Dirigida y escrita por Melisa Aller, Las decisiones formales es un ejercicio visual y narrativo filmado en Super 8 sobre diferentes problemáticas de Kimby, una transexual. En Las decisiones formales, Melisa Aller retrata de manera poética, con su cámara Super 8 y en blanco y negro, la cotidianeidad en la vida de Kimby. “No es fácil. Nada es fácil. Si a los demás les cuesta conseguir algo a mí siempre me costó el doble. Debe ser que yo estoy del lado más desfavorecido de la vida”. Kimby, nombre elegido por ella pero que ya figura en su DNI (como menciona en una de sus entrevistas de trabajo, orgullosa de esa decisión) gracias a la Ley de Identidad de Género, es consciente de su lugar en la sociedad. Porque una ley la ayudó a ser quien ella siente que es, pero esto no le hace más sencillo insertarse en una sociedad aún atrasada. “Subsisto. A veces resisto”, se lee en una de las leyendas que intercala entre secuencias. Y eso es lo que hace Kimby. Trabaja vendiendo cosas en la calle, en el tren, mientras acude a entrevistas de trabajo con resultados no deseados. Vive con una amiga y no hay rastros de su familia. Además deposita esperanzas amorosas en un hombre casado que suele dejarla plantada. Lo que hace Aller es además incluir números musicales y leyendas, pensamientos varios, sin que la película tenga una línea narrativa definida. De hecho, está filmada de manera cronológica y sin editar, lo que le aporta mucha naturalidad. No obstante el acierto principal de Aller radica en que si bien retrata de manera realista (más allá de lo poético y lo artístico del Super 8) la realidad de una transexual, no la victimiza en ningún momento, simplemente deja ser a su personaje. Alma Catira Sánchez y Eleonora Paoletti son las dos protagonistas de una película que funciona como ejercicio, como retrato, como obra de arte. Aunque también es cierto que más allá de su corta duración (apenas poco más de una hora), por momentos se la siente estirada, haciéndonos creer que quizás como mediometraje funcionaría de manera más concisa. Las decisiones formales funciona desde lo visual y lo narrativo de una manera novedosa, pero además logra reflejar la realidad que vive la comunidad trans de una manera honesta y con mucho corazón.
Mike Flanagan, el director de Ausencia y Oculus, vuelve apostar a su visión del terror más onírico que nunca con Somnia, Antes de despertar. Jacob Tremblay se hizo reconocido mundialmente gracias a ser el corazón de esa pequeña y reconocida película de Lenny Abrahamson, Room. Pero antes de protagonizar aquella por la que bien se merecía una nominación al Oscar que sólo se llevó su compañera Brie Larson, su debut cinematográfico fue en Somnia, Antes de despertar. No obstante, los problemas que la película de Mike Flanagan tuvo con la distribución terminaron retrasando tanto su estreno y hoy llega a cartelera incluso antes que en los Estados Unidos. En esta ocasión, Tremblay es un niño huérfano, que va de casa adoptiva en casa adoptiva, no porque sea problemático precisamente, ya que siempre se muestra educado y tranquilo, sino por cierto don o maldición que posee. Cuando Cody, su personaje, duerme, sus sueños se vuelven una realidad. Esto que podría sonar tan lindo y tentador en realidad es un arma de doble filo, porque claro, las pesadillas también son sueños. Sin embargo este don no es reconocido como tal, o sea, para nadie sería fácil creer en lo imposible, y a su alrededor se tiñe el misterio de cómo han desaparecido personas que lo han cuidado luego de que su madre falleciera. Nadie puede explicarlo. Jessie y Mark (Kate Bosworth y Thomas Jane) son un matrimonio muy unido que sufrió la trágica pérdida de su único hijo y tras no poder volver a ser padres de manera biológica, apuestan a la adopción y Cody les es especialmente recomendado. Cody se muestra lo suficientemente afectivo y siempre se porta de manera correcta. Pero cuando llega la noche, él, que conoce su don mejor que nadie, esconde pastillas y gaseosas y lo que fuera que lo ayude a mantenerse despierto. Al principio, sus recientes padres adoptivos toman esto como un problema hasta que paulatinamente van descubriendo el por qué de sus acciones. Acá Flanagan apuesta a crear climas que nunca son del todo de terror, sino más bien de suspenso, de misterio, y que tornan la primera parte de la película quizás en un poco lenta. Las mariposas enormes y azules que aparecen de la nada por las noches fascinan primero a la pareja, pero luego es Jessie especialmente la que se va a sentir conmovida al volver a ver su hijo fallecido. Esto le hará a ella, desde la confusión y cierto egoísmo, querer inmiscuirse en este mundo más de lo necesario. Y más allá de que inducir al sueño al niño traiga con más fuerza que nunca sus pesadillas, es esto lo que la moverá a investigar y descubrir quién y de dónde viene realmente Cody y este poder tan particular que tiene. La primera mitad de Somnia, Antes de despertar, demasiado enfocada en generar un misterio, puede tornarse no sólo lenta sino algo repetitiva, es en la segunda mitad donde aflora lo mejor de Flanagan, quien además de dirigir firma el guión. Y la cereza del postre es sin duda esa resolución tan bella y tan alejada de lo que propone en los primeros minutos del film, una sorpresa más que agradable. En cuanto a las actuaciones quien sobresale es sin duda el niño. Tanto Bosworth como Jane entregan interpretaciones más bien anodinas, moviéndose solamente gracias al guión, sin aportarle mucho más. Todo lo contrario a Tremblay, quien nos confirma que estamos ante un pequeño gran talento. A la larga, Somnia, Antes de despertar es una película de terror y fantasía dirigida por quien ya conoce el género y sabe jugar con él, de quien recomendaría sin dudas sus películas anteriores pero con ésta logra sorprendernos incluso más.
“Nadie se salva solo”. El mensaje que quiere transmitir la película, clarísimo desde el título. Pero la película dirigida por Sergio Castellitto y escrita por su mujer, Margaret Mazzantini, basada en su propia novela, es mucho más que un mensaje subrayado. Delia y Gaetano son una ex pareja con hijos y un hogar que de repente se cayó a pedazos, y se juntan a cenar para tratar cómo serán las vacaciones con sus hijos ahora de separados. Ni Delia ni Gaetano se parecen demasiado a aquellos jóvenes que se enamoraron en un gimnasio y avanzaron rápidamente con eso a lo que llaman vida en pareja. Las diferencias no sólo están en lo físico, especialmente en una Delia que ahora lleva el cabello corto y los dientes arreglados. Esa cena es la excusa que utilizan ellos y también su guionista para contar, de a poco, adelantando algunos hechos sólo a través de detalles que se luego se resignifican, la historia de ellos desde que se conocen hasta el lugar en donde se encuentran ahora. Gaetano es una persona alegre, naturalmente seductora, escritor. Delia es nutricionista, obsesionada con la comida hasta el punto del trastorno (la anorexia como esa enfermedad que a veces está más o menos presente pero nunca se va; la comida como eso tan cotidiano para la mayoría y que es todo un tema para algunos) y, claro, insegura. Pero desde un primer momento parecen entenderse, al fin y al cabo se los ve profundamente enamorado. ¿Qué es lo que sucede entonces para terminar así, reprochándose, discutiendo, tirándose el helado en la cara en ese restaurante llenos de parejas que funcionan como espejo, de lo que fueron, de lo que son, de lo que serán, o de lo que podrían haber sido? Pues, la vida. Así de simple y complejo. El matrimonio, los hijos, la vida en común, amoldarse a trabajos que no terminan de llenarnos, son algunas de las cosas que de a poco van enfrentando sus protagonistas, juntos y separados. El acierto principal de la película de Castellitto es que aborda temas difíciles, aunque sean cotidianos no dejan de ser complejos, y le aporta un tono entre melancólico y tierno, depende del momento. Quizás a lo largo del film se siente que quiere abarcar demasiado, que está un poco recargado, pero lo cierto es que todo tiene su lugar y hora, y a la larga termina resultando un guión bastante conciso, no se siente que sobran ni faltan escenas. “Me gustan las historias sin resolución (…). Los finales abiertos, digamos”, define su gusto en la literatura Delia y algo de eso tiene la película. No porque deje cosas en el aire, pero sí porque no se siente que termina, más bien se lo siente como un nuevo comienzo, como Gaetano explica que se hace cuando un guión no funciona, “descartamos todo y volvemos a empezar”. Y de eso se trata, volver a empezar, para poder seguir adelante. Y es más difícil en soledad, por eso su título termina de funcionar.
Los hermanos Goetz dirigen la remake de la película francesa del 2008 (¿demasiado reciente? ¿de qué nos sorprendemos?) homónima. De la factoría de Blumhouse, no sorprende que nos quieran vender otra película con la leyenda “de los productores de El Conjuro y Annabelle”, en este caso. Ya puedo adelantar que Martirio Satánico no tiene mucho más que eso en común especialmente con la película de James Wan, que contaba con un buen guión y una dirección muy prolija y cuidada que ayudaba a la construcción de sus climas necesarios. La historia tiene como protagonistas a dos amigas, una de ellas acusada de loca por ver monstruos que en realidad tienen que ver más con los abusos a los que fue expuesta desde temprana edad. Hay que decir que hay algo bello en cómo está construida esa amistad tan fuerte y cerrada. Hoy, adolescente, aun con su fiel compañera a su lado, pretende hacer justicia con sus propias manos. Pero nada es tan sencillo como parece. Por un lado, su amiga comenzará por primera vez a dudar de ella, al verla tan salvaje y fría, sin tener pruebas de que lo que dice sea verdad. Por el otro, pronto descubrirán que se están metiendo con algo mucho más grande y poderoso de lo que creen. Con una primera mitad más fiel a su versión original (aunque sin su resultado), en la segunda mitad el guión de Mark L. Smith apuesta a ser más libre y su rejunte no termina de convencer. Troian Bellisario y Bailey Noble son las dos protagonistas que correrán, gritarán, lucharán y sobre todo, sangrarán. Ambas entregan buenas interpretaciones pero a la larga hacen lo que pueden con un guión más bien fallido, hasta con diálogos pobres. Incluso desde lo visual, a excepción de unas pocas escenas, el resultado es desprolijo, pareciendo salido de un mediocre producto televisivo. Martirio Satánico es sobre todo una película sin imaginación, que apuesta al camino más fácil, tal vez se pueda decir que peque de ser demasiado norteamericana. Su premisa atractiva (que por supuesto proviene de la versión original) termina siendo totalmente desaprovechada. Hay chicas lindas, mucha sangre y no mucho más, es todo lo que tiene para aportar. Quizás quienes no vieron la versión original puedan disfrutarla un poco más, aun así estamos ante un producto olvidable.
Se estrena Mecánica popular, tras los problemas que tuvo el director con No somos animales (que pudo verse en el Bafici pasado) y El acto en cuestión (que llegó largos años después de realizada). Alejandro Awada, quien se encuentra actualmente pasando un muy buen momento en su carrera como actor, es el protagonista del director que intercala entre Hollywood y Argentina, Alejandro Agresti. En ella interpreta al dueño de una editorial que publica a nuevos escritores, pero se percibe que en su vida hay algo que no funciona y esto se termina de comprobar cuando una noche solo en su lugar de trabajo decide pegarse un tiro. El momento es interrumpido por una joven que supo colarse en el edificio tras pasar seguridad a escondidas, una joven aspirante a escritora cansada de que su manuscrito haya sido rechazado. Es ahora ella la que amenaza con suicidarse si él no lee (porque sabe que quienes leen lo que llega son sus empleados) lo que ella escribió. En esa misma planta va a sucederse toda la película, intercalando líneas temporales. Pocos actores, diálogos extensos y cargados de referencias literarias contemporáneas, dan como resultado un film muy teatral. Agresti juega con sus personajes, con las líneas argumentales confunde, exagera, sobre carga. Incómoda, pesada, Agresti quiere abarcarlo todo. El suicidio, la muerte, política, psicoanálisis, Dictadura, sexo. Son algunos de los tópicos que sus personajes tocan en esa noche que les va a cambiar la vida. Awada es quien se carga la Mecánica Popular al hombro (aunque como todos, sus actuaciones son un poco exageradas, forzando la idea de lo teatral) pero lo cierto es que cada uno de los actores están muy bien dejando en evidencia que Agresti es también un director de actores. Marina Glezer y Romina Ricci son dos Silvias (no es casual que ése sea el nombre elegido y por si queda alguna duda, sí, es en referencia a Sylvia Plath) trastornadas, con mucho bagaje y cierta devoción hacia el personaje del editor. Patricio Contreras interpreta al hombre de seguridad que también va a tener un pasado del cual algunos aspectos quedarán expuestos. Y Diego Peretti tiene una participación incluso menor en la cual no está menos que correcto, tampoco tiene más para lucirse ya que se lo siente desaprovechado. Muy bien dirigida en cada aspecto, aunque Mecánica Popular falla en un guión cargado de diálogos ampulosos y pretenciosos.
Llega por fin a salas Goodnight Mommy, película de género austríaca que logró destacarse desde festivales hasta estrenos comerciales a nivel mundial. Dirigida y escrita por Veronika Franz y Severin Fiala, Goodnight Mommy es una película no exactamente de terror, sino más bien de suspenso. Dos niños gemelos que viven en medio del campo ven regresar, mientras juegan inocentemente, a su madre a la casa tras un paso por el hospital, pero ésta llega vendada, sin posibilidad de verle el rostro. El problema es que de a poco los niños la van notando cada vez más cambiada hasta el punto de creer que quien regresó no es su verdadera madre. Detrás del curioso personaje de la madre está la actriz Susanne Wuest, quien sin necesidad de utilizar expresiones faciales logra impregnar a su personaje de oscuridad y misterio. Un personaje que se esconde de la luz y de la compañía, que prefiere encerrarse y mirarse al espejo, espejo, elemento clave de un relato sobre imágenes reflejadas. No obstante el plato fuerte está en la interpretación de los hermanos, hermanos gemelos también en la vida real. Ellos llevan esta historia retorcida y lúgubre a través de senderos donde reina el suspenso antes que el terror, o mejor dicho es un terror no surgido a través de sustos específicamente, sino más bien de cosas desagradables a la vista. Es que una de las cosas que mantiene entretenidos a estos niños es la obsesión que tienen con los insectos, a quienes encierran en frascos o incluso queman. El guión de las realizadoras es más que efectivo, cierra por todos lados pero también es cierto que, tal como podemos esperar de una película en la que no todo es como parece, su vuelta de tuerca es revelada un poco después de ya haber comenzado a insinuarla y pensarla como tal el espectador. Es así que la primera mitad peca de ser un poco más lenta, y es en la segunda cuando se pone más carne sobre la mesa. La fotografía apoyada en sombras y ciertos rincones de la casa, más bien en tonos oscuros, y la dirección de arte, sumado a una pesadillezca banda sonora con canciones alemanas, terminan de hacer de esta película algo aterrador. Goodnight Mommy no falla a la hora de crear y mantener estos climas perturbadores. Sin necesidad de recurrir a golpes de efectos, o de llevar lo desagradable a un fuera de plano, esta película es un relato macabro sobre lazos filiales que apuesta todo el tiempo al realismo para que todo se nos sienta aún más espeluznante.
La nueva película de Michael Petroni tiene puntos en común con su otro largometraje dirigido, Till Human Voices Wake Us. Ambas son historias sobre fantasmas del pasado. Esta vez, Petroni, quien además se desempeña como guionista (The Book Thief, The Rite), apuesta a una historia simple y conocida, sin dudas. Adrien Brody es Peter, un psiquiatra que perdió hace no mucho a su hija pequeña y cuya vida no puede rearmarse. Entre sesiones con clientes a los que apenas escucha, y una mujer que se la pasa deprimida, intenta de todos modos seguir adelante pero su atención se focalizará mejor cuando perciba cosas extrañas. La presencia de figuras extrañas y detalles que lo llevarán todos a una misma fecha lo hacen dudar de su estado mental. A la larga, todo se va desarrollando para llegar a esa parte del pasado, de su adolescencia, en que algo sucedió que lo marcó para siempre, pero nunca se resolvió. Entendemos por resolver que lo haya entendido y superado, en cambio, es una parte de su vida que quedó oculta y distorsionada y con la que de repente comienza a encontrarse una vez más. El problema principal que tiene la película es que se va tornando bastante predecible, quizás porque esta historia ya nos la han contado muchas veces. No obstante, como thriller psicológico la película se apoya esencialmente en el protagónico de Adrien Brody, quien, más allá de ya haber tenido oportunidades de demostrar su talento, logra lucirse como el personaje roto, apesadumbrado, perturbado y deprimido al que interpreta. La historia se termina tornando tan simple, que no hace más que fortalecer la sensación de lentitud a la que el film apuestas, aunque sea sin duda intencional. La idea parece ser la de construir el clima a su tiempo, y se le agrega algún susto en el medio para no perder la línea. Correcta pero ni novedosa ni original, Backtrack es un thriller que funciona principalmente por su protagonista, pero que deja algunos detalles librados al azar y no terminan de cerrar de manera sólida y sobre todo verosímil.
Después de su paso por el festival de cine francés Les Avant Premieres, llega el estreno comercial de A la sombra de las mujeres de Philippe Garrel. Amar, estar enamorado, conformar una pareja, y en especial un matrimonio, no es tarea sencilla, ni de llevar a cabo ni mucho menos de retratar, con todos sus vaivenes, los problemas muchas veces disfrazados de otros, la complejidad en su máxima expresión. Garrel decide una vez más indagar en las problemáticas que él encuentra en la pareja y en cómo él cree que éstas se pueden solucionar o hacernos creerlo así. En este caso, Pierre y Manon están casados y no sólo viven juntos sino que trabajan juntos. Ella dejó su carrera para trabajar con él y terminar como su asistente, mientras él es un cineasta que realiza documentales. Si bien Pierre y Manon parecen el uno para el otro, la verdad es que algo parece haberse perdido o difuminado entre ellos y él comienza a tener una relación paralela, y honesta, porque “la otra” lo sabe y lo acepta, al menos en un principio. No obstante, esta infidelidad no causa nada, ni bueno ni malo, en esa pareja. La irrupción aparece cuando ella es descubierta con otro hombre y él decide victimizarse. Aunque no confiese su propia infidelidad, él cree que por ser hombre casi que tiene derecho a ser infiel, porque es algo natural en su género. Ella en cambio es acusada de ser la culpable de los problemas que sobrelleva esa relación. El cine de Garrel sigue respirando de la Nouvelle Vague, especialmente desde su estética con un crudo blanco y negro, y una voz en off que termina de introducirnos en estos personajes. Entre idas y venidas, con un tono un poco más amable que la antecesora La Jalousie, con la que de todos modos comparte muchas temáticas, y un documental en el que se van a terminar reflejando más de lo esperado, Garrel muestra con su resolución una perspectiva a simple vista optimista y feliz, pero que en el fondo es más bien agridulce.
La Guardería de Virginia Croatto, es un documental sobre los hijos de militantes montoneros que fueron forzados a irse a Cuba. Otra película sobre la Dictadura. Eso es, lo que no es, ni quiere ser el documental de Virginia Croatto. Primero y principal, por el objeto que utiliza como foco: una niñez vivida en un lugar lejos de casa, pero que comienza a sentirse como tal. Y por otro lado, porque el tono elegido es uno más bien optimista, sí melancólico porque su temática nunca es agradable y sobre todo no resulta ajeno. Con testimonios mayormente de personas que fueron esos niños, el film va contando cómo era la vida en una guardería de La Habana, en la que compañeros montoneros protegían a niños hijos de militantes buscados y muchas veces desaparecidos por la Dictadura. Chicos que fueron criados por padres muy seguros de sus ideales, que no ocultaban nada a sus hijos, ni los motivos por los que luchaban felices de tener esos ideales, ni tampoco las tristes consecuencias que en esa época podría ocasionar. A través no sólo de hechos relatados más conocidos, como las ausencias, sino también enfocándose en pequeños momentos que hacían de aquella estadía algo agradable, como ciertos juegos o los textos de las cartas que recibían, Croatto, quien llegó a esa guardería a los 3 años de edad, brinda luz a una época oscura. Porque aunque todos venían de situaciones difíciles y traumáticas, la guardería logra convertirse gracias a esa gente en un lugar de contención, en una gran familia. En su último tercio es cuando el film se tiñe de un tono más melancólico y agridulce, con el regreso al país como algo tan deseado y extraño al mismo tiempo. La guardería es un documental que más allá de estar enfocado en una época oscura, destila luz y habla sobre la importancia de los afectos y la identidad, con un interesante agregado de ilustraciones en su estructura.
No hay tierra sin mal de Belén Blanco, es una película independiente realizada y rodada en Misiones sobre la relación entre dos mujeres de diferente estatus pero que están en el mismo lugar. La ópera prima de Belén Bianco se centra en dos mujeres de diferentes edades experimentando diferentes momentos de estado emocional y logra ser también un retrato sobre la vida provincial. Por un lado, la adolescente que sale a bailar con sus amigas pero se diferencia por no vestirse de manera muy llamativa, ser la única virgen, y ni siquiera beber alcohol, mientras el resto parecen competir a ver quién se comió al número mayor de muchachos. Por el otro, su empleada, una señora humilde que quiere ser amada y se encuentra en una relación que no termina de llenarla porque teme haberse convertido en alguien a quien utilizan sólo para tener sexo. Una de ellas no dice nada, permanece en silencio incluso ante situaciones cada vez más insoportables por parte de sus llamadas amigas. La otra necesita sacar de adentro lo que le pasa y le confía sus inquietudes a las que ella responde de la manera más simple y concreta que puede. El film se dedica a seguir durante un día a ambos personajes, a observarlos, a veces desde lejos, a veces más de cerca, sin mucho conflicto más que lo que pasa por sus cabezas, generalmente no dicho, lo que puede hacer de él que se torne un poco monocorde. Pero sin dudas, logra contraponer dos soledades distintas e intensificar esa sensación.