Las chicas quieren divertirse El lugar en el que se desarrolla es el primer atractivo de Motivación cero (Zero Motivation, 2014), una comedia negra que se centra en la vida de dos jóvenes de una unidad de soldados del ejército femenino israelí. La ópera prima de Talya Lavie muestra una realidad compleja, pero en clave de humor. Zohar (Dana Ivgy) y Daffi (Nelly Tagar) son amigas y compañeras en la oficina de Recursos Humanos en una base del desierto del ejército israelí. Sus días transcurren bajo las órdenes de Rama (Shani Klein) y distintas tareas que, precisamente, no les quitan el sueño: enviar la correspondencia, deshacerse de los papeles que no sirven y servirles café a los soldados. Daffi es más citadina, razón por la que desea fervientemente que la trasladen a Tel Aviv; mientras que Zohar no tiene demasiadas aspiraciones laborales (la mayoría del tiempo lo destina a superar su propio récord en los juegos de la computadora) y trata de convencer a su amiga para que no se vaya. Basada en la experiencia personal de Lavie como secretaria en el servicio militar, la película es interesante porque indaga diversos aspectos. Como por ejemplo, la relación de las protagonistas con Livnat (Heli Twito), Liat (Meytal Gal), Irena (Tamara Klingon) y Tehila (Yonit Tobi), sus otras compañeras de trabajo; el lugar que ocupan las mujeres en un sitio completamente machista; la repercusión de un hecho trágico en un espacio en el que debería estar todo “controlado”; la necesidad de revelarse ante una autoridad que no se presenta como tal; y las dificultades para encontrar el amor. Uno de los aciertos de Motivación cero es que está dividida en tres relatos titulados, que se relacionan y tienen continuidad. Precisamente, esa estructura le da dinamismo a la historia sin perder el eje. Buenas actuaciones, una musicalización que se destaca, y una trama que entretiene en numerosas situaciones e invita a la reflexión en otras, completan el film de Talya Lavie, y lo convierten en un gran primer paso en la carrera de la directora israelí.
La vejez ideal Las segundas partes no son buenas. Pero El exótico hotel Marigold 2 (The second best exotic Marigold, 2015) sale airosa de esa afirmación porque continua la línea argumental planteada en la primera, a la que se le agregan nuevas situaciones, y mantiene el magnífico elenco que la caracterizó. La película dirigida por John Madden muestra el presente de sus protagonistas: un grupo de adultos mayores ingleses que, en la primera parte, decidieron quedarse a vivir en la ciudad de Bangalore, ubicada en la India, y disfrutar de su jubilación en el hotel Marigold. En el aquí y ahora, la Sra. Donelly (Maggie Smith) mantiene su fuerte e inconfundible carácter, Evelyn (Judi Dench) dedica parte de su tiempo y buen gusto a trabajar para una empresa textil, Douglas (Bill Nighy) intenta acercarse a su hija, Madge (Celia Imrie) se disputa entre dos amores, y el matrimonio de Carol (Diana Hardcastle) y Norman (Ronald Pickup) atraviesa la cotidianeidad conyugal. Mientras, la actualidad también encuentra a Sonny (Dev Patel), el joven hindú dueño del hotel, a punto de comprometerse con Sunaina (Tena Desae). Y con el deseo de expandir el negocio y comprar otro hospedaje cerca del original. Con las ambientaciones y paisajes de India como escenario, el film transcurre de forma dinámica y llevadera. Divertidas situaciones de enredos atraviesan a los personajes y los hacen queribles. Sin duda, en sus interpretaciones radica el mayor atractivo de El exótico hotel Marigold 2 porque aunque algunos de los sucesos puedan ser predecibles y sentimentales, quedan en un segundo plano al ver tantos actores de renombre en una misma película. Otros aspectos destacables son la mágica historia de Evelyn (Dench) y Douglas (Nighy) (en la que demuestran con sutileza que para el amor no hay edad), y la aparición de Richard Gere en un papel que, si bien le sienta cómodo, no lo hace desentonar con el resto del elenco. Madden no decepciona al espectador que disfrutó la primera película. Le agrega ingredientes acertados y logra imprimirle risas a temas importantes, como el enfrentarse al fin de la vida. El exótico hotel Marigold 2 asegura un momento de distención y entretenimiento. Pero, principalmente, una clase de actuación.
En busca de la juventud perdida ¿La vida se termina después de jubilarse? ¿Qué hacer con el tiempo libre? Esos son algunos de los interrogantes que plantea la directora Marion Vernoux en Mis días felices (Les beaux jours, 2013). Fanny Ardant protagoniza de forma excelente una historia con la que muchos de los espectadores se sentirán identificados. Caroline (Fanny Ardant) cree que ya no tiene nada para hacer: cumplió 60 años, dejó de dedicarse a la odontología y su matrimonio con Philippe (Patrick Chesnais) se transformó en una relación bastante aburrida y sin sorpresas. Incentivada por una de sus hijas, y con muchos prejuicios previos, se acerca a un centro ocupacional que ofrece numerosos talleres para personas de la tercera edad. Primero prueba suerte con un curso de teatro, pero rápidamente se da cuenta que no es para ella el dejar al descubierto sentimientos frente a desconocidos. Entonces decide asistir a uno de informática que le permita solucionar cuestiones técnicas de su computadora. Allí no sólo empieza a dialogar de forma amena con sus compañeros, sino que comienza una relación amorosa con Julien (Laurent Lafitte), el profesor de 40 años. ¿Vale la pena arriesgar todo por una aventura? ¿Es necesario perder la confianza de un marido fiel? ¿En verdad una mujer de 60 le puede atraer a un hombre más joven? Esas son las preguntas que surgen en la “nueva realidad” de Caroline, signada por una importante atracción sexual. Y, justamente, las decisiones pensadas e impulsivas que tomará son las que vuelven interesante a Mis días felices. Pero si bien también se esbozan temas como el miedo a envejecer y a la muerte, da la sensación de que se podrían tratar con mayor profundidad. Quizás es en ese punto donde el film de Vernoux no termina de convencer y deja sabor a poco. Ardant interpreta majestuosamente a Caroline, y consigue una gran química tanto con Chesnais como con Lafitte. Sus actuaciones le aportan calidez y credibilidad a la película. Mis días felices retrata un período determinado en la vida de una mujer; lapso en el que podrá disfrutar o simplemente aprender de esas vivencias. Mientras, el público oficiará de observador y podrá acompañar, entender o juzgar a la protagonista. Pero esa es otra historia.
Durmiendo con el enemigo Basada en la novela homónima de Claudia Piñeiro (Las viudas de los jueves), Tuya (2015) es una película argentina que atrapa con una historia que se presenta simple, pero posee interesantes aristas que se despliegan con el correr de los minutos. Andrea Pietra y Jorge Marrale protagonizan este thriller en tono de “comedia negra”, dirigido y adaptado por Edgardo González Amer (Familia para armar). Inés (Andrea Pietra) tiene una vida perfecta, y un poco monótona, hasta que descubre una carta dirigida a su marido Ernesto (Jorge Marrale) en la que una mujer, que firma “Tuya”, le expresa su amor. A partir de ese dato, la ama de casa tranquila y apacible se ubica en el rol de investigadora para lograr conocer quién es la “otra”. Y no lo hace tan mal a pesar de su inexperiencia: una noche intercepta una llamada de la amante a su esposo, lo sigue, y se convierte en la única testigo de la muerte de la mujer. Lejos de enojarse y condenarlo, Inés decide encubrir el hecho para salvar a su familia. Sin embargo, es ajena por completo a una situación particular por la que está atravesando su hija Lali (Malena Sanchez), una adolescente que se comunica poco con sus padres y prefiere buscar ayuda en sus amistades. Tuya es una película dinámica que atrapa al espectador desde el comienzo. Porque cuando parece que todo está resuelto surgen situaciones que ponen en jaque las suposiciones posibles. Además, presenta algunos toques de comedia que la convierten en un thriller llevadero (la mayoría de las veces protagonizados por Inés y su intención de convertirse en una Sherlock Holmes). Las actuaciones de Pietra y Marrale se destacan, especialmente cuando mantienen diálogos característicos de cualquier matrimonio. Y tampoco desentona el resto del elenco, que se completa con Ana Celentano y Juana Viale. La película de Edgardo González Amer es una “comedia negra” efectiva, que pone de manifiesto lo peor de la condición humana; siempre soslayada en una historia bien contada que invita a generar hipótesis sobre lo que va transcurriendo. Pero también a reflexionar en relación a lo que realmente es importante y, quizás, pasa inadvertido.
De amistad y sentimientos Dirigida por Pierre Salvadori, En un patio de Paris (Dans la cour, 2015) refleja la búsqueda de nuevos rumbos y las preguntas sin respuesta que suelen surgir en un momento determinado de la vida. La química entre Catherine Deneuve y Gustave Kervern acentúa un vínculo entrañable que traspasa la pantalla. Deprimido y cansado de dedicarse a la música, Antoine (Kervern) abandona la rutina y consigue trabajo como encargado de un edificio. Lejos de ser un empleo que lo motive, pero al ser el único que obtiene, comienza a transitar la ardua tarea de solucionar los problemas típicos de cualquier consorcio. Allí conoce a Mathilde (Deneuve), una jubilada que vive junto a su esposo en uno de los departamentos. Lo que empieza como una relación cordial se consolida, cuando la mujer descubre una grieta en la pared de su casa. Y la incipiente rajadura se convierte en una gran preocupación, por miedo a que el edificio se desmorone. Como el esposo no la comprende, y hasta piensa que está enferma, Mathilde se respalda en Antoine y en la amistad que se forja. El film de Salvadori entretiene por las diversas situaciones que plantea, y que pueden ocurrir en cualquier consorcio. Pero también invita a reflexionar sobre aquellos períodos de la vida en los que se intenta dar una vuelta de página, sin conocer el rumbo. Antoine está atravesando ese momento, mientras que Mathilde se muestra estable y parece tener todo resuelto, hasta que una grieta la desequilibra. En un patio de Paris presenta de excelente manera la comedia y el drama. Intercala instantes que relajan un argumento profundo, con el que el espectador se identificará. Si bien el final puede llegar a esperarse, las actuaciones de Deneuve y Kervern permiten encariñarse con sus personajes de tal forma, que no deja de ser un golpe bajo. La importancia de los afectos y que todo se sobrelleva mejor acompañado es un mensaje explícito de la película. Salvadori exhibe una historia cálida y realista, que tiene varias aristas unidas por los sentimientos y la ausencia de éstos.
Retrato de frontera Puerto Paticuá (2014) se centra en la historia de dos pobladores que viven cerca del río Paraná, límite entre Argentina y Paraguay. La actividad agraria que realizan y el ritmo de vida que llevan son descriptos en el documental dirigido por Hernán Fernández. Un escenario signado por la tierra colorada, la inmensidad del río y la tranquilidad, son representados a través de las imágenes y el sonido de Puerto Paticuá. Precisamente, es lo que permite dar cuenta de la forma de vida de sus habitantes, que se reparte entre el trabajo agrario (siembra de soja y maíz, principalmente), el cuidado de los animales, el traslado de lo producido a casas vecinas y momentos de descanso, entre los que se destacan sentarse al aire libre a tomar mate o tereré y navegar el río en canoa. La cámara es una especie de “intrusa” en un lugar silencioso, en el que el tiempo transcurre lento. Y eso le permite al espectador conocer, desde adentro, cómo es la vida en una zona rural, alejada por completo del ritmo citadino. El ruido de las aguas del río Paraná y el viaje en tractor junto a uno de los habitantes, son algunos de los momentos que invitan a sumergirse en el ambiente. Los testimonios de los pobladores le aportan datos importantes al documental de Hernán Fernández. La forma de hablar entre ellos, en la que por momentos combinan dialectos como el castellano y el guaraní, ilustran aún más su cotidianeidad. Sin embargo, podrían haberse incluido más protagonistas para enriquecer las vivencias. Puerto Paticuá es el recorte de una realidad: sólo pretende mostrar lo que sucede, sin otras pretensiones. Quizás su mayor valor es detener su mirada en un lugar desconocido por muchos, pero que está más cerca de lo que parece.
Cada familia es un mundo El film de Philippe de Chauveron retrata la vida de un matrimonio muy tradicional que espera que su hija menor se case con un hombre católico, dado que las tres mayores contrajeron enlace con un musulmán, un judío y un chino. Nominada a los Premios Goya 2015 como Mejor Película Europea, Dios Mío ¿Qué hemos hecho? (Qu'est-ce qu'on a fait au Bon Dieu?, 2014) es una comedia que logra lo que se propone. Puede parecer que ya se realizaron todas las películas posibles en base a bodas. Indudablemente, es un tema bastante trillado que cuenta con exponentes diversos como La boda de mi mejor amigo, Mi gran casamiento griego y Amores, enredos y una boda, entre muchas otras. Pero el director francés Philippe de Chauveron presenta una historia divertida que no se centra en el romance, sino que indaga sobre la difícil tarea de aceptar las diferencias culturales. Claude y Marie Verneuil (Christian Clavier y Chantal Lauby) conforman un matrimonio católico practicante que tuvo que aceptar que sus hijas se casaran con hombres que no comparten las mismas creencias que ellos. Después de que la primera se uniera en matrimonio con un musulmán, la segunda con un judío, y la tercera con un chino, los Verneuil tienen la esperanza de que la benjamina de la familia sí se case por Iglesia. Claude y Marie intentan acercarse a sus hijas para no perder el vínculo, aunque las diferencias a veces se transforman en discusiones que no llegan a buen puerto. Pero cuando todo parece estar solucionado, la hija menor anuncia su boda con un joven de color. A partir de entonces se inicia una debacle familiar que origina situaciones entretenidas y descabelladas. Dios Mío ¿Qué hemos hecho? es una comedia efectiva, que presenta todas las características del género. Por momentos cae en lugares comunes, pero en otros se destaca por presentar diálogos que reflejan, casi siempre con tono de humor, la intolerancia que tienen los seres humanos hacia lo diferente. Buenas actuaciones y excelentes escenarios completan el film. Es probable que la película de Chauveron deje pensando al espectador sobre los valores impuestos y la importancia de conocer otras culturas. Puede que sea así, o puede que no. Pero lo que es evidente es que le asegurará un rato entretenido. Y no es poco.
Se presumen inocentes Con guión y dirección de Julio Midú y Fabio Junco, Flores de ruina (2013) retrata la historia de tres hermanas que viven en un campo, ubicado en algún recóndito lugar de la provincia de Buenos Aires. Todo cambia cuando la aparición de un criminal transforma la quietud a la que, supuestamente, están acostumbradas. Desde el principio, Flores de ruina deja en claro quién es quién. Porque ya la primera escena le informa al espectador qué hicieron las tres hermanas, solteras y ancianas, interpretadas por las actrices Ellen Wolf, Nélida Augustoni y René Regina. Si bien no se precisa por qué tomaron esa actitud en contra del dueño del campo en el que viven, se sabe que tuvieron algo que ver con su desaparición. La edad y la fragilidad que aparentan, les servirá para enmascarar el hecho. Que será el primero de varios. El escenario rural acompaña la rutinaria vida de las protagonistas, que ocupan las horas con la cocina, la máquina de coser y los viajes al pequeño centro del pueblo. Pero esa tranquilidad no es el único denominador común de la película. Diversos sucesos, entre los que se destacan la aparición de una valija llena de dinero y la sorpresiva llegada de un delincuente a la casa de las mujeres, completan una historia atractiva y llevadera. “Pueblo chico, infierno grande”, es una frase que resume parte del argumento. Son pocos habitantes y la mayoría se conoce, sin embargo, hay espacio para los secretos y las mentiras. Además, el silencio del lugar, las amplias distancias y la soledad, se transforman en cómplices de la narración. Midú y Junco consiguen generar diferentes climas, aunque el que cobra más relevancia es el suspenso. Siguiendo esa línea, probablemente fue intencional mantener reservados aspectos privados de la vida de las hermanas, como por ejemplo, datos sobre cómo transcurrieron su infancia y juventud. Pero quizáshubiera sido efectivo proporcionarle esa información al público. Principalmente, para que pueda comprenderlas o juzgarlas más en profundidad. Flores de ruina es una comedia negra con todas las letras. Los momentos de suspenso están bien logrados, y la comicidad está presente en aquellos instantes en los que parece impensado que las ancianas sean victimarias. Y posiblemente, inimputables.
¿Qué harías por dinero? La ópera prima de E.L. Katz se centra en la vida de un hombre desempleado que se somete a una serie de apuestas que le permitirán saldar su deuda. Apuestas perversas (Cheap Thrills, 2014) logra mantener expectante al público, pero quizás no en el mejor de los sentidos, porque lo que se quiere saber es hasta dónde será capaz de llegar el protagonista. Que todo hombre tiene su precio y que el dinero mueve al mundo parecen ser afirmaciones tácitas de toda sociedad (aunque pueden discutirse). Pero en Apuestas perversas éstas premisas tambalean al principio y terminan consolidándose con el correr de los minutos. Craig (Pat Healy) está felizmente casado y tiene un hijo pequeño. No tiene problemas en su presente familiar, pero sí en el económico: adeuda una suma abultada del alquiler de su casa y pierde su trabajo. El mismo día que lo despiden del empleo, se encuentra en un bar con Vince (Ethan Embry), un viejo amigo de la secundaria. Y en el mismo lugar, de casualidad, conocen a un matrimonio un poco especial, que los incentiva a ganar dinero “fácil” a través de apuestas. Parece ser un juego sencillo: tomar tequila rápidamente o conseguir ser abofeteado por una mujer que se encuentra en el bar, son algunas de las consignas planteadas por el hombre adinerado. Pero a medida que el tiempo transcurre, y después de trasladarse a la casa del matrimonio, la crudeza y violencia de las apuestas crece de forma proporcional a la suma que les ofrecen por cumplirlas. El dinero y el aumento de lo macabro transforman a Craig y a Vince. Las ansias de ganar llegan a convertirlos en desconocidos. Y eso es lo que permite que las apuestas sean cada vez más arriesgadas. Justamente, en ese punto radica el interés que la película de E.L. Katz puede generar en parte del público (no me atrevería a decir que en todo). Porque no tiene mayor hallazgo que encontrar el delgado hilo del sadismo, y continuarlo. Mal gusto y pequeños momentos de humor negro completan a Apuestas perversas, una película que no deja demasiado, sólo el sabor amargo que produce que un hombre pierda sus valores y convicciones por dinero. Y también el deseo de que, en este caso, la realidad no supere a la ficción.
Buenos Aires tiene ese, qué sé yo... ¿El tango nació en Argentina o en Finlandia? La búsqueda de la respuesta impulsa a tres músicos porteños a emprender un viaje en el que se enriquecerán las culturas y costumbres. Dirigida por Viviane Blumeschein, Tango de una noche de verano (2014) muestra que la música no entiende fronteras y que tiene la capacidad de unir lugares disímiles. La premisa de que el tango se originó en Finlandia, enunciada por el director de cine Aki Kaurismäki, es el inicio de esta travesía. Pablo Greco (bandoneonista), Chino Laborde (cantante) y Diego “Dipi” Kvitko (guitarrista) deciden ir al norte escandinavo para averiguar si la afirmación es cierta y conocer las diferencias o similitudes que pueden existir con respecto a la interpretación de un género al que consideran propio. Una vez allí, recorren salones en el que se baila el 2 x 4. Se sorprenden al ver que es popular y lo practican bastantes personas, pero se diferencia porque aunque también es un baile de pareja, las coreografías no tienen pasos tan marcados como en la Argentina. Para conocer los aspectos musicales, entrevistan a intérpretes que continúan con la tradición tanguera. En un inglés básico, intercambian ideas sobre su origen, comparten formas de ejecución y logran entenderse mucho mejor cuando se comunican a través de compases y armonías. En esos momentos ya no media la palabra sino el bagaje que cada uno aprendió en su país natal, y se pone en juego el sentimiento compartido hacia ese género. Ya no importan las diferencias idiomáticas y culturales: la melodía es una sola y todos la conocen. Enmarcado por hermosos paisajes, Blumeschein lleva a la pantalla grande un tema desconocido para muchos de los espectadores. La discusión sobre si el tango es argentino o uruguayo está naturalizada por la cercanía. Pero el compartir una música tan característica de la ciudad de Buenos Aires con un país como Finlandia puede ser revelador para el público. Tango de una noche de verano es una película interesante en la que se reconoce que, si se quiere, las culturas pueden enriquecerse. Y por qué no formar una sola, en la que predomine la emoción de un lenguaje común.