Descubrirse en los antepasados Con guión y dirección de Milka Lopez, Helena (2014) retrata la historia de una joven que, tras la muerte de su abuelo, inicia un camino en el que se revelan secretos familiares. Simple y llevadera, la película logra mantener atento al espectador. Al principio se sabe poco de la protagonista: Helena (Camila Garofalo) toca el piano, perdió a sus padres cuando tenía 9 años, y después de que su abuelo fallece (interpretado en su juventud por Ivo Cutzarida) decide mudarse a la casa que él tenía en las afueras de la ciudad. Pero con el correr de los minutos, surgirán hilos conductores que entretejerán un pasado que ella desconoce y que irá descubriendo junto con el público. La tranquilidad de la vieja casona ubicada a orillas del río se modifica con la aparición de Magdalena (Camila Perissé), una vecina que conoce más al abuelo de la joven que la propia nieta. Y también alterará un poco la calma la visita del mejor amigo de Helena, quien acude acompañado de un escritor extranjero. Los tres personajes desestabilizan su solitaria vida, y hacen que se replanteé aspectos sentimentales y profesionales. Las preguntas acerca del pasado comienzan a surgir cuando la protagonista encuentra diarios y álbumes de fotos familiares. Allí, conoce un tratado para la enseñanza del piano que se convierte en una pieza fundamental que le permite explorar en profundidad su relación con la música. En todo momento Helena intenta saber si su abuelo le escondía algo. Y en esa indagación se centra la película. Buenas escenas desarrolladas en el escenario natural acompañan un argumento que capta la atención del espectador, pero que falla un poco porque se espera más de lo que finalmente resulta. El film de Milka Lopez muestra una historia creíble de principio a fin. Todo lo que se ve en la pantalla puede suceder: desde el misterio familiar hasta la búsqueda que permite la realización personal. Y además, resalta la importancia de los ancestros y la forma en la que marcan a las generaciones futuras.
De profesión, actor Ulises, un alma desbordada (2014) es un documental-homenaje que el director Eduardo Calcagno (Yepeto y El censor) le hace a quien fue su amigo y, por qué no, actor fetiche. Numerosas entrevistas a familiares, directores, escritores y actores, recuerdan al reconocido artista Ulises Dumont, que falleció en el año 2008. La distinguida carrera de Ulises Dumont incluye recordadas películas como Los enemigos (1983), El mismo amor, la misma lluvia (1999) y Rosarigasinos (2001); además de notables participaciones en televisión y protagónicos en teatro. Como su talento es indiscutido, Eduardo Calcagno elige mostrar a este actor argentino desde otras facetas, esas que seguramente conoció en los años de amistad que compartieron y durante la filmación de Yepeto, El censor y Nunca dejes de empujar, Antonio. Sus comienzos en la actuación, la pasión por la pesca y la relación con las mujeres son reflejados a través de los testimonios de Norman Briski, Carlos Gorostiza, Tito Cossa, Mauricio Kartun, Emilio Disi, Aldo Ferreti y Esther Goris, entre otros entrevistados. Personalidades cercanas a Dumont que tuvieron la posibilidad de conocerlo cuando la luz de la cámara se apagaba y dejaba de ser un personaje. La palabra de sus hijos, Enrique y Julia, también permite que el público conozca un poco más a un artista que siempre sobresalió por su carrera y resguardó su vida privada. Ulises, un alma desbordada es un documental atractivo que intercala entrevistas y fragmentos de los trabajos del actor. De esa manera, reconstruye un universo desconocido que pone de manifiesto diversas anécdotas que retratan la sensibilidad, el carácter y la profunda vocación que Dumont sentía por la actuación. Verdadero homenaje a su amigo personal, la película de Calcagno invita a recordar a un gran artista que supo conmover al público con sus interpretaciones. Y también a que las nuevas generaciones lo conozcan.
Más que una función Dirigida por Alexis Roitman, Ensayo de una nación (2014) es un documental que muestra los entretelones de “Argentina canta por la Paz”, uno de los eventos que se desarrolló durante los festejos del Bicentenario argentino. La idea de juntar a 1800 chicos de distintas escuelas, religiones y clases sociales para armar un espectáculo musical es sólo el comienzo. Todo evento de gran magnitud requiere de una ardua organización. Esa es una premisa que no está en discusión, pero que muchas veces es difícil de concretar. Y mucho más aún cuando están en juego sentimientos y emociones. Ensayo de una nación refleja las idas y vueltas a las que tienen que sobreponerse Diego y Muriel, dos jóvenes que lideran un grupo de trabajo dedicado a un proyecto común: formar un coro con 1800 alumnos provenientes de colegios de diferentes comunidades, creencias y clases sociales. Una obra musical compuesta por varias canciones con coreografías, es la excusa para que las numerosas voces se transformen en una sola. Meses de ensayo y dedicación por parte de profesores, chicos y organizadores, son retratados en la película de Roitman. Además de los múltiples cambios de planes que debe superar este espectáculo que formó parte de los festejos del Bicentenario, bajo el lema “Argentina canta por la Paz”. Una de las mayores dificultades es determinar dónde se desarrollará. La ciudad de Luján y la Avenida de Mayo son dos de las opciones posibles, pero no la definitiva. También es un interrogante la forma en la que van a reaccionar los chicos, tanto al momento de subirse al escenario como en el primer acercamiento con los alumnos de otras escuelas. Allí radica uno de los aspectos más importantes de esta película, ya que el proyecto intenta lograr integración y compromiso con el otro. Ensayo de una nación es un reflejo de lo que une y separa a la Argentina como país. Y es un claro ejemplo de que los propósitos se pueden hacer realidad. Quizás no es sencillo, pero hay que intentarlo porque el resultado vale la pena.
La difícil tarea de reconocerse Yo, mi mamá y yo (Les garçons et Guillaume, à table!, 2014) es la versión cinematográfica de la exitosa obra de teatro protagonizada por Guillaume Gallienne, director, escritor y actor de esta adaptación. Con astucia, las escenas se encadenan de manera magistral para reflejar una historia sobre la identidad sexual y el descubrimiento personal. La ópera prima de Gallienne es una autobiografía en la que el cineasta expone la simbiótica relación con Madame Gallienne, su madre, quien marcó fuertemente su infancia y juventud. Ese lazo obstaculizó su desarrollo emocional y social, al punto de signarle una orientación sexual determinada, como si fuese un mandato dictaminado por ella. El tema central de Yo, mi mamá y yo, es la confusión sobre la sexualidad de Guillaume. La forma de hablar, el interés que muestra por el mundo femenino y el apego que tiene con su madre, dan casi por sentado una realidad incómoda con la que el joven convive. Podría afirmarse que la película es sólo un retrato de la vida del director. Pero cuando el espectador comience a inmiscuirse en ella, descubrirá que no se trata de una pequeña y particular historia, sino que detrás se esconden numerosos aspectos con los que se identificará. Los vínculos familiares, la necesidad de crecer y la importancia que se le otorga a la mirada de la sociedad, son algunos de ellos. Quizás uno de los mayores aciertos de Yo, mi mamá y yo es la gran interpretación de Galliene, tanto haciendo de sí mismo como de su madre. La unión de estos dos personajes en un mismo actor ayuda a confundir al público y resulta interesante. Diversas situaciones de comicidad, que por momentos rozan una discreta ridiculez, convierten a este relato dramático en un film que atraviesa todos los climas, y que recuerda a la cinematografía de Woody Allen. La sensibilidad está presente y en los últimos minutos consigue una gran eficacia. Gallienne expone su universo en una película en la que las dudas son protagonistas. Y sabe cómo mantener y resolver esa incertidumbre.
Tras los pasos del “Che” El director y guionista Norberto Forgione narra un documental que recorre las ciudades que transitó Ernesto “Che” Guevara en Bolivia. De sus queridas presencias (2014) no sólo se centra en la figura del líder revolucionario, sino que rescata las historias de los compañeros que lo ayudaron a plasmar su ideología. Si bien el tema es conocido mundialmente porque es una parte fundamental de la historia latinoamericana, y ha sido retratado en películas como Diarios de motocicleta (2004) o Che, el argentino (2008), el film de Forgione relata de otra manera los días del recordado guerrillero y sus compañeros. Numerosas entrevistas a familiares, sobrevivientes y militares que combatieron en la guerrilla, sostienen un relato que refleja la última travesía de los revolucionarios junto a Guevara. Es evidente el trabajo de investigación realizado para llevar a cabo De sus queridas presencias. La posibilidad de conocer la hostilidad de los lugares en los que la guerrilla tenía que permanecer oculta, las humildes ciudades que visitaron, y la soledad de los caminos por los que tuvieron que transitar, ilustran de la mejor manera un fragmento de la historia que ya se convirtió en leyenda. La película no sólo refleja la figura del “Che”, sino que remarca la importancia de compañeros de lucha, como Coco e Inti Peredo y Casildo Condorí. Además de las entrevistas, Forgione accedió a diversas cartas escritas por ellos en 1967. La mayoría tenía como destinatarios a algún miembro de sus familias, quienes pudieron leerlas 46 años después. El film es interesante y llevadero, quizás al comienzo debería informar quién es quién en el relato y no dar por supuesto que el espectador conoce a todos los protagonistas, aunque con el correr de los minutos, las entrevistas y los testimonios son los encargados de ordenar y clarificar los datos. Filmado en escenarios naturales, De sus queridas presencias sobresale por la profundidad y riqueza de la investigación. Pero también porque hace hincapié en historias menos conocidas que merecen ser contadas.
Percibir sin ver Dirigido por Sofia Vaccaro, ¿Qué ves? :: Ecos de lo inVISIBLE (2014), es un film que se centra en la importancia y el grado de desarrollo que adquieren el oído, el tacto, el olfato y el gusto, cuando la visión disminuye. Se trata de una experiencia sensorial que traslada al espectador a un universo que no le resultará indiferente. ¿De qué manera se percibe el espacio? ¿Cómo se realizan las actividades cotidianas cuando la vista es nublosa? ¿Qué rol ocupa el sonido y cómo se agudiza? Estos son algunos de los interrogantes que intenta responder ¿Qué ves? :: Ecos de lo inVISIBLE. A través de siete protagonistas que tienen diferentes grados de visión, entre los que se destacan una mamá que cuida a sus hijos, un niño que es aceptado por sus pares en la escuela, una artista plástica y un joven músico, el documental muestra cómo se convive con la dificultad y de qué forma se potencia el resto de los sentidos. Si bien la película de Vaccaro se sustenta en los testimonios, también se destaca por las imágenes y sonidos elegidos para acompañarlos. Hay momentos que le permiten al espectador disociar los sentidos y comprender la información que cada uno le proporciona. Como por ejemplo, los segundos en los que se observa en primer plano el accionar de una abeja al recolectar el néctar de una flor, mientras se escucha el zumbido que produce; o cuando sólo se percibe la voz de los actores del teatro ciego y la pantalla permanece en negro. Es indudable que los protagonistas tienen que enfrentar una realidad compleja todos los días. Pero además de mostrar las diferencias que deben atravesar en relación a personas videntes, el documental plasma la naturalidad con la que viven situaciones más que cotidianas: prepararse un café, tomar el subte y asistir a la escuela, entre muchas otras. El film de Vaccaro también manifiesta que el oído, el olfato, el gusto y el tacto redoblan su importancia cuando disminuye la visión. Porque es en ese momento cuando se convierten en los principales encargados de describir paisajes, objetos y personas. Siguiendo ese ejemplo, ¿Qué ves? :: Ecos de lo inVISIBLE propone un desarrollo, en parte vivencial, de un tema tan difícil como sensible. Y lo logra.
Lo que se dice sin decir A través de distintas situaciones que bien pueden ocurrir en la vida cotidiana, Aprox (2014) intenta descifrar lo que comunica el lenguaje corporal. La película dirigida por Víctor Kesselman presenta momentos interesantes con los que el público se sentirá identificado, pero no logra inmiscuirse completamente en el tema, por lo que deja sabor a poco. “El lenguaje corporal dice más que las palabras” o “La comunicación oculta del cuerpo”, podrían ser las hipótesis de Aprox. Basado en un manual de técnicas de ventas de los años 80, desde el inicio queda claro que se trata de un ensayo en el que se demostrará la importancia de los gestos, y en especial, todo lo que ellos esconden: mover el pie de una manera particular, acercarse impulsivamente a alguien o tocarse el pelo reiteradas veces cobrarán otro significado al ver el film. Centrándose en el accionar cotidiano de los empleados de una oficina, las diversas formas en las que se expresan y actúan son el objeto de estudio con el que Kesselman quiere dar cuenta de lo que en verdad manifiesta el lenguaje no verbal. Pero también se recurre a situaciones en las que se evidencia el accionar corporal de una persona mientras habla por teléfono, ya que la voz, a diferencia de los gestos, puede ser controlada. Los actores (Elisa Carricajo, Eduardo Iacono, Hernán Crida, Laura Casalongue, Paula Pichersky, entre otros) se desempeñan muy bien en sus papeles, y el narrador (Gustavo Pomeranec) es el encargado de explicar el lenguaje corporal y traducir en palabras lo que no se dice. Los puntos fallidos de Aprox son aquellos en los que se busca descontracturar el relato, por ejemplo, en los fragmentos en los que diversos actores bailan libremente. Además, queda la sensación de que el tema podría tratarse con mayor profundidad: la repetición de algunos gestos y la no explicación de otros, dan cuenta de ello. Se trata de un film llevadero que propone descifrar un tema que ha cobrado relevancia en los últimos años. En parte cumple lo que promete al comienzo, pero no sorprende.
Clásico de todos los tiempos Romeo y Julieta (Romeo and Juliet, 2014) traslada a la pantalla grande –una vez más- la historia de amor escrita por William Shakespeare. El director Carlo Carlei (La corsa dell'innocente, 1992) realiza una nueva versión protagonizada por Hailee Steinfeld y Douglas Booth. La película relata la historia de amor y odio mundialmente conocida, que inicia cuando Julieta Capuleto (Hailee Steinfeld) y Romeo Montesco (Douglas Booth) se ven por primera vez en un baile en el que ella debía conocer al Conde Paris (Tom Wisdom), pretendiente impuesto por sus padres. Al pertenecer a familias enemigas, los amantes de Verona deben interponerse a la rivalidad heredada, desafío que intentarán superar con la ayuda y comprensión de Fray Lorenzo (Paul Giamatti). La remake de Carlei, que entre sus antecesoras tiene a la inolvidable versión de Franco Zefirrelli y a la moderna de Baz Luhrmann (en la que se destacaron Leonardo DiCaprio y Claire Danes), es una adaptación fiel del argumento original, pero sin utilizar en su totalidad los diálogos poéticos de Shakespeare. Como tal, se destaca en la misma el trabajo en la dirección de arte a través de grandilocuentes escenarios, fastuosas locaciones exteriores, y un acorde diseño de vestuario de época, para completar un film apenas correcto que no defraudará a los seguidores de las historias clásicas de amor. La pareja protagonista, Steinfeld y Booth, cumplen con sus actuaciones aunque por momentos se evidencia una falta de “química” entre ellos. Por su parte Giamatti, sin dudas el mejor del elenco, logra a la perfección que su personaje transmita los diversos sentimientos que atraviesa. Es probable que las nuevas generaciones se acerquen a este clásico de la literatura a través de la película. Y las que no lo son tanto, no se sorprenderán. Pero quizás, Romeo y Julieta sea la excusa para redescubrir una historia que jamás pasará de moda.
Refugiarse en las palabras Dirigida por Brian Percival, Ladrona de libros (The book thief, 2013) es la versión cinematográfica de la premiada novela de Markus Zusak, publicada en 2005. Buenas actuaciones y una fotografía increíble respaldan una historia dramática desarrollada durante la Segunda Guerra Mundial, época en la que las pequeñas acciones podían cambiar para siempre la vida de alguien. Emotiva por donde se la mire, Ladrona de libros relata la vida de Liesel Meminger (Sophie Nélisse), una niña alemana que es dada en adopción a un matrimonio sin hijos: Rosa (Emily Watson) y Hans Hubermann (Geoffrey Rush). Liesel asiste a la escuela, conoce a Rudy Steiner (Nico Liersch), quien se convierte en su mejor amigo, y junto a su padre comienza a descubrir la lectura. Las letras y palabras se convierten en aliados que le proporcionan un “mundo paralelo”, lo que por momentos le permitirá distraerse de la realidad. Pero todo cambia cuando, producto del sombrío escenario de la Segunda Guerra Mundial, aparece Max Vandenburg (Ben Schwartz), un joven judío al que la familia Hubermann protegerá en su sótano. Aunque no es sencillo adaptar una obra literaria al cine, en Ladrona de libros es muy efectivo tanto el trabajo de Percival como el del guionista Michael Petroni. La película consigue que, durante 130 minutos, el espectador sea partícipe de un relato que mantendrá su atención. Cada una de las escenas que se suceden atraviesa diferentes climas en los que el drama y la emoción son el denominador común. Los actores exploran al máximo los matices de cada uno de los personajes ideados por Zusak, lo que confirma la excelente elección del reparto. Las escenas de Rush, Watson y Nélisse logran un grado de complicidad que conmueve. Además, hay que destacar la ambientación de la época y la fotografía. Sin duda, la severidad del relato no se oculta en ningún momento. Y una de las novedades que plantea el libro es que la "Muerte" es la narradora. Esa información es lo primero que conoce el público; un dato no menor que puede, o no, condicionar la mirada del espectador. Si bien la protagonista es una niña que tiene que sobreponerse a circunstancias sumamente difíciles, con valentía logra transformar algunos aspectos de su realidad. Quizás ese es el mensaje principal de un film en el que el drama más profundo convive con la esperanza. O con la ferviente necesidad de pensar en ella.
Solo una mirada Con una nominación a mejor guión en el Tribeca Film Festival 2013, y habiendo pasado por reconocidos festivales, se estrena El tiempo de los amantes (Le temps de l´aventure, 2013) que retrata el encuentro fortuito entre dos completos desconocidos. Alix Abaune (Emmanuelle Devos) es una actriz de teatro que se dirige a París para realizar una audición. En el viaje en tren intercambia miradas con un desconocido, que pronto se convertirá en mucho más que eso. Jérôme Bonnell (La dame de trèfle, 2009) trae una temática ya trabajada incontables veces, siendo Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995), y Antes del amanecer (Before Sunrise, 1995), algunos ejemplos, pero en ningún momento se genera la sensación de agotamiento en el espectador, sino al contrario, el director consigue abarcar esta temática de un modo elegante, otorgando a través de la correctísima selección de los actores protagonistas, el ritmo del film y el juego de miradas, una química y una intensidad muy difícil de conseguir en este género. El film va desarrollando la historia personal de Alix - desde su punto de vista-, y mostrando algunas facetas sobre su vida, como los llamados telefónicos que realiza con un novio que nunca se materializa, y su trabajo como actriz, presenciando una audición filmada íntegramente en un plano secuencia y convirtiendo al espectador (junto con quien hace el registro de la audición), en testigo y observador de un ensayo, tan íntimo que inevitablemente refuerza nuestra empatía hacia ella. Por otro lado Doug (Gabriel Byrne), el ser desconocido con el que entablará una realación, atraviesa la pérdida de un ser amado, y esto lo convierte en un personaje melancólico pero encantador. Ambos atraviesan momentos particulares en sus vidas, y esto refuerza la significancia de un encuentro lleno de pasión pero con una fuerte carga de romanticismo. El realizador toma la decisión técnica y argumentativa de tomarse su tiempo en cada plano para mostrar las acciones de los amantes, especialmente en los juegos de miradas, lo que da como resultado un film cargado de sensibilidad, que logra involucrarnos con los personajes hasta el punto preguntarnos lo que ocurrirá con ellos después de aquella aventura tan significativa para ambos…y que comenzó a partir de una mirada.