, Uruguay, un pequeño país de Sudamérica, se convirtió en el primer país en legalizar la marihuana. En el 2017 comenzó a venderse marihuana en las farmacias. ”Traigan el porro” cuenta la historia secreta de cómo se pudo llevar esto a cabo gracias a un plan liderado por el entonces presidente José Pepe Mujica. Ponele. Esto es lo que sucede en el falso documental que sigue a tres miembros de una supuesta Cámara Uruguaya de la Marihuana Legal en un viaje para poder conseguir la cantidad necesaria de marihuana. Un viaje que los lleva a convenciones, recitales, festivales, entrevistas, todo relacionado al maravilloso mundo de la cannabis. “Traigan el porro” está construida de manera dinámica y divertida pero sin dudas su mayor hallazgo es la presencia de Mujica, quien se presta al delirio que los realizadores Denny Brechner, Alfonso Guerrero y Marcos Hecht (que se hicieron famosos por una cámara oculta que ellos armaron previamente y funcionó como base para el largometraje en cuestión) proponen. Partiendo de hechos reales e imágenes de archivo (como el encuentro entre Mujica y el por entonces presidente de los Estados Unidos Barack Obama), se construye esta historia que apuesta a un tono desenfadado y políticamente incorrecto y que juega a bucear entre la idiosincrasia uruguaya. La trama gira en torno lo que sucede cuando Uruguay se da cuenta de que no tiene suficiente marihuana para abastecer a su país. Entonces aquel trío comandado por Mujica viaja buscando soluciones, con un imprescindible paso por Colorado (estado de USA donde también es legal) e intentando conseguir datos y contactos que le permitan conseguir 50 toneladas de marihuana. En el medio de esta aventura se irán dando ciertos percances y situaciones (como conocer la Iglesia Canábica de la Fe Verde o encontrar el amor). Sin grandes artilugios a nivel cinematográfico y con una omnipresente voz en off que termina sobrando, “Traigan el porro” resulta una propuesta fresca, original y divertida que al mismo tiempo trae una temática actual con un tono que más allá del delirio y el humor se percibe honesto. No es una película más sobre fumones. En cuanto a la distribución que le tocó en esta semana de estreno en nuestro país, la película se puede ver sólo en el Hoyts Abasto en una única función a la noche. Es recomendable tratar de acercarse. Es recomendable tratar de acercarse.
Hay un mundo enorme de posibilidades para Hollywood entre precuelas, secuelas, spin offs, remakes y cuanta cosa se les ocurra para aprovechar y abusar de una misma idea. No es algo necesariamente malo, no tiene por qué serlo, pero sí deja en evidencia la clara falta de ideas originales. En este caso, a la clásica película de Tobe Hooper ya se la explotó como pudo con secuelas y remakes, y una especie de intento de precuela en el 2006 al que acá se obvia por completo. "La masacre de Texas: El origen de Leatherface" es la última película en la que trabajó Hooper, como productor ejecutivo en este caso. Dirigida por los franceses Julien Maury y Alexandre Bustillo con guión de Seth M. Sherwood, en esta nueva entrega se pretende explorar y comprender cómo surge, cómo nace la figura de Cara de cuero. Pero para eso se alejan un poco de lo conocido y narran esta historia con algo más de libertad que la esperada. La trama gira en torno entonces a los dos pequeños de la familia Sawyer que, tras haber asesinado la familia (aunque sin pruebas suficidentes) a la hija de un comisario (el injustamente olvidado y desaprovechado Stephen Dorff al que Sofia Coppola parecía resucitar) al que se le despertará toda la furia y violencia hacia ellos. Entonces los niños terminan en un hospital psiquiátrico. Ya más grandes, justo cuando llega una nueva enfermera, la madre (interpretada por Lili Taylor) irrumpe al querer recuperarlos y los internados logran escaparse. Acompañados de otros dos internos y con esta enfermera como rehén, la película se convierte en una especie de road movie sangrienta que comenzará a ser el nacimiento de Leatherface. La originalidad no la podemos buscar entonces en la resolución, porque ya la conocemos. Aun así se la siente bastante apresurada. Lo que acá intentan hacer los realizadores y guionista es brindar una dimensión a estos personajes, incluso al personaje nuevo, la entusiasta enfermera nueva que pronto se encuentra con un mundo muy distinto al que esperaba. No obstante, no todos cuentan con esa misma suerte y algunos quedan desdibujados y resultan poco interesantes. El film expone, como se espera de una película como esta, bastante sangre y gore, aunque acá sucede principalmente en el tercer tramo. Así, estamos ante una película probablemente prescindible para la saga pero que al mismo tiempo no resulta del todo decepcionante ni fallida. Vibra a ritmo propio, funciona de manera individual y a la vez homenajea y es parte de este universo.